Anorexia
Es un trastorno alimentario que causa que las personas pierdan más peso de lo que se considera saludable para su edad y estatura.
Las personas con este trastorno pueden tener un miedo intenso a aumentar de peso, incluso cuando están con peso insuficiente. Es posible que hagan dietas o ejercicio en forma excesiva o que utilicen otros métodos para bajar de peso.
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Estoy harto, harto de esta sociedad que solo sirve para dividir más el mundo, harto de que nos traten como anormales solo por padecer trastornos psicosociales, harto de que crean que la anorexia afecta solo a mujeres.
Sí, lo reconozco, sufro anorexia y soy hombre. Lastimosamente me di cuenta muy tarde. Y ahora estoy aquí postrado en una camilla, luchando entre la vida y la muerte debido a la desnutrición a la que he llegado por buscar el cuerpo perfecto. Pero qué les puedo decir, durante mucho tiempo estuve inconforme con mi físico, me sentía menos atractivo y eso me hizo querer tener un "cuerpo perfecto". ¿Estaba mal?, sí. ¿Lo sabía?, no en ese momento.
Comía y comía para ganar masa muscular, grave error, debí informarme primero. Luego de tragar cual cerdo todo lo que tuviese en frente, empecé a verme demasiado gordo. Eso no era lo que quería, quería un abdomen plano y marcado, fuertes brazos y esas cosas. Ahí fue donde todo empezó. Ahora venía el momento del trabajo duro, de lo que yo creía que funcionaría, ejercicios, ejercicios y más ejercicios. Estaba llevando mi cuerpo más allá de lo que podía soportar, pero eso no importa, los resultados valdrían la pena.
Mi madre me decía que me veía guapo, pero es mi madre, lo decía desde antes de hacer esto. La verdad es que al verme al espejo aún me veía gordo, era frustrante. Necesitaba algo más, necesitaba dejar de engordar y, para eso, debía dejar de comer. Y esa fue mi decisión, cuando me llamaban a la mesa sacaba cualquier excusa y luego, cuando nadie veía, bajaba y desechaba la comida. Mi madre decía que estaba empezando a adelgazar, pero yo me veía cada vez más gordo, no entendía que debía hacer. Pero algo era claro, algo estaba haciendo mal e iba a descubrir lo que era, necesitaba bajar de peso.
pasaron varios meses, mi madre se preocupaba por mi, me hacía comer a la fuerza, no entendía que no quería engordar, decía que ya mis huesos se notaban pero, ojalá fuera así, solo así sería feliz. Todos en la calle me miraban con asco, no es mi culpa estar gordo, no me miren así, hago lo posible. Entonces me topé con ella, también me quedó mirando, pero, no era asco o repudio lo que su mirada trasmitía, incluso sonreía. ¿Qué le pasaba a esta chica?, ¿Cómo puede agradarle alguien tan obeso? Estaba leyendo, Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos, fue lindo ver su sonrisa mientras sus ojos pasaban por cada linea. Era de esas que hallaba en los libros lo que no había en ningún otro lugar. Entonces, de la nada; así sin mas, cerró su libro y me miro. Una vez más sonrío, joder no podía dejar de comparar el brillo que irradiaba su sonrisa con aquel que emitian sus ojos; ese par de ojos cafés que podían quitarle el sueño a cualquiera. Antes de darme cuenta ya estaba frente a mí.
-Hola-. Saludó. Su tono de voz tan suave, tierno, pero a la vez demostrando seguridad y determinación.
-Hola-. Devolví el saludo. Ese día fue el inicio de un capítulo mágico en mi vida.
Nuestra amistad se convirtió en algo muy especial, nos veíamos cada tanto, salíamos. La gente me seguía mirando mal. Ella me dijo que no les hiciera caso, que yo era especial, que era especial para ella y me besó. Sabía que lo decía solo para hacerme sentir bien porque yo sabía que a nadie le agradaría alguien como yo. Sin embargo, disfrutar de sus labios era algo que quería desde hace tiempo. Fue simplemente mágico.
A pesar de que desde ese día nos volvimos algo más que amigos, hubo un día en el que todo se vino abajo. me molestó aquello que dijo pero en ese momento yo estaba cegado, ahora veo que es verdad. Me dijo que yo sufría de anorexia, que ella también la había sufrido, ¿cómo puedo sufrir de anorexia si parezco una ballena?, fue mi reacción en aquel momento. Ella decía que mis huesos se veían y que parecía que me desgarrarían la carne. Que va, yo estaba gordo; esa era la verdad, o eso creía.
Dejé de verla un tiempo, mucho tiempo, siete meses para ser exactos, y jamás olvidaré el día en que mi madre entró a mi cuarto llorando y diciéndome que ella estaba en estado crítico, que había sido internada por desnutrición. Rompí a llorar, había pasado tiempo pero yo seguía amándola, ella era la única que había visto algo bueno en mi. Llegué al hospital a verla y su madre me recibió con un abrazo, me dijo que yo no podía pasar por lo mismo, que la última volumtad de su hija para conmigo era que no cayera en eso. No entendía nada hasta que me dijo que había entrado en la anorexia solo para demostrarme a mi que yo estaba mal. Sentí mi corazón romperse cual cristal, todo esto estaba pasando a causa de nuestra discusion, todo esto era mi culpa.
Al entrar a la habitación donde la tenían, la vi, sus huesos se notaban y parecía que desgarrarían su carne. Ahora lo entiendo, entiendo todo, aunque me hubiese gustado entenderlo antes, ahora ella está a punto de morir y todo por culpa mía. Todos los días iba a visitarla y me sentaba a leerle libros, libros que ella tenía guardados en su habitación. Libros que ya ella había leído y que yo también, pero lo que importaba era la intención.
Un día, leyendo el último parrafo de Cien Años de Soledad, se escuchó aquel detestable sonido. Sus latidos estaban disminuyendo, ella moría lentamente. Me apresuré a leer antes de que llegaran los doctores, solo unas cuantas lineas más. Muy tarde, los médicos llegaron y me obligaron a salir, incluso me regañaron por no llamar antes. Yo sabía que ella moriría, solo quería terminar de leerle, a ver si así disfrutaba una vez más de su bella sonrisa, esa que un día logró enamorarme, esa que vi incluso cuando yo ardía en furia y decidí apartarme, solo quería una más de esas sonrisas.
El doctor salió quitándose los guantes, solo me miro con desprecio y se alejó, al asomarme por la puerta vi como las enfermeras cubrían su cuerpo completo, todo estaba claro, ya no más sonrisas.
El día de su funeral fue terrible, su madre lloraba desconsolada y yo, solo estaba en silencio, aún deseando ver otra sonrisa. Cuando todos se hubieron ido, tomé el libro y comencé a leer:
"...Entonces dio otro salto para
anticiparse a las predicciones y averiguar la fecha y las circunstancias de
su muerte. Sin embargo, antes de llegar al verso final ya había
comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto
que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el
viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que
Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo
escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre porque las
estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda
oportunidad sobre la tierra.". Miré a su tumba, esperando encontrarme con otra de esas sonrisas.
-Si estás allá arriba-. Dije mirando al cielo. -Has que llueva fuertemente, así sabré que sonríes-. Me levanté, acomodé el libro a un lado de su tumba y me dirigí al auto.
Mi madre estaba un poco desesperada, sin embargo, no dijo nada. Supongo que entiende por lo que estoy pasando.
-¡Date prisa que va a llover!-. Gritó. Y al voltear vi como se formaban grandes nubarrones en el cielo. Entonces, sonreí. Miré al cielo atontado y de la nada.
-Te amo-. Salió de mi. Así sin más. Incluso me sonrojé al darme cuenta. Pero eso ya no importaba, estaba disfrutando de aquella última sonrisa que tanto deseé.
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