LA CANCIÓN DEL ALBINO
La nieve cae en el pueblo de la montaña al que todos conocen por el nombre de nieve blanca. Pese al frío un niño con un abrigo de plumas negro cantaba en un idioma desconocido, encima del tejado de la casa más alta. El niño tenía los cabellos rubios como el oro y la piel pálida como la leche, era albino. La canción podía escucharse por todo el pueblo a causa del eco de las montañas.
Leo se despertó sobresaltado, esa canción le resultaba familiar. Seguramente era otra vez un sueño, si tenía que ser eso. Desde que su hermano murió no dejaba de soñar con él y con la canción que siempre cantaba. No podía quitarse de la cabeza la sensación de culpa por la muerte de su querido hermano.
Ese incidente sucedió el 25 de diciembre de 1990. Hacía tan solo un año que había sucedido y Leo aún no lo había superado. A Leo nunca le había gustado la navidad pero desde ese fatídico día lo detestaba. En navidad había muerto su hermano y por mucho que lo intentase ese día solo le producía tristeza y dolor.
Leo no hablaba con nadie del pueblo porque la gente que allí residía actuaba como si el no existiese. La gente del lugar lo consideraba culpable, eso estaba claro. Y todo porque no había sabido cuidar de su hermano. Ese día en las montañas había una tormenta de nieve. Y no había podido evitar que su hermano saliese en busca de su perro. Leo le había seguido corriendo para que nada le sucediese en la tormenta. Pero una avalancha de nieve se había llevado a su hermano. No pudo reaccionar a tiempo, saltó a por su hermano para para parar el golpe de la avalancha, para protegerlo. Pero no sirvió de nada cuando se despertó y su hermano estaba muerto a su lado.
De repente Leo miró por la ventana, había un niño cantando la canción de su hermano. No era un sueño, era real. Su hermano cantaba encima del techo de la casa más alta, estaba seguro, era él. Tenía su mismo pelo y su mismo color de piel. Leo salió de su casa y corrió hacia su hermano. Cuando se dio cuenta ya había llegado.
Las lágrimas se resbalaban por las mejillas de Leo. Estaba frente a su hermano. El niño se sorprendió a ver a su hermano mayor:
- ¡Hermanito! Sabía que vendrías. Estaba cantando esta canción para ti, para desearte feliz navidad. Me alegro tanto de verte.
- Y yo, todo esto tiempo creyéndote muerto...
- ¿Muerto? Hermano te equivocas yo morí, lo hiciste tú.
- ¿Qué dices? Eso no puede ser.
- Así es, te llevaste todo el impacto de la avalancha y me salvaste. Fue un buen regalo de navidad, pero me sentí muy muy triste porque moriste. Por eso cantaba está canción, para darte las gracias todos los días. Eres un fantasma y no podías marcharte al otro mundo sin saber que te estaba agradecido. Gracias por venir hermano, este es el mejor regalo de navidad que podría tener, volver a verte, ¿no crees?
Pero Leo ya se había marchado. El niño se encontró de repente con un vecino del pueblo que subía al tejado:
- ¿Otra vez tú aquí? Baja te vas a congelar.
El vecino se llevó al niño a su casa de nuevo. El pequeño albino volvía a ser feliz en navidad. Los mejores regalos no son siempre los materiales.
FIN
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