Parte I
El sonido de aquella campana hizo retumbar los tímpanos de todos los niños de aquel colegio primario, indicando la hora de salir al receso. Las risas de los niños taladraban los oídos de los maestros, quienes en aquella época eran bastante estrictos. Con una regla, mínimo 40cm de largo, y unos, probablemente 2 de ancho, las cuales usaban para trazar líneas rectas casi perfectas en la pizarra. George iba a ese colegio, y por casualidad tenía que esperar a que las filas monumentales en aquel lugar dónde vendían caramelos se disipara; parecía iba crearse un agujero negro en aquel lugar, toda la materia celular humana se encontraba haciendo esa fila de forma muy amontonada.
El momento en el que el turno de George llegó, tuvo la mala suerte, como muchas veces en su vida, en la que sonó el timbre, y era hora de volver al salón. Los profesores barrían a los niños de los pasillos como si estuviese barriendo la tierra del suelo, dividiendo la cantidad y colocándoles en sus respectivos salones.
He ahí George, frente a frente a su anciano profesor, el cual hubiese comprado su rostro con Benito Mussolini —incluso podía verse similar a él cuando ya fue fusilado y linchado, para curiosidad— o Hannibal Lecter si hubiese salido la película en aquel entonces. La vida de George era la de cualquier niño de la época, una época después de pasada la Segunda Guerra mundial (la cual el padre de George murió), y años después la guerra fría.
—Niños, me decepcionan —dijo el Hannibal de la clase, conocido por el colegio como Sir Sergio Rodolfo Jürgensen, mientras fumaba un habano del tamaño de su mano, asfixiando a los pequeños con la ventana cerrada. —. No pueden ser mas vagos porque no da. Ya tengo a 5 desaprobados que recursarían. —añadió y procedió a decir los nombres en voz alta para que el resto de la clase se ría de aquellos desafortunados que no pudieron lograrlo. George se había salvado, para su suerte, ya que su madre lo hubiese casi matado si hubiese desaprobado.
Al regresar a su casa, se encontró a su madre con una pala gana, lavando la ropa de su hijo, jugando el papel de ambas partes luego de la muerte del padre de George, soldado caído en el batallón C, víctima de un disparo de un soldado alemán. Hitler tenía un pacto con Rusia en el momento de la muerte de George Padre, que tiempo después no cumplió, su ejército fue derrotado gracias al mal tiempo— Si eres un dictador sediento de poder, no invadas Rusia, te derrotará con un sorbo de vodka—.
(...) El tiempo había pasado como un aeroplano militar, cuando George cumplió los 15 años, su fiesta fue ir a visitar el bar más cercano a coger su primera borrachera —en aquellas épocas los niños incluso llegaban a beber alcohol, el sistema de salud no tenía el suficiente conocimiento de lo que conllevaba atrapar un vicio con bebidas alcohólicas, y era legal.— Su madre trabajaba, al igual que sus, más o menos 7 hermanos mayores, incluyendo mujeres, que en esas épocas la gente era bastante machista con ese tema, pero sus hermanas eran el ejemplo perfecto de independencia femenina, sabían que no podrían depender de un hombre, la sociedad es, y siempre fue tan putrefacta al igual que la vida —en especial contando todos los acontecimientos históricos y crueles, la sangre derramada del fruto de la humanidad— , y la gente muchas veces piensa en ella misma como para confiarse. George ese día terminó con la cara en la acera frente a una ferretería bastante reciente, dónde vendían herramientas. «Destornilladores Philip: &10 C/U», la inscripción estaba borrosa debido a la embriaguez, pero si lo miraba con un ojo sólo podía distinguirse algo de las letras «Destornnnnnlladores Php: &io CAV», según la perspectiva de George.
Luego de ese acontecimiento y de no querer tocar una cantina por el resto de su vida —sólo duró un mes su idea—, regresó a aquella cantina, cada vez más seguido: «El trastero del licor: mejores precios para disfrutar de una rica Cerveza alemana, un Vodka Ruso, licores de todo tipo, incluso de veneno de serpiente». ¿A qué viene todo esto?, pues en aquel lugar, George había sido encarado por uno de esos matones, al parecer la chica que al matón le gustaba, realmente se fijaba en George, "el borracho" George, el del centro de la ciudad. Michelle LeFleur, una jóven francesa que había visitado la cantina, logró presenciar cómo aquellos hombres de unos veintitantos años humillaban a un niño de 15, lo cual la ley no regulaba en aquel entonces de manera correcta, y decidió intervenir.
—Señores, se acabó la fiesta. —dijo Michelle mientras se posaba frente al jóven, con los brazos en alto para detener a los hombres que lo atacaban, al parecer, con intención de matarle.—, dejen a este muchacho en paz.— Michelle quería creer que había funcionado, pero sólo creía, era perfecto hasta que el matón la empujó.
—A mí ninguna mujer me dice que hacer—dijo el matón mientras se dirigía a golpearle un golpe mortal a George, hasta que LeFleur le hizo caer al tomarle el pie, produciendo un sonido sordo, y arrastrarlo hacia ella. Ella comenzó a golpear al matón, mientras este le agarraba de los brazos, hasta que ella sacó un sacacorchos del bolsillo de su abrigo de pieles finas y caras, el cual se encontraba cubierto de la sangre del matón. El matón, al ver la punta afilada de aquel instrumento, decidió rendirse y en vez de seguir atacando, escapar de la muchacha.
—Veo que se están divirtiendo. —Un policía se encontraba frente a los jóvenes con una porra en sus manos, girando la mientras estos le miraban y esbozaban una sonrisa de inocencia de caricatura, esas cuando un personaje, algo como cuando Tom de Tom&Jerry era atrapado. infraganti por su dueña.
Algo decía que los jóvenes estaban en problemas cuando estos se encontraron en la sala de la comisaría esperando, mientras el comisario le secaba la sangre a aquel matón, y este estaba cambiando de estado de consciencia, George estaba recostado junto a LeFleur, cuando está intentaba mantenerlo animado hasta que llegase la ambulancia y sus madres; la vida no era una caricatura, era muy real.
Obviamente, según lo que se suponía, al llegar la madre de George este recibiría un montón de nalgadas al llegar a la casa, pero LeFleur le había dado su número de teléfono, así que cuando estaba en la casa podía llamarla, y eso hizo. Las llamadas constantes a la muchacha, y ambos hablaban sobre la miserable vida que tenían, era muy perfecto para ser real, ella era como el cielo, como una estrella, o la misma luna, que brillaba para iluminar su camino. Ambos tenían encuentros casuales en un restaurante mientras un interprete tocaba la Nocturna n°9 de Chopin (*Aquí reproducir el vídeo 1, correspondiente a este momento*), mientras ambos se miraban a los ojos. El reflejo de la luna podía verse en los ojos de LeFleur mientras caminaba con George por la ciudad aquella noche. Una jóven con vestido de pieles muy finas, las cuales esa vez eran de un tono más morado, era su enamorada. Ambos se sentaron frente a un río, y miraron los barcos pasar, mientras la luna se reflejaba, no en los ojos de LeFleur, sino que en el lago.
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