El último
N.A.: Este es un relato inspirado en el apartado de cazrey17 en "Ideas para fanfics", le doy créditos a él por la idea. Espero que lo disfruten como yo lo hice en escribirlo, si tiene mucho apoyo, tomaré en cuenta para hacerlo un fanfic o al menos hacerle unos capítulos más.
El último
La falta de ropa no le trae comodidad, aun usando la ropa interior roja que le regaló sus hermanas para poder leer sus comics con placer. Lincoln se levanta de la cama, los molestos ruidos de afuera de su cuarto no se callan, especialmente hoy son intolerables. Vistiendo el pantalón que está en el suelo, el fiable jean celeste que sigue intacto después de tantas desventuras Loud, también agarra la remera naranja que cuelga al final de la cama. Sin olvidarse de agarrar los dos tomos de Ace Savvy, recién adquiridos gracias a Clyde y el paseo secreto en el supermercado.
—¿Por qué tiré esos audífonos anti ruidos? —se queja el chico mientras sale del cuarto. ¿Dónde podría ir? Clyde lo llamaría apenas termine de leer sus tomos, tan entusiasmado como él para hablar de las hazañas de su héroe ficticio. Delante suyo, como rutina cotidiana, las gemelas están peleándose sin siquiera parecer una razón lógica. La ruidosa guitarra de Luna no deja oír lo que a gritos las niñas gritan, opacada por la alborotada voz ruda de Lynn alabándose a ella misma. El único chico de la casa Loud solo se digna a suspirar.
¿Algún escondite donde nadie pueda entrar ni el mismo ruido? Al menos por menos de una hora, es lo que necesita Lincoln. Baja a la planta baja con sigilo, priorizando que las gemelas puedan ver la cabellera albina de él moverse por el pasillo. Para la calma y evitar un posible daño auditivo, en la sala solo se encuentra Lori junto a Leni mirando las noticias, sigue vigente el estado de cautela. A puntas de pies, llega hasta el comedor y pasa a la cocina. Abre la heladera y se sirve un vaso de refrescante jugo. ¿Dónde podría ir? Los ductos son estrechos y oscuros, el ático compartía el ruido de todas las habitaciones, y el sótano, ni hablar, no tiene pavor a las ratas como Leni, pero tampoco les agrada la compañía de ellas. Pensando en cada posibilidad con los cómics en mano, Lisa pasa al lado de él y copia el mismo movimiento que realizó hace unos instantes.
—Puedo notar que haces un buen uso de tu cerebro al usarlo en práctica. ¿Puedo ayudar a despejar esas dudas con mi eficacia cognitiva más desarrollada? —pregunta la niña de gafas gruesas mientras le da un sorbo al jugo, aun con la diferencia de altura muy notable, la mirada de Lisa despliega superioridad, irritando en el fondo a el albino. Pero no se dio tiempo para quejarse cuando una brillante idea cruza delante de sus ojos. ¡Eso es, Lisa!
—¡Lisa, sí! ¿Puedo usar tu búnker? Por favor —solicita el chico entusiasmado que encontró la respuesta. Deja el vaso al lado a medio tomar, agachándose un poco y poner una mano en el hombro de su hermana. Los ojos brillantes de él son un contraste de la mueca que hace Lisa cuando escucha la solicitud.
—¿Y qué te hace pensar que te daré acceso a mi fuente de trabajo privado? —pregunta certera, inclinando el hombro que está sujetado hacía atrás, no tanto como para quitar el tacto de encima.
—Es que —Lincoln vacila por un momento, creyendo por segundos atrás que ella aceptaría sin más, pero la seriedad en su rostro aniñado lo contradice—, quiero leer mis cómics, y no puedo hacerlo con tanto ruido, y Clyde me llamará para que hablemos y si no llego me voy a spoilear —busca encontrar la aprobación de Lisa con su motivo, pero solo observa como la niña levanta una ceja con duda, sin convencer a la gran mente de la familia—. Prometo ser tu sujeto de pruebas por dos meses, por favor, solo ayúdame, Lisa —ruega Lincoln bajando el tono de voz a uno más sutil. La mueca de ansiedad que pinta el rostro del albino, provoca una reacción muy pequeña en la niña.
—Tres meses —responde Lisa golpeando las palabras de ella, sacando en uno de sus bolsillos de la bata, un pequeño papel doblado donde guarda la contraseña del bunker—, y sin quejas al respecto.
—¡Gracias, Lisa, eres mi salvadora! —responde Lincoln propinando un abrazo que incomoda a la niña, agarrando el papel sale corriendo con una sonrisa brillante en el rostro, ignorando por completo a las hermanas mayores de la sala.
—Literalmente casi rompe la puerta —exclama Lori cuando escucha el portazo que propina Lincoln ante su salida. Irritada cambia de canal, aburrida de ver asuntos políticos o económicos. La ausencia de su celular quien conoció el final tras una salida con su pareja, provoca que la tolerancia en ella sea muy corta.
—¿Qué? —pregunta Leni desconectada en su celular.
—Nada.
Lori deja de presionar el botón de cambiar cuando algo atrae su atención, ¿una posible epidemia? Es lo que lee en el encabezado mientras el locutor explica el tema, surgido por las redes sociales creciendo a base de cuentas conspirativas. Absurdo, sin tener fundamentos y hasta transversal para llevarlo a su bando. Lori apaga la televisión, saliendo un bufido de irritación, deja caer todo su cuerpo en el respaldo del sofá.
—•—
Dentro de la impenetrable base de Lisa, que se encuentra en el patio delantero de ella, simulando una puerta al sótano de la casa para que pase desapercibido, la abertura metálica con una pequeña pantalla de doce botones azules al lado, le da acceso a Lincoln al ambiente frío que conserva. Baja por las escaleras de cimiento, la altura de ese lugar no es más que tres metros, como si fuera una habitación común pintada de un color grisáceo frío, con muchas otras adquisiciones.
—Wow —es lo que dice Lincoln cuando sus pies llegan al último escalón. Todo ese espacio no tan pequeño, pero tampoco tan grande, tiene todo. Una heladera cerca de una cama litera adecuada para cuatros personas enfrente de él; también observa desde la lejanía dos estantes llenos de latas sin etiquetas, marcadas con tinta describiendo el contenido de cada una; incluso una pequeña pared que intuye que debe ser un precario baño—. ¡Como los comics! Es genial, hay tanto silencio —comenta Lincoln yendo hasta la cama, dejando los comics enfrente suyo, donde una mesa baja corta la caída de las revistas.
El lugar le parece maravilloso ante los ojos de Lincoln, tan silencioso, interrumpido solo por el ruido de la ventilación. La mirada del chico no puede detenerse de inspeccionar hasta el último detalle, aunque sea los papeles del escritorio que esta en la pared frente de él, con una silla combinando la mesa metálica, mientras hay tres armarios delgados y altos metálicos de color oliva.
El estupor de Lincoln recae al observar la hora en el reloj de la pared, los minutos se adelantaron tanto a él. Dando un leve brinco, el chico agarra los cómics para empezar a leer con rapidez. Mirando a los costados en busca de alguna cámara de vigilancia o semejantes, se desviste hasta quedar en ropa interior.
—Ojalá no haya cámaras, Luan lo usaría sin dudas en los días de los inocentes —dice el chico aún desconfiado en ese lugar, hasta que la lectura lo atrapa.
El primer tomo lo termina de leer, arrancando con el segundo, un chillante tono en la radio que se encuentra en el escritorio asusta a Lincoln, evitando por instinto una dolorosa caída hacía delante. El zumbido sigue persistiendo con tonos mecánicos, corrompiendo las voces que intentan ser escuchadas, subiendo y bajando una manecilla entre los números de un reloj iluminado por un verdezco color. Lincoln deja el cómic abierto en la mesa, la curiosidad se dibuja en su rostro expresivo, la idea de llamar a Lisa no abandona su mente. Se acerca a esa maquina que se ve antigua como moderna, rejuvenecida en la era moderna por las manos de su hermanita.
—¿Qué rayos? —pregunta mientras pone la mano en la maquina cuadrado sin entender qué hacer con los botones, por los parlantes la distorsión no apacigua. Lisa sabría poner en contacto a esa extraña voz en la lejanía. Y es la respuesta que Lincoln encuentra adecuada, poniendo en marcha sus piernas hacia la salida, escalando tan solo tres escalones cuando un retumbar en el suelo como en el techo, desequilibra el cuerpo de él, provocando que sufra una dolorosa caída al suelo.
El dolor en la espalda es olvidado esos tres minutos de terremoto hasta que se apaciguó, creyendo que el techo lo enteraría de manera súbita. Pero sigue sintiendo su alrededor libre. Abre los ojos para asegurarse de eso, sin ningún cambio visible, invadido por el silencio repentino de la radio, el semblante del chico queda en blanco. ¿Qué fue eso?, es la gran pregunta que rebota en la cabeza de Lincoln, hasta que otra incógnita con más peso opaca ese misterio.
—Mis hermanas, ellas —balbuceando, se levanta rápidamente del frío suelo, deteniendo por un instante el dolor creciente en su cadera. La caída no fue suave ni bien recibida al cuerpo poco entrenado de Lincoln—. ¡Mierda! Debo ver cómo están, ¿fue un terremoto? —se pregunta el chico agarrando la escotilla de la puerta, pero no muestra señal de abrirse. Irritando a Lincoln, pone toda la fuerza en intentar abrirla con todo su peso, enrojeciendo el rostro del chico—. ¡Ábrete!
—Denegado —una voz mecánica monótona aturde la mente volátil de Lincoln, quien se queda observando el origen de esa respuesta: una pantalla en la pared cerca de la salida. No sabe que es, el chico lo demuestra con la mirada desconectarte en ese rectángulo azulado con un símbolo que nunca vio, como si fuera una extraña firma.
—¡¿Qué pasó?! Abre la puerta, mis hermanas quizá están en peligro, ¡hazlo, AHORA! —la voz se desgarra con la preocupación, las paredes hacen eco con el grito gutural de Lincoln. Los ojos celestes empiezan a temblar, los escenarios mentales que aparecen por pura paranoia engrandecen el sentimiento primario del pavor. Él se acerca hacia la pequeña pantalla, enfrentando a la diminuta pantalla frente a frente, batallando como si fueran ojos desobedientes delante suyo—. Sé que eres una invención de Lisa, pero tu creadora, ¡mi hermana, mis hermanas… mi… mi familia está afuera!
—El Estado de Michigan ha sufrido un atentado de terroristas —el rostro de Lincoln se despega de su mente, aturdido por la voz carente de humanidad—, una bomba impacto el centro de Michigan, afectando a toda su cercanía, llegando el impacto a Royal Woods —la computadora finaliza la transmisión, dejando a la joven mente del albino sumergido en la noticia, ¿una bomba, en Roya Woods? Le parece incrédulo, fantasioso, salido de sus comics como si cobrará las leyes irracionales de la imaginación en el mundo. La boca de Lincoln intenta romper los hilos que se forman en su garganta, cortando su voz.
—Una bomba —repite Lincoln, mirando con los ojos más abiertos de lo normal, ignorando la pared delante suyo, su racionalidad dejo el cuerpo de Lincoln—. Una bomba, cayó en Royal Woods. ¿Es una broma de Luan? —suelta una ligera carcajada, pareciendo más un sollozo ahogado. La sonrisa forzada intenta forzar el escenario deseado de ser una broma agria—. Debe tener cámaras ocultas, ¡ya sabía yo! Esto es por el video, ¡chicas, abran; buena broma, Luan! —paseando por el cuarto con paso ligero, mirando a cada ángulo de las paredes, la voz altanera del chico es solo escuchada por él. No se da cuenta de las cálidas lágrimas que expulsan sus temblorosos ojos, apareciendo sollozos disfrazados de risas en cada vacilación—. Es una broma, ¿cierto?
—Denegado, niegas los hechos —responde la voz mecánica, congelando la sangre de Lincoln. Aumentando la respiración agitada, abre la boca como si estuviera a punto de gritar, pero no lo hace. Va corriendo donde está la pequeña pantalla, entre medio del aparato y el diminuto escritorio con hojas, un conjunto de traje amarillo junto a otros ejemplares de diferentes tamaños. Lincoln agarra el primero que ve para su tipo de cuerpo, vistiéndose con el traje de manera errónea, casi cayendo en el apuro.
—¡Solo —grita Lincoln, cubriendo su cabeza detrás del casco amarillo con un panel de silicona transparente— déjame sa…! —corre hacía la escalera otra vez, pero una caída causada por la torpeza al chocar con uno de los escalones, golpea la barbilla de Lincoln. La raíz del dolor crece por todo el rostro de él, aturdiendo los tímpanos.
—Por protocolo establecido por mi creadora, no abriré hasta que el yermo deje de ser tan nocivo para la salud —la voz mecánica notifica para luego apagar la luz azulada de la pantalla. Dejando solo al chico que se desplaza hasta el suelo.
Débiles sollozos son guardados en el traje que tiene puesto, se sienta al lado de los escalones, levanta las rodillas y se abraza en aquel rincón. Las lágrimas ardientes se escapan sin detenerse, el abrazo de la pared fría encierra a Lincoln en esa posición.
«¿Qué hago?», piensa el chico, sintiendo como la frustración se apodera de su piel, poblando hasta la última célula de su cerebro. «¡Una maldita bomba, deben estar jodiendo! Un pequeño pueblito como este, recibiendo una puta bomba. ¡Una puta bomba!». Lincoln se lleva las manos a la cabeza, apretando de manera fuerte las sien, intentando calmar el dolor creciente que tiene dentro de su cabeza, como si un nudo gigante empezara a expandirse.
Las horas se mueven junto a las manecillas del reloj en la pared, el sol debería estar escondido, pero eso Lincoln no puede garantizar. El traje está tirado en el suelo, sin molestarse en acomodarlo. Sentado en la cama de abajo, la pierna del chico no deja de pisotear el suelo con un tic repetitivo, las uñas de su mano izquierda estan comidas, dejando al descubierto la carne con sangre fresca.
—La línea que está marcando se encuentra ocupada o fuera de servicio, por favor… —el celular de Lincoln es arrojado por su dueño con fiereza al suelo, desarmando en dos piezas cuando cae de esquina, creciendo una telaraña en toda la pantalla táctil. Cada llamada a cada una de sus hermanas, sus padres, sus amigos, hasta a su vecino el Sr. Quejón, para obtener solamente esa misma frase con el mismo tono.
—¿Por qué? —pregunta con rabia el albino, pareciendo más un grito escandaloso. Las lágrimas se secaron, los ojos celestes se bañan en una red de líneas rojizas por las escleróticas—. Seguro… seguro se fue el internet, digo, la señal. Lori debe estar enojada sin poder hablar con Bobby, cuando vuelva, sí, sabré que están bien. Todos —reflexiona el chico sin poder tener la voz rígida, agacha la cabeza despacio hasta que, cuando su voz se muere, la fuerza en su cuello también, reposando la sien en la mesa que tiene en frente.
La visión que tiene es insignificante, observando la botella de Coca-Cola a medio tomar al lado suyo, no tiene ninguna noción de las burbujas que suben y explotan, está perdido en el océano de preocupación, de dudas, de ansiedad. Los ojos de él lo demuestran, pero están cansados, sucumbiendo a la tentación de ser abrazados por sus párpados.
—•—
—Denegado, el ambiente es demasiado dañino para cualquier clase de ser viviente.
—¡Pasó mucho tiempo! —grita Lincoln a la pequeña pantalla, dejando toda la voz salir en ese gesto. Patea la pared más de una vez antes de darse vuelta.
Los días pasaron como meses, cualquier intento de buscar ayuda es desechado. La radio de su hermana no le sembró ni una semillita de esperanza, la estática constante le produce un dolor insoportable, perdurando ese ruido después de unos golpes cargados de odio. El chico se acerca a los armarios, en específico de los tres, al que está en el medio. Le da una patada feroz, cargando el arrepentimiento cuando siente el dolor de la mala ejecución.
—Pedazo de chatarra —murmura por lo bajo entre dientes. Abre el mueble, saca una bolsa de frituras de las grandes cantidades que están apiladas—. Lynn hubiera acabado todo en un día —menciona con una sonrisa genuina en él, perdiendo el brillo positivo. Las palabras que ha dicho solo destapa otra vez el pozo donde se ha estado ahogando.
La mirada queda fija en la bolsa que tiene en mano, recordando las tardes con Lynn, las peleas, las charlas, los entrenamientos exhaustivos. Es algo que extraña, odiaría admitir ese asunto en el pasado, cuando tenía a toda su familia aún, cuando la perdida no vino a arrasar todo en un instante. Da una patada a la puerta, cerrando el armario. Caminando hasta la otra punta del cuarto, ignora la pequeña montaña de latas en el suelo, pateando más de una en su recorrido. El hedor a transpiración no es molestia aun cuando está concentrando, manchas redondas tiñen de un tono oscuro el cuello de la camisa, al igual que las mangas.
De la heladera, a punto de agarrar otra lata de refresco, las mismas que están en el suelo aplastadas, la mano del chico se detiene. Otra cosa atrapa la atención de él, la fila de latas que está en el fondo, que ha estado ignorando por un buen tiempo.
—Quizá sirva, por un rato —habla el chico con duda, agarrando los bordes fríos de la lata llena de alcohol.
—•—
—Petición concedida —no lo podía creer. ¿Qué debería sentir ahora? ¿Alivio? ¿Ansiedad? ¿Preocupación? ¿Miedo? Todo eso se mezcla y se convierte en una pesada roca que cae en el estómago de Lincoln. En frente de la pantalla, queda postrado con la boca abierta hasta que un click se escucha en la puerta. Por fin, después de largos días, largas semanas, hasta incluso habrán pasado meses, no lo sabe. El hedor caluroso que está pegado por las paredes lo ha obligado a usar el traje amarillo días enteros. ¿Por qué no instalo una ducha también? Si encuentra a Lisa arriba, no dudará en recriminarle después de darle un abrazo arrollador.
Corre hasta la trampilla, cuidando sus pasos para no caer como la otra vez, dejando una extraña sensación en los dientes inferiores, temiendo que la mala higiene creara caries crecientes en sus blancas perlas, teniendo suficiente con el hedor en su hablar y la extraña capa que cubre sus dientes. La duda invade los dedos del chico, dejando la mano en medio viaje sin saber qué hacer, el semblante de él cambia en incertidumbre, ¿estarán bien? Es lo que en todo ese tiempo ha estado pensando, ¿cabe esa posibilidad? Decidiendo en saber la respuesta, respira hondo antes de abrir la puerta y salir del lugar, cerrando con fuerza a espaldas de él.
—¿Qué? —la única palabra que logra salir es esa incógnita, poniendo los pies en la tierra muerta, sin ningún rastro de césped vivo o algún otro organismo vivo. Lincoln observa boquiabierto la casa de su vecino del frente casi colapsado, perdiendo todo el color de la fachada y la mayoría de la estructura en el suelo. Abandonado, al igual que las demás edificaciones corroídas, se da vuelta de manera lenta, intuyendo una mala imagen que romperá el débil cristal de esperanza.
—Es imposible, no… no debe ser real —soltando un sollozo que rompe la voz del albino, casi pierde el control de las piernas al perder todas las fuerzas. El hogar donde nació, se crío, y aun brillaba con tanta vida y ruido, está incluso peor que las demás casas. La ventana redonda donde era su habitación, está destruida, perdiendo casi todo el techo y una esquina de la fachada. Siente que pasaron años para que la casa quedé en ese estado tan derruido, pero no, la bomba fue real, aun cuando él se aferraba a la pequeña semilla marchita de esperanza sin desear soltar.
—¡Kiiih! —un chillido agudo que raspan los oídos de Lincoln aparece de la nada, creyendo que proviene desde el interior de su hogar, o los restos de este. El chico da un paso atrás, recorriendo la pregunta de qué es eso, arruga el ceño sin ser capaz de cerrar la boca. Unos ruidos como pisadas gelatinosas estremecen el débil cuerpo del chico, quien sabe que sus capacidades físicas son mucho peores que antes—. ¡Aaaah! ¡Rtat! —el gruñido gutural cada vez más cerca, es la llave para que el cuerpo tembloso de Lincoln comience a moverse, volviendo dentro del bunker.
—•—
Arrasa con todo lo que tiene en frente, arroja la mesa donde las latas a medio tomar y el almuerzo frío caen al sucio suelo, manchando aun más los cimientos. Grita, un gutural grito desde el fondo de Lincoln suelta cada gota de desesperación, acompañando a las lágrimas que parecen nunca detenerse. Camina como si fuera un depredador apunto de comer a su presa, para agarrar las góndolas donde aun estan ordenadas la comida provisoria, y arrojar lejos de él sin importarle como acaben las latas.
—¡Dios, ¿por qué?! ¡¿Por qué?! —grita con dolor en busca de una respuesta, ¿por qué pasó? Si tan solo toda su familia también hubiera ido con él, seguirían viviendo, aún tendría una familia por la cual pelear. ¿Lisa sabía de la bomba? Lo duda, cuando le pidió acceso al refugio ella no se negó, ni mencionó nada de un posible ataque masivo. Pero, ¿por qué una bomba? Sin detenerse a pensar, los brazos delgados del chico siguen descontrolando en esas cuatros paredes, donde se siente aún más frío de lo normal—. ¡Hubieras alertado antes, ojalá estés muerto! —maldice frustrado a la radio que se mantuvo muda desde el primer día, agarra desde un extremo del escritorio y lo lanza hasta el costado de la escalera hormigonada. El ruido del golpe es lo menos que importa, quien detiene el impulso destructivo del chico es el sonido metálico del arma caer cerca de sus pies.
—¿Eso es…? —Lincoln no se atreve a terminar de hablar, la pequeña arma negra lo apunta con el cañon, como si fuera un ojo vacío a punto de disparar, se aleja un poco temiendo que salga herido. Nunca en su boca tocó un arma de fuego, tampoco agarró una—. ¿Por qué Lisa tendría uno? —pregunta el chico mientras se acerca de manera sigilosa, esperando que no dispare. Se agacha y lo agarra, el frío metal no es tan pesado como pensaba, ¿eso puede sacar una vida, lastimar a una persona hasta que no vuelva a ver el mundo? Vuelve a pararse, analizando cada parte de la pistola alejando el gatillo de sus dedos.
—No lo usaré —habla fuerte y claro, dejando el arma en uno de los escalones y alejarse del artefacto que un día tendrá que usar.
Los días pasan transformando las horas en reflexiones incapaces de callar, la soledad invade la mente de Lincoln, la garantizada muerte de sus hermanas hunden más al chico corrompiendo su corazón. Para suerte de él, encuentra unos lápices y bolígrafos que sirven para alejarse un poco del mundo real, siendo él quien escribe las historias de sus cómics, creando un mundo ficticio donde la felicidad nunca fue arrebatada por terroristas.
Pero los papeles pintados no sacan la necesidad de consumir agua y comida, restando raciones que no durarán más que un mes, el abuso de comer más de lo debido cobra factura. El mal olor deja de ser la primera preocupación cuando a los días llevaderos, el transformador deja de brindar luz, dejando a oscuras toda la habitación.
—¿En serio? —pregunta Lincoln, olvidando la sensación de hablar después de tanto tiempo, sintiendo como su voz es ajena a sus recuerdos, es más rasposa que el pasado, incluso unos pequeños vellos crecen en el rostro. La pubertad no deja de crecer aun si una bomba crea un pueblo deshabitable—. Tsk, después volverá —la luz nunca aparece de vuelta.
Viviendo a oscuras, el mes transcurre con muchos golpes a causa de ser ciego bajo un negrecido manto. Las pesadillas empeoran el sueño de Lincoln, ¿habrá sido su culpa? Quizá Lisa sí sabía, pero él quizá se entrometió mucho al meterse en el bunker por puro egoísmo, el cómic no era tan importante después de todo. Ya no puede recordar con lujo de detalle las voces de ellas, ni sus rostros. En el celular tenía fotos, incluso mensajes de voz, pero ya no sirve, no sabe dónde quedaron los restos. En la oscuridad cree ver siluetas más oscuras de sus padres y de sus hermanas, corriendo hacia donde es guiado, pero siempre cae con algún obstáculo en el medio, liberando lágrimas dolorosas por no alcanzarlas.
El hambre y la sed llegan al punto de ser insoportables, no puede saber si aún hay latas en el suelo con algo para comer, aunque en la heladera tampoco haya luz, ninguna botella parece tener agua o refresco. Obligado a salir para no morir encerrado en un bunker maloliente, Lincoln agarra el arma en el escalón de la escalera, y abre la escotilla observando una luz cegadora. El sol, después de meses logra observarlo encima del cielo nublado, donde la lluvia ataca su traje amarillo.
—Debe haber… algo —comenta Lincoln mirando en frente suyo, el hogar donde nació, sigue igual que la primera vez que salió. Un sentimiento de nostalgia quema en el pecho, que todo terminó de una manera tal olvidadiza en un cerrar y abrir de ojos, le duele —. Agarro algo y… tendré que irme de Royal Woods. No queda nada, ni nadie. No queda nada para mí —sentencia cerrando el bunker detrás suyo, adentro solo hay porquería. Los pasos se sienten raros, tan cómodos debajo de la alfombra de tierra, olvidó cómo era la textura del exterior.
—¿Hola? —saluda sin esperanza de escuchar otra voz, entrando después de dar un paso inseguro dentro de la casa. El interior está corroído por las tantas lluvias que ha sido azotado, las manchas de humedad reemplazan la pintura con más rapidez, ocultas por la oscuridad que tapan toda la basura en el suelo, mientras que las ventanas sin vidrios iluminan parte de la sala. Todo sigue igual, pero corrompido por una bomba que desintegra la vida en un instante, sobreviviendo las plagas de cucarachas que observa caminar por el suelo, sus pasos son los únicos ruidos que escucha.
—¿Eh? ¿Hay alguien ahí? —pregunta el muchacho aguantando un grito para apurar la respuesta. Un ruido en la primer planta ata los ojos de Lincoln a la cima de la escalera, aún más oscuras que donde está. Agarra con fuerza el arma que tiene en su mano. El tacto frío es escaso tras el plástico. Traga saliva, solidificando el valor en su primer paso en la escalera. Rechina la madera como si estuviera chillando, provocando que el rostro de Lincoln haga una mueca de irritación. Algo le dice que es mala idea investigar, quizá sea unos bandidos, ilógico, pero no cree ser el único superviviente. Algo lo observa, eso le garantiza que tiene compañía, al menos es lo que cree.
Los siguientes pasos introducen el cuerpo del chico en la escasa luz, esforzando la vista para no tropezar en un torpe intento de ser más veloz. Llega a la primer planta, las puertas de sus hermanas están abiertas, al menos algunas. Divisa siluetas negras de diversos artefactos en el suelo, en su mayoría prendas, incluso sin enfocar sabe que son de sus hermanas. La reacción melancólica del chico, al inclinarse para agarrar y ver de quien es la remera, es cortada por el ruido metálico de algo golpearse.
Se levanta de manera brusca, apuntando con el arma a dos manos donde escucha el ruido. No ve nada, solo el final del pasillo abrazando la oscuridad, pero de vuelta ese golpe guía al lugar exacto, divisando la mitad de un cuerpo colgando con la manos apuntando el suelo.
—¡Tskaa! —el chillar de la persona asusta a Lincoln, ese ruido no es normal, parece un llamado primatico en busca de roer un cadáver. Sigue chillando de manera desesperada, golpeando los delgados brazos a los costados de la ventilación, aunque Lincoln no ve, sabe que ahí es donde se encuentra. Dispara, dudando por segundos presiona el gatillo tambaleando la mira, pero llega al objetivo. Pero no lo mata—. ¡AAAH! —el ruido que alborota estremece la piel de Lincoln, retrocede unos centímetros del lugar en busca de su habitación, pero algo lo detiene. Una sombra sale de la habitación de Lori, acompañada de otra, y una más sale en la de Luna.
—¿Kiih? —se detienen, solo se asoman para merodear moviendo la cabeza hasta que, una de las tres sombras lo ve, en medio del pasillo. La respiración del muchacho se detiene en un instante, hasta que comienzan a correr detrás suyo.
—¡Mierda, mierda, mierdaaa! ¡Aléjense! ¿Son zombis? —grita sin restringirse mientras dispara sin precisión a las siluetas que corren siguiendo los pasos de Lincoln, quien corre sin mirar su espalda hasta que se golpea con la puerta. Sigue disparando, apareciendo efímeras ráfagas de luz que no iluminan más de un metro delante suyo. Cae una de las siluetas, gritando por última vez, es dejada detrás mientras las otras dos amenazas cortan distancia.
—¡Nadie debe estar vivo, ni siquiera monstruos como ustedes! —grita alertado, la mano de Lincoln busca el pomo para abrir la puerta, paseando por el terreno llano sin encontrarlo con pánico, mientras con su otra mano sigue disparando, hasta que la última bala del cartucho deja ver como la silueta cae delante suyo al tener el cráneo perforado, no sin antes poder ver en el instante de la luz que se produce, el rostro deforme de Lori, invadida de protuberancias moradas, carente de un ojo donde parece haber sido herida por un mordisco en esa zona, exponiendo parte del cráneo sin piel—. ¿Lori? —llama con un hilo de voz, queda congelado por el shock, ¿es su hermana? Ese cabello rubio, el rostro que siempre lo levantaba sin darle una mirada por estar ocupada con el celular, el rostro de su hermana mayor que lo ayudo a crecer. Pero ahora está manchando por una malicia que desconoce, incluso después de ser casi devorada aún se movía en busca de atacar.
—Lori… Lo… ¡AAAH! ¡QUÉ! —aúlla de dolor cuando su brazo extendido pierde la mano junto a la pistola por un mordisco, tres dedos son arrancados con fiereza, la silueta gruñe mientras mastica la comida, ignorando el torrente de sangre que baña el suelo en rojo. Grita con temor, pareciendo que su voz moriría en ese momento, la mano intacta agarra el pomo y abre la puerta detrás suyo. En el primer paso dentro, creyendo que la salvación se encontraría con él al cerrar la puerta, la silueta salta encima de Lincoln, quien cae al suelo de manera brusca, golpeando la nuca con el suelo. La visión se pierde por un instante. Observa todo borroso, la sensación de miles de caricias finas pasar por sus mejillas lo desconcierta, hasta que recupera el foco.
Encima de él, la silueta es iluminada por la entrada de luz de su ventana redonda, notando como la larga cabellera rubia encima de él se balancea, entregando un abrazo tierno, todo un contrataste del rostro ensangrentado de la chica, masticando los dedos arrancados, dejando fuera de sus labios la carne donde expone los finos huesos. Caen gotas carmesí en el rostro que palidece cuando reconoce a Leni, pero viéndose tan diferente. Los ojos achicados inyectados de sangre, los dientes expuestos como si se hubiesen vueltos más grandes, la piel descolorida envolviendo encima de las extremidades delgadas de Leni, el hedor a muerte que suelta, lo siente incluso protegido por el traje. Esa no es su hermana, no la reconoce, como si el cascarón de Leni este ocupado por un demonio hambriento de muerte, desintegrando el pasado y volviendo a los instintos primitivos.
—Tu no eres mi hermana. No, solo eres un… un cascarón —gimoteando, de las esquinas de sus ojos, las lágrimas salen prófugas entre los llantos de muchacho. La hermana mayor más gentil, torpe pero aun así amable, está encima suyo escupiendo el plástico amarillo que arranco junto a sus dedos. Lanza un fuerte alarido que calla, mordiendo sus dientes para guardarlo, el dolor de verla es como un fierro a punto de derretirse, atravesando su garganta—. Es mi culpa, perdón, perdón. Si tan solo… si tan solo estuviéramos juntos —la nariz de Lincoln moquea, observa como Leni se detiene a verlo, no sabe lo que piensa, ni por qué lo mira así. ¿Lo estará escuchando? Los ojos de la chica no muestran señal—. Tuvimos que estar juntos, ¿te duele? —pregunta con la voz rota, incapaz de hablar de manera junta, cortada por sollozos y gimoteos. El rostro de Leni muestra estar en una gran jaula fría y filosa, tan solitaria. Lincoln levanta la mano para acariciar el rostro de su hermana, ¿se sentirá sola? Es lo que siente él al mirarla, ¿así se sentía Lori antes de dispararle? Al pensarlo suelta un grito ahogado que se rompe en llanto. Lucy, ¿era ella la que estaba en el ducto? Sino, ¿dónde más? Es la única de la familia que se mete en los ductos—. Perdón, perdón, las mate, no quería hacerlo. Perdón, lo siento, soy un hermano horrible —suelta el dolor en forma de palabras, sintiendo las lágrimas agotándose dentro de él.
No logra tocar el rostro de su hermana, ella baja la cabeza encorvando toda la espalda, hasta llegar a la pantalla transparente que aleja la piel del exterior. De poco sirve, los dientes malolientes de Leni no tardan en devorar cada obstáculo hasta arrancar la nariz del chico. No obtiene tanto tiempo para gritar, la garganta es el siguiente aperitivo de Leni, despedazando como un animal a su presa, un enorme charco de sangre se esparce en el suelo de su habitación. Los espasmos en el cuerpo de Lincoln se detienen junto a su corazón. La mirada perdida queda observando el techo, las lágrimas siguen viajando por su rostro hasta desaparecer en su grasosa cabellera, pero la identidad de Lincoln se pierde por otro mordisco.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top