Salida.

Los minero seguían excavando tratando de encontrar una salida tras la montaña de tierra y rocas, todos tenían una razón para salir con vida, todos tenían familia, hijos y una persona a quien amar con todo el curación. Yoongi era el que más necesitaba salir de aquella cueva, pues su corazón latía con fuerza de tan solo recordar que habían pasado tres días desde la cacería y temía que al salir, Jimin ya no estuviera para él, Jimin era un chico guapo, cariñoso y muy buena persona, cualquiera que lo conociera caería rendido a sus pies y él sabía que el emperador Min no sería la excepción.

Todos estaban exhaustos, hambrientos y con mucha sed, sus fuerzas ya no eran las mismas, incluso algunos habían muerto debido al miedo, otros de hambre y otros por la gastrofobia que se podía sentir al estar enterrados vivos bajo tierra. Cuando las esperanzas habían abandonado sus cuerpos, una luz un poco débil, pero visible, iluminó sus rostros después de que Jin había dado un último palazo en la tierra, todos rápidamente empezaron a cavar donde la luz se veía y en tan solo unos cuantos minutos, los mineros estaban nuevamente afuera. Todos sonreían y celebraban, excepto Yoongi y Jin que al salir, rápidamente corrieran hacia la casa.

—No es posible. —susurró Jin ante la vista del reino.

—Todo está prácticamente destruido. —comentó Yoongi mirando las casas, lugares de trabajo y las calles destruidas.

—Tenemos que irnos Yoongi, nunca me perdonaría si a Jimin y a Jungkook les pasara algo. —musitó Jin con preocupación, Yoongi solo asintió corriendo tras Jin.

Ambos llegaron a la casa de Yoongi en tan solo unos minutos, empezaron a nombrar y a llamar los nombres de de Jimin y Jungkook, pero ni siquiera el viento les respondió, todo estaba completamente vacío y en calma, claramente el emperador ya se los había llevado y era casi imposible rescatarlos. Yoongi cayó al suelo arrodillado mientras golpeaba el suelo con su puño, haciendo que sus nudillos empezarán a sangrar, hoy odiaba más que nunca al emperador Min.

Después de calmar sus almas, Jin empezó a curar la mano de Yoongi mientras hablaban sobre un plan para rescatar a los chicos. Sin embargo, ninguno de sus planes funcionó en sus cabezas, el palacio estaba vigilado todo el tiempo por guardias, guardias armados con órdenes de matar a cualquiera que llegara ah acercarse al palacio, entrar a ese lugar sería como el suicidio.

—¡No me importa! —gritó Yoongi con su voz ronca—. Daría mi vida una y mil veces por Jimin.

—Pero Yoongi, debes pensar con la cabeza fría, Jimin te necesita con vida, ninguno debe morir. —aconsejó Jin tomando el hombro de Yoongi.

—No lo creo Jin, alguno debe morir y creeme que ese no será Jimin, primero rodará la cabeza del emperador Min.

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