Ladrón de vidas
Palacio imperial, Melione
—Su majestad, ¿cree que la emperatriz tendrá un descanso eterno? —Eileen acariciaba la mano de Bennett
Él estaba pensativo, nunca imaginó que Alysa tuviera enemigos, o al menos hasta lo que tenía entendido, nunca logró ver alguno.
Sería un problema tener que investigar, aunque el pueblo se lo pedía a gritos, la justicia tenía que hacer acto de presencia en estos casos.
—Eso espero, fue una mujer buena, aunque algo terca y con poca paciencia. También debe pagar sus pecados ante nuestros dioses —completo, levantándose de la cama tapando a su amada
—¿Seré la emperatriz de Melione? —inquirió con dulzura
—Serás la mejor, solo debo arreglar algunas cosas con la iglesia
—¿Ellos no quieren que yo sea emperatriz?
Bennett se quedó callado tras la respuesta de Eileen, no sabía cómo contestar a su pregunta, era complicado de explicar para ella.
—No es eso, ya estuve casado una vez, Alysa está muerta y la iglesia, el pueblo y la corte pide que investigue. No es sencillo creer que fue asesinada, es algo complicado lo que le pasó; hasta que yo no encuentre al culpable de su muerte no puedo hacer oficial el matrimonio —explicó
Eileen apretó los labios con impotencia, no estaba segura si aquel asesino que contrató con Hayes sería capaz de huir, pero la pregunta que más resonaba en su cabeza, se la hizo:
—¿Qué pasará con la persona que mató a la emperatriz?
—Será asesinada frente todo el pueblo —confesó el emperador
Trago en seco después de escucharlo, frunció el señor acariciando su vientre tras la inquietud.
«Él nunca me mataría, jamás se atrevería a matar a la madre de sus hijos» pensó la mujer con una sombra en su rostro
Bennett cerró las cortinas de la habitación, besó la frente de la pelirroja para salir de su habitación dejándola dormida.
Con el sonido de la puerta cerrada, ella abrió sus ojos, se movió en la cama sin dejar de pensar en las palabras de Bennett.
La inquietud le molestaba, por otro lado, estaba tranquila por la poción, él había renunciado a Alysa por ella, había creado cargos y él los aceptó. Sí la iglesia no quería que ella se casara con él emperador tendría que inventarse alguna ley que lo permitiera, Bennett solo tenía que aceptarla bajo su influencia.
Su vientre dolió un poco tras moverse, pero al acomodarse el dolor frenó.
«Hoy están muy inquietos»
Cerró los ojos tratando de dormir, mañana empezaría su sesión como emperatriz, debía superar a Alysa y hacer que el imperio la tomara en serio.
Tendría muchas cosas que trabajar, pero estaba dispuesta a hacerlo.
Las horas pasaron, la noche se había apoderado de muchos sectores las estrellas junto con la luna brillaban en el cielo oscuro, los animales salían al igual que una Bestia.
En el balcón de su habitación, el padre de las Bestias Divinas sostenía sobre su mano un rayo de luz mágico el cual lanzó al cielo de Melione para acabar con su magia.
Mientras la luz se llevaba cada grano de Magna, el rey entró a la habitación donde la pelirroja dormía tranquila.
Juntó sus dedos índice y corazón. Recitó un hechizo el cual depositó en el vientre de Eileen, ella apenas se movió en la cama con el ceño doblado.
La habitación se iluminó al despojar sus dedos con el alma de uno de los pequeños príncipes.
Luego insertó una pequeña ilusión en ella, donde el dolor de la pérdida de uno de los bebés no se sentiría.
Apretó la pequeña alma que le devolvería la vida su emperatriz.
Podría tomar la de ella, pero quería verla sufrir en la segunda vida de Alysa.
—Espero verte pronto, perra
Desapareció entre las sombras guardando el alma de la criatura, le hizo un favor al estar lejos de una perra como esa, la que le tocó como madre por desgracia.
Su hechizo seguía haciendo estragos en los magos dormidos, solo fue una hora en la que él apreciaba su magia sentado en una roca, viendo su destello recorrer la ciudad.
Aprecio la pequeña alma que cargaba como un algodón, acariciándola con su dedo.
—Este niño no durará mucho
Abrió los ojos sin entender, supuso que el destino del alma que arrebato no era vivir.
Los dedos de su mano izquierda se apoderaron de un humo brillante con textura, el Magna de los magos de Melione había sido arrebatada.
Expendio su mano recuperando aquella magia robada.
—Esto se ve bien —sonrió
La magia se extendía con maravilla, brillo y movilidad.
La ciudad de oro le dio la bienvenida, hizo lo mismo en Melione, robando el Magna de los magos igual de poderosos que él, aquellos que habían nacido con magia para compartir.
Parte de los magos termino con una pequeña pare de su Magna, parte que terminaría de alejarse de ellos en unos cuantos segundos.
Admiraba como su magia arrebataba las demás, el hermoso espectáculo de colores que se formaba en el cielo solo era una pequeña prueba de su poder.
Aun así, las leyes de la magia que estaba rompiendo solo eran el principio de sus pecados, esos pueblos pagarían la ira que se había llevado su tranquilidad.
En los años que llevaba como mago, rey, maestro, nunca se había atrevido a robar para tener algo que deseaba.
—Esto... es una pequeña demostración de los que puede hacer el rey de las Bestias Divinas
La magia regresó a él como un rayo fuerte y difícil de contralar, el magna termino rodeando su brazo, la fuerza a la que era sometido le estaba ganando; si no la controlaba él terminaría perjudicado.
«Esto... seme está saliendo de las manos»
Sus piernas temblaron, su cuerpo se debilito por la cantidad excesiva de poder con la que cargaba.
Sus rodillas chocaron con el techo dorado del banco donde había muerto Alysa, apretó los dientes recostando su cabeza sobre una pared descansando para mantenerse neutro y separar ambas magias.
No estaba seguro de poder soportar con tanto Magna sobre su mano en una sola noche, pero de lo que sí estaba seguro era de tener a la emperatriz en su vida de nuevo.
Su reparación era lenta, ahogada y miserable, odiaba sentirse débil en una situación riesgosa; deseaba tener paz para poder continuar, cerro sus ojos controlando su respiración, sin embargo, la tranquilidad que busco se estropeo.
—¡¡¡NOS HAN ROBADO EL MAGNA!!!
La voz desesperada de un mago lo alertó, abrió sus ojos en un sobresalto girando su rostro a la dirección del grito.
Apretó sus dientes, cubriendo su cuerpo con la capucha que traía.
Los gritos desesperados del mago alertaron a todos, preocupados los demás se empezaron a dar cuenta de la pérdida de su talento, de su vida.
Todo el reino empezó a buscar al ladrón de su vida.
Adrián transformado en zorro, corría por la llanura a gran velocidad, no podía transformarse, elevar su tamaño en ese momento, solo deseaba no ser encontrado por nadie.
Al alejarse lo suficiente dio un pequeño descanso, sus pequeñas patas no podían dar un paso más, su hocico pedía a gritos agua, su cuerpo un lugar cómodo para descansar.
Sin mucho esfuerzo cayo rendido entre un montón de hojas secas.
Abrió sus ojos con un leve brillo, estiró sus patas arrastrándose por el lugar. Entrando a aquella parte oscura donde los animales salvajes podrían comerlo.
Aun así, su cansancio fue suficiente para que escogiera un árbol frondoso para dormir, aumentó su tamaño al de un lobo para poderse camuflar y no caer entre manos enemigas.
«Quien se atreva a tocarme está más que muerto»
Adrián descanso al aire libre, con una pata brillando por el poder robado, pero tranquilo de estar en un sector donde los humanos no podrían tomarlo.
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