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ITALIA SE APROXIMÓ AL DEPARTAMENTO EN el que percibía la presencia de Reishack. Era extraño, pero a pesar de que sabía bien que se encontraba ahí, ya no era capaz de sentirlo.

Como había prometido, lo seguiría hasta el fin del mundo siempre y cuando la oscuridad lo permitiera. No iba a darse por vencida jamás. Algo muy poderoso la unía a ese joven ángel que parecía un simple joven rebelde. No sabía a ciencia cierta lo que era, pero estaba segura de que lo descubriría.

Las calles se encontraban sumergidas en un silencio de ultratumba e Italia sintió un estremecimiento desalentador mientras más se aproximaba al lugar.

Al encontrarse frente al ventanal, tuvo que frenar el impulso de asomarse y echar una ojeada al interior en cuanto sintió un agudo presentimiento de alarma. Se quedó pasmada en su sitio, aferrada al barandal de la escalera contra incendios; los ojos abiertos de par en par, la piel erizada, como la de un felino asustado.

¿Qué era esa sensación de desesperanza que se apoderó de ella al acercarse al lugar?

Pese a su reticencia inicial, la curiosidad pudo más que cualquier cosa y, decidida, se acercó a la ventana con la intención de espiar solo un poco. Sin embargo, nada la había preparado para asimilar la espantosa escena de lo que ocurría adentro.

La realidad la golpeó de lleno con la fuerza de un enorme mazo. Por unos instantes el tiempo pareció detenerse, como si el sentido del mundo hubiese desaparecido de pronto al observar aquella horrenda imagen; la de Reishack tirado en el suelo, sin cabeza.

Su voz se quebró en un aterrorizado sollozo, los ojos, atónitos, se mancharon de rojo, y las lágrimas de un color escarlata rodaron por sus mejillas.

Desvió la vista con temor, solo para encontrarse con la imagen de aquellos dos extraños seres, también notó a la chica que se retorcía en el suelo sin dejar de llorar con amargura, y entonces lo comprendió todo.

Estaba segura de que Reishack había intentado salvarla de aquellos malditos.

Apretó los puños con tal fuerza que de sus manos brotó la poca sangre que le quedaba después de una noche demasiado larga. Su furia iba en aumento. Deseaba matarlos, drenarlos por completo.

Y lo habría hecho, o al menos lo habría intentado de no haber escuchado la demencial carcajada que se extendió como humo por todo el lugar, una carcajada que le puso los pelos de punta. Pero ¿de dónde provenía?

Era...

La vampira se cubrió la boca con las manos, presa de la sorpresa. Aquella voz era la de Reishack.

Enseguida observó la cabeza cercenada que reposaba en el suelo Y casi se fue de espaldas al ver aquel bello rostro contorsionado por una histérica y pavorosa sonrisa; los ojos se inyectaron de una maldad que jamás creyó existente en alguien como él.

Roxanne exhaló un suspiro de alivio. No obstante, la mirada de Reishack le pareció tanto o más pavorosa que la de los jinetes, lo que la obligó a voltear el rostro y cubrirse las orejas con las manos.

El jinete de la guerra también lo miró, atónito. Esperó unos momentos a que el enano le diera instrucciones, pero al voltear a verlo, se dio cuenta de que lo había sorprendido de igual forma que a él. No sabía qué hacer o cómo actuar. Aquello que estaba sucediendo lo rebasaba por completo.

Pero Italia pudo ver lo que realmente ocurría, sin que los jinetes pudieran siquiera preverlo. El cuerpo de Reishack se desangró entonces por primera vez. Y aquel líquido espeso se extendió por el suelo como si tuviera vida propia.

Con lentitud recorrió la loza blanca, tal y como lo haría una serpiente en su recorrido nocturno buscando alimento. Se aproximaba de modo sigiloso al par de espectros que no podían dejar de contemplar estupefactos la cabeza cercenada de Reishack; preguntándose qué demonios estaba sucediendo.

Lo que estaba a punto de ocurrir sería quizás lo más horripilante que Italia había tenido el terror de presenciar en toda su existencia.

La sangre espesa y oscura comenzó a trepar de forma rápida sobre los cuerpos de aquellos seres que, al sentir el contacto, exclamaron terribles gritos de dolor.

Ambos se retorcieron de forma frenética al tiempo que la sangre de Reishack los cubría por completo; torturando cada parte de sus cuerpos.

El enano dejó de gritar. Su cuerpo comenzó a levitar con lentitud, pero a pesar de que no emitía sonido alguno, su rostro mostraba una horrenda expresión de agonía.

El otro jinete continuaba dando tumbos y más tumbos por doquier, gritando y suplicando con desesperación a que le dieran muerte de una vez por todas.

Mientras tanto, Reishack lanzaba carcajadas al viento, o al menos lo que quedaba de Reishack.

Italia pudo observar como la sangre penetraba en la boca del jinete de la guerra, y mientras sucedía, este abría los ojos en una expresión de aturdimiento. Las risas de Reishack continuaron llenando el lugar cuando el jinete calló de rodillas ante él.

Y cuando Italia creyó que todo estaba terminando, los gritos del enano inundaron la estancia una vez más. La sangre del ángel volvió a transitar por su cuerpo, metiéndose en la asquerosa boca del enano, en los oídos y en la nariz, hasta salir por los ojos, casi a borbotones.

El jinete sentía que se atragantaba con la sangre mordaz que se introducía en su organismo, como fuego líquido quemando sus órganos y sus extremidades. Estaba siendo consumido desde adentro.

—¡Lucifer! —exclamó—. Mi amo...

Reishack entornó los ojos. De nuevo aquel nombre, el nombre de un ángel tan antiguo como detestable, pero ¿qué significaba aquello? ¿Acaso Lucifer no había perecido en su tan famosa rebelión?

Sin embargo, pese a su confusión, no detuvo su ataque. Su sangre se volvió más cruel y brutal. Transitaba con agilidad cada célula del cuerpo del enano, quemando y cortando, abriendo y cercenando.

La vampira observó que el enano era elevado una vez más con las piernas y los brazos extendidos. Su mirada se había reducido a una mirada cobarde, llena de terror y agonía. No podía exclamar un solo quejido de dolor o rogar nuevamente a su amo por la liberación ya que la sangre de Reishack salía y entraba de su boca abierta.

Y cuando esta sintió que la tortura no podía llegar a más, observó estupefacta como aquellas extremidades eran cortadas de un tajo, aunque con la suficiente lentitud para provocar un dolor inconcebible.

Los retazos de piel que se desprendían poco a poco emitieron un sonido viscoso, horrible; al tiempo que la sangre del enano se desparramaba por todo el suelo de loza.

Fue entonces cuando Italia cerró los ojos, cubriendo el quejido de angustia que sus labios estaban a punto de emitir.

Al abrir los ojos, pudo ver a Reishack de pie ante la mujer que había llorado por él minutos atrás. Se encontraba por completo restaurado, y ni siquiera parecía estar cansado o adolorido después del ataque del que había sido víctima.

El ángel observaba a Roxanne, mientras esta se desangraba con velocidad. La mujer, en un arrebato se terror y desesperanza, había abierto sus muñecas con tal violencia, que la muerte era inminente.

Y Reishack sintió en lo profundo de su ser, que esa mujer no valía nada. Que todos sus esfuerzos por salvar su patética y absurda existencia habían sido en vano. Sintió en su corazón un odio tan agudo que se asustó por su capacidad de odiar recién descubierta.

Aunque por fuera no parecía sentir nada. A simple vista solo era un muchacho observando un muñeco sin vida. Sin embargo, y pese a sus pensamientos iniciales, Roxanne le pareció tan bella, sumida en su sueño sin fin. Sin aquella expresión de dolor que tanto la acompañaba.

Transcurrieron un par de minutos, cuando el ángel simplemente se elevó por los aires, atravesando el techo del departamento. Al salir, una luz dorada lo cubrió todo, deslumbrando a la vampira, quien una vez que pudo aguzar la vista, no fue capaz encontrar en el lugar nada de lo que había sucedido apenas unos segundos atrás.

Frente a ella solo se encontraba el antiguo mobiliario. Todo se encontraba en perfecto orden, los jinetes habían desaparecido y las paredes ya no estaban chorreadas de sangre.

Solo seguía ahí la mujer, recostada en el suelo de la sala. Muerta y ajada; al fin durmiendo para siempre.

Las feas heridas habían terminado por acabar con ella e Italia se preguntó en qué momento se las hizo; había estado tan absorta en la tortura a la que eran sometidos aquellos seres que no reparó en la mujer que gritaba y lloraba de forma desconsolada en el rincón de la sala.

Pobre mujer.

Realmente había sufrido mucho, aunque no comprendía con veracidad todo lo que involucraba la lucha que había presenciado minutos atrás.

Suspiró hondo y se masajeó la cara, segura de que le sería muy difícil deshacerse de las terribles imágenes que acaba de presenciar.

Nunca habría pensado que un ángel tan bello como él pudiera ser tan letal y despiadado.

Aquellas carcajadas aún retumbaban en su cabeza.

Ese ser no era Reishack y, sin embargo, algo muy dentro de ella le indicaba que no había más Reishack que el que acababa de conocer. Un ser despiadado, cruel; siniestro y mortal.



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