II
En las afueras de The Noose, en un lejano internado,
un grupo de elitistas tenía su legado.
Las niñas felices siempre cantaban,
melodías que nunca nadie ataba.
Un encuentro fortuito fue el convenio,
para dos chicos predestinados al amor eterno.
Sentenciados para siempre a sus sonrisas,
los días pasaban como una cálida brisa.
Fue un día en que todo se dio a basto,
él y ella, con un beso, sellaron su acto.
"Enamorados y predestinados" todos le decían,
cuando cumplieron dieciséis una antigua leyenda comenzó su agonía.
Sectarios inmundos tenían un acuerdo
con un demonio hambriento que nunca fue honesto.
Las invitaciones estaban hechas y El Padre del internado abrió sus puertas,
hombres y estudiantes con capas rojas entraron a cuestas.
Todos élites y con una invitación,
buscaban al elegido, el que sería su cascaron.
Un ritual enfermizo paralizó a la audiencia,
las velas se apagaron y el cáliz perdió toda su esencia.
El silencio reinó por un segundo,
entonces, El Padre, decretó al obtuso.
Era el enamorado del que todos hablaban,
la suerte se esfumó como fuego en el agua.
Un grito ahogado se escuchó en entre el rojo ardiente,
era ella, su amada, que miraba a todos con expresión displicente.
«¿No puede uno de ustedes ser el elegido?
¿Acaso no ven que solo somos niños?»
El silencio retornó de forma violenta,
pero una voz quebrada los puso en alerta:
«¿Quieres reemplazarlo, querida?
Ven, acércate, no seas tímida»
La chica avanzó entre los capas rojas,
un adictivo aroma surgió entre las rosas.
Frente a frente a su amado el elegido,
comprobó que el chico solo estaba dormido.
Sentado en una silla rodeada de espigas,
en qué lugar se encontraba el chico la inundó de intriga.
Se sentó a su lado, palpando su corazón,
fue entonces, que todo se tornó como una ilusión.
El calor amasaba sus pensamientos,
comprender dónde se encontraba fue violento.
Gritos y llantos abundaban allí,
una música extraña le sonó a cañí.
Continuó vagando entre la oscuridad y la bruma,
todo quedó en silencio, un parque la saludó entre las sombras.
Era el reinado de Rehon, el demonio.
Allí, sediento de sangre, estaba su arroyo.
Un choque eléctrico le dio la bienvenida,
personas horrendas marcaron su embestida.
Corrió entre el oxido, la podredumbre y la confusión.
«¿A dónde vas?», preguntaron. «Recién comienza la función»
Un hombre alto, delgado y de piel oscura
esbozaba una sonrisa que dejó un rastro de amargura.
«Oh, ya entiendo, vienes a buscar a tu novio.
Qué oportuna eres, mocosa, él todavía está sobrio»
Rehon usaba a todos los elegidos,
eran moldes en los que él hacía su nido.
Ocupaba sus cuerpos para vivir en la tierra,
hasta que éstos no aguantaban su mundo en guerra.
O eso creyó, la asustada chica
que al ver al demonio perdió la fatiga.
«Tómame a mí en lugar de Alberto»,
sugirió la chica sentenciando su entierro.
Rehon río con todas sus fuerzas
Y cuando menos lo espero, las puertas estaban abiertas.
Una mansión llena de lujos estaba al frente,
Cuadros, candelabros, todo le pareció hiriente.
Escenas macabras de torturas y muertes sangrientas,
parecía ser la decoración favorita del demonio sin tregua.
«Tu chico está en el otro cuarto,
aunque yo no te sugiero que lo observes tanto.
Tomará tu salvación a cambio de tu entierro.
Pasa, cariño, las damas pasan primero»
Entró la joven a una sala dispuesta
para todos los seres faltos de defensa.
Entonces en la soledad y el consumismo del calor,
Comprendió que Rehon era un demonio traidor.
No buscaba al elegido para apoderarse de su cuerpo,
lo hacía para buscar a la amada que perdió hace tiempo.
Mataba al amor de forma directa,
rememorando ese instante en que su herida fue abierta.
Condenada la chica estaba para toda su vida,
y así, junto a Rehon, todo pasaría.
.
Fin
.
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