Bajo la luz de la soledad, había un ferrocarril. Era uno muy rápido y brillante, donde traía paz a todos los pasajeros que abordaban. Las personas lo amaban, pero la vida le dio un castigo, uno muy cruel e injusto. Sus ruedas se dañaron e iba cada vez más lento. Los pasajeros tristes y enojados no lo acudieron más... El pobre tren fue abandonado y desmantelado poco a poco. Solo quedó una rueda, esa que corría por las riendas, llevando personas. Pero ya no más, solo quedaba el ruido que transmitía al finalizar cada viaje, ese que traía regocijo a los tripulantes. Aquella luz que fue sustituida por un tren más veloz .Fue abandonado como muchos de los otros trenes que lo acompañan. Por uno nuevo y más brillante.