La tablilla
Mirando las ruinas a mi alrededor podía imaginar las glorias pasadas de Augsvert. En esas ruinas acababa la búsqueda de años que me llevó a recorrer el continente de Olhoinnalia. Por fin las estrellas se alejaban de la desgracia.
Tiempo atrás, cuando supe que podía hacer magia, tuve la suerte de ser aceptada como aprendiz de Winouscka, la sorcerina errante más famosas de la región de Vesalia. Recuerdo la conversación que tuve con mi madre a los pies del roble que recibía sus lágrimas:
—¡Eres mi única hija! ¿Quién cuidará de mí si te vas?
—Te juro que volveré, madre —dije mirando al cielo dos veces para afianzar mi juramento— y cuando lo haga podré curarte, ya no sufrirás más esos terribles dolores.
Ella me miró, se me hizo un nudo en la garganta al ver la decepción y el miedo en ellos. No dije una sola palabra mas. La llovizna que caía del oscuro cielo perturbaba el silencio que se había deslizado, funesto, entre nosotras. Esa noche partí rumbo a la cueva donde Winouscka me esperaba para enseñarme los secretos de la magia.
No pasaron ni dos años antes de que llegara aquella noche cálida, silenciosa y triste en la cual me enteré de la muerte de mi madre. Me torturó saber que murió sola gracias a mi egoísmo. A pesar de que partí en busca de una cura para ella, todavía no la encontraba. No pude salvarla ni acompañarla en sus últimas horas, todo fue en vano. En ese momento tomé una decisión: Utilizaría la magia para traerla de vuelta y resarcir mi abandono.
—¡Lo que me pides es imposible! —me contestó furiosa, Winouscka, después que le solicite, me dijera como traer de vuelta a los muertos— ¡Solo la magia oscura de Morkes puede hacer eso! ¿Acaso quieres ser una morkenes y que tu alma se consuma en las tinieblas del caos? ¡Porque si es así, yo no te ayudaré!
Me arrepentí de confesarle el secreto deseo de mi corazón culpable, anhelante de la paz del perdón. Necesitaba de mi maestra, todavía no sabía cómo remediar mi error y no quería ser consumida por Morkes, así que me disculpé y me esforcé en mejorar mis habilidades mágicas. Cuando sentí que ya no podía aprender más de ella, la dejé para recorrer el mundo buscando algún hechizo que me ayudara a regresar con mi madre sin condenarme.
Hasta que lo encontré.
En las ruinas olvidadas de los primeros reyes de los Alferis, hallé en una de sus salas, multitud de grabados en paredes y pilares escritos en lísico antiguo que, milagrosamente, aun podían leerse a pesar del paso del tiempo. En uno de los pilares aquellos caracteres hablaban de la ubicación de una tablilla que podía regresar el tiempo atrás.
Cuando leí aquello me embargó la emoción. ¡Podría regresar en el tiempo y salvar a mi madre! Copié en un viejo pergamino la ubicación de la tablilla y el hechizo que me llevaría a "donde toda desgracia inició". De inmediato pensé que ese día fue el que el Greis reclamó su vida.
Al cabo de una luna llegue a la región de Serenia, cerca de Northsevia, al punto que indicaban las runas de los Alferis.
Parada frente a una sólida pared de piedra que no muestra ninguna entrada, me siento morir. Es como una música para los amantes sin esperanza.
Desesperada, vuelvo a examinar la pared y encuentro arriba, formando un arco, unos caracteres desgastados de lísico antiguo grabados en la roca. El corazón me da un salto. Leo en voz alta el hechizo y sin más, la pared desaparece mostrando el arco de la puerta.
Entro corriendo y unos cuantos pies adelante encuentro la ansiada tablilla. La sostengo con manos temblorosas y recito el conjuro que me llevará a "donde toda desgracia inició". La cueva gira y se la traga la oscuridad, cuando abro los ojos estoy en las ruinas de los Alferis, en el olvidado Augsvert.
¡No entiendo! Aquí no inicio mi desgracia ¿o sí?
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