El Doppelgänger

[Doppel significa doble y gänger significa andante. Doppelgänger. Proviene del vocablo alemán para definir el doble fantasmagórico de una persona.] Solo quería aclarar esto antes de que empiece el relato, gracias por su atención.

¿Alguna vez haz deseado desaparecer? Seguro que sí, sin embargo, te advierto que tengas cuidado con lo que deseas. Algunos deseos se pueden volver realidad.

Era un día que el sol brillaba más que nunca, parecía ser un buen día, sin embargo, resultó ser todo lo contrario. Mis clases habían terminado, me dirigía a casa con pasos lentos, llegué y subí las escaleras rumbo a mi habitación y cerré la puerta con brusquedad.
Encendí la radio, la puse en mi emisora favorita y le subí todo el volumen mientras bailaba y saltaba en mi cama. Mis padres tocaban la puerta de mi habitación con fuerza, no les hice caso, volvieron a tocar con más fuerza y no les hice caso, a la tercera, mi padre abrió la puerta.

—¿¡Por qué tanto alboroto!? –dijo enfurecido y algo alterado.
—Solo me estaba divirtien —me interrumpió.
—No quiero oír tus excusas —desconectó la radio con brusquedad y se la llevó. Atrás estaba mi madre observando todo el espectáculo y sin más que decir, dio media vuelta y se fue atrás de mi padre.

Bajé de un salto de la cama y me senté en esta, cerré la puerta de mi cuarto otra vez y me dirigí a mi escritorio que se encontraba en frente de la ventana. Me gustaba observar a la gente que pasaba por ahí y a veces escribir una que otra cosa, mis sentimientos tal vez. En esta ocasión, se encontraba un chico sentado en mi jardín, dándome la espalda, con extrañeza lo empecé a observar con minuciosidad.
Llevaba los mismos tenis negros que yo, el mismo polo a rayas y el mismo jean rasgado, el tono de piel era casi el mismo y el peinado, qué decir de el, era idéntico. «¡Qué gran coincidencia!» pensé.

Luego la situación se empezaba a tornar algo extraña, el misterioso chico giró la cabeza hacia atrás, se parecía tanto a mí que me asusté y retrocedí unos pasos. Abrí la puerta de mi habitación y corrí escaleras abajo a decirles a mis padres que había un misterioso chico en nuestro jardín. Llegando al último escalón, oí a mi padre levantarle la voz a mi madre, mi padre siempre se altera por cualquier cosa, él levantó su mano y la golpeó en la cara, reaccioné y lo empujé, intentaba auxiliar a mi madre pero ella dijo que me fuera, ya que no quería que mi padre me hiciera daño, él se acercaba hacia mí y con el dolor de mi corazón salí de la casa.

No encontré al extraño chico, había desaparecido, miré a todos lados y no había rastro de él. Fui a dar una caminata larga, al pasar de los minutos sentí que alguien me observaba, giré mi cabeza hacia atrás y vi al misterioso muchacho, intenté no mirarlo y seguí caminando pero un poco más rápido, volví a girar mi cabeza y él iba a mi velocidad, me estaba alcanzando y sin pensarlo, corrí lo más rápido que pude. Por tercera vez, volví a girar mi cabeza y me tropecé con una pequeña piedra, caí de rodillas y me levanté asustado, el extraño chico ya no se encontraba ahí. Agitado, miré a todos lados y no estaba, creí que estaba loco.

Decidí volver a mi casa, ya era algo tarde, cuando llegué, mi padre me recibió molesto.
—¿A dónde habías ido?
—Fui a dar una caminata, papá —respondí mirando al piso. Me dio un golpe en la cara y me agarró del polo.
—No quiero que salgas otra vez, ¿oíste? —estaba muy enfurecido. Mi madre le gritaba para que paraba.—¡No te escucho, imbécil! —gritó.
—S-si, se-señor —tartamudeé.
—¡Basta, por favor! —dijo mi madre asustada.
Mi padre me soltó y se dirigió hacia ella— Esta es mi casa, zorra, este es mi hijo y yo lo corrijo como quiero –gritó nuevamente—. Y tú —me señaló—. Quiero que vuelvas a tu habitación, ¡Ahora!

Con las mejillas empapadas de lágrimas, subí a mi habitación deseando desaparecer al menos por unas horas, no quería seguir viviendo estos problemas. Encontré en mi escritorio una nota escrita en un post-it que decía: "Hazlo"
Al lado de esta nota había un frasco de pastillas y también había un vaso de agua, no pensé con claridad, agarré el vaso, abrí el frasco de pastillas y por montones me las tomaba hasta acabar la última, el vaso se encontraba vacío al igual que el frasco. Me recosté en mi cama y esperé quedarme dormido, mientras lo hacía escuché reír a mis padres con otra risa ajena, algo muy extraño en ellos, sin embargo, se escuchaba una tercera voz, esa voz subía las escaleras y abrió la puerta de mi habitación.

Me encontré cara a cara con el misterioso muchacho idéntico a mi, él cerró la puerta y se dirigió hacia mi, yo no tenía fuerza ni para hablar, sólo podía mirarlo.
—Tranquilo —dijo mientras acariciaba mi cabello—. Sé que estás harto de esto pero no te preocupes, yo tomaré tu lugar y me encargaré que absolutamente nadie te encuentre —me dirigió una sonrisa.

«¿Tomaría mi lugar? Oh por Dios, ¡qué he hecho!» esos fueron mis últimos pensamientos y sin más preámbulos me quedé dormido... Para siempre.

—Shh, tu deseo de desaparecer se hizo realidad, ahora nadie te recordará.

Madame Sarmiento

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