Relato Corto 1

Sus brazos fuertes me envolvían por la espalda en un cálido abrazo. Me sentí tan fuerte y vulnerable al mismo tiempo. Me había hecho la misma pregunta tantas veces, ¿estabas enamorada de ella? Quizás y había sabido la respuesta desde hace tanto tiempo, quizás y aquella respuesta siempre estuvo ahí, la había amado siempre, incluso desde aquel primer mensaje, aquella primera risa, aquella primera llamada. ¿Cómo puedes enamorarte de alguien sin conocerla? La respuesta es sencilla, te enamoras de aquello que de verdad vale la pena, su interior, su alma.

El tenerla tan cerca lo único que hacía era confirmar que aquel sentimiento era imposible de detener, que estaba en el lugar correcto. Por primera vez en años me sentía en casa; aquella extraña sensación de confort y comodidad. No podía hablar pero mi corazón hablaba por mí, el seguía gritando a cada latido que aquella mujer era lo que siempre había estado esperando, que aquella mujer era su sueño no realizado y siempre deseado.

-Si supieras que no sé qué decirte, que me he quedado sin palabras, cómo aquella primera vez que hablé contigo... Me siento tan nerviosa, tan extraña, tan indecisa, yo... --Y volvía a quedarme callada sintiéndome una completa estúpida mientras ella seguía tan cerca de mí como para sentir como se me erizaba la piel al sentirla respirar sobre mi nuca.

-Pensé que ibas a ser tú la que iba a estar sin nervios, y mírame ahora, ¡estoy tan feliz de que estés aquí que muy poco me importan el miedo, o lo que piense media universidad!. Es más, segura estoy que por ahí en algún lugar está Tamara hablando de lo bien que me veo a tu lado... --Y sonreía tan espontáneamente que me dejaba sin palabras.

Su risa, tan hermosa como extraña no dejaba de embriagarme mientras me sentía derretir justo en el mismo lugar en el que había deseado estar por tanto tiempo, entre sus brazos. Levanté mis manos suavemente, avanzando por sus brazos; definidos, delgados y perfectamente adornados por vellos suaves y tiernos, ¿acaso no era sexy? No pude evitar una sonrisa maliciosa, quizás y no podía evitar sentir aquella pasión irrefrenable que me había acompañado por tanto tiempo.

Avancé hasta enredar mis manos en las suyas. Ella, valiente y descarada como había sido siempre, entrelazaba sus manos a las mías con una naturalidad desafiante y decidida. Quizás y solo era yo, pero en ese momento, el mundo se paró para empezar a girar nuevamente. ¿Cómo era posible que me sintiera así? Era yo la experimentada, y aquí estaba haciendo un espectáculo tonto y vergonzoso en manos de una niña que me hacía sentir viva de nuevo. Me sentía una tonta niña de 12 años que está jugando a ser una adulta con la mujer de su vida.

-No tengo palabras para decirte... -Tomé dos largos respiros, sintiendo cómo se acompasaban mis respiraciones nuevamente mientras enredaba con más fuerza sus manos a las mías-Tenía tanto miedo de venir a buscarte y de que tú simplemente, no lo sé, reaccionaras diferente, de que fuera diferente, quizás esperaba que ni siquiera estuvieras justo donde estás ahora... --Su extraño aroma me dejaba sin aliento una y otra vez, su cercanía me hacía pensar seriamente en la posibilidad de la combustión espontánea corporal. Me sentía ligera y desproporcional todo al mismo tiempo. Quizás y sí, era posible la combustión.

-¿Diferente? ¿Pensabas que iba a salir corriendo? Llevo años esperando por ti, planeando como ir a buscarte. El tenerte aquí, solo cumple uno de mis mayores sueños. Te dije que iba a tenerte aquí, que iba a estar en tu vida de una u otra manera, aunque debo de admitir que siempre me gustó más la idea de tenerte como algo más que una simple amiga, quizás como la mujer de mi vida... --La oía respirar pesadamente, con dificultad, la imaginé por un momento tan roja como un tomate como siempre sabía que se ponía, pero no podía estar segura.

Había sido tan inteligente en abrazarme de tal manera de que no pudiera ver su rostro, de que lo único que pudiera ver fuera aquel hermoso patio lleno de flores de esa enorme universidad. Siempre sorprendiéndome, siempre distinta, siempre tan única, siempre tan ella. ¿Era posible que la quisiera más, que la adorara más, que la deseara más, que la amara más? Mi vida había girado a su alrededor por tanto tiempo, tanto que me sentía un planeta girando en la órbita de su propio sol. Ella era mi sol, ella era algo así como mi luz personal.

-¿Y si me dejas verte? ¿Tienes idea de las ganas que tengo de verte de verdad? No a través de una insulsa pantalla, no a través de un monitor que limite tu belleza, no, sino en realidad verte, verte reír, verte sonreír, verte sonrojar... --Me escuchaba a mí misma con tanta dificultad para hablar, respiraba con esfuerzo mientras sujetaba sus manos con más fuerza en un esfuerzo inútil de que se fuera de mi vida. ¿Dolería eso ahora? Dolía desde antes, ahora no solo dolía, sino que se llevaba mi vida a retazos.

Escuché su hermosa risa de fondo, mientras me respiraba tan cerca del rostro que podía sentir su cálido y embriagante aliento en la cara. Aquel sol que me calentaba justo de frente en ese momento resultaba tan absurdo al lado de aquella mujer que me hacía sentir tan indefensa y poderosa al mismo tiempo.

-No creo que debas. Alguna vez hiciste una hermosa comparación acerca de mis mejillas, decir que están siempre tan rojas como la bandera de Canadá es un simple eufemismo... --Y seguía riendo de fondo. ¿Había dicho ya lo extraña y melodiosa que era su risa? La mezcla entre su voz, su aliento, su aroma me hacían volar tan alto trayéndome a la tierra de un morrazo colosal, me sentía tan indefensa y realizada al mismo tiempo. ¡Extraña mezcla de sentimientos causaba en mi esta mujer! Había movido dentro de mi todo aquello que nadie jamás tan siquiera había visto.

-Entonces, ¿no dejarás que te vea? ¿Me tendrás así toda la tarde? Te recuerdo que mi meta principal es no regresar a EEUU hasta que vuelvas conmigo, de mí mano. No importa el tiempo que me tome... --Quizás hablaba de más, quizás me había anticipado a algo. Pero en ese momento, solo podía pensar en llevar conmigo a la mujer que había amado profundamente durante los últimos 2 años, ¿acaso no había venido para eso? ¿A llevarla conmigo? Quizás había pasado por alto su voluntad, ¿y si ella no quería hacerlo? Quizás y ella merecía y necesitaba tanto, quizás y yo no era lo que buscaba...

-No toda la tarde, solo quiero tenerte así un poco más. Solo un poco más. Aún no sé si eres un sueño, si eres real, ni siquiera sé cómo demonios estás aquí, pero lo estás y yo... --Ya no era la única que tenía nervios. Su risa temblorosa se abría paso a través de sus labios, labios de los cuales aún no conocía su sabor, labios que en ese momento hubiera dado la vida por probar. Añoraba tanto besarla. Sujeté sin querer sus manos con más fuerza. Quizás y era miedo, miedo de que se fuera, después de haber esperado tanto para hacerla mía, para que fuera parte de mi vida.

-Te amo, ¿lo sabes verdad? Vine a buscarte por qué ya no soportaba un minuto más sin ti, y sé que no entiendes nada, que pensabas que estaba en otros planes, pero la única realidad, es que el único plan que tengo te incluye a ti desde el inicio hasta el final, eres tú el papel donde quiero escribir mi historia... --Siempre eso de hablar y escribir se me había dado tan fácil.

Quizás y por eso luego de salir de mi país, haberme convertido en una reconocida escritora no había llevado tanto tiempo. ¿Qué tanto me podía costar convencer a la mujer de mi vida? Un profundo dolor de estómago me embargaba al entender que quizás era ella la única que precisamente no iba a quedar convencida por lo que tuviera que decir. Las posibilidades eran tantas que dolían.

-Quizás decirte que te amo suena tan pobre ahora. Quizás decirte lo que en realidad siento es tan tonto en este momento... --Sentí su nariz recorrer suavemente mi cuello llegando a rozar el lóbulo de mis orejas con tanta suavidad que no pude evitar estremecerme, erizarme -Te amo Rachel, siempre te he amado, incluso desde aquella primera vez, siempre fuiste tú aquello que estuve esperando... --Sus labios depositaban un suave beso en la base de mi nuca mientras yo me sentía tocar el cielo con las manos.

-Tengo tanto que decirte, tanto que hacer, tanto que demostrar, que simplemente no sé por dónde empezar... --Podía oír su voz temblar, podía sentir su respiración cortarse, podía sentir su piel erizarse mientras yo seguía sujetando sus manos con fuerza en un tonto esfuerzo por tratar que se calmara, quizá olvidando por un momento que yo estaba igual o peor que ella.

-Victoria, no tienes nada que demostrarme. Siempre supe que me amabas, siempre. Siempre estuviste para mí, siempre mía, yo siendo siempre tuya, y esta historia siempre siendo tan nuestra. Tenía tanto miedo de venir, de venir y que al final descubrieras que no era lo que estaba buscando. Y ahora te tengo tan cerca y lo único que he logrado comprobar es que sin ti mi vida no tiene sentido. -En un ágil movimiento, logré darme la vuelta para tenerla en frente de mi por primera vez.

Sus hermosos ojos, de un extraño y cambiante color miel me recibían con sorpresa y un profundo amor. Su cabello negro y lacio como el satín, caía por sus brazos completamente descubiertos que dejaban al descubierto una hermosa blusa que resaltaba su belleza aún más, solo aplacados por un hermoso gorro de los que había visto en algún momento en una de las tantas fotos que habían sido parte de mi vida los últimos años. Sus labios, perfectos y definidos me recibían con una enorme sonrisa de sorpresa por tenerme tan cerca en un momento en el que se suponía debía ser diferente.

El contraste entre su delicado rostro y aquellas cejas que hacían un conjunto delicioso con esas pestañas rizadas y formadas le hubieran quitado la respiración a cualquiera. Quizás, lo que hizo que por fin soltara una enorme sonrisa fue el ver aquel color carmesí perfectamente moldeado en sus delicados pómulos. Sentí sus manos enrollarse en mi cintura mientras yo no pude evitar, gracias a aquellos tacos que me hacían quedar a su altura, tocar suavemente con mi mano derecha aquella hermosa coloración que se formaba en sus mejillas.

No tenía palabras. A veces hasta los escritores sufrimos de discapacidad lingüística cuando nos damos cuenta que toda la belleza de la que hablamos existe en un solo ser. No podía imaginar los profundos celos que cualquier persona pintor pudiera haber sentido de mí en ese momento. Yo había contemplado la grandeza divina de manera cercana y poderosa, ellos solo se habían conformado con dibujar retazos de hermosura llevados por ideas vagas que ni siquiera se comparaban a aquella belleza inmensurable que embriaga mis ojos en ese momento.

Podían haber pasado siglos en ese momento. Pero para mí no habían pasado más de unos segundos. Unos segundos que ahora estaba segura que quería compartir indefinidamente, indeterminadamente. Si algo me faltaba por conocer, lo sabía ahora. No podía evitar la tentación de besarla, era insoportable tenerla tan cerca y no hacerlo. Quizás me detenía el lugar, quizás era aquella voz de fondo que gritaba su nombre trayéndonos a la realidad.

-Victoria, te necesitan en el curso. Es algo con respecto a la entrevista que se supone que harás para la cadena de televisión la semana que viene... --Tamara se manifestaba a nuestro lado mágicamente con una enorme sonrisa de disculpa. Yo la veía a regañadientes aún indecisa de quitar los ojos de mi sol personal, de mi diosa humana. Tenía tanto miedo de que desapareciera de mi vista al primer descuido.

Sus manos seguían firmes en mi cintura, no se había movido ni medio centímetro aún a pesar de que la llamaba era una de sus mejores amigas. La vi tomar un largo respiro mientras por primera vez volteaba a ver a Tamara que a esas alturas se veía claramente arrepentida de haber arruinado lo que fuera que estuviera pasando.

-¿Es necesario que yo vaya? ¿No pueden arreglar Mariana o Abigail? -Y volteaba a mirarme a mí con verdadera cara de disculpa. Yo, no podía apartar mi rostro de Tamara. Me miraba como queriendo preguntar algo, indecisa, insegura. Como cuando recuerdas la cara de alguien pero no estás segura de que sea ella.

-Es ella ¿verdad? ¿Es Rachel? -Y Tamara me dedicaba una larga mirada mientras esperaba por la contestación de Victoria. No pude evitar sentirme una imagen de portada mientras preguntan por un libro. Reí sonoramente ante el rostro de Vicky, una extraña cara entre la carcajada y la disculpa. Sabía que no se reía por mí, pero yo me sentía más que a gusto con el descaro de Tamara que decidí que presentarme iba a ayudar un poco.

-Sí Tamara, soy yo, soy Rachel, es un placer conocerte al fin... --Y extendía mí mano sin moverme del mismo lugar en el que estaba gracias a que la hermosa morena que tenía de frente no había movido sus manos de mi cintura ni por medio segundo. Vicky me veía con una marcada cara de risa mientras Tamara me dedicaba miradas inquisidoras, llenas de preguntas.

-Dile a Abigail o Mariana que solucionen lo que deban solucionar ¡Qué se las ingenien hoy sin mí! Tú entiendes Tamara -Y la vi dedicarle una larga sonrisa cómplice a su amiga mientras yo sopesaba las oportunidades que tenia de reírme y de recibir uno de sus famosos morrazos que tantas risas me habían sacado estando lejos de ella.

Vi a Tamara alejarse mientras se despedía de mí con un gesto de su mano derecha. Alcancé a ver como en algún momento su miraba iba hacia el rostro de Vicky dedicándole una enorme sonrisa que tranquilamente pudo haberse transformado en un ¡Buena suerte!

-Si nos quedamos aquí, creo que la gente se empeñará en preguntarme por mi apellido y vida social una vez más -Y me miraba con una sonrisa en sus labios mientras se acercaba lo suficiente para darme un beso en la mejilla alcanzado a rozar con delicadeza la comisura izquierda de mi labio. Mi corazón latió desbocado, agitado y feliz todo al mismo tiempo.

-¿Dónde planeas llevarme? -Me sonrió con esa enorme sonrisa que amaba mientras enredaba su mano en la mía y me llevaba con decisión por ese lugar. Yo, extraña mezcla de hormonas y felicidad iba mucho más que feliz de su mano,. A pesar de que siempre había bromeado con eso de que su mano era pequeña y la mía tan grande ese momento simplemente quedaron perfectas.

-¿Importa acaso? ¿Tienes miedo de que te rapte? -Y seguía riendo descaradamente mientras acompasaba su caminar al mío. No podía dejar de mirarla a ella, a pesar de que pasaban decenas de estudiantes, mis ojos no se alejaban ni por cinco segundos de su rostro, ese rostro perfecto que tanto amaba.

-No podrías raptarme aunque quisieras. En todo caso, la raptada serías tú... --Caminábamos por un enorme patio lleno de flores y arbustos. Habían mucha parejas en el, todas demasiado ocupadas como para darse cuenta de que le mundo seguía aun a pesar de sus deseos de detener el tiempo, de que todo continuaba aún a pesar de que sentían que amaban y les faltaba espacio y horas para amar más.

-¿No podría raptarte? Interesante, si supieras que justo en este momento estoy planeando todas las formas posibles para convencerte de llevarte a un lugar desolado en el que solo estemos tú y yo... --Y a pesar de que hacia un gran esfuerzo, sus mejillas estaban tan rojas como siempre había esperado verlas. Y yo la experimentada, sentía que la vergüenza inundaba su cara mientras el calor azotaba mis mejillas, ¡me había sonrojado! -Se te ve muy bonito ese color rojo en las mejillas -Reía mientras me dedicaba miradas fugaces que me dejaban ver la belleza de su sonrisa y de sus ojos.

En algún momento, los arbustos dieron pasos a arboles y las flores a rosales. Y como si hubiera estado esperando que algo así pasara, la vi ponerse en frente de mi con aquella decisión en los ojos que siempre intuye que algo que deseas hacer pero te da vergüenza esta por suceder. No pude evitar sentir como mi estomago pedía a gritos algo de tiempo para acomodarse y volver a recordar cómo trabajar en conjunto con mi corazón que latía desbocado.

Y mi mano recorría su rostro con suavidad, enfocándose en tocar aquellos labios y pómulos una y otra vez mientras la veía cerras los ojos y solo sentir. Añoraba tanto sus labios, añoraba todo de ella, pero todo debía ser perfecto, debía ser dulce, debía ser tan de ella, simplemente único.

Caminé el pequeño espacio que nos separaba quedando tan cerca como para sentir su aliento delicioso en mi cara que me embriaga. La vi abrir sus ojos, encontrándose con los míos tan de cerca que no pudo evitar sobresaltarse. Abrió sus labios lentamente, inundándome aun mas por su aliento que para esas alturas me dejaba sin el mío.

Su rostro avanzaba hasta el mío sin dejar de mirarme. Sus labios rozaron suavemente los míos mientras mi cuerpo se preparaba automáticamente para ese momento que había esperado por años. Al principio fue lento y dulce, como todos los primeros besos. Mis labios aumentaban la intensidad a cada momento, mientras mi lengua buscaba la suya jugando solo el juego que ellas dos podrían jugar.

El beso se había vuelto profundo y agobiante, delicioso y adictivo. Sus labios se movían con fuerza por los míos mientras mis manos se enrollaban a su cuello y la atraían más hacia mí. Su aliento cálido inundaba mi boca y por fin conocía a que sabían sus labios: dulces, frescos, un sabor delicioso que no había probado nunca, delicioso y necesario.

Sus manos abrazaban fuerte mi cintura, recorriendo mi espalda, mientras acompasábamos la respiración para hacer el beso más profundo, más duradero. Las piernas me temblaban y mi corazón latía cual corcel desbocado. Estaba enamorada, profundamente enamorada. Aquel primero beso me lo demostraba, sus labios eran los labios que había querido probar toda mi vida.

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