♥ El origen de la Reina

Alondra es mi mejor amiga desde hace mucho tiempo, tanto que ya ni lo recuerdo. Solemos pasar mucho tiempo juntas, sobre todo desde que me enseñó a jugar al póker. Me encantaba contemplarla en silencio, disfrutar de cada una de sus expresiones y de cómo sus labios se movían mientras me explicaba las normas del juego. A veces me perdía con las palabras técnicas, pero cuando eso pasaba demostraba la enorme paciencia que tenía y sigue poseyendo. No obstante, con el tiempo me he dado cuenta de que es una de esas características que solo reserva a unas cuantas personas, las más cercanas quizá.

Hace mucho que estoy enamorada de ella, pero no me atrevo a decírselo. Tampoco ayuda el hecho de haber estado rodeada de pretendientes y haber aparentado que me gustaban los hombres, cuando la realidad es que prefiero a las mujeres. Si le confesara ahora mis sentimientos, creería que es una broma de muy mal gusto. Estoy segura. Lo mejor es que guarde silencio y mantenga en secreto mis sentimientos por ella no solo por mí, también porque mi madrastra no lo permitiría.

No considero a Hilda como una mala pécora porque se casara con mi difunto padre, todo lo contrario. Durante estos años ha sido buena conmigo, pero desea que me case con uno de los hombres de confianza de alguien a quien tanto ella como mi hermanastro llaman "él", no sé si por respeto, por temor o por desconocimiento. Nunca le he conocido y espero no hacerlo en el futuro, pues planeo desvincularme de la familia en cuanto tenga la oportunidad.

Dos toques en la puerta de mi habitación me sacan de repente de mis pensamientos e intento recomponerme. La que habla al otro lado es mi madrastra, que al parecer desea hablar conmigo de algo urgente. Sin esperar a que yo le permita pasar, ella abre y entra. Mientras tanto, yo me pongo a recoger algunas cosas, pues planeo salir para ver a Alondra.

—Me temo que hoy no vas a salir, Venus —me dice con voz autoritaria.

Frunzo el ceño y volteó la cabeza para observarla.

—¿Debo recordarte que soy mayor de edad y que voy a donde me dé la gana?

Después vuelvo a prestar atención a mi bolso y a las pocas cosas que estoy guardando en él. Escucho unos pasos apresurados y, antes de que pueda reaccionar, Hilda me toma de la muñeca y con solo un apretón logra que me gire de nuevo hacia ella.

—Hasta ahora he sido comprensiva e intentado ser una buena madre para ti, pero si no me das alternativa tendré que ejercer como la madrastra villana del cuento. ¿De verdad quieres que llegue a ese extremo?

Veo que aprieta los dientes al mismo tiempo que entorna los ojos. Nunca la había visto así y, honestamente, me intimida esa actitud en ella. Niego con la cabeza y ella sonríe por primera vez desde que entró en mi habitación. Más relajada, me suelta y se separa un poco de mí mientras echa un vistazo a su alrededor. Su pelo largo y moreno contrasta con el mío solo en el color, ya que el mío es rubio platino. Sin embargo, hay algo que compartimos y es su gusto por los labiales rojos y las joyas caras.

—He venido a decirte que no tendrás que casarte con cualquiera de los hombres de confianza del jefe. —Suspiro aliviada al escucharla—. Te casarás con mi hijo, Harkaitz.

Mi mandíbula se desencaja al oír aquello. Hilda se gira hacia mí y no me da tiempo a cambiar mi expresión de sorpresa.

—No puedes hacerme esto... —me quejo.

Pero ni mi tono ni mi rostro parecen hacerla cambiar de opinión.

—Lo siento, querida —se acerca a mí con la intención de abrazarme, pero yo me aparto y ella capta la indirecta—, pero no tenemos más remedio que ceder... Estoy segura de que en el futuro me lo agradecerás.

—¡Pero yo quiero a otra persona! —exclamo molesta.

—¿Te refieres a esa amiga tuya con la que siempre andas? —Supongo que ve mi cara de sorpresa porque a continuación añade—: ¿Creías que podrías ocultármelo fácilmente? De ser así, ya ves que te equivocabas. Soy madre, y aunque no sea la tuya, también he pasado por esas cosas. Lo que no imaginaba era que fueras lesbiana... —Toca su barbilla con dos dedos, como si estuviera pensativa.

La ignoro y me dejo caer en la silla que tengo a mi lado, abatida. Con la vista enfocada en el suelo, vuelvo a hablar:

—Me prometiste que tendría libertad para decidir, pero ya veo que tu palabra vale lo mismo que la mierda que me molesto en no pisar.

Ninguna de las dos pronuncia palabra en unos instantes. Un pensamiento relámpago asalta mi mente y, con rapidez, me levanto con el bolso en la mano y voy directa a la salida de la habitación. Sin embargo, mi madrastra es más veloz y se interpone entre la puerta y yo.

—Te lo prometí en su momento, y créeme que quisiera cumplir mi palabra, pero es importante que me hagas caso. Si lo haces, podrás volver a ver a tu amiga. Si no lo haces, quedarás encerrada aquí para siempre y, por supuesto, te olvidarás de volver a verla.

El timbre de la puerta principal suena y mi corazón late a gran velocidad. Estoy segura de que es ella, pero no podré salir si no le doy una respuesta a Hilda. Aunque desee con todas mis fuerzas estar con ella en estos instantes, no puedo acceder a lo que mi madrastra pretende que acepte sin pensar.

—Voy a ver quién es y tú te quedarás aquí. Si es Alondra, quiero que seas testigo de lo que voy a decirle. Así sabrás que voy en serio con mi advertencia.

Me deja sola en la habitación sin molestarse en cerrar al irse. Sabe que no intentaré nada porque yo tengo las de perder. Y todo sucede muy rápido: Hilda le dice a Alondra que estoy ocupada con los preparativos de un viaje que se ha inventado sobre la marcha. Mi amiga, aunque duda y muestra recelos, finalmente acepta como válida la explicación de mi madrastra y se va. Cuando esta regresa a mi habitación, alza una ceja a la espera de una respuesta por mi parte.

—Acepto, pero lo hago solo por Alondra.

Con esa afirmación he sentenciado mi futuro.


···


Han pasado varios días, quizá semanas, desde que me casé con Harkaitz, tiempo después de aceptar hacerlo. Como temía, no he vuelto a ver a Alondra por miedo a la reacción de mi hermanastro, al que ahora tengo que llamar marido. Sé que si me escapo aunque sean unos minutos, él enviará a sus hombres a buscarme y estos no serán tan buenos conmigo. Por eso me mantengo prisionera en mi propia casa, a la espera de, algún día, volver a tener la libertad que merezco.

Harkaitz entra en el salón, donde me encuentro sentada sin hacer nada, y lo hace con unas cuantas cajas en sus manos. No ha dejado de hacerme regalos desde antes de casarnos, pero no parece entender que por mucho que me ofrezca, jamás cederé a lo que me pide.

—¿Cómo está la mujer más hermosa de esta casa? —pregunta con ese tono melodioso y cursi que tanto odio en él.

Hace mucho que intenta disimular su cojera, provocada casi con total seguridad por algún disparo o navajazo en su adolescencia. Nunca supe lo que pasó, pero no hizo falta que nadie me lo dijera para que yo misma lo imaginara.

—Estaba mejor antes, cuando no tenía que aguantar tu presencia.

Me he convertido en una amargada y no me importa mostrarlo ante él. No tengo ninguna intención de agradarle ni de llamar su atención.

En un instante, su expresión sonriente cambia a una más seria. Me atrevo a adivinar que le ha molestado mi respuesta, aunque quizá ese verbo sea suavizarlo demasiado. Las cajas caen al suelo en cuanto las suelta y en cuestión de segundos lo tengo ante mí, con su mano derecha rodeando mi garganta.

—He intentado hacer las cosas bien desde el principio, Venus. Las cosas habrían salido mejor si me hubieras aceptado desde un principio, pero al no ser así me veo en la obligación de tomar lo que es mío por la fuerza. Pero antes te daré una última oportunidad...

—Jamás seré tuya, Harkaitz —me reafirmo, más contundente que otras veces.

—Tú lo has querido —sentencia él.

Y vaya si me condena...


···


He aprendido por las malas de lo que es capaz Harkaitz, pero eso solo ha provocado en mí aún más odio. Si quiere obtener algo de mí, tendrá que ser a la fuerza, algo que solo generará más rencor si cabe, más deseos de venganza. Y cuando consiga idear un plan y llevarlo a cabo, ni siquiera él podrá salvar a mi marido del infierno que le espera...


¡Hola! ¿Qué te ha parecido? Espero que te haya gustado. Si te preguntas por qué termina aquí y crees que se puede desarrollar más esta historia es porque así será, pero más adelante en una especie de saga que ya estoy ideando.

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