Zafiros en tus ventanas
I
Una centuria sin el viso de tus zafiros.
Resplandor azul hiriente traspasando mi coraza.
Sensación tan ansiada para mi corazón con amnesia de vida.
II
Donde están tus ventanas...
Estoy perdido en el laberinto de Creta.
Sin tu luz esplendorosa; el minotauro aniquilará mi alma.
Sé mi guía.
Abre las ventanas.
III
Hechizo de hielo ardiente,
de marcos negros y de cortinas aleteantes.
Sucesión de día y noche.
Sucesión de vida y muerte.
Mi muerte es ahora, tus ventanas están cerradas.
IV
Estoy cautivo sin cadenas.
Prisionero de un anhelo.
Reo de tus ojos sellados.
Encerrado en mi mismo; lobo caído en un pozo.
Sin los zafiros de tus ventanas.
V
Señor de la bóveda celeste, clamo a ti misericordia.
Solicito tu indulgencia ante esta zozobra.
Porfiaré por tu favor; incansable seré.
Mi alma maculada te entregaré a cambio.
VI
Abre sus ventanas.
Déjame ver el fulgor de sus zafiros.
Arráncame esta oscuridad.
Y mi espada asesina romperé en dos.
Cambiaré las furiosas estocadas por las más dulces caricias.
VII
Dos centurias sin el viso de tus zafiros.
VIII
Alicaído hoy estoy.
Cuando mi barba ha crecido y mi ropa se ha raído...
La oscuridad entonces es rasgada.
Una luz cerúlea va envolviendo parsimoniosa mi alma marchita.
IX
Las ventanas tan mezquinas,
al fin se desatrancan.
Yo empiezo a enseñar las perlas de mi boca, tanto tiempo escondidas.
Como fiel deudor, antes de nada; salgo y rompo mi espada.
Y jubiloso y con suma premura, me acerco a contemplar su etérea hermosura.
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