Capitulo Cinco
El Conde Netza Ciraquía ya se encontraba en el salón cuando entré, es un hombre de mediana edad que siempre mantenía su largo cabello recogido a la perfección, aún vestía el traje negro de la ceremonia que lucía un broche que lo anunciaba como miembro de la Corte Blanca en el pecho.
— Alteza —saludo con una reverencia al verme —. He de admitir que me ha sorprendido que me citara en privado después de la ceremonia.
— He de necesitar de sus conocimientos sobre Bestias y criaturas de Lioka —respondo con simpleza.
— Con gusto la ayudaré con lo que pueda —el Conde se sienta en una de las sillas que rodean la gran mesa.
Camino hacia el ventanal que está al final del salón organizando mis ideas, tengo que ser muy cuidadosa con mis palabras.
— Antes de proceder, en necesario decirle que lo que hablemos aquí no puede mencionarlo con nadie más —ordeno mirando al hombre.
— Como ordene, Alteza.
— ¿Que sabe sobre los Dārgaton? —pregunto.
El Conde me mira pasmado, mi pregunta lo ha tomado por sorpresa. El tema de los Dārgaton es algo que muy pocos conocían.
El Conde Netza se aclaró la garganta nervioso, lo miro con atención esperando la respuesta que tarda en llegar.
— Le pediré que sea honesto con respecto a la información que me pueda proveer —exijo al notar la duda en su mirada.
— Existen pocos registros sobre éstas criaturas —comienza él volviendo a aclararse la garganta —, hace más de mil años que fueron cazados.
— ¿Podría decirme algo más?.
— Los dragones son criaturas peligrosas por sí solas, ahora imagine la fusión de éstas con los humanos, que poseemos una consciencia e inteligencia mayor. La simple existencia de los Dārgaton ya presentaba un problema para la humanidad, sobretodo cuando fueron consientes del poder que tenían.
— ¿Porque se convirtieron en un problema?.
— No se sabe con exactitud, pero se dice que se volvieron avariciosos, dejaron de proteger a los reinos para levantarse contra ellos, por lo que los grandes Monarcas de aquel entonces comenzaron a cazarlos para acabar con ellos
Acaricio mi mentón pensativa, lo dicho por el Conde era lo contado por los libros.
— Fue entonces cuando los Dārgaton arrasaron con varios reinos, ¿Correcto? —cuestiono volviendo la vista al ventanal, que me permite ver el cielo carente de nubes.
— Así es.
— ¿Sabe cómo eran físicamente?.
— Como una persona corriente, Alteza —la respuesta me decepciona un poco—, aunque hay testimonios que afirman que en su mayoría solían ser personas de gran tamaño.
— ¿Cómo los identificaban entonces si lucían como personas corrientes?—cuestione luego de unos minutos.
El Conde calló un momento, pensativo.
— En algunos libros se explica que muchos de ellos solían ser seres volátiles por lo que su poder quedaba en evidencia tarde o temprano. Otros afirmaban que los Dārgaton una vez usados sus poderes por primera vez le quedaban marcas alrededor del cuerpo.
La información recién dada me levanta el ánimo, de ser cierto sería más fácil descubrir si el príncipe Ragert era o no un Dārgaton.
— ¿Que tipo de marcas? —pregunto entonces para que no quedaran dudas.
— Según el Dārgaton éstas variaban, pero aún así tenían un patrón —explica dudoso—, eran tan solo un tono más oscuro que su color de piel y solían ser líneas semicirculares que se extendían por todo su cuerpo.
— Entiendo —volvi a acariciar mi barbilla satisfecha— muchas gracias por su confianza, Conde Netza.
— Estoy para servirle, Alteza —me recuerda poniéndose de pie—. Aunque, con todo respeto, me gustaría saber a qué se debe su repentina curiosidad por estás criaturas.
Si bien prefería guardarme las razones sé que negarle una respuesta al Conde se tornaria sospechoso, por lo que decidí responder.
— Solo es eso, Conde Netza, mera curiosidad —el hombre se veía poco conforme, así que aclare—. Hace unos días he leído un libro que hablaba de los Dārgaton y al tener tan poca información me ha entrado la curiosidad. Se que es un tema delicado para muchos, por eso le he pedido su discreción.
— Es comprensible —concede él formando una media sonrisa como si de algo se acordara —, son criaturas fascinantes, pese al peligro que representaban —asentí, por lo que dice se que es verdad—. Ahora, si me permite, debo retirarme.
— Que tenga un buen día, Conde Netza.
El hombre se inclino antes de marcharse, al estar a solas un sin fin de pensamientos se apoderaron de mi cabeza. La información es bastante interesante, pese a la poca que existe.
Si bien en un inicio ameritaba de la información para desenmascarar la mentira del principe, ahora el tema me resulta genuinamente interesante, hacia mucho que no encontraba nada con suficiente relevancia en mi monótona vida, por lo que el tema de que el príncipe Ragert fuera un Dārgaton me emociona de sobremanera al mismo tiempo que me causaba cierto terror.
Esa misma noche durante la cena, con disimulo le preste detenida atención a mi prometido para poder ver si poseía las marcas de las que el Conde había hablado, pero igual que en la ceremonia, el hombre poseía un traje que le cubría el cuello y llevaba guantes que me impedían ver sus manos, el anillo aún se mantenía en su dedo índice, pero nada más.
Pese a la decepción no permiti que aquello me desalentara, por lo que durante los días siguientes, cada vez que coincidía con el príncipe Ragert, con disimulo lo observaba, pero no había logrado volver a verlo sin los guantes o un traje que no le cubriera el cuello.
En cada ocasión era el mismo resultado y, en lugar de desalentarme, la curiosidad aumentaba, si no tenía nada que esconder ¿Porque siempre cubría toda su piel?.
Lo peor del caso es que el principe ni siquiera volvió a dirigirme la mirada, como si no existiera, y aunque tratara de convencerme de que no me importaba, al final del día siempre terminaba molesta.
La tensión en el castillo había disminuido durante esos días, Kiari se encargaba de los interrogatorios a los que yo asistía esporádicamente, pues entre las tutorías, reuniones con la Corte y entrenamientos poco tiempo me sobraba.
Lo único que consideraba bueno era el hecho de poder compartir tiempo con mi hermano, a quien veía durante las comidas y a la hora del té, de resto Yzker se la pasaba con su amigo.
— ¿Cómo se encuentra Arka? —pregunte a la Khayne que estaba sentada en uno de los sofás del salón continuo a mi habitación.
— De maravilla —responde con una sonrisa de orgullo mientras movía la mano que sostenía una copa de forma oscilante—, cada vez que la veo está más grande y es tan inteligente y parlanchina que te deja sin palabras.
Sonreí de forma incosiente ante la declaración, peinaba mi largo cabello con las manos frente al espejo de cuerpo completo por dónde miraba a la Khayne a través del reflejo.
— Arka siempre ha sido una niña inteligente para su edad —admito evocando la imagen de la pequeña niña de piel morena y ojos morados que tenía Kiari como hija—, quisiera poder verla antes de partir a Asthras.
Gracias al hecho de que Kiari ha pertenecido a la Corte Blanca desde mucho antes de mi nacimiento, nos pudimos conocer y desde que era aún una niña había entablado una fuerte amistad con la Kiari, pese a que a padre poco le agradaba.
— Quizá pueda traerla un día —propone Kiari bebiendo un trago de su vino.
— Eso sería maravilloso, hay una gran cantidad de cosas que me gustaría comentarle y libros que quiero regalarle.
— Estoy segura que ella estará muy feliz con eso.
Hacía días que no sonreía con tanta libertad por algo tan simple como una conversación con mi amiga o el hecho de saber que vería a la pequeña Khayne antes de irme y que todo cambie.
— He notado que el principe Ragert y tú se han vuelto más distantes que en un inicio —comenta Kiari con falsa inocencia logrando que borre la sonrisa en cuestión de un segundo.
— Nunca hemos sido cercanos —aclaro volviendo a pasar las manos por mi cabello.
— Tampoco es como que lo hayan intentado —alega la mujer posando sus intensos ojos rojos sobre mi —, más bien parece como si los dos hubieran pactado ignorarse todo este tiempo, o bueno , él te ignora a tí.
— No tengo intenciones de formar lazos con ese hombre más allá de los que estamos obligados a tener.
— ¿Alguna razón en específico?.
Me aparté del espejo acomodando el cabello hacia atrás, tenía varias razones para argumentar sobre mi desagrado hacia el príncipe, sin embargo prefiero cambiar el rumbo de la conversación al evocar la imagen de mi prometido trayendo consigo la razón de mi interés por este.
— ¿Alguna vez le has visto marcas en la piel al príncipe Ragert? —pregunto entonces logrando que la expresión de la Khayne se descompongan.
Kiaria me observa con clara confusión y un poco de desconfianza.
— Aparte de algunas cicatrices obtenidas en batalla, no —respondió mirándome aún incrédula.
La decepción me tomó, no había manera de que la Khayne sospechara de la verdad tras esa pregunta, aún así entrecerró sus ojos antes de inclinarse la copa.
— No me digas que tú actitud para con él se deba a qué temas que no sea tan perfecto como tú —dijo con cierto aire divertido.
— Claro que no —contesto ofendoda.
— Le estás buscando imperfecciones para no enamorarte de él.
— No estoy haciendo tal cosa porque no pretendo enamorarme de él.
La simple insinuaciones me molesta.
— Entonces no entiendo cuál es el problema, ¿Por qué no querrías? —Kiari dejó su copa sobre la mesita junto al sofá antes de ponerse de pie y acercarse a mí—, es una gran hombre.
— No me parece un gran hombre —confieso con molestia—, es extraño y descortés.
— Eso no suena para nada a Ragert.
— ¿Acaso no lo has visto? —me quejo con recelo—, un día no puede quitarme la mirada y me llena de alagos y, al otro, pasa de mi como si no existiera, se comporta grosero con los Hacod y conmigo.
— El tema con los Hacod aún no lo entiendo —admite Kiari negando con la cabeza—, pero en cuanto a ti, me parece que se siente ofendido por tu actitud para con él.
— Lo estás justificado.
— Lo hago, lo conozco y no puedo imaginarlo siendo de tal manera y quisiera justificarte a ti también, porque en los últimos días te haz comportado de una manera bastante hostil, ¿Hay algo en particular de lo que quieras hablar?.
A veces olvidaba lo honesta y perspicaz que podía llegar a ser Kiari.
Últimamente no me sentía como yo, todo me molesta o incomoda, no me sentía conforme conmigo misma.
— Solo es el estrés de todo lo que se viene —explico bajando el tono de voz.
Kiaria sonrió comprensiva posando sus manos en mis hombros.
— Se que tienes un gran peso encima, cariño, pero que eso no te prive de mostrarle al mundo tu luz y dulzura.
Abracé a Kiari con el pecho comprimido, en ocasiones solía enfocarme tanto en lo que madre y la Corte esperaban que me volvía una persona frívola y cortante.
— Está bien que quieras seguir sus consejos —volvio a hablar la Khayne aún abrazándome —, pero no pretendas ser como ella porque no lo eres.
Se a quién se refiere puesto que la mujer no tenía que preguntar para saber que la mayor parte del peso que sentía se debía a madre.
— A veces creo que soy un poco como ella.
— Si, al final, es tu madre, pero no olvides que eres mucho más amable, comprensiva y vivaz que ella.
Me separé de ella con una sonrisa. El tema del príncipe fue dejado de lado, sin embargo, había logrado mi cometido, solo necesitaba una cosa más antes de proceder con el plan que comenzaba a formarse en mi cabeza.
Fuera de eso, me siento agradecida de las palabras de la pelinegra, quien me ha hecho ver un par de cosas que estaba pasando desapercibidas, y si, mi actitud en los últimos días no era la mejor.
Al cabo de unos minutos la mujer se marchó, el reloj marcaba más de las diez de la noche, era bastante tarde ya.
Las doncellas me prepararon para dormir como cada noche, el cabello ya lo llevo suelto y desenredado por lo que solo tuvieron que cambiarme el vestido por el camisón de algodón y encaje blanco que me llega a los tobillos.
Me fui a la cama con un libro entre las manos el cual comencé a hojear con sumo interés.
Aprender cosas nuevas siempre me ha generado cierta satisfacción que no sabía describir, el tema de los Dārgaton ya me lo sabía de memoria, pero para no salirme tanto del concepto, comenzó a estudiar la lengua antigua con la que se escribían la mayoría de los libros en Asthras de hace mil años atrás, llamado : Dhartas.
Camino por el largo pasillo que separa mi torre del castillo, la brisa mañanera que pasaba a través de las columnas que sostenían el techo de piedra movían los mechones sueltos de mi peinado, como siempre, decorado con pequeñas flores de colores. Mi vestido de mangas holgadas y hombros descubiertos era de color celeste con flores plateadas bordadas alrededor de toda la parte superior y el inicio de la falda.
— Parece que hoy se encuentra de buen humor —comentó Rahi mientras bajamos las escaleras.
Si bien mi expresión no había cambiado mucho, siento que no luzco tan tensa. Estoy tratando de seguir el consejo de Kiari y no dejar que todo me sobrepase, en lugar de eso estaba procurando enfocarme en mis capacidades y en el hecho de que no debía dejarme decaer por nada.
— Necesito relajarme un poco —concedo—, ¿Podríamos dejar el entrenamiento por hoy?.
— Claro, lo retomaremos cuando quieras —Rahi caminaba a mi lado con una sonrisa—, de igual forma has avanzado bastante y te mereces ese descanso.
— Solo será por hoy —aclaro manteniendo mi postura erguida, a lo que Rahi solo asintió dando un paso atrás a medida que nos adentramos al castillo.
— Sus padres han llegado antes del amanecer —informa el hombre volviendo a su trabajo de guardia—, justo ahora se encuentran con los príncipes en el comedor.
Tomo una gran bocanada de aire una vez frente a las grandes puertas de madera que nos separan del comedor donde mi familia junto con el principe Ragert se encontraban.
Me adentro al salón una vez abiertas las puertas, lo primero que vi fue la sonrisa que padre formó cuando nuestros ojos se encontraron, se notaba un poco más tranquilo que la noche de mi cumpleaños lo que me alegra. A su derecha se encontraba la reina, con su rostro inexpresivo bien erguida en su lugar, sus ojos estaban sobre el príncipe Yzker quien no se tomó la molestia de esperarmd para comer.
— ¡Katy, preciosa! —exclamo el príncipe Yzker antes de que pudiera reparar al hombre junto a él ganándose toda mi atención—, perdona por no esperarte para comer, pero el menú de hoy está exquisito.
De inmediato mire la comida que se extendía a lo largo de la mesa, habían centros de frutas y hortalizas, tarta de moras silvestres y de manzana, varios tipos de quesos, jugos, vino, agua, entre otras cosas.
Era comprensible que Yzker no se aguantara, el tiene una fascinación por la tarta de mora silvestre desde muy niño.
Me ubiqué a la izquierda de padre después de dar los saludos correspondientes, Daív me sirvió tarta de manzana acompañada con agua y un tazón de diversas frutas.
— Me alegra que haya regresado —digo luego de comer algunas uvas verdes—, según me ha informado el Duque Asdy, hemos tomado ventaja en la frontera, Bukhaare está perdiendo fuerza.
— Bukhaare ha mostrado buena resistencia durante dos años —admite el rey intercalando la mirada de mi a el principe prometido—, pero gracias a qué Asthras nos ha otorgado algunos de sus caballeros debido a la alianza, esa fortaleza que tenían ha comenzado a decaer.
— El rey Āhimos dejó estipulado que una vez consumado el matrimonio, todos sus caballeros pelearan contra Bukhaare —recordo la reina bebiendo de su té.
La mujer poso sus ojos cafés en el príncipe Ragert, su mirada era fulminante y sus palabras sonaban a advertencia.
Gamia Talát no pasaba nada por alto, tenía una habilidad para recordar todas las cosas que le convenían y aunque en muchas ocasiones había pecado de mala madre, jamás había fallado como reina, es algo que admiro pese a que no lo digo.
— Una vez consumado el matrimonio en ambos reinos y cumpliendo las tradiciones de cada uno la unificación será inmediata —habla el príncipe Ragert con esa voz profunda que me eriza cada vello del cuerpo —, dejarán de ser Vassilis y Asthras para convertirse en Vhalgaria, mi reino, por lo que si, la guerra contra Bukhaare será lo primero que terminaré.
Quedé paralizada en mi asiento tras escuchar las palabras del principe Ragert, el buen humor que tenía se esfumó de inmediato dándole paso a la molestia que crecía cada vez que mi prometido hablaba.
— ¿Su reino? —cuestiono mirándolo por primera vez en días, tenía que levantar el rostro para poder encararlo.
— ¿Acaso no he sido claro? —la voz del hombre denotaba falsa inocencia con un poco de molestia.
— Seré su reina, Alteza, por lo que también es mi reino —le recuerdo con el ceño fruncido—, y ese tipo de temas son cosas que deberíamos de dialogar.
— El plan ya ha sido trazado —explica el Asthraniano dirigiéndose al actual rey, siento como mis mejillas se encienden en cólera de inmediato—, mis tropas partirán una semana después del matrimonio en Asthras.
— Bukhaare tiene uno de los ejércitos más grandes del continente —hablo quitándole la palabra a padre—, hace dos años nos declararon la guerra por defender el honor de su princesa quien fue rechazada por Yzker, logrando así romper pactos que habían entre las dos Naciones, en su mayoría beneficiaban a Bukhaare.
— No es necesario que nos diga algo que sabemos, Alteza —se queja el príncipe Ragert.
— No tienes que preocuparte por eso, cariño —habla el Rey acariciando su mano—, tu tendrás otras responsabilidades igual de importantes.
— Si bien la guerra comenzó por un tema de honor —continuo pese a las palabras de padre y el príncipe—, ahora nos están atacando por qué no están de acuerdo en la unión de Asthras y Vassilis, lo que los ha llevado a duplicar su ejército ganando ventaja sobre nosotros, la cual recuperamos gracias a los Caballeros de Invierno.
» Aún así corremos el riesgo de que Bukhaare haga tratos con otros reinos para ponerse contra nosotros y unirse a la guerra a su favor.
— Para eso se unirán los Vástagos de Hielo —comenta el principe.
— Nuestro ejército actualmente cuenta con Dos millones de hombres, contando a los Caballeros de Invierno, los Vástagos de hielo son cinco mil hombres más, solo Bukhaare cuenta con millón y medio, Deka Hiana y Vintha Khore están dialogando con Bukhaare ahora mismo, por lo que si estos acceden duplicarán el ejército enemigo, sin mencionar que tendremos dos reinos más en contra.
— Aún así, les ganamos en número y fuerza. Eso se ha estudiado durante meses.
— ¿Alguna vez ha escuchado de los Divisios, Alteza? —cuestiono.
— Son personas que se pueden transformar en monstruos gigantes con una fuerza superior —responde, pese a la seguridad de su tono, puedo notar que no está del todo seguro de su respuesta.
— Naturalmente, es así —correspondo acomodandome en mi puesto —, los Divisios pertenecen a Vhinta Khore y, como ha dicho, son personas que se pueden transformar en mounstros gigantes. He estudiado al respecto, por lo que les puedo asegurar que si la reina Seyh decide unirse a la guerra en nuestra contra, nuestro ejército caerá en picada.
— No puede asegurarlo, tenemos hombres fuertes, los centauros están de nuestro lado, y los Vástagos de Hielo guiarán a los Dragones a la guerra.
— Un solo Divisio puede hacerse cargo de matar a doscientos hombres sin mucho esfuerzo, ocupan por completo la ofensiva del ejército de la reina Seyh.
— Tenemos un buen plan trazado, hija, no tienes por qué estar pensando eso, todo está bajo control.
— Se de su plan, el factor sorpresa es predecible, todos saben que tienes...
— ¡Sabes que tienes prohibido meterte en mi salón privado! —explama el rey molesto—. ¡Tú no sabes nada y no tienes derecho de opinar al respecto! —toma una gran bocanada de aire recomponiendose—, solo te bastó una semana para ser igual de impertinente que tú hermano. Ahora vete a hacer tus labores.
Muy pocas veces el monarca me grita, y el que me señale de inculta era algo que de verdad me había herido el ego, por qué no me lo dice cualquiera, me lo dice padre, que pese a estar molesto por haber irrumpido en el salón del rey, no tenía ni bases ni derechos de decir aquello.
Se de lo que hablo, sin embargo me levanto de la mesa sin pronunciar palabra alguna, colmada entre la molestia y la vergüenza.
El buen humor del que gozaba hacia un momento se había esfumado.
Se que mis conocimientos podrían ser de ayuda en la guerra, nadie estudiaba más a los reinos, sus monarcas, territorios, culturas y criaturas que yo. Solo espero que una vez ascienda al trono, mis conocimientos puedan ser usados.
Luego de asistir a las tutorías y una vez terminado el almuerzo, dónde ni padre ni el principe Ragert se presentaron, me dispuse a dar un paseo por los jardines.
Si bien el otoño había llegado y el lugar se teñía de colores cálidos debido a las hojas secas y las flores marchitas, me seguía pareciendo una maravilla.
Varias estatuas de piedra se alzaban en distintos puntos del jardín rodeado de un grupo diferente de plantas cada una. Las figuras de mis antepasados vivían eternamente en ellas.
Caminé hacia los rosales, dónde las estatuas del rey Sorio y la reina Asmiel reposaban sobre una fuente.
La imagen de la reina Asmiel abrazando al rey Sorio quien la miraba con idolatría era de mis estatuas favoritas, la que me llevo a investigar sobre su historia, si bien lo que solían contarme sobre ellos era que fueron los reyes más bondadosos y justos de todos los Kahler, descubrí que también tuvieron una de las historias de amor más hermosas que he leído en mi vida.
La reina Asmiel, antes de casarse con el rey Sorio, no era nada más que la hija de un noble corsario, sin ningún título de por medio, detalle que al rey no le importó, puesto que había caído antes los encantos y la elocuencia de la joven dama, la cortejo por largos meses hasta convertirla en su esposa. Por primera vez en la historia de Vassilis, el matrimonio de los reyes fue por amor y no por acuerdo.
El rey Sorio admiraba tanto a la reina que la convirtió en su igual, dando fe de sus habilidades y destrezas, y no se equivocó, pues con toda la Corte Blanca en contra, las estrategias de la reina Asmiel eran las más acertadas, también logró hacer un tratado de paz entre reinos, que para ese entonces aún estaban en guerras por territorios.
Gracias a ellos, Vassilis se convirtió en el reino más seguro y próspero de todo Akleire.
Desde que conocí su historia los idolatro, quiero ser como la reina Asmiel, sabia y justa, con una voz que es escuchada por todos, con un esposo que la amaba más que a si mismo y la admiraba por como era.
— Siempre te ha gustado venir a admirar esas estatuas —comenta Yzker a mi espalda.
Me sobresalto ante la repentina interrupción, girandome para ver a mi hermano quien me mira con el rostro un poco inclinado.
— Son los mejores reyes de Vassilis —explico alisando la falda de mi vestido lila—, espero algún día ser como la reina Asmiel.
Vuelvo la vista al rostro tallado de la mujer con una leve sonrisa.
— Estoy seguro que serás mejor que ella —dice el príncipe pasando su brazo por mis hombros una vez estuvo a mi lado.
Niego con la cabeza antes de apoyarla en el hombro de Yzker.
— Que los dioses guíen mi camino para que así sea.
Pese a las palabras que había dicho, se que ser como la reina Asmiel es solo un sueño, un anhelo que dudo mucho que se cumpla. Si bien soy consciente de mis capacidades, no tengo a un hombre que me admire y me de mi lugar, como lo hizo el rey Sorio.
— ¿Te gustaría dar un paseo a caballo? —pregunta Yzker reposando su mejilla sobre mi cabeza—, hace mucho que no lo hacemos.
Asiento sonriendo, alejándome de mi hermano quien me toma de la mano para dirigirnos a las caballerizas seguidos de Rahi.
Los frondosos arbustos de hojas rojas suplantaron los rosales, estos rodeaban la estatua del rey Barton, el navegante, que descubrió las islas doradas; luego, la estatua del Rey Kerëz II, se encontraba rodeada de las hortensias sanadoras, el único monarca en crear un vínculo con una Diosa Dagartiana, también fue el creador de la cura contra la peste que azotaba el continente en ese entonces.
Las estatuas conmemoran la memoria y la historia de cada rey de Vassilis, la reina Asmiel, es la única reina que tiene una estatua en el jardín, si bien es en conjunto, el simple hecho de que esté es una muestra de la gran mujer y reina que fué.
Las caballerizas se encontraban en la zona oeste del castillo, en campo abierto. Al entrar, los mozos estaban preparando a Kasster, el caballo de Yzker.
— Preparen a Blum, la princesa también dará un paseo —ordenó el joven a los mozos mientras se acercaba a su caballo.
Kasster era un pura sangre de pelaje negro y la mitad de las patas para abajo blanco, los reyes se lo regalaron cuando cumplió cinco, desde entonces es quien lo acompaña a todos lados, incluso se lo había llevado a Asthras.
Me acerque para saludar, hacia dos años que no lo veía, paso mi mano por su sedoso pelaje con una sonrisa.
— Tiempo sin verte, viejo amigo —digo palmeando el costado del caballo.
— No lo llames viejo —me reclama el principe —, puede ofenderse.
— No le he dicho viejo, cabezota, he dicho: viejo amigo.
— Igual puede ofenderse
— A veces, eres tan idiota.
Yzker me muestra una sonrisa mientras ajusta las correas de la silla de montar.
— Así me amas —niego con la cabeza sin borrar mi sonrisa—. Oye, calvito, puedes tomar un descanso de la pesada de mi hermana, yo la cuido.
Le dice el principe al guardia real, lo miro ofendida y él ríe.
— No le diga así —le respondió el guardia—, puede ofenderla.
— No has perdido el humor —rie Yzker.
Los mozos aparecen con una yegua blanca y un caballo marrón listos para montar. Yzker mira al guardia con una ceja levantada, tomando las riendas de Kasster.
— Me temo que el trabajo de cuidar de la princesa me pertenece, y no creo que esté a la altura de cumplirlo, Alteza.
— No me subestimes, calvito —niega el principe con una sonrisa—, yo creo que temes que pueda dejarte sin trabajo.
— No podría estar más herrado, su rendimiento ha bajado, y su instinto está fallando.
— Claro que no...
Yzker no pudo decir nada más debido a la daga que rozó su mejilla cortando un mechón de su cabellera. Los dos abrimos los ojos con sorpresa ante la osada maniobra del guardia, quien sonreía con suficiencia.
— Si estuviera alerta, hubiera podido agarrar la daga —comenta el hombre caminando hacia la yegua.
— ¡Eso no es justo! —se queja el principe tocando su mejilla cortada.
— No, no lo fue, pero he demostrado mi punto.
— Jugaste sucio, no estaba preparado.
— Tus enemigos no esperarán que estés preparado para atacarte.
— Tu no eres un enemigo.
— Cualquiera podría serlo, por eso tienes que estar preparado en todo momento.
Yzker despega la daga de la base de madera a su espalda y en un rápido movimiento se la arroja al guardia quien ya le había dado la espalda, sin embargo, logra esquivarla antes de reír.
— Eres tan predecible, principito —rie guiando a la yegua al exterior.
— Presumido —murmura Yzker.
— Te escuché.
— A veces, eres igual de pesado que Katània.
Sigo a Rahi mientras Yzker monta a Kasster. Con ayuda del moreno subo a Blum con ambas piernas de un solo lado, como una dama debe de hacerlo.
Una vez los tres estamos sobre nuestros respectivos pura sangre, comenzamos el paseo a cabello por los alrededores del castillo.
La brisa otoñal es fresca, mi cabello ondea con las corrientes de aire y algunas flores de mi corona salen volando.
Inspiro hondo llenando mis pulmones de aire fresco, cabalgar es una de las pocas cosas que me despejan la cabeza, y entre tantas cosas que tenía encima, me permiti disfrutar el momento.
— En Asthras solo se puede cabalgar de día y en verano o primavera —comenta el principe a mi lado—, de lo contrario es incómodo por el frío, tienes que usar un montón de abrigos para soportarlo.
— Para eso están los cristales de Luna azul —digo sin mirarlo.
— Si, pero en otoño o Invierno el frío es tan intenso, que pese a los cristales tienes que abrigarte o no salir.
— Ha de ser una pesadilla.
— Te acostumbras rápido —el rubio se enconge de hombros—, es una tierra hermosa, que vale la pena conocer. Ragert me enseñó todo el territorio y, Katània, tienes que ver las montañas de Luna Azul, son una cosa magnífica.
La emoción en su voz no pasa desapercibida, Yzker siempre hablaba de lo increíble que era Asthras en sus cartas, y escucharlo en persona solo me confirma el gran amor que el príncipe le tiene al reino de hielo.
— Hay tantos lugares que podrías visitar, espero que Ragert te lleve como lo hizo conmigo —el comentario no me sentó tan bien como esperaba, aún así, sonreí —. La gente también es muy amable, y sus festividades son muy alegres, aunque algunas dan miedo, en algunas cosas son algo... bárbaros, pero estoy seguro que te encantarán...
Continúa hablando sobre las fiestas tradicionales de Asthras, de las cuales ya había leído, pero las anécdotas de Yzker me encantan, podía escucharlo durante horas sin problema. Cuando algo le gustaba a Yzker lo hablaba hasta el cansancio.
Durante una hora el príncipe habló de varias vivencias en el reino vecino, historias que había escuchado, personas que conoció y eventos a los que asistió a lo que yo solo comentaba una que otra cosa para corregirle si se equivocaba en algún nombre de alguna ciudad o lugar y para dar mi opinión en ciertos temas.
— ¿Aún no has hablado con Ragert? —cuestiona de repente bajando de su caballo.
— ¿Sobre qué? —lo miro un poco confundida, aceptando su ayuda para bajar.
— Eso es un no —niega el principe—. Todavía no entiendo porque no pueden llevarse bien.
— Y yo no entiendo porque tu y Kiari están tan enfocados en que nos enamoramos.
— No te estoy pidiendo que te enamores de él, solo que se lleven bien. No es tan difícil.
— El es quién me ignora y ahora se comporta de forma grosera.
— Ragert es orgulloso, y tú fuiste la primera en ser grosera con él sin motivo alguno.
— Tú también lo justificas —niego.
— Si, lo hago, y lo haría contigo también si tuvieras una buena razón para tratarlo como lo haces.
— ¿Por qué tanta insistencia con eso? —cuestiono cansada del tema.
— Porque es tu prometido y se que si los dos ponen de su parte podrían ser buenos amigos, Katy —Yzker se revuelve el cabello fastidiado, me cuesta entender porque Yzker está tan empeñado en ese tema—. Solo no quiero que vivas como madre o la reina Eira, que son un adorno más de la corona. Ragert es mi mejor amigo y se que también podría ser tú amigo si lo quisieras y tener una mejor vida que solo ser la esposa del Rey, él podría darte todo lo que quisieras, la vida que mereces.
Le sostengo la mirada, sus ojos, de un azul que con el pasar de los años se habían vuelto más oscuros, pero más intensos también, tan llenos de vida, que ahora me miran con cierta preocupación que me encongen el corazón. Yzker es una de las pocas personas que no me subestima, pese a los comentarios que en ocasiones suelta, y es que era uno de los pocos que se preocupa de verdad por mi.
— Quiero verte como la reina más grande que haya existido jamás —me dice acunando mi rostro—, tienes todo para serlo y necesitas un aliado con el mismo poder que tú.
No tengo palabras para describir lo que esas palabras me hacen sentir, pero la gran sonrisa que se esbozo es suficiente para mi hermano, quien me da un casto beso en la frente antes de abrazarme.
— Deja de ser tan testaruda y usa la cabeza, puedes tenerlo todo si así lo quieres.
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