Igual que ese día

—No te parece que la duquesa Charlotte es increíble. Es generosa, amable, hermosa e inteligente —Eileen estaba sentada en el columpio blanco de Alysa

Catalina a su lado solo escuchaba con envidia.

—Sí... la maravilla en persona —dijo aburrida

Eileen detalló la mirada de la dama, en su rostro lograba ver gran desagrado, sabía de por medio que no le caía bien la duquesa, la pregunta que carcomida su ser era el por qué.

—Catalina... la duquesa fue víctima de Alysa al igual que yo, que tú. ¿Por qué te cae tan mal cuando todas pasamos por lo mismo?

—Mi relación con la ex emperatriz, solo fue laboral, majestad. No entiendo cuando dice "todas pasamos por lo mismo"

—Cata, lo que quiero decir es que fuiste sobre explotada, por la ex emperatriz, nunca te pago bien, no fueron amigas y siempre estabas desdichada con ella. —Eileen miró el cielo, luego el gran árbol que compartía la sombra —Este árbol, hace mucho está aquí, ¿verdad?

Catalina observó las hojas moverse con el viento

—Así es, su majestad —contestó

—Este columpio, lo puso ella

—Fue un regalo del ex emperador Rodolfo a la emperatriz cuando vino por primera vez al palacio —explicó

—Rodolfo... ¿La quería?

—La amaba como su hija, siempre se preocupó por su bienestar, cuando se enfermaba era el primero en enviar medicamentos, aunque, claro los Sorní no los necesitaban. No había dúo como ellos, incluso, su relación era tan fuerte que no creían que el emperador Aiden fuera su padre; recuerdo que este árbol... el ex emperador lo nombró la fuente de amor —la mirada hacia Eileen se tornó rosa —Alysa y Bennett siempre se ocultaban de sus labores solo para hablar del futuro, su hogar, sus hijos... sus mascotas

Eileen se llevó la mano al vientre.

—¿Tenían un nombre en particular?

—Varios en realidad. Tenían entre sus planes tener tres hijos. Benjamin, Kiran, y por último Mariam

Eileen apretó los dientes, frunció el ceño levantándose del asiento con fuerza, tropezó con su vestido, doblando los pies, Catalina fue a su ayuda antes de que su abultado estómago tocará el suelo.

—¿Se encuentra bien? —inquirió preocupada

—Sí, sí, estoy bien —apartó su mano de su cuerpo, acomodo su vestido sin quitar la amargura de su rostro

Camino firme por la baldosa de piedra del jardín, en su mirada un filo asesino que degollé quien la miré.

Nadie a excepción de Catalina entendió su enojo, a su espalda sonreía después de haber logrado en ella desequilibrio emocional.

Eileen solo estaba al tanto de una situación, enfrentarse a Bennett con una rabieta para cambiar el nombre de su hijo.

«Miserable... ¿Cómo fue posible que me permitiera ponerles a nuestros hijos los mismos nombres que pensó con Alysa para un posible heredero? Kiran & Mariam si son pareja, y Andrew & Kiran si son niños»

Dos guardias se inclinaron al verla llegar, las sirvientas al pasar hacían lo mismo llamándola "Su majestad, la emperatriz Eileen" cada vez que se dirigirán a ella.

Los pasillos se hicieron eternos hasta llegar a la oficina de Bennett; tomó ambas compuertas empujándolas.

Sobre el escritorio había papeles sin revisar, una ventana apartada abierta permitiendo que, entre el aire, las cortinas oscuras ancladas de lado y lado con una cuerda plateada.

Todo estaba como lo había dejado, no había cambio alguno.

El no encontrarlo, causó más cólera en su ser.

—¿Dónde está Bennett? —preguntó a Catalina con voz fuerte

—Cazando, su majestad —contestó

Ella revisó el reloj pegado a la pared

—Se fue hace dos horas... ¿Qué tanto puede estar haciendo?

—El emperador tarda tres horas y media o incluso cuatro horas de debe ser paciente

Eileen rodó los ojos a Catalina.

—Niña eso era porque estaba cogiendo conmigo

Catalina se quedó callada tragándose su impresión, abrió los ojos cuando ella salió de la habitación observando el cielo. Pidiendo paciencia porque si le daban fuerza la mataría.

Ella caminaba a paso rápido a la salida del palacio, bajando las escaleras con diminutos pasos que se perdían con su vestido, sin dejar de sujetar su vientre.

Catalina detrás de ella tembló al verla tan apurada, quería tomar su espalda y empujarla.

«Con ese pedazo de panza sale rodando a la perfección, y con lo gorda que esta es más que evidente que puede aplastar a los parásitos que lleva en el vientre»

Observó su espalda con deseo, su mano picó aún más, el riesgo que tomaba al bajar las escaleras estaba tomando un rumbo diferente en las intenciones de Catalina.

De solo imaginar el hermoso momento donde su cuerpo rodará por los escalones de mármol blanco con alfombra roja, su estómago golpeando cada punta.

Que al caer su sangre empapé el suelo, que al parir sus hijos nazcan muertos, y ella... que termine con el cuello roto por la caída, los ojos abiertos, tanto como si la cuenca se saliera, la sangre brotando de su boca y nariz.

Por último, ver cómo lloran por hipocresía, y al final... solo al final...

—Catalina, ¿Estás bien? —Eileen la sacó de su pensamiento más profundo

—Sí señora, perdoné si no le puse atención

—No importa, has estado distraída toda la mañana. Quiero que llames al cochero, que aliste el carruaje más elegante pero discreto para nosotras. Lo quiero ahora —ordenó

Al tocar el último escalón fue al último pasillo del palacio, donde la decoración principal eran los pilares de oro.

A la distancia, la sombra de Bennett se acercaba, respiro profundo relajando su paso, llevándolo a uno más calmado.

Su tacón resonaba el lugar, una sonrisa en sus labios, una emoción invaluable, detrás de la ira, y ojos llenos de brillos.

Que luego desaparecen, atónita con la llegada de una nueva mujer entre sus brazos, su mirada ahora fría y calculadora trajo recuerdos.

Se detuvo por unos minutos, hasta que él la tuvo enfrente.

Ella perpleja analizó a la mujer.

—Bennett, ¿Quién es ella?

Él bajó la mirada hasta Dayan.

—Una esclava, tal como lo eras tú —levantó su mirada ella —si me disculpas voy a estar ocupado. Toma un descanso, acuéstate, les hará daño a los bebés si pasas mucho tiempo de pie

La frialdad en su voz, le destrozó el corazón.

Él siguió su curso, dos guardias lo siguieron, sin antes saludar a la futura emperatriz.

Se quedó quieta tras ver la confianza con la que la cargaba, tal como ella había llegado, con la única diferencia que su abrigo lo cargaba ella.

***

—Estará bien su majestad, solo necesita reposo. Escapó en un buen momento ya que no veo síntomas de desnutrición —decía el médico con Dayan sobre la cama —es una mujer muy valiente, y algo descuidado su dueño. ¿Piensa contactarlo?

—Sí me lo permite, le agradecería que no fuera tan metido —contestó con los brazos cruzados

—Disculpe su majestad. Me retiro —hizo una reverencia discreta —si no le molesta... si aún no encuentra un lugar para ella, puedo llevármela a casa

—Dr. Woo, usted es fiel servidor de los Edevane, su equipo será el encargado de traer a los herederos al mundo, y lo último que quiero es que la relación se rompa, por lo tanto, deje de ser imprudente, muestre una pizca de educación y obedezca mis órdenes —su voz cortante obligó al médico a quedarse callado

Nunca lo había visto de esa manera, o al menos una vez... con Eileen.

Observó por última vez a la chica para volver a inclinarse, al salir lo hizo con duda.

«¿Será la nueva amante de su majestad?»

Bennett abandonó la habitación diez minutos después del médico, su vestimenta blanca había tomado un color marrón y amarillo.

Su rostro estaba sudado, su cabello pegachento por el sudor, su cara tenía algunos rasguños de tierra.

Su aroma... lo que más detestaba.

Entró a su habitación donde tiempo antes había solicitado un baño, las sirvientas daban los últimos detalles al agua aromatizada.

Mientras tanto él, se quitaba la ropa, la camisa fue lo primero; a través de un espejo la parte superior de su cuerpo también estaba sucia.

Ligeros granos de tierra se quedaron impregnados sin darse cuenta.


Aprecio la camisa, para luego tirarla al suelo, luego fueron los pantalones y por último la ropa interior.

La cual se despojó de su cuerpo luego de usar una bata.

Entró al cuarto de baño donde dio indicios de quitarse la última prenda que cubría su cuerpo, las mujeres bajaron la cabeza cerrando los ojos cuando la prenda cayó.

Al sentir su movimiento en el agua, esperaron sus indicaciones.

—Pueden empezar

Sus brazos fueron tomados con cuidado, limpiados con una tela con agua limpia, el movimiento era suave. Otra mujer se encargó de masajear su cuello

Una esponja fue pasada por sus pectorales, su mano bajó hasta el torso, él tomó la muñeca de la sirvienta quitándole la esponja de las manos.

—Nadie tiene permitido tocar más abajo —explicó con voz fuerte

—Lo siento, su majestad

Después de sus disculpas, su baño siguió, sobre su rostro una mascarilla cremosa de barro con otros ingredientes fue aplicada.

Sobre sus ojos, un par de pepinos.

Agregaron más sustancia al agua para que desprendan un olor más agradable, y así, hacer el baño de su majestad más relajante.

Necesito la rutina de Spa de Bennett 

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