YO TE CUIDARÉ
--¿Qué le dijo Shikamaru-sama?
--No es de tu incumbencia.
--Perdón.
--Jajaja, estoy bromeando, Itzuki. Dormía. Lo encontré durmiendo y lo dejé dormido también. Solo le dejé una nota.
--¿Cree que le incomode que tenga que salir en una misión nuevamente?
--No lo sé. En todo caso, que se las arregle con mi hermano. Es por su culpa que estoy aquí en lugar de seguir descansando plácidamente en mi cama-- dijo mientras cruzaban las puertas de Suna para dirigirse a las afueras de la ciudad.
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.
Ya se iba haciendo de noche y aún no llegaban a su destino.
Se encontraban en una zona boscosa, por lo que sería más fácil encontrar refugio para pasar la noche; aunque también sería un escenario ideal para los malhechores, quienes podrían esconderse fácilmente entre la espesa hierba.
--Descansemos aquí. No creo que lleguemos muy lejos si vamos a ciegas-- dijo Temari al encontrar una cueva. --Mucho menos con esta lluvia. Alguien podría seguirnos el paso y sería imposible detectarlo.
--¡Hai! Yo vigilaré los alrededores mientras usted se acomoda. Traeré ramas para encender una fogata.
Diciendo esto, Itzuki desapareció.
Con el pasar de los minutos, Temari empezó a sentirse mareada y débil. Se tocó la frente y parecía tener algo de fiebre.
No recordó haber comido algo que le cayera mal. En realidad, no recordó haber comido nada en todo el día.
Aunque debiera preocuparse por su salud, se sentía molesta consigo misma, pues tiempo atrás, habría aguantado sin comer un par de días y aun así estar fuerte y lista para la acción.
Había traido provisiones para el camino, pero ella no se había detenido a comer nada porque pensó que guardarlo para cuando sea necesario sería una mejor idea.
Y parecía ser que justo ahora era necesario.
Saco una manzana de su bolsa y empezó a comerla. No se había dado cuenta de cuánta hambre tenía hasta que la fruta llegó a su labios.
Aún sentía el calor en sus mejillas y un fuerte cansancio, pero sabía que no debía bajar la guardia. Itzuki no estaba y ella debía cuidar el pergamino que le entregó Gaara.
Afuera de la cueva, todo estaba mojado. Desde hace casi una media hora antes había empezado a llover, lo cual hacía el clima más frío.
Itzuki volvió media hora después, pues encontrar ramas secas en plena lluvia había sido una labor difícil.
--¿Temari-san? ¿Se encuentra bien?-- dijo al encontrarla sentada en el suelo de la cueva con los ojos cerrados.
--Sí, no te preocupes. Solo creo que me voy a resfriar.
El ninja colocó el dorso de su mano sobre la frente de la kunoichi, descubriendo la fiebre que la tenía con ese semblante.
--Tengo frío...- dijo ella.
--Encenderé la fogata, pero primero debe cubrirse-- Sacó unas mantas de su bolsa y con ellas la abrigó.
--Temari-san, su ropa está un poco mojada por la lluvia-- agregó algo avergonzado. --Me voltearé para que usted pueda sacarse la ropa húmeda y la pondremos a secar.
Temari agradeció no usar su típico kimono, ya que se hubiera sentido incómoda al practicamente desnudarse en frente de Itzuki.
Se quitó el chaleco, el pantalón y las sandalias, quedando con una camiseta de mangas cortas y sus típicas mallas.
Él se puso de pie y empezó a quitarse la ropa mojada. La suya realmente estaba escurriendo agua por todo el tiempo que estuvo fuera.
Se quitó el chaleco, la camiseta, las sandalias, y cuando se estaba bajando los pantalones para quedar únicamente en boxers, recordó que tenía una señorita al lado quien lo observaba de pies a cabeza.
--¡O-oh perdone, T-Temari-san!-- dijo cubriendo sus partes nobles.
La kunoichi sintió que su fiebre incrementó.
De hecho, tenía fiebre en la cara.
O tal vez no era la fiebre.
Quizás solo su cara iba a reventar de la vergüenza.
--N-No te preocupes. Podrías enfermarte si te quedas con toda esa ropa puesta-- disimuló.
Esta vez giró ligeramente el rostro para evitar verlo. Sin pensarlo, se recostó de lado pensando en el abdomen bien marcado de su compañero. Trató de disipar sus pensamientos. --¿Qué esperabas? Es un ninja, todos tienen un cuerpo bien formado y tonificado-- se dijo.
Itzuki tomó las prendas de Temari junto a las suyas y las colocó junto al fuego.
Había armado una especie de cordel donde colocó toda la ropa.
Desdobló las dos bolsas de dormir y se cubrió como pudo en la suya.
--Ya puede voltear si desea. Sería mejor si se acostara a descansar.
.
Luego de un par se horas, Itzuki despertó. Un castañeo de dientes no lo dejaba conciliar el sueño.
Abrió los ojos y vio a Temari temblando en su bolsa de dormir.
No sabía si estaba durmiendo o solo tenía los ojos cerrados producto de la fiebre, pero había algo que sí tenía en claro: Debía hacer algo rápido.
La fogata se había apagado pero las prendas ya se habían secado.
Tomó su ropa, se vistió y se acercó a Temari.
--Disculpe el atrevimiento, Temari-san-- dijo casi en un susurro justo antes de alzarla en brazos y empezar a vestirla.
Una vez vestida, aún seguía temblando, por lo que el ninja, usando un trozo de tela de su propio pantalón, lo humedeció con un poco de agua de lluvia y lo colocó en su frente.
Debido a la intenso aguacero, pudo llenar un recipiente entero que usó para sumergir el paño.
Las horas pasaron sin que se diera cuenta. Poco antes del amanecer, Temari por fin había dejado de temblar.
Despertando como de un sueño profundo, la kunoichi abrió los ojos y miró al shinobi durmiendo a sus pies.
Observó el panorama.
Ella estaba completamente vestida. Había un recipiente con agua, un paño en su frente y otro sumergido.
Tomó la tela de su frente y al sentir el material, posó sus ojos en el trozo de tela faltante en el pantalón del ninja.
Llevó ambas manos a su pecho y sonrió para sí misma.
--Gracias...- susurró.
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Itzuki despertó sobresaltado. Pasaron un par de segundos para que se diera cuenta que estaba en el bosque, en medio de una cueva y envuelto en una colcha.
Giró hacia los lados buscando a Temari. Nada. Decidió ponerse de pie para averiguar dónde estaba y si necesitaba algo cuando de pronto aparece con un gran pez entre las manos.
--Se me antojó comer pescado. Como dormías fui a pescar sola.
--¿Se encuentra mejor, Temari-san? Toda la noche tuvo fiebre-- se preocupó.
--Sí, sí, lo sé. No es nada. Ya me siento bien. Como te dije, solo me iba a resfriar. ¿Quieres un poco? Si lo quieres, ayúdame con la fogata que no tengo todo el día.
--S-Sí...
Aún quedaba una buena cantidad de leña, por lo que tomó un poco y la encendió.
Cocinaron el pescado a fuego lento mientras conversaban amenamente.
A veces le resultaba intimidante la forma en que ella se dirigía a él, pero había aprendido a reconocer esa actitud como parte de su carácter y fuerte temperamento.
Con solo un par de palabras o una orden suya, podría hacer temblar a cualquiera. No en vano solía ser líder de muchas de las misiones.
De hecho, no era la única que lograba infundir ese terror en los demás. Parecía que los tres hermanos estaban diseñados para liderar y hacerse respetar con solo una mirada.
Siempre escuchó lo sanguinarios que podían llegar a ser con sus adversarios. Todos ellos eliminados a sangre fría.
Con los años disminuyó el terror, ganándose así el respeto de toda la aldea; sin embargo, muchos seguían manteniendo la distancia necesaria para evitar problemas con alguno de ellos.
Él, por su parte, siempre los admiró. Nunca se atrevió a acercarse a ellos porque les temía y pensó que a personas tan importantes como ellos no les interesaría entablar ni siquiera una conversación con alguien como él.
Ellos tenían a uno de los mejores shinobis como maestro, eran hijos del Kazekage, el menor de los hermanos era conocido como el arma secreta de la aldea, jinchūriki , poseedor de Shukaku, temido hasta por sus propios hermanos mayores.
Kankuro, Temari y Gaara eran dominantes de las artes especiales de la aldea: títeres, viento y arena; él, un niño casi adolescente pobre proveniente de una familia agrícola que nada tenía que ver con el mundo de los shinobis.
Él era un simple poblador; ellos, parte de la realeza. Y ella...ella era la más hermosa princesa del desierto.
31/08/20
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