Sangre y sombras

Oscura y lluviosa era la noche en la que Thomas jugueteaba con las hebras del cabello de su amada Amelia. Para él, la sensación era encantadora, seductora y artística. Era como poseer el fuego candente de las brazas más intensas del mundo en sus pálidos y delgados dedos, sólo que no sentía ardor al tacto, lo único que sentía era una pequeña sensación cálida en su pecho, simbolizando la eterna felicidad que presenciaba en los momentos que pasaban juntos.

Amelia no estaba en desacuerdo con esto, al contrario, ese sentimiento la acompañaba aún después de perder la razón entrada la noche, en sus sueños e ilusiones más puras.
Habían estado juntos por mucho tiempo, compartiendo cosas que no le compartían a nadie más, alegrándose por cosas que no le importaban a una persona común y besándose con una actitud pasional que otras parejas no poseían.
Eran objetivamente, eso puedo jurarselos con mi vida, la mejor dupla de amantes que haya existido en la faz de la Tierra en toda la historia. Al menos hasta esa fatídica noche de octubre.

Thomas seguía enredando sus dedos en el cabello rojizo de Amelia, el cual caía como cascadas de fuego sobre la almohada de la cama mientras ella esbozaba una pequeña sonrisa y miraba con picardía los ojos verdes de su pareja.
Las cosas se tornarían en un nivel de erotismo elevado pronto, sus corazones latían rápido y con fuerza, exactamente al mismo tiempo, mientras se veían fijamente, como si se comunicaran mentalmente, esperando que uno de los dos realizara el primer roce.

No pudo lograrse, pues un ruido cortó el silencio que se estaba acumulando desde hace tiempo en la habitación del apartamento número 13, donde nuestros dos enamorados vivían.

ㅡ¿Tú o yo? ㅡpreguntó Amelia radiante.

ㅡEnseguida vuelvo ㅡcontestó Thomas riendo, adelantándose a su novia.

Se levantó con dificultad, caminó descalzo a través del apartamento, pasando de la habitación al pasillo y del pasillo a la sala, donde el suelo de mármol blanco paralizó por un momento a Thomas. Sintió el penetrante frío en las plantas de los pies y siguió caminando hacia la puerta.

Su mano se estiró para tomar la manija de la puerta, entonces hizo una pequeña pausa... sintió electricidad recorrer su columna.
Un presagio.

Thomas quedó inmovilizado un momento, una gota de sudor frío surgió en la raíz de su cabello y bajó por su frente hasta su mejilla izquierda. Todos sus sentidos parecían estar adormecidos, él no sabía que pensar, sólo estaba ahí de pie y no le importaba nada más que ver la manija de la puerta, de color plateado brillante, y sentir el frío bajo sus pies, como ardía y entumecía la punta de sus dedos.

Volvieron a tocar y eso sacó a Thomas de su trance. Agitó su cabeza de un lado a otro, tomó la manija y la giró, abriendo la puerta.

No había ninguna corriente de aire en el edificio hasta que Thomas abrió la puerta y una gran ráfaga de aire se estrelló contra su rostro, levantando su cabello y provocándole un mareo, como si todo su mundo comenzara a tambalearse y corriera peligro de caer al vacío... y no se equivocaba para nada.

Recuperó el aliento después de recibir el viento en su rostro y miró lo que había al otro lado de la puerta. El espacio. Eso era.
El habitual pasillo de color verde con alfombra café ya no existía, todo fue intercambiado por el infinito color negro, acompañado de puntos azules, naranjas y dorados arrojados de aqui a allá, contrastando e iluminando la profunda oscuridad que se extendía frente a los ojos del joven hombre, quien se había quedado sorprendido y paralizado con tal espectáculo.

Al inicio creyó que era su mente, que el espacio no estaba ahí, que sólo estaba soñando y que, pronto, Amelia lo despertaría dándole un beso y sirviéndole un delicioso desayuno que saborearía en su boca el resto de la mañana.
Lamentablemente, esa ilusión se rompió al acercarse al marco de la puerta, asomar la cabeza y poner un pie fuera de su apartamento, el cual flotó y no llegó a tocar nada más que una corriente de aire fresco.

ㅡEn el espacio no hay viento ¿o si? ㅡpensó Thomas para si mismo.

Volvió a meter su pie al apartamento y se dió la vuelta para ir corriendo por Amelia.
Algo se lo impidió. Una mano larga, huesuda y gris que lo tomó del cuello.

ㅡAh... ㅡsusurró Thomas frunciendo el seño.

La mano misteriosa estaba aplastando la traquea de Thomas provocándole asco y repulsión, una sensación de hormigueo recorrió la garganta del chico y sintió que iba a vomitar en cualquier momento.

Enseguida, Thomas reconoció al dueño de la huesuda mano.
Un hombre de su estatura, (literalmente, la misma estatura) vestido con un abrigo de lana negro tapando todo su cuerpo, una capucha cubriendo su rostro, impidiendo ver cualquier rasgo facial y, para finalizar, portaba botas negras gigantes.

Lo único que nuestro protagonista pudo ver fueron sus manos, con piel delgada, suave y gris, completamente gris, con dedos largos, huesudos y uñas blancas afiladas.

Además de eso, sólo pudo ver otra cosa. Sus ojos. Ojos imponentes de color rojo, lucían delicados pero al mismo tiempo viejos y poseedores de una experiencia con la que los hombres mortales sólo pueden soñar.

ㅡLa sangre lacerante llama a tu alma ㅡdijo el hombre de negro.

Había algo extraño con su voz.
Thomas sabía que el hombre había dicho algo y él lo había entendido, pero no tenía ni idea de cómo sonaba la voz del hombre misterioso, era como si las palabras hubieran entrado en su cabeza pero el tipo no las hubiera pronunciado.

ㅡLa sangre lacerante llama a tu alma ㅡdijo de nuevo el hombre de negro.

Thomas sintió un latido en su cabeza y su vista se nubló, como si pusieran un cristal empañado frente sus ojos impidiéndole ver correctamente. Quería correr, huir de la escena y gritar.
Añoraba dirigirse directamente a su habitación, tomar en brazos a su amada Amelia y huir juntos para escapar de esta bestia de aspecto humanoide. Sin embargo, no pudo hacer nada de lo que quería.

Aún con su vista nublada, sus sentidos alterados y su lenta comprensión de lo que sucedía a su alrededor, su cuerpo se movía. Sentía los músculos de su cuerpo moverse y realizar actividades, pero él no tenía control. Su mente no podía tomar de vuelta el mando, era algo sumamente complicado y se llenaba de angustia mientras más tiempo pasaba.

***

Pasaron lo que, para él, fueron horas. De pronto recuperó la vista y, sin previo aviso, se vio a sí mismo frente a él. Creyó ver una aparición paranormal con su mismo rostro, hasta que notó un borrón que se hacía más grande en la cara que miraba frente a él cada vez que respiraba. Era un espejo en el que él mismo se estaba reflejando.
El entorno, más allá del espejo, le resultaba conocido. Por unos segundo creyó no reconocerlo, pero recobró poco a poco la conciencia y descubrió que estaba de pie en su baño, mirándose en el espejo donde se arreglaba cada mañana antes de ir a trabajar.

ㅡAmelia ㅡse dijo a sí mismo mientras lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

Lo primero que recordó fue a ella, como acostumbraba cada mañana al despertar. Todas la mañanas él se despertaba, pensaba en ella, la miraba a su lado recostada en la cama, enredada entre las sábanas de seda blanca, como si se tratase de un mismísimo ángel bajado del cielo, y se decía a sí mismo:

ㅡHoy será un gran día, como todos los demás en los que mi amada Amelia estuvo presente.

Y sus palabras no eran en vano. De ellas sacaba energía, paz y determinación que lo impulsaban a mejorar cada aspecto de su vida y le traían la más intensa alegría, una que muy pocos llegan a sentir.
Lamentablemente, ahora no sentía nada parecido, sino todo lo opuesto a la dicha.

Tuvo leves sensaciones de escalofríos en su piel, gotas de sudor frío resbalaron de su frente y tenía un nudo en la garganta que le impedía decir cualquier cosa.
No sabía lo que pasaba, no podía pensar en nada concreto, cualquier recuerdo que buscaba sin parar, dentro de su memoria, sólo le traía una profunda e inmensa tristeza.

Miró lentamente hacia la puerta del baño. No había ningún ruido en el baño ni fuera de él, todo estaba desierto.
Thomas quiso ir hacia la puerta y abrirla, pero no tuvo el valor para hacerlo, sus piernas no le respondían como quería. Finalmente, su cuerpo sucumbió a la tristeza y la angustia, cayendo al suelo de azulejos color blanco.
No.
Los azulejos eran de color blanco, pero varios ya no tenían esa tonalidad. Estaban cubiertos de rojo.
El inmenso mar de color rojo esparciendose a lo largo del frío azulejo del suelo del baño era tibio y de consistencia preocupante. La preocupación de Thomas no hizo más que aumentar, junto con su sudor frío y su respiración entrecortada.

ㅡNo, no, no, no ㅡsusurró para sí mismo mientras intentaba recordar lo que pasó.

Aún cuando no tenía recuerdos, su instinto lo preparaba para lo que tendría que afrontar a continuación.

Movió lentamente su cabeza del suelo, sintiendo cómo su cabello se manchaba con un poco de sangre. Miró sus manos, llenas de la misma sustancia carmesí, pero ya seca, y un cuchillo de cocina junto a sus pies, lleno de sangre y pequeños fragmentos de algo viscoso, semejante a carne cruda.

Recuperó un poco de control sobre su cuerpo y se arrastró hasta llegar a la taza del baño, donde arrojó grandes cantidades de vomito.
Mientras se deshacía de los residuos de su estomago, deseó que todo fuera una pesadilla, un mal sueño del que despertaría y besaría a su amada Amelia una vez más.
De nuevo ese sentimiento.
Más angustia, dolor y pesadez en sus hombros. Thomas sabía que tenía que afrontarlo rápidamente para terminar aún más rápido.

Después de reposar su cabeza por un largo rato en la taza, decidió ponerse de pie y caminar hacia la puerta que daba a su habitación, donde Amelia se encontraba.
Giró la manija de la puerta para abrirla y se encontró con la peor pesadilla de toda su vida.

Sobre la cama, inherte, se encontraba el cuerpo de Amelia.
Semidesnuda, cubierta de sangre que emanaba de múltiples cortadas en su cuerpo, como grietas de color rojo en su suave piel pálida.
Thomas no pensó en nada al verla, su mente se vació y sus sentidos volvieron a nublarse, pero de una forma diferente.
Se sentó en la cama mientras sus lágrimas comenzaban a secarse y sus cabeza se mantenía estancada en un estado de shock.

ㅡAmelia... ㅡdijo mientras miraba su cuerpo con detenimientoㅡ, ya no estás.

Después de eso, Thomas no pronunció ni un solo ruido, a excepción de seis palabras que tuvo que decir cuando la empleada del número de emergencias contestó el teléfono:

ㅡMaté al amor de mi vida.

***

Tiempo después, se percató de que estaba sentado en una pequeña habitación de color gris, frente a una mesa de color negro.
Del otro lado de la mesa, un hombre con cabello canoso y barba desaliñada, le ofrecía una mirada seria.

ㅡSe lo preguntaré una vez más ㅡdijo el hombreㅡ, ¿por qué la asesinó, señor Coleman?

ㅡ¿Qué? ㅡpreguntó Thomas recobrando la conciencia.

ㅡA su novia, Amelia Bennet, ¿por qué la mató?

Entonces Thomas pudo deducir que estaba siendo interrogado por la policia, o eso indicaba la placa que el oficial llevaba colgada en su cuello a modo de collar.

ㅡNo lo sé, algo extraño pasó ㅡdijo Thomas mientras recordaba su horrible laguna mental de horas atrás.

ㅡ¿Cosas extrañas? ¿Cómo qué?

ㅡNo lo sé ㅡsu cabeza comenzaba a doler cada vez que intentaba recordarㅡ. Recuerdo ver estrellas en medio del espacio exterior.

ㅡ¿Usaba un telescopio? ㅡpreguntó el oficial frunciendo el seño.

ㅡNo ㅡrespondió confundido, hablando lentamenteㅡ, las estrellas estaban en el pasillo.

ㅡ¿El pasillo?

ㅡSi, cuando abrí la puerta de mi apartamento ahí estaban.

En la cara del oficial se formó una expresión de confusión.

ㅡ¿Consume LSD, señor Coleman?

ㅡ¡No! ㅡgritó Thomas con furia.

ㅡ¡Tranquilicese! ㅡescupió el oficial.

Thomas sintió que su estomago se revolvía y sus mejillas se ruborizaban.

ㅡLo siento, oficial ㅡrespondió.

ㅡNo se preocupe, entiendo su situación ㅡdijo el oficial suspirandoㅡ. Suelo ver muchos casos como estos en los que la pareja no se entiende muy bien y creen que la única opción para salir del matrimonio sin ninguna consecuencia es matar a su pareja.

Thomas se llenó de furia. Era el comentario más estupido que había escuchado en toda su vida y sólo tenía ganas de golpear al oficial en la cara una y otra vez hasta hacerlo sangrar, pero se contuvo, pues ya tenía demasiados problemas y la presión emocional mantenía su cuerpo rígido.

ㅡCreo que ese no es mi caso, señor ㅡdijo Thomas mientras cerraba sus manos en puños.

El oficial lo miró detalladamente y poco a poco una sonrisa traviesa se formó un sus labios.

ㅡYa veo ㅡdijo mientras se cruzaba de brazosㅡ. Entonces, supongo, que fue el horrible monstruo con ojos rojos y manos huesudas el que ocasionó el problema.

Thomas se quedó congelado.
De los ojos cafés del oficial, surgió una tenue luz rojiza que lo hipnotizó por unos segundos.

ㅡEres tú ㅡdijo Thomas con voz débil.

Quería saltar y atacar a aquel extraño ser. Quería arrancarle la cabeza, hacerlo sufrir y cobrar venganza por Amelia, pero se encontraba extrañamente inmóvil.

ㅡNi intente moverse, señor Coleman, mis habilidades son extraordinarias y capaces de ponerlo a dormir en un segundo ㅡdijo con un tono de voz un poco más grave.

ㅡ¿Quién eres? ㅡrespondió con lagrimas en sus ojos.

ㅡMe honra con su elocuencia, señor Coleman ㅡdijo haciendo una pequeña reverencia mientras permanecía sentado en su sillaㅡ, es el primero que no me pregunta "qué eres", usted es todo un caballero... o tal vez sólo lo pregunta porque me ve como un simple humano que trabaja en la policia, así que debo aclarar que esta no es mi verdadera forma, sólo estoy poseyendo este cuerpo de humano maloliente para no alterar sus sentidos y que tenga que darle respiración de boca a boca para revivirlo.

ㅡHablo en serio.

ㅡSé que lo hace, lo sé.

ㅡEntonces... ㅡdijo, esperando una respuesta.

ㅡBueno, soy un "monstruo" o así me llaman los mortales.

ㅡ¿Monstruo?

ㅡSi, pero en realidad me encargo de hacer justicia.

ㅡ¿Justicia?

ㅡ¿Podría hacer una oración entera alguna vez? ㅡdijo mientras reía.

ㅡLo siento, señor Monstruo.

ㅡNo importa ㅡdijo haciendo un ademán con su mano para quitarle importancia al temaㅡ. El caso es que me encargo de equilibrar la vida en el mundo.

ㅡ¿Cómo lo hace asesinando gente? ㅡgimió mientras más lagrimas emanaban de sus ojos.

ㅡUstedes eran perfectos juntos ㅡdijo el monstruo con una mirada triste formándose en el rostro del oficialㅡ. Lamentablemente, eso es imposible, lo descubrí de la peor manera posible.

ㅡ¿¡Qué!? ㅡgritó con furia e incredulidad.

ㅡNo puede existir algo perfecto en una vida como esta.

ㅡHay muchas cosas perfectas en esta vida, creame ㅡdijo Thomas mientras lágrimas rodaban por sus mejillas y el rostro de Amelia aparecía en sus recuerdos.

Una presión en el pecho le impedía respirar correctamente, se sentía débil, desprotegido y sin ánimos como para hacer cualquier cosa que se le ocurriera.
Por un momento pensó que iba a perder la conciencia de nuevo, pero sintió electricidad recorrer sus hombros y un sabor metálico en la boca, lo que lo forzó a mirar al monstruo frente a él y seguir con la conversación.

ㅡEntiendo tu dolor, amigo ㅡdijo el monstruo con voz suave mientras se cruzaba de brazos.

ㅡ¿¡Amigo!? ¿¡Me estás jodiendo!? ㅡgritó Thomas mientras lloraba y temblaba sin parar, como si estuviera a punto de tener un ataqueㅡ. ¿Por qué me explicas esto? Hubiera sido mejor dejarme en la ignorancia.

ㅡNo, tú no crees eso ㅡrespondióㅡ. La ignorancia es una pesadilla, te torturarías dia y noche por el resto de tu vida preguntándote qué fue lo que pasó, hasta que la duda te consuma por completo y te obligue a hacer cosas que no quieres hacer en realidad, pero sería la única forma de encontrarle una respuesta a tus interrogantes y un sentido a tu existencia.

Odiaba tener que admitir que esa era la respuesta que esperaba.
Él deseaba saber el por qué, por supuesto, pero después de la austera respuesta de "nada puede ser perfecto" se llevó una gran desilución.

ㅡClaro, verte hacer eso sería grandioso ㅡañadió el monstruo con una pequeña sonrisaㅡ. Sin embargo, me sentí identificado contigo, podrías haber sido una versión más humanizada de mí.

ㅡVete a la mierda ㅡrespondió al mismo tiempo que cerraba los ojos y trataba de corregir su respiraciónㅡ. Esto es un sueño, despertaré en un momento y estaré al lado de Amelia, ella me consolará y haremos juntos el desayuno, será mágico como siempre.

ㅡTranquilo, Thomas, puedo ayudarte.

ㅡ¡Deja de hablar! ㅡgritó desesperadamente mientras lloraba sin parar, desconsolado.

ㅡEsto es un sueño, tienes razón ㅡmintió.

Thomas sintió un pequeño brillo de esperanza en su aura contaminada de oscuridad.
Sabía que podía ser una mentira, de hecho estaba casi totalmente seguro de eso, pero no tuvo la fuerza mental suficiente como para seguir buscando soluciones a la situación.

ㅡ¿Si? ㅡpreguntó.

ㅡPor supuesto, la vida entera es un sueño ㅡdijo, argumentando su respuesta.

ㅡ¿En serio?

ㅡClaro, los seres humanos nacen, crecen, se reproducen y mueren, es un proceso demasiado corto como para que eso sea todo lo que tengas que vivir; todo lo que hacen en esta vida es intrascendente, porque hay otra vida esperándolos en un lugar eterno, donde vivirán para toda la eternidad. Ahí es donde está tu novia, esperandote.

Algo se rompió dentro de Thomas, no quiso saber nada que no tuviera que ver con su amada Amelia. No había pasado ni un dia desde que falleció y él ya la extrañaba, ¿cómo sería el resto de su vida sin ella? No logró pensar en otra cosa más que en reencontrarse con ella. Aunque fuera una mentira, él quería aferrarse a esa mentira con todas sus fuerzas, quería transformarla en su verdad y vivirla en carne propia.

ㅡ¿Cómo puedo saber que no mientes? ㅡpreguntó Thomas.

ㅡSé lo que piensas, pero no tendrás que cortarte las venas ni recibir una bala en la sien, sólo déjalo en mis manos.

Como si el monstruo le hubiera comunicado las instrucciones por telepatía, él supo lo que tenía qué hacer. Fue como si su instinto le dijera los pasos a seguir, como si hubiera estado preparado para este momento durante toda su vida, esperando su gran conclusión.

Él acercó su mano izquierda al monstruo y, antes de que el monstruo hiciera la parte que le correspondía, ocurrió el suceso más increíble que los ojos humanos pueden llegar a presenciar.
La boca del oficial de policía se abrió de forma inhumana, como si su mandíbula funcionara como la de una anaconda, dejando al descubierto grandes dientes amarillos y una lengua consumida por el tabaquismo. Repentinamente, una nube de color negro comenzó a salir del oficial, flotando unos centímetros lejos del oficial, para después convertirse en una masa negra y viscosa que cayó al suelo, acumulándose, reproduciéndose y formando una figura de casi dos metros de altura, que se comenzó a delinear hasta volverse un adolescente realmente alto con ojos rojos brillantes y piel grisácea que portaba un largo abrigo de color negro con capucha.
Las luces de la habitación comenzaron a apagarse y encenderse de manera intermitente mientras las últimas lágrimas caían del rostro de Thomas.
El cuerpo del oficial de policía, anteriormente poseído, cayó al suelo inconciente y con un líquido oscuro emanando de su boca, la cual había vuelto a la normalidad.

-Serás perfecto junto a la mujer llamada Amelia -pronunció el monstruo con una voz ronca y suave.

El monstruo alargó su mano huesuda hasta Thomas, quién usó las uñas de este para cortarse el dedo índice de la mano izquierda, permitiendo que brotara una gota de sangre de la punta del mismo.
Thomas comenzó a trazar un pequeño corazón en la mesa frente a él con la sangre de su dedo, cuando lo terminó, sonrió como si estuviera hipnotizado.

-Te amo, Amelia Bennet -dijo durante sus últimos segundos en este mundo.

De pronto, trazó una línea en zigzag por enmedio del corazón que había dibujado, tomando la forma de un corazón roto.

-Thomas Coleman, te libero de tu sentencia de vida -mencionó el monstruo con una sonrisa en los labios.

Thomas flotó.
Flotó y atravesó el techo como si su cuerpo entero fuera intangible, capaz de atravesar hasta el material impenetrable más resistente del universo.
Miró maravillado el cielo estrellado de la noche en la que por fin fue liberado de aquella horrible sentencia llamada vida a la que fue condenado años atrás.
Mientras se aproximaba más y más al cielo nocturno salpicado de estrellas, sintió la más profunda alegría. Al fin dejaría todos los males e injusticias atrás, abriéndole paso a un mundo en el que las cosas perfectas existen y se puede vivir tranquilo, sin que el monstruo encargado de repartir justicia te moleste.
Salió volando del planeta, se internó en la inmensidad del universo y pudo ver su destino: la luna. Ahí, en la luna, vio un punto de color rojo.
Aunque aún estaba lejos para distinguir exactamente lo que era, comenzó a reír mientras lloraba; esa era la complicada sensación que tenía cuando ella estaba cerca, tan complicada que tenía que reír y llorar al mismo tiempo.
Finalmente aterrizó en la luna y su cuerpo volvió a ser sólido.
En la luna, todas las emociones existentes brotaron en su mente. Miró la cara de Amelia con profundo amor y sintió como si se fuera desmayar en cualquier momento.

-Amelia, lo siento tanto.

-Lo entiendo todo, amor -dijo Amelia con lágrimas cayendo de sus ojos.

Ninguno pudo evitar la cohesión de sus labios, provocando la colisión de sus sentimientos más puros y el origen de una larga vida que jamás terminaría.
Ambos se abrazaron con fuerza mientras sus cuerpos se elevaban sobrepasando el universo o cualquier barrera más allá de este, encaminándose hacia la vida eterna...

***

-No lo entiendo, su corazón simplemente se detuvo -dijo el forense que examinaba el cuerpo del fallecido Thomas Coleman.

El cuerpo del joven estaba sentado sobre la silla del cuarto de interrogatorios, en donde se encontraban varios policías y detectives tratando de encontrar una respuesta a lo que pasó.
El policía encargado del caso, David Maze, seguía inconciente y se dudaba de su recuperación, era como si hubiera sido envenenado; su cuerpo estaba en pésimas condiciones y sus órganos internos estaban casi deshechos, cubiertos por una sustancia extraña y oscura, parecida a la brea.

-El dibujo fue un presagio de su destino -dijo el detective Camus, encargado del caso.

-Supongo que podría decirse -dijo la oficial Rodríguez, quién lo acompañaba.

-No hay razón aparente para que esto sucediera, es como si se hubiera suicidado de forma natural -dijo el forense mientras limpiaba una gota de sudor de su frente.

-Por supuesto que hay una razón -dijo el detective mirando con melancolía el cuerpo del joven.

-¿Y cuál es? -preguntó el forense, sorprendido.

-No me interesa si usted es muy poco sentimental o es realmente escéptico, pero un corazón roto puede terminar con la vida de cualquier persona; tal vez algunas personas no sepan de qué va la vida... pero deberían saber que el mundo gira entorno al amor.

En ese momento, la habitación se quedó en silencio mientras las luces comenzaban a parpadear, como si una presencia maligna quisiera agradecer la explicación tan rápida de un ser humano que realmente entendía el significado de la vida.

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