Capitulo Seis

Ragert Kerrág.

Volví a leer la carta que mi padre me había enviado, sus peticiones eran claras y la desesperación que estaba empezando a demostrar era justificada.

No había tenido tanto avance a pesar de tener casi dos semanas aquí, pero tenía una razón: la orgullosa y mimada princesa con la que estaba comprometido.

Katània se estaba comportando como una niña, desde el primer momento me ha tratado con desprecio sin motivo alguno, aquello me sacaba de quicio, yo solo he intentado conocerla, pero mi orgullo tampoco da para estar detrás de ella como un joven enamorado.

Si bien me ha cautivado desde que la vi por primera vez, no estoy para juegos de niños.

Me levanté del escritorio para dirigirme hacia las estanterías de los libros, necesitaba aclarar una duda que tenía desde la mañana.

Volví al escritorio con el libro entre manos y mire el índice para encontrar más rápido la página que necesitaba, ojee el apartado repasando la información.

Los Divisios tenían varias clasificaciones y la reina Seyh solo usaba a dos de de ellos. Sin embargo poco y nada era lo que entendía de aquello, estaba escrito en neutral y partes de Gheye, el idioma de Vhinta Khore, no sabía nada de dicho idioma más que los simples saludos.

Las puertas se abrieron captando mi atención, un guardia entro haciendo una inclinación antes de hablar.

— Su alteza real, la princesa Katània desea verlo —anuncia acercandose un poco.

Parece que era momento de iniciar con la primera fase del plan, esto no me lo esperaba de dicha manera, Katània es orgullosa y había dejado en claro que no le agrada mi presencia, sin embargo ha venido a verme lo que me genera una grata sorpresa.

— Hazla pasar —le indico al guardia volviendo la mirada al libro.

El hombre sale después de hacer una leve inclinación, segundos después escucho el resonar de unos tacones sobre el suelo de mármol. Veo su sombra en el escritorio, causada por la luz del sol que entra por los altos ventanales, pero no levanto la mirada.

— Lamento interrumpir, su Alteza —habla con esa suave voz que endulza mis oídos—, pero me gustaría hablar con usted.

— Dime qué necesitas —hablo sin mucho afán—, estoy en medio de una lectura importante.

— Solo quería disculparme por mi comportamiento —expresa luego de varios minutos en silencio, como si le costara pronunciar aquellas palabras—. No he sido cortez con usted y, si en algún momento he llegado a ofenderlo, también espero me disculpe, no ha sido mi intención.

Para ser honesto no me esperaba una disculpa de su parte aún, quizá luego de que lograra que al menos hablara conmigo de una forma decente. Algo me hace pensar en que Yzker tiene que ver en esto, Katània no es de las que se disculpa por lo que su hermano me ha dicho, y él es quien más ha estado intentado que hablemos, tiene la ilusión de que seamos amigos.

— Acepto sus disculpas solo porque sé lo que le ha costado venir a pedirlas.

— ¿Cómo podría saber si me ha costado o no? —cuestiona cuando la miro, esos ojos azules que esconden todo aquello que en realidad quiere decir, me hipnotizan con su brillo.

— Tengo fuentes confiables —respondo sonríendo.

— Entiendo, mi hermano le ha dicho que no pido disculpas.

— Algo así me ha comentado.

— Y esa es su fuente confiable —dice forzando una sonrisa.

— No hay nadie más confiable que mi mejor amigo.

Aquello le borra la sonrisa en un segundo, lleva sus mano hacia atrás antes de bajar la mirada. Katània en ocasiones actuaba de una manera peculiar, muy pocas veces la verdad, pero solo la había visto comportarse así conmigo, como si de verdad no tolerara verme.

— Está leyendo sobre los reinos de Akleire —dice con la vista en el libro sobre el escrito—. Sobre Vhinta Khore, mejor dicho —enarco una ceja levantando el mentón con suficiencia.

— Quería ver qué tan verídicas eran sus palabras —aclaro sin miedo.

— ¿Y que piensa?.

— ¿Le soy honesto? —asiente de forma leve—, no entiendo el Gheye, así que ya podrá intuir mi respuesta.

Mira la ventana a su derecha conteniendo una sonrisa, aún no logro entender porque siempre trataba de esconder su sonrisa, si cuando lo hacía todo su rostro se iluminaba.

— ¿Se está burlando de mí? —la acuso logrando que me mire con los labios formando una línea recta.

— Por supuesto que no, Alteza. Solo me ha sorprendido que no entienda el idioma.

— ¿Usted si lo entiende? —cuestiono levantando una ceja.

— Naturalmente, es el tercer idioma que aprendí.

— ¿Tercero?.

— El segundo fue el Takao.

— ¿El de las tribus? —Katània se limita a asentir.

A decir verdad, estaba sorprendido, la princesa sabe tres idiomas. Ysker en varias ocasiones había mencionado que a Katània le gustaba aprender, pero en ningún momento me imaginé que al límite de saber tres idiomas.

— Si gusta, podría traducirlo para usted —ofrece al cabo de unos minutos.

No sonaba mal, intentar entender el libro me tomaría semanas, en cambio ella podría leerlo en cuestión de minutos.

Le extendí el libro a modo de respuesta, ella lo tomó antes de girarlo para poder leer.

— ¿Hasta donde ha podido leer? —pregunga sin mirarme.

— El título, que es lo único escrito en neutral.

Ella reprime otra sonrisa que amenazaba con mostrarse, enfocó sus ojos en las páginas mientras las pasaba, pasó así un par de minutos antes de acercarse al escritorio y sentarse en una de las sillas frente a este apoyando el libro en la madera.

— He de suponer que solo quiere corroborar la información sobre los Divisios.

— Está más que claro.

— Bien, los Divisios son criaturas que poseen gran fuerza y rapidez, son originarios de Vhinta Khore por lo que el 98% residen ahí... —explicaba mientras lee con una fluidez nata.

Lo rápido que lo traduce es impresionante, al igual que el movimiento de sus finos y definidos labios. Katània es una joven hermosa, de tez blanca y delicada bordeado deo manto dorado que tenía como cabello, brillante como ella, siempre recogido en finas trenzas que se entrelazan, no había momento en que la princesa no tuviera diversas flores en su cabello, ya sea en forma de coronas o bordeando la parte trasera de su cabeza, a veces no eran más que un tocado a lado de su cabeza, pero todos los días era una flor diferente y con un aroma delicioso.

Sus vestidos suelen ser sencillos, con colores suaves, como el rosado que lleva justo ahora, con hombros descubiertos y mangas largas, bordados con los más finos hilos y la más acertada pedrería.

Su postura y vestimenta dejaban en claro su posición, sin mencionar la delicadeza y armonía de su rostro, su suave andar y mirada altiva conformaban la imagen de la princesa perfecta.

Si, una mujer digna de apreciar.

— ¿Entendió lo que dije? —pregunta mirándome, mierda, no había escuchado nada de lo que dijo.

— Claro, no es tan complicado.

— ¿Cuáles son las clasificaciones de los Divisios? —entrelaza los dedos sobre el libro con una mirada inquisitiva.

— Tiene razón, no escuché lo que dijo —admito con recelo, no se en que momento deje de prestarle atención.

— Existen cuatro clasificaciones —volvio a explicar—, de las cuales la reina Seyh solo utiliza dos en sus filas y una los tiene reclutados, pero no participan en batalla...

La manera en la que explicaba era simple, pero aún así no lobraba concentrarme, la forma en la que su largo cabello caía sobre sus hombros me distraía. Katània portaba un aura tan delicado, muy contrario a su mirada altiva y voz autoritaria. Lo que se dice de ella y su belleza no le hacen justicia a la magnificencia que es en persona.

Hermosa, inteligente, con porte y autoridad, sin mencionar la gracia con la que se mueve o expresa que hipnotizan hasta a el más frío témpano de hielo.

— Príncipe Ragert —su voz me vuelve a sacar del hechizo que crea su presencia—, está claro que no está prestando atención.

— Mis más sinceras disculpas, puede seguir...

— No me parece que esta vez sea diferente —admite entrecerrando los ojos como si me analizara, al tener la cara frente a mí me permite ver el leve rubor en sus mejillas—, ¿Podría seguirme?.

Pregunta poniéndose de pie y cerrando el libro, la miro confundido, pero ella no da explicación alguna, solo me da la espalda dispuesta a salir del salón.

Ni siquiera lo pienso antes de rodear el escritorio y seguirla.

Tengo curiosidad de lo que quiera mostrarme. Camino a un par de pasos detras de ella acomodando mi capa.

Es el momento perfecto para comenzar a ejecutar mi plan. Katània no es una mujer fácil de doblegar, tiene un carácter que pocos se atreverían a enfrentar pese a que siempre intente mantenerse al margen, tampoco creo que sea fácil de manipular, su ingenio es superior al de muchos.

La manera en la que me ha mirado desde el día de su cumpleaños me han hecho saber que sospecha de mí, del secreto que mi familia se ha esforzado tanto por ocultar y aquello me tiene entre la espada y la pared.

El rey Altor fue fácil de convencer, él, a diferencia de Katània no escucho lo que la Khayne dijo, por lo que no tenía razones para desconfiar.

Kiari también me creyó con rapidez, al conocerme de años y el hecho de que no estuvo la noche de la celebración, no le dejaron dudas sobre mi versión de los hechos.

Pero Katània no es ilusa, y según Yzker, cuando algo se le mete en la cabeza es imposible tratar de convencerla de lo contrario. También está el hecho de que, como ella misma lo ha dejado claro, cuando hay algo que no sabe o de lo que no está segura, comienza a investigar hasta obtener todas las respuesta.

Observé el entorno reconociendo el lugar, ya sabía hacia donde nos dirigía lo que incremento mi duda.

Las puertas fueron abiertas por los guardias a petición de Katània, nos adentramos al salón con las paredes decoradas con diversas armas. Ubicados en diferentes lugares habían sogas colgadas del techo, sacos de arena y varias estructuras que ayudaban en los entrenamientos.

— ¿Que hacemos aquí? —cuestiono cuando la veo dirigirse hacia el rincón donde se encontraban las pecheras de práctica junto a algunos accesorios para protegerse.

— No se concentra porque su mente se la pasa divagando —explica tomando una pechera de doble cuero —, hay que mantenerlo presente y redirigiendo su energía en alguna actividad dinámica.

— ¿Está insinuando que tengo un problema para concentrarme?.

— Precisamente —admite con simpleza cuando termina de ajustarse la pechera.

Se dirige hacia las armas de madera que utilizan los principiantes para practique toma dos palos del mismo tamaño antes de dirigirse hacia mí.

— ¿Y pretende que peleemos? —cuestiodo con una ceja alzada cuando me ofrece uno de los dos palos.

— ¿Tiene miedo de que le haga daño, Alteza? —se burla al ver que no me muevo para tomar el arma.

— Me parece que sería al contrario.

— Le pediré que no me subestime, puedo asegurarle que se defenderme.

Me desabrocho la capa arrojandola hacia un lado, no tenía intenciones de subestimarla, sino todo lo opuesto, quería ver de que era capaz y que tanta razón tenía para sentirse tan autosuficiente y segura como para pelear conmigo.

Era mucho más alto que ella y le triplicaba en masa, tenía todas las de perder.

Sujeto el arma con una de mis manos aceptando el reto, Katània se puso en posición defensiva de inmediato indicándome que diera el primer ataque.

Moví la mano dirigiendo un golpe directo hacia ella el cual evitó en un rápido movimiento de defensa atravesando el arma ante ella. Si bien no aplique fuerza podía sentir la precision con la que interceptó mi arma logrando que una sonrisa se dibujara en mis labios.

Volví a atacarla tres veces más y al igual que la primera vez, detuvo mi arma con firmeza en rápidos movimientos, como si previera los míos.

— Los Divisios se dividen en cuatro clasificaciones —habla lanzando el primer ataque el cual detuve con mi arma —, la reina Seyh, incluye solo dos en sus filas, los Clase A y Clase B.

Retrocede unos pasos usando su arma para cubrirse de mis estocadas, se mueve con agilidad para atacarme por el costado izquierdo, sin éxito, porque pude reaccionar a tiempo para bloquearlo.

— La Clase A esta conformada por los Divisios que poseen sentidos más desarrollados y son mucho más rápidos que casi cualquier criatura, sin mencionar su gran  fuerza —continua en medio de nuestra batalla—, la reina Seyh los ubica en la primera fila como atacantes, acaban con las primeras tres filas de caballeros enemigos en cuestión de minutos.

Logra golpear mi brazo con un rápido movimiento antes de volver a cubrirse con el arma por mis ataques que ahora son más rápidos.

— Los Clase B son aquellos que se vuelven tres veces más grandes y fuertes, deformando parte de sus cuerpos que los convierte en auténticos monstruos —me acerco presionando mi arma contra la suya antes de darle un golpe en la costilla al cual apenas reacciona volviendo a atacarme—, son la ofensiva de de su ejército, pierden parten de la consciencia humana lo que los vuelve más letales y sanguinarios, son casi lo último a los que se enfrentan los enemigos, pero aseguran la victoria de su reina.

Katània es rápida y ágil, sumado a eso su increíble resistencia, no baja el ritmo aunque tampoco lo aumenta, sus golpes y ataques son precisos, como si los premeditara. Mientras me ataca, sin perder la gracia de sus movimientos, parece que bailará al son del aire y el espacio que nos rodea, es adictiva de ver. Jamás había tenido un contrincante como ella, y si bien, no estoy usando ni el diez por ciento de mi fuerza, puedo decir que tiene buen temple.

— Los Divisios son solo el atractivo de su ejército, quienes le dan la victoria en seguida aunque los enemigos sean miles, puesto su ejército en si, ya es lo suficiente grande y fuerte como para derrotar a cualquiera.

» También cuenta con Prodigios de los elementos, Khaynes, Strugs y Hijos de las sombras, ubicados en la segunda y tercera división de forma estratégicas. Si bien muchos conocen como opera el ejército nadie se atreve a enfrentarlos. Muchos han querido acabar con la dictadura de esa mujer, por la forma en la que su pueblo padece y todo el que trabaja para ella es su esclavo, sin embargo, todo aquel que la enfrenta, muere.

Golpea mi pierna con fuerza previendo mi ataque el cual esquiva agachando la cabeza, vuelve a golpearme en las costillas y cambiando el arma de mano me atina la mano enredando su arma con la mía logrando que vuele de mi mano.

Toca mi pecho con la punta del palo con una media sonrisa cargada de suficiencia.

— ¿Ahora entiendes el peligro inminente que representa la reina Seyh como enemiga? —cuestiona bajando el arma y apartando algunos mechones de cabello que se han pegado a su rostro por la fina capa de sudor que la cubre.

Hasta el momento no había caído en cuenta de que entendí cada palabra que dijo.

Durante toda mi vida un sin fin de tutores han tratado de enseñarme como funciona cada reino y como estan conformados sus ejércitos y leyes, pero a penas una pequeña parte de es información se ha quedado conmigo, casi todo lo he aprendido con la práctica y error.

Katània me había hecho comprender todo sobre el ejército de la reina Seyh en cuestión de minutos con una simple explicación, aún cuando estaba concentrado en esquivar sus ataques no me perdí de ninguna de sus palabras.

Decir que estaba sorprendido era poco.

— Es de los mejores ejércitos de Akleire —admito mirando su pecho, que sube y baja con rapidez, imagino que por la batalla.

— Es el mejor ejército de Akleire, no hay que quitarle mérito —la princesa se aclara la garganta al ser consciente del lugar en el que se dirigía mi mirada, con las mejillas sonrojadas deja el arma a un lado para comenzar a soltar las tiras de la pechera—. La reina Seyh es de las mejores estrategas del continente, además no muestra miedo o remordimiento al momento de atacar.

Pasa la pechera sobre su cabeza para deshacerse de ella, su cabello estaba alborotado y varias de las flores de su tocado habían salido volando en medio de la batalla, aún así lucía tan hermosa como siempre. Me acerqué a ella para retirar algunas flores que habían caído por su cabello suelto, la princesa se mantuvo quieta ante mi cercanía justo antes de levantar el rostro para mirarme.

Apenas tocaba sus hebras doradas, pero su simple cercanía me hace cosquillear las manos pese a los guantes que las cubren. Pasa la lengua por sus labios para humedecerlos, guiando mi atención a ese gesto, podía sentir su acelerada respiración que apenas empezaba a normalizarse, yo apenas me veía afectado por tanto movimiento.

Ningún retrato en la historia le haría justicia al azul tan intenso de su mirada, que conectaba con la mía en contadas ocasiones, era todo un privilegio que aquellos ojos se enfocaran en mi.

Apreté los dientes con la última flor rebelde entre mis dedos, no podía seguir nublandome ante su presencia ni idiotizandome con su imagen, tenia un plan, uno muy importante, necesitaba enamorarla, pero no caer ante ella.

Sino lo lograba, tenía el deber de matarla, por lo que no podía caer en tentaciones con esta mujer. Podía ser mi esposa, porque ese es el trato, pero más allá de eso, mantenerla con vida era un riesgo, para mí y mi secreto, para mí plan para con el reino soñado que mi familia ha estado creando.

No puedo fallar.

— Espero la información sea de ayuda —habla alejándose un poco de mí.

El calor que nos envolvía comenzaba a tornarse asfixiante, su rostro estaba rojo y su cabello alborotado, lo que solo me generaba ganas de tocarla. Katània tomo más distancia haciendo una rápida reverencia antes de salir con paso apresurado del salón dejándome con una extraña sensación en el pecho.

Me revolvi el cabello con las manos un poco frustrado, su ausencia había instalado un peculiar aire frío en el lugar. Necesitaba enfocarme, no podía caer ante ella.

Pase el resto de la tarde analizando la información que Katània me había dicho. Aún no era certero que Vhinta Khore se uniera a Bukhaare para atacarnos, sin embargo, existía la posibilidad. Más que idear un plan de defensa contra ambos reinos, estaba mas enfocado en ingeniar un plan para persuadir a la reina Seyh de unirse a Bukhaare.

El rey Altor junto a la Corte Blanca estaban discutiendo distintos puntos de la guerra en la frontera, si bien el rey era quien tomaba todas las decisiones, los miembros de la Corte opinaban y debatían al respecto, mostrando los puntos a favor y en contra con respecto a las palabras del monarca.

El rey Altor era un hombre ingenioso, aunque se tomaba su tiempo para idear y decidir. Era buen rey, pero, como Katània lo había dicho, en ocasiones pecaba de predecible. La estrategia que tenía era muy similar a la que había usado en la guerra de Deka Hiana y Reív, cuando ascendió al trono.

No podía negar que era un buen plan, pero ejecutado siempre de la misma manera, el enemigo fácilmente podría deducir su estrategia.

Si bien tenía la capacidad de actuar mediante los hechos e inconvenientes, nos restaban tiempo, que bien podría haberse ahorrado si premeditara más la situación.

El rey había ganado un gran número de batallas, pese eso, con los años había perdido un poco de ventaja en las guerras, lo cual no era para nada bueno. Yo sería el próximo monarca, y sus errores podrían quitarme lo que tanto nos está costando conseguir.

Vhalgaria. Que no contaba como un reino más, era el imperio que estábamos construyendo con mucho esfuerzo, con la unión de Vassilis y Asthras, dos reinos que a pesar de ser vecinos eran muy diferentes en superficie terrestre, clima, magia, culturas, tradición, criaturas y personas.

Ya de por sí era un gran reto lograr la unión total, ahora con esta guerra, que empezó por una cuestión de honor y se ha transformado en un tema de poder, todo podría derrumbarse.

Por suerte, en un par de días sería el casamiento en Vassilis, el primer paso para la unión, una vez concluida la ceremonia en Asthras, siguiendo las tradiciones de ambos reinos, sería en inicio de Vhalgaria, la tierra divina, dónde yo seré el máximo jerarca del nuevo imperio.

Las puertas del salón se abrieron, dando paso a un hombre de cabellos canosos y traje azul, caminaba apresurado hacia el rey, hizo una reverencia antes de entregarle un sobre.

— Le han enviando está carta desde Bhukaare —informa el hombre—, me han dicho que lo entregue en sus manos, es de suma importancia que lea el comunicado con premura.

El rey no dice palabra alguna, se limita a abrir el sobre y leer su contenido, su serio semblante va transformándose en una mueca de disgusto para luego ensenderse al rojo vivo.

— ¡Esto es inaudito! —grita estrellando su puño contra la mesa—, ¡Bhukaare nos ha declarado la guerra negándose a la unión de Vassilis y Asthras!.

— Era algo que se veía venir —admitio el Conde Varadel.

— Reív y Deka Hiana se les han unido, ¡malditos malagradecidos!, les hemos ayudado por años a levantar sus reinos y así es como nos pagan.

El rey estaba colérico y no era para menos, desde que ascendió al trono acabo con la guerra entre ambos reinos y ha estado ayudándolos desde entonces, y ahora se han unido al enemigo.

— El rey Reikan Efiemev debió haberles ofrecido muchos Akles para convencerlos —comento el Duque Akull.

— No puedo creer que se dejaran vender tan fácil —dice Lady Romséh—, hemos estado ayudándolos por muchos años.

— Son pura escoria —se quejo el rey—, Duque Blaka, anule todos los tratados con ambos reinos, no merecen recibir un mísero Akle más de mi parte.

— ¿También la distribución de Tástique? —pregunto el Duque.

— Si, no recibirán más nada de Vassilis.

— Pero Majestad, Reív es de los mayores compradores de Tástique —le recuerda Lady Romséh Herecall.

— El Tástique se les vendía a un precio relativamente bajo —informa el Duque Akull—, y aún así, tenían pendientes varios pagos. Es más lo que nos deben.

— Regula el precio del Tástique y emite una demanda de pago inmediato —ordena el monarca—, de no cumplirla, tendrán que darnos la mitad de los impuestos generados por el reino hasta saldar la deuda.

El hombre comienza a redactar la orden en un pergamino, sin emitir ninguna objeción. Era una medida extrema, pero con el honor de un reino no se juega, y ellos habían traicionado a quienes más le habían dado.

Tanto Deka Hiana como Reív, eran reinos poco estables, debido a las guerras que los habían destruido. Según los informes, tenía numerosos tratos con Vassilis y por la benevolencia del rey Altor, también conseguían diversos recursos a precios muy accesibles.

También tenían tratados con otros reinos, como Asthras, pero la ayuda era inferior, aún así, comencé a escribir una carta a mi padre informándole de lo sucedido, no iba a permitir que esto afectara aún más mi imperio, si querían guerra, les daré guerra, pero no piensen que seguiremos ayudando a su causa.

— Hay que emitir un comunicado a cada reino informando de lo sucedido —aconseja el Duque Asdy Varadel—, y pidiendo que se mantengan al margen si no quieren unirse a la guerra.

— Vassilis y Asthras tienen muchos tratados con los otros reinos —concuerda Lady Romséh Herecall —, no creo que quieran perder los beneficios que les otorgamos.

— Hay que persuadir a todos los reinos —hablo por primera vez—, no podemos permitir que se unan en nuestra contra, muchos podrían ver Vhalgaria como una amenaza, cuando en realidad es algo que podría beneficiar a muchos. Bhukaare está convenciendo a los otros de lo primero, porque sabe del poder que tendremos al unificar ambos reinos.

— El rey Reikan solo es un avaricioso que no puede permitir que alguien tenga más poder que él —objeta el monarca.

— Y así como él, mucho más —suelto sin mucha importancia —, por eso tenemos que hablar con los otros reinos antes que Bhukaare.

— Por eso son las cartas —reafirma el Duque Asdy—, en ella plantearemos el panorama de lo que está sucediendo y pactaremos nuevos tratados que nos beneficien a todos.

— Necesitamos un emisor de confianza —propone Lady Ismula Orque —, alguien diplomático que pueda persuadir a los monarcas.

— Una persona que inspire confianza —concuerda el Duque Asdy—, y que sepa ganarse a las personas.

— Nos llevará tiempo lograr convencer a todos —se queja el Duque Blaka —, como dijo el principe Ragert, para muchos, Vhalgaria es una amenaza hacia su poder.

— Nadie dijo que sería fácil —le digo—, a algunos habrá que obligarlos.

— Hay muchas normas que están siendo quebrantadas con esta unión, no piense que puede manipular a los grandes reyes.

— Eso ha sido premeditado desde el momento en que se hizo el acuerdo de unión. La guerra era algo inevitable. Tenemos que usar el poder a nuestro favor, no mostrarnos como una amenaza, pero tampoco que crean que cualquiera pueda jodernos.

— Ya estamos montados en esto —dice el Conde Netza Ciraquía—, no podemos retroceder, solo terminar los que empezamos.

— Que el comunicado también sea enviando a todo Vassilis y Asthras—ordeno—, también hay que ganarnos a los habitantes de estas tierras, aunque no tengan alternativa, que crean que tienen el poder de decidir.

— Me parece perfecto —concuerda el rey—, las personas suelen ser más fáciles de convencer cuando se les da el beneficio de la duda.

Lady Romséh Herecall anota todo lo que el rey le pide, es quien se encargará del comunicado hacia ambos reinos, mientras el Duque Blaka Akull crea nuevos tratados que serán difíciles de evadir para los otros reinos

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