Capítulo 5
Las paredes a su alrededor eran blancas. Muy blancas. Había tanto silencio, que solo podía escuchar su propia respiración. Soltó un suspiro y mantuvo sus pequeños pardos fijos en la puerta de metal, aquella que se abrió sin más, mostrando a un par de hombres vestidos de blanco. El pequeño rubio les observó sin moverse, dejándose hacer en cuando los hombres le hicieron levantarse de la silla de metal.
Al llegar a la siguiente habitación, pudo notar a un par de niños, todos ellos se miraban tan confundidos como él. Los hombres a su lado hablaban sobre más "pruebas", que él debería tomar. ¿Por qué solo él? El rubio arrugó su pequeña nariz mientras se perdía por los pasillos con los hombres a cada uno de sus costados.
Se detuvieron al llegar a una enorme puerta de metal. El rubio observó a su alrededor, pudiendo notar una gran ventana de cristal. Al otro lado de esta, podía observar a un pequeño niño castaño hablando con una bonita niña de ojos azules. Parecía que el enorme cristal impedía que los niños notaran que estaban siendo observados.
Newt analizó al menor con cuidado. Sus ojos color miel, sus lunares y sus cabellos castaños. Tenía una mirada determinada misma que se perdía detrás de sus parpados, justo cuando estos se apretaban y el niño parecía frustrarse ante algo que no podía entender. La niña continuaba en silencio, observando al castaño. Estuvo a punto de emitir palabra alguna de sus labios, pero se detuvo cuando los hombres volvieron a halarle.
Esta vez se halló dentro de una enorme habitación con varios cristales a su alrededor. Sabía que probablemente, él no podía ver a quienes estaban del otro lado, pero que ahí, había cientos de personas: observándole, justo como al par de niños.
Al siguiente minuto, se halló sentado en una pequeña silla de metal, con los pies al aire. La puerta volvió a abrirse para que una mujer de cabellos rubios ingresara en el lugar. La sonrisa en sus labios rojos llamó la atención del menor, quien, bajando la mirada, acabó por ignorar a la recién llegada.
—Mírame, Newt —soltó la mujer, ocasionando que el rubio alzara la mirada, observándole fijamente—. Eso es. Justo así. Ahora vamos a empezar con un par de pruebas. No eres como los demás, necesitas un poco más de cuidados especiales. Pero no te preocupes, estás en buenas manos.
Cuando abrió los ojos, se halló en oscuridad total. El suave sonido del motor se había desvanecido, dejando que el ruido en las demás habitaciones fuera el único murmullo que le acompañase por aquel instante. Se llevó las manos a los pardos, tallándolos con suavidad, tratando de quitarse el cansancio. El sabor metálico de la sangre invadió sus papilas, recordándole el episodio que había vivido antes de acabar en aquella cama. Su diestra descendió en búsqueda de los rastros de sangre: nada. Alguien lo había limpiado.
Trató de deslizarse fuera de la cama, pero se encontró con un dolor que acribilló todo su cuerpo al instante. Apretó los dientes y negó con suavidad, dándose ánimos de colocar la primera bota en el suelo. Cuando se halló de pie, entrecerró los ojos y trató de analizar la habitación a oscuras, rindiéndose al cabo de unos segundos.
Caminó con lentitud hasta la puerta, aquella desde la que podía notar un pequeño resplandor por debajo. Deslizó la diestra hasta lo que casi podía asegurar, era la manija, pero siquiera tuvo que hacer el esfuerzo por girarla, no cuando la puerta se deslizó de repente, logrando que los pardos recién recuperados se perdieran por un momento dentro de los mieles que tan bien conocía.
El rubio parpadeó durante un instante, tratando de ignorar el sinfín de sensaciones que le devoraron de un momento a otro. Sus pardos vagaron por los lunares que, a ese punto, ya había memorizado. Estaba seguro que en el rosto de Thomas se escondía un mapa del tesoro, uno que llevaba directo al par color rojo que se relamía por aquel instante.
No reparaba en esas cosas antes. Había muchas cosas de ese chico que le impedían pensar con claridad. Quizá por ello bajó la mirada, tratando de ignorar el hecho de que, seguramente, Thomas había notado los segundos en que le analizó en silencio.
¿Por qué se castigaba de aquella manera? Las cosas con el castaño no estaban bien, probablemente el chico estaría en los brazos de Brenda, o de Teresa, y quizá al final, con él. Thomas era inestable, Thomas dolía, Thomas era sinónimo de tormenta. En un segundo, deseaba hallarse con él, probándolo, encajando en sus brazos a la perfección, pero al siguiente, deseaba romperle la boca, gritarle, reclamarle. Y no lo había hecho, no con propiedad. No sabía si era su orgullo el que le había impedido romperse y preguntarle de principio a fin, o si simplemente, había sido su dignidad. Pero ahí estaba, cediendo cada vez que este le buscaba, le besaba o le abrazaba. No llevaba exactamente una cuenta, pero sabía que arriba de su cabeza, él si llevaba un conteo regresivo, uno que señalaría el segundo exacto en que dejaría de sentir o pensar. Apretó los labios ante el singular pensamiento, cortando de lleno el hilo de estos apenas notó como la mano del menor se posó en su mentón.
Thomas olía a café. Le gustaba el olor a café.
—¿Cómo te sientes?
¿Cómo te sientes? Newt se repitió mentalmente la pregunta antes de bufar con suavidad.
—Como plopus —la respuesta fue seca, llana. El rubio no reconoció su voz, no cuando el cansancio se instaló en cada palabra pronunciada, dejándole en evidencia. Thomas arrugó ambas cejas en consecuencia, terminando por dedicarle una sonrisa al rubio. El castaño sonriendo debía ser un arma mortal, y Newt lo sabía, porque justo en ese instante, acababa de recibir el golpe de gracia.
Tres, dos, uno. Las barreras construidas durante la inconsciencia se vinieron abajo, los recuerdos de los segundos antes de que Minho le sacara de la habitación, se esfumaron. Sus brazos laxos sobre sus costados, acabaron detrás de la nuca del menor. Sus labios se encontraron con los de Thomas, sus bocas encajaron, compaginaron, se complementaron. Dulce, salado, gloria, Thomas. El suspiro rompió el contacto un segundo, el segundo exacto en que el castaño llevó las manos hasta las caderas del rubio, buscando finiquitar la distancia que se alzó en el medio de sus cuerpos, obligando al más alto a elevar las piernas, a anclarlas alrededor de sí.
Y Newt obedeció, ajeno, hundido hasta las orejas por aquel dulce momento compartido. Se sentía bien, se sentía correcto. Con los brazos fuertemente anclados sobre los hombros de Thomas, se permitió dejarse llevar, sin poner atención a los movimientos del menor, sin notar como este le recostaba sobre la cama, como se acomodaba entre sus piernas. Ahí solo existían besos, jadeos y caricias escondidas, ahí solo existía la necesidad del uno por el otro. Era un poco o era nada. Si él podía quedarse con aquellos dulces momentos en la oscuridad, le parecía perfecto. Un poco, un poco era mejor que nada.
Ahí estaba, tejiendo un sinfín de razones para aceptar la situación, sintiéndose tonto por ceder ante un par de bonitos ojos color miel.
Ceder. Ceder ante Thomas. La premisa pareció encender el fuego en su interior hasta que la claridad inundó su ser. El deseo se esfumó, el sentimiento abrumador que Thomas despertaba en él desapareció. Las manos de Newt abandonaron el lugar sobre la espalda del otro, antes de que la diestra cerrada terminara por impactarse sobre la mejilla del castaño.
Thomas cayó al piso, confundido, mientras llevaba una de sus manos hasta la mejilla que había recibido el golpe.
—¡¿Te crees que soy el maldito shank que te abre las piernas?! —el rubio no supo lo que decía, no hasta que la ira se acentuó en sus facciones, no hasta que estaba de pie sintiendo su pecho subir y bajar en consecuencia—. ¡Estás jodido, Tommy! ¡Ve a enrollarte con alguien más!
Thomas podía irse a la plopus, por supuesto. ¿Cómo podía ser tan imbécil? ¿Cómo podía ser el único garlopo que cedía hasta ese punto con él? ¿Acaso sus otros ligues no llegaban hasta ahí? Jodido miertero.
No dijo más, no cuando ya había cerrado las manos en puños mientras abandonaba la habitación, dejando a un Thomas lo suficientemente confundido en el interior.
No estaba pensando, no estaba razonando. No quería entender como la bruma de sentimientos se había desvanecido, dejando solamente la ira sin sentido que había acumulado hasta ese momento. ¿Y por qué detenerse a pensarlo? Thomas había sido un larcho miertero con él, ¿por qué perdonarlo? Que se fuera a la maldita plopus, se lo merecía.
Sumido en sus pensamientos, no notó el segundo exacto en que el asiático se atravesó frente a él, no al menos hasta que sus pasos terminaron por detenerse de manera abrupta cuando su cuerpo impactó contra el de este.
Minho le observó curioso, poco antes de llevar el índice diestro hasta el entrecejo arrugado del rubio.
—Te vas a arrugar pronto, Newt —soltó con una sonrisa, ignorando el gesto que se pintaba en el rostro del menor por aquel segundo—. Vamos, cariño, déjate de mamadas. Pensé que dormirías más. En fin, saldremos a buscar por los alrededores. Hay un pequeño poblado, quizá encontremos algo de utilidad...
—¿Saldremos? —la pregunta brotó de los labios del rubio apenas apartó la mano del asiático de su rostro, observándole fijamente.
—La shank y yo. Es decir, creo que ustedes necesitan, ya sabes —el asiático movió la mano para complementar sus palabras, terminando por retractarse al segundo exacto en que el rubio le fulminó con los pardos.
—Quédate tú con él, yo iré.
—¿Qué?
—Yo iré. ¿Acaso no hablo tu idioma, miertero?
—¡Hey, hey! Calma, cariño —el asiático observó al rubio, elevando las manos en señal de rendición. No, no recordaba haber visto a Newt se aquella manera, no. El shank siempre estaba sonriendo, hablando, siendo sarcástico, lanzando bromas, compitiendo con él—. No he dicho que no, pero si tenemos que correr, Newt, no es que no qui...
—¿Crees que no puedo hacerlo, garlopo? —los pardos de nuevo se encendieron al tiempo que el rubio llevaba la diestra hasta el fornido pecho del mayor, encajando el índice contra este—, soy un crank, ¿acaso lo olvidaron? Si muero ahí, no habrá diferencia.
Minho apretó los labios, terminando por elevar la diestra y capturar la delgada muñeca del rubio. ¿No habría diferencia? Quería gritarle a ese miertero que estaba equivocado, que la plopus que salía de su boca no tenía sentido, pero abstuvo de cualquier comentario cuando la figura de la chica apareció en la habitación, cargando una pequeña mochila en su espalda, mientras otra, descansaba justo a sus pies.
—Sinceramente, me es indiferente quien vaya. El poblado está abandonado. No corremos peligro. ¿Nos vamos? —llevándose una mano a la cadera, la castaña observó al par.
Probablemente, Minho estuvo a punto de responder, pero fue Newt quien, apartando el agarre del asiático, se aproximó hasta la chica, tomando la mochila que estaba sobre el piso.
—Nos vamos —sentenció el rubio mientras se colocaba el accesorio, ignorando la mirada que el asiático le estaba dedicando por aquel instante.
—Volveremos antes de que se oculte el sol —soltó la chica mientras suspiraba de manera audible, aproximándose hasta el asiático para poder palmearle un hombro con suavidad—. Tranquilo, lo voy a cuidar bien —añadió guiñándole un ojo para finalmente, terminar por darse la media vuelta y perderse por el enorme pasillo que llevaba hasta la escotilla. Newt le siguió en silencio, ignorando la mirada de Minho, y la tácita amenaza que los ojos rasgados del chico le habían tirado en silencio.
¿Qué más podía pasar? ¿Que un crank le matase? El rubio terminó por apretar los dientes, tratando de ignorar el incesante clamor de sus pensamientos. No quería pensar, y probablemente, el sol que les recibió al instante en que la escotilla se abrió, acabó por cumplir sus deseos.
Aquel lugar no se parecía en nada al desierto de las pruebas, parecía haber un poco más de vegetación seca, y a lo lejos, podía observar un par de edificaciones que seguramente, serían las que estaban por explorar.
—Jorge duerme, espero que tus amigos no se maten en nuestra ausencia —soltó la castaña mientras comenzaba a caminar, aunque no adelantándose lo suficiente como para dejar al rubio atrás.
Newt rodó los ojos ante ello, tratando de ignorar la insinuación que la chica había hecho con ello. Quizá, ahora que lo meditaba con detenimiento, no era tan buena idea el estar bajo el sol con la shank que le odiaba en secreto.
—No sé exactamente que estés pensando, pero no planeo ser comida para crank.
Aquello definitivamente capturó la atención del rubio, quien, bufando por lo bajo, habría terminado por desviar la mirada, tratando de ignorar la incesante renguera que ya era imposible de ocultar a ese punto.
—Si es otro de tus discursos sobre Tommy, paso —no quería hablar de eso, realmente no. Acababa de dejar al shank con la boca rota y probablemente, a la merced del larcho que podía hacerle algo peor. A ese punto simplemente quería establecer distancia entre ambos.
Había golpeado a Thomas. Ese hecho no se borraría, ni mucho menos, sabiendo que segundos atrás, había estado disfrutando de los labios de este. Fue como si la palanca en su cerebro volviera a activarse, permitiéndole ver el panorama completo: había herido a su shank, sin razón, solo porque sí. Aquello logró que su cuerpo se estremeciera y que sus pensamientos colapsaran durante un instante.
Se llevó la diestra al rostro, tratando de borrar la primera capa de sudor que ya se había formado sobre su piel. Estaba ocurriendo. Los arranques habían llegado al punto que había querido evitar desde un principio.
La única vez que había llegado hasta ese extremo con Thomas, había sido cuando su cabeza era una plopus, y no, realmente no había querido hacerle daño, no. Quizá por ello se dejó llevar aquella noche en el Cuarto Oscuro, quizá por ello calló su culpa con la dulce confesión que sus acciones expresaron.
—No sé lo que sucedió —continuó Brenda, como si las palabras de Newt no hubiesen causado impacto en ella—, pero Thomas se veía afectado. Va a dejar marca —añadió la castaña mientras se detenía un instante, terminando por girar brevemente el rostro para encarar al rubio—. Comprendo lo que sucede, Newt. La llamarada ha afectado tu sistema, no controlas tus emociones y probablemente, esta no será la única vez que le hagas daño a uno de tus amigos, ¿entiendes?
La chica calló tras ello, echando un enorme suspiro mientras optaba por volver a girarse y continuar con su camino.
Newt quería responder, pero contrario a lo que sus deseos dictaban, acabó por guardar silencio. No le aterraba la idea de morir, le aterraba la idea de convertirse en una de esas cosas y acabar por lastimar a Tommy, a Minho. ¿Qué haría cuando perdiera la razón y tratara de arrancarle el cuello a cualquiera de ellos?
Volvió a apretar los labios al segundo que la diestra subió hasta su melena rubia, rascando la base de esta con insistencia. Cuando bajó la mano, notó la sangre que brillaba debajo de sus uñas. El ardor se acentuó en la base de su cabeza, haciéndole saber al instante, que había rascado de más.
—¿Y qué sugieres, shank? —soltó aun observando el rojo que matizaba el espacio debajo de sus uñas, absorto durante un segundo, ignorando que las primeras edificaciones destruidas ya se alzaban a su alrededor—, ¿que me suicide en este lugar? —aquello último lo soltó con sarcasmo evidente, sabiendo que ni la shank era tan miertera como para decir algo como ello.
—Solo sugiero que exista distancia, Newt, y quizá, cuando pase, ellos puedan hacer lo correcto —la chica alzó los hombros, como si hablar de su muerte fuese algo de lo más normal.
Vamos, no odiaba a Brenda, pero le impactaba lo calculadora que la shank podía ser.
Soltó una pequeña risa irónica, poco antes de negar con suavidad. Por supuesto, lo había pensado, pero quería pasar sus momentos lúcidos con ellos, al menos, hasta que supiera que ya no podría contenerse.... Y a ese punto, ya comenzaba a pensar que era imposible.
Las palabras de Brenda se repitieron en su cabeza, una y otra vez. Lastimar a sus amigos, lastimar a Minho, lastimar a Thomas. Las escenas del desierto aparecieron en su cabeza, los cranks idos en las rejas le hicieron llevarse las manos hasta la dorada melena. Aquellos seres no distinguían, aquellos seres no sentían dolor, aquellos seres se arrancaban la piel a pedazos y se reían de ello. Y solo querían algo: lastimar. No, él no quería ser uno de ellos, él no sería uno de ellos. No, él confiaba en Thomas, él confiaba en que sus deseos serían escuchados, él sabía que no llegaría a ese punto, él sabía que su shank haría lo correcto llegado el momento. No acabaría como un crank, no, él no iba a hacerle daño a sus amigos, él no sería como ellos.
—Te encanta tirar veneno por la boca, shank —soltó riendo, tratando de estabilizarse antes de que la mirada de la chica se posara sobre él una vez más—. ¿Qué? —añadió el rubio en tono casual, poco antes de erguirse y observar a su alrededor. Además del miertero polvo y del calor del infierno, aquel lugar parecía no tener más nada para ofrecer.
—Probablemente no quede nada —soltó la castaña mientras caminaba hacia lo que casi podía asegurar, en un pasado había sido la vitrina de alguna tienda—. Hey creo que... —continuó la chica, mientras apoyaba el calzado sobre el marco sin vidrio, tratando de acceder al interior del edificio casi destruido—, creo que hay algo por aquí.
Newt pareció reaccionar con ello, aproximándose hasta donde estaba la chica para poder mirar al interior del lugar. Sabía que aquello había sido una farmacia, por supuesto. El sabor a cereza le inundó la boca, haciéndole sonreír al instante por el simple recuerdo que el lugar había desatado. Sabía que había probado medicina de ese sabor.
—¿Qué es? —respondió finalmente el rubio, poco antes de apoyar la pierna buena sobre el concreto del marco de la vitrina, para poder secundar las acciones de Brenda, pero no llegó más ahí, no cuando el sonido en el exterior le hizo fijar su atención sobre lo que creía, era la calle principal.
Ahí, justo al final de la cuadra, había una docena de cranks en línea, observándoles fijamente. Las ropas de estos estaban rasgadas, a algunos les faltaban partes del cuero cabelludo, y otros más, tenían la cara hecha tiras. Se veían horribles. Parecía que habían peleado a muerte entre ellos y que ahora, habían encontrado el premio mayor.
—Shank... Tenemos que irnos —la voz le salió en un susurro. La chica asomó casi al instante, terminando por llevarse la diestra a los labios para callar la expresión que estuvo a punto de deslizarse fuera de estos.
Con sumo cuidado, la castaña abandonó el interior del lugar, apoyándose en el rubio, quien, ofreciéndole la diestra, le había ayudado a regresar a la polvorienta calle del lugar.
—Están quietos, si corremos...
—No, no vamos a correr, los alarmaremos —soltó el rubio mientras comenzaba a retroceder con suavidad, asegurándose de que la castaña le secundara—. Rodearemos la tienda, cuando salgamos de su campo de visión empe...
La frase quedó al aire al segundo exacto en que uno de los sujetos emitió un estruendoso gemido. Aquello bastó para que la castaña se diera la media vuelta para echarse a correr, ignorando las palabras del rubio. Los cranks reaccionaron casi de manera inmediata, emprendiendo una alocada carrera hasta ellos. Había gritos, risas, palabras incoherentes. El aroma metálico inundó el ambiente poco antes de mezclarse con el terrible hedor de la carne podrida.
Newt demoró un poco más en reaccionar, terminando por darse la media vuelta para seguir el camino por el cual, Brenda ya le llevaba un par de metros de ventaja.
Volteó una vez, notando como los cranks, aunque lejos aún, parecían estar empecinados en darles alcance. Maldijo en voz baja la renguera poco antes de volver a enfocar sus pardos en el Berg que descansaba adelante: se veía pequeño, lejano. Un kilómetro, quizá dos. Había sido corredor y sabía, que podría sortear esa distancia, que, si mantenía el ritmo, atravesaría la escotilla antes de que los cranks le dieran alcance, antes de que pudiesen llegar a los demás.
Cerró los ojos durante un momento, tratando de recuperar el aliento, pero el sonido seco que sonó delante de él le hizo abrirlos de manera abrupta: la chica había caído. Newt aceleró el paso terminando por detenerse al segundo exacto en que le dio alcance. Sujetó los hombros de la castaña y le ayudó a ponerse de pie, ignorando que los cranks habían acelerado su ritmo, terminando por pisarles los talones.
El grito de Brenda le hizo girar la cabeza, observar el instante exacto en que el primer crank se tiraba sobre ellos. No entendió la razón por la que empujó a la chica fuera del alcance de aquella cosa, no cuando su espalda impactó contra el árido suelo, desatando una descarga de dolor a través de toda su columna vertebral. Llevó las manos hasta los hombros del crank, tratando de mantener la boca de este, lejos de su cuello. El crank trataba de morderlo, de acceder a él. Newt solo podía pensar en el horrible hedor que el sujeto desprendía y en las increíbles fuerzas que poseía.
El forcejeo no duró mucho más que unos segundos, acabando cuando Brenda golpeó al hombre con la mochila, apartándolo del rubio.
Newt se recuperó al instante, terminando por ponerse de pie mientras volvía a emprender la carrera, con Brenda aun a la cabeza. A ese punto, ya podía escuchar a los cranks aullando a sus espaldas, casi podía imaginarlos estirando las manos con dedos desollados para alcanzarlos.
No quería voltear, no quería observar a los sujetos que alguna vez, habían sido humanos, como él, como Thomas, como Minho. No quería observar el futuro que le esperaba, no quería pensar que se convertiría en uno de ellos. No quería.
Con los pensamientos devorándole y nublándole la razón por un instante, terminó por ignorar el camino, por ser esta vez él quien acabara con el rostro contra el piso. Sus ojos viajaron de la docena de cranks hasta la castaña, quien, metros más adelante, se había detenido. Un segundo, probablemente dos. Newt no tomó nota del tiempo en que Brenda lo meditó, no cuando esta acabó por darse la media vuelta y continuar con su camino.
No tuvo tiempo de reclamar, no tuvo tiempo de gritarle a la miertera algo de lo que seguramente se merecía, no cuando fue capaz de sentir el primer par de manos sobre su cintura. El ardor invadió su piel en menos de un instante: las uñas del crank se habían enterrado en él, rompiendo la tela de la camiseta, manchando esta. El rubio terminó por mover los pies, por patear el horrible rostro desfigurado del hombre para alejarlo de él. Un segundo crank le sujetó de uno de los tobillos, y Newt fue capaz de percibir el momento en que la mezclilla cedía, rasgándose ante el agarre de ese segundo sujeto. El gemido de dolor brotó desde el fondo de su garganta, la adrenalina inundó su cuerpo haciéndole llevar las manos hasta el horrible hombre que ya estaba encima de él, encajándole aun las uñas sobre la camiseta rota.
No supo de donde sacó la fuerza y no le interesó averiguar. Quizá fue el instinto de supervivencia, quizá fue el deseo de parar el dolor que se acentuaba en su cuerpo, daba igual, más aun, cuando el crank acabó siendo empujado fuera de su campo de visión, poco antes de que el segundo cediera ante una patada, acabando por alejarse de igual manera.
Girándose sobre su estómago, el rubio tomó impulso, poniéndose de pie, echando a correr. Ignoró el dolor en su tobillo, ignoró el dolor en su pecho, ignoró el aroma a sangre que llegaba a sus fosas nasales. Esta vez no miró atrás, esta vez solo corrió, corrió como si aún se encontrara dentro de los pasillos del laberinto.
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