Capítulo 7

Cuando abrió los ojos, fue capaz de constatar que tenía una muda de ropa limpia y que, sus vendas, habían sido cambiadas. El aire acondicionado estaba funcionando, quizá por ello una manta descansaba sobre su cuerpo.
El sonido del agua cayendo en el fondo, le hizo saber que Thomas se encontraba en el pequeño baño del lugar. Su descubrimiento se concretó, al segundo en que el sonido del agua cesó, antes de que la puerta del baño se abriese y mostrase al castaño con una toalla atada a la cintura.

Newt le observó durante un instante, poco antes de terminar por impulsarse hacia arriba para quedar sentado sobre el pequeño colchón en el que había descansado... ¿Cuánto tiempo había dormido?

—Minho convocó a una Asamblea —murmuró el menor al tiempo que tomaba asiento en la cama inferior de la litera continua, terminando por deshacerse de la toalla para comenzar a colocarse una muda de ropa—. Sartén, Aris... Teresa y los otros, han ido a una ciudad llamada Denver. Decidiremos si ir o no —la voz de Thomas se detuvo al instante en que los pardos de Newt se clavaron en sus mieles.

—¿Una Asamblea? —cuestionó el mayor al tiempo en que finalmente optaba por ponerse de pie, llevándose la diestra de manera automática hasta el estómago—. ¿Hace cuánto que no hacemos una mamada de esas? —esta vez movió la cabeza, riendo de manera casi inaudible al tiempo que notaba como el menor terminaba de colocarse el calzado.

—Todos debemos opinar esta vez —sentenció el castaño poco antes de ponerse de pie, bajando una de sus manos hasta el bolsillo trasero de los pantalones que se había puesto: sí, ahí seguía el sobre que Newt le había dado un día atrás.

—¿Y exactamente qué otras opciones tenemos? —añadió el rubio al tiempo que finalmente volvía a dejarse caer sobre la cama. No, realmente no estaba listo para jugar a estar en el Área una vez más.

—No lo sé. Brenda y Jorge saben mejor como se mueve el mundo en la actualidad. Hallaremos la manera —el menor terminó por alzar los hombros en clara señal de confusión. Sabía hasta que punto quería llegar Newt, y no, no le permitiría hacerlo.

Y quizá terminó por ganar, porque tras ello, el rubio se quedó completamente quieto sobre la cama, mirando sus manos como si aquello fuese lo más grandioso del mundo. Soltando un suspiro, fue Thomas esta vez el de la iniciativa, quien, caminando hasta donde se hallaba el mayor, acabó por tomar asiento a su lado, golpeando con suavidad uno de sus hombros contra el del otro.

—Si no puedes moverte, yo te llevaré, ¿qué dices? —mala elección de palabras. Quizá la mirada asesina que Newt le dirigió por aquel instante, bastó para que el castaño acabara por ponerse en pie casi de inmediato, alzando ambas manos en señal de derrota.

—No la tienes tan grande, pedazo de penitente. No sueñes —había una risa escapando por los labios de Newt, dando pauta a la confirmación que Thomas había esperado desde hacía días: las cosas estaban bien, de nuevo todo marchaba de manera correcta entre ellos.

Sin pensarlo demasiado, Thomas no demoró absolutamente nada más en inclinarse en la dirección del más alto, terminando en robarle un beso tan casto y efímero, que Newt apenas fue capaz de reaccionar, al menos no lo hizo hasta que el menor ya estuvo lo suficientemente lejos de él.

—Nos esperan —soltó Thomas al segundo que extendía la diestra en dirección del mayor, acercándose una vez más un par de pasos a este.

De nuevo los ojos de Newt le analizaron de pies a cabeza, como si tratara de descifrar el verdadero significado de lo que acontecía entre ellos. Un minuto después, la mano del más alto había terminado por sujetar la de Thomas, quien, sin demora, haló con suavidad el cuerpo de este, colocándole de pie en menos de un instante.
Renuente a dejar ir esa única muestra de aceptación entre ambos, Thomas terminó por entrelazar sus dedos a los de Newt, obteniendo una especie de gruñido por parte de este. Pero no pasó a más, no cuando la mirada color miel suplicó en silencio a los pardos que le asesinaban en silencio. Una vez, solo una. Thomas sabía que, a ese punto, necesitaba esas muestras por parte del otro, necesitaba reforzar la aceptación de la relación que habían recuperado y reconstruido. Podía sentirse estúpido, estaba permitido, pero no volvería a dejar que el rubio quedase de lado, que ninguna situación fuese capaz de quebrar lo que, con tanto trabajo, habían reiniciado.

Quizá por ello no le interesó el silbido de Minho, ni mucho menos, la mirada que Brenda les dedicó apenas arribaron a la habitación. Aunque Newt casi apartó el agarre de un movimiento, el castaño simplemente le apretó con suavidad, dándole a entender, que no estaba dispuesto a soltarle: ya no más.

—Vaya garlopos, ustedes realmente no pierden el tiempo —Minho, Minho. Probablemente el autor del tercer ángulo en su historia, y por encima de ello, uno de los mejores amigos que podía presumir de tener.

—Shuck, cierra la boca y empieza de una miertera vez —fue la voz de Newt la que reinó, dejando que las pequeñas risas de Jorge y Minho se ahogaran al segundo en que tomaban asiento sobre un amplio sofá de cuero.

Esta vez Thomas no buscó sus manos, esta vez el castaño simplemente dejó sus caderas tan pegadas a las de Newt, que quedaba claro, que el espacio restante en el mueble solo debían ocuparlo si deseaban protagonizar una escena incomoda de tres.

Brenda fue la primera en tomar la palabra. Aun cuando sus ojos se fijaron en el rostro de lunares y analizaron en silencio los ojos color miel, Thomas se encargó se mantener su atención en el resto de la Asamblea. Quizá por ello, la chica acabó por suspirar y hablar de manera rápida, mencionando a Hans, los empleos y las posibilidades que tendrían de establecerse en Denver. Hans, el desertor de C.R.U.E.L. que podría ayudarlos a sacar lo que sea que hubiese en sus cabezas. A Newt le bastaba con recordar a Alby para saber que la chica no mentía, lo habían experimentado en el desierto, lo habían experimentado en el área. C.R.U.E.L. era capaz de manipular sus cuerpos, sus pensamientos, borrar recuerdos, establecer nuevos. Lo que sea que tuviesen en los mierteros cerebros, tenía que desaparecer, sin discusión. Si bien, él no podía siquiera el soñar en que un extraño se atreviera a tocar la raíz de su enfermedad, podía apoyar la decisión para llevar a Thomas y a Minho hasta él.

—Vamos a ir y no se discute más. Además, propongo que esperemos años antes de volver a reunirnos para hablar de estas cuestiones —colocándose de pie, el castaño tomó la palabra final, sabiéndose completamente harto del juego de preguntas que habían estado llevando hasta ese instante. Si podían evitar el control de C.R.U.E.L., si podía evitar volver a actuar como un imbécil garlopo, estaba más que de acuerdo en permitir que le metieran mano en la cabeza.

—Buena esa —saltó casi de inmediato el asiático, elevando una de sus cejas y sonriendo al instante—, estoy contigo.

Y entonces, solo entonces, el incómodo silencio llegó. Las miradas de los presentes acabaron sobre el rubio, quien, aun sobre el mueble, no pudo evitar soltar una pequeña risa acompañando a un gesto de hastío.

—Soy un crank, mi maldita opinión no es importante —no había reclamo, y no había enojo, Thomas había dicho exactamente lo que quería escuchar. Lo aceptaba, la realidad, es que había aceptado su destino desde hacía muchísimo tiempo y de antemano, sabía que separarse de Thomas estaba escrito en la página final de su propia historia.

—Podemos introducirte en la ciudad, podemos... —las palabras de Brenda quedaron al aire al segundo en que el rubio se puso de pie, apartando al castaño que se hallaba a su lado, aun sin desearlo del todo.

—¿Crees que me interesa sacar esa cosa de mi cerebro? Aquí las manipulaciones no han sido precisamente en mi contra —y no, no miró al castaño, aun cuando deseó dejar en claro que sabía, que todo aquel teatro había sido contra él—. Pronto estaré más allá del final, y eso no va a importar. No voy a morir sabiendo que estuve en una ciudad infectando a personas sanas.

El silencio volvió a reinar al instante. Minho bajó la mirada apretando la mandíbula, Brenda separó los labios y estuvo a punto de decir algo, arrepintiéndose en el último momento.

—No vamos a dejarte aquí, Newt, no voy a ... —la risa de Newt cortó de lleno las palabras del menor: no era sarcasmo, era dolor disfrazado, era la agonía de su anticipada despedida la que comía su razón y mermaba sus acciones.

—No trates de convencerme, Tommy. No vamos a ser egoístas, no esta vez —el rubio hizo una pausa, elevando la mirada para finalmente ser capaz de enfrentarse al par de mieles que le observaban suplicantes—. Cuando ustedes entren a la ciudad, yo me quedaré en el Berg —y aquello fue el final. Newt sabía que ya no tenía fuerzas ni ánimos para continuar contradiciendo al shank. Dándose la media vuelta, finalmente optó por abandonar la habitación, perdiéndose por el estrecho pasillo que llevaba de regreso hasta la habitación de las literas.

No estaba tan mal. Tenía aire acondicionado, comida, camas. Era mejor prisión que el laberinto. Y quizá, podía crear el momento adecuado, quizá podía acabar con su agonía final antes de que esta iniciara.
Apretando los labios y olvidándose durante un segundo del lugar, se limitó a dejarse ir hasta el piso, a tomar asiento, a cerrar los ojos y esclarecer sus ideas. La comezón llegó casi al acto, obligándole a elevar la diestra para rascarse la coronilla en una vano intento de calmar el dolor. Fue el motor del Berg de nuevo en movimiento, lo que le hizo abrir los ojos, darse cuenta que estaban dirigiéndose a Denver y que, en un par de horas, toda la agonía acabaría. Se llevó las manos al rostro en un acto de mera frustración, ignorando el momento en que Thomas atravesó la puerta de metal de la habitación, cerrando esta y observándole en completo silencio apenas a un par de metros de él.

—Newt —su nombre sonaba bien cuando Thomas lo decía. En realidad, le encantaba el acento que Thomas tenía cuando le llamaba de aquella manera. Pero no era momento de pensar en ello, no cuando finalmente estaban solos de nuevo, con el sonido del motor del Berg como ruido de fondo.

—Ese es mi nombre —soltó el mayor poco antes de impulsarse hacia arriba, dejando que sus pardos analizaran la figura del castaño. Estaba listo, listo para despedirse, listo para que su última voluntad se cumpliera al pie de la letra. Porque Thomas lo haría, ¿cierto? Si lo amaba, si realmente sus palabras eran ciertas, Thomas le concedería ese deseo—. ¿Vienes por un último acostón antes de...?

—No lo menciones, shank —Thomas cortó de lleno sus palabras, permitiendo que la risa falsa volviese a inundar la habitación, a mermar las defensas que se construían y derruían con facilidad—. Hemos hecho lo que C.R.U.E.L. siempre ha querido, ¿por qué no podemos simplemente ser egoístas una sola vez?

¿Convencerlo de entrar a la ciudad? ¿En serio? Debía darle créditos por intentarlo, debía darle un beso de despedida y decirle lo que sentía por él, y quizá, solo quizá, cerraría los ojos permanentemente sin dejar ni un solo asunto sin finiquitar.

—No entraré Tommy, no lo haré. Estoy haciendo justo lo que quiero, nadie me está obligando —sentenció al tiempo que volvía a tomar asiento en la cama, palmeando el espacio vacío que se alzaba en el colchón. Thomas observó la tela de la sabana, como si de un bicho raro se tratase, pero bastaron un par de minutos antes de que caminara y terminara por tomar asiento a su lado.

—Newtie yo...

—Es lo que quiero, Tommy —murmuró de nueva cuenta, terminando por elevar la diestra, por capturar el mentón del castaño en consecuencia. Pardos y mieles fijos una vez más. La verdad bailando y la súplica emergiendo con lentitud al compás de la pieza—. Es lo que quiero —el murmuro fue escaso, apenas audible. Newt se permitió descansar sus labios sobre los de Thomas, besarlo una vez más, recordar cómo habían sido aquellos últimos días en el laberinto, cuando finalmente, aceptó estar enamorado del cerebro de garlopo aquel.

Thomas le observó en silencio, antes de que sus manos subieran hasta su cuello, antes de complementar el abrazo. Durante un instante volvió a desear que la Cura fuese real, que C.R.U.E.L. no mintiese, que pudiese salvarse: pero era una falacia sin sentido. Su destino estaba sellado, y la decisión tomada.

Hazlo, Tommy, hazlo.

El pensamiento se deslizó lentamente, sigiloso. El filo de su deseo cortaba, le robaba el aire de los pulmones. No, no tenía miedo de morir, no si era él quien ponía punto final a su agonía.

Hazlo, hazlo ya.

Un beso más, dos. Los labios de Thomas mimando sus parpados, su frente, sus mejillas. Durante un instante volvió a desear pertenecerle, pensar en un futuro con él. Pero el garlopo mundo se estaba yendo a la plopus, y se lo llevaba a él entre las patas.

¿Qué estaba esperando Thomas? Newt tragó de manera audible, disfrutando una vez más de las manos del menor sobre su cabello, sobre sus mejillas. Jesús, estaba delirando, sintiéndose como una jodida shank enamorada. ¿Acaso el mundo no era egoísta por arrebatarle todo ello una vez más? Dos veces, dos veces había renunciado a lo único bueno en su vida. De verdad, qué destino tan jodido era el que habían preparado para él.

—Estoy listo —el murmuro brotó escaso. Thomas se separó de él casi al instante, abriendo los ojos confuso, cuestionándole en silencio. A Newt le tomó un minuto reparar en la situación, sintiendo como su mundo volvía a caerse a pedazos, como el miedo volvía a tomar el control de su cuerpo. Tartamudeó un instante, deseó poder ser capaz de golpear a Thomas y decirle a gritos lo que deseaba, pero no pasó, no cuando la puerta del lugar se abrió de par en par, develando la delgada figura de la chica detrás de esta.

—Llegamos. Jorge está registrando la nave, debemos irnos, Thomas.

Los ojos de Newt volaron de la figura de Brenda hasta la de Thomas. Silencio. No, no, no podía irse, no así. Súplica, muda súplica. Thomas le observó con las cejas arrugadas antes de que un último beso fuera a parar sobre su frente.
No, no. Así no debían acabar las cosas.

—Volveré.

La promesa vacía se suicidó en el abismo de la desesperación al preciso segundo en que Thomas se colocó de pie, dedicándole una sonrisa antes de abandonar la habitación.

La carta, la maldita carta. Thomas no había leído la carta.


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