Los cambios pueden tardar en llegar, especialmente cuando se trata de aspectos que deben ser definitivos en la vida. Sin embargo, a pesar de los cambios que podamos experimentar, no debemos olvidar lo que nos llevó hasta aquí.

Ya casi se cumple una semana desde que esa persona se fue de nuestras vidas. Aunque han pasado dos meses desde que tuve que dejar mi casa y mudarme con mi tía, persiste la sensación de que, aunque he vuelto a mi hogar y a mi rutina habitual, "debo seguir en alerta".

Mi interior no me permite continuar como si nada hubiera sucedido. Muchos me aconsejan retomar mi vida normal, pero no es posible borrar años de experiencia en solo siete días.

Si ya de por sí toma meses adaptarse a una nueva vida, nuevas rutinas, vivir en ciudades diferentes y en hogares distintos...

Nuevos horarios y nuevas personas se convirtieron en posibilidades, para bien o para mal. Descubrir, o mejor dicho, entender que dedicar mi afecto a ciertas personas durante años y negarme a explorar nuevos horizontes fue un error.

Darme cuenta de que en su momento tuve razón sobre algunas personas, y que esto afectó a quienes quiero, me enseñó que no siempre debo confiar ciegamente en mi juicio sobre los demás.

Qué más quisiera yo que dejar esta desconfianza hacia todo y todos, pero no es fácil.