Capitulo Dieciséis


Ragert.

El camino es ajetreado e incómodo, en especial por la mujer que tengo en frente, con su espalda recta y su cabello recogido en dos trenzas con un par de pequeñas flores, su armadura dorada hace relucir su palida tez y resalta el azul hechizanre de sus ojos.

Está buscando que se joda todo lo que hemos hecho.

Entiendo que quiera demostrar su valía como reina, pero también esta arriesgando su vida de la forma más estúpida.

Cosa que no debería de molestarme, porque después de todo es mejor que muera a tener que someterla, pero no antes de la coronación. Lo que me genera un gran dolor de cabeza porque tendré que cuidarle la espalda en el campo de batalla, detalle que me resta posibilidad de ganar terreno.

El carruaje se detiene y ella corre la cortina de la ventanilla para ver qué sucede, Rahi baja de su caballo y se acerca.

— Hasta aquí podemos seguir con el carruaje, el bosque se vuelve más denso y hay espías enemigos por todos lados —informa.

Aun falta como una hora para el amanecer y estamos a unos kilómetros de la frontera, decidimos tomar un camino menos concurrido para no alertar a los enemigos, por lo que nos encontramos rodeados del bosque de Fordiben.

Katània baja y se ajusta el cinturón que sostiene su espada y un par de dagas, le paso por un lado tomando el caballo que el guardia me entrega y le indico a la rubia que suba, lo hace sin decir nada ni esperar ayuda de nadie. Obstinada como siempre.

Por mi parte me monto en un Borgo que me da mi gente, soporta mejor mi peso que un caballo, además que es mucho más grande y fuerte, por lo que se le hace mas fácil estar en esta parte del bosque.

Me adelanto a la cabeza del ejército seguido de Katània y Rahi, quienes se colocan a cada lado, el guardia me informa de todo lo que ha estado sucediendo en la frontera y lo que ha visto todo el camino.

He de admitir que es bastante eficiente en su trabajo, conociendo muy bien su puesto de guardia.

— He desplazado un grupo de caballeros para que acaben con los espías a nuestro alrededor, no corren ningún tipo de riesgo —dice—, según informantes de la frontera, los Bhukaare aún no saben que nos dirigimos hacia allá.

— Perfecto, necesito que me sigas informando sobre todo lo que está pasando, no podemos perder el factor sorpresa.

— Como ordene, Alteza —el hombre se da la vuelta y alcanza a los caballeros que van detrás de mí.

El primer grupo, que cuenta con unos quinientos hombres, van a caballo, seguido de los escuderos y arqueros, más atrás están los que van armados de pies a cabeza y, por último, quienes poseen un poder mayor que nos dará la victoria.

Contamos con más de mil hombres ahora, sin contar a los Vástagos que deben de llegar para la noche y los más de cinco mil hombres que yacen en la frontera peleando.

Bhukaare logró acabar con el manto del castillo de Zittre y dejar a la mitad de la ciudad con daños severos, pero nosotros terminaremos con cada uno de sus hombres y le daremos fin a esta guerra asegurando nuestro reino.

Nadie va a joder los planes que tengo con Vhalgaria ni me quitará mi poder. Aún no saben de lo que soy capaz de hacer por lo que me pertenece.

— Ya estamos llegando al punto, Alteza —informa Rahi cuando los primeros rayos de sol nos iluminan y el bosque llega a su fin.

El camino ha sido lidioso, nada que no haya hecho antes, pero el estar pensando en la rubio junto a mi me tiene con una punzada e la cabeza.

Un gran campo se expande ante nosotros dónde miles de hombres pelean colina abajo, miro a mi derecha, donde la princesa se coloca el yelmo que le ha entregado un guardia, aun sobre el caballo blanco, su armadura dorada brilla más con la luz del sol.

Me acomodo mi yelmo y ajusto la armadura del Borgo, un par de guardias le colocan puntas de hierro en los cuernos y me entregan mis espadas.

— Es hora, Alteza —afirma el guardia ya listo, asiento y da la orden para que se preparen.

Es bueno dirigiendo a las tropas, los Caballeros de Vassilis le tienen respeto y lo ven como una figura de autoridad.

— ¡Por el honor de Vhalgaria! —grito levantando la espada y pateando el lomo del Borgo quien comienza a correr hacia la mitad del campo.

Los caballeros gritan anunciando nuestra llegada, pero a los demás no les da tiempo de asimilar lo que sucede cuando ya estamos sobre ellos, no pierdo de vista a la mujer de armadura dorada pese a estar cortando cabezas aun sobre el Borgo y aniquilando a todo Bhukaare que veo.

Los odio a todos.

Ella es rápida y audaz, en menos de nada ya ha bajado del caballo y acabado con la vida de más de cincuenta hombres enemigos, aún así no me alejo de ella, acabando con todo aquel que vea con intenciones de atacarnos.

Me bajo del Borgo cuando lo hieren, pero aún así logra atravesar a varios con sus cuernos cubiertos de hierro, hasta que veinte hombres se le van encima acabando con él.

Me muevo rápido, con una espada en cada mano junto a la princesa que no ha bajado su ritmo, golpea, apuñala y corta cabezas sin mucho esfuerzo, demostrando que está preparada para esto y mucho más.

Un destello de luz azulada me hace girar, pero ella es más rápida y usa su escudo para desviarlo, me mira con suficiencia y giro los ojos. Presumida.

Siento la adrenalina poseerme mientras no dejo de asesinar a cada caballero con el uniforme enemigo, malditos sean todos los Bhukaare.

Las horas pasan y poco es lo que hemos podido avanzar, Bhukaare también ha reforzado su defensa, he tenido que recurrir a un grupo de caballeros que desplacen campos de fuerza sobre nosostros ya que todos han notado quienes somos y ahora se nos vienen encima, tengo un anillo de guardias rodeandonos, pero ni asi minimizan el ataque que estamos recibiendo.

Para ellos sería una completa victoria acabar con nosotros, ya que solo así podrían evitar el nacimiento de Vhalgaria, pero no les voy a dar el gusto.

La noche se acerca y tomamos ventaja, gracias al plan que había trazado con Rahi, quién a mitad de batalla desapareció para volver hace unas horas con un grupo que se encontraba aún en el bosque esperando el momento indicado para unirse.

Aún así necesitamos a los Vástagos de Hielo y El Escuadrón Dorado si queremos acabar con esto de una vez por todas.

Nos encontramos entre los árboles, esperando para atacar, Bhukaare ha perdido mucho más que nosotros y no podemos permitir que retomen fuerza.

— Ya deberían estar aquí —suelto molesto.

& No he recibido ningún comunicado al respecto —afirma el guardia acomodando su armadura. Está mucho más golpeado que yo, pero más entero que muchos otros.

— Saldremos con o sin ellos, esta es la única oportunidad que tenemos para ganar.

Le paso por un lado sin despegar los ojos de la mujer que no me ha hablado en todo el día, pero no ha dejado de presumirme en la cara que está dando la talla en el campo.

Y eso solo porque la he respaldado cada segundo, sino ya estubiera muerta. Tiene suerte de que aún no nos hemos coronado, de lo contrario su cadáver estaría reposando en medio del campo, porque ni siquiera me tomaría la molestia de llevarlo ante su padre.

El rey Āhimos ha sido muy claro desde que llegó, no puedo seguir segado por su belleza, tengo un plan y lo tengo que ejecutar. Mi vida ya ha sido planificada y no puedo echarlo a la basura por ella.

Solo es una pieza más en mi tablero.

Se me acerca cuando me ve solo, su mirada es de pocos amigos, sin embargo eso solo logra que quiera poseerla. Siempre recuerdo el día que maté al Duque y probé sus labios por primera vez, una sensación que jamás había conocido, era de familiaridad, deseo puro, deleite, como si las mismas llamas de Menysthrë nos consumieran y, se sentía tan bien.

— Vamos a atacar con o sin los Vástagos —le digo centrándome en lo que debo.

— Eso era lo que quería escuchar —admite antes de darse la vuelta y regresar a donde estaba.

Aprieto los puños y miro el campo que se ve despejado, pero en realidad está lleno de caballeros muertos, otros en guardia y listos para atacar, mientras algunos solo descansan para estar preparados.

— Ya sabes que hay que hacer —le indico al guardia que se me acerca.

— Está todo listo.

Asiento y tomo mis espadas, miro a los hombres a mi alrededor, muchos están golpeados, cansados, con hambre y fatiga, pero aún así dispuesto a seguir peleando por nuestro reino, y yo me encargaré de guiarlos a la victoria, no espero nada por debajo de eso.

Quisiera decir algunas palabras, pero no puedo alertar a los enemigos, así que solo levanto mi espada y ellos me imitan con el mismo carácter.

Hay tanto caballeros dorados como de invierno, todos bajo mis ordenes y mi protección, esto es apenas una muestra de lo que lograré con Vhalgaria, la unidad de dos reinos diferentes que pueden convivir como uno mismo, más grande, más fuerte y más poderoso. Porque juntos podemos obtener todo lo que queramos.

Sonrío con orgullo, poco a poco todo está tomando su curso y eso me llena. Siento la mirada de la rubia, y me volteo para notar que ya está lista para la última cruzada. Daremos el golpe final e iremos a Lunari a culminar la unión.

Todo esto me tiene tenso, en especial el tener que pensar como acabar con ella sin que su hermano me termine odiando, no pretendo perder a mi mejor amigo por ella.

Me coloco el yelmo y Rahi desaparece a encargarse de lo que le encomendé.

Corremos hasta el campo de batalla donde los Bhukaare se ponen alerta ante nuestro ataque, si bien era una posibilidad no se lo esperaban del todo lo que nos otorga una ventaja considerable.

Los ataques no se hacen esperar y los campos de fuerza se despliegan ante nosotros para evitar un riesgo mayor, fuego, rayos y explosiones hacen presencia por todos lados, los centauros y trolls nos ayudan a tomar ventaja mientras de las filas enemigas comienzan a salir Esketors, robándonos ventaja.

Veo varios aparecer cerca de Katània cuando el campo se desvanece, y ella está entretenida matando a varios caballeros, una parte de mí me insta a dejar que la toquen, pero no sería sensato de mi parte, perdería más yo que ella, así que con un ataque de mi espada los acabo antes que que puedan tocar uno solo de sus cabellos.

Lo peor de los Esketors es que al más mínimo roce ya te infectan con sus pústulas podridas que se extienden con rapidez por la piel hasta matarte.

Veo a un hombre de armadura negra acercarse a mi mientras mata a todo Bhukaare que se le atraviesa, sonrío al reconocerlo, ya era hora de que llegara.

Pero antes de poderle decir algo me giro para ver cómo va la rubia a quien tengo que jalar de un brazo para evitar que le atraviesen la espalda, la hago girar para que le rebane el cuello, ella me mira molesta, pero no dice nada sino que se acerca mas a mi y apoya su pie en mi pierna impulsando su cuerpo hacia arriba para matar a la bestia que intentaba atacarme, le tomo las piernas para que tenga estabilidad y pueda terminar con ella mientras yo mato a todo el que se nos acerca.

La hago girar y salta atravesando un prodigio de los elementos que desplegaba su fuego hacia nosotros, tomo una daga de su cinturón y se la lanzo a un caballero que trataba de apuñalar al pelinegro que termina de acercarse cubriéndome la espalda.

— ¿Necesitas ayuda? —pregunta con ironía mirando a la rubia junto a mi, quien me vuelve a usar de impulso para acabar con los que son mucho más grandes que ella.

— Ve al noroeste y manda a los caballeros a que ataquen por detrás —le ordeno mientras le rompo el cuello a un caballero.

— Un poco de amabilidad no lo matará, Alteza —resopla antes de convertirse en cuervo y volar hacia la dirección que le di.

Ahalf comparte el mismo humor que Yzker, aunque es más correcto y obediente que el rubio. Después de todo es el comandante de los asesinos.

— ¡Alteza por aquí! —escucho que me gritan y volteo para ver un camino despejado por mis caballeros.

Tomo el brazo de la princesa y la insto a seguirme, atravieso a los pocos que se nos vienen encima, pero ninguno de los dos prevee a bola de fuego que nos lanzan, Katània salta delante de mi con su escudo, pero no logra desviarla por completo y una parte logra quemarla impulsando su cuerpo contra mi.

La cubro con mi cuerpo cuando se tapa la cara con las manos y los guardias nos rodean, se quita el yelmo echa una furia y toma la daga que queda en su cinturón para lanzarla al hombre que la ha quemado y logra atinarle en medio de la frente derribandolo.

La tomo de la barbilla para verle el rostro y siento la sangre hirviendo cuando veo que han logrado quemar su rostro, sus ojos se encuentran rojos, pero ni una lágrima cae, solo la furia es visible en ellos.

— Ve a la zona segura —le ordeno.

En lugar de obedecer, se zafa de mi agarre y empuña su espada matando a los caballeros Bhukaare con más ímpetu que en un inicio.

Que mujer más terca y necia, ni con la cara quemada se queda tranquila. Inhalo hondo sin dejar de moverme hasta estar de nuevo a su lado donde está descargando su ira asesinando de una forma muy grotesca, por un momento la observo, preguntándome dónde se encuentra la princesa recatada y decente que ha sido en el castillo ante todos.

Jamás imaginé que Katània peleara con tanta fuerza y destreza o que seguiría luchando pese a tener la cara quemada, varios cortes y golpes en todo su cuerpo como si nada.

Mis caballeros comienzan a dispersarse y el crostinar del cuervo me hace levantar la mirada y me muevo rápido al ver a los dragones a lo lejos, ya era hora, corro arrastrando a la princesa conmigo, la impulso para que mate a los caballeros que tenemos de frente mientras yo cubro su espalda, un campo de fuerza nos cubre ante una bola de poder que nos lanzan y volvemos a correr quitándonos del camino. Creo que no nos dará tiempo de salir del área de ataque puesto que los dragones ya se encuentran muy cerca, pero Rahi aparece y Katània no ve otra opción que subirse a mi espalda para llegar a tiempo, es rápida, pero no lo suficiente para salir del camino.

— ¡Farghaad! —escucho a lo lejos cuando logro tocar al guardia justo antes de que las llamas se desplacen por el campo.

Aparecemos en un extremo del bosque, dónde el grupo que estaba con Rahi ya ha despejado la mayoría del terreno y podemos adentrarnos al bosque de Bhukaare, lejos de las llamas que hemos ocasionado. Me detengo cuando Katània lo hace y pese a que estamos perdiendo tiempo, la dejo, puesto que se porque tiene su vista en el campo de batalla donde los dragones han comenzado a incendiar todo y es que la risa de Yzker es inconfundible, así como la de la Khayne roja que aparece en el campo pese a las llamas que acaban calcinando a los caballeros Bhukaare.

— Hay que movernos o perderemos la ventaja —le digo, ella asiente y me pasa por un lado.

Tenemos un plan trazado y ella aceptó venir conociendo los riesgos a los que nos enfrentamos, pero aún así no podemos cambiar lo que ya está en marcha o no ganaremos esta guerra.

Katània es alguien que sabe aferrarse a su deber, y que lo prioriza por sobre cualquier cosa, eso es algo que nos beneficia, y más ahora, donde las cosas comienzan a ponerse feas.

Noto como Rahi la mira, ya que su rostro se ve mal, he notado que ellos comparten un vínculo mas allá del profesional, y no de una forma romantica o negativa, sino mas bien fraternal.

Ninguno dice nada al respecto, en su lugar él desaparece a cumplir con su deber, así como nosotros nos apresuramos a terminar con todo esto.

La noche es calurosa por lo que me arranco la capa de mala gana y aprieto los puños tentado a quitarme los guantes, pero no puedo comprometerme más de lo que ya lo estoy.

Ella lo sabe.

Sabe mucho más de lo que esperaba y eso solo es otra razón para matarla, no voy a esperar a que quiera usarlo en mi contra para manipularme. Es astuta y persistente, lo que no me beneficia en lo absoluto.

Me muevo rápido cuando escucho un ruido cerca, y me coloco delante de ella empuñando mi espada y matando al caballero que pretendia acercarse.

Pese a todo lo que he hecho hoy me siento mejor que nunca, hacía mucho que no peleaba de esta manera y una parte de mi ya lo extrañaba, soy un hombre al que le gustan las cruzadas y pelear al frente de cada batalla sin importar que tan grande o pequeña sea, un buen rey nunca deja solo a sus caballeros, sino que los guía en la batalla y en el camino de regreso a casa.

Miro hacia la copa de los árboles donde puedo ver al cuervo que vuela sobre nosostros y me indica el camino. Avanzamos varios metros en el espeso bosque sin ver a ningún otro guardia Bhukaare.

Rahi sabe hacer su trabajo.

— Hasta aquí llegas —le digo a la princesa cuando me detengo, ella me mira con el ceño fruncido y está por replicar cuando la interrumpo—. Necesito que vigiles este área mientras yo termino el trabajo.

No es fácil de engañar, aún no tengo ni la más mínima idea de como se podría manipular a una mujer como ella.

Me es imposible evitar mirar las quemaduras de su rostro, que pese a ser tan solo pequeños roces, me remueven cada fibra interna porque dañan su perfecta piel.

Ella asiente sin decir nada, por lo que continúo con mi camino, el campamento de Bhukaare está muy cerca por lo que tengo que tener cuidado de no alertar a los guardias que deben de vigilar los alrededores.

Miro al cuervo que cambia de dirección y me hace desviarme, desde arriba puede ver todo el panorama e indicarme por donde debo ir para llegar al campamento sin tanto problema. Pude hacer que Katània viniera conmigo, pero no quiero seguir arriesgando su vida, no en las condiciones que se encuentra, por eso la dejé en un lugar seguro. Rahi ya ha cubierto casi todo el perímetro.

El crostinar de Ahalf me alerta y lo miro caer más adelante con una flecha en su ala, me preparo cuando varios caballeros salen de los arbustos y me atacan por todos lados, atravieso a un par con mi espada y golpeo a los que me llegan por un lado, rápido me giro cortando la cabeza del que me ataca por la espalda y pateando a un centauro que me da pelea, hasta que logro enterrarle la espada en el pecho golpeando a otro en el proceso.

Así acabo con varios, son fuertes, pero no más que yo, mi fuerza y tamaño es superior a todos ellos, quienes me dan pelea son los centauros y uno que otro gigante, quienes son los que mas logran herirme y golpearme, pero eso no me hace flaquear en ningún momento.

Al parecer lograron preveer mis intenciones y se prepararon para que no llegara hasta su principe. Patéticos.

Me parece extraño que Rahi no haya aparecido a avisarme, siempre está muy bien informado, solo espero que no lo hayan matado, lo estoy considerando una pieza muy valiosa.

Logro acabar con todos y escupo la sangre que se acumula en mi boca gracias al golpe que recibí de un troll, comienzo a molestarme ya que el campamento debe de estar esperando mi llegada, aún así respiro hondo y me apresuro. Voy a terminar con esto cueste lo que cueste.

Ahalf no se ve por ningún lado y eso me desconcierta porque debe de estar herido o no se ha podido transformar, estoy a ciegas, pero no importa.

La leve iluminación que se ve a lo lejos me indica que ya estoy en el campamento, me muevo en silencio y acabo uno a uno con los que vigilan el perímetro, son muchos más de los que esperaba, por lo que aprovecho a descargar mi molestia asesinando con mis manos.

En Asthras estamos más acostumbrados a matar con las manos que con armas, pero en el campo de batalla sabemos encontrar un balance entre ambas.

Al pisar el campamento una onda expansiva me golpea y desorienta por unos segundos donde los caballeros aprovechan y se me vienen encima, trato de derribarlos, pero siento una punzada en la cabeza qué cada vez me duele mas, malditos sean todos los Efiemev y sus poderes de neutralización.

Siento la sangre arder, mientras la ira crece, todos me sueltan en medio de alaridos cuando mi armadura se calienta y mis guantes comienzan a derretirse, pese al dolor comienzo a atacar, matando a todos los que veo, mi corazón se acelera y cada músculo se me tensa ante lo que trato de contener.

Comienzo a derribar el campamento incendiado todo con las antorchas que iluminan el lugar sin dejar de cercenar cuellos y atravesar pechos con mis espadas. No puedo dejar testigos de lo que están viendo.

La ira me ciega y me muevo rápido matando a todos a mi paso, ninguno se atreve a tocarme ya que mi armadura se enciende al rojo vivo por el calor que mi cuerpo emana, me duele todo, pero eso no es impedimento para terminar mi trabajo.

Diviso la carpa mas grande y corro hacia ella, el lugar se ha convertido en un caos, un grupo de guardias se cruza en mi camino y me atacan con sus poderes que chocan con mi armadura y me hacen parar antes de que me derriben, esquivo varios con mis espadas, pero no es suficiente, siento el ardor subir por mi garganta hasta mi nariz exhalando humo caliente.

Otra onda me azota y me obliga a plantar los pies en la arena para que no me derriben, solo me arrastra hacia atrás, el dolor en mi cabeza se intensifica al punto que siento sangre bajar por mi nariz.

Mis músculos se tensan aún más, los guantes ya no existen y mi armadura ha comenzado a derretirse, con fuerza lanzo una espada al aire que sobrepasa la copa de los árboles, solo espero que Ahalf no haya muerto o yo mismo acabaré con él y su familia, sin importarme los acuerdos de por medio.

La espada cae sobre la cabeza del hombre que no dejaba de lanzarme bolas de fuego que nada me hacen porque mi fuego interior es mucho más fuerte.

No creo soportar más, pero el crostinar que resuena a lo lejos me motiva a seguir, Ahalf sigue vivo y debe de estar haciendo lo que le ordené: poner a salvo a la princesa si las cosas se agravan.

Todo se ha complicado mucho más de lo previsto y no puedo comprometer la vida de ambos.

Mis intenciones se ven frustradas cuando el destello de una armadura dorada me deslumbra por la derecha, mi ira crece y aniquilo a todo el que pretende irse contra ella cuando comienza a matar a los guardias que estaban centrados en mí.

El calor es sofocante, y el dolor amenaza con acabarme.

Esa mujer va a acabar conmigo.

Me pasa por un lado matando a dos con su espada, pero otro la golpea por la espalda y le corto la cabeza.

— ¡Te dije que te quedaras vigilando! —le reclamo, recibe un golpe en el estómago y clava una daga en el cuello del hombre llenado su rostro de sangre.

— No creas que soy estúpida como para tragarme esa mentira —se queja viniéndose contra mi, el fuego que emana mi cuerpo no le hace daño, así que la tomo de la cintura y la impulso hacia arriba para que pueda matar a los que se me vienen por la espalda.

Aún no se cómo o por qué, pero es la única que puede soportar mi calor sin recibir ningún tipo de daño.

Quizá si ha de tener algún poder.

Matamos a los caballeros que custodiaban la carpa, pero al intentar entrar un campo de fuerza se despliegan sobre mí y me hace caer de rodillas, el dolor es tan intenso que mi armadura se derrite más rápido y las marcas en mi piel brillan con fuerza antes de apagarse y llevarse toda mi energía.

Levanto la mirada preso del dolor encontrándome con los ojos ambarinos del bastardo de Roika Efiemev, lo que me hace hervir la sangre, su poder es crear campos de contención que drenan la energia y no permite el uso de poderes.

Ese maldito no va a acabar conmigo.

Katània cae frente a él desarmada, se levanta rápido dándome la espalda y él la toma por el cuello, trato de levantarme, pero no puedo, no tengo fuerzas y ha sellado mis poderes.

Ella trata de zafarse de su agarre pero él la golpea en el estómago sacándole el aire, haciéndome hervir la sangre.

Quedan solo unos pocos guardias a su alrededor.

— No sabes cuánto tiempo esperé para hacer esto —suelta con soberbia—. Tu patético hermano nunca debió ofender así a mi Jeléz.

— Esa ridícula jamás será digna de un hombre como Yzker —se burla ella, enfureciendolo, tiene más coraje del que esperaba y eso no es bueno para mi.

Katània levanta su mano y le entierra las uñas en el rostro llevándose parte de su piel consigo antes de patear su entrepierna con fuerza.

— ¡Muerte a los leones dorados! —escupe Katània con ira.

Roika la suelta y se dobla preso del dolor soltando alaridos, de inmediato los guardias la toman por los brazos con brusquedad, mi cuerpo vuelve a arder avivando las marcas que brillan con más fuerza y el dolor me toma cuando el fuego sube por mi garganta haciendo que exhale humo negro y caliente.

Roika me mira con los ojos abiertos tratando de enderezarse pese al dolor, su mejilla está llena de sangre y tiene las marcas de las uñas de Katània, levanta sus manos para reforzar el campo de contención, pero ni así logra neutralizarme.

Me levanto pese a tener todos los músculos tensos sintiendo la opresión que causa su campo y los guardias se ponen alerta apuntando con sus armas.

— Suéltala —demando con los dientes apretados, no quiero transformarme, aún no conozco el alcance de mi poder ni los daños que ocasionaría, pero el muy bastardo me está tentando a incendiar todo el maldito continente.

— No —trata de ocultar el miedo que siente con el tono de desprecio que emplea, porque su campo no está haciendo efecto en mí—. Tu venías a matarme y en cambio verás como mato a tu esposa quitándote el imperio que tanto quieres.

Es inevitable, una carcajada sale de mi desconcertando al que se hace llamar principe y preso de la ira amenaza con volver a golpear a Katània.

— ¡La verás morir! —ruge levantando su mano, pero el crostinar del cuervo que resuena por todos lados seguido de la llamarada de gritos que se escuchan afuera los alerta.

— ¡Nos atacan! —gritan.

— Nos vemos en Menysthrë —le digo con una sonrisa de suficiencia.

No les da tiempo a reaccionar, Katània se zafa de su agarre y se va contra el príncipe, siento que todo estalla dentro de mi cuando los guardias la atacan y la golpean para defender a su inútil principe.

No puedo más.

El dolor me ciega y el calor me envuelve quebrantando todo mi ser.

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