Capitulo Trece
Pasamos casi todo lo que resta de día recorriendo las calles de Zittre, el reino se encuentra en medio de un gran festejo gracias a nuestra unión, en especial la capital.
Para cuándo volvemos al castillo ya casi es de noche y cientos de personas nos esperan para celebrar la primera ceremonia, y la que nos deja solo un par de pasos para que Vhalgaria sea una realidad.
Nos reciben en el gran salón con una oleada de aplausos previos a una reverencia, el principe Ragert me mira y yo me enfoco en las personas que están presentes, comenzamos a descender las escaleras mientras los violines entonan la melodía que nos acompañará en el primer baile.
Una vez en el centro del salón me coloco frente a él y hacemos una reverencia antes de que sostenga mi mano a un lado y su brazo me rodee la cintura pegandome a su cuerpo que emana un calor envolvente, evito mirarlo para no desconcentrarme.
Me desplaza con maestría en un suave ritmo, tengo que confesar que es un bailarín de primera, me guía con gracia y sabe cuales son los momentos indicados para hacerme girar sin perder el ritmo. Damos vueltas por el salón y mi mirada azul conecta con sus ojos avellanas que me observan con deleite, afloja el agarre en mi cintura y sin previo aviso me hace dar una vuelta antes de tomarme por la cintura con las dos manos y levantarme sin dejar de dar vueltas logrando que apoye mis manos en sus hombros por impulso, sin creer lo que acaba de hacer.
Los aplausos se escuchan por todos lados y me baja sin dejar de bailar. Soy incapaz de reaccionar, pero no dejo de seguirle los pasos, mi corazón bombea con fuerza, y mi pecho sube y baja ante tantas emociones que he experimentado en un solo día.
Nos mecemos al son de la melodía y cuando esta cesa, me hace arquear la espalda hacia atrás con un brazo en mi espalda y el otro en mi cintura sin dejar de mirarme a los ojos desarmando cada parte de mí.
Asiento y hago una reverencia cuando él lo hace y agradezco que padre pida el segundo baile, ese hombre está haciendo estragos en mi mente y eso no es bueno. Bailo con el rey, quien luce un traje verde oliva a la medida, su corona de oro y esmeraldas brilla sobre su cabeza aplacando su melena rubia la cuál ya de encuentra llena de canas. Las líneas de expresión en su rostro dejan ver el paso de los años y el peso de la corona la cual solo lo ha envejecido más rápido.
Me mira con una dulce sonrisa, la cuál soy incapaz de devolverle, su comportamiento las últimas semanas me ha dejado un sin sabor en la boca. Se ha parecido más a madre que a él mismo y eso he de admitir que me duele un poco.
Si bien no ha sido el mejor padre o el más amoroso siempre se ha encargado de hacerme saber que me quiere y aprecia, a excepción de como me trata últimamente, que hasta se atrevió a gritarme frente al principe por un ataque de rabia hacia algo tan insignificante.
— En unos días serás la reina de estas tierras —me recuerda con una sonrisa—. Y serás la más poderosa de todas, nadie jamás podrá hacerte daño.
Lo miro, sus palabras me recuerdan aquello que me ha demostrado durante tantos años. Todo esto no es solo para posicionarnos como una potencia mundial, sino también porque padre siempre ha querido asegurar mi bienestar por encima de todo, y ser la reina que dirige dos grandes reinos tiene como privilegios una gran protección de por medio. La mayor de todas.
Asiento, complaciente, pese a todo ha cumplido su palabra.
La melodía cambia y padre me hace una reverencia la cuál correspondo, se hace a un lado para bailar con la reina mientras mi mano es tomada por el rey de las tierras heladas.
Hacemos la reverencia protocolaria y comenzamos a bailar con la melodía un poco más movida que las anteriores. Su mirada es fría y sus facciones son duras, incluso más que las de su hijo, he de imaginar que por la edad. Sus ojos negro me observan antes de pasear la vista por el lugar.
— Me complace saber que es una mujer de palabra —admite sin mirarme, su voz es profunda y rasposa.
— Mi palabra vale, Majestad —afirmo con orgullo.
— Su hermano ha mostrado su lealtad para con mi familia, y su valía como hombre de honor, pese a todo lo que se dice de él —sonrio internamente orgullosa por como se expresa fe Yzker, se de buena fé que se ha ganado el cariño y respeto de los Kerrág, son de las pocas personas que aprecian a mi hermano por como es—, no espero menos de usted.
— Podrá juzgarlo por usted mismo una vez me mude al castillo de Lunari —digo con altivez.
No tengo nada que esconder ni mucho menos que temer, no debería dudar de mí, al menos no después de que los he apoyado en el juicio, pero el rey Āhimos es conocido por ser desconfiado y precavido, así también como vengativo y sanguinario. No cualquiera se atreve a desafiarlo.
— Créame que la estaré vigilando —admite antes de hacerme girar un par de veces—. Confío en que es una mujer inteligente y sabrá jugar muy bien su papel.
Lo miro un poco confundida, pero no me da tiempo de decir nada más ya que la música se acaba e Yzker toma mi mano para bailar.
— Katània Kerrág —dice cuando comenzamos a bailar—, suena bien.
— Es Katània Kahler de Kerrág —corrijo, no pienso dejar el apellido de mi familia de lado.
Los Kahler han luchado por años por demostrar su valía siendo personas sin magia, Vassilis ha surgido gracias a nosotros, mi apellido me llena de orgullo y no pienso dejar de usarlo aunque adopte el de los reyes de hielo.
La dulce risa de Yzker puede aliviar hasta la más mínima molestia que tenga, como ahora, que pese a estar riendo de lo que dije, no me molesta en lo absoluto sino que me hace sentir mejor, más ligera y tranquila.
— Tu no cambiarás jamás, eres más Kahler de lo que me gusta admitir.
— Gracias —no puedo evitar sonreír.
No se porque pese a todo, últimamente siento que sonrío más de lo que estoy acostumbrada y no me molesta en lo absoluto, supongo que porque siempre es asi cuandl tengo a mi hermano cerca y luego de dos largos años separados habia olvidado como era estar en calma, serena y satisfecha.
— En menos de cuatro días serás la reina de Vhalgaria —su sonrisa lo ilumina todo—. No sabes lo bien que eso me hace sentir, por fin mi pequeña hermanita tendrá todo por lo que se ha preparado toda su vida.
— No todo... —siento el corazón comprimido cuando recuerdo sus palabras de la otra noche—. No te tendré a tí —Le recuerdo con tristeza.
— No te vas a deshacer de mi tan rápido —rie dándome una vuelta, lo miro confundida cuando vuelve a acercarme a su cuerpo.
— Pero dijiste...
— Dije que dejaría mi título, no a mi familia, Katy.
— Es casi lo mismo, ya no estarás en el castillo, vivirás tu vida lejos de la nobleza como siempre has querido, se que te irás alejando poco a poco.
— ¿Por quién me tomas? —cuestiona ofendido—. No te dejé de lado cuando estuve en Bhukaare o cuando la guerra estalló, mucho menos cuando me enviaron a Asthras, ¿Crees que lo haré solo por abandonar mi título?.
Aprieto los labios, tiene razón, pero no puedo evitar sentir que ahora es diferente, yo estaré demasiado ocupada con mi reinado y con tratar de cumplir mi deber con Ragert, él no estará ni en el castillo de Zittre, ni en el de Lunari, ni siquiera sé si volverá a Asthras con nosotros como tenía pensado en un inicio. Ha conocido a alguien y parece muy comprometido con ella como para dejarla sabiendo que no se quedará ni con el título por lo que no tendría nada que hacer en el reino de hielo.
— ¿Volverás a Lunari con nosotros? —le pregunto porque no puedo quedarme con esa duda.
Me dedica una sonrisa que pretende ocultar su tristeza, pero lo conozco, pese a los años que pasamos alejados, no puede esconder sus sentimientos de mí.
— Lo haré, sabes que siempre cumplo mis promesas —admite permitiendo el paso del aire a mis pulmones—. Pero no me quedaré tanto tiempo, tengo asuntos que resolver aquí.
— Por asuntos te refieres a la plebeya —indago, confirmando lo que ya temia.
— Creí que ya te la había presentado como Imahï —resopla—. No me gusta que le digas plebeya.
— Es lo que es, no quiere decir que lo diga con mala intención.
— Parece que sí.
— Bueno, me molesta un poco, pero no prendía hacerte sentir mal por ello, es solo que...
Callo, incapaz de continuar, no puedo delatarme así, ni siquiera frente a Yzker, pero la honestidad conmigo misma no puede faltar cuando solo me tengo a mi. No puedo opinar nada al respecto de ella porque aún no tengo la dicha de conocerla realmente, pero que sea una simple plebeya y que haya podido congeniar con alguien como mi hermano dispuesto a hacer todo por estar a su lado, me hace recordar lo que yo nunca pude ni imaginar cuando estaba con Portem.
Mi dulce herrero...
— ¿Solo que...? —me insita a continuar cuando ve que no tengo intenciones de seguir.
— Nada, olvídalo.
— Conócela primero —me pide cuando la música acaba—, antes de juzgarla, conócela, se que podrían llevarse bien.
Me sonríe, dándome ánimos que no llego a recibir por la cantidad de sentimientos que me invaden ahora. Recordar a Portem, y lo que fuimos siempre me deja una sensación de vacío, porque se que no se merecía lo que le hice, pero los dos sabíamos como terminaría todo.
No debería sentirme culpable, pero me es inevitable.
Yzker me besa la mano y se despide con una reverencia dejándome en manos del Marqués Higs Cartere. Bailo con los demás miembros de la Corte Blanca de Vassilis y con uno de los miembros de la Corte Blanca de Asthras quien es el único que ha viajado para esta celebración.
— Es un placer al fin conocerla, Alteza —admite el hombre.
Asiento complacida, me hace dar un par de vueltas y continuamos con la alegre melodía que nos hace bailar.
— Mi rey ha dicho que ha defendido a nuestro príncipe contra las horribles acusaciones que lo inculpaban de un crimen horrible.
— El principe Ragert solo castigó a quien lo merecía, y yo era consiente de ello, no podía dejar que lo acusaran de tal manera.
— Algo admirable, debo admitir, no cualquiera hace algo así, mucho menos una princesa.
— No tolero las injusticias, señor...
— Conde Aher Evermont —se presenta con una sonrisa altiva, asiento—. Me complace escuchar eso de mi futura reina, su hermano siempre ha dejado en alto su nombre, espero le haga justicia a todo lo que ha dicho de usted.
— Me parece irrespetuoso que lo diga, Conde Aher.
— No lo tome como si la estuviera subestimando, entenderá que en Asthras estamos acostumbrados a reinas fuertes, nacidas en las montañas nevadas, con carácter frío y altivo, muy a diferencia de los Kahler que son más blandos y cálidos, como su hermano.
— Mi hermano y yo somos muy diferentes, y aún si fuéramos iguales, sabrá también que así de blandos y cálidos como dice que somos, hemos mantenido Vassilis como uno de los reinos mas poderosos del continente.
— No me refería a eso, pero de igual forma Asthras es muy diferente a Vassilis, por el simple hecho de vivir allá se necesita de una gran resistencia y poder, si no me cree, pregúntele a su hermano lo difícil que fue para él vivir en Lunari.
Frunzo el ceño molesta, Yzker me ha contado toda su experiencia en el reino vecino y si bien en un inicio se le hizo difícil adaptarse por las bajas temperaturas, logró acostumbrarse, sin poder, sin entrenamiento, sin nada, por lo que este hombre insinúa me molesta.
— No necesito ningún poder para sobrevivir en las tierras nevadas, Conde Aher, si es lo que pretende decir. Mi hermano se adaptó con rapidez al frío de su tierra y vivió tranquilo durante dos años, no espere menos de mi.
La pieza acaba y está vez soy yo quien se aleja, me ha dejado de mal humor y no tengo ganas de seguir bailando, así que me aproximo a dónde se encuentran los tronos, no veo a los reyes por ningún lado, solo están los príncipes sentados uno al lado del otro, cuando estoy subiendo las escaleras mi vista viaja de una vez al gran ventanal detrás de los vidrios que permite apreciar uno de los jardines y el oscuro firmamento el cuál es opacado por el frágil brillo que emite el manto de protección, el cuál comienza a resplandecer con un extraño brillo blanco.
— ¿Sucede algo, Katy? —pregunta Yzker cuando ve que no me muevo.
— El manto —digo sin dejar de mirarlo con el ceño fruncido—, algo le está pasado.
Ambos hombres se voltean a ver, pero mi atención sigue en la barrera protectora que ahora parece vibrar en cortos lapsos de tiempo lo que me preocupa.
— Que dicha por fin verlos juntos —escucho a mis espaldas, y reconozco la voz de Kiari.
Me volteo de inmediato, encontrando la a un par de escalones más abajo que yo, su liso cabello negro está suelto como siempre y el rojo de su vestido hace relucir sus ojos.
— Kiari, algo le pasa al manto —le digo, borrando su amplia sonrisa y logrando que llegue a mi nivel en un segundo.
Su gesto se descompone cuando mira el manto, levanta a la pequeña niña que hasta el mometo ne doy cuenta que estaba a su lado, su blanco cabello contrasta con su piel morena y el brillo de sus ojos morados me hace sonreír, pese a la preocupación que siento.
— Hola, Alteza —saluda con su dulce voz.
— Hola, Arka —ella inclina la cabeza con respeto y le devuelvo la reverencia.
Estoy por decir algo más cuando la mirada de Kiari me hace callar, luego observa a los hombres que estaban en los tronos y ahora se acercaba nosotros.
— Cuiden a Arka, ya vuelvo —dice quitándose el collar que tenía y entregándolo a su hija antes de bajarla—, quédate con los principes y Katània, ¿si?, yo regreso en un momento.
— ¿Que sucede? —cuestiona Yzker tomando la mano de la pequeña.
— No es nada grave, pero debo encargarme enseguida —responde con calma.
— Infórmame si necesitas ayuda —pide el principe Ragert y ella asiente bajando los escalones para salir del salón.
— No me parece que no sea nada grave —admito mirando por donde se fue la Khayne.
— Confía en Kiari, si dice que no es nada grave, lo resolverá sin problema —trata de calmarme Yzker, veo como se coloca de cunclilla junto a la niña con una gran sonrisa—. ¿Verdad, pequeña Dāvole?.
— ¡Si! —responde entusiasta saltando—. Mi mami es la mejor Khayne, ella puede resolver cualquier problema.
Sonrío y siento un extraño escalofrío que me hace girar a ver al gran hombre que está junto a mí, sus profundos ojos me observan con detalle, como ya es costumbre suya.
— Se ve muy hermosa, Alteza —dice la pequeña ganándose mi atención.
— Usted también, joven Khayne.
Mira mi vestido maravillada y le sonrío por lo dulce que se ve, Arka es un encanto. Luce un vestido negro con una amplia falda y muchos olanes que le dan volumen en la parte superior. El collar de Kiari brilla sobre su pecho, es rojo y está atado a una fina cuerda negra, lo detallo por unos segundos un poco confundida, es su Khyjta.
— Mi mamá dijo que tienes libros para mí, ¿Son de monarquías? —pregunta emocionada.
— Algunos lo son —admito, al levantar la mirada noto como varias personas se han quedado mirando a la niña de mala forma—, pero también hay de magia y criaturas.
Le tomo la mano y termino de subir las escaleras sin mirar a nadie más, no quiero que Arka vea como la observan los demás. No me detengo en los tronos, sigo caminando hacia un lado mientras le comento sobre los libros que le regalaré. Rahi comienza a seguirme cuando salgo del salón, al igual que Yzker y el principe Ragert.
— Mamá me está enseñando sobre hechizos, dice que ya tengo la edad suficiente para comenzar a prepararme como Khayne —me dice la pequeña, es bastante habladora y he de admitir que me gusta escucharla hablar—. Apenas comenzamos ayer, pero ya me sé un hechizo básico.
Yzker le pregunta más sobre ese hechizo que ya sabe y con orgullo comienza a explicarlo, los guardias se ponen alerta cuando nos ven pasar con la niña y muchos la miran con temor, otros con desagrado y unos cuantos como un ser detestable. Rahi mantiene a todos en sus puestos con solo un gesto de su mano. Está es una de las razones por las que Kiari no suele traer a Arka al castillo, ni la saca mucho de su casa.
Las Khaynes siguen siendo rechazadas en muchos lugares y por gran cantidad de personas aún cuando muchos ya ayudan en los reinos y sirven a la corona, la mala imagen que tienen de ellas no la pueden borrar con facilidad, mucho menos teniendo Khaynes como Kadya que solo viven para lastimar a otros y causar desastres.
El tema con Arka es mucho más delicado, porque no solo es una Khayne, sino también una Narae, nacida bajo el extraño fenómeno del Zintelü, hija de un viajero perdido y con la mezcla de sus padres plasmada en su físico: el cabello blanco y la piel morena de los Narae, los ojos morados como la fusión de los ojos rojos de las Khaynes y el azul de los Narae. Iluminada por Lü, señalada por las doce estrellas, rechazada por todos por su sangre y su aspecto físico. Ni siquiera la tribu de su padre se atreve a recibirla como hija de las lunas.
Lo que me parece una completa perdida para ellos, porque Arka es una niña muy inteligente y audaz, no tengo dudas de que Kiaria está haciendo un buen trabajo con ella, porque a pesar de todo es muy alegre y entusiasta.
Entramos a un salon más privado el cuál Rahi resguardan desde el interior, Yzker se mantiene hablando con la pequeña Khayne y yo me siento junto a ellos escuchando su dulce y alegre voz, pero la mirada pesada del príncipe me desconcentra por momentos y trato de ignorarlo.
Luego de un tiempo, Yzker me mira frunciendo el ceño y luego a su amigo, arqueo una ceja para que diga lo que sea que está pensando.
— ¿Ustedes no deberían estar consumando su matrimonio? —nos señanala logrando que el calor suba a mis mejillas ante sus palabras.
— No —decimos al unísono.
— ¿Cómo? —la confusión en su rostro es exagerada—, ¿A caso piensan anular la unión?.
—No, no —me apresuro a decir, aclaro mi garganta y ordenó las palabras en mi cabeza—. El matrimonio será consumado luego de la boda en Asthras.
Una sonrisa se dibuja e su rostro y levanta sus cej de forma insinuante, lo que me hace mirarlo con desconfianza.
— Oh, es eso... —dice bajito—, ¿O será que te da miedo estar con Ragert y por eso lo estás postergando?.
El calor invade todo mi cuerpo al punto en que siento que mi rostro arde, no puedo creer lo que acaba de decir, ni siquiera he pensado en esas cosas.
La risa del principe Ragert me descompone el genio, porque fue él quién decidió consumar el matrimonio luego de la unión en Lunari, y aun asi tiene el descaro de reirse de mi.
— No, en lo absoluto, en realidad fue él quién así lo dispuso —admito mirándolo molesta.
Ahora es Yzker quién se ríe acompañando a su amigo lo que me hace mirarlos mal, Arka se encuentra confundida junto a mi hermano.
— No me digas que te tomaste en serio lo que te dije en Ajhería —se burla de su amigo.
— Aprecio mi vida —se excusa aun sonriendo.
— ¿De que hablan? —cuestiona la pequeña llamando la atención de los dos hombres, Yzker se aclara la garganta dejando de reír y el principe le hace una seña para que hable él.
— Uh, bueno —comienza mi hermano un poco incómodo, estoy segura que había olvidado la presencia de Arka—. De que Katània y Ragert serán buenos reyes.
— ¿Eso significa consumar?.
Yzker me mira en busca de ayuda, pero yo me encojo de hombros, esto le pasa por estar diciendo cosas que no debe.
Abre la boca para hablar, pero la pequeña levanta su mano y lo hace callar mirando hacia la puerta donde Rahi se encuentra, todos le seguimos la mirada por el gesto que hace.
— Siento algo extraño —admite bajandose de la silla, empuña la gema del collar y lo mira abriendo los ojos—. Mamá, ¡Mamá!.
Corre hacia la puerta llamando a su mamá con angustia, Rahi se arrodilla y la toma preocupado, pero ella trata de zafarse para ir hacia la puerta, Yzker pasa frente a mí cuándo me levanto y nos acercamos a ella quien ha comenzado a llorar sin dejar de gritar por su mamá.
— Pequeña Dāvole, ¿Que sucede? —le pregunta Yzker tomándola entre sus brazos.
— ¡Mi mamá, está en peligro!.
— Ella está bien, ¿Porque dices eso?.
Con sus manos temblorosas toma su collar y se lo muestra, desde atrás lo miro, ha perdido su brillo y el rojo de la gema ha comenzado a oscurecerse.
El Khyjta es un collar especial que las Khaynes usan luego de pasar los Cien años ya que su poder comienza a debilitarse, y estos collares lee devuelven cierta vitalidad y magia.
Yzker me mira en busca de respuestas, a diferencia de mi, él no sabe mucho sobre eso, y a decir verdad tampoco se muy bien lo que significa que pierda su brillo y olor, pero nada bueno a de ser.
— De seguro hace eso porque no lo tiene Kiaria —digo para que la niña se calme, pero ella niega.
— ¡No, no es así! —se remueve para que Yzker la suelte y este se lo concede—, esto es el poder de la sangre de mi mamá, cuando se apague ya no podre volverla a ver.
Nos da la espalda y empuja la puerta que no cede, trata de alcanzar la manilla, pero con un gesto le indico a Rahi que lo haga, sale corriendo y la sigo sin dudarlo, tengo el corazón acelerado y el estómago comprimido. Pensar en que algo pueda pasarle a Kiari se me hace casi imposible, pero no creo que Arka se altere así por nada, ella es quien más confía en las habilidades de su madre.
No hace falta voltear para saber que Rahi y los príncipes me siguen, solo me enfoco en la niña que corre frente a mí.
Me detengo de golpe cuando miro por una ventana el manto y siento el aire salirse de mis pulmones en menos de un segundo. La luz blanca que siempre tiene ha desaparecido, y ahora tiene huecos en varios lugares lo que me hace saber que ha sido quebrantado.
Rahi se detiene a mi lado al igual que el principe Ragert, trato de volver a seguir a la niña, pero me lo impiden, miro el pasillo y Arka ya no se ve por ningun lado, Yzker tampoco.
— Tiene que volver a la torre —dice Rahi—, están atacando el castillo y no es seguro que esté aquí.
— Arka...
— Yzker se encargará de ella, usted tiene que estar a salvo.
— ¿Cómo que están atacando el castillo? —cuestiono molesta—. Hoy la seguridad fue reforzada, no había manera de que nos atacaran así.
— Pero sucedió, ya los caballeros están defendiendo los muros, el manto ha sido destruido.
— ¿Dónde están Kiari y mis padres?.
— No se sabe dónde está Kiari y los reyes ya se están haciendo cargo de todo, pero necesito que se resguarde en su torre.
Empuño mi vestido molesta y rodeo al hombre quien vuelve a atravesarse en mi camino, levanto el rostro para poder mirarlo, pero no existe expresión alguna en su rostro, parece un témpano de hielo.
— Haga lo que el guardia le ordena, ya nos estamos encargando de todo —dice y arqueo una ceja.
— No me diga que hacer.
— Entonces sea la mujer inteligente que dice ser y asegure su bienestar.
— ¿Usted también se resguardará, Alteza?.
— No, tengo que hacerme cargo de algunas cosas y no podré hacerlo si sigue aquí haciéndome perder el tiempo.
— Iré con usted.
— ¿Acaso está sorda?.
— Alteza...
— Rahi, hazte cargo de la seguridad del castillo e infórmame donde están los reyes —ordeno y esquivo a los dos hombres que está vez no tratan de detenerme.
— Los reyes se encuentran en el salón rojo con la Corte Blanca y los Kerrág —dice a mis espaldas.
Veo a los guardias reforzar cada entrada y salida del castillo, Rahi comienza a dar órdenes y pide a uno que llamen al Gran Duque Caz Razar, me informa que los invitamos han sido resguardados en el salón dorado, que es donde se llevaba a cabo la celebración, con más de diez guardias en cada puerta. Aún no se sabe cómo han logrado destruir el manto, pero si quien lo hizo y no podía esperarme menos de los Bhukaare, les encanta atacar cuando creen que estamos distraídos.
Imagino que el estar perdiendo terreno en la frontera los habrá hecho tomar la decisión de atacar directo al castillo.
El principe Ragert, quien va a mi lado, detiene el paso y me hace retroceder al cruzar el pasillo. Abro los ojos al ver el camino de cadáveres de guardias que hay sobre el suelo inundado de sangre y las paredes manchadas de ese líquido carmesí, pero lo que más me desconcierta es ver a la niña que está de pie en medio del pasillo, con las mejillas humedas y la mirada perdida.
— Arka... —la llamo bajando el brazo del hombre que no me quiere dejar avanzar.
Veo una mano levantarse y tomar la suya, me paralizo al ve como Yzker levanta la cabeza y mueve los labios como si estuviera diciendo algo que no llego a escuchar, pero ella sí, porque lo mira cuando comienza a levantarse, su rostro está cubierto de sangre al igual que su traje. La niña hace un puchero con los labios y vuelve ha sucumbir ante el llanto cuando Yzker la abraza y acucurra entre sus brazos.
Mi estómago se retuerce y el pecho se me comprime cuando la triste mirada de mi hermano nos detalla, le tiembla la barbilla y abraza con más fuerza a la pequeña que no deja de llamar a su madre.
El nudo en mi garganta me lastima y me impide tragar, respiro profundo empuñando mi vestido con rabia y dolor.
Por todas las flores de Nebelé, Bhukaare pagará por lo que ha hecho.
Aprieto los labios y tomo otro camino hacia el salón rojo, Yzker se ocupará de Arka, de eso estoy segura, así como Rahi lo hará con los guardias caídos tanto dentro como fuera del castillo, yo necesito saber que fue lo que pasó exactamente.
Me han arrebatado a la única amiga que tenía.
Esto no quedará así y el culpable caerá por mi propia mano.
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Dāvole: demonio.
Khyjta: es un collar especial que las Khaynes usan después de sus 100 años para potenciar su poder.
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