Capítulo 5: ¿Qué te ha pasado?
Sus pisadas se detuvieron de pronto, salía tarde de la capilla del pueblo para dirigirse en dirección a su pequeña casa. Hogar, ya no lo podía llamar. Había oscurecido más temprano pues el invierno ya había llegado al pueblo trayendo así la primera nevada del año. Levanto su vista al cielo, cerro sus ojos para sentir los pequeños copos de nieve tocar su rostro, ella amaba el invierno ¿Dónde estaría?
—Te extraño— murmuró aún con sus ojos cerrados, la imagen de su hermosa pelinegra sonreído para él apareció en su memoria —no sabes como lo hago.
Sus manos estaban escondidas en el interior de sus bolsillos para buscar calor pues había olvidado sus guantes en casa para poder llegar a la capilla antes de que el padre Nicolás se pusiera a descansar. Un hábito que había creado últimamente para desahogarse, pues así lograba sacar un poco el dolor de sus recuerdos.
Abrió sus ojos nuevamente y miro el firmamento negro que se extendía en su inmensidad sobre su cabeza. Las noches cada vez más oscuras al estar siempre con espesas nuves impidiendo que la luz de la luna bañara todo con su fulgor.
Bajó la vista mientras suspiraba, llevarían dos semanas de casados si de pronto ella no hubiese desaparecido. Unas rebeldes lágrimas se formaron en sus oscuros ojos negros y las limpió con brusquedad queriendo quitar así un poco el dolor.
Avanzó hacia la oscuridad, pues era cerca de la media noche y ya no quedaban rastros de luz por los alrededores, sus pisadas eran lo único que podía escuchar junto al pulular de los búhos. Trataba de distinguir bien entre la oscuridad de la noche para llegar a su casa, escucho unos pasos muy sutiles trás de él y volteó encontrando así a una joven vestida de negro a unos cuantos pasos. Sus cabellos negros caían desordenados sobre sus hombros y se acercaba lentamente hacia él. No sabía quién era, pues la luz extinta no lo ayudaba a distinguir más que unas manchas, tubo miedo recordando historias sobre seres de la noche deambulando hace algunos años por los alrededores del pueblo.
Estando lo suficientemente cerca escucho una suave voz provenir de los labios de la muchacha frente a él, su piel se notaba blanca y delicada, estaba perdido en los luceros de la joven y no entendió que había dicho.
—Patrick.
—¿Si?
—Te encontré— vió una sonrisa formarse en sus labios y el le dio otra en respuesta.
—Lo hiciste
—¿Vamos a casa?— su voz era una suave melodía que adormecia sus sentidos —Patrick.
—¡Ah, si! A casa— susurro en respuesta.
Caminaron a paso apresurado por la densa noche, cuando Patrick finalmente se dio cuenta donde estaba su respiración se cortó. El no había estado en la casa de Katryn desde hace más de un mes y le parecía extraño que la joven lo haya llevado allí.
La muchacha tomó su mano y lo llevó hasta la habitación, todavía estaba como en una nube, totalmente embobado, su conciencia pérdida a tal punto que actuaba por inercia.
El interior de la habitación estaba iluminado por un sin fin de velas rojas que formaban un camino hacia el baño, donde una bañera estaba con un poco de agua y pétalos rojos sobre esta. Sus pies fueron guiados hasta el borde de ésta y sintió unas manos quitar su ropa de a poco, con extrema lentitud. El toque de las manos provocaban pequeños espasmos en su cuerpo por el frío contacto, no supo en que momento había quedado sin ropa, sus prendas yacían a unos pasos de su cuerpo y la muchacha junto a él estaba desnuda dentro del agua.
— Patrick— llamó la joven mientras estiraba su mano en dirección al aturdido muchacho — ven— dijo cuando obtuvo su atención.
Ingresó a la bañera poniéndose frente a ella el agua llegó hasta su pecho, no estaba fría, la sensación era cálida. La muchacha frente a él se acercó hasta quedar solo a unos centímetros de su rostro, sus cabellos negros como la noche cubrían la mayor parte de sus pechos que estaban expuestos fuera del agua. Sus labios eran tan rojos como una fresa y sintió la necesidad de morderlos, pero sin saber cómo se contuvo.
— No estés triste— habló ella cuando vio los ojos ajenos llenarse de lágrimas — estoy aquí, contigo.
— Yo...— trago el nudo de angustia que se formó en su garganta — te pareces a ella, eres... Tan parecida a ella— respondió mientras una rebelde lágrima caía por su mejilla.
—Patrick
— ¿Sí?
— Bésame
La tomó por la cintura y juntó sus labios finalmente en un tierno beso, eran parecidas, sus ojos y su piel extremadamente pálida eran la única diferencia. Quería más que nada que Katryn estuviese en ese momento con él, que fuera ella quien lo besara y lo acariciara como ahora otras manos lo hacían, algo muy en el fondo pedía a gritos que fueran la misma persona. Ella no tardó en ponerse a horcajadas sobre sus piernas, en el punto exacto donde su intimidad se encontraba. Trató de mantener su mente fría pero los besos que ella le daba no hacían más que calentar su sangre. La melodia de sus suspiros le embobaban los sentidos, sus manos le acariciaban con tanto esmero y pasión que el deseaba que no parara nunca. En la poca cordura que le quedaba quizo pensar que era khatryn para no sentirse tan miserable luego, porque no podía siquiera conciderar la idea de ya estar en brazos de otra mujer cuando su amada llevaba aún tan poco tiempo desaparecida.
— Patrick — escuchó llamarle —Patrick— el hizo un sonido de afirmación para que ella supiera que estaba escuchando — deja de pensar — su voz era como una melodia de la perdición, con un pequeño eco al final de cada palabra, provocando que cada vez que ella hablara el obedeciera de inmediato.
Su mente quedo en el aquí y ahora, mientras que sus manos recorrían la suave espalda de la joven, ella estaba besando su cuello y Patrick sólo podía dedicarse a sentir. Jamás en su vida había sentido algo tan placentero, los los labios de la muchacha recorrían cada fibra sensible de su cuello y llegaban de manera magistral al lóbulo de su oreja haciendo que él se rindiera al placer carnal de tenerla desnuda encima. No supo como pasó, en que momento, el placer era tanto que poco entendía entra tanto estímulo, ella lo estaba cabalgando lento y tortuoso, era increíble como ese movimiento mandaba ondas de calor y excitancion a cada parte de su cuerpo. Su mente estaba en las nubes sos ojos cerrados con fuerza y su respiración muy acelerada, la tomo por sus caderas para presionarla más fuerte sobre él y seguir sus movimientos con las suyas, se sentía glorioso, quería más, que no se detuviera, que continuara toda la vida.
Los movimientos se hicieron más rápido, más fuertes provocando que el agua salpicara fuera de la bañera. Los labios de la joven no habían abandonado su cuello, sus pelvis chocaban con tanta necesidad que de sus bocas salían grandes gemidos de placer, sintió una corriente desde su intimidad recorrer cada fibra de su cuerpo y en una última estocada su liberación junto a un grito descomunal de placer.
De a poco su respiración se fue regulando, su cuerpo recuperado el control, sentía como la joven también se estaba calmando de apoco. Sus ojos seguían cerrados, cada fibra de su piel sensible por el momento vivido, el agua no estaba tan tibia como había creído la primera vez, la joven entre sus brazos tampoco, seguía fría como en un principio.
— Te amo — estaba seguro de haber escuchado bien, pero ¿por qué ella le diría algo así? Trató de ignorar lo que había escuchado pero ella volvió a insistir — Patrick, te amo.
Ella se separo de él para mirarlo a los ojos, la luz de las velas estaba más baja después de que algunas se hubieran consumido, sus ojos eran tan negros como la noche más oscura y su piel tan pálida, con tanta falta de vida, no encontraba el azul que estába acostumbrado a ver y del que estaba tan enamorado, no veía el pequeño carmín que se formaba en sus mejillas cuando estaba junto a él, tan cerca ¿Porqué ella le diría que lo amaba si no era su novia?
— Amor ¿por qué no contestas? ¿Es que ya no me amas? — Patrick la observó por largos segundos, había algo allí, en sus ojos, en la manera que lo miraba, la forma de sus labios. Su corazón empezó a acelerar su ritmo con ilusión. Y, si realmente era...
— ¿Khatryn? — preguntó entre asustado e ilucionado. Si era ella, si era su Khatryn ¿Qué haría? Pero ¿Cómo había vuelto? ¿Qué le había pasado? Los latidos de su corazón empezaron a aumentar su ritmo a medida que pasaban los segundos y ella no respondía. Creyó que había sido una estupidez pensarlo, ella no respondía y de seguro no lo haría porque estaba junto a una ilusión.
— No recuerdo muy bien mi nombre. Solo se que mi alma grita tu nombre y que debo volver a ti.
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