EL VIRUS DE TITÁN

Jaime Fernández se quitó el pelo grisáceo de la cara. Un viento frío soplaba del Suroeste. Jaime miró al gigantesco Saturno y dio gracias por ser tan afortunado, era científico con trabajo y sin problemas en el lejano Titán. Corre el año 2107. Los humanos abandonaron la Tierra ya que esta se moría. Sólo los más brillantes científicos, políticos etc. consiguieron llegar a Titán el satélite de Saturno. Fernández fue el constructor de la nave AIPOX-345, y el único español en Titán. En Titán hacía mucho frío, él solucionó el problema con unos revolucionarios calefactores nucleares sin contaminación metálica ni de ningún tipo.

Mientras el científico cogía su aerodeslizador pensaba en todo lo que había perdido. En ese planeta sólo había ciudades auto reciclables, paz y pocos problemas. Ni una mínima bacteria ni una mínima forma de vida salvo los humanos. Se había salvado de la destrucción de la Tierra. Sí, pero a que precio. Habían perdido la naturaleza, cosa que Jaime anhelaba muchísimo. Los políticos decían que había sido un cambio a mejor, no había delincuencia y podían vivir sin demasiados problemas. Insistían en que el problema del racismo se había terminado. ¿No sería por que no había negros en Titán? Los habían dejado abandonados en la Tierra, ya que no tenían ni dinero, ni oro, ni inteligencia. Los habitantes de China, Japón Inglaterra, EE.UU, España etc., si que habían ido a Titán, tenían poder y dinero. Fernández se sentía muy triste por este hecho, a los desfavorecidos se les dejó abandonados.

De repente salió de sus pensamientos éticos y nostálgicos y llegó a la casa de su amigo Alexander Braule. Era un edificio de color grisáceo con una puerta de patio de un metro de altura. Jaime puso su dedo en el lector láser que había en la puerta. Esta se abrió justo después de que una voz dijera pasa.

Fernández entró dentro del edificio, subió por las escaleras de litio móviles hasta el segundo piso, abrió la giropuerta de la derecha y entró en la casa de su amigo. Este sentado en su silla negra y roja le invitó a sentarse a su lado. Alexander tenía el pelo rubio, una cara llena de arrugas, unos ojos azules que anhelaban la vida en la Tierra, un pelo corto y un cuerpo rollizo. Su voz áspera habló:

-Jaime amigo mío, eres el último español en Titán. García murió en su laboratorio hace unas semanas.

-¿De verdad? ¿Cuáles fueron las causas de la muerte?-preguntó el científico sin ocultar su profunda pena.

-Paro cardíaco, aparentemente natural.

-¿Aparentemente?

-Así es. Su piel era azul, yo mismo fui a reconocer el cadáver. Amigo créeme hay algo más.

-¿Y qué crees que es?

-No lo sé pero estate alerta. Mueren los curiosos últimamente. Es una plaga creo yo, provocada por quién sabe qué. El gobierno está investigando una cura. Seguramente se aprovechará si hay muchas muertes.

-No creo que sea eso Alexander tú siempre tan republicano.

-También fue republicano Jorge Martínez, y somos uno de los pocos planetas que no cuentan con el apoyo de su organización.

-Ese se lo tiene merecido. No quiso ayudarnos cuando la Tierra se moría.

-Perdona pero no.-rebatió Alexander un poco airado.-Martínez nos ofreció ayuda una forma de cambiar, cuando se olía lo que iba a pasar pero el gobierno no le hizo caso, y cuando ya era inevitable le suplicaron. Pero no se podía hacer ya nada.

-Creo que también era español-cambió de tema Fernández viendo que la cosa se ponía tensa.

-Sí así es era español. Pero ahora estará seguramente muerto y solo perdura su organización en Verigan. Nos ayudarán cuando pase algo gordo ya te lo digo yo. Bueno lo que te quería decir era que guardes esto en tu casa. Es algo que me dio García el día antes de morir. No sé lo que es, no puedo abrirlo. A lo mejor tú si que puedas en tu laboratorio. Ven mañana si sabes algo. Ahora tengo que investigar sobre esta sospechosa muerte.

Jaime se fue sin hacer mucho caso a su amigo. Era muy poco patriótico y creía que el gobierno tenía la culpa de todo. Era un viejo zorro republicano. El científico se subió en su vehículo para ir a su casa. Al girar por la calle principal un coche negro al parecer del gobierno, casi lo atropella. Fernández se preguntó el motivo por el cual ese coche tendría tanta prisa. Al llegar a su casa era de noche y estaba muy cansado por el trabajo. Puso el botecito que le había dado Alexander en un armario secreto del laboratorio por si las moscas. Entonces vio unos informes de medicina que seguro que le gustarían su amigo. A lo mejor significaban algo, eran del agua disuelta en sal. La sal en Titán no se conocía prácticamente y sólo los antiguos terrestres la recordaban. Jaime ni se molesto en leer los informes de la sal en el cuerpo y se dispuso a dormir. A apretó el botón de la cama y está salió del techo. Nada más meterse en ella Morfeo le cogió en sus brazos.

Al día siguiente sobre las once de la mañana Jaime fue a casa de Alexander. La casa estaba cerrada y no contestaba nadie. Le extrañaba que no contestara ya que no tenía trabajo y estaba jubilado. No le dio más vueltas y metió el informe en el correo. Al llegar a su casa se encontró todo revuelto, especialmente el laboratorio. No lo dudó y llamó a la policía. Esta llegó en una hora y le ayudó a recoger el desorden diciendo que eso era obra de algunos robots con el macroprocesador dañado. Al viejo científico le extrañó pero no protestó y miró si le habían robado algo. Por suerte no era así, abrió el armario secreto y sacó el botecito. ¿Sería por eso por lo que le habían revisado la casa?

No lo pensó dos veces e intentó abrirlo, pero no pudo. Entonces pensó en una forma de abrirlos, miró el grifo de agua y le llegó la inspiración. Si no se abría a la fuerza tal vez sí con cinética. Puso el bote debajo del grifo y abrió el flujo de agua. La tapa salió despedida, Jaime sonrió. Sabía que ese bote tenía un sistema de cierre cinético, es decir tenía unas barras que con fuerza no se podían mover, en cambio el agua entró por el tapón y el cierre y movió las barras. Pero había un problema el contenido del frasco podía haberse esfumado, pero por suerte no lo estaba. Eran unas pastillas azuladas.

Tenían una forma circular, entonces lo puso en el Micro-Max que era un aparato para analizar las componentes de un compuesto. Entonces miró alarmado los resultados que salían de una hoja de la máquina. Las pastillas tenían cianuro y bacterias muertas esto al contacto con el Oxígeno del aire sería altamente nocivo como un virus. Cogió el bote metió las pastillas dentro y fue como una bala al piso de su amigo Alexander, con suerte a lo mejor ya habría vuelto. En el viaje de ida no vio ningún coche del gobierno. Al acercarse al edificio gris de su amigo se sorprendió ya que vio a los coches verde amarillentos de la policía. Se acercó al edificio. Estaba acordonado por dos coches policiales y dos guardas de seguridad. Un policía se le acercó:

-Perdone ¿Vive usted aquí?-preguntó, llevaba la máscara policial puesta.

-No, no vivo aquí he venido a ver a un amigo.

-¿Y cómo se llama su amigo?

-Alexander Braule.

-Venga conmigo-ordenó el policía con una voz no muy alegre.

El policía lo guío por todo el edificio hasta la casa de Alexander, estaba llena de policías. El policía que le había guiado le incitó a entrar. Jaime entró en la habitación y no pudo contener las náuseas. En el suelo del salón se encontraba Alexander Braule con la piel azulada y muerto. Los policías viendo que el científico vomitaba en el suelo y lloraba le dieron el pésame y lo tranquilizaron. Le ayudaron a erguirse y le preguntaron:

-¿Tenía su amigo enemigos a algún trato con la organización Martínez o alguna otra organización criminal?

-No, era un tipo muy pacífico.

-Bueno nosotros sólo podemos darle estos informes, a nosotros no nos dicen nada. -El policía enmascarado le dio unos informes de aspecto amarillento para después salir de la habitación y añadir- Márchese antes de que vengan los científicos del gobierno.

Jaime se contuvo su asco y después de ver cómo los policías se marchaban se acercó al cadáver y con unas tenazas multiusos tomó una muestra azul de la piel del cadáver y la guardó en un frasquito que siempre llevaba en su bolsillo derecho. Se secó las lágrimas, cogió los informes y salió de la habitación. Antes de salir del edificio miró en el buzón de su amigo y encontró el informe de la sal. No lo habían cogido. Metió la mano en el buzón y lo agarró y se lo guardó con los otros papeles.

Por la noche en su casa pensó y le dio vueltas a la muerte de su amigo. No parecía una muerte natural, miró el frasquito con la piel azulada. Aunque estaba cansado y roto por dentro decidió investigar y llegar al fondo de la muerte de sus dos amigos García y Braule.

Esa misma noche puso el trozo de carne en el Micro-Max y analizó los resultados. El científico pudo ver una especie de parásito, un virus. Entonces lo comparó con las pastillas, pero no eran iguales. ¿Qué podía ser lo que mató a su amigo? Si no era el virus que le había dado ¿qué podía ser? Entonces miró las pastillas, el virus estaba muerto sí, había germinado, el virus se regeneraba, tan sólo hacía falta ponerle Oxígeno y revivía y era altamente nocivo en unos días podría matar a una persona. Entonces comprendió que las pastillas eran un trozo de hielo de Titán. Antes de llegar los humanos Titán estaba cubierto por hielo. Seguramente García descubrió el virus muerto y se lo dio a Alexander que se deshizo de él. Alguien buscaba ese virus y por eso mataba a sus víctimas de una forma casi imperceptible. Jaime comprendió que ese virus era el mismo que había matado a sus dos amigos. Sólo le faltaba averiguar quién había aplicado el virus a sus camaradas.

Al día siguiente Jaime fue a casa de García, muchísimo más pequeña que la de Alexander y que la suya, prácticamente sólo era laboratorio. Se puso a investigar en los archivadores y al fondo de uno encontró unos informes interesantes. Los leyó allí mismo. Decían esto:

"Días 1, 2 y 3:

He descubierto un virus muerto en ese pedazo de hielo que me dieron los del gobierno. Lo he convertido en unas pastillas redondas por cuestiones de espacio y los he guardado en un frasco.

Días 5 y 6:

El gobierno me ha pedido que investigue si ese virus se regenerara, qué pasaría. Lo he inyectado en una vieja rata terrestre que traje conmigo en el viaje de hace ya 80 años.

El virus se ha regenerado absorbiendo el oxígeno de la rata. No la ha matado pero no se puede ni poner de pie.

Días 7, 8 y 9:

Busco una cura para la rata que se vuelve azulada, el virus absorbe todo jugo gástrico pero se aleja de la sal."

Faltaban varias hojas y algunas estaban tan deterioradas que no se podían leer, sólo pudo leer la última hoja con claridad:

"Día 14:

El gobierno está enfadado por que me opuse a darles el virus inicial. Ellos han patentado otro con mismas características pero necesitan las pastillas que yo tengo para fabricarlo con mayor velocidad. Creo que vienen a por mí."

Jaime se quedó varios segundos pensativo. ¿El gobierno había matado a sus colegas? ¿Para qué quería el gobierno el virus? ¿Para matar a presos? El científico no lo entendía y ya en su casa hecho un vistazo a los informes de Alexander. Estos estaban escritos no con ordenador portátil de bolsillo como era normal allí, si no con un anticuado bolígrafo. Jaime vio la letra, no era de su amigo, al menos la primera hoja. Se puso a leerla atentamente:

"Braule te informo de que estás en grave peligro. Te escribo esto con un viejo bolígrafo de mi padre para que no me detecten. Los del gobierno están planeando tu muerte te has entrometido mucho en el caso. Planean esparcir el virus con el AIPOX-345, va a ser una plaga deshazte de ese frasco, dáselo a alguien de confianza."

Entonces Jaime comprendió quien era ese policía, era el que le había dejado investigar en casa de Braule. ¿Por qué quería el gobierno propagar el virus con su nave? ¿No la reservaban para casos de emergencia? No entendía muchas cosas y eso le escamaba y le inquietaba. Siguió leyendo los informes de su amigo:

"Después de todo lo que hicieron al planeta Tierra van a destruir a este paso este"

Era una nota suelta pasó la hoja y encontró un documento al parecer el más importante de todos por que estaba muy manoseado:

"El gobierno ha comprado mucha sal común de otro planeta que la fabrica. Esto va a ser un caos. Van a desatar el virus pronto por todo el planeta y fabricaran pastillas de sal. La simple sal que tan barata le cuesta al gobierno se venderá como cura millonaria de ese virus. Es una estafa. El gobierno quiere enriquecerse de la desgracia ajena. Esta información me ha costado de encontrarla, el gobierno me persigue. Hay que remediar la catástrofe que se avecina. Sé que hay una solución, abrir los ojos al pueblo. Los que investigan e intentan ayudar mueren. Los curiosos están muriendo. Espero que mi próxima muerte sirva para abrir los ojos a alguien."

Jaime tiró el documento al suelo con rabia. ¿Así que querían desatar una epidemia para enriquecerse? ¿No habían aprendido nada? Eso desataría pobreza, muertes y guerras. No lo podía permitir de ninguna manera. Todo encajaba, el virus se alejaba de la sal que lo mataba por eso no se acercaba al aparato digestivo de la rata por que moría.

Jaime se puso de pie. No iba a permitir que desataran el virus de ninguna manera. Sabía que corría peligro de muerte pero no le importaba mientras pudiera salvar la vida de los demás. Cogió su vehículo y puso marcha hacia el centro de la ciudad. De repente se dio cuenta de lo ingenuo que había sido. Al volver de casa d e Alexander había visto un coche del gobierno seguro que iban a matarle. Sus amigos habían muerto a manos del gobierno que acallaba las voces de los que querían remediar algo. Pronto paró su vehículo había llegado a donde quería el edificio blanco de la televisión. Se bajó de su flotante automóvil y fue a la puerta donde encontró al guarda de seguridad que había ayudado a Alexander y a él:

-Sabía que vendrías después de leer todo. Sé lo que quieres hacer tengo una cámara preparada que sintonizará y grabará dentro de diez minutos-dijo el policía con un sonrisa, iba vestido con una chaqueta negra.

-Guíame hasta la sala de grabación.

El policía no se lo pensó dos veces se giró y fue a paso rápido guiando al científico. Llegaron hasta la segunda planta y en la primera puerta a la derecha estaba lo que querían. Jaime dio las instrucciones a al cámara de la televisión y se puso enfrente de esta. Cuando le dieron la señal de que estaba en línea empezó hablar. En ese momento todas las personas de Titán pusieron atención a la televisión:

-Hola a todos. He venido a hablarles de un terrible hecho. El gobierno que nosotros creíamos eficiente ha matado a científicos de este planeta, de los mejores diría yo. Sólo por querer remediar un mal nefasto. El gobierno ha creado un virus, llamémosle el virus de Titán. Una locura si pero justificada. Venderán la cura por millones. Y eso que es simple sal común que se puede comprar en el extranjero.

De repente en la habitación de grabación entraron unas personas con trajes negros y metálicos y armadas. Dejaron inconsciente al policía que estaba al lado de la cámara. Jaime siguió hablando:

-¿No hemos aprendido de los errores pasados? ¿No es ya suficiente mal haber destruido nuestro planeta natal? Espero que mi muerte sirva para algo.

Los que habían irrumpido en la habitación dispararon sin piedad al científico que cayó muerto delante de la cámara. Todo Titán lo vio aterrorizado y fue la confirmación de lo que había dicho era cierto. Las cosas cambiaron mucho ese día, la población se rebeló contra el gobierno y destrozó la nave AIPOX-345. El virus fue destruido con la sal que robaron los rebeldes. El gobierno fue cambiado por completo y el nuevo líder fue el policía que había ayudado a los científicos. Esta historia es una prueba de que, a veces, una muerte puede significar mucho.

                                                                                          FIN

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