SOY LA MUERTE
Sé que lo que les voy a contar a continuación les va a parecer difícil de creer, y de hecho es normal, y sé que me tomarán por loco. Pero todo lo que voy a relatar son acontecimientos verídicos, y tan cierto como usted que está leyendo estas páginas con suma curiosidad(o simplemente con sarcasmo, es lo más corriente). Por otra parte, ¿quién iba a creer a un joven de 23 años sin estudios y sin trabajo? De hecho parece que hoy en día a la gente solo se le toma en serio si tiene títulos universitarios y másteres debajo del brazo. Pero una cosa es cierta en mi persona, no les voy a engañar, no me gustaba estudiar, por eso cuando finalicé la E.S.O(o como yo la llamaba la gran cruz) me puse a trabajar en lo primero que encontré, repartidor de pizzas. ¿Qué por qué no me gustaba estudiar? Es una buena pregunta. Simplemente no me interesaban las clases que recibía ni los temas que se trataban en clase, me solía sentar en la última fila viendo fantasmas por la ventana. ¿Qué? No, no es ninguna metáfora, desde que nací tengo el don de ver Fantasmas y incluso de oírlos y poder hablar con ellos. Ya sabía yo que en cuanto dijera eso no me tomarían ustedes en serio, de hecho dudo que lo hayan hecho desde que empezaron a leer estas líneas.
Bueno, no nos vayamos por las ramas. Como decía me pasaba las clases viendo fantasmas por la ventana, obviamente esto me causaba problemas, ya que a menudo solía hablar con los visitantes y guiarlos, ayudarles a afrontar su destino. Y, como es lógico y obvio, estas charlas no pasaban desapercibidas entre mis compañeros de clase, que a pesar de que no escuchaban lo que decía, sí me veían hablar sólo. Cada día, y siempre que no hubiera un profesor delante por supuesto, me pegaban palizas, llamándome subnormal, atontado y miles de cosas más. Cualquier ínfimo detalle era motivo de palizas. He de admitir que eran muy valientes, siempre atacando en grupos numerosos a alguien indefenso.
Cuando crecí un poco más aprendí a defenderme, y de vez en cuando les mandaba a alguno de mis "amigos" por la noche para asustarlos. En fin, que no tenía muchos amigos, y mis padres no es que me comprendieran demasiado, ya que ante el aviso de los profesores que decían que hablaba sólo en clase, me llevaban a psicólogos que se inventaban nombres a enfermedades que no existían. Cuando acabé la E.S.O me puse a trabajar, primero de mecánico con mi padre, más tarde de camarero y después de repartidor de pizzas. Hacía meses que buscaba trabajo, que por esas épocas no abundaba.
Tenía 18 años recién cumpliditos, cuando un día, volviendo de una entrevista de trabajo en la cual me habían dicho el clásico ya le llamaremos me encontré con un ángel. Si literalmente, veía fantasmas, pero en algunas ocasiones también podía ver ángeles. Si sé que puede resultar raro, pero si no me han creído antes no lo van a hacer ahora. En fin prosigamos con mi historia. Como les decía me topé con un ángel, de traje inmaculado, de rostro bello y con unas alas blanquísimas, con su voz angelical me anunció:
- Kevin-¿no les había dicho mi nombre? ¡Qué descortesía la mía!- los de arriba necesitan tu ayuda.
- ¿Mi ayuda para qué?-pregunté sin hacer caso a los viandantes que me miraban con extrañeza.
- Lo sabrás si vienes conmigo. He oído que necesitas trabajo.
No lo dudé ni un instante, si la cosa iba de trabajo era capaz de lo que sea, excepto de matar y robar por supuesto, necesitaba el dinero.
- Vale, iré contigo.
De improvisto el ángel me rozo con sus dedos de porcelana, y el suelo que pisaba desapareció, y con él el ruido mundano, el familiar olor a contaminación, todo. Cuando pude abrir los ojos me encontraba frente a unos tipos vestidos de blanco y con capucha, en un lugar sin ruido, sin olores ni nada familiar. Supuse que eran "los de arriba" y pronto descubrí que no me equivocaba:
- Kevin, una vez más necesitamos tus servicios. Nos has ayudado a guiar a las almas en pena a su destino.-habló uno de los encapuchados con una voz poderosa y penetrante.- Estamos muy agradecidos.
- Oh, no es nada. Para eso estamos.
- En fin vayamos al grano, se requieren tus servicios.-habló otro tipo encapuchado.
- Sí es un asunto de trabajo estoy dispuesto a lo que sea, siempre y cuando sea remunerado claro.
- Sí, del dinero no te preocupes. Has dicho que estarías dispuesto a todo.
- Bueno, no me malinterprete, a todo lo que sea un trabajo honrado, sin tener que matar a nadie...
- Que lastima. Porque de la misma muerte va el asunto.-rió un tercer encapuchado situado justo detrás de mí.
- No te preocupes.- añadió rápidamente el primer tipo de blanco al ver mi cara de extrañeza.- Tan sólo tienes que guiar a las almas, pero de una forma diferente.
- ¿Serían tan amables de dejarse de pompas e ir al grano por favor?
- Queremos que seas la muerte.
- ¿Podrían repetírmelo por favor? Es que creo que no lo he escuchado bien.
- Lo has escuchado perfectamente, querido Kevin, queremos que seas la muerte.
- Sinceramente creo que no soy la persona adecuada. Yo no soy un esqueleto.
- Ah, eso. Hasta la fecha la muerte siempre ha sido un ser humano. Lo de los huesos la toga y todo eso son vulgares leyendas fruto de la imaginación humana.
- ¿Y la guadaña?
- La guadaña te la daremos si aceptas el trabajo.
- No lo sé, sinceramente no se qué hacer. Por un lado necesito trabajo, pero esto... No sé no me hago la idea de ir a alguien y decirle:"Soy la muerte y vengo a por ti".
- No funciona así. Tú sólo vas a la persona que ha muerto y guías a su alma hasta su descanso.
- ¿Y no hay consecuencias? ¿Este trabajo no afectará a mi vida?
- Tranquilo, tenemos una "cuartada" para ti, dirás que eres repartidor de European exprés y que viajas por todo el mundo.
- Sí, cualquiera pensaría que eso es a lo más que puedo aspirar. Suena creíble. ¿Y el dinero?
- Parece mentira, ¿Sólo te importa el dinero? Ya te hemos dicho que no te faltará.
- Vale. Vale solo quería asegurarme de que no había letra pequeña.
- Sólo Satanás utiliza letra pequeña.
- Sí que gran tipo.-no acabé la frase cuando se hizo un silencio incomodo entre los encapuchados – lo decía de broma... no iba en serio.-añadí con gran apuro.
- Disculpa nos falta sentido del humor. En fin, te devolveremos a tu casa, mañana tu ángel te llevara tus herramientas de trabajo ahora descansa.
Cuando acabó de susurrar la ultima vocal de esa palabra, y de improvisto todo se volvió blanco. Cuando desperté estaba en mi habitación. Tal como había ido había vuelto. Miré el reloj las nueve de la mañana, parecía que no había pasado el tiempo. Por supuesto lo más lógico era pensar que estaba soñando, más que nada porque ese trabajo era demasiado bueno para ser verdad. Y eso pensé yo pero cuando fui al baño a lavarme la cara con una buena dosis de agua fría había una nota garabateada en un papel y colgada en el espejo:
"No fue un sueño"
Miré la nota y dije en voz alta:
- Muy graciosos.
Después de haberme lavado las innumerables legañas que poblaban mi cara, desayuné lo de todas las mañanas, mi querido donut de chocolate acompañado de un vaso de leche. ¿No era maravilloso? Por la mañana me había levantado y había comido el mismo donut de chocolate, y de repente te encuentras con un ser alado aceptas un trabajo y te vuelves a levantar ese mismo día y a comerte otra vez el donut. Deberían hacer esos milagros más menudo, pensé mientras daba mi último bocado a ese maravilloso manjar.
Una vez hube llenado el estómago me duché y abrí mi armario. Allí estaba la ropa de mi nuevo empleo. Un mono con la insignia de European exprés, y las instrucciones de mi trabajo. Justo debajo había una nota con una dirección. Pero lo importante no era la nota si no de donde colgaba, de una guadaña.
Y ahí estaba yo en un hospital. Con una guadaña que me sacaba una cabeza y un mono horrible, he de decir que los ángeles no tienen muy buen gusto. Subí el ascensor y fui a la habitación número 20. Una de mis nuevas habilidades como la muerte era que nadie me veía, ni me sentía, ... bueno cuando intentaba tocar a alguien unos escalofríos le recorrían el cuerpo. Más tarde se convertiría en mi pasatiempo preferido en los ascensores.
Entré en la habitación, un señor mayor estaba mirando su propio cadáver. Al verme su cara se descompuso y se cayó de culo hacia atrás.
- Eres la muerte- tartamudeó mientras señalaba la guadaña.
- Sí, vengo a guiarte... espera un momento.- En ese momento saqué las instrucciones que me habían dado. Había un guion de lo que había que decir a las almas en pena- vengo a guiarte y a dar paso a tu nueva vida. En esta vida...
- No, no no. No puedo estar muerto, por favor dame una segunda oportunidad.
- Lo siento, aquí pone que sólo pueden tener segundas oportunidades los que caen en coma. Créeme es mejor así, tu vida ha concluido. Y ahora tendrás el descanso que tanto mereces.- Mi voz temblaba, uno tiene el corazón sensible.
- Pero... mi familia....- el hombre rompió a llorar.
- Mira, si quieres puedes echarle un vistazo a tu familia, un último adiós y nos vamos.- le ofrecí.
El hombre asintió mientras las lágrimas caían por su rostro. Ahí descubrí que los fantasmas también pueden lloran.
Volví a casa tras un duro día de trabajo. Lo peor eran los niños. Era un trabajo duro. Todos los trabajos relacionados con la muerte lo son, y yo era la mismísima muerte. Dormí mal aquella noche, y las siguientes. Lo bueno de mi trabajo es que siendo la muerte nunca tenía sueño y no envejecía o eso decían las instrucciones. Era otro de los poderes de la guadaña.
Pasaron los meses y seguía haciendo mi trabajo. Nunca me faltaba el dinero dado que alguien ingresaba una cuantiosa cantidad de dinero cada mes. Y cada día de trabajo estaba más muerto, era horrible tener que llevarse pobres almas de personas muertas en accidentes, de niños... Lo mejor eran las personas mayores, por lo menos habían podido disfrutar una larga vida. Siempre que podía daba segundas oportunidades a las personas en coma, algunas no querían y otras volvían y no les gustaba lo que se encontraban. Siempre que lo hacía me ponía ropas oscuras con capucha siguiendo el tópico, porque era indiferente que los muertos vieran que era humano, pero una persona con opción a volver no era muy aconsejable, ya que algunos recordaban lo que había pasado al volver. Conocí a un chico que le pasó, Alex creo que se llamaba y lo que se encontró al regresar no fue muy agradable.
En fin, así es como yo, un repartidor se convirtió en la muerte. No hay mucha diferencia entre ambos trabajos salvo el dinero, de mandar paquetes a personas pasé a mandar personas al otro mundo. Pero me sentía desgraciado, era más feliz siendo repartidor, en fin nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.
CONTINUARÁ...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top