Agressivve Mama
Antes que nada, debo advertir sobre escenas explícitas que se encuentran en este One-shot. Además de darles los créditos necesarios a la personas que me dio la idea, siendo mi amigo AuntLupa. Antes de que empiece la lectura, debo de decir, que es posible que encuentren que encuentre errores ortográficos, aunque haya dado una revisión rápida. Dense una vuelta por su perfil, presenta buenos contenidos e interesantes fanfic.
Agressivve Mama
Nada, ninguna sensación, ningún sentimiento cálido la invade. ¿Cómo el querer practicar sexo se hizo tan aburrido? Ella aún tiene la juventud de seguir practicando sin problema, puede seguir el ritmo e incluso realizar poses que necesitan elasticidad, entonces ¿Cuál es el problema? ¿Por qué no se excita? No sabe, pero lo que sí, es que ella no es el problema.
—¿Otra vez, Lynn? Por favor ¿Me vas a decir que tiene problemas con que se te pare? —puede que sea cruel, pero al estar tan ansiosa por querer comenzar su acción carnal, y el estar masturbándose enfrente de su marido, esperando que de la iniciativa ya hace unos largos minutos, dan comienzo a su faceta desesperada. Dejando de frotar e introducir sus dedos en su abertura, junta sus piernas y se sienta en la orilla de la cama. Suspirando cansada y molesta, recoge sus prendas que están en el suelo.
—¿Rita? ¿Qué vas a hacer? —Lynn, desnudo como ella, en frente de la cama con una de sus manos en su entrepierna, sin parar de subir y bajar en el flácido pene en un movimiento repetitivo.
—¿Qué crees? Ni siquiera podes tener una erección, ¿cómo crees que vamos a tener sexo? Ya hace más de un mes no tenemos actividad. No puedo vivir sastifaciéndome yo misma, Lynn —terminando de hablar, Rita hace un poco de fuerza para que su pantalón le cubra su trasero, siendo lo bastante voluminoso para tener que hacer fuerza y hacer algunos movimientos—. Sabes como soy Lynn, ¿por qué crees que tenemos tantas hijas? Me gusta el sexo, no lo negaré, pero no quiero llegar al punto de volverme una maldita ninfómana, ¿recuerdas cómo tuvimos a Lori?
Sí, y no le gusta hacerlo. Recuerda la sensación de ser abusado por su propia mujer, algo humillante para él, pero eso no es lo peor. Al dar tantas sentadillas sin cuidado al chocar con los muslos de Lynn, sus testículos y parte de sus muslos habían quedado rojos y ardiendo. Y eso surgió, por solo negarse a tener sexo con ella, aunque en ese tiempo todavía tenía a su miembro con tanta vida, ahora por desgracia de Lynn, no da la misma respuesta.
—Voy al baño, no me esperes. Estaré ocupada —responde la mujer con molestia , él sabe a lo que se refiere, sintiendo que su poca hombría, ya no está en su cuerpo. Por no tener lo suficiente para complacer a su mujer, teniendo ella que pedir ayuda a una réplica de un miembro viril.
Después de ponerse con rapidez su remera, sin preocuparse de su sostén en el suelo, se acerca a su guardarropa. Removiendo sus prendas y de su marido, entre ellos, del fondo saca una caja roja y negra junto a una placa de plástico transparente en el medio, con un dibujo representativo del material al lado.
—Me da pena que deba usarlo de nuevo, al tener a un hombre en mi cama —Rita deja salir otro diálogo cruel, siendo para ella una decisión urgida el tener que usar un consolador. Nunca le gustó el tener que usarlo, y más al tener a un hombre que le dió todo en estos años la satisfacción de un orgasmo garantizado. Pero, ahora ya no se acerca a tener las mismas sensaciones eléctricas recorrer por su espalda.
Envolviendo la caja con dos toallas, ocultando a simple vista la caja pero, estando aún el bulto que resalta, Rita de su habitación. Su rostro amargado y con su frente arrugada, cierra la puerta sin darle otra mirada a su esposo. Lynn solo queda mirando la espalda de Rita, creyendo que dirá algo más, pero no, no muestra interés en él. ¿Cómo puede ser, que un Loud pierda su mayor virtud? Esta en una edad avanzada, aunque no para perder la vitalidad de su miembro.
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El choque de la tela al caer al suelo, con su ligero peso no hace un ruido muy llamativo, sin tener la potencia para ser escuchado en el exterior del baño. Y más al ser uno personalmente modificado con paredes aislantes de sonidos, y más al ser una casa con adolecentes y un chico en pleno camino a esa etapa. La cerradura del interior que bloquea paso a los intrusos de fuera, da toda la privacidad que se necesita para muchos integrantes de la familia. Es lo que justamente Rita a necesitado en estas semanas, y además de ser ella la que ordenó que Lisa personalice el baño. La menor al escuchar la orden de su madre, solo hizo una pregunta y confirmó que trabajaría en eso.
Agarrando la caja con su mano desocupada, dejando floja la otra que tiene la segunda toalla, cae y hace el mismo ruido casi imperceptible de la primer colisión.
«Espero que me des la misma experiencia que un pene de verdad, no me falles también», piensa la mujer mientras se sienta en el retrete, el cual por suerte su tapa está cerrada y a simple vista limpia, se saca su pantalón en posición de sentadilla, junto a su braga de tono claro. Dejando que la gravedad haga su trabajo al soltar sus prendas en sus pantorrillas, abriendo y dejando expuesta su vagina, con sus dos labios tintados en un color marrón, mientras la humeda piel interior se disuelve en un tono rosado. La lubricación de sus propios líquidos, dan un brillo resplandeciente, no tanto pero su notable.
—Qué suerte que la ultima vez que te use, te limpie. No tengo que gastar tiempo en hacerlo ahora —comenta la mujer semi desnuda. Algo poco higiénico, al poder darle otra lavada antes de usarlo, además, de ayudar la introducción del consolador. Abriendo la caja, sacando todo el empaquetado de su interior, dejándolo a su lado, sin problemas de arrojarlo cerca de ella, provocando un ruido más sonoro que las toallas.
Inclinando su trasero para adelante, teniendo un ángulo mejor para observar su vagina, su columna termina erguida, además de estar observando al suelo. Una posición que dará dolores si se mantiene mucho tiempo, algo asegurado al ser Rita, una mujer con un apetito sexual mayor a lo ordinario, y más tener una edad adulta poco avanzada.
Con la punta del dildo de un tamaño un poco mayor a lo común, pero sin diferencia tan grande, hace que choque con su abertura, para restregar a sus labios, provocando sonidos húmedos y carnosos. Sin limitarse o teniendo problemas de contenerse, deja escapar gemidos forzosos y con poca excitación verdadera, siendo la verdad, que no le provoca nada seguir haciendo ese movimiento, pero es necesario para que la punta del dildo se lubrique. Dejando su movimiento de muñeca, adaptando un ángulo que forma un triángulo en su brazo, empieza a ejercer más fuerza en su hombro para empujar y dar comienzo a la penetración de su consolador. Aunque le haya dado complicaciones al principio, después de poder introducir la punta, el resto del trayecto en su búsqueda de la penetración, no le dificulta tanto.
—¡Nnn! Ahh. ¡Ah...-! —la respiración como sus gemidos son interrumpidos por los jadeos en busca desesperada de oxígeno. Siendo, sus movimientos de embestida tan rápido, que incluso su brazo es afectado por el cansancio repentino. Sin embargo, en sentir como el cilindro de silicona chocar en su interior, agrandando el espacio del interior de su vagina, siendo en cada embestida una electricidad que le invade no solo en su cavidad, también en la parte baja de su espalda, poniendo aún más erguida su espalda, cubriendo su rostro con su cabello rubio. Ese rostro, que en cada momento en el principio se sonrojaba por la introducción del dildo, además de toquetear su clítoris o uno de sus pezones erectos, invadida por una electricidad igual a la que viajaron a su espalda, pero son más efectivos en sus rosados pezones.
Aunque todo lo que siente, es excitante y satisfacer poco a poco su lujuria, las sensaciones se empiezan a apagar, dejando de ser invadida por la electricidad que da camino seguro a un orgasmo; ese orgasmo que hace tiempo no siente, queriendo liberar esa presión llena de sensaciones brillantes y maravillosas.
—Esto ya está perdiendo efecto —estando con su columna baja inclinada al estar sentada mal, pone recto su cuello para ver al frente; jadeando, con su pecho desnudo al estar en pleno acto, siendo invadida por el calor y la incomodidad de la restricción de movimientos. En su abertura, sigue colgando su dildo, moviéndolo con la misma presión que hace al apretar su interior, adaptando la figura del objeto. Pero aun así, no le da la misma potente sensación que al principio sentía, ahora la fricción de su juguete con su interior, no es lo mismo pero, ¿cómo?, ¿cómo puede que hace unos minutos estaba disfrutando, gimiendo y exaltando por tenerlo dentro, y ahora nada?
—Debo comprar un vibrador, o algunos juguetes. Pero debo ahorrar para la reparación de la camioneta —comenta la mujer, mientras se recupera su control en su respiración, frunce su frente, dejando escapar un gruñido poco sonoro—. Puede esperar para eso, su esposa es más importante. Si no puede satifacerme, debe comprarme los que necesito para eso. Si no, una amenaza de divorcio será suficiente. Yo soy la otra que con su trabajo hace que esta casa siga en pie.
Egoísta, es la clara definición de sus palabras, todo por querer satisfacer y calmar su hambre carnal.
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En la siguiente mañana, cayendo un jueves sin muchos infortunios, con un clima despejado junto a un sol ardiente. La familia Loud, como todas la mañana desayunan juntos como la gran familia que son, aunque, últimamente no es así. Su padre no habla tanto, ni dirige la mirada a su esposa, siendo demasiado obvio para las mayores, mientras que los más chicos no lo han captado aún. Con su madre, ella queda en pleno silencio, para nada llamando la atención, ya que a algunas hijas se le olvida que ella está cuando su padre va a la cocina, siendo la acción de Rita, regalarles cuando hacen provocaciones entre ellas o hablando con completa libertad y escapándose una que otra palabra subida de tono. Para esta mañana, no es diferente a las otras. Solo que en esta, el silencio es absoluto.
—Campeón, ¿acaso no te gusta mi comida? —pregunta el padre de todos los jóvenes que habitan en la casa, corta su recorrido al lavado cuando ve a Lincoln jugando con su plato, mezclado los huevos cocidos con la yema. El rostros agachado de su hijo, con algunas porciones de diversos alimentos mañanero en su mejilla como en sus mechones, no le dan tanta importancia, con su mano libre de uso, mientras que el otro sostiene dos platos enconados, la pone en el cabello blanco y algo sucio de su hijo.
—No es eso, papá, solo me duele un poco la cabeza, no es nada —responde el albino mientras se aleja y mueve su cabeza para dejar de sentir la mano de su padre, la cual además de ser algo pesadas pero gentiles y suaves, por su contacto algunos mechones se le enredan, provocando que algunos tirones de cabello le duelan—. Además, tengo un poco de fiebre, y no tengo tanta hambre —confiesa mientras se traba con sus propias palabras, intenta ocultar su nerviosismo, logrando que nadie sospeche de él, aunque los ojos detrás del vidrio de sus anteojos de Lisa, se estrecha su mirada al notar la actitud de su hermano.
—¿Lincoln está enfermo? —comenta Lisa
—¿Qué le pasa a Link? —pregunta preocupada la segunda mayor, mirando al albino.
—Parece que la temperatura de la cocina se eleva. Jajaja, pero ya en serio, ¿qué pasa? —lanza un chiste sin gracia, para luego adoptar seriedad en el asunto.
—Si estás enfermo puedo cuidarte bro —sugiere Luna agarrando la mano del niño, quien está al lado suyo.
—Entonces no podrás ir a la escuela, no quiero que nos contagie. Y si te niegas a mi orden, no dejaré que entres a Vanzilla —advierte la mayor con demanda en la voz, apuntando al niño mientras se pone una mano en la nariz de ella.
—¡Iugh! Estuve comiendo cerca de un enfermo, ¡espero que no me hayas contagiado! ¡¿Entendiste?! Si no, no podrás escapar de ser mi mayordomo por tres meses —demanda Lola imitando la acción de la mayor con mucha más intensidad.
—Yo no tengo problema, ¡Lincoln, abrázame! —contradice la gemela de la princesa, elevando los brazos.
La pequeña Lana no se contuvo, y corre a los brazos de su hermano, abrazando su torso y recostado su cabeza encima del abdomen del albino, sin ocultar la felicidad del contacto, soltando risas con una sonrisa mostrando sus dientes y la ausencia de dos delanteros. Lori como Lola, hacen muecas de asco al ver como Lana tiene la libertad de abrazarlo, y sin tener temor de contagiarse, aunque Lori solo presto atención un rato, para volver con su celular.
—Entonces, mañana no vayas a la escuela, y ve a darte una ducha para que bajes de temperatura —responde la madre de todos los jóvenes, declara su orden en un tiempo precoz, sin revisar siquiera que sea verdad. Sorprendiendo a todos por su voz, y su mala cara, sin haberse levantado de su asiento, siguiendo con su desayuno. Bebiendo de su taza blanca con una etiqueta de la mejor madre, observa de reojo a su marido de una mala manera, volviendo sus ojos al frente para luego bajar su taza y colocarlo en la mesa, soltando un suspiro de cansancio. - Una falta no hace daño a nadie, además Lincoln nunca faltó en este trimestre. - Teniendo la afirmación de la mayoría y de su esposo, termina la conversación sin muchos revuelo.
—Unidad maternal, si me da la afirmación, puedo darle un liquido para que nuestra unidad fraternal pueda obtener un mejor estado, aniquilando el virus atacante —proclama Lisa apareciendo por la esquina del umbral que da a la cocina y donde esta la mesa de las menores, Lisa con su expresión habitual de desinterés, pero con su voz demostrando la pasión que le da la ciencia, se dirige a Rita.
—¿Ya lo probaste? —pregunta sin bajar su autoridad y seriedad en su hablar, hace exaltar de sorpresa a su hija, para luego suspirar mientras agacha la cabeza un poco. Todas las demás, ruedan sus ojos, mientras que el temblor leve de Lincoln se detiene, estando así de nervioso al escuchar a su hermana menor. Luan levanta su dedo índice, lista para decir un chiste o juegos de palabras, bajando sus ánimos como su dedo al recibir la mirada de Rita.
—Negativo.
—Entonces no, debes dejar de pensar en tus hermanos con tan poca delicadeza —el regaño es respondido por el asentimiento de Lisa. Volviendo a suspira, Rita inclina un poco más su cabeza para adelante—. Lincoln, ve a bañarte.
—¡Sí mamá!
Y, así es como en esa mañana Lincoln ausentó un día de escuela, algo que al final del día fue bombardeado por sus amigos y su mejor amigo, gastando un poco de tiempo para explicarle, al están en un grupo de mensajería le fue sencillo explicarle que sufre de un resfriado, algo que es una farsa para saltarse las clases y otro motivo personal. Ellos le creyeron, y dieron sus frases de aliento, siendo algo graciosos e innecesario para Lincoln, riéndose de eso.
En ese mismo tiempo, en la habitación de sus padres, Rita tiene el antónimo de felicidad en su rostro. Adelante de ella, Lynn masajea y explora su vagina con sus dedos, mientras que con su otra mano intenta obtener una erección, fracasando en su camino. Con brusquedad junta sus piernas, estando una apoyada arriba de la otra, en una posición que deja en su mayor esplendor su trasero y su cadera.
—Vas a comprarme un vibrador, ¡y sin quejas! ¡O no volverás a tocarme nuevamente, Lynn!
Queriendo negarse cuando escucha la primera oración, queda callado al escuchar el resto de su amenaza. Bajando su cabeza, dejando de masturbarse, quedando herido por un nuevo rechazo y sin poder complacer a su mujer, aunque lo este intentado. Si tuviese aún suficiente cabello, podría ocultar las lágrimas que se avecinan en sus parpados, sintiéndose humillado al no tener una erección, y el no poder excitar a Rita.
—Mañana me tomaré un día de descanso, mi jefe notó mi actitud de "no me hables o te parto la cara" y decidió darme un día libre, así que, déjame dormir —inclinándose en la orilla de la cama para agarra su braga, mientras habla la desliza por sus voluminosas piernas, teniendo que levantar su cadera y tronco para cubrir su entrepierna. Terminando su diálogo, se arropa con las mantas finas rojas, ignorando al desnudo de su esposo adelante de ella, con sus piernas abierta exponiendo su miembro flácido, con un rostro próximo a liberar lágrimas.
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Nuevamente una mañana normal en la residencia Loud, con un desayuno hecho por su padre, solo con la diferencia de ayer, que Rita no asiste en la primera comida del día. Las Loud que asisten en la mesa de los grandes, quedan intrigada y se preguntan entre ellas si vieron a su madre, negándose mutuamente todas, hasta que la llegada de su padre con los desayunos respectivos a cada una llega.
—Papá, ¿mamá dónde está?, ¿no va a desayunar? —pregunta Luna con el rostro mostrando un poco de preocupación, hace contacto visual con el patriarca de la casa. Con una sonrisa sin igual, estando muy debajo a la sonrisa de su hijo o del abuelo Albert, es dirigida a su hija rockera. Además, de ser un notorio fraude, siendo todo lo contrario que expresa su rostro arrugado y frustrado.
—Ella está durmiendo, no quiso levantarse —responde el padre, la tonalidad de voz hace perfecto conjunto con su rostro, mostrando los mismos sentimientos frustrados y estresantes. Temblorosa e insegura tonalidades en su voz, llama la atención de varias hijas presentes, recibiendo su miradas. Entre ellas, con preocupación y sin saber que decir, se observan entre sí, con el mismo pensamiento intrigada en que esta pasando con la relación de sus padres.
—¿Por qué? ¿Acaso mamá está esperando otro hermanito? -—la inocente y muy influenciable Leni, con un semblante preocupante y arrugado, para sus hermanas como a su padre los tomaron desprevenidos, estando sorprendidos por las palabras de Leni. Después de unos segundos, algunas risas y muecas de molestia revelan las reacciones de cada una.
—Por favor papá, ¿de nuevo? —responde Lori con molestia.
—Ya es complicado alimentarnos a todas, sé que es su decisión, pero ¿en serio? Tendré que dejar algunos grupos para que no gastes tanto —piensa en alto Lynn Jr. mirando al padre con el mismo nombre.
—Sabemos que debías calmar las aguas con mamá, jajaja. Debes conocer los preservativos —ríe Luan al terminar su chiste, cambiando el semblante por completo en ella al final.
—¿Es malo que tengamos otro hermanito? —pregunta de vuelta Leni, confundida por todas las reacciones.
Sacan la conclusión de que sus padres tuvieron sexo sin cuidado, por onceava vez, mientras que la única que no dió opinión, Luna, tiene las mejillas enrojecidas observando el suelo, Apretando su falda con fuerza, lastimando levemente sus palmas al ser la tela algo fina.
—Chicas, saben que no deben hablar de... esos temas algo subido de tonos cerca de sus hermanas menores, no lo repetiré —advierte Luna con severidad, siendo más un leve regaño que una verdadera advertencia con consecuencias si se llega a romper. En la otra mesa, Lola como Lana están sonrojadas al escuchar tal insinuación tan directa, aunque sean muy chicas, las dos por curiosas llegaron a informarse lo suficiente sobre el sexo, siendo una acción asquerosa para las dos. Lily como Lisa no dan importancia, una por ser una completa inexperta en el tema y tener toda su inocencia en su ser, mientras que la restante no le importa, siendo algo normal para procrear, pero eso no quita el hecho que le parezca algo cansador y motivo de su molestia.
«Parece que mi falla de los usos, ventajas y desventajas del preservativo fue en vano, al igual que mi hora en mostrarle demás usos de prevenciones», piensa la científica, quien se arrepiente de poner tanto esfuerzo aquella tarde para que su padre deje de dejar herencias.
—Hablando de Lincoln, ¿dónde esta? Literalmente es como mamá, no lo vi ni siquiera en la fila para el baño. Y debemos irnos en unos minutos a la escuela —responde Lori dejando su celular encima de la mesa, con su pantalla negra al ser bloqueado, Lori capta la ausencia de su hermano. Sin duda, no soportaría tener que esperar por él, siendo un mal comienzo para la mañana.
—¿No lo recuerdas? Ayer él tenía fiebre, y hoy la sigue teniendo. Cuando fui a levantarlo, estaba todo mojado por su sudor. Le dije que se vaya a darse una ducha pero, ni siquiera podía estar parado —contesta el padre, sin siquiera mirarle el rostro a la rubia.
—¿Y qué pasa con mamá? —pregunta la deportista favorita de su padre, o eso es lo que ella cree, retoma la primera pregunta, la cual en ningún momento le fue respondida.
—Se va a tomar un día de descanso, su jefe le dijo que la veía muy, ineficaz —con duda y su rostro arrugado con diversos gestos inentendible, responde lo ultimo, estando aun insatisfecho por su respuesta.
Todas asintieron y comprenden, con uno que otro dialogo diciendo que lo merece y que debe tener aún más días de descanso. El señor Loud observa a todas sus hijas, con sus ojos ardiendo en sus alrededores de sus parpados, que además de estar quemándose por su propio cuerpo, la gravedad sobre ellos, hacen desear querer volver a la cama.
—Así que, hasta el jefe de mamá notó que le falta liberar presión, jajaja, ¿entienden? —las risas aproximantes de la chica se callan por la voz de su padre.
—¡LUAN! —el levantamiento de voz de su padre junto a los suspiros y gestos de sus hermanas, le responden a su pregunta.
Los minutos pasaron y la situación se calmó. Lori al observar su celular, avisa a sus hermanas el tiempo que les quedan, siendo solo unos momentos para que sus hijas se vayan en el auto familiar. Lynn suspira, siendo uno de los días que debe asistir al restaurante por doble hora, siendo una ventaja que caiga viernes, tendió el beneficio de dormir toda la noche y parte de la mañana. Abriendo la puerta, da vuelta a su cabeza, teniendo el mismo desánimo notorio en su rostro. Enfocando en al escalera, suspira estando aún avergonzado por el mismo.
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Escuchando a Vanzilla irse, para que después a solo unos minutos de diferencia, la puerta vuelve a abrirse y cerrarse, dando la señal de poder dejar estar en su cama, soportando su sudoroso cuerpo. Lincoln con rapidez se sienta en la orilla de su cama, empujado sus mantas a la dirección contraria. Vistiendo con solo su prenda íntima, estira sus brazos para atrás de su cuello, flexionando entre ellos, no tardan en sonar, dejando de producir su sonidos placenteros al sentir la sensación satisfactorias que le daba el estirarse, para que un bostezo los suspendan.
—Es un asco tener todo el cuerpo sudoroso. Y más tener que estar tapado —comenta el albino asqueado un poco, pero más que nada incómodo al haber tenido que soportar el calor de las mantas y su sudoroso y ya cálido cuerpo. Al levantarse, arquea su espalda para adelante, junto a sus manos apoyadas detrás de él, empujado para que suene sus huesos, teniendo éxito.
—¡Ah! Bueno, ahora voy a darme una ducha —al estar a solo unos pasos de la puerta, su teléfono da a notificar la llegada de un mensaje o aviso de alguna aplicación. Dejando de caminar, intrigado da vuelta para agarrarlo, estando encima de su mesa de noche. Al estar sin contraseña o alguna seguridad que mantenga su privacidad a salvo, con solo deslizar su dedo es suficiente para el uso de su celular.
—¿Cristina? —amiga de él, incluso se atrevería a decir que tienen una relación mayor a esa, estando últimamente cercanos.
«Buenos días Lincoln, ¿vas a la escuela?»
Al leer el mensaje, el mismo mensaje tal y como está ahora, siempre lo recibe todos los días de la semana, algo raro y Lincoln sabe eso. Una sonrisa florece en sus labios sinceros, siendo una buena manera de comenzar la mañana, y más al ser su amiga cercana, la chica que hace tiempo se le declaró de una manera vergonzosa por un video, aunque eso no se puede tomar como declaración, pero le reveló sus sentimientos a ella y demás compañeros de escuela, y aún en el presente gusta de ella.
«Buenos días Cristina. No, no voy a la escuela», es la respuesta que le da a la chica.
Solo unos segundos bastan para que su mensaje sea respondido.
«Ya veo, ¿estás en tu casa?», el mensaje de ella le provoca una risa al chico, siendo obvio, al no estar en la escuela, sería obvio estar en su casa. ¿No? Y más, al no tener mucha vida social y ser un rebelde para escapar de la escuela.
«Si, ¿por qué, qué pasa?»
«¿Quién está en tu casa?», la extraña pregunta de la chica, provoca una duda en Lincoln, mirando la pantalla estupefacto.
«¿Qué? ¿Qué cosas esta preguntado?», son las preguntas que le vienen a la cabeza de Lincoln. ¿Iría a su casa? Pero ¿Para qué? Lincoln está seguro que sus padres se fueron, siendo justo el horario de entrada de su madre y tan solo unos diez minutos para que su padre entre, aunque él siempre va más temprano.
«Sí, ¿por qué?».
«Debo darte algo. Tu solo espera», el mensaje de respuesta de Cristina termina con un emoji de corazón, hace que el fuego crezca en sus mejillas. Aunque sea algo tan casual, su interior arde de felicidad.
Sin responder, con rapidez tira su celular a su cama, siendo la fuerza suficiente para que no caiga, quedando en la orilla por los rebotes que dio. Buscando en su guardarropa unas prendas decentes, siendo su típico vestimenta, sale corriendo de su cuarto junto a una toalla colgando en su hombro. Sin cuidado o preocupación al entrar al baño, cierra la puerta con cierta fuerza no medida por la emoción. Provocando que en el cuarto de sus padres, Rita se mueva entre sus mantas, pero nada que su profundo sueño pueda arreglar, volviendo a dormirse con solo unos minutos.
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La mujer que más ama, apuntó de venir a su casa, estando él solo con ella, ¿Quien no estaría nervioso como Lincoln? Y más, al ser un aviso tan rápido y desprevenido. Nunca creyó que, si le contestaba que no iba a la escuela, le diría que iría a su casa. Siempre creyó que le preguntaría el por qué, o con la típica frase de que lo extrañaría y se aburriría en clases, nunca que lo visitaría.
«¿Qué está planeando Cristina?», piensa el albino mientras está en el sofá el sofá, sentado pensando en ella y el motivo de su visita. Se da cuenta de algo, el tamaño del mueble que esta sentado, ¿desde cuándo es tan grande? Es su pensamiento, al ser pocas ocasiones las cuales la sala está vacía. Cuando esta con su amigo Clyde, teniendo el privilegio de tener la sala para él al tener una visita, siempre están concentrado en sus charlas, juegos o mirando la televisión, nunca en el alrededor.
«justamente hoy tuve que hacerme el enfermo para faltar a las clases de gimnasia. Pero, Cristina también faltaría, ¿no le preocupa su asistencia? Últimamente no va a la escuela». Luego del malentendido, una charla hizo que ella no se cambie de clase, y que su poca relación no se rompa. Charlas, juntarse en el recreo y un poco de ayuda de sus amigos, dando consejos que le complicaron las cosas pero hicieron conocer más a Cristina, fortalecieron la relación amistosa.
«Pero, ¿cómo sabe mi dirección? Yo nunca le dije eso, y no caminamos hasta aquí». El pensamiento de Lincoln le dice que hay algo extraño, o incluso puede que sepa por ser la única casa con diez jóvenes hijas y un preadolescente, con problemas en lidiar sus ruidosas actividades y sus peleas catastróficas. Siempre o la mayoría de las veces vuelven a sus casas caminando, separándose siempre en un punto.
«No importa, igualmente ella vendrá, y puede... puede que llegue a confesarme. Estoy seguro que tengo más probabilidad que me acepta, si no, ¿para que vendría? Seguro que le importo, eso ya es un gran paso para mi posible futura relación con ella». La altura de las nubes quedan debajo de sus expectativas, siendo altas, cualquiera diría eso, al conocer su reputación en la escuela, siendo originalmente una poca respetable a una siendo centro de atención para los abusadores.
Al estar divagando en sus recuerdos, fantasías y demás, de todo un poco, obteniendo lo que quiere hacer, distraerse para no estar preguntándose cada vez sobre Cristina y tener desesperación por cualquier asunto que piensa, como fantasías que lo ilusionan, subiendo sus expectativas a lo más alto, y si termina en una situación que no le guste, puede que reciba más daño de lo que en realidad sentiría.
Exaltado y a la vez algo asustado, brinco en su asiento con poca altura de distancia con el cobijo y su trasero, para luego volver a estar sentado, teniendo todo su cuerpo rígido y sus ojos abiertos. El sonido de una notificación en su celular es el culpable de su sorpresa. El haber distraído fue mejor ejecutado de lo pensado. Suspirando por saber el motivo, soltando una risa por lo gracioso del asunto, aunque en realidad él se ríe por lo patético que se siente asustarse por algo tan casual e inofensivo.
—Seguro es Cristina —dice Lincoln extendiendo su brazo, agarra su celular con funda naranja, apretando el botón del costado para ver que, efectivamente es su amiga.
«Ya estoy llegando Link», es el mensaje de parte de la chica castaña.
Al observar el mensaje, levanta su mirada para ver la foto de perfil que tiene. Sonriendo por lo bella que es, noble contesta, al deducir que aún está en la calle, y no será necesario responder. Dejando su celular nuevamente en la mesa, sin antes bloquearlo. Estirando su espalda y sus brazos con rapidez, pero con eficiencia y sin exagerar, camina a la puerta de entrada con su espalda recta. Esta algo nervioso, y no lo niega, estando sus manos algo sudorosa, al igual que su frente y sin darse cuenta, comprime sus hombros, poniendo en un estado rígido a sus músculos.
«Vamos Loud, es mi propia casa y no hay nadie a parte de yo ¿A que debo temer? Cristina vendrá, pasaremos unas horas hablando y nada más. Ahora, relájate». El pensamiento del albino le provee un poco de valor.
Siguiendo su propio consejo, en cada exhalación su cuerpo se calma, hasta que sus hombros dejan de hacer presión, dejando de perder tiempo, pone su mano en la perilla estropeada de la casa. Por suerte, cada vez Lana mejora su habilidad de reparar cosas, siendo algo grato y bien recibido al tener que gastar menos, aunque eso no omite que en ocasiones deben comprar si o si nuevos muebles o demás.
Sin presión alguna, gira la perilla. Separando el marco con la puerta un poco. Por alguna extraña razón, observa el suelo para seguir abriendo la puerta, hasta que deja un casi exacto noventa grados la puerta del marco. Levantando la mirada, queda asombrado al tener enfrente de él otros ojos que, corresponde su contacto visual. Un silencio que dura menos que un minuto, es la duración de su silencioso trato, aunque a ella no le es cómodo, sintiéndose extraña y queriendo volver a su casa. La mirada penetrante y terca de Lincoln le provoca un cierto miedo en Cristina.
—¿Emm...? ¿Lincoln..? —pregunta la niña moviendo su cabeza a un lado, dejando su ángulo recto, muestra su extrañeza y su incomprensión del estado de su amigo. Aunque su llamado, hacen volver a la realidad a Lincoln. Parpadeando un par de veces, aún con la misma dirección y objetivo, baja sus ojos para ver la vestimenta de su amiga, siendo la habitual de ella pero, siendo notorio que se arreglo para la visita, estando sus prendas planchada y con sus labios pintados como sus parpados, con una color de la misma paleta que su color normal.
—Te ves linda —es la oración que muestra su vuelta a la realidad, siéndole difícil el evitar querer ver las piernas de su amiga. Sus voluminosos muslos dan la iniciativa para despertar sus necesidades carnales, atrayendo y queriendo tocarlos junto a otras acciones llevadas por sus instintos. Pero al levantar su mirada para ver los ojos de su amiga, su rostro se enrojece con violencia, avergonzado de ser muy evidente al observar las piernas de Cristina.
—Gracias Lincoln, tu también te ves bien —sonriendo, un gesto muy habitual de ella al estar cómoda, muestra sus blancos dientes junto a sus rojizos labios pintados—. ¿Me dejarás entrar? —al terminar de hablar, como antes vuelve a sonreír, pero esta vez ocultado sus dientes.
—¡Sí! —es forma exaltada de responder al igual que incomoda, sorprenden a Cristina, provocando un cierto grado de rigidez en su cuerpo. Pero, sin importar el comportamiento de su amigo, sonríe al entrar que a la residencia Loud, ocultando su poco nerviosismo surgido por el actuar el albino.
Estando los dos sentados en el sofá de la sala, separados por unos centímetros, justo en una línea que da forma por los dos cojines individuales que están sentados. El albino observa a la dirección del comedor, evitando el contacto visual de Cristina, aunque él de una que otra morada discreta a ella, volteando su cabeza a otro lado cuando Cristina conecta su mirada con la de él. Con su rostro sonrojado, no es consciente de los actos que ella hace al lado de él. Cristina, con sus manos juntas arriba de sus piernas apretadas, para ocultar cualquier abertura que deje expuesta su ropa íntima debajo de su falda azul, frota con lentitud sus dos muslos, junto a su trasero al mismo tiempo. Aunque el ruido de su prenda frotarse bajo el cojín del sofá no es nula, Lincoln no es consciente de ello, estando aún sonrojado y algo nervioso.
—¿Link? —exaltándose por el repentino llamado de su amiga con cabello rizado, queda unos instantes con su mirada aún en el umbral que da entrada al comedor, dando vuelta su rostro con mayor volumen rojizo en sus mejillas. Enfrente de él, su amiga y chica que gusta, al igual que él tiene sus mejillas sonrojadas con menor intensidad—. ¿Podes darme un poco de agua? Siento que me voy a morir del calor —una timidez poco vista en ella lo dejan sorprendido, al igual que la carcajada que suelta al final de hablar, siéndole hermosa y dejándolo un momento enamoradizo por eso.
—¡S-sí! No tardaré —caminando con un poco de apuro, permanece su rígido hombros en él. Un detalle que a la castaña, con reflejos en sus cabello que hacen parecer un rojo en ellos, no pasa desapercibido, siéndole divertido y tierno.
«Nunca va a cambiar. Y eso me gusta», es el pensamiento de Cristina, acompañan a unas risas suaves salida de sus labios.
Persiguiendo con su mirada a Lincoln, hasta que este dobla al umbral que da entrada a la cocina, después del comedor que habita la mesa de los grandes, Cristina con apuro, se levanta del sofá, dando una mirada a las ventanas para ver si alguien esta cerca, estando deshabitadas las calles. Con una de sus manos, viajan por debajo de su falda, abriendo sus piernas para dejar abertura para que su mano pueda pasar. Detenido su avance, al estar en contacto con la seda dina de su braga, sosteniendo y arrugando al apretar su prenda, al bajar su mano su braga la acompaña. Levantado sus piernas al pasar las aberturas de su ropa interior, queda en sus manos la prenda azul claro, con una tonalidad algo desgastada, pero con sus hilos finos con sus costuras en los bordes.
«¿Cómo será tener sexo con un albino sumiso?», piensa la chica teniendo adelante de ella, con sus brazos extendidos y agarrando de los bordes de la braga, suelta una carcajada con falta de su timidez—. Espero que no sea como su amigo. Ese chico me decepcionó mucho, y decepcionó a los rumores que los negros la tienen grande.
—•—
—¿Soda? ¿Leche? ¿Jugo dietético? ¡¿Cerveza?! —enumera Lincoln sorprendido por ver que una lata de cerveza está en su refrigerador, detiene por unos segundos su búsqueda de la bebida que le dará a su amiga. Volviendo a revolver el interior del electrodoméstico, da encuentro con una botella con agua mineral. Indeciso con darle aquello, al no saber si es de su agrado, lo agarro para acceder a ofrecerle eso. Aunque haya pedido agua, el albino quiso ver si hay alguna bebida que no negara, siéndole más agradable y también si encontraba algún pudin para que acompañe a su refresco, pero fallo en los dos.
Dejando escapar un suspiro al idéntico estilo de Lucy, da camino para volver a la sala. Creyendo que tardó bastante tiempo en elegir la bebida para Cristina, se detiene en medio del umbral que da entrada al comedor con la mesa de los mayores, observando la botella con un plástico fino y flexible. Su rostro cambia al dejar salir su oxígeno por su nariz de una manera algo brusca. Con sus ojos demostrando algo de decepción por el mismo, al solo mostrar nerviosismo y cobardía cuando esta cerca de ella.
—Vamos Lincoln Marie Loud, en todos estos meses no mostré tanta cobardía al hablarle. Ahora que esta en mi casa, no debo arruinar este gran paso —el volumen baja bastante al hablarse a el mismo. Con determinación, respira y exhala una vez para retornar su caminata a la sala.
A solo unos pasos de entrar a la sala, a la corta distancia nota la ausencia de su amiga en el sofá, estando este mueble vacío. Confundido, mostrando ese sentimiento por su mirada, sus pasos se vuelven menos constante, hasta detenerse cuando deja atrás el umbral del comedor por solo dos pasos.
—¿Cristina?
—¿Si, Linky? —detrás de él, con un movimiento rápido, abraza la espalda del albino, poniendo sus dos brazos encima de su hombro y uniendo sus dos manos por debajo, ocultado un trozo de seda azul entre ellos.
Aún con su tono de voz relajado, no es lo que provoca en la mente del albino por la repentina acción. Con su corazón palpitando más rápido y tan fuerte, haciendo que su pecho retumbe, sus ojos con rapidez agranda su exposición de su blanco contorno. Y como última reacción de su cuerpo, todo sus músculos se ponen en un estado rígido. Aunque solo sea la reacción de su cuerpo, su mente queda en blanco, siendo tan grande la sorpresa que su consciencia queda perdida por unos instantes.
—Lincoln... —escuchando la voz de ella concentrado en su oído izquierdo, parpadea una vez, teniendo más consciencia en la situación, dobla lo suficiente su cuello para ver de reojo la mirada afilada de la castaña—. Quiero... tener mi primera vez contigo —en ese momento, la recuperación de su consciencia, vuelve a perderse por la revelación que le da Cristina, siendo una sorpresa aún más grande que la otra.
—¿Qué...? —confundido por todo, queriendo preguntar por lo que me dijo, pero cortando la pregunta por alguna razón que ni el sabe, mantiene sus ojos con los de ella. Teniendo él sus parpados más abiertos que la castaña—. ¿Cristina?
En su espalda, y al costado de su rostro, la respuesta solo son unas risas a bajo volumen con su tono tímido, que tanto le gustan a Lincoln y le da un sentimiento favorecedor en su interior, pero en esta ocasión solo le otorga miedo en él.
—Ésta es mi sorpresa Lincoln, y mi regalo por ser un muy buen amigo —aún conserva su tono alegre y algo reservado, algo un poco contario a la acción posterior.
Con violencia y sin el consentimiento de él, la castaña juega con sus manos en el pecho del albino, teniendo en cada orificio de su ropa interior enganchado en sus manos, los levantas para que con fuerza un extremo se enganche con su mentón, y aún aplicando fuerza, lo sigue levantando junto a la cabeza del chico, el cual sigue confundido por todo. Al ya dejar el extremo restante enganchado con su frente, deja escapar unas risas de alegría juguetona, a diferencia de Lincoln que sigue recuperando su consciencia del asunto poco a poco.
—Eres un buen amigo Lincoln, y por eso te daré la primera vez de la chica que te gusta —ella no es ninguna despistada para dejar pasar el asunto de que él, se avergonzó para sus hermanas, una noticia que antes fue el centro de chismes, pero dentro de todo eso, Lincoln confesó de forma indirecta a ella sus sentimientos.
Estando sujeta aún por los dos orificios, aplica fuerza para atrás, arrastrando al albino que aunque intente forcejear con su poca captación de la realidad, no puede contra la fuerza que aplica ella, además de estar apretando su nariz para atrás también, siéndole doloroso. Dando dos vueltas, las cuales en cada paso avanza adelante, se acercan al sofá, siendo el sitio en el cual deja caer el cuerpo de su amigo cuando lo suelta.
Confundido por el momento y su caída, aunque en esto último pudo reaccionar para no terminar lastimado, quedan sus piernas colgadas por el apoyabrazos del mueble, teniendo su brazo derecho colgado y agarrado por el lomo del sofá. En esa posición, recuperado del shock, un aroma dulce y cautivador, provocan que pierda un poco sus sentidos, estando concentrado solo en el aroma que invade sus nariz y la fina sensación de la tela. La zona húmeda de la tela, es el punto concentrado que hace expulsión del hedor cautivante, y el detonador de que sus sentidos carnales den salida al exterior.
—Linky.—nuevamente, la voz de Cristina hacen que vuelva a la realidad. Su suave voz, e incluso algo infantil llaman su atención. Estando enfrente del televisor apagado y la mesa de baja estatura, la castaña de cabellos rizados, levanta sus falda azul, la cual hace juego con su blusa de limo color, encima de una camisa blanca que cubre el escote que expone la blusa. - Estamos solos, no debemos de que preocuparnos.
El solo observar, adelante de el la presentación de la abertura en su entrepierna, con algunos rastros minuciosos de vello, los labios que no tienen tanta expulsión al exterior y la humedad que hace su brillo más llamativo, junto al hedor que larga, aún más potente que las bragas que tiene puesto en su rostro. Ese hedor, tan penetrante que viajan por sus orificios nasales, tan embriagador que no se da cuenta, de la opresión que le hace sus pantalones a la erección.
Unas risas escapan de Cristina. Sentándose en la mesa de baja estatura, estando detrás de ella, abriendo sus piernas un poco, deja expuesto un poco el interior de sus labios, presentando un hedor aún más concentrado que el anterior.
—Dejare que hagas lo que quieras, solo debes ser gentil y no perder el ritmo, ¿ok?
Quitándose la prenda interior de su rostro, su mirada permanece en la vagina de su amiga, siendo ella, la despertadora de sus instintos incontrolables de los Loud varones, los mismos culpable de hacer que su padre Lynn tenga tantos hijos. Y puede que en este momento Lincoln, de a procrear a su primogénito, y entienda la falta de preservativos en todas sus generaciones, junto a las sensaciones que otorga el sexo.
—•—
Gemidos seguidos y entrecortados, sonidos de choques de cuerpos, el arrastrar de un mueble sin levantar y el audio de la televisión de la sala, todos juntos provocan ser el despertador de Rita. Confundida por los ruidos, y de su repentino despertar, se remueve entre sus mantas mientras con sus manos se limpia las molestias que habitan en sus parpados, y le dificultan tenerlos abiertos con comodidad.
—¡Ah! ¡N-no...! ¡Ah! ¡Sigue, sigue conejito!
—¿Eh? —exclama Rita confundida, mirando alrededor de la habitación.
La voz de bajo volumen mostrando lascivia, junto a los gemidos aún más fuerte que las palabras de aquella voz desconocida. Hacen que su curiosidad aumente, siendo esta sensación ya demostrada al escuchar los rechinar de un mueble, y el ruido del televisor prendido con un volumen alto.
—¿Pero, qué mierda esta pasando? —dejando de tener su desorientación por su escapada del mundo de los sueños, se incorpora por completo a la situación extraña que está pasando en su propio techo—. ¿Quién está en la casa?
Agarrando su manta y lanzando al extremo contrario de la cama, con apuro y sin importarle que este descalza al igual tener una vestimenta desaliñada, camina con sigilo para salir de su cuarto. Siguiendo su caminar en el pasillo, con cada puerta dejada atrás, el ruido junto a sonidos antes inaudibles, aumentan e incomodan Rita pero también una sensación en su parte baja surge, una picazón leve pero nada influenciable en sus acciones. Cada vez se aclaran más los golpeteos de dos cuerpos, agregando un casi inaudible sonido húmedo acompañados de los golpes. Los gemidos también se vuelven más fuertes, como la voz de otra persona varonil suena por primera vez.
—!...stina!
Aunque sea audible la voz de aquel chico, tomándolo así por haber sonado joven, no es muy entendible lo que dice, en cambio, sus gruñidos y algún que otro gemido llegan a sus tímpanos con deleite, siendo para ella tierno. Incluso, a ella le dan ganas de tener a un joven bajo su control, sumiso a sus órdenes sexuales y deseos carnales. Tales son sus fantasías, que hacen perderse un poco su concentración en la situación actual, llevando por instinto su mano a su entrepierna, sintiendo una humedad mojar su ropa interior. Hasta que...
—¡Cristina!
La voz del varón, gimiendo el nombre de la chica llamada, da a conocer la identidad del joven. Siendo su hijo, el único albino de Royall Woods y único chico en su familia. Rita paraliza todas sus acciones, congelada observando adelante con sus ojos abierto, mantenido su mano en su entrepierna, pero sin moverlas ni estimulando a si misma. Como si fuese de una novedad sorprendente, Rita mantiene su estática postura rígida. Aún con la continuación de los gemidos y claras palabras obscenas en medio del acto carnal, siendo en el principio para Rita que saber que están teniendo sexo pero, nunca que su hijo es el que está penetrando a esa chica, llamada Cristina.
—Es verdad, Lincoln no fue a la escuela —susurrando para ella misma, aún en la misma posición, la cual no tarda en deshacerse después de unos segundos de hablar—, pero, ¡¿qué mierda está pasando?! Lincoln no puede que él esté teniendo sexo, es mi pequeño, es muy inocente, ni siquiera he visto que espié a sus hermanas, o encerrándose para masturbarse.
Un gemido alargado y con mucho más éxtasis en su voz, detiene los golpeteos húmedos, siendo ahora un inentendible ruido y de muy bajo volumen, proveniente de la sala. Rita quieta, sin moverse para provocar algún ruido en su caminar, detectando su ubicación, suspira de alivio cuando los golpes de cuerpos vuelven a retomarse. Al igual que los golpes, su caminar vuelve a acercarse a la escalera, siendo algo corta su distancia de los escalones.
«Tendré que bajar para confirmar mis dudas. Seguro están en el sofá, y no voy a poder verlos arriba». Cambiando su expresión de desorientación, a una de molestia por tener que arriesgarse a ser descubierta. Un solo ruido, un solo mal cálculo y un solo descuido, dependerán para pasar desapercibida.
—¡Sí! ¡Sí! Toma mi primera vez, ¡Ah! ¡Conejito!
La calidad que otorga estar en el último escalón para subir al primer piso, hacen claros los diálogos que se dicen. Incluso ella misma, debe admitir la envidia de querer ser la tal Cristina, siendo sorprendente el ritmo que sigue, los ruidos en ves de bajar su potencia y su constancia suben, justificando los gemidos exagerados de la chica, opacando el ruido del televisor.
«Qué perra», es lo que piensa la mujer mayor.
Dejando atrás diez escalones, otros catorce le faltan para llegar a la sala. Los cuales, son el mismo cuento, sus gemidos, diálogos de Cristina, peticiones de ser más brusco y halagos de sus embestidas. Hasta que, al llegar al tercer escalón, la chica se rebaja demasiado bajo.
—¡Sí! ¡Maldita seas, Lincoln! ¡Rompe mi vagina, llena mi...! ¡Ah! ¡M-mi interior con tu semen! ¡Toma y llena el...! ¡Ah! ¡Interior de esta maldita recolectora de semen...! ¡Ahh! —en cada oración cortada, la joven trataba de retener sus gemidos para terminar sus palabras pero, solo empeoraba y aumentaba su éxtasis. Terminando con su tercer lanzamiento de sus líquidos internos, Cristina cae rendida, con sus brazos entendido en el lomo del sofá, entre cerrando sus ojos por cansancio, siendo penetrada por Lincoln detrás de ella, levantado su cadera para seguir investigando las cavidades húmedas de ella. Sorprendentemente, él no eyaculo dentro de su vagina, solo hay rastros de su descarga en la espalda de la chica que aún tiene puesta su blusa, aunque en su parte delantera deja expuesto sus pechos, estando su sostén tirado cerca dr la escalera.
En las escaleras, oculta por el muro derecho, dando la espalda a la puerta de entrada, esta a solo pocos metros de distancia de ellos. El observar la bestialidad de las acciones contra la chica la cual, sin duda alguna para Rita es una puta. Teniendo su lengua afuera, babeando sin importar que su saliva se restriegue por su propia cara, gime sin vergüenza aunque ahora son murmullos y quejidos inentendibles. En su cabello rizado, su diadema amarillenta está puesta de manera incorrecta, siendo solo un extremo permaneciendo en su lugar mientras que el otro, en cada embestida se mueve de lugar.
Pero Rita no le importa la chica si no, su hijo. Aunque no niega que sus celos maternales quieren que aleje de esa chica, escupirle, patearla y golpear uno de esos bultos minúsculo que tiene de senos. Incluso un sentimiento trastocado tiene envidia de esa chica por la forma de ser montada, los golpes de caderas, la velocidad, la brusquedad y el mostrar el dominio dr su terreno, le dan deseos de querer ser ella. Aún cuando su moral quiere ponerse en acción, su lujuria y desesperación, sin importar que adelante de ella se encuentra una ventana con vidrio trasparente, se baja sus pantalones junto a sus bragas, levantando sus blusa, empieza a toquetear sus labios como clítoris, sin vergüenza de ocultar sus gemidos leves, observando el parecido que tiene con su esposo en los primeros días de casado. Completamente urgido y con una gran resistencia en el sexo, pero incluso puede que Lincoln sea menos resistente al ser solo un preadolescente.
—Estoy enferma —el susurro acompaña a sus gemidos leves, que cortaron sílabas con sus eróticas interrupciones.
Y de ese modo, la lujuria invade la conciencia y moral de Rita, despertando el deseo de ser sacudida por su hijo, pero siendo ella la dominante a la hora de tales actos carnales. Aún si se considere una profanación de menor en contra de su voluntad. Quiere experimentar lo mismo que Cristina.
—•—
—¿Estás seguro, campeón? Cuidar de una mujer es difícil... además que baja a veces el autoestima... es una gran responsabilidad, ¿estás seguro? Cualquiera de tus hermanas cuidarán a Rita si quieres, y no perderás la visita de la tía Ruth —en la espalda del hombre castaño, Lori, Luan y Luna con sus manos juntas, hacen gestos de súplica para pedir su aprobación y otorgar el cuidado de su madre a una de ellas.
—Gracias por preocuparte papá pero, mamá me dijo que yo la cuide. Además, soy el hombre de la casa, ¿no debería cuidar a la mujer de la casa? —con una sonrisa compartida, Lynn siente orgullo de haber criado bien a su hijo, poniendo sus valores a la luz, aunque también es consciente que las visitan que le dan ala tía Ruth no son las más deseadas, Lincoln puede que tome ventaja de la situación para no ir.
—Me enorgullece ser tu padre, campeón. Cuida bien a tu madre —dejando a cargo a su hijo, Lincoln ve como sus hermanas dejan de hacer gestos de amenaza a espaldas de su padre cuando este, da vuelta para volver a su auto. El cual las restantes también le hacían gestos de amenaza, incluso Lucy parecía que le estaba tirando una maldición.
Observando como el auto deja sus visión, teniendo una sonrisa al ver como sus hermanas lo miran, creyendo ellas que se esta burlando de su victoria, es todo lo contrario, sonríe para no llorar al ver como su última oportunidad de estar lejos de su madre se va.
—Me hubiese encantado estar con la tía —susurrando para el mismo, da vuelta para empezar a caminar por los escalones, sintiendo un gran temor en cada uno, acercándose a la mujer que le dio la vida pero, parece que quiere que Lincoln le devuelva su vida, teniendo que procrear otra.
— ... —practicar sexo con su madre, muchos dirían que es un regalo de Dios, al ser una mujer de grandes caderas, fornido trasero y con unas piernas bien estructuradas, además de estar toda la parte baja de la mujer ejercitado, sin dudas un cuerpo que cualquier hombre desearía tener, por lo menos solo una vez un en cuento carnal.
«Mejor no la hago esperar. No quiero que me azote con su cinturón en mi trasero». Si, para Rita ahora su hijo es como un muñeco sexual, un artefacto con vida y con mismos derechos que ella, que obliga a despertar sus instintos carnales para ser sometida por él, o cuando quiere, someterlo con un uso de violencia que deja moretones enseguida su piel.
En frente a la puerta, con un suspiro cansador y de temor, sabe lo que pasará, así que sin querer retrasar lo evidente, abre la puerta del cuarto de sus padres.
—Hola cariño, ¿listo para la última descarga de esta semana? —le da completo asco como nombran las actividades sexuales que hacen, sin ningún problema o vergüenza de estar abusando a su hijo.
—Sí, Rita —el respeto también, huyo cuando la misma tarde que tuvo su primera vez con Cristian, lo llevó a su cuarto para abusar de él y, no, fue un asco. La impotencia, el non poder hacer nada, llorar pidiendo piedad, no, todo un asco. Y dentro de todo eso, ¿Por qué alguna chicas en la escuela quieren eso? El ser sometidas, sin importar su opinión o que se detuviera, con facilidad puede ser el indicio de un próximo problema en su mente, al ser prácticamente violado por su madre.
Sumiso como siempre, observa la vestimenta de su madre. Vistiendo una blusa gris con tonalidad desgastada, debatiendo con ir a ser más blando o negro, tiene un escote que muestra la falta de sostén. Su parte baja, solo consiste en dos medias largas negras, con una tela elástica y algo transparentes. Dejando expuesto todo su trasero como su abertura, con su entrada mostrando sus dos labios sobresalientes.
—Ya sabes lo que debes hacer, hijo —la voz lasciva de Rita provoca un crispar del niño, lasciva es la única forma que se comporta al estar solos, incluso en tareas domiciliarias, también al estar haciendo sus sentadillas le restriega su trasero en la cara. Algo que además de asqueroso para Lincoln, no puede evitar la reacción biológica que provoca.
Estando adelante de su madre, la cual se encuentra en medio de su cama matrimonial, se desabrochar su cinturón, dejando en manos las siguientes actividades a Rita. Ella, saboreando sus labios al pasar su lengua entre ellos, le baja el pantalón a su hijo. Ya vio su pene, el cual no es tan largo pero con un grosor lo bastante largo para caber en sus paredes vaginales, lo cual al moverse tan rápido, no puede evitar gritar entre gemidos por la satisfacción que le da.
—Parece que debo reanimar a tu amiguito.
Teniendo en manos el miembro del menor, abriendo sus boca, mete todo el pene, saboreándolo mientras hace chocar sus labios con la superficie de la pelvis, incluso dispuesta a meterse sus testículos para degustar su sabor y contextura. Pero, lo hará en otro momento. Jugando con su lengua, el tacto gentil y seductor, tocando partes vitales para la erección, Rita se lo quita de la boca, dejando un hilo de saliva que, a los pocos centímetros se cortó.
—Mamá te dió un favor, ahora debes devolverlo—y esta, es una de la actividad más asquerosa para Lincoln. El tener que saborear el interior de su madre, aunque este no quiera. Además, de ser la actividad que despierta su sensación de querer tener sexo con su madre, sin importar el lazo sanguíneo o cualquiera escusa.
—Está bien —resignado, deja que su madre le dé órdenes. Las cuales, obedece aún si deba tener que practicar otra filia más asquerosa. El miedo que surge en su interior, es bastante, además de haber sido adiestrado por su madre, de una manera nada sana hablando de mentalidad.
Tragando su saliva, se agacha cuando Rita da la señal, separando sus piernas dando a la vista la humedad que invade en su interior como exterior. Acercándose a la entrepierna de su madre, su aroma, uno diferente al de Cristina. Más concentrado, menos puro, abundante de muchas sensaciones y, llena lujuria. Con todas las sensaciones que le brinda, perdiendo el temor del tacto poco a poco, da pequeñas lengüetazos a los labios y la abertura. Cada vez, con mas confianza, con más ganas de querer a su madre a su disposición sexual, su exploración avanza al interior.
Los gemidos de Rita no quedan atrás, aumentando mientras acompañan de manera sincronizada los ataques de su hijo. Siendo cada vez más veloces y ágiles, sin importar las palabras de Rita al decir que basta, que su estimulación es suficiente pero, no se detuvo, hasta la descarga de ella en su rostro. Dejándose caer de espaldas, puede seguir su lucha para satisfacerse, siendo un buen comienzo para un acto sexual que tardara en concluir a horas de terminar la tarde.
—Ah... bien hecho hijo, sin duda tienes los genes Loud... envidio a la chica que será tu esposa... —aunque ella quiere una respuesta, no la tiene. Aun en su entrepiernas, la brisa que hace al exhalar, oliendo el aroma reciente, siendo nuevo al que olfateo al principio, con mas sensaciones llevaderas y excitantes, hacen una abertura a la bestia sexual que es Lincoln—. ¿Hijo..? ¿Qu-? ¡AAH!
El arrinconar a su madre en la cama, poniendo sus dos manos a solo centímetros de sus brazos. Sin embrago, él no mira a su madre, estando sus ojos ocultos por su cabello el cual cuelga por la gravedad. Lincoln observa la pelvis de su madre, estando desnuda y dejando al aire libre la piel blanca de ella, sin ningún vello bailando por el aire. Sin poseer culpa o arrepentimiento, su miembro palpitante y erecto, entran con lentitud a la vagina de su madre, sintiendo como sus labios abrazan los costados para luego, al estar entre las paredes húmedas, se envuelven con mayor eficiencia.
—¡Lincoln! —aunque intente mostrarse enojada y severa, el ver como su hijo la penetra como en otras ocasiones, con lentitud para luego desesperarse, le gusta. Pero el tener que perder su mandato, es un precio alto para ella, aunque si justo al haber expulsado todas sus presiones. Sin combatir con su hijo, lo único que sale de sus labios, son los gemidos que provocados por las embestidas de su miembro.
Los choques se sus caderas se hacen más fuertes y repetitivo, provocando que los glúteos de Rita se comprimen al ser golpeado por la entrepierna de su hijo. Estando unidos por sus intimidades, Lincoln no siente nada más que placer, sin importar que sea su propia madre, siendo atraído por el aroma que sale de su intimidad, además de tener su rostro mojado pos sus fluidos los cuales también expresan el mismos hedor dulce, las gotas excesivas caen de su frente y mentón al rostro de Rita. Siendo ella, la única que gime del placer, ya que Lincoln gruñe a cada choque, siendo sus testículos el trasmisor de dolor al golpear tan fuerte al voluminosos trasero de su madre y sus muslos.
—¡Hazlo como lo hiciste con esa perra....! ¡Ah! ¡De tu amiga! —como el mismo caso de Cristina, el placer que expresa sus gemidos impiden que hable con claridad. Pidiendo, aunque haya sonado como una orden, que cambien de posición. Siendo su respuesta, unas embestidas aún más brutas, para luego sacar su miembro empapado de sus fluidos, palpitando con notoria desesperación.
Exponiendo a su gran gloria, con una posición la cual deja a su mejor ángulo la parte trasera de Rita, con sus rodillas apoyando su cama matrimonial, hundiéndose poco por su peso, deja ver también como sus medias resaltan sus muslos, pero a Lincoln eso no le importa, al tener en frente de él el trasero de su madre, con sus dos hoyos entregándose solo para su miembro, incrementan sus deseos, pero esta vez no guiado por el segador hedor.
—¿Cuánto más vas a tardar, cariño? —con intensiones seductora en su hablar, con su cabeza recostada en la cama, sus manos masajean los labios de su abertura, para luego separarlos y dejar al descubierto su rosado y húmedo interior. Al igual que, sus dedos arrastrar sus glúteos al mover sus dedos para mantener abierta su abertura, dejando una vista gustosa para su hijo. Aunque suene enfermizo, Rita solo quiere tener orgasmos que la dejen satisfecha, siendo su única manera de hacerlo es tener sexo con su hijo, siendo algo normal e insignificante a la hora de la practica, pero después de eso, le surgen sentimientos posesivos a su hijo y celos al ver como su amiga, es cercana a él, tanto que sin temor o vergüenza deja que su hijo le ponga las manos encima de ella.
Arodillándose en la cama, adelante del trasero de su madre, sus ojos azules observan la vagina de ella, prendiendo aún más el fuego de su sexualidad. Como la anterior vez, la humedad de sus cavidades encajan a la perfección con el grosor de su miembro, dando estocadas lentas las cuales con mayor rapidez ganan velocidad, volviendo al ritmo anterior, al igual que los gemidos de su madre. Esos gemidos le dan asco, tanto asco y desagrado ya que siguen ensuciando la imagen de su madre, la cual ya está más que rota. Decepción es lo que siente, además de enojo. Sin medir su fuerza, levantan su mano para golpear el trasero vibrante de la mujer que tiene en frente.
Un quejido es la reacción de ella, dejando se tener sus manos en su trasero, para pasarlas adelante de su cabeza, y apretar las mantas por las múltiples sensaciones que surgen por el momento, los gemidos y jadeos se combinan y hacen inentendibles su expresar auditivo, siendo un raro ruido los cuales escapan de sus labios, en cambio al ser golpea sus quejidos son claros.
Y de esa manera, las penetraciones siguen su recorrido del interior, estando su miembro empapado de sus fluidos vaginales, disfrutando el placer que le otorga, aunque su cadera ya se encuentra cansada. La rubia, con su lengua afuera de su boca, dejando que su saliva baje por un hilo y moje sus mantas, con una de sus manos levanta su blusa gris, masajeando uno de sus senos, correspondiendo a la misma dirección que su brazo, apretado y masajeando su pezón erecto, lo cual al hacerlo le otorga una electrizante sensación que potencia su placer.
—¡L-lincoln! —gimiendo el nombre de su hijo, observa de reojo a su espalda, logrando ver a su hijo penetrándola mientras jadea. Siguiendo con sus movimientos bruscos, al escuchar a su madre, conectan sus miradas por primera vez a la hora de tener sexo. Siendo costumbre que Lincoln siempre tenga su cabeza baja, evitando ver a su madre. - E-estoy por venirme, por favor... ¡Ah! ¡L-llena a tu madre! - Sí, pidiendo el querer que eyacule dentro de ellas, corriendo el riesgo de engendrar un hijo, Lincoln solo gruñe y muestra su enojo, y gran vergüenza de tener una madre tan enferma.
—¡Maldita perra! —como la anterior vez, sin miedo a sus acción, guiado por el enojo pero aún consciente, le da otro golpe con su mano abierta al glúteo derecho de su madre. Pero no se acá hay, escuchando el sollozo de su madre, indicando que el dolor si la afecto, vuelve a golpearla. En la cabeza de Rita, ignorando el dolor un poco, pero aún sintiéndolo, piensa en Cristina, teniendo en mente mostrarle el fruto del amor maternal, su amor a su hijo y que él también lo corresponde.
—¡Aaah...! —un gemido que acaba con todo el aire en su pulmones, levanta su cabeza con la fuerza de su brazo, estando aún su mano derecha masajeando su seno. Su tronco permaneciendo en su cama, arquea su espalda. En esa posición, una presión en su entrepierna, es liberada al exterior, sintiendo como aún es penetrada por su hijo al igual que golpeada, hasta que su aire desvanece en su interior, cae rendida a la cama, aún sintiendo esa presión. Hasta que, a los instantes su hijo deja de darles embestida, hundiendo todo su miembro al fondo de sus paredes vaginales, expulsando el líquido que tanto ansía de rellenarla.
—Eres toda una perra —respirando costosamente, consciente de todo a su alrededor, dejando de sentir la lujuria en su cuerpo, con algo de miedo pero aún enojado e indignado de su madre, le da un último golpe en su glúteo ya rojizo.
—•—
Los encuentros sexuales disminuyen, trayendo tranquilidad a la mente de Lincoln, el cual después de haber sido la primera vez que eyaculo dentro de una mujer, siendo desgraciadamente su madre, el miedo baja de él, rellenando esos espacios con un gran desagrado a ella.
Pasando ocho meses de aquel encuentro tan activo y exquisito para Rita, esta tuvo otro encuentro con su esposo, el cual también termino con semen en su interior, aunque bueno, los espermas del albino ya habían llegado primero. Esperando un hijo de su propio hijo, todos en la casa creen que será de su padre por obvias razones, pero para Lincoln esto lo llena de enojo y asco, siendo tanto que incluso en su mente a pasado la idea de abortarlo, o darle una patada a la próxima vez que tendrán sexo.
—¿Seguro que no hay nadie, Linky?
—Sí, Cristina, si tenemos relaciones en mi cuarto, se ensuciara todo, de nuevo. Es mejor que lo hagamos acá, en el sótano.
El albino con un cabello más largo, está adelante de su novia, caminando por las escaleras en la oscuridad de la falta de luz. Hasta que Lincoln baja a la oscuridad sin temor, dejando a la castaña con miedo, quedándose quieta en el máximo alcance de la luz de afuera. Abrazándose a si misma, apretando sus manos juntas entre sus pechos, no resiste la presión, y no oculta su miedo.
—¿Lincoln?
—De verdad, lo siento, Cristina. La perra de mi madre me está obligando —de la oscuridad, la voz suena triste, lo cual en si además de mostrarlo en su voz, su rostro es hidratada por sus saldas lagrimas. El solo quiere seguir con su relación con ella, pero su madre se lo niega, y lo amenaza con decir que él la violó, siendo su prueba el nacer de la niña que tiene en vientre, siendo una prueba de ADN que próximamente hará al nacer la niña.
Y de la oscuridad, su vista pierde su propósito, la caída de consciencia acompaña a su escases de visión. Un dolor en su parte trasera del cráneo también surge pero, no es tan fuerte o molesto, ya que empieza a nacer cuando ya todo se oscurece.
—Además de perra eres una traicionera.
La mujer, ignora lo dicho por su hijo, estando acostumbradas por sus insultos, aunque no le guste, es consciente de que no podrá poner respeto a su imagen ante él. Solo suspira, bajando la barra de madera en manos, soltado una de sus manos del mango, se acaricia su barriga voluminosa. El aplicar fuerza le costo la incomodidad que le surge en su interior, sintiendo como su hija se mueve.
—Hijo, cariño. Hazme un favor, y...‐
—Sí, sí, ya sé —sin mucho interés, vuelve a mostrar su rostro, dejando su escondite en la oscuridad.
Minutos pasaron para que la castaña con cabello rizado, empiece a volver a tener su consciencia nuevamente en su mano. Siendo lo primero que nota es su dolor en la parte trasera de su cabeza, y la delantera también, como otras partes de su cuerpo con menor notoriedad. La luz le molesta a su vista apenas recuperada, obligándose a tener que parpadear varias veces, hasta estar acostumbrado y poder ver lo que sucede a su alrededor, estando confundida de su alrededor.
—¿Qué...-?
—¡Hola, Cristina! Soy la madre de Lincoln.
La rubia con cuerpo voluminoso y envidiable para mucha mujeres, está desnuda, delante de la castaña sin alguna vergüenza, incluso con un sonrisa en su rostro, al estar sentada con sus piernas cruzadas en el suelo, pero lo que más le llamó atención, es su panza de gran tamaño, y por eso se pregunta.
—¿Qué esta pasando?
Con la mirada perdida por la sorpresa, penetra a la mujer con sus ojos sin despejar a otro lado. Además de no poder evitar observar sus senos y barriga, siendo sus pechos rectos y de un aceptable tamaño.
—¿Eres la novia de mi hijo, cierto? —la sonrisa no se borra de su rostro, pero su tono de voz es amenazante, e intimidante.
—¿Eh? —confundida y sacada de su impresión, vuelve a mirar los ojos de Rita, estando sus parpados semiabierto. Esperando la respuesta, la rubia insiste con su mirada, aunque lo oculte, esta enojada de tener a la persona que le quito la virginidad a su hijo, aunque debe estar agradecida de hacerle ver que Lincoln tiene una gran capacidad a la hora de la intimidad—. S-sí —asustada por la mirada, contesta timidez al estar ocho meses de relación, además de sexual, amorosa.
—Ya veo, ya veo. Así que, pido que no lo seas más —la reacción es la esperada, sorprendida por lo dicho, abre sus parpados por la petición tan extraña, además de ya ser una situación extraña.
—¿Qué? —unos segundos de silencio bastan para dejar expresar su incomprensión y enojo—. ¡¿Qué mierda estás diciendo, pervertida?! Lincoln me ama y no me dejará, porque no aceptes nuestras relación, exhibicionista.
Al terminar su explosión de intolerancia por la petición, intenta levantarse pero, es cuando se da cuenta de las cuerdas y cadenas la tienen pegada con la pared, teniendo las cadenas unidas a la cuerdas, las cuales hacen que sus pies estén junto a sus manos, todo esto a espaldas de ella.
—Lo intente, pero bueno. Debo mostrarte que, solo hay una mujer para él, y esa soy yo. Te mostraré la muestra de amor más sincera que hay —manteniendo aquella sonrisa, que hasta el momento le parece desagradable, y más al estar en una situación que recién se da cuenta, que es un secuestro al estar restringida de su derechos.
—¿Cómo me metí en esta situación? Solo iba a tener relaciones con mi novio, ¿por qué terminé...? ¿Dónde está Lincoln? —volviendo en si, recordando la persona que la trajo a este lugar y el motivo, para "renovar" su relación, como así lo llama ella—. Y Lincoln, ¿dónde está?
La sonrisa de notoria falsa alegría, se extiende para formar un gesto de maldad en sus labios. Abriendo aún más sus parpados, gira su cuello para observar atrás de ella, siendo el terreno de la oscuridad.
—Linky, cariño. Te llaman.
Una carcajada escapan de sus labios al ver como de la oscuridad, una sombra humanoide avanza a la luz del bombillo. Mostrando su rostro y presencia, Lincoln aparece con su rostro en dirección del suelo. Cristina sorprendida, le pide explicaciones, incluso lo llama varias veces.
—¡Lincoln! ¡Te estoy hablando maldita seas! ¿Qué mierda está pasando? ¿Por qué estoy encadenada al frente de tu madre desnuda? Y qué es esa estupidez de muestra amor verdadero. Si es lo que pienso, ¡son unos malditos enfermos! —en todo su desquite, lagrimas florecen de sus parpados. Pero igualmente el albino no responde, manteniendo su cabeza agachada.
- Lincoln, querido. ¿Podes hacerme el favor, de mostrarle nuestro amor verdadero? - Dando una mirada corta a su hijo, el cual está atrás de ella, para luego ver a su invitada, terminando su diálogo para abrir sus piernas y dejar expuesto su abertura, la cual resplandece un brillo diminuto.
- Sí. - Es su única respuesta, dando una mirada con su novia, decepcionado de si mismo, dice unas últimas palabras, las cuales esta seguro que quitaran mucho peso al tener que realizar su muestra de amor. - Cristina, no quiero seguir... siendo tu novia. Por favor, sin resentimientos. - La mirada triste de Cristina, víctima reciente de su rompimiento, observa como su ex novio, se quita su remera. Un mal presentimiento viaja por sus venas, parando por unos instantes sus palpitaciones.
—De verdad... lo siento, Cristina.
—Ya deja de hablar, Lincoln. Y, muestra lo que es nuestro amor a comparación del suyo —su sonrisa no para de crecer con otros gestos faciales, sin apartar su mirada a la niña del frente suyo. La cual, esta mirando su entrepierna junto a sus vellos púbicos.
—Maldita perra —el susurro solo es audible para Rita, aflojando su sonrisa por el enojo que le da ser nombrada así, siendo otro tema al estar en pleno acto sexual.
Los pasos que dan Lincoln son pocos y cortos, pero sus pisadas resuenan en el sótano. En ese corto tiempo, Cristina queda tiesa aún con lágrimas en su rostro, captando todo lo que esta hablando Rita, sintiendo un gran asco en su interior no solo de la situación que se avecina, también de Lincoln y su madre. Apartando su cabeza para seguir viendo, al captar como Lincoln con su pecho descubierto, abraza la barriga de la rubia.
—No apartes tu mirada, mira nuestro amor, Cristina —nuevamente, la rubia embarazada se dirige a la castaña, esta vez sin ocultar su alegría, dejando escapar unas carcajadas.
Sin embargo, por tal insinuación tan directa, no hace caso alguno, solo apretando sus dientes con más fuerza por tal impotencia, y no querer ver como su conejito tiene sexo con su madre.
—Empieza, cariño, ya estoy sintiendo frio —seductora, abrazándose por debajo de su pechos, alza sus senos para ponerlos aún más rectos. Solo consigue la mirada de asco de Lincoln, el cual, con una sonrisa de victoria y soberbia. Impresionada y dejando con un mal presentimiento, sus iris están fijos con los de Lincoln. El cual se le acerca a su rostro, susurrando unas palabras que la dejan con un miedo creciente en su interior.
—Siempre, quise quitarte este fenómeno de tu sucio interior, perra.
Sin previo aviso, empieza dar comienzo su trabajo para demostrar su amor verdadero. Abrazando con gran fuerza el estómago de su madre, esta solo muestra unos gestos de dolor, y aguantando el oxígeno dentro de sus pulmones. Separando un poco más sus piernas, se tira para atras, como si de un parto se tratase, lo cual es cierto, eso es lo que sucederá, pero este será uno forzoso y sin cuidado alguno.
—M-más fuerte Link. S-siento que me salen... los órganos —le cuesta mucho hablar, siendo por el abrazo estrujante que le da su hijo. Mientras que ella, también esfuerza su interior para empujar, siendo imposible seguir hablando ya que puede perder su progreso.
Tan solo minutos de esfuerzo, su miradas de dos ex novios sufriendo, sonrisas de la madre con intensiones burlesca. Para que el niño del interior, este dando luz al exterior, aún con su bolsa alrededor de el, mostrando el rastro de sangre alrededor de él.
—¡Ya casi! —el cansancio es notorio en Rita, pero su entusiasmo es mayor al sentir en su abertura el asomarse su hijo. Una sonrisa sincera dibuja en su rostro, mientras que atrás de ella, la abraza con fuerza, Lincoln siente sus brazos cansados, pero el deseo de querer acabar con aquella vida indeseada es mayor. Olvidándose de que una invitada es observadora de todo, estando asqueada por todo, incluso al querer dar un vistazo termino viendo su vagina con un bulto asomándose, le dieron arcadas que aproximaron un inevitable vómito
—¡Ya, ya, ya! ¡¡Ya casi!! —anunciando su expulsión, Cristina no puede evitar observar el parto en curso adelante de ella, viendo como Rita tiene sus dos manos adelante de su entrepierna, observando al tiempo exacto de la expulsión, siendo el bebé encerrado por la bolsa trasparente, con el cordón umbilical uniendo el interior de Rita con el bebé. Asqueada del escenario, no puede evitar vomitar al lado de ella, habiendo ya un charco verdoso que salpicó la ropa de ella, además de ser tan cerca que está encima del húmedo y maloliente laguna de vómito.
—Nuestra... muestra... de amor... verdadero —el cansancio puede con ella, dejando caerse para atrás, siendo abrazada por su hijo, sintiendo un alivio y calidez en sus brazos, mientras sigue teniendo en sus manos la bolsa trasparente manchada por su propia sangre y demás fluidos de su interior. Su textura elástica y fina hacen un extraño tacto para Rita, aunque esta cansada, y el peso tan liviano que tiene se le hace costoso mantener en sus manos—. Quiero... que se llame... Rinn... si es niña... o niño. - Las extensas bocadas de aire, hacen que no pueda hablar con claridad, estando sus palpitaciones de su corazón alocadas, yendo a una velocidad alta.
—Un aborto no necesita nombre —los ojos de su madre se abren de la impresión, pero sin importar que quiere negarse o hacer algo, su cansancio se lo impiden, siendo su necesidad de dormir toman cada vez más terreno en sus funciones corporales.
Dejando que caiga al suelo, Lincoln observa el cuerpo de su madre desnudo con su parte baja lleno de sangre desde su vagina, hasta un poco arriba por el rastro del bebe al ser levantado por Rita. En sus manos, el niño se mueve un poco pero, solo fue cuestión de unos segundos para que se quede quieto.
—Cristina... —la voz que detona tristeza, se acerca cada poco a poco a la chica, la cual deja su cabeza colgando al ver el suelo, como si estuviese inconsciente. Pero los sollozos de ella dicen lo contrario. Él también herido, por no poder hacer nada, para que ella no vea un parto forzoso de un hijo de él y su madre, se siente enojado por debilidad.
Al estar ya en frente de ella, acerca de mano a su cabeza, inclinándose un poco pero, dejo de acercarla al ver como de repente, la cabeza de Cristina se levanta, mirando a los ojos azules de su ex novio. Lo único que muestra, es odio en sus rojizos ojos irritados. Lincoln no se sorprenden, ya lo venía venir. Corresponde esa mirada de odio con sus melancólicos ojos azules, también cansados y con necesidad de un descanso.
—•—
En un monitor, toda la escena y espectáculo fue captado por una joven de cuatro años. Seguro estaría traumada o asustada por todo pero, al ser una prodigio con un gran intelecto, y además de ser muchas veces indiferentes con las personas, no fue la gran cosa para ella. Lo único que si la sorprendió, fue que su madre haya sido la víctima del hambre sexual de su hermano. Sacando una grabadora con diseño infantil, con unas calcomanías que forman una sonrisa. Restando importancia, presiona un botón rojo para que comience su función.
—Proyecto, Incidentes Sexuales Incestuoso. A dado comienzo más temprano de lo que creí, pero al ver que sin mi intervención mi familia ya a decaído a el miembro sexual de mi hermano, siendo aún más sorprendente que sea mi madre. Da comienzo a mi experimento sobre las anomalías del cuerpo que surgen al ser un hijo del incesto, eso sí mi hermano/sobrino sigue con vida. Corte de transición —presionando un botón al lado que el anterior. La grabación de voz termina, observando al monitor como su hermano discute con un semblante sereno, o eso quiere trasmitir ya que sus rasgos faciales muestran su tristeza, con la chica en frente a él, la cual con furia contesta las palabras de su hermano.
—Sin duda alguna, mi mejor sujeto de pruebas, esta lleno de sorpresas.
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