kasha
Alysa
Fueron tres días largos de celebración, el primero fue una pequeña recepción por la celebración de la boda.
El segundo la bendición, aceptación, y lealtad a los reyes.
El tercero era la nueva vida, la llama de la corona.
Al ser rey, no se hicieron las cosas tradicionales.
Tengo puesto un vestido plateado, con escote en V que baja hasta mi ombligo, una falda larga suelta, el cabello amarrado, alrededor de mi trenza gemas y en mi rostro una cadena con curvatura en mi nariz, la cual despliega sobre mis mejillas.
Adrián está sentado en su trono, hecho de cristal con oro derretido, cuando el sol toca su copa, el cristal absorbe La luz, se apropia de ella y la extiende.
Hasta que la habitación se llena de luminosidad.
Ninguna esposa Imperial es digna de sentarse en el trono, solo aquellas que nacieron en cuna Dorada y que la corona es dada por herencia.
Según la tradición... sólo el hombre puede sentarse en él porque es el único con la fuerza suficiente para llenar las gracias del imperio.
Dirigir ejércitos, manejar la magia oscura y demás.
Aunque afuera la mujer es igual, en el trono, en la corte, y en los archivos reales.
Solo está destinada a dar hijos.
Por tal motivo ahora me encuentro a un lado del trono de cristal, esperando aquel que me va a coronar.
—¿Cuándo fue la última vez que usaste la corona de emperatriz? —susurró en voz baja
—Cuando me case, después de ese día no hubo necesidad de volverla a usar —conteste con el mismo nivel de voz
—Esta corona... no tiene descanso, deberás usarla en cada visita real del imperio, en aniversarios y sobre todo en los juicios imperiales
Sus palabras me dejan inquieta, en Melione nunca se utilizó con tanta frecuencia por que no tenía nada de especial, era similar a la de otros imperios y solo se tenía permitido usar cada diez años, o con el nacimiento del nuevo heredero.
La puerta de oro con trazos, y letras imposibles de leer para mí es abierta, una mujer dedicada a la religión sostiene la corona Imperial sobre un almohadón rojo aterciopelado.
Adrián está firme en su trono, baja los hombros y alza la cabeza.
La mujer está completamente cubierta de blanco, está vez, no hay manera de distinguir su rostro.
La corona es mi mayor fascinación.
Todo en ella destila un hermoso color blanco, gracias a sus perlas, el oro blanco, los diamantes y el oro que es colocado con cuidado.
Tiene una perla que cuelga del medio, su base es oro blanco, al igual que la flor cerrada a la que hace regencia, en medio de ella una perla, alrededor diamantes, sobre los diamantes oro.
Lo que conecta una con la otra es un diamante pequeño en forma de estrella.
Adrián se levanta del trono, la mujer se arrodilla alzando la corona, los presentes alzaron su mirada.
—Siéntate —ordenó
La corte quien estaba sentada en la primera fila observaron con sorpresa a Adrián, sin hacerlo vuelve a ordenarme.
—Siéntate
Esta vez, su voz se escucha tosca.
Obedezco la orden de mi esposo, el cristal en el que estoy sentada es fuerte, pero suave, es notoria la diferencia.
Con el ceño tenso, mis labios sin movimiento y los ojos puestos en la multitud, Adrián toma la corona, la admira y por último la levanta entre el público.
—Está es la corona Imperial, la reliquia más poderosa entre las Bestias, la cual brilla tanto como su portadora.
—¡Qué brille!
Adrián les da la espalda a los nobles, dejando sobre mi cabeza la corona Imperial.
Una niña, sobre un cojín tiene el cetro y orbe, se arrodilla bajando la cabeza, tomó ambos instrumentos en mis manos, firme en el trono.
Acto seguido Adrián se hace a un lado del trono donde yo estaba parada.
—Inclinaos
Ellos obedecen diciendo en coro:
—¡Larga vida a la Reina!
—¡Larga vida a la Reina!
—¡Larga vida a la Reina!
Los actos de Adrián fueron imprudentes para la corte, sus altos mandos no estaban contentos, por parte de la religión solo la mujer que los caso observaba con angustia al rey quien estaba tomando decisiones apresuradas según su criterio.
El trono de cristal era conocido por su fuerza, su magia y belleza, y sólo la sangre Fernsby podía sentarse en él.
¿La razón?
Se creía que aquellos que no tuvieran la sangre del primer rey del imperio, moriría.
Fue por eso que todos y cada uno de los Fernsby fueron minuciosos con su siguiente esposa o esposo siendo el caso.
Ningún miembro alejado del linaje podía sentarse en él.
Alysa... era una usurpadora más entre las Bestias, humana, sin magia, sin grandeza.
La serpiente venenosa entre las bestias, y para su desgracia, la reina y protegida del rey.
Para la pura de la religión.
Su reina solo sería la serpiente de kasha.
***
Cuando pensé que mi coronación sería sencilla... fue porque nunca pensé en la noche de bodas
Había planeado todo, cosas básicas que había hecho con Bennett, pero... Adrián superó mis expectativas.
Ahora solo quiero morir antes de compartir la cama con él.
Mi zorro no es malo entres las sábanas, es maravilloso, su único problema es que ahora me tiene encerrada en una habitación gigante usando lencería roja que me hace lucir gorda.
El top es "normal" solo que deja ver más mis pezones, mi problema está en la parte de abajo, me doy vuelta en el espejo y aun me cuesta asimilar qué tengo el trasero técnicamente descubierto.
Mi piel está cubierta por una ligera tela que está en el coxis, para mi desgracia... la parte de enfrente tiene una abertura.
Como una ligera boquita que deja libre mi placer.
La prenda está tan ajustada a mi cuerpo que solo puedo ver cómo se enmarca mi carne en él.
Me pongo de perfil detallando mejor figura.
—Maldita sea —digo entre dientes
—No son palabras muy lindas de los labios de una reina.
La voz de Adrián me sorprende, cuando miro el espejo, está detrás de mí con una bata de seda oscura qué deja ver su pecho, tiene los brazos cruzados y una sonrisa benévola.
—¿Puedo saber cuál es la necesidad de usar esto?
—Es para mayor comodidad —su sonrisa me desespera
—¡¿Cómo algo tan corto puede traer comodidad?! —exclamó
—Yo no tengo ropa bajo la bata y estoy cómodo
Cubro mis pechos y parte de mi intimidad, frunciendo el ceño.
Él se acerca a mí a paso lento, retrocedo hasta pegarme con el espejo y tenerlo rompiendo mi espacio personal.
Sus labios se pegaron en mi oído y puedo sentir como aún sonríe, burlándose de mí.
—Entre más caminabas hacia el espejo, mas puede deleitarme con esto —sus manos apretaron mis nalgas.
—¿Para eso querías que usará esto? ¿Para burlarte de mí?
—¿Burlarme de ti?
Al separarse de mí, su expresión demuestra curiosidad, pero detrás de esa curiosidad estoy segura que está la burla.
—No me mientas
—¿A qué te refieres con burlarme de ti?
Alzó una ceja, haciendo una mala mirada uno de los dos tiene que caer y no seré yo.
—Dime
—No sé qué quieres decir, ¿cómo me burlaría de ti? ¿te ofendí? —inquiere con un tono de voz tembloroso.
—Me hiciste usar esto para decirme gorda —refutó
—No estás gorda, eres perfecta, y cuando estés llena de mí, te verás mucho más hermosa —sonríe tomando mi mentón —¿De dónde sacaste esa idea tan estúpida?
Sus labios se acercan a los míos.
—Está prenda apretar mis imperfecciones
—¿Imperfecciones? Cariño... —Su mano derecha acaricia mi muslo —esto es arte —luego sube por encima de mi cadera antes de llegar a mi cintura y toma uno de los gorritos qué salen por la tela —esto es belleza —besa mis labios con ternura sin tardarse tanto —y todo lo que hay en ti es tentación
Sus labios recorren mi cuello, hasta chuparlo, se aferra con fuerza a mi cuerpo, su lengua chupa la marca qué ya debe estar hecha, cada roce me hace estremecer.
—Hora de servir a la tradición
Un impulso me obligó a saltar, me aferró a su cadera y sus manos sostienen mis nalgas.
Me lleva a la cama y al caer en ella, no deja de besar mi cuerpo, sus labios recorren mi cuello, hasta el pecho donde empieza a besar mi abdomen.
Me relajo en la cama, disfrutando sus cálidos, pero feroces besos hasta que abre mis piernas sin previo aviso, agacha su cabeza hasta mi intimidad.
Antes de que intente hacer cualquier cosa, me aferró a su cabello, tirando de él.
Adrián levanta la cabeza.
—¿Qué pasa?
—Acércate
Obedece, sus brazos están de lado y lado de mi rostro.
—Antes de empezar quiero poner una ley entre los dos —hago una ligera pausa —no quiero volver a pasar por un bloqueo sexual. Por lo tanto, quiero que hagamos esto siquiera una o dos veces a la semana
La sorpresa en su rostro es inminente, no responde a mi petición y ahora me estoy replanteando mi solicitud.
Siento que fui muy directa.
—Me parece bien dos días a la semana, aunque si quieres más no me molestaría, pero ¿por qué esta petición su majestad?
—¿De verdad debo responder? —giro mi rostro cubierto mi boca con mi mano.
Siento las mejillas calientes, por lo que no está demás decir que estoy sonrojada.
—Sí quieres que acepte por completo tu petición, debo saber ¿no? —aún tiene esa sonrisa
—Otras de las razones del divorcio fue la vida sexual, Bennett y yo hacíamos esto dos veces al año, era horrible, teníamos que aprovecharnos, si uno podía, el otro no, o estábamos indispuestos, y tener que pasar épocas pasionales como mujer en ocasiones simplemente... es frustración. Además, él... encontró entretenimiento en otra mujer, supongo que se cansó de mí
Había olvidado esa noche de horror.
En momentos precisos necesitaba de la compañía de un hombre para saciar mi sed de lujuria, pero cuando ese hombre se negó a dármela, me encerré en mi propio pesar, pensando que no lo merecía.
Que aquellos que sentía no podía sentirlo por mucho tiempo, tener la fuerza de voluntad de no hacer nada inapropiado para una mujer casada, pero al final el mismo trabajo nos condenó.
Aunque había días libres, con oportunidad de tener siquiera un acercamiento, alguno tenía algo, ya fuera un impedimento físico, o alguna calamidad.
En ocasiones... también llegaba a negarme por mi propio orgullo, pensando que el imperio estaría mejor con una emperatriz que se esforzará por ellos, abandonando las relaciones maritales.
Por mi error Bennett me engaño, lo aburrí, no lo culpo, que, a falta de placer también me llevó a enredarme con Adrián en ese templo.
—No eran épocas muy lindas, ¿verdad?
—Cuando tienes cierta época donde la necesidad de un hombre parece complementarlo todo, falta algo más grande que un índice —a este punto... ya no me importa si mis palabras no son las adecuadas
Las mejillas de Adrián están rojas, en su tez morena no se ve bien; sin embargo, me alegra tener esta confianza con él.
—Solo por hoy dejaré que experimentes conmigo —dobló mi brazo acariciando el suyo
Beso su antebrazo dedicándole una mirada coqueta.
—Mi rosa, ahora eres mi esposa... experimentare contigo cuantas veces sea necesario —él besa mi mejilla con cariño —¿Puedo?
Asiento con la cabeza, el vuelve a bajar hasta mi intimidad, su tacto es frío por esa zona, es extraño.
Separa un poco mis piernas, no veo lo que está a punto de hacer por vergüenza, lo único a disposición que tengo es el techo de mármol texturizado.
Su lengua acaricia mi clítoris, se siente extraño cuando la palpa, sigo sin poder ver su cabeza.
Solo siento su lengua juguetear con las paredes, con el clítoris. Sus dedos invasivos entrando sin remedio mientras recuestas la cabeza en el colchón.
al volver a mí, pareció encontrar otra manera de jugar conmigo succionando el clítoris, en lo poco que logré disfrutar por la vergüenza que me consumía, fue el beso que le dieron mis labios a los suyos.
Aunque extraño al principio, pude tomar su cabello y apretarlo con fuerza, aunque eso no pareció molestarle.
Luego de jugar con mi intimidad, masajeo mi punto débil, rascando, esta dura, lo sé.
Y cuando su caricia aumenta mi estimulo, mi espalda se arquea, mi vagina necesita algo que entre y él lo sabe.
Su único problema es que le encanta verme sufrir de esta manera.
Las piernas se tensionan, el corazón me palpita con fuerza, el sigue, pero antes de poder terminar, siento que para y algo entra con brusquedad a esa zona.
Tiene la bata desordenada, sin mucho interés deja que la gravedad actúe sobre él.
Nuevamente lo tengo encima de mí, esta vez, limpiándose los labios; su baba y mi fluido.
Es extraño, que, después de pasar por un éxtasis manual, tenga que sucumbir a él por lo que activo.
—Mi rosa, cada vez que quieras esto, que sientas la necesidad de una relación sexual, debes pedirle a tu esposo que te complazca. No quiero que vuelvas a usar —acerca su rostro al mío, alcanza mi mano derecha tomando entre sus labios mi dedo —Índice, ni otros nombres que veo por aquí
Desliza su pene hasta el fondo lo que quedaba de él.
—Tú esposo tiene algo más entretenido, y grande
Sale un poco, vuelve a entrar con movimientos suaves hasta que golpea con fuerza.
Mueve sus caderas con agresividad.
Las embestidas son profundas, rudas, envolventes.
No lo recordaba así, no deja espacio entre los dos, no se aparta, mis pezones duelen en la maya en la que están cautivos, necesito que me arranque esta porquería.
El picó sobresale de ellos, besa mi cuello y tras cada feroz embestida, siente mi pesar, con su boca toma la tira roja que se apoya en mi hombro.
Siento un calor ardiente en el cuerpo, al bajar la mirada el top se prende en fuego.
Uno suave y ligero que no me hace daño, chupa mi pezón derecho, uno de sus dedos aplasta el izquierdo.
Arqueo la espalda, me aferró a las sábanas, y un gemido ahogado nos tiene en el borde.
Levanta la cabeza, me agarra de la cadera, siento sus testículos en la parte de abajo de mis nalgas y algo entra en mí.
No sé... si así se sintió en mi primera noche de bodas.
Los jadeos inundan la habitación.
Trago en seco, y al verlo a los ojos, ese color azul qué compartimos se volvió plateado.
—Porque... tus ojos... son pla...tea...dos —es lo único que sale de mis labios
—¿Eso... importa?
Al salir de mi cavidad, me apoyo en mis codos, observo su pene erecto y el hilo de semen que nos une.
Me acerco a él, deslizó mi mano hasta su hombro empujándolo a la cama, su cabeza quedó en el borde.
Tomó el pene de la base, este húmedo, al igual que mi sexo.
Él me ayuda, acaricia mis labios antes de poder meterlo, al tocar mi clítoris un quejido sale de mis labios.
—Estás sensible, rosa —dice
Introduce un dedo, jugueteando con esa parte húmeda, tomó su mano quitándola.
—Nada de dedos —reto
—Está bien, en ese caso —toma mi cadera bajándola
La punta entra con facilidad, la base duele un poco, pero al final entra.
Me levanto dejando las rodillas en el colchón. Muevo las caderas de arriba abajo.
Adrián tiene sus manos en mi cintura, corroborando con el movimiento, en un momento crucial, levanta mi cintura, cambio el movimiento subiendo y bajando con fuerza.
De esta manera, embistiéndome sola siento ferocidad, agarró su mejilla besando sus labios.
La ligera tira de la parte de abajo me roza, la boca debo admitir que fue una buena idea.
Al estar en pecho besando su cuello, sus manos se podadora de mi trasero, vuelve a tomar el mando en el sexo.
Penetrando esa zona.
Mis labios se pegan su oído.
—Sí me entero... que quienes una amante... juro que te haré la vida imposible, en peores condiciones me vengare con ella —mordí su hombro con fuerza
Él me tomó del cabello, tirando de él obligándome a levantar la cabeza.
No se detiene, se sigue moviendo y mis tetas tiemblan encima de él.
—Adoro cuando te pones positiva —frena su agarre besándome con fuerza, es un beso salvaje qué no tiene comparación
Al separarse de mí, uno de sus dedos entra invasivo en mi boca.
—Muévete —ordenó
Vuelvo a mi posición inicial, muevo mis caderas, dejando mis manos en su abdomen.
Ese roce sigue siendo un fastidio, aun así, estoy tratando de ignorarlo lo mejor que se pueda.
Me inclino hacia atrás, aferrándome a sus muslos, necesito algo más cómodo al igual que él.
Esta vez, las muevo con más agilidad, tiene la cabeza hecha da hacia abrazas al igual que yo.
Las puntas de mi cabello alzan parte de sus piernas y el colchón.
Cuando me di cuenta de lo que hacía fue tarde, estaba postrada en la cama, con las piernas abiertas y un ser que no tenía piedad en lastimarme, mordí la almohada ocultando mis gemidos.
La agresividad era notoria, lo último que recuerdo después de mi segundo orgasmo fue que sus ojos perdieron la pupila.
No me explico cómo puede llegar a pasar, pero... su naturaleza no es del todo humana.
Siento sus labios recorrer mi espalda en besos candentes, hasta llegar a mi cuello donde lo mordió sin piedad, apreté las sábanas mordí con fuerza la colcha, luego lamió la zona y sus labios se pegaron en mi oído.
—Serás la única mujer que gobierne mi corazón, la única reina sobre esta tierra, y la mujer con más hijos
Esas palabras... no logró entenderlas, lo único que logro entender bajo el dolor placentero que me provoca es Hijos.
***
En la mañana, ambos cuerpos se encontraban inertes en la cama, cada uno con marcas, rasguños, y mordidas.
Los orgasmos totales fueron cuatro experimentados por cada uno, cuatro opciones de embarazo para la nueva reina.
Lo que la mujer en su momento desconocía era el comportamiento de su esposo.
Los ojos plata... son el llamado de la Bestia, la pérdida de la pupila el dominio, la mordida su posesión.
Al ser la primera reina humana de las Bestias, el linaje sagrado se rompió, lo que la corte podía esperar de ella era un hijo híbrido incapaz de gobernar un reino.
Un ejército, o siquiera una bestia imposible de obtener.
Aquel rey egoísta con los demás, vulnerable por una mujer, se convirtió en demonio para que aquella mujer pudiera engendrar un hijo digno de la dinastía.
Lo que él ignoró, fueron las consecuencias tanto para la madre, como para su hijo.
Nota:
Me siento cochina con este capítulo, pero con ganas de hacer mi librito +21.
¿Cuántos hijos creen que va a tener esta dinastía? :3
También tengo ganas de ilustrar la escena del beso de labios vaginales, :].
Un comentario y lo hago 😈
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