UNIDOS POR LA MUERTE
De todas las almas de la creación, las mas curiosas sin dudas son las humanas. Uno puede pasarse eones observando a los humanos y seguir sorprendiéndose de sus actuaciones.
Esta historia es sólo uno de los miles de ejemplos que uno puede encontrar sobre el comportamiento humano a lo largo de los siglos. Una historia de la que fui testigo y en la que intervine. La historia más bella de amor verdadero jamás contada.
Comenzemos por el principio, un principio inusual, porque el principio en este caso es el final para las vidas humanas, la muerte.
Y asi fue como la segadora de almas apareció en la casa de un hombre para guiar a su alma al más allá. Podría pensarse que el hombre al ver su propio cadáver tuviese miedo, pero no cuando la muerte llegó a donde se encontraba él se mostro tranquilo. Más que tranquilo. Al ver a la parca con su guadaña sonrio:
- He esperado mucho tiempo, más de treinta años este momento.- dijo.
- ¿El qué? ¿Morir?- Dijo la muerte, con su femenina voz.
- Sí, para volverte a ver.- El hombre lloraba, se levantó del suelo y fue a abrazarla.
- ¿Qué haces? Aparta.- Preguntó ella moviendolo hacia un lado.
- Estas igual que entonces. No has cambiado nada. Amor mío.
- Deja de llorar y decir sandeces. Yo soy la muerte, es imposible que me hayas visto antes, nadie puede verme sólo las almas. Tengo este aspecto de mujer porque a las almas les es más facil confiar.
- ¿Eso es lo que te han dicho?- el hombre se secó las lagrimas y la miró a sus ojos marrones.- Entiendo que no me recuerdes, que te resulte un loco, pero ruego que leas los papeles que encontrarás en ese cajón- el hombre señaló a un mueble metálico.
- Escucha entiendo que estes afectado. La muerte no es fácil para nadie. Pero tenemos que irnos.
- Prometeme que lo leerás.- la volvió a mirar a los ojos.
- Esta bien lo leeré.- ella le devolvió la mirada y se sumergió en sus ojos azules.
- Gracias- el hombre volvió a llorar.
- Vamos.
La mujer lo agarró del hombro y dio un tajo con la guadaña al aire abriendo un portal. El hombre ni se inmutó ante la escena como si fuera lo más normal ver portales abrise de repente.
- Adiós, amor mio. Espero volver a verte pronto. Te quiero.- Dijo mientras cruzaba el portal.
Mientras se cerraba el portal ella volvió a fijarse en sus ojos azules, en esos ojos tan familiares. Y el último te quiero seguía resonando en su cabeza.
La misma noche la muerte volvió a la casa del hombre. Esta vez la recorrió de arriba abajo. Una casa demasiado grande para un hombre de casi 60 años solitario. Además que ella supiera no tenía familia. ¿Por qué una casa grande con una cama para dos? Y tres dormitorios. Parecía como s el hombre quisiese formar una familia. Además, la casa le resultaba familiar.
Dejó de inspeccionar la casa y se dirigió al cajón que le hombre habia señalado. Y lo que vió ahí le sacudió por dentro. Una foto y unos papeles contenía dicho cajón. La foto era de ella y el hombre. ¿Cómo podía ser eso cierto? ¿Cómo era posible? La mujer se sentó en la cama y comenzó a leer:
"Sé que lo que les voy a contar a continuación les va a parecer difícil de creer..." decía la primera frase.
La muerte siguió leyendo los minutos siguientes, emocionándose con cada palabra. Cuando leyó el último "sólo espero que llegue el día en que mi cuerpo también lo este" se derrumbó y comenzó a llorar. Y entonces lo recordó todo, quien fue ella antes de ser la muerte, era Lucía la pareja de Kevin, al que había guiado al más allá esa misma mañana. Recordó la enfermedad y el último día que había pasado con su amado.
Seguía llorando, cuando me aparecí a su lado:
- Nunca debiste haber leído esos papeles, muerte.- dije sentándome a su lado.
- No me llames así, Irudiel.- Si, así me llamo- Soy Lucía, me quitasteis todo a mi amor, mi vida, incluso mi nombre.- Dijo con una voz cargada de ira mientras me miraba.
- Fue su decisión, ahorrarte el paso de la enfermedad, para ahorrarte el sufrimiento. Creyó que era mejor así.- traté de explicar.
- ¡Basta! No puedo soportarlo. Quiero ir con él. Quiero volver a lo que tenía. A mi vida.- Se levantó de la cama mientras gritaba.
- Lucía, no podemos hacer eso.- Me levanté y la miré.
- No quiero ser la muerte. Renuncio.- se mostraba decidida
- ¿Estás segura? ¿Sabes lo que significa eso? Morirás. Siendo la muerte tendrás vida eterna mientras realizas tu oficio. La vida eterna es lo que todo mortal desea.
- No, yo no quiero la inmortalidad. Lo prefiero a él, porque cualquier segundo con él vale más que un millar de vidas. Y si no puedo estar con él, si tengo que seguir siendo la muerte eternamente, prefiero morir.
- ¿Es tu decisión final?- pregunté mientras la cogía del brazo, aunque ya sabía la respuesta.
- Así es.- Y me miró con sus ojos marrones.
- Muy bien.
Cogí su guadaña, que había dejado a los pies de la cama. Y abrí un portal con su filo. Al igual que lo hizo Kevin, ella atravesó el portal.
Cuando cruzó ese portal, me senté. Estaba conmocionado, y apenado. Si hasta los ángeles podemos sentir. Yo lo había iniciado todo, le había ofrecido el trabajo a Kevin. Y había hecho de intermediario, entre él y los grandes arcángeles. Y todo había acabado así, mal.
Y volví al "cielo", como lo llaman los humanos. Y lo que vi me sorprendió. Todos los ángeles me felicitaban por mi trabajo. ¿Por qué? Pregunté, y me señalaron a la sala de las almas recién llegadas.
Y ahí estaban Lucía y Kevin. En medio de buenas almas confusas. Fundidos en un beso. Un beso eterno. Lloré de emoción, al final podían volver a estar juntos en el más allá.
Uno de los grandes arcángeles se colocó a mi lado. Me giré para verle. Iba ataviado con su ropa habitual, blanca con capucha:
- Les daremos una vida de descanso, una vida en la que sean los dos felices juntos. Se lo merecen.
Y así era, ambos lo habían dado todo por amor. Kevin había renunciado a ella para que viviese, y había esperado hasta el final de sus días para verla, no se había suicidado. Había seguido haciendo el bien, cuidando a los sobrinos de Laura, a su hermana. Haciendo el bien a quien podía. Ella había renunciado a la eternidad por él.
Se dice que los ángeles somos seres superiores que lo sabemos todo. En ese momento viendolos unidos en ese abrazo eterno, comprendí lo poco que sabía sobre los humanos. Y tomé una decisión. Esta historia debía de ser contada y conocida.
Volví a la casa de Kevin y Lucía. Cogí los papeles que escribió Kevin y añadí mi parte. Los encuaderné haciendome pasar por humano. Lo dejé en un banquito enfrente de la biblioteca. Para que lo leyesen, para dar a conocer esta historia. La de Kevin y Lucía, unidos por la muerte. Ni la misma eternidad podrá separarles.
FIN
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