EL VALOR DE LA AMISTAD
Llegando a casa tomó un largo baño para relajar cada músculo de su cuerpo y se acostó decidido a tomar una siesta. No se había dado cuenta de cuán agradable era estar nuevamente en casa de sus padres. La calidez del hogar, el cariño que recibía y la familiaridad típica del lugar que lo vio crecer lo hacían sentir relajado. Desde el momento en que llegó pudo percatarse de la falta que le hacían sus padres a pesar de ser ya un hombre adulto.
Con las manos en la cabeza y una pierna flexionada sobre la otra nuestro shinobi favorito descansaba después de esa larga travesía tanto física como mental. Mirando por la ventana recordó la vida que había dejado en Konoha y lo que solía hacer tiempo atrás. Recordó que desde siempre fue muy independiente. Disfrutaba de su soledad y sus ratos de ocio vagando por la aldea sin preocupación alguna. A pesar de su cercana amistad con Chouji, en ocasiones prefería prescindir de su compañía ya que nada se comparaba a la tranquilidad que le generaba estar a solas consigo mismo. Él y sus pensamientos flotando de nube en nube hasta perderse en el horizonte mientras el viento soplaba con fuerza, haciendo que el olor que expedían los árboles circundantes inundara el lugar. Ese olor a hojas secas de otoño que tanto le recordaba la proximidad de los tiempos lluviosos y friolentos. Aquel sol de verano que golpeaba su rostro y lo llenaba de calidez. El olor de las flores en primavera, que llenaban el lugar con sus colores vibrantes y fragancias embriagadoras. Sí, definitivamente nunca cambiaría a la Aldea Escondida entre las Hojas por el árido clima de Sunagakure o de algún otro lugar. El paraíso terrenal se encontraba justo ahí, así que no tenía sentido cambiarlo.
Despertó más relajado de lo que había estado en años. Además de sus labores en Suna y todas las actividades que lo mantenían ocupado, el hecho de llegar a casa con Temari nunca le trasmitió la misma paz que sentía al estar Konoha. A decir verdad, no importaban cuántos años estuvo fuera; parecía que simplemente fue una misión muy larga y que ahora había sido su turno de volver.
Despidiéndose de su madre, salió y paseó por la aldea siguiendo un viejo camino, el mismo que solía hacer casi a diario cuando vivía en Konoha.
Sus pasos lo llevaron a aquel monumento donde los Yamanaka, los Nara y los Akimichi se juraban lealtad, reciprocidad y trabajo en equipo. Aquel lugar siempre había sido especial para las tres familias, pues representaba la perpetuidad de su alianza; para él, era aquello que lo unía con Ino y Chouji. El trío Ino – Shika – Cho volvería a estar junto otra vez y esta vez para siempre.
--No olvides recoger todo. Sería un fastidio si alguien viniera y encontrara empaques de patatas por doquier.
El joven de huesos grandes escuchó con sorpresa la voz que provenía de alguien a sus espaldas y sonrió para sí mismo reconociendo en ella a su mejor amigo. Engulló con desespero todo el contenido de la bolsa que llevaba en sus manos y giró para darle el encuentro.
--¡Shikamaru!-- dijo emocionado dándole un abrazo fraterno. Cuánta falta le había hecho su mejor amigo.
¿Se había estado perdiendo de tantas cosas? Al parecer sí. Parecía que su regreso le había demostrado de lo afortunado que fue y lo poco que uno lo aprecia en ocasiones. Siempre solía quejarse de sus deberes, el esfuerzo extra que implicaba su labor de ninja, de los quehaceres del hogar, de las mujeres problemáticas, de las amistades a las que a veces prefería no ver, de aquellas situaciones complejas que prefería evitar y los problemas que siempre surgen pero que resultaban un total fastidio y pérdida de tiempo.
Ahora, luego de seis años fuera de su ciudad natal, pudo ver que el destino, el karma o lo que fuere, le habían hecho enfrentar todo aquello de lo que rehuía. Aprendió a esforzarse más de lo requerido, pues ser el consejero de un Kage no era un trabajo que se deba tomar a la ligera; convivió con una kunoichi, por lo que los quehaceres del hogar eran compartidos y el tedio de lidiar con una mujer de temperamento fuerte no era nada fácil de manejar. Nunca formó lazos de amistad tan fuertes como los que tenía en Konoha, por lo que añoraba a sus antiguos camaradas. Finalmente, la situación se volvió tan problemática que no pudo hacer de la vista gorda. En la vida real un adulto debe aprender a enfrentarse a lo que venga. Ya no había mamá, papá, amigos, confidentes; solo él contra el mundo.
--Entonces, ¿qué opinas? ¿Le digo a los chicos?
--¿Decirles qué?
--Para reunirnos hoy por la noche-- lo miró con curiosidad. Ondeando una mano frente al rostro de su amigo agregó --¿Te pasa algo, Shikamaru?
--Nada, amigo... Solo recordaba. Bueno y ¿a dónde iremos?
--¡Podemos ir a comer barbacoa!-- gritó con entusiasmo.
--Oh, claro. Bien pensado.
--Entonces, ¿nos vemos esta noche?
--Claro, será bueno verlos a todos.
Se alejaron de la zona boscosa donde se encontraba el monumento de sus clanes y caminaron de regreso sin rumbo aparente.
--Eh, Shikamaru... ¿ya viste a Ino? Seguro que se podrá muy feliz al verte-- inquirió.
Shikamaru asintió. --En realidad llegué ayer por la noche; fui a verla y recién hoy fui a ver a mis padres.
--¿Llegaste anoche?-- algo no cuadraba en la mente del Akimichi --¡¿Pasaste la noche con Ino?!-- preguntó con asombro y picardía mientras escupió el puñado de papas que acababa de meterse a la boca.
--No sé si "pasar la noche" sería el término adecuado, pero supongo que de cierta forma sí. Ella no quería quedarse sola y yo solo la acompañé. En todo caso, igual no lo comentes con nadie. Inoichi-san me vio afuera de su casa y dejo claro que mantendrá a su princesa al margen todos los que intenten propasarse-- bromeó.
--Jajajajaja me imagino. Inoichi-san siempre fue muy protector con Ino. Ella podría tener todos los amigos que quisiera, pero para que alguien se acerque más necesitará la aprobación de su padre ¡y hasta un compromiso de matrimonio firmado! jajajaja.
--Supongo que sí, aunque yo no tendría problema con ello.
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--¡¿Shikamaru volvió?! ¡Me alegro mucho por ti, Ino! Con razón te veías más animada hoy-- gritó entusiasmada --Me imagino la alegría que sentiste al verlo regresar a tu lado...-- finalizó con cierto deje de tristeza en su voz.
--Sakura, no te desanimes. Esto ya lo hablamos miles de veces-- tomó las manos de su amiga en señal de apoyo --Al fin Sasuke se arrepintió de lo que hizo y se entregó. Él ya pagó por los crímenes que cometió, así que tenía todo el derecho de hacer ese viaje de redención que solicitó.
--Lo sé, Ino, créeme que lo entiendo. Solo me apena que una vez más decidió irse sin mí.-- ambas se encontraban en el consultorio de Sakura, sentadas una frente a la otra como cada día a la hora de almorzar. Normalmente no tenían tiempo de ir a la cafetería, por lo que pedían algo ligero y aprovechaban ese tiempo para alimentarse y charlar un poco.
--Tienes que entender que Sasuke no es ese chico sensible y romántico que te confesará sus sentimientos y te pedirá que se casen para ser felices por siempre, así que no esperes eso de su parte. Él es un hombre que ha pasado por mucho en esta vida. Mucho sufrimiento, dolor, soledad, engaño y maldad. Un hombre así necesita comprensión, paciencia y amor.
--¿Crees que sienta algo por mí?
--¡Pero claro que sí, frentona! Tú misma me contaste cómo se despidió de ti. ¿Acaso crees que ese gesto tan especial para él no significa nada?
Una llama de esperanza volvía a encenderse en el corazón de la muchacha de cabellos rosados. Sin embargo, una duda constante vagaba por sus pensamientos --¿Y si no regresa?
--Regresará, estoy segura—apretó las manos de su amiga entre las suyas, dándole la fuerza y confianza necesaria que esta necesitaba. Ambas sonrieron.
--Bueno, bueno, dejemos de hablar de Sasuke-kun. ¿Cómo fue que tú y Shikamaru se encontraron? ¡Quiero saberlo todo!
Ino le contó cada detalle a su mejor amiga. No había motivos para ocultarle nada pues ella conocía mejor que nadie sus sentimientos y la esperanza inquebrantable que poseía. Relató todo lo sucedido la noche anterior; su miedo al saber que alguien se le acercó, su inesperada sorpresa, sus momentos a solas hablando a altas horas de la madrugada, lo gracioso y extraño que fue encontrarlo en su habitación, su nerviosismo al observarla y la felicidad y placidez con la que había dormido estando a su lado. Sakura no podía estar más feliz por su amiga. Después de tantos años de sufrimiento y de espera incansable, ya era hora de que al fin pudiera disfrutar de ese amor que ambos se profesaban.
18/02/21
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