3-. Debajo de la máscara
Esos condenados científicos, para su desgracia, por fin usaban la cabeza, y en lugar de lanzarles objetos en sí atacaban con una especie de bala modificada para estallar ante su impacto de rayo, provocando terribles explosiones que rostizaban todo a su paso, aparentemente idea de la oficial Herrera.
Siendo sinceros la tecnología aún estaba en proceso, por lo que no lograba mucho más que dañar sus propias instalaciones, asustar a los animales y una que otra vez alcanzar su cabello, pero si continuaban trabajando en él podrían hacer que las explosiones fueran lo suficientemente masivas como para alcanzarla y dañarle a un grado considerable, logrando así capturarla, pero mientras tanto no debía martillarse tanto la cabeza con eso, debía de escapar, de nuevo, por lo que apresurando a los animales para que corriesen más rápido seguía desviando esas balas de científicos.
Una vez más estos la interceptaron con una red metálica... lo cual era, por no decir de imbéciles, demasiado fácil. No le lanzó un rayo, pero si se adelantó y convirtiéndose en uno cruzó el otro extremo, noqueó a los dos hombres y la red cayó. Cuando todos los animales se fueron y los científicos continuaban persiguiéndolos ahora si lanzó un rayo a la red ya dejada atrás, provocando que esta se convirtiese en una maya eléctrica al momento, y saliendo victoriosa una vez más.
Se aseguró de que cada criatura fuese capaz de abandonar AR Inc, corriendo por los alrededores horrorizados, y al voltearse uno de sus dardos tranquilizantes atinó a dar con su hombro, por lo que como alma que lleva al diablo se hizo un rayo y voló lo más rápido posible a casa, la cual no estaba muy lejos, y apenas pudiendo atravesar la cocina se destransformó antes de caer como mosca muerta.
...
Gael como el buen metiche que era se asomaba por la puerta de cristal del local esperando señales de vida, pero nada. Sin poder evitar sentirse estúpido tocó la puerta con una moneda que sacó de sus empolvados bolsillos procurando que nadie le observase, aunque era difícil hacerlo siendo casi las 1o:oo de la noche.
La verdad es que era consciente de que Raquel era una jovencita muy ocupada, sí, pero no lo creía tanto como para no haber abierto su local en todo el día, y peor, sin dejar un recadito o algo.
Sin más suspiró frustrado y cuando pensaba irse las luces se encendieron de repente, y la figura de la fémina sosteniendo una taza de porcelana en su mano y con una bata de estar atendió la puerta a pasos cansados.
Entonces era por eso, vieja fodonga. Resignado se fue antes de que ella le abriese.
La fémina confundida fue incapaz de asomarse al comenzar a toser erráticamente, con un dolor punzante atacando su pecho. Mierda, no tenía ni idea de que tenía ese dardo del demonio pero cuando despertó (muchas horas más tarde) no pudo evitar vomitar hasta sentir como si su garganta se desintegrase, y estuvo reposando en cama agonizando en tos y vomito hasta que Gael comenzó a tocarle.
Los días posteriores a ese tampoco abrió, arriesgando un poco su estabilidad económica, pero si con tan solo ir a la universidad ya sentía desfallecer no creía poder darle una buena cara a los clientes cuando llegasen.
Para el tercer día después de que le diesen estaba más débil que nunca, ya tenía unas enormes ojeras bajo sus ojos y una delgadez irrefutable, ya que devolvía todo lo que comía; y solo entonces supo que le habían envenenado.
Al ir al hospital a que le limpiaran el estómago los doctores alegaron que era imposible que continuase con vida, pero solo bastó el eliminar el veneno de su organismo y recetarle unos buenos medicamentos para que al quinto día regresase (después de pensárselo mucho) a las oficinas de AR, y otro día más para que abriera.
En ese momento pudo comprender que era inútil tener un disfraz si este no la protegía, por lo que comenzó a meterse a talleres de soldadura para (en unos cuantos meses) poder tener una especie de armadura por debajo de la ropa, pero mientras tanto tendría que ser lo más precavida posible.
Raquel bebía su taza de café desde el mostrador reflexionando atentamente su experiencia reciente... Se suponía que lo que le inyectaban a los animales y que ella curaba debía de considerarse veneno ¿no? Y de ser así ¿entonces por qué no fue capaz de anular lo que contenía ese dardo supuestamente venenoso? Los doctores le habían dicho que la toxina que había invadido su cuerpo era la ricina, un veneno en efecto, por lo que comenzó a plantearse... ¿lo que le inyectaban a esos animales no era veneno? ¿sería entonces algo mucho peor?
- ¡Uy, un fantasma! –dijo el inconfundible hombre de ojos marrones sonriendo cínicamente al tiempo que entraba a su local, el cual a penas había tenido tiempo de arreglar-. ¿Y a ti qué te pasó que te ausentaste toda la semana?
- Oh, es que se me acumularon muchos proyectos, por poco no sobrevivo pero aquí estoy –expresó con una gran sonrisa, a lo que Gael asintió haciéndole como que le creía, un mitómano nato como él reconocería una mentira donde fuese, y parecía demasiada casualidad que justo cuando Relámpago se desaparecía al ser acertada con el dardo que él mismo había fabricado para ella a Raquel le saliesen un millón de tareas en la universidad.
Y aunque no fuese un maestro del engaño y el autor del envenenamiento de Relámpago, cualquier persona con dos dedos en la frente y que las conociese a ambas lo sabría. Lo hizo cuando apenas Relámpago estaba apareciendo, él solía frecuentar su local desde mucho antes al ser lo más cercano que tenía, y al verle cuando se limpiaba los anteojos con el delantal todo se conectó en su cabeza ¡y de eso ya dos años! Pero sabía bien que si decía el nombre del individuo detrás de aquella máscara mal hecha, y la atrapaban, y se deshacían de ella, ya no trabajaría para AR Inc ofreciendo sus trampas (medio saboteadas a propósito) y lo que era peor: que esos putos trabajadores de gobiernos extranjeros no lo dejarían en paz ahora sí hasta que se largase con alguno de ellos.
¡Y hablando del rey de Roma! Justamente cuando se sentaba para comerse su arroz un grupito de hombres de traje empujándose por pasar primero se sentaron junto a él, ofreciéndole sus patéticas credenciales.
No podía dejar AR Inc, aunque esos señores ridículos le ofreciesen muchísimo mas dinero y mejores condiciones de trabajo, aunque lo hiciesen vivir a base de lujos por hacer fáciles ecuaciones matemáticas, aunque le prometieran la gloria y papel higiénico de oro... aún tenía un compromiso muy importante en esa empresa, y hasta que no acabase con él, no podía permitirse el retirarse de sus instalaciones.
Era algo de fuerza mayor.
- Disculpen, señores ¿no van a pedir algo? –preguntó Raquel con una pequeña libreta en mano y una amigable sonrisa.
- ¡Oh, si, yo quiero camarones! –dijo con ese tono característico de estadounidense intentando pronunciar correctamente el español, los demás hombres se negaron a lo que Raquel frunció su ceño-. ¿Y vienen con él? –todos negaron al instante-. En ese caso les pediré que se retiren, el Wi-Fi no es gratuito ¿saben?
- Pero venimos con el joven Castillo –dictaminó uno golpeando el puño con violencia.
- Pero él solo ordenó sushi, ni cincuenta pesos completa, y ustedes son como ocho personas, no sean abusivos, compren algo o se van –colocó varios menús ante ellos, quienes miraban los platillos coloridos impresionados, y la fémina le hizo una seña al otro rápidamente para que se escabullese por debajo de la mesa, y así lo hizo.
Ambos se dispusieron a ingresar a la cocina, donde Raquel como pudo le preparó una mesa medianamente decente mientras preparaba la salsa para lo que había pedido el gringo.
- Cuando se den cuenta de que no estoy ahí se largarán sin dudarlo –dijo Gael sonriendo con superioridad-. Si me hubieses dejado ahí tal vez si te habrían comprado.
- Pero si te hubiese dejado ahí seguirías siendo hostigado por esos hombres sin respeto a lo ajeno –dijo encogiéndose de hombros con tranquilidad, como si no le importase realmente, y pudo ver en su expresión que genuinamente le daba igual.
Lo dejó despreocupadamente en la cocina mientras le daba su platillo al único hombre aún sentado ahí y no pudo evitar reír por lo bajo, qué muchachita tan descuidada e ingenua: si no le pareciese que el robo era un acto de terrible gusto ya estaría reventando a carcajadas desde su casa imaginando su expresión al ver su casa absolutamente vacía.
Raquel... Relámpago... daba igual la presentación, esa chica era una de sus pocas diversiones, y tal vez por eso también se negase a desvelarla ante todo el mundo: sería todavía más épico ver como ella misma se volvía la culpable de revelar su identidad, sola.
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