Capítulo Once
Daív me ayudó a deshacerme de la capa que me cubría antes de comenzar a quitar mi vestido manchado, podía notar la sorpresa en su rostro, pero como siempre, no decía nada al respecto. Por primera vez quería que hablara, que mencionara algo de lo que ve, de lo que sucedió. No quería que fuera prudente.
— ¿Porque siempre guardas silencio ante lo que ves o escuchas? —pregunto, con la intención de comenzar una conversación.
Daív no me mira a los ojos, nunca lo hace, con nadie, recoge la ropa que ha caído en el suelo y me indica que entre al cuarto de baño, lo cuál hago.
— Sería irrespetuoso no hacerlo, Alteza —admite en un tono bajo.
— De ahora en adelante quiero que hables conmigo —le ordeno—. Te llevaré conmigo a Asthras y a dónde vaya, así que quiero a alguien de confianza con quién también pueda hablar y, que lo que hablemos entre nosotras no salga de aquí a menos que ordene lo contrario. Te doy la libertad de hablar y comentar lo que desees, Daív.
Ella no me mira, se mantiene en silencio cuando comienza a fregar mi cuerpo con la esponja, limpiando la sangre quemada y maloliente.
Ahora que Ekerina no está, ella se dedica por completo a mí, sin bajar el rendimiento de sus labores.
— ¿Usted ayudó al principe con el duque? —cuestiona luego de varios minutos en silencio—, sé que lo que quiere que le diga tiene que ver con el Duque, y estoy dispuesta a contarle todo lo que sé si me asegura que eso no me meterá en problemas.
La mire con el entrecejo fruncido, se notaba preocupada, lo que me hacía pensar que de verdad pasaba algo grave.
— Puede estar tranquila, nadie le hará daño —ella asiente sin dejar de lavarme.
— Con todo respeto, Alteza, me gustaría primero que contestase mi pregunta, no la voy a juzgar si así ha sido.
— No lo he ayudado, pero si ví cuando lo hacía —el disgusto en mi voz es palpable y es que recordar la escena me desagrada de sobremanera.
Daív asintió, comprensiva, pero volvió a guardar silencio mientras terminaba el baño. Al salir comenzó a colocarme la ropa interior y a ajustar el corsé, parecía pensativa, a través del espejo podía verla con la mirada perdida.
— Ekerina fue su última víctima —hablo concentrada en su trabajo—, más no la única.
Aquella confesión me recordó a las palabras del Duque cuando lo escuchamos antes de que el principe Ragert entrara al salón, dónde le decía a Lady Romséh, que no se había preocupado por las demás.
— Lady Romséh siempre lo ha sabido, ¿Verdad? —trato de contener la molestia que crece en mi estómago, no quiero pensar lo peor.
— No la juzgue, ella también era víctima del Duque Blaka.
Con el entrecejo fruncido me girl para encararla, obligándola a dejar su labor.
— ¿A qué se refiere?.
— Lady Romséh era la amante del Duque hacía muchos años, cuando ella aún era una doncella, pero él es un hombre muy agresivo, algo que a ella no le gustaba, así que intentó dejarlo y él no se lo permitió —la tristeza en su voz era notable—. Desde entonces él la tiene amenazada y silenciada, nadie sabe con qué, pero Lady Romséh no dice nada acerca de los abusos que el Duque ha causado a varias doncellas desde hace muchos años.
Me quedo mirándola, incrédula ante sus palabras. Por lo que Daív dice, esto es algo que siempre ha ocurrido entre las doncellas, desde Lady Romséh, o incluso desde antes, no puedo creer que mi padre no supiera de esto, porque de saberlo lo habría detenido.
No quiero pensar en cuántas doncellas habran sufrido lo mismo que Ekerina, ¿Cuántas de ellas se habrán arrebatado la vida?, o peor aún, ¿Cuántas de ellas vivirán aún con ese sufrimiento?.
Aprieto los dientes furiosa, Lady Romséh debió haber hablado, nada puede ser peor que ver a mujeres ser abusadas y violentadas por un hombre y no hacer nada al respecto. Callar es ser parte del problema, es apoyar esos actos despiadados.
Daív me mira temerosa, pero antes de que pueda decir algo, unos golpes en la puerta la interrumpe. Ella se apresura a abrirla, dejando pasar a Rahi, quien luce su brillante armadura como siempre, pero su rostro se desfigura en una mueca molesta, es muy raro ver a Rahi molesto, tiene una carta en su mano, la cuál me entrega cuando está frente a mí.
— El rey sabe lo que ha sucedido con el Duque —informa, mientras leo—. Los Akull se han enterado también y han demandado al principe Ragert por asesinato injustificado ante el reino. Los Kerrág están por llegar y el rey Āhimos no viene muy contento, su hijo ya le ha comunicado lo ocurrido. Por dichos acontecimientos, la boda ha sido pospuesta hasta que todo el asunto se esclarezca. La ciudad de Zittre está alterada y ha comenzado a esparcirse el rumor de que el principe Ragert es un asesino como el principe Eisho Iutach.
— Dos horas, Rahi, ¿¡Todo esto ha ocurrido en dos horas!? —arrugo el papel que tenía entre las manos furiosa, Rahi ya me ha resumido su contenido.
— El principe Ragert se encuentra encerrado mientras en el salón rojo se lleva a cabo una discusión con la Corte Blanca y los Akull dónde es solicitada.
Le ordeno a Daív traer uno de mis vestidos, Rahi sale cuando la doncella regresa a terminar de alistarme. No puedo creer lo que está pasando, como alguien pudo esparcir así el rumor del principe dejándolo como un asesino desquiciado como el principe Eisho, esto es inadmisible.
Odio que las personas hablen si saber.
Sabía que con lo que hizo en la cocina tendría problemas con la familia Akull, pero no creí que llegaría a esparcirse dicho rumor por la capital.
Una vez lista, salí con rapidez de mis aposentos, Rahi me seguía de cerca por el pasillo que unía mi torre al castillo.
— Necesito que me digas como es que todo eso ha pasado en tan poco tiempo —le ordeno si mirarlo.
— Lady Romséh Herecall ha informado al rey sobre lo que ha visto una vez despertó, algunos dicen que ella y el Duque mantenían una relación secreta, así que no me sorprende que haya difamando al principe Ragert por encubrir lo que sucedió con su doncella. La duquesa Hacarana Akull y su hijo Tefán llegaron esta mañana, por lo que también se enteraron de lo sucedido con el Duque. La demanda fue inmediata, el rey ha encerrado al príncipe Ragert por órdenes de la Corte Blanca, quien no negó lo que hizo, sino que escupió el nombre del duque frente a su familia.
Rahi era mi mayor fuente de información cuando de asuntos del castillo se trataba, él era un hombre importante en la guardia real, no solo por ser mi guardia personal, sino también porque se ha ganado a casi todos los guardias del castillo.
El Duque no era un hombre de mi agrado, mucho menos después de saber lo que le ha hecho a las doncellas durante años. Sin embargo, Lady Romséh Herecall se está ganando todo mi odio por permitir eso, y por difamar al príncipe ante mi padre y los Akull.
Al llegar al salón rojo no espero que me anuncien, entro sin esperar alguna orden. Toda la Corte Blanca está presente, junto a los Akull y los reyes, cada uno en su respectivo puesto.
Está vez, mi asiento es junto a madre, quien no espera que termine de sentarme para comenzar a reprenderme.
— ¿Donde están tus modales? —dice entre dientes.
— Buenos días —saludo de forma clara para que todos puedan escuchar.
Solo algunos corresponden el saludo, padre, quien tenia la mirada clavada en mi vuelve su atención a los presentes.
— Lady Romséh, díganos de nuevo como han sucedido los hechos para que la princesa pueda escuchar —ordena, pero antes de que la mujer pueda decir algo, las puertas son abiertas sin previo aviso.
— Espero que esto sea una jodida broma, Altor, y que mi hijo no esté encerrado o tendremos serios problemas —la profunda voz del rey Āhimos Kerrág resuena en todo el salón.
El hombre es alto y corpulento, su capa de piel blanca le cubre los hombro y se mueve con cada uno de sus pasos. Su traje azul luce varias medallas y tiene acabados en plata, mientras que sus ojos negros y rasgados observan con fijeza a mi padre, sus facciones son duras y marcadas, como las de su hijo.
El rey Altor apoya los codos en la mesa y entrelaza sus dedos, manteniendo el contacto visual con el hombre de cabellos negros que acaba de entrar.
— El principe Ragert ha asesinado a un miembro importante de mi Corte, Āhimos, así que no, no es una broma —explica con calma el rey de Vassilis.
— ¿Desde cuándo defiendes a los abusadores y violadores? —escupe el rey de hielo aún de pie, frente a la gran mesa.
Su acusacion se lleva varios suspiros de sorpresa de los presentes, en especial de la duquesa Hacarana, quien se levanta furiosa.
— ¡Esas son calumnias!, mi esposo jamás...
— ¡A mi no me levante la voz ni me contradiga si no quiere que le corte la lengua! —le amenaza el rey Āhimos logrando que la duquesa se trague sus palabras.
— No empieces, Āhimos —le advierte el rey Altor.
— Esas son acusaciones grabes, Majestad —esta vez es Lady Ismula quien habla.
— Mi hijo me ha informado que el Duque Blaka fue quien abusó de la doncella de la princesa, misma que se quitó la vida hace un par de noches, y que según lo que le dijo a Lady Romséh Herecall, momentos antes de que mi hijo interviniera, la doncella no era la única a quien había ultrajado.
Todas las miradas se dirigen hacia la pelirroja, quien no sabe hacia donde mirar.
— ¿Es eso cierto, Lady Romséh? —cuestiona el rey Altor.
La mujer mira hacia donde se encuentra la familia Akull y niega de inmediato con la cabeza.
— Claro que no, Majestad, el Duque Blaka sería incapaz de algo así —pretende sonar segura, pero su voz le falla en la última oración.
Siento mi sangre hervir por la rabia, no puedo creer que tenga el descaro de negarlo.
— ¡No sea mentirosa y admita los pecados de ese cerdo! —exige el rey de hielo furioso.
— Deje de difamar la memoria de mi padre, Majestad, y asuma usted que su hijo es un asesino —brama Lord Tefán Akull golpeando la mesa.
— Mi esposo era un hombre ejemplar, ha servido a la corona toda su vida —llora la duquesa—, ¡Lo que su hijo le hizo es inhumano!.
— El principe Ragert es un hombre peligroso, no es quien dice ser —le dice Lady Romséh a mi padre con voz temblorosa—, ví como lo golpeaba con una fuerza bruta, sus manos quemaban todo lo que tocaban y sus ojos, por Nebelé... Sus ojos y su piel...
— ¡Está loca! —la calló el rey Āhimos.
— ¿De que está hablando? —se quejó mi padre.
— Jamás en mi vida habia visto una magia similar, era como lo que sucedió en el cumpleaños de la princesa, su piel ardía y brillaba...
— Lady Romséh sigue alterada por lo del duque —comenta el conde Damacura Estec en un tono suave, al notar el estado en el que se encontraba la mujer.
— De seguro habla del efecto que tienen los cristales de Luna azul con su poder de hielo —habla Kiari antes de inclinarse la copa en los labios.
— No me tome el pelo, ¡conozco muy bien los poderes de hielo, y eso no lo era!.
Kiari miró al rey Āhimos quien dirigió su furtiva mirada hacia ella, la Khayne deja la copa sobre la mesa y se recuesta en el respaldo de la silla con gracia.
— Majestad, ¿Sería tan amable de mostrarle a Lady Romséh como se ve el Helladium Corp?.
El hombre no respondió, pero levantó las mangas de su traje hasta los codos dejando ver su piel, desde las puntas de sus dedos una fina capa de hielo comenzó a trazarse en líneas curvas hasta sus antebrazos con un leve brillo que poco a poco se iba intensificando al igual que la luz del cristal que colgaba en su cuello.
Miré asombrada la escena, hasta ahora no había visto algo similar en los hombres de hielo. Tampoco recuerdo haber leído sobre él lo cuál me desconcertaba. Aún así, sabía que por mucho que se parecía a las marcas de un Dārgaton, no se trataba de lo mismo.
— ¿Es eso lo que ha visto, Lady Romséh? —cuestiona el rey Altor hastiado.
— No... Digo, sí —niega confundida—, puede ser, es casi igual, solo que el principe quemaba todo lo que tocaba, sus guantes se derritieron...
Mi corazón retumba con fuerza al ser consiente de lo que dice, no puede estar exponiendo así al principe Ragert, lo que habla no es cualquier cosa, es algo sumamente delicado.
El rey Āhimos apoya sus manos sobre la madera, la cual comienza a quemarse y emanar humo hasta que el hombre las levanta sin dejar de mirar a la pelirroja.
— El hielo quema, milady —le aclara Kiari, con media sonrisa.
— No quiero saber más sobre como el asesino ese acabo con mi marido, quiero que pague por lo que hizo.
— Vuelve a hablar así de mi hijo y le corto la lengua —la señala el rey de hielo cuando termina de acomodar sus mangas.
— Āhimos, no estamos en Asthras y no puedes estar amenazando con cortarle la lengua a todo el mundo —se queja mi padre—, lo que tú y tu hijo dicen sobre el Duque es incierto, así que el principe Ragert será procesado por asesinato a sangre fría sin justificación, un juez tomará su caso esta misma tarde y solucionaremos esto lo más rápido posible.
— Tenemos un acuerdo, Altor, no me tientes a declararte la guerra. Investiga sobre los abusos de ese bastardo y acaba con esto de una vez.
— Respete la memoria de mi padre, majestad.
— Tienes veinticuatro horas para liberar a mi hijo y limpiar su nombre —amenaza el rey Āhimos—, solo espero que puedas hacerlo antes de eso, porque no cuento con el tiempo suficiente para esperar que tus leyes actúen.
Su mirada está fija en mi padre, quien se limita a asentir, luego pasa a madre que no lo mira devuelta y por último se enfoca en mí, noto como tensa su mandíbula y se endereza con elegancia.
— Espero usted si sea una mujer honesta y con principios —dice antes de darse la vuelta y salir.
La mirada de todos recae en mi cuando el rey abandona el lugar, la reina se encuentra furiosa, mi padre y Kiari me miran espectantes y el resto confundido.
El juicio será dentro de una hora, toda la familia Kerrág se encuentra aquí, pero solo el rey Āhimos es quien ha podido ver al principe. Ysker sigue sin aparecer y la corte se ha mantenido discutiendo a puertas cerradas.
He comido en mis aposentos, con la compañía de Daív, quien se encuentra alterada pese a que trata de disimularlo. Y a decir verdad, yo también estaba un poco asustada por lo que sucedería, pero estaba mucho más molesta por Lady Romséh y los Akull, quienes defendían al duque sin importarles que estuvieran condenando a un hombre que hizo justicia al acabar con el bastardo ese.
— ¿Cree que encierren al principe para siempre? —cuestiona mordiendo su pulga.
— No, yo estuve ahí y escuché como le decía a Lady Romséh sobre la otras doncellas a las que agredió —explico con la calma que no siento—, pero se que mi confesión no tiene peso suficiente si soy la única que habla.
Mis ojos se encuentran con los castaños de Daív, ella niega con la cabeza al ser consiente de lo que digo.
— Yo no puedo hablar, Alteza —suelta.
— No tienes porque ser tú, si más doncellas hablan el principe Ragert no será acusado y nos evitaremos un problema mayor.
— Las doncellas no van a hablar, respetan a Lady Romséh y no quieren problemas con los reyes.
— No tienen porqué encubrir a una mujer que ha permitido que les hagan daño —comento molesta.
— Lady Romséh hacia lo posible por protegernos, pero no podía salvarnos a todas. No la vea como alguien mala, por favor, las doncellas la cubren porque saben que para ella tampoco ha sido facil callar.
— Porque no tenía que callar.
— No lo entiende, Alteza.
— No, claro que no, ¿Cómo podría comprender a alguien que ha permitido a ese bastardo dañar a tantas mujeres?, porque si lo ha hecho desde hace tanto tiempo, se que ha de haber violentado a más de cinco o diez, o quien sabe... ¿Y si a otras les hizo cosas peores que a Ekerina?, ¿Y si hubieras sido tú también?. No, no estoy dispuesta a entender que la ha hecho callar cuando ha sido testigo de tanto mal.
Daív no dice nada más al respecto, aprieta sus labios y desvía la mirada, luego niega con la cabeza.
— Lady Romséh logró ocultarme esa noche, pero no llegó a tiempo con Ekerina... —su voz era un hilo, apenas entendible.
Una lágrima se deslizó por su mejilla y su barbilla comenzó a temblar, sentí mi pecho oprimirse cuando se dió la vuelta para evitar que la mirara llorar.
— Gracias a Lady Romséh me salve varias veces, al igual muchas de nosotras, pero Ekerina era terca y en ocasiones no hacía caso, tenemos reglas para evitar lo más posible al Duque y a los otros, en especial Duque, él era el peor de todos, era intocable ante nosotros, por eso agradecemos que el principe lo haya asesinado de esa manera, él merecía sufrir.
Un escalofrío recorre mi cuerpo y me hace levantar de la cama absorta en lo que acaba de decir.
— ¿Otros?, ¿Hay otros, Daív?.
Ella se endereza al escuchar mi pregunta y no mueve un músculo más.
— Daív, si hay más personas que les hacen daño tienes que decirme —demando alarmada.
Siento la respiración pesada y mi estómago se retuerce, no puedo creer que las doncellas estén viviendo en una pesadilla y que nadie lo sabe, y quiénes si, son incapaces de hacer algo al respecto.
— No, Alteza, disculpe...
— Daív, te ordeno que me digas la verdad.
La rodeo la encararla, siento mis mejillas arder de la ira, sus ojos me observan con temor y vuelve a desviar la mirada.
Inhalo profundo buscando un poco de calma para hablar, siento que en cualquier momento explotare.
— Daív, escucha, tienes que decirme quienes son los hombres que les hacen daño, necesito que nos ayudes. Si varias doncellas declaran contra el Duque Blaka y estos hombres limpiarán el nombre del principe Ragert, quien al salir libre se convertirá en rey y podremos protegerlos, de lo contrario vivirán toda su vida en una pesadilla con el constante miedo de que las lastimen, no creo que quieras eso, yo no quiero eso para ustedes, seré su reina y quiero lo mejor para todos, asegurar su seguridad.
Daív me mira a los ojos por primera vez, sus ojos están llenos de lágrimas que no paran de caer por sus mejillas, y su labio inferior sobresale en un puchero, pero al final asiente. Me hace un reverencia como muestra de respeto, dando fé de que cree en mis palabras, lo que me da un poco de calma.
De verdad estoy dispuesto a hacer todo lo que esté en mis manos para proteger a mi gente.
El rey Altor y el juez Tajea Varadel se encontraban en el palco central, junto a ellos estaban los miembros de la Corte Blanca y en los asientos dispersos alrededor los Akull, los Kerrág, los Varadel, los Estec y los Kahler.
Era un juicio a puertas cerradas, para evitar más escándalo.
Junto a mí tenía a la reina y a la viscondesa, quienes no habían emitido palabra desde que el juicio comenzó. El principe Ragert estaba en un palco aparte con las manos encadenadas, llevaba una simple camisa blanca y sus guantes. Estaba serio, pero no se veía molesto ni fastidiado, sus profundos ojos avellanas estaban fijos en mi, lo que me hacía estremecer y al mismo tiempo me hacian sentir un poco incomoda puesto que todos notaban su atención hacia mi.
Luego de exponer el caso, Lady Romséh es la primera en subir al estrado ha dar su declaración. Se acerca al Juez y emite el juramento de honestidad ante todos.
— ¿Podría contarnos cómo fueron lo hechos, Lady Herecall? —cuestiona el juez ajustando su monóculo verde.
— Estaba en el salón con el Duque Blaka Akull hablando, cuando el principe Ragert entra furioso y arremete contra el Duque antes de ahorarlo y comenzar a golpearlo hasta su muerte.
— ¿El principe tenía problemas con el Duque?.
— No que yo sepa, señoría.
— ¿Mientras hablaban, momentos antes de ser interrumpidos, ofendieron a su alteza de alguna manera?.
— No, señor.
— ¿Tiene algo más que comentar al respecto?.
La mirada de Lady Romséh se dirige hacia la familia Akull por unos segundos antes de observar al rey Āhimos, luego procede a negar.
— No, señor.
Lady Romséh baja del estrado con la mirada baja y toma asiento, el juez se dirige al principe Ragert quien no deja de mirarme, le hace el juramento y comienza con las preguntas.
— ¿Porque ha asesinado al duque, alteza?.
— Por agresor y abusador de mujeres —admite con frialdad.
— ¿Tiene manera de comprobar lo que dice?.
— La víctima que le conocí está muerta.
— Entonces no está seguro de lo que dice.
— Estoy seguro, escuché cuando se lo dijo a Lady Romséh Herecall.
— Ella niega tal acusación.
— Ella también era agredida por el Duque.
— De ser así, lo diría, ¿No cree?.
La mirada del príncipe se dirige hacia el juez, quien tiene las manos entrelazadas.
— No.
— ¿Tenía problemas con el Duque?.
— No.
En las siguientes preguntas, el principe respondía con una negativa tras otra. El rey Āhimos miraba con molestia a mi padre, mientras la reina Eira le hablaba al oído a cada tanto.
Mientras en mi cabeza no dejaban de rondar los nombre que Daív me había dado, no podía creer que hubieran tantos degenerados en el castillo, que padre no lo supiera y que Lady Romséh no dijera nada al respecto.
Estaba furiosa por eso, y la actitud del juez tampoco ayudaba, él creía que el principe mentía, lo culpaba de asesinato agravado sin justificación.
— ¿Sabe cuál es la condena al delito que ha cometido, alteza? —cuestiono entonces el juez, al no recibir respuesta, procedió a responder—, ejecución.
Sus palabras no causaron la más mínima emoción en el principe, todos sabíamos, que aunque lo declararán culpable, saldría ileso por el acuerdo con Asthras. Esto no era más que un circo. Lo que ellos no sabían es que usaría este espectáculo para obtener la justicia que Ekerina y las doncellas merecían.
El príncipe Ragert me miraba con una media sonrisa, cuando mis ojos se encontraron con los suyo, asintió de forma leve, se acomodó en su puesto y echó los hombros hacia atrás con suficiencia.
— No trate de asustarme, señoría —le dijo al juez Tajea—, todos sabemos que no seré ejecutado, quizás recibiré un castigo, ya que los Akull no estarán satisfechos, pero nada más. Sin embargo, nada de eso me interesa, la razón por la que he permitido todo esto es porque, aunque no lo crean, tengo dos testigos que pueden dar fé a mis palabras con respecto al bastardo que se hacía llamar Duque. La princesa Katània y su guardia Rahi son testigos de las palabras del duque dónde admitió ante Lady Romséh que fue él quién abusó de la doncella y de otras antes que ella.
Las miradas de todos recaen sobre mi cuando el principe termina de hablar. Padre se incorpora mientras que madree enfrenta.
— No te atrevas a meterte en esto, tu padre lo solucionará —murmura entre dientes.
— Si ella sabe algo, déjala hablar —interviene la viscondesa—. Es un delito grave del que se le acusa al Duque, incluso insinúa que abuso de más doncellas.
— El mismo lo dijo, saldrá ileso de esto, así que no hay razones para seguir con esto...
— ¿Usted sabe algo, Alteza? —pregunta el juez interrumpiendo a las mujeres.
— Mi hija no tiene nada que ver con esto —objeta el rey con severidad.
— Si, su señoria —confieso pese a la negativa de mis padres.
Los reyes me miran molestos, por primera vez me atrevía a inclumplir una orden. Padre estaba colérico, pero no podía decir nada ante tantas personas.
— ¿Está dispuesta a testificar a favor del príncipe?.
— Así es —asiento, con la espalda recta y el mentón en alto.
En este preciso momento tenía que mostrarme fuerte y decidida, porque todas los ojos que me reparaban lo hacían con ira o desprecio, los únicos que me miraban de forma diferente eran Kiari y el principe Ragert.
Sabía que esto me ocasionaría problemas con los reyes, pero estaba dispuesta a ser una reina que se preocupada por los suyos, que protegía a su reino de cualquier peligro, que veía por el bienestar de su gente. También quería demostrar que era una mujer de palabra, que hablaba por hablar.
Le dije al principe Ragert que lo defendería si era necesario, y lo haré, porque es lo justo, es lo correcto, sin importar cuántas órdenes este desobedeciendo, o si quiebro alguna ley.
Nadie dijo que ser una reina ejemplar sería fácil, habrían muchas personas que estarían en contra. Las leyes y dogmas conocidos no siempre son lo correcto, yo confiaba en mis creencias, en lo que se me enseñó toda la vida.
Me acerqué al juez y enuncie el juramento antes de subir al estrado.
— Cuéntenos, Alteza ¿Que es lo que sabe sobre las acusaciones contra el duque Blaka Akull?.
— El duque agredió y abusó de mí doncella Ekerina, al igual que de varias mujeres que sirven al castillo —admiti con firmeza y la molestia corriendo por mis venas.
— ¿Cómo lo sabe?.
— Escuché cuando se lo dijo a Lady Romséh.
— Ella lo niega.
— Miente.
— ¿Puede probarlo?.
— No, ninguna doncella se atreve a hablar por miedo, igual que Lady Romséh, quien también era víctima del duque y otros hombres más.
— Esto tiene que ser una broma —se queja Lord Tefán Akull—, ahora están involucrando a más personas por lo que dicen unas simples doncellas.
— Son mujeres que están siendo agredidas en el castillo por bastardos como el Duque Blaka Akull —le reclamo furiosa.
— Son puras habladuría, no puede comprobar nada.
— Se les ha preguntado a las doncellas al respecto y todas lo negaron —informa el juez—, sabe que mentir ante un juez en un delito.
— No amenace a su futura reina —le advierte el principe Ragert con severidad.
— Bien, si no hay mas nada que decir, el principe Ragert sera declarado culpable por asesinato en primer grado...
— Lord Tefán Akull es uno de los agresores —hablo con firmeza—, el Conde Netza Ciraquía, Lord Kranto Uria, Maestro Deira Joutan, Barón Arta Kaank, son los nombres de lo hombres que, al igual que el Duque Blaka Akull, han dañado a las mujeres que sirven en el castillo por años.
— ¡No se atreva a dañar los nombres de esos hombres nobles! —grita Lord Tefán colérico—, usted no sabe de lo que habla, todo lo está inventando.
— ¡Katània baja ahora mismo! —ordena el rey, pero lo ignoro.
— Una amenaza más a la princesa y te corto la cabeza —brama el principe Ragert mirando con ira al Lord—, aunque de igual forma disfrutaré abriendo tu pecho como a tu padre.
— ¿Está viendo, su señoría?, ese hombre es un asesino desquiciado —lo acusa la duquesa Hacarana Akull.
— ¡Una más y yo mismo le corto la lengua! —ruge el rey Āhimos al señalarla.
En segundos la sala se llena de amenazas y gritos de unos a otros, todos están molestos y el bullicio es ensordecedor.
— ¡Orden en la sala! —exige el juez golpeando su martillo, pero pocos son los que acatan—, ¡Orden en la sala!...
De pronto, las puertas se abren, llamando la atención de todos, el silencio hace presencia cuando los presentes reparan al hombre rubio de traje verde y sonrisa galante camina seguido de un gran grupo de doncellas.
— Lamento la demora —habla al detenerse frente al estrado donde me encuentro—, las doncellas estaban renuentes a hablar debido a las amenazas de los Akull, pero he logrado convencerlas diciéndoles que mi hermana y mi gran amigo las protegerán de esos degenerados que, si mal no escuché, la hermosa rubia aquí presente, ya ha mencionado.
— Usted no puede entrar así aquí —le dice el Juez a mi hermano.
— Las doncellas aquí presentes están dispuestas a testificar en contra del Duque Blaka Akull —responde el rubio—, así que sea un juez justo y escuche sus testimonios.
— Usted no me va a decir que hacer, sabe que tiene prohibida la entrada a este juicio, y soy yo quien decide si pueden o no testificar.
— ¿Entonces va a acusar a su futuro monarca sin siquiera darle el beneficio de la duda? —Yzker chasquea la lengua y niega en desaprobación—, mal, muy mal, en lugar de hacer justicia prefiere dejarse comprar de unos abusadores, muy mal Tajea, muy mal.
— No sea impertinente...
— Oh, no, ser impertinente es mi especialidad, es que no me gusta mentir por apariencias.
— Yzker, a lo que viniste —ordena el rey para que deje de jugar con el Juez.
— Cierto, como decía, las doncellas van testificar contra el Duque y los degenerados.
— Adelante.
Me hacen bajar del estrado y una a una van haciendo subir a las doncellas, quienes cuentan con detalle cada una de las aberraciones del Duque Blaka Akull, su hijo y los otros hombres. El estómago se me revuelve ante cada anécdota, pues cada una es peor que la anterior.
Son veintidos doncellas las que se atrevieron a hablar, entre ellas la madre de Ekerina, que no solo cuenta lo que su hija tuvo que pasar, sino que también habla sobre los abusos que ella vivió en carne propia, mencionando a su vez a Lady Romséh, quien resulta ser su hermana menor, ante su mención, la mujer decide callar, no niega ni afirma nada.
Yzker se mantiene junto a los Kerrág, por momentos veo como intercambia palabras con la reina Eira.
En cuanto el juicio termine tengo que hablar con él y agradecerle por lo que ha hecho, si bien había desaparecido desde la noche, no dudó en ayudar cuando más se necesitaba. Y es que así era Yzker, a él no le importaba en cuántos problemas se metiera, mientras para él estuviera haciendo lo correcto.
Luego de un par de horas, el juicio llegó su fin, el principe Ragert quedó absuelto de todo delito, ya que decidieron darle validez a la ley de Asthras donde se aprobaba asesinar a un abusador a sangre fría, después de todo, en menos de veinticuatro horas esa ley sería completamente oficial en todo el territorio.
Por su parte Lord Tefán Akull fue arrestado de inmediato, y los demás hombres tenían orden de captura, Lord Netza Ciraquía había desaparecido, nadie sabe en que momento, pero también esta siendo buscado para que paguen por sus crímenes. Me costaba creer que esos hombres, considerados buenos nobles, habian causado tanto terror y hecho tanto daño dentro del castillo.
Gracias al principe Ragert y la colaboración de las doncellas, pagarán por todo el mal que han hecho. Esto me demostraba que estaba haciendo lo correcto, pese a las represalias que tendría.
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