Capitulo Tres
Daív terminaba de ajustar el corpiño del vestido mientras Ekerina se ocupaba de colocarme los zapatos. Para esta ocasión usaba un vestido azul celeste de varias capas que conformaban la amplia falta y un corpiño ceñido de manga caída, bordados con hilos y pedrería plateada que descendían hasta la falda.
El cabello lo llevaba suelto a excepción del tejido que tenía a ambos lados de la cabeza con citas azules y plateadas que se unen en la parte trasera para enmarcar la corona que me colocarían justo antes de salir.
A través del espejo noto los restos de una bruma roja a mis espaldas mientras Daív termina de arreglar las ondas de mi cabello.
— Así que fuiste grosera con el príncipe —se burla una voz detrás de mi.
— Se estaba burlando de mí —me defiendo reconociendo la voz de quién habla sin necesidad de voltear.
— He de admitir que Yzker me ha impresionado está vez —la Khayne se coloca junto a mi lado con una gran sonrisa—, no lleva ni un día aquí y ya logro sacarte de tus casillas con el príncipe.
Respire manteniendo la calma, cualquier otro comentario al respecto sería una perdida de tiempo, Kiari suele defender el comportamiento de Yzker todo el tiempo.
— Imagino la furia de la reina, debió despotricar contra ti todo su veneno.
— Solo me pidió que me comportara y aprendiera a convivir con el príncipe.
— Si, ese grandote suele ser un poco idiota a veces, pero no es un mal hombre, ya lo verás.
Aprieto los labios ante sus palabras y miro a la Khayne con una ceja arqueada con cierta incredulidad.
— A veces me sorprende como los defiendes —confieso—, creí que con Yzker se debía a qué lo viste crecer y le tienes gran aprecio, pero por como te refieres al príncipe me haces ver qué te encanta ese tipo de comportamientos.
— No es que me encanten ese tipo de comentarios, Katy —la mujer me hace frente y apoya sus manos en mis hombros—, es que los entiendo a ellos así como te entiendo a ti, su manera de pensar no es mala, solo diferente a la tuya.
— Inmaduros e imprudentes, eso es lo que son —suelto negando con la cabeza.
— Tienen objetivos e ideales diferentes, en especial Yzker, que tiene una manera de ver la vida muy contraria a la tuya.
Vuelvo a negar dando un par de pasos hacia atrás, a veces no podía creer que mi amiga defienda las actitudes de mi hermano con tanta impetu.
— Solo piensa en él mismo y no en el bien común.
— No tiene nada de malo ponerse como prioridad y hacer lo que uno cree correcto.
— ¿Correcto? —Yzker podía ser mi hermano y lo quiero más que a nada, pero no por eso diré que él hace lo correcto cuando no es asi—, si el está haciendo lo correcto explícame, ¿porque estamos en guerra con Bukhare?.
Habían cosas que no podían justificarse. Los errores se aceptan tal cual.
— Te lo dije, el tiene ideales distintos a los tuyos y no estaba dispuesto a casarse con la princesa Jelez Efiemev porque era un jovencita déspota y mimada.
— Era su deber, para eso estamos aquí —dice con pesadez.
El tema de la princesa Jeléz me daba dolor de cabeza, aún recuerdo lo mal que le sentó el rechazo de Yzker, al punto de provocar una guerra con nosotros para que él volviera con ella.
— ¿Y que hay de lo demás, Katy? ¿Dónde queda el amor?, Yzker estaba dispuesto a cumplir con su deber, pero no si eso lo privaba de encontrar a alguien con quién ser feliz.
Aquella pregunta fue un impacto directo al corazón, entendía las razones de mi hermano sin embargo aún me cuesta asimilar que alguien como él, como yo, arriesgara el bienestar del reino por no ser capaz de cumplir con su labor.
Conozco del amor, pero aquello no fue más importante que mi puesto como princesa. Nací para gobernar, para proteger mi reino y su gente, aquello estaba muy por encima que el amor.
No voy a fallar por andar buscando un hombre que me haga feliz, ya había conocido a uno, y los dos años junto a él fueron suficientes para seguir con mi camino.
— Eso no tiene importancia teniendo en cuenta nuestro deber.
Kiari me observa con cierta melancolía, durante muchos años había tratado de hacerme ver que había mucho más en la vida que mi deber como heredera, que tener que hacer las cosas porque es lo mejor para el reino no lo era todo en la vida, que lo que era mejor para mi también valía, sin embargo tengo muy metido en la cabeza mi posición.
— Para algunas personas si lo vale — responde con seguridad la Khayne, caminado hacia una de las doncellas que sostiene una almohada verde oliva con la corona sobre ésta.
— No para mí —Kiari se me acerca con la corona entre las manos y la coloca con delicadeza sobre mi cabeza.
— Pero si para Yzker, y eso también está bien.
La Khayne me dió una última mirada con una sonrisa. Algo extraño se alojo en mi pecho, quiero a Kiari, es mi amiga, mi consejera y maestra, ella me entendía la mayoría de las veces, sin embargo, era más lo que compré día y apoyaba a mi hermano y en ocasiones eso me producía una pequeña operación en el estómago.
— Felicidad, dicha y prosperidad, es todo lo que deseo para ti, pequeña reina —y con un beso en la frente se despidio dejándome con un sin fin de pensamientos nuevos.
El momento había llegado, después de un largo día el castillo recibía la noche lleno de nobles invitados de todas partes del reino.
Una vez las pesadas puertas de madera del gran salón fueron abiertas, pude observar la cantidad de personas ahí reunidas, desde lo alto de la escalera los veía como una nimiedad, todos los ojos se posaron en mi, muchos con idolatría, otros con curiosidad y algunos tantos con envidia mal disimulada.
Padre me espera al final de la escalera, vestía un traje a la medida color verde oliva, el color de nuestra casa, botas lustradas ocultas bajo el pantalón y la corona de Tástique cubierta con esmeraldas que relucía sobre su cabeza.
Al bajar, deslizando la mano por el borde de la escalera, paso a paso, con el mentón en alto como madre me ha enseñado toda mi vida, tomo la mano que padre me ofrece y con la suave melodía del violín nos dirigimos al centro del salon con las personas abriéndose a nuestro paso.
Uno de los sirvientes se acercó a nuestro lugar con varias copas sobre una charola de oro mientras que Yzker y la reina se ubican junto a nosotros, cada uno tomando una copa.
— Muchas gracias a todos por acompañarnos está noche a celebrar el decimoctavo cumpleaños de mi hija, la princesa Katània —comienza el rey proyectando su voz para que todos puedan escuchar—, me complace decir que a partir de esta noche hay mucho que celebrar ya que también tengo la dicha de anunciar el compromiso de la princesa Katània con el príncipe Ragert Kerrág de Asthras.
Todos los presentes comienzan a aplaudir mientras la familia real levanta sus copas antes de beber dando así por inciada la celebración.
El rey Altor camina hacia su trono seguido de madre y, más atrás Yzker camina conmigo, cada uno nos posicionamos en nuestro lugar, el rey en el centro, la reina a su derecha, el príncipe Yzker a la derecha de la reina y yo a la izquierda de padre, quedando entre él y el principe Ragert que ya se encontraba ahí.
Los primeros en saludar y dar sus buenos deseos son los duques, condes y marqueses, seguidos de las personas de la alta sociedad.
Durante las siguientes horas no hago más que sentir la mirada de mi prometido, la cual evito a toda costa, era un alivio que Yzker se encontraba del otro lado, puesto que los dos juntos eran un fastidio.
La música avivaba el ambiente mientras seguía recibiendo personas con sus presentes y la gente a mi alrededor bailaba y bebía con vigor
— He comenzado a creer que carece de humor —la gruesa y profunda voz del príncipe Ragert captó mi atención logrando que ignorara a la pelirroja que me hablaba por unos segundos dónde nuestras miradas se encontraron—, podría decir que hasta de felicidad.
Agradecí a la mujer por sus presentes antes de dirigir toda mi atención al gran hombre junto a mi.
— No pretendo ser grosera con usted, pero no me parece que este siendo muy amable conmigo, ¿Es así como pretende cortejarme?—inquiero con cierto recelo.
— No pretendo cortejarla —la sonrisa de suficiencia que me dedica solo logra molestarme—, ya es mi prometida, no tengo qué.
Por primera vez en mi vida, por mi cabeza pasaron mil maneras de asesinar a alguien, al príncipe para ser más precisa, aún así preferí soltar un suspiro cansado para luego devolverle la sonrisa.
— Reitero que me parece muy aburrido, su alteza —exprese con cierto tono aburrido—, cuando lo ví la primera vez pensé que sería alguien mucho más interesante.
— Y yo creí que usted sería más amable y agradable —chasquea la lengua atravesandome con la mirada—, creo que lo dos nos decepcionamos.
«Idiota» fue el pensamiento que cruzo por mi cabeza tras escuchar tal calumnia.
Lo intente, si no estaba siendo amable era porque el desde el primer momento apostó en comportarse como un idiota para reírse de mi con Yzker.
— Alteza —la voz de un hombre captó nuestra atención, por su vestimenta lo identifique como un Duque, pero desconocía su identidad—, ¿Me concedería el placer de bailar esta pieza?.
El hombre mantenía una posición inclinada mientras estrechaba la mano en mi dirección evitando mirarme a los ojos, por un momento pensé en rechazarlo, hasta que noté la intención del príncipe Ragert quien lo miraba con disgusto.
— Con gusto le concedo este baile, caballero —acepto levantándome del trono y tomando la mano del hombre.
El caballero parecía oscilar los cincuenta años, pero tenía buen porte y se mantenía bien erguido desplazadose por la pista con gracia, el tacto era mínimo, pero firme.
Las personas a nuestro alrededor nos ceden el espacio para que pudieramos movilizarse sin interrupción. Con el semblante sereno y manteniendo mi postura me balanceaba con el al ritmo de la música, ya muchos me conocían como la princesa que poco se expresaba, siempre he sido bastante correcta y certera al momento de hablar o actuar, para los demás sería bastante extraño el mero hecho de verme sonreír abiertamente.
A unos pasos de nosotros logré divisar a Yzker bailando con una joven de piel morena y sonrisa radiante, no me parecía conocida, pero se veia bastante cercada a él por la forma tan íntima en la que bailan, aquello despertó mi curiosidad debido a que el rubio apenas había llegado en la mañana después de dos años fuera del reino, aunque tampoco seria sorprendería si recién la conocía, Yzker solía tener ese efecto en la mujeres y es que es un hombre bastante agraciado.
Una vez terminada la canción nos dedicamos una pequeña inclinación protocolaria antes de alejarme.
Me giro para volver a mi puesto, pero detengo mi andar cuando noto que el principe Ragert camina en mi dirección con la mirada fija en mi, sus ojos avellanas brillan pese a que las gruesas cejas le caen sobre los ojos, el traje negro se ciñe sobre su musculatura y la capa del mismo color con fondo azul le cubre un solo hombro y se abrocha sobre el pecho.
Una vez frente a mi tengo que levantar el rostro para poder mirarlo a la cara, pero este hace una leve reverencia antes de estirar su brazo.
— El rey quiere que bailemos —me informa, pero ni siquiera me inmuto.
Y como si de una confirmación se tratara el rey precede a hablar.
— ¡Con ustedes, los futuros reyes del nuevo mundo!.
Una ola de aplausos inunda la habitación mientras me veo en la obligación de tomar su mano, el violín comienza a sonar a medida que caminamos al centro de la pista y con los otros instrumentos componen la suave melodía que nos envuelve.
La mano del príncipe se posa en lo alto de mi espalda y levanto el brazo para posar la mano sobre la de él. Y como si lo hubieramos practicado comenzamos a bailar de forma sincronizada siendo guiados por la melodía. Mantengo la mirada al frente, justo en el pecho del hombre que me sostiene con firmeza, el olor de su perfume es gratificante y el calor que emana es embriagador, es inexplicable como la firmeza con la que me sostiene me encoge el estómago o la facilidad de guiarme me hacía querer sonreír.
Me obligo a mantener los pies en la tierra y los pensamientos centrados, no podía permitir sentir tales cosas de un hombre que no solo se había burlado de mi sino que también me había dicho que era una amargada.
El príncipe de hielo deshizo el abrazo antes de estirar el brazo que sostenía mi mano y hacerme dar un par de vueltas pausadas sin perder el ritmo, estando un poco más alejada de él pude volver a ver su rostro y, por todos los dioses, me miraba maravillado, tenía un mirada intensa que ocasiono un cosquilleo por todo mi cuerpo como la primera vez que lo ví.
Él volvió a tomarme, ésta vez de la cintura, amenazando con acabar con mi cordura, sin embargo, me mantuve firme y le sostuve la mirada, lo que me permitió darme cuenta fe que el príncipe contaba con un frívolo atractivo, su tez era blanca la cual contestaba con su negra cabellera rizada que caía sobre la frente y le llegaba a los hombros, y su tacto era una contradicción entre lo frío y cálido tal cual como su mirada avellana, que pese al color cálido que poseían a veces enmarcaban miradas gélidas, su nariz recta y sus labios que no eran ni finos ni gruesos, me parecieron que eran perfectos para las sonrisas ladinas que expresaba.
Varios gritos despavoridos rompieron el hechizo que nos envolvía y al romper el contacto visual me doy cuenta de que una bruma negra ha comenzado a inundar el salón y a medida que crece varias esquirlas de cristal salen disparadas en todas direcciones atravesando a los presentes sin piedad, el príncipe Ragert me cubre con su cuerpo para que ninguna esquirla logre tocarme siquiera mientras la guardia real hace presencia.
La música ha dejado de sonar y solo se escucha el escándalo de las personas desesperadas por salir, pero las puertas han sido cerradas permitiendo que solo una parte de la guardia real logre entrar para proteger a los reyes.
Una sonora risa comienza a escucharse cargada de sorna y euforia mientras la neblina se va desvaneciendo, me inclino por un lado del brazo del príncipe para poder ver, y él pese a voltearse aún me cubre con su cuerpo, hay personas lastimada cubiertas de sangre y muchas más desplomadas en el piso con esquirlas clavadas en distintas zonas de su cuerpo.
En el centro del salón se encuentra una mujer de largos rizos cobrizos y vestido rojo ceñido a sus curvas, luce una macabra sonrisa de satisfacción, sus ojos rojos cargados de diversión y asombro se encuentran con los míos, inclina la cabeza antes de dirigir su atención a los reyes que se encuentran en el palco de los tronos rodeados de guardias.
— He de admitir que me ha decepcionado no recibir invitación a tan grata celebración —dice con falso pesar enunciando cada palabra—, aunque no pensaba perderme este evento.
— ¡No eres bienvenida aquí! —grita el rey colérico—, ¡Ninguno de los tuyos es bien recibido en el castillo!.
— No seas hipócrita, querido, bien que Kiari se pasea por aquí a su gusto.
— Ella no es como tú.
— Es una Khayne —contraataca con obviedad—, pero no importa, no he venido a hablar de esa traidora, mi grata presencia se debe a un motivo diferente.
Me coloco junto a el principe Ragert, quien me cubre con un brazo aún a la defensiva.
— He venido por lo que me debes —si bien seguía dirigiéndose al rey su mirada se posó en mí con un extraño brillo en sus ojos.
Su piel blanca estaba cubierta de pecas que combinaban con su personalidad chispeante, pero había algo en ella que se me hacía familiar.
— No te debo nada, te pague hace mucho.
Aquella respuesta solo logró que la Khayne soltara otra estruendosa risa antes de volver a mirar al monarca.
— ¿Acaso creíste que aquella nimiedad era pago suficiente?.
— ¡El favor fue pagado! —la cara del hombre se encontraba roja de la ira mientras la reina lo miraba con una frialdad que nunca le había visto—, ¡Guardias!.
Los hombres que protegían a los reyes alzaron sus espadas cubiertas de un halo de luz blanquecino hacia la mujer que no dejaba de reír.
— Veo que has reforzado tu patética seguridad —comenta la Khayne haciendo movimientos oscilantes con una mano—, apuesto a que fue obra de Kiari.
— ¡Matenla!.
Aquella orden hizo que los hombres se fueran contra la Khayne alzando sus espadas y moviendolas con una destreza admirable, sin embargo ella lograba esquivar cada estocada con sorpresiva agilidad, como si previera cada movimiento.
No eran tantos guardias, pero si los suficientes para poder atacar a una persona, el detalle estaba en que esta no era una persona, era una Khayne y por como se movía y la rapidez con la que contraatacaba sin necesidad de usar tanta magia dejaban en claro su experiencia.
Las pocas espadas que lograban alcanzarla apenas la herían, pese a eso, ella no atacaba directamente sino que hacía que los guardias se encontraran entre si lastimandose unos a otros.
— ¡Yzker! —la voz del príncipe Ragert hizo que desviara mi atención de la escena hacia él, que había retrocedido unos pasos llevándome con él.
Apenas fui consiente de lo que sucedía cuando Yzker me tomó del brazo y me llevó hacia donde un par de guardias trataba de sacar a los reyes.
Pese al miedo y el desconcierto, volvi la mirada hacia el principe Ragert, quien con espada en mano se acercó a la Khayne por la espalda mientras esta trataba de esquivar los ataques de los guardias que aún quedaban en pie, las manos del príncipe se iluminaron en un leve celeste mientras unas marcas azules comienzan a aparecer en ellas como brasas circulares salidas de Mesnhysthë quemando parte de su traje a medida que se trazan por lo largo de sus brazos, y sin mucho esfuerzo atravesó la gran espada en la espalda de la mujer haciéndola soltar un alarido que resonó en cada rincón del lugar.
Aquel acto dejo a todos los presentes estáticos, todos estaban centrados en la escena pues nadie se lo esperaba, el pecho de la mujer subía y bajaba con fuerza mientras su mirada está fija en la punta de la espada que sobresalía por su abdomen, el hombre trato de empuñar la espada hacia arriba para acabar con la Khayne, pero ella fue más rápida al desencajarse del arma moviéndose hacia el frente antes de que su atacante terminara su acción.
Cuando la mujer levantó su rostro para observar al príncipe con una sonrisa cargada de sangre, él ya se encontraba lanzando el siguiente ataque que no logro alcanzarla debido a la bruma que la absorbió antes de hacerla desaparecer.
— Nos volveremos a ver, Dargaton —fue lo último que se escuchó antes de que la bruma se desvaneciera.
La estocada del príncipe Ragert quedó en el aire, pero aquello no parecía importarle, su mirada fulminante estaba sobre los reyes.
No sabía cómo procesar todo lo que había sucedido, por unos segundos me centre en los brazos del príncipe en busca de aquellas marcas, pero éstas habían desaparecido dejando solo pedazos de tela quemada que antes hacían de mangas, para luego subir a los ojos del príncipe que no dejaban de mirar a mis padres con una ceja arqueada.
Giré en busca de los reyes, esperando alguna explicación sobre lo sucedido.
— Padre...
— Aseguren de atender a todos y proveerles lo que necesiten —ordenó el rey a los guardias—, aseguren el castillo y desplieguen tres unidades de la Guardia civil al reino, ¡Necesito a todos los miembros de la Corte Blanca en el Salón rojo ahora mismo!.
Demandó dirigiéndose a la salida seguido de la reina.
— ¡Padre!.
— Ahora no, Katy —advirtió Yzker tomando mi brazo cuando quise ir detrás del rey—, no te ha convocado, sabes cómo es.
— ¡Que sea la última vez que no estás cubriendo a mi hija! —vuelve a gritar el rey, está vez a Rahi, quien apenas aparece—, llévala a sus aposentos y asegúrate que este bien, no quiero que vuelvas a alejarte de ella.
Rahi se limita a obedecer inclinándose ante los reyes para poder acercarse a mi, me suelto del agarre de Yzker enfocando la mirada en el principe Ragert, camino con paso firme hacia él, que se mantiene en el mismo sitio limpiando la espada con su capa.
— ¿Que fue eso? —cuestiono tratando de mantener la compostura.
— Katània —el tono de advertencia de Yzker no logra inmutarme.
— Una Khayne amenazando a tu familia —responde el principe restando importancia—, ¿A caso no la viste?.
— Sabe que no me refiero a eso.
— Entonces no entiendo a que se refiere, Alteza —me dedica una rápida mirada antes de darse la vuelta dispuesto a irse.
— ¿Cuál era ese poder?, nunca antes lo había visto y no existen registros de dicho poder.
— No tengo por qué estar dándole explicaciones a nadie —dice con hostilidad mirando por encima de su hombro antes de comenzar a andar.
— Por si se le ha olvidado: soy su prometida, y lo mínimo que merezco es una explicación de eso para saber con que tipo de hombre me voy a casar —le recuerdo con molestia.
— Alteza, tengo órdenes de... &trata de hablar el guardia, pero lo ignoro yendo tras el príncipe.
— No se haga el desentendido —le reclamo cuando salgo del salón.
— Debería limitarse a agradecer que les salvé la vida en lugar de estar reclamando cosas que no le conciernen.
— Katània basta —exige Yzker tomándome del brazo, permitiendo que el principe Ragert desaparezca escaleras arriba—, deja que Rahi cumpla su labor.
— Tú lo sabías —lo acuso volviéndome hacia él, Rahi está a su lado—, ¿Cómo se te ocurre ocultarlo?.
— No nos concierne —se defiende.
— ¿Cómo que no? —cuestiono incrédula—. Si aún no lo sabes permíteme informarte: en nuestra familia no se permite tener poderes y, no solo eso, lo que él hizo no entra en los parámetros de lo conocido en cuanto a magia se refiere, ¿Quien sabe a qué nos estemos enfrentando?.
— Agradece que nos salvó —es todo lo que dice al respecto—. Rahi, llévala a sus aposentos, por favor.
La conmoción en mi interior es palpable al igual que la que cubría cada rincón del castillo, un ataque como ese no se habia visto en años.
Con la última mirada de advertencia de Yzker me resigne a seguir al guardia hasta la torre.
Minutos después las doncellas llegaron a atenderlme y asegurandose de que todo este en orden, me ayudaron a tomar un baño antes de prepararme para dormir, pero lo último que pensaba era en descansar, necesitaba saber que era lo que estaba pasando, como esa Khayne había logrado pasar el manto del castillo, sobre la amenaza jurada a mi familia y, el príncipe Ragert con esas extrañas marcas azules.
«Dargaton» Así lo había llamado la mujer, pero ¿Que significaba aquello?. La palabra resonaba en mi cabeza, como si la conociera, aunque no lograba recordar dónde la había leído o escuchado antes, tenía un sin fin de cosas dando vueltas en la cabeza que me impedían concentrarse.
Esa noche había desencadenado un centenar de cosas que no auguraban nada bueno.
La penumbra de la habitación era apenas interrumpida por la luz del balcón que yacía con las coronas abiertas y la suave brisa de la noche refrescaba el lugar. A pesar de la hora, seguía cambiando de un lado a otro sin poder centrarme en una sola cosa, por lo que pense en aquello que solo hacía cuando necesitaba desahogarse.
Me acerqué a una de las puertas y con pesar la abrí un poco asomando la cabeza por la abertura.
— Rahi —lo llamé. El siempre custodiaba mi puerta.
No hacía falta nada más que un gesto para que el guardia entrara en silencio al lugar.
Rahi me ha cuidado toda mi vida, siempre detrás de mí en cada paso que daba, era como una sombra y mi más fiel aliado, él me conocía mejor que nadie pese a lo que se cree.
Desde hace muchos años guardamos un coto de confidencialidad del que nadie mas sabe.
Una vez cerrada la puerta no dude en abrazarlo, resguandandome en sus brazos como una niña pequeña, es una de las pocas personas que me ve en mi faceta más vulnerable.
— Siento que me están ocultando cosas —admito después de unos minutos de silencio—, todos me ocultan cosas.
— Todo rey guarda sus secretos hasta que es prudente revelarlos ante sus sucesores —responde con calma tratando de apaciguar mis dudas.
& Eso lo sé, más sin embargo no veo porque seguir guardando cosas cuando estoy a punto de ascender al trono —suspiro tomando distancia.
— De seguro te lo dirá cuando logre apaciguar el caos.
Niego con desconcierto, no le veía sentido a eso, dentro de dos semanas sere la reina no solo de Vassilis sino también de Asthras por lo que necesitaba estar al tanto de todo lo que sucedía en ambos reinos, sobre todo los males que los envolvían para saber cómo actuar y a qué atenerme.
— Padre tiene una deuda pendiente con esa Khayne, Rahi, no es algo común como la guerra con Bukhare, ¿Que podría deberle? ¿Porque?. Madre tampoco se veía muy agusto con eso.
— Los reyes tienen mucha historia y conflictos internos que, estoy seguro, pronto te revelarán.
— No lo sé, nada de esto tiene sentido, padre no confía en las Khaynes, las odia a todas, a excepción de Kiari.
— He de pensar que se tratara de una deuda del pasado, recuerda que el Rey ascendió muy joven al trono.
— ¿Que quieres decir con eso?.
— Que siendo tan joven pudo haberse equivocado —concluye buscando respuestas—, son cosas que pasan, pequeña.
— Tendría que estar muy desesperado como para recurrir a una Khayne.
— Es solo una posibilidad.
Asiento sopesando las opciones. Rahi tenía razón, quizá se debía a algo del pasado, pero ¿qué?, y ¿que tan alta es la deuda que no ha podido saldarla?.
Necesito hablar con padre, pero se que debe estar discutiendo con la Corte y, aunque no fuera así, había dejado en claro que no quería hablar conmigo, tendre que esperar hasta la mañana para poder hablar con él.
— ¿Sabes que es un Dargaton? —pregunto de repente buscando una respuesta al otro tema que me mortifica.
Si bien sabía que al casarme con el príncipe Ragert las leyes cambiarían y la vida como la conocemos también, y teniendo en cuenta que los monarcas Asthranianos si poseen poderes, a diferencia de nosotros, no se me ha informado de que mi prometido tuviera alguno, mucho menos uno tan peculiar.
— No he escuchado ese término antes —responde extrañado por la pregunta— ¿Por qué?.
Por un momento dudo en mencionarle lo del príncipe, pero se que muchos de los presentes lo comentarán y que de igual forma Rahi no diría nada de esa conversación a nadie más.
— Cuando la mujer esa apareció, el príncipe Ragert la atacó, pero no fue un ataque cualquiera, transmitió su poder a una espada de una forma similar a los guardias, pero más potente y en sus manos comenzaron a tratarse extrañas marcas azules que quemaban su ropa a medida que se expandían —explico evocando el momento—, fue él único que pudo atacar a la Khayne sin ella preverlo y antes de esfumarse se refirió a él como Dargaton.
Rahi guardo silencio por unos minutos, analizando lo que le acabo de decirle, pasa la mano por su cabeza carente de cabello pensativo.
— Para ser honesto nunca antes había escuchado dicho término —admite—, pero hace muchos años, antes de pertenecer a la guardia escuché una historia en una grupo de aldeanos sobre un hombre de gran tamaño con marzas azules en su piel, se referían a él como el hijo de la muerte, pero no recuerdo mucho más.
— Hijo de la muerte... ¿Hijo de Suthän?
— No creo que fuera algo tan literal.
Lo observo durante unos segundos sin creer lo que le dice, aquello suena muy mal, según mis conocimientos el Dios de la muerte no tenía hijos mortales o semidoses. La respuesta del guardia me generan más dudas que respuestas, sin embargo no pretendo quedarme con la duda.
— Iré a la biblioteca después del desayuno —le informo un poco más centrada—, se que padre no querrá hablar conmigo aún, así que aprovecharé para investigar un poco, teniendo en cuenta que el príncipe tampoco tiene la amabilidad de contarme nada.
Rahi asiente, se ve más tranquilo, puesto que ya estoy hablando de forma más firme y segura pese al caos que es mi cabeza ahora.
— Te seguiré a dónde quieras ir, pequeña —me dice con una sonrisa—, con todo esto ahora tendré que estar más pendiente de tí, puesto que el rey no me permitirá alejarme más de tres segundos de tu lado.
Le devuelvo la sonrisa con más ánimo.
— Gracias, por siempre escuchar.
— Para mi es un honor ser de la confianza de mi pequeña princesa.
Dicho comentario logra ampliar más mi sonrisa antes de volver a darle un abrazo para despedirlo.
— Intenta descansar —me recomienda antes de cerrar la puerta detrás de sí.
Una de las cosas que más aprecio en esta vida es tener la confianza y el cariño de Rahi, contra todas las reglas establecidas hemos creado un fuerte vínculo, y una parte de mi lo wuiere tanto como un padre.
Tástique: metal más fuerte y valioso de Vassilis.
Mesnhysthë: reino de los muertos.
Suthän: Dios de la muerte y rey de Mesnhysthë.
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