«Ethel Munro y la herencia cósmica»
Gracias, Lempira - Honduras - 1789
—¿Está seguro de esto, padre Mejía? —La apremiante voz del joven diácono hacía eco en el abovedado techo de la iglesia de La Merced—. Es decir, ¿no cree que deberíamos pensarlo mejor? Es una contrabandista, ¿o no?
—Miguel, por años he protegido este objeto con el fin de entregárselo a la señorita Munro. Tú harás lo mismo con su sucesor cuando llegue el momento ¡Deja de quejarte!
Miguel pareció querer refutar aquel argumento, pero el sonido de un monociclo le indicó que ya no estaban solos.
Ethel Munro, a quien estaban esperando, atravesó las puertas de la Iglesia dejando ver detrás un rojo atardecer. El padre Mejía hizo una seña para que lo siguieran y los tres descendieron hacia un húmedo sótano por una escalera de mármol.
—Antes de que me olvide, padre, le traje su preciado encargo. —Hundió una de sus manos en una bandolera de cuero y sacó el alijo—: Horchata y café de palo.
El sacerdote tomó el paquete y le guiñó un ojo a pesar de la mirada reprobatoria del diácono. Continuaron avanzando hasta un armario que se hallaba al fondo de la estancia. Miguel tomó una lámpara de bronce para iluminar mejor y el sacerdote extrajo del interior una caja de cobre labrada. Ethel se quitó un guante y tomó la llave que llevaba en uno de los compartimentos de su cinturón portaobjetos y la introdujo dentro de la cerradura. Escucharon un sinfín de piezas mecánicas removiéndose en el interior; segundos después, la historia familiar se reveló ante ellos y Ethel conoció por fin su legado.
A simple vista, parecía solo un sombrero Bristol Novelty. Sin dudarlo, tomó el prendedor que llevaba en el interior de su chaqueta aviadora, un regalo de su padre que ahora cobraba sentido.
—Así que, es aquí donde perteneces... —masculló, maravillada, colocándolo a un costado del mismo.
El padre Mejía le relató que en 1544, cuando aquella iglesia aún estaba en sus cimientos, un cometa cayó sobre ella, siendo Duilio Munro, un joven arquitecto y tatara-tatarabuelo de Ethel, el único sobreviviente de la catástrofe. Toda la radiación cósmica del cometa fue absorbida por el sombrero de Duilio y, desde entonces, este otorga a los Munro inteligencia y habilidades sobre humanas tan increíbles como peligrosas.
Duilio, lo utilizó para el bien, manteniéndolo oculto de personas maliciosas. Desde ese momento, cada sucesor recibe el legado y la obligación de proteger aquel sombrero cósmico hasta que llegue a manos del siguiente heredero.
Entrada la noche, Ethel se despidió, agradeciendo a Miguel y al padre Mejía su lealtad. Montó su monociclo y jaló una palanca, la cual hizo desplegar un par de hélices encima de su estructura, transformando el vehículo en un girocóptero.
—No lo uses en tu beneficio, Ethel, recuerda el legado —advirtió el padre Mejía.
Ella asintió, sonriendo, al tiempo que se elevaba y aceleraba a toda velocidad hacia la oscuridad de la noche. El sombrero cósmico tenía nueva dueña y Lempira una protectora.
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¡Muchísimas gracias por leer!
Cuánto tiempo sin publicar algo jaja. Espero que les haya gustado un poquito. ¡Un fuerte abrazo!
¡Hasta la próxima! ^^
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