Ansiedad

Hoy mi hijo me pregunto que qué era la ansiedad, ¿cómo le explicas un trastorno a un niño de cinco años?

—Es tener mucho miedo sin saber a qué específicamente, como tener miedo a la noche cuando es de día.

Eso fue lo que dije, pero la verdad es que creo que se confundió más con mi burda explicación, me miró con cara confundida, hizo una mueca y se fue a jugar, aun así, sería conveniente descubrir de quién escuchó esa palabra, para esto tengo a alguien en la mente, su niñero.

Mis sospechas, a mi parecer, están bastante bien fundamentadas. Enviude hace unos tres años, gracias a Dios mi hijo todavía estaba muy chico en ese tiempo, ahora no se acuerda de nada de eso. Al quedarme sola lo primero que pensé fue «Luis necesita una figura paterna» y así como estaba, destruida del corazón y con el alma en pedazos salí a buscar una pareja estable lo más rápido posible, una tarea imposible, los hombres de ahora no quieren comprometerse con una mujer hecha y derecha, claro, quieren vivir el enamoramiento, pero yo no tengo tiempo para eso.

La familia tampoco era la solución, ¿quién haría de buen modelo? La tumba de mi padre o mi hermano borracho y mujeriego, ninguno me convencía, aunque sí que pensé dos veces antes de eliminar la tumba de mi padre como posible alternativa. A final de cuentas me resigné a olvidar buscarle una figura dentro de la familia o infiltrado a la casa, eso tampoco sería muy sano, y pensando esto salí con mi hijo al parque cerca de la casa, había muchos niños ahí, yo me llevaba mi laptop para trabajar, aunque no le quitaba la vista de encima, dejándolo divertir, pero buscando que no lo atropellara ningún perro grande.

Esa era mi rutina hasta que un día se me acercó una mujer, era madre soltera de una amiga de mi hijo, una mujer bastante joven, con el cabello castaño hasta la cintura y un cuerpo muy bien cuidado y marcado; nos pusimos a platicar, una señora bastante refinada debo de decir, hablaba muy propiamente y al igual que yo revisaba la seguridad de su hijo desde las sombras, no era metiche pero tampoco una mujer excesivamente suelta.

Así hablamos toda la tarde y ahí salió la charla sobre la "figura paterna" ella me dijo que en su caso había contratado a un niñero, un joven agradable de buena familia que cuidaba a su hija por las tardes, también me dijo que su hija inclusive le había agarrado tanto cariño al punto de empezar a llamarlo "Tío Max". Me contó tantas cosas maravillosas que, casi demasiado emocionada, le pedí el número de este niñero, ella sin pensárselo dos veces y demostrándome que la sororidad existe, me tendió el número del joven. Nuestros hijos volvieron llenos de lodo a abrazarnos y contarnos todos los juegos que habían jugado para cuando nos tenían con toda la atención, pedirnos un helado.

Al día siguiente después de dejar a mi hijo en el preescolar le llamé a este joven, él era todo lo que ella me había contado, increíblemente atento, no me detuvo ni un solo momento, me dejo hablar, contarle mi situación, de verdad que este era un chico muy atento el cuál seguramente crecería para ser un excelente profesionista y jefe de familia, odio admitirlo, pero incluso me recordó un poco a mi esposo de joven. 

Lamentablemente él no podía cuidar a mi hijo, tenía mucho trabajo en la escuela y con otros dos niños que cuidaba, pero me referenció con su hermano, diciéndome que era igual o mejor que él con los niños, ahí fue cuando pequé de ingenua, así sin decirme nada de su hermano le pedí que me lo agendara de lunes a viernes por las tardes y sábados y domingos en totalidad, él no me detuvo y yo pagué por adelantado ¡un mes! Luego me di cuenta de la tontería que había hecho, claro, pero ya estaba hecha, de todas formas, si hacía algo raro lo primero que haría sería correrlo de mi casa.

El lunes fue su primer día de trabajo, algo muy malo debido a que tenía mi horario lleno de juntas y trabajo, a los cuales no me podía negar. Espere a la llegada del muchacho increíblemente nerviosa, en otros casos Luis ya estaría en la guardería de la tarde, pero era muy tarde para llevarlo, ya no tenía tiempo, ¿me lo llevó al trabajo? Me encontraba pensando cuando por fin llegó el muchacho, de hecho, llego bastante puntual, pero sentía como si hubiese llegado con retraso de media hora.

—Buenas tardes señora Verónica, soy Julio, vengo por recomendación de mi hermano, Max, a cuidar a Luis.

Bueno al menos sabe su lugar, pensé, si me hubiera empezado a tutear ya no estaría pisando el suelo de mi casa.

—Un gusto Julio, tu hermano me comentó maravillas de ti, así que no espero menos, Luis, preséntate por favor.

—¡¡Hola!! Mi nombre es Luis, tengo cuatro años...—se quedó pensando en que decir a continuación— me gusta el chocolate, y la escuela.

—Un gusto joven Luis, mi nombre es Julio y te haré compañía mientras mami está trabajando, ¿te parece bien?

—¡Sí, jugamos mucho!

—Claro que sí Luis.

Me encontré conforme con esta pequeña interacción, siempre había mantenido distancia, se había referido a él apropiadamente, no se ganaría mi confianza solo con estás pequeñas muestras, pero por el momento creía no tener a un posible asesino en potencia.

—De acuerdo...Julio, ¿tienes la lista? —una lista de lo que podía comer, alergias y demás cosas pequeñas que se me ocurrieron.

—Sí, señora.

—¿Mi número?

—Anotado.

—Si pasa algo ¿a quién llamas primero?

—A usted.

—¿A qué hora te vas?

—A la hora que este usted en la casa

—Perfecto —dije seria, no le iba a dar a este desconocido la confianza para soltarse, me volteé a mi hijo y lo abracé levantándolo del suelo— Adiós precioso, te quedas con Julio, cualquier cosa o pregunta le llamas a mami ¿sí?

—¡Sí!

—¡Qué lindo mi Luisito!

Ya habiendo completado el abrazo de rutina me aleje lentamente a la puerta para proceder a correr, ya iba a las carreras, si me apuraba llegaría exactamente a la hora.

La semana transcurrió con normalidad, Luis no me comentó ninguna rareza por parte de Julio, yo le había educado bien, él sabía que no lo podían tocar en zonas privadas o verlo desnudo, así que continuamos con esta rutina, pero una noche ocurrió algo... inusual.

Estaba regresando del trabajo, había llegado como normal, pero debido al horario de invierno todo se mostraba oscuro. Cuando llegué Luis ya estaba dormido, mi pequeño con sus cinco años cumplidos, por primera vez en bastante tiempo hablé seriamente con Julio, el también recién había cumplido sus veintiún años.

—¿Cómo pasaron la navidad tú y Max?

—Oh no, mi hermano se fue de intercambio de invierno, no la pasó con nosotros.

—¡Que mal! Lamento no haberte dado días libres antes para poder reunirte con tu familia, no sabía de la situación.

—No se preocupe señora... —dijo suspirando, le tendría que dar ya su regalo de navidad.

—Vamos, dime Verónica.

—¿De verdad sería correcto? —preguntó, mirándome entre confundido y emocionado, se veía lindo.

—Claro que sí, ya tienes veintiuno vamos a permitirte un habla más de iguales.

—Gracias, Vero.

—Eh, bueno, suena algo extraño —debía de admitirlo me ruboricé, pero creo que lo disimule bien acomodándome en el sofá.

—Toda esta situación es un poco extraña ¿no? —habló acercándose, su camisa dejo entrever su pecho.

—No, no tanto, tú ya has estado aquí antes a estas horas—comencé a hablar a tropezones—, incluso creo que ya deberías...

—¿Irte? —me interrumpió, él no tenía ganas de irse, pero al menos dejo de acercarse.

—Sí, Julio —hablé con seriedad— de irte.

Él no habló, yo no hablé, y solo dejamos que el frío nos calara mientras la tensión se iba desvaneciendo poco a poco.

—De acuerdo —se resignó.

Nos levantamos del sofá y nos dirigimos hacía el marco de la puerta, estaba helando afuera, la verdad es que me daba un poco de pena echarlo, pero había visto sus intenciones, ahora no podía dejarlo quedar más.

—Discúlpeme señora —en efecto, había retrocedido— me deje llevar.

—Está bien Julio —paré unos momentos para alejarme— solo que no vuelva a ocurrir ¿de acuerdo?

—Sí señora, muchas gracias por permitirme servirle a usted y a su hijo.

—Gracias por venir y ser tan responsable.

Hubo un silencio incomodo, él no me miraba a la cara, yo no lo miraba a la cara, y aunque el clima era frío, yo me sentía caliente.

—Adiós —se despidió sin mirar atrás.

Julio a final de cuentas era, y sigue siendo, un buen chico, después de ese incidente no faltó al trabajo, pero esta cambiado, a veces un poco ido. Ya lo he encontrado más de una vez quedándose viendo a fotografías mías, o a mis zapatos, o... a mí. Tengo miedo de que hablé de más con mi hijo en estos momentos en los que se nota sensible, creo que lo retirare de esta casa porque ¿y si hace algo malo?, ¿y si habla de más?, ¿o deja de hablar?, ¿Luis lo tomará bien?

Dios, pero que ansiedad.

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