Oso

Los tres chicos seguían inmóviles en su lugar, aún estupefactos ante la acción inesperada del emperador Min, quién aún tenía su arco en posición de disparo y su mano alzada después de haber lanzado la flecha roja al lobo. El emperador dejó su arma a un lado mientras era observado por aquellos chicos y sus guardias, quienes también estaban sorprendidos por el acto de Min, pues él era un chico frío a quien no le importaba nada ¿Por qué había salvado a ese chico? Al parecer el corazón del emperador no era una roca, solo era un trozo de hielo esperando a derretirse en las manos correctas.

Pasos fuertes y lentos se empezaron a escuchar dentro del palacio, alguien se dirigía lentamente hacia el emperador, éste seguía en su lugar sin inmutarse, pues si había entrado al palacio, después de la guardia, significaba que era alguien esperado, alguien quién también esperaba ansioso por obtener a uno de los chicos de Min. El emperador miró de reojo encontrándose con unos ojos cafés y una sonrisa cuadrada llena de felicidad, éste rápidamente dio media vuelta y abrazó fuertemente al emperador del norte, quién casi siempre venía a visitarlo.

—¡Taeyung! —exclamó el emperador—. Creí que no ibas a venir.

—¿Y perderme la diversión? Eso jamás Yoongi. —musitó alejándose de él— veo que te haz vuelto más sensible, amigo.

—¿Por qué lo dices? —preguntó ignorando su anterior acto.

—En cinco años que llevas haciendo este juego, es la primera vez que veo que salvas a uno de tus chicos ¿Acaso te gusta el castaño? —cuestionó sonriendo ladinamente.

—No digas tonterías Tae. No quería que la diversión terminara tan rápido. —dijo mientras le daba una señal al guardia que se encontraba en la arena. Éste rápidamente asintió y abrió una jaula inmensa— ¿Listo para el gran final?

—Yo nací listo Yoongi.

Los tres chicos se alistaron para lo que sea que fuera a salir de esa enorme jaula. Jimin tenía su brazo herido y constantemente soltaba cantidades de sangre haciendo que cada segundo se sintiera más débil, pero sus impulsos por sobrevivir lo hacían continuar. Un gran gruñido se escuchó dentro de la jaula, para luego dejar a la vista un gran oso negro como la noche, con ojos profundos que parecían dos cuevas hondas y misteriosas, sus garras parecían cuchillos que en cualquier momento te iban a rasgar el alma. Ese feroz monstruo, estaba diseñado para quitarle la vida a cualquier persona que estuviera a su alcance y eso se vio reflejado cuando le arrancó la cabeza al guardia que lo había liberado, haciendo que los tres chicos tragaran saliva sintiendo como sus piernas flaqueaban.

—¡Abran las puertas! —gritó el emperador.

Los chicos miraron hacia el ruido de una puerta abriéndose y sin pensarlo dos veces, empezaron a correr hacia la salida con un gigante oso tras ellos.

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