Capítulo Único



—Date prisa, Deidara, ya sabes que no me gusta que me hagan esperar.

Deidara sigue enfocando la mirada en su banco de trabajo mientras enfoca una mueca más bien neutral frente a la petición de Sasori.

—Lo sé. Pero no querrás que me quede sin arcilla explosiva en medio de una batalla con el Jinchuriki de la Aldea de la Arena, ¿Verdad?

Sasori hace más bien oídos sordos a aquello mientras empieza a impacientarse todavía más. Lo cierto es que prefiero pensar todo lo poco que pueda en lo que le supone volver a aquél lugar lo que le sea posible; al fin y al cabo es un mandado de Pain, un trabajo para la organización de Akatsuki y sabe que no debe fallar por lo que todo conlleva.

Nunca le ha resultado difícil echar a un lado sus sentimientos, y sin embargo, quizá se encuentre demasiado preocupado dándole vueltas a su destino. Y nunca le ha pasado esto, pero le hace estar en un sentimiento de peligro conocer por qué esto es así.

Y realmente preferiría no sentir nada ahora mismo; el pasado es otra historia totalmente ajena a la que está viviendo ahora, su único objetivo debería ser servir para la organización, y no andar pensando en que va a volver a visitar el lugar donde estuvo antaño de niño, con unos padres que todavía seguían vivos.

Debería de dejar de pensar en cosas que ya no le importaban–

—¡Maestro!

El pelirrojo ahora convertido en una marioneta ajena a su aspecto normal ha retrocedido de momento para encontrarse con el rostro de Deidara justo en frente suyo, anteriormente seguido de un grito que evocaba una mención a su nombre, cuya sorpresa se encontraba desagradando a Sasori de repente.

—¿Qué quieres?

—Oh, pensaba que no me estabas escuchando —dice Deidara, para acto seguido volver a su postura habitual—. Te estaba preguntando cuándo nos íbamos porque ya he preparado la arcilla, pero estabas, no sé, perdido en algo, ¿Sabes lo que digo? Mh, qué raro.

Sasori no media ningún tipo de palabra, si no que se vuelve ya a un paso de ponerse en camino para la ansiada Aldea del Jinchuriki.

—Pongámonos en marcha.

╲╸╸╸╸╸╱

Caminar por el desierto siempre había sido una experiencia solitaria cuando se encontraba rodeada de silencio, pero lo cierto es que es bastante difícil experimentar esta sensación cuando Sasori viajaba con Deidara. No es que el rubio estuviera siempre hablando porque muchas veces se daba por vencido al observar que el maestro de las marionetas no le respondía y tenía aún menos interés de mantener alguna conversación con él, pero había ciertas ocasiones en las que se ponía a divagar de temas. Las veces que Sasori no le ignoraba, normalmente acababan en alguna discusión porque a Deidara le daba por ponerse profundo, aunque no parece que hoy sea algunas de estas dos ocasiones en particular.

—Sabes, estaba pensando en este Jinchuriki que nos espera en la Aldea de la Arena.

Ahí viene Deidara, comentando sobre la peligrosidad de un enemigo no sin antes enmascarar entre sus labios un curioso sonido que denota emoción.

—Deberías, porque ya sabes que te toca enfrentarte a él.

—¡Exacto!

Se produjo un pequeño silencio entre ellos, de todo menos incómodo, mientras sus pisadas seguían resonando contra la fuerte arena de un lugar que antes habría sonado a la vuelta de un hogar abandonado hace veinte años.

—Oiga, Maestro Sasori —continúa Deidara de repente, manteniendo un pequeño silencio para dejarle responder o entonar algún sonido de reciprocidad, aunque acabe no haciéndolo— ¿No estás un poco extraño, quizá algo desconcertado por lo desconocido de la misión? ¿Primera vez yendo hacia la Aldea de la Arena, tal vez?

—¿Qué intentas decir, Deidara? Estás dando muchas vueltas.

—Ah, sólo decía que no te ves... Como siempre. Llevamos siendo compañeros de Akatsuki como unos tres años desde que te me asignaron, y creo que nunca me habías dirigido la mirada tan pocas veces mientras te hablo.

Sasori primero intentó descifrar las palabras de Deidara.

¿Cómo que el otro se había dado cuenta del número de las miradas que le había estado dirigiendo en sus conversaciones todos estos años, en su gran mayoría naturales y que no parecían nacer de una motivación en concreto?

Pero aún así, otra cosa era más importante.

¿Acaso Deidara acababa de decirle, entre otras cosas, que estaba raro?

Vale. A Sasori no le extrañaba que pudiera estarlo. Se está dirigiendo a un lugar con el que ya no se siente identificado, con unos recuerdos y una infancia cuya ansia de dejar atrás siempre ha sido mayor. No acepta que esto le afecte, pero si es capaz de reconocer lo que siente para al menos saber qué debe mitigar en su interior, pero lo peor de todo esto es que Deidara se ha dado cuenta de que algo pasa por su mente. Algo, seguramente, muy poco profesional.

Aunque Deidara no es precisamente el miembro más leal y entregado de Akatsuki.

—¿Qué estás intentando decir, Deidara?

—No te lo tomes personal, es sólo que estás un poco extraño.

De repente, Sasori se detiene en seco tras ponerse delante del rubio de cabello largo y recogido por un lado y no sabe si debería de sentirse emocionado o asustado.

—Te he dicho que no es nada personal, Maestro.

Sasori enfoca una mueca aún más molesta dentro de sus muy limitados rasgos faciales. Aquello último, "Maestro" ha sonado diferente al de los otros, como si Deidara lo hubiera enfocado en un modo de burla, y no consigue descifrar si el hombre hace esto para llamar su atención aún más o para convertir toda esta escena en una especie de sus bromas.

—Te ves un poco desconcentrado en la misión, ¿A qué viene esto de detenerte de la nada?

—No debería ser de tu incumbencia si estoy poco centrado o no.

—Realmente, sí. Se supone que somos acompañantes; un equipo. Si uno falla, el otro se derrumba aunque no tenga la culpa de nada.

¿Acaso Deidara realmente creía en lo que estaba diciendo?

Él era el primero que no seguía siempre sus órdenes y menos las de Pain (por alguna razón), no tenía sentido que de repente se preocupara por el trabajo en equipo. Parecía que quería hurgar en el comportamiento de Sasori más que otra cosa más genuina.

—Dime, Maestro... ¿Por qué parece que se encuentra tan conflictivo con la Aldea de la Arena? Nunca te había visto tan preocupado en una misión. Es bastante extraño.

Oh, no. Deidara ha usado esa palabra, "preocupado", y encima la ha entonado mientras una burlona sonrisa se ha ido incrementando progresivamente en su rostro, y Sasori no sabe hasta qué punto va a llegar a su límite, Deidara siempre es un experto en ponerle de los nervios, y es que le conoce demasiado bien para lo que le gustaría.

Aún así, ha sido error suyo que Deidara note su "preocupación", y es que desde un principio ni siquiera debería de estarlo.

—Escucha, Deidara, como sigas insinuando afirmaciones de ese estilo, te juro que–

—¿Qué tipo de insinuaciones? Sólo estoy preocupándome por el equipo.

Otra vez Deidara ha vuelto a sonreír descaradamente, ya ni siquiera le importa que Sasori lo esté notando.

—Preocúpate por tus propios asuntos.

La última frase de Sasori fue corta y directa, dedicada con agresividad a Deidara mientras clavaba sus ojos muertos en los orgullosos del otro.

Deidara se quedó en un silencio para nada intimidante y acto seguido intentó avanzar, queriendo dejar atrás a Sasori para darle la señal de que siguiera adelante y volvieran a caminar juntos hacia la Aldea. Sasori le miró con resentimiento pero aún así continuó con el camino, y lo cierto es que todo habría continuado de forma medianamente tranquila y apacible si Deidara no hubiera decidido volver a abrir la boca después de unos minutos.

—Ya sé que te criaste en la Aldea de la Arena, no es algo difícil de deducir —Sasori rápidamente se giró y volvió a mantener una postura amenazante, en la que sin embargo, esperaba a que Deidara terminase de hablar—. Quiero decir, ¿No te llaman "la Arena Roja"? Y una vez me contaste que todo tu arte lo sacaste de la Aldea de la Arena, mientras discutíamos sobre si mis explosiones o tus marionetas son un tipo de arte extremadamente diferente. Sólo tuve que unir los puntos.

Deidara contempló sonriente el inexistente gesto de negación que Sasori no realizó, que le indicaba que había dado en el clavo. Aunque ya sabía que estaba en lo cierto, y que Sasori tampoco iba a abrirse sobre el tema, aunque amaría algo así.

—Deja de jugar conmigo, Deidara.

En medio de la tensa situación que el artista de las explosiones ha creado a conciencia, Sasori desee que este momento termine ya.

Le vienen recuerdos de lo que sintió después de la muerte de sus padres; de la vergüenza que traspasó su cuerpo cuando miraba sus fotos todas las tardes y rápidamente las escondía cuando la puerta de su cuarto se abría, de cuando replicó unas marionetas con los cuerpos de sus padres y se abrazaba con ellos para no volver a sentir el frío arrollador de los días que le consumía por dentro y restaba humanidad de su corazón. Sólo podía reemplazarlo con el calor del recuerdo de sus padres, y aunque nunca lo confesaría, hay veces que siente algo parecido cuando le mandan en una misión de Akatsuki y se reencuentra con Deidara después de gran tiempo sin interactuar con él, pero siempre ha sido un sentimiento diferente mucho más fácil de ignorar, seguramente por lo acostumbrado que se ha vuelto a las bajas temperaturas de la soledad y el sufrimiento.

Pero aún así, que haya sido justo Deidara el que haya sacado el tema, es demasiado.

Maestro Sasori, cuéntame, ¿Acaso la nostalgia está pudiendo contigo?

Sasori quiere abalanzarse sobre Deidara y quitarle ese sonido de burla de sus labios con sus propias manos, pero si algo le han enseñado durante tanto tiempo, es que siempre tenía que mantener la compostura a pesar del dolor.

—Como te he dicho antes, harías mejor en preocuparte por tus propios asuntos. Sí, eres listo y has adivinado que me crié en la Aldea de la Arena, muy bien, pero mi pasado ahí no es importante. Ya no soy la persona que vivió en esa aldea, si no la que se unió a Akatsuki y ahora es tu compañero. Para ti, sólo soy el "Maestro Sasori", un artista de las marionetas que de vez en cuando tiende a ser tu compañero porque la organización así lo requiere. Espero que lo hayas entendido, porque ahora, lo único que debería de preocuparnos es ese Jinchuriki y nuestra estrategia para entrar en una Aldea a la que ya ni siquiera pertenezco. Lo demás es totalmente secundario, y por lo tanto, prescindible.

Sasori finalmente se da la vuelta y él mismo ha puesto un punto y final a la conversación inamovible, pero Deidara está contento, porque siempre es agradable hacer que Sasori se "suelte" de vez en cuando y comprobar que el otro miembro de Akatsuki tiene todo un conflicto interior que no sale casi nunca a la luz, y que sin embargo está ahí.

El caso es que, da igual la situación, ya sea Sasori preocupándose más de lo debido por su preparación de la arcilla explosiva, repetirle hasta la saciedad que no le haga esperar o situaciones como la que acaban de suceder, pues siempre hacen que Deidara confirme lo que tanto piensa, que es que Sasori dentro suya posee unos sentimientos muy fuertes y poderosos, y Deidara no puede sentirse más feliz al saber que es el único que sabe sacar estos a la luz, además de la sospecha de que es el causante de varios de estos que Sasori siente muy dentro suya, y que no revelaría a conciencia por nada del mundo.

Lo cual no cambia que siempre lo haga de una manera de la que solo Deidara es conocedor.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top