La paz ni la felicidad son eternas. La dicha de los amantes se ve interrumpida por el ejército del padre de la doncella. Ella quiere escapar y esconderse pero su amado la retiene enseguida.

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Los cascos de los jinetes se escuchan en la lejanía. Un batallón de infantería descubre su guarida.

Coronel: -¡Abran paso a la guerra! ¡La muerte se atreve a seducir a la Doncella! ¡Corre damisela! ¡Aparta tus labios del engaño!

Doncella: -¡Él no me hace daño! Bajen sus escudos, tiren sus armas ¡Que de todos los hombres, es el único que me ama!

Coronel: -El no es hombre, no lleva corona de oro ni espada en mano. Es el demonio que al purgatorio ha burlado.

Brujas profetas han de haberlo ayudado, los monstruos de los bosques, los que veneran su rostro, sus falsos templos ¡De ahí vienen las raíces podridas de ellos! ¡Falsos ángeles! ¡Deidades farsas! ¡Atrás doncella! Partiremos su cuerpo, clavaremos la lanza, atraparemos su oscura alma.

Doncella: -¡Crucen primero mi pellejo! Que ahora soy parte de él, de mí no pasaran, antes la muerte hasta la eternidad.

Coronel: -Ocultar tu pecado, la peste que haz contraído del charco que haz bebido ¡Vergüenza y repudio! Su padre cabalga hacia acá, marchar o quedar. De las dos formas están muertos ya.

Ángel: -Vuela a mi lado corazón de león, teje de nuevo mis alas, dame valor.

Como el primer brote de primavera, sus labios, bálsamos de mil dolores, purifican su extinta vida. Los extremos de sus hojas reverdecen, cual árbol marchito en la montaña, un sol naciendo con la mañana.

Doncella: -¡Contemplen a mi ángel! Guardián, llave, cascabel, pincel, velo en vuelo, dueño del sereno, mano cálida, paladar del trigal, fruto mordaz, causa de sueños, terreno donde siembro, surjo y reverdezco.

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Pero no es un ángel en su total forma lo que ella contempla con asombro. El lugar donde estaba su ángel, ahora está ocupado por una bestia, un ser gigante.