Capítulo 11

Los pardos de Newt se habían quedados fijos en la escena, observando como el vehículo volvió a arrancar, frenando de golpe apenas un par de metros más adelante.
Se relamió el labio inferior, ladeando el rostro una y otra vez, como si tratara de procesar que ahí, no muy lejos de él, se hallaba Thomas. Era como si el destino le escupiera en la cara, como si le mostrara lo que simplemente no podía ser o tener.
Subió la diestra hasta la rubia melena, rascando con firmeza la herida que ya se había hecho en el cuero cabelludo. La comezón era insoportable a ese punto, dolía, algo le comía el cerebro lentamente, con tanta devoción y pulcritud en el ritmo, que había llegado al punto de desear abrirse el cráneo y sacarse el cerebro a punta de golpes.

Un minuto, dos, probablemente tres. La noción del tiempo había dejado de importar. El rubio se limitó a entrecerrar los ojos, a enfocar la figura que descendía del vehículo, caminando hacia él.

Thomas, era Thomas, ya no cabía duda. O estaba enloqueciendo, o Thomas simplemente era estúpido por volverle a enfrentar una vez más. Se perdió un segundo en los mieles, aquellos que le observaban en silencio, con esperanza.
Newt se limitó a volver a ladear la cabeza, como si tratara de encontrar el ángulo correcto antes de echarse a reír. La simple acción logró que el castaño se detuviese un par de metros adelante, mientras mantenía la mirada fija en él.

—Hola Newt. Soy yo, Thomas. Todavía te acuerdas de mí, ¿No es cierto?

Newt lo observó con detenimiento. Una claridad repentina le abordó de un segundo a otro, escuchando las palabras que el castaño había soltado por aquel instante. La comisura diestra de su boca se curvó en una media sonrisa, mientras repasaba la punta de su lengua sobre su roto y desgastado labio inferior.

—Claro que te recuerdo, Tommy. Fuiste a verme al Palacio, a restregarme en las narices que habías ignorado mi nota. No puedo haberme vuelto completamente loco en tan pocos días. — tragó saliva de manera audible a la par que sus cejas se arrugaban y sus ojos pardos inyectados en sangre, recorrían de pies a cabeza al chico delante de él.

—¿Entonces qué haces acá? ¿Por qué estás con... ellos?

Con la mirada de confusión de Thomas encima suyo, no pudo evitar pasear sus ojos entre el chico y los cranks que aun peleaban por comida en los montones de basura. Sus labios se separaron de nuevo y un efímero suspiro se fugó de los mismos, al tiempo en que sus facciones se suavizaban y dejaban ver al chico que alguna vez había sido.

—Va y viene, viejo —, murmuró caminando hacia él, dejando que escasos pasos los separaran apenas. Subió la diestra hasta sus cabellos rubios que ahora yacían debajo de una capa de lodo y sangre, rascándose brevemente aquella parte de su cabeza que le producía una comezón insoportable—. A veces no soy capaz de controlarme, Tommy, y apenas sé lo que estoy haciendo. —hizo una pausa y ladeó el rostro ligeramente, manteniendo aquella enferma mirada sobre el otro—. Pero en general es como una picazón en el cerebro, que trastorna todo y me vuelve irritable —hizo otra pausa y movió la cabeza de un lado a otro en un vago intento de recuperar la lucidez.

No quería que él lo viese de esa forma.

—Ahora pareces estar bien —las palabras de Thomas le sonaban irreales en aquel momento. Newt quiso echarse a reír. ¿En serio estaba diciendo aquello?

—Sí, bueno. La única razón por la que estoy con estos chiflados del Palacio es porque no tengo nada mejor que hacer. Se pelean, pero también son un grupo. Si uno está solo, se le acabaron las oportunidades —Newt apartó la mano de su cabeza y observó sus uñas que yacían impregnadas con una fina capa de sangre. El dolor ya no estaba y solía hacerse más daño con aquello de lo que realmente hubiese querido.

—Newt, ven conmigo ahora mismo. Podemos llevarte a un lugar más seguro, mejor que...

Thomas no terminó de hablar, la risa del mayor había cortado sus palabras. De verdad Newt no pensaba que Tommy continuara diciendo tantas estupideces juntas. Movió la cabeza de un lado a otro, tratando de concentrarse, de ignorar de nueva cuenta la comezón.

—Vete de aquí, Tommy. Lárgate —a ese punto, Newt ignoraba cuanto tiempo le quedaba, no quería ser él quien atacara la primera vez, cuando se olvidara qué representaba la persona que se hallaba de pie a escasos pasos de distancia. Tommy, su Tommy.

El castaño guardó silencio durante un instante, cerrando los ojos, perdiéndose en sus pensamientos. Newt deseaba que desistiera, que se diera la media vuelta y volviese al vehículo, que se fuera lejos, que terminara con la tortura en la estaba sumido desde hacía días. De poder, seguramente le gritaría, le diría que se largase, que volviera por donde había llegado, pero muy en el fondo, deseaba un segundo más a su lado. Deseaba volver el tiempo, deseaba aceptar el irse con él cuando tuvo la oportunidad, deseaba tantas cosas... Que se desvanecían con la misma rapidez que lo hacía su raciocinio.

—Ven conmigo —la voz del ex -corredor sonó en una súplica, mientras sus ojos color miel seguían perdiéndose en Newt—. Te ataré si eso te hace sentir mejor.

¿Atarlo? ¿Acaso Thomas era consciente de toda la plopus que estaba soltando por aquel segundo? Newt se limitó a mover la cabeza una vez más, a reír bajito, tratando de comprender de donde salía tanta estupidez entre ellos por aquel momento. Era demasiado tarde para eso ¿no era así? Lo sabía, estaba a punto de perder la batalla, y si Thomas no se largaba, lo haría frente a él. Si se mantenía cuerdo, era precisamente por ello: no deseaba que el recuerdo de su locura se plasmara en los recuerdos de la persona más importante para él.

—¡Shuck! ¡Cierra la boca, traidor! ¿Acaso no leíste mi nota? ¿No puedes hacer ni una miserable cosa por mí? ¿Tienes que ser el mismo héroe de siempre? ¡Te odio! ¡Siempre te odié! —la mentira brotó de sus labios antes de que Newt se diera cuenta, si es que aún lo hacía.

—Newt...

—¡Tú eres el culpable de todo! Cuando murieron los primeros Creadores podrías haberlos detenido. De alguna manera. ¡Pero no! Tuviste que continuar, tratar de salvar al mundo, ser un héroe. Y fuiste al Laberinto y seguiste adelante. ¡Solo te preocupas por ti mismo! ¡Admítelo! ¡Tienes que ser el único al que la gente recuerde y venere! ¡Deberíamos haberte arrojado por el hueco de la caja! —toda la bola de plopus que pululaba en su cabeza finalmente había salido, justo al segundo en que los filtros dejaron de existir en su mente. No le importaba lastimar a Thomas, no de momento.

El menor retrocedió un paso al tiempo en que el rubio finalmente avanzó hacia él. Los pardos que alguna vez le habían dedicado más de un silencioso sentimiento, ahora se perdían en un mar de venas rojas y un oscuro abismo que le devoraban con lentitud. El rastro de la persona de la que se había enamorado con locura, había desaparecido. Ahora solo quedaba el vivo rostro de la enfermedad y la locura.
El alarido de advertencia de Lawrence en la camioneta le hizo reaccionar, detenerlo, mantenerlo al margen del asunto. Eso era entre Newt y él. Era la última vez, era la última oportunidad que la vida le obsequiaba para tratar de hacerlo entrar en razón, de mantenerlo a su lado. No le interesaba el grado de egoísmo que emergía de sus pensamientos. Era Newt, era SU Newt, ¿cómo podía simplemente el aceptar las cosas que le estaba diciendo por aquel instante? Era la llamarada, era la enfermedad hablando. En el fondo de aquel cuerpo maltrecho, se escondía la persona a la que amaba, la única persona que, en el medio del infierno, podía llegar a interesarle.

—Detente, Newt. Escúchame. Yo sé que puedes comprender lo que digo —la mirada suplicante de Thomas no se había apartado de él ni un instante, pero ni aún por ello, el rubio hubo detenido su andar.

—¡Te odio Tommy! —un par de venas rojas más lograron posicionarse en los ojos del rubio, quien apretaba la mandíbula hasta el punto de hacerla tronar. La visión que por aquel segundo presentaba había logrado que el menor diera un paso atrás, transformando su mirada de súplica lentamente en una de miedo— ¡Te odio, te odio, te odio, te odio! —la mentira continuaba brotando de sus labios. Newt no era capaz de controlar la ira que le devoraba lentamente las entrañas, esa que le hacía olvidar que la persona que yacía frente a él, era la más importante que alguna vez había tenido en su vida, luego de Lizzy, todo lo que tenía era a Tommy— ¡Después de todo lo que hice por ti, después de toda la garlopa cosa que soporté en el Laberinto, después de toda la plopus que hiciste en el desierto, y no puedes hacer la única cosa que te pedí en mi vida! ¡Ni siquiera puedo soportar la asquerosa visión de tu miertera cara!

Thomas retrocedió dos pasos más.

—Newt, tienes que detenerte. Te van a disparar. ¡Quédate quieto y escúchame! Sube a la camioneta, deja que te ate. ¡Dame una oportunidad! —terror y miedo, miedo por él mismo y miedo por la persona más importante en su vida. La mirada de Thomas era una extraña mezcla que ya no se podía definir, pero ni aún con aquella respuesta o aquellos iris amielados sumidos en desesperación, Newt se había detenido.

El rubio terminó por abalanzarse contra Thomas, ignorando el disparo que salió desde la camioneta y se dirigió hasta su posición, dejando que los destellos eléctricos murieran contra el pavimento cercano a su posición.

El cuerpo del castaño cedió ante él, estrellándose de un momento a otro contra el suelo, destruyéndole la espalda al instante. Las manos de Newt se anclaron firmemente a los hombros de Tommy, mientras sus piernas se deslizaron a cada lado de sus caderas, dejándole a horcajadas encima del ex-corredor y a la merced de la ira que lentamente le consumía el raciocinio.

—Debería arrancarte los ojos —murmuró apretando luego los dientes, aferrando las ropas del menor y golpeándole contra el piso debajo de su cuerpo por primera ocasión—. Darte una lección sobre la estupidez. ¿Quién te mandó a venir acá? ¿Esperabas que te recibiera con un maldito beso? ¿Eh? ¿Qué pasáramos un buen rato recordando toda la mamada que vivimos juntos?

Esta vez el rubio había soltado uno de los hombros del ex corredor, dejando que su mano se situara en el tenso y sucio mentón del chico debajo suyo, apoyando entonces su codo contra el pecho del otro, el cual subía y bajaba de manera frenética, delatando el actual estado en el que Thomas se encontraba.

Fue la mano del castaño la que, en algún punto de aquel forcejeo, habría terminado por deslizarse sobre sus prendas, palpando la pistola que guardaba entre las mismas. Fue un acto inconsciente, mero instinto de supervivencia.

—Newt, escúchame, por favor —el menor tragó audible, sumido en el medio de la desesperación que le devoraba lentamente, haciéndole desear que el rubio encima de él, pudiese entrar en un minuto de razón. Uno, solo uno pedía. ¿Por qué la vida miertera le negaba la dicha de un último deseo?—. No eres tú el que habla, Newt, por favor, tan solo permíteme ayudarte, permíteme cumplir con...

—¡Cállate, shank miertero! —con la ira dominando sus acciones, el rubio se permitió volver a golpear el cuerpo de Thomas contra el pavimento, al tiempo que tensaba la mandíbula, apretando los dientes, ajeno al daño que estaba haciéndole al castaño. El terror que se había construido desde tantos días atrás comenzaba a tomar forma, la pesadilla había iniciado y Newt, siquiera era consciente del papel que estaba jugando por aquel instante.

—Newt, me estás... —las palabras murieron al instante en que el rubio volvió a sonreír, privando a Thomas de la súplica que estaba a punto de soltar.

—Tommy, ¿quieres saber por qué tengo esta renguera? ¿Alguna vez te lo dije? Me parece que no —ahí estaba, con el rostro contraído por una mueca de dolor, ignorando las acciones del chico debajo de él y dejándose llevar por el hoyo negro de la locura. Segundos de raciocinio que apenas le permitían estructurar palabras de manera coherente, armar recuerdos y situaciones.

—¿Qué sucedió? —la voz de Thomas había sonado sin ánimo, sin energía.

—Traté de matarme en el laberinto. Trepé hasta la mitad de uno de esos malditos muros y salté. Alby me encontró y me arrastró de regreso al área antes de que se cerraran las puertas. Odiaba ese lugar, Tommy. Detesté hasta el último segundo de cada día que pasé ahí. ¡Y todo fue... por... tu culpa! —un segundo golpe sonó seco contra el piso, y Newt fue capaz de rememorar aquel día, de ir más hacia atrás, de recordar las blancas paredes de C.R.U.E.L., de recordar a aquel niño con el rostro lleno de lunares.

No pudo soportarlo. Los recuerdos lo consumieron lentamente, le devoraron, le hicieron aullar de dolor en el medio de su desesperación. Sus manos abandonaron las prendas de Thomas, sus dedos acabaron anclados una vez más a sus cabellos. Basta, Basta. Estaba haciéndole daño, estaba hiriendo a Thomas. Debía detenerse, debía parar. Y no podía, simplemente, no podía. Estaba al límite de sus fuerzas, colgando del último hilo de cordura que restaba en su cabeza, manteniéndose ahí simplemente por Thomas.

—Lo siento, Tommy, lo siento —las palabras brotaron lentas, encimadas. La capacidad de hablar se había limitado con los gritos que habían desgarrado su garganta hasta ese punto. Estaba destruido, al borde de su fin. El dolor le comía lentamente la razón, el cerebro—. Lo siento —un último murmuro y la frente de Newt acabó contra uno de los hombros de Thomas. El lento murmuro murió contra la ropa de este, la súplica del ansiado perdón se dejó ir en el medio del mar de llanto que amenazaba con desbordarse fuera de sus pardos.

Fueron los brazos de Thomas alrededor de su cuerpo lo que lograron que la calma finalmente hiciera acto de presencia. El destino pareció sonreír un instante, regalarles un minuto de paz, de tranquilidad. De nuevo eran ellos dos, solo ellos dos contra toda la plopus que emergía a su alrededor. El tiempo no iba a retroceder, pero se les concedía la gracia de una última oportunidad.

—Te amo —con la voz quebrada por el llanto contenido, Thomas finalmente juntó el valor para deslizar sus sentimientos en la frase corta y concreta que recelosamente, guardó para el final. Después del infierno que había vivido, sabía que el sentimiento que Newt despertaba en él, era único, era irrepetible, incomparable. Lo amaba, amaba sus sonrisas, amaba sus rubios cabellos, amaba sus bromas, amaba la forma en que arrugaba su nariz, amaba la manera en que su nombre se deslizaba fuera de sus labios de aquella particular manera. Defectos y virtudes formaban a la única persona que había sido capaz de soportarle, de entregarle todo de principio a fin, sin condiciones—. Te amo, Newt.

Newt se quedó absorto, en silencio. Las palabras se deslizaron con lentitud en sus pensamientos, demoró en procesarlas. Lo había anhelado desde que encontró el significado de sus acciones con Thomas, había deseado escuchar aquella corta frase, aun sin ser del todo consciente de ello. Amor. ¿Acaso algo como ello era capaz de surgir en el medio de la plopus en la que habían sido introducidos? Un suspiro, dos. Newt se limitó a apartar el rostro de las prendas de Thomas, a llevar sus labios con suma lentitud hacia la boca de este. La dulce dicha de los labios del castaño, volvió a colmar de serenidad su ser entero. La duda dejó de existir en su cabeza, la enfermedad paró durante un instante, le dio tregua, le concedió el anhelo guardado en el último recóndito lugar de su mente.

—Mátame —el deseo se deslizó una vez más fuera de los labios de Newt, al tiempo que estos abandonaban la boca de Thomas, permitiéndose aun el beber el aliento de este. Escasos centímetros le separaban de su rostro, escasos centímetros marcaban la última barrera que volvía alzarse en el medio de ambos.

—No puedo, no lo haré, Newt. No... Newt... —finiquitó el menor, mientras trataba de ocultar, a duras penas, el miedo que le devoraba por dentro y amenazaba por romperlo en cualquier momento.

Todo explotó de nuevo dentro de Newt. Una parte de él luchaba con uñas y dientes por no dejarse llevar, por mantenerse ahí, aún cuerdo para su Tommy. Quería pensar que de alguna mágica manera todo tendría solución, que podría curarse, salir de ahí, vivir, amar a Thomas. Pero eso no era más que una simple utopía inalcanzable. Su destino estuvo sellado desde el segundo en que le arrebataron de su hogar y le introdujeron al Laberinto.

Por la periferia de su vista, fue capaz de notar la mano que el menor tenía justo en el mango del arma. Se giró de un momento a otro, sujetando la mano de Thomas y atrayéndolo hasta él, obligándolo a levantar el arma hasta que el extremo de esta chocó contra su propia frente.

—¡Intenta redimirte! ¡Mátame antes de que me convierta en uno de esos monstruosos caníbales! ¡Mátame! ¡Yo te confíe la nota! ¡A ti y a nadie más! ¡Sácame de esta tortura!

La mano de Thomas intentó despegarse del agarre de Newt, pero la fuerza que la adrenalina le daba al otro por aquel segundo, le impidió moverse por completo de aquella posición.

—No puedo, Newt, no puedo. Por favor... —la mirada del castaño se cristalizó de un momento a otro, tratando de tragarse el llanto que de momento ya luchaba por desbordarse de sus mieles—. No me pidas esto, no ahora...

—¡Arrepiéntete de lo que hiciste! —el dolor le comía la razón. Newt ya no quería sentirlo, ya no quería que su Tommy le observara más en aquella deplorable situación. Solo quería que esa tortura acabara—. Mátame, maldito cobarde. Demuéstrate a ti mismo que puedes hacer lo correcto. No me hagas sufrir más.

— Newt, tal vez podamos...

—¡Cállate de una vez! ¡Yo confíe en ti! ¡Hazlo de una vez! —porque Newt ya no razonaba por aquel instante, porque Newt había olvidado el beso que segundos atrás habían compartido, aquel donde había vertido todos los sentimientos que siempre le ocultó al menor.

—No puedo —ahí estaba de nuevo la voz quebrada de Thomas, suplicando hallar aún a aquel muchacho que había conocido en el área tanto tiempo atrás.

—¡Hazlo! —el rugido de Newt resonó en el lugar al mismo tiempo que apretaba sus dedos contra los de Thomas, logrando seguramente, dejar alguna marca rojiza sobre la piel blanca de los mismos.

—¡No puedo!

—Mátame o yo te mataré a ti. ¡Hazlo! ¡Mátame!

—Newt...

—¡Hazlo antes de que me convierta en uno de ellos!

—Yo...

—¡MÁTAME! —de nuevo el rubio elevó el tono de su voz, al segundo que el último atisbo de cordura hacía acto de presencia en su descolocada mirada.

Mordió su labio inferior y dejó que una lágrima carmín se filtrara de sus pupilas, yendo a parar directamente sobre una de las mejillas del shank debajo de él. Cerró los ojos y contuvo el mar de sensaciones que de nuevo le llenaron de manera inclemente.

Amó a Tommy, amaba a Tommy, y amaría siempre a Tommy. Y aunque C.R.U.E.L. había sido capaz de arrebatarle aquellos recuerdos a lado de él, el sentimiento siempre había prevalecido, con neutralizador o sin él. Ellos estaban destinados a amarse, pero no a estar juntos.

Fue en aquel último destello de cordura que su mano había cedido, que una vez más su rostro volvió a inclinarse sobre el del castaño, dejando que el último beso entre ellos hiciera acto de presencia: la despedida. Thomas correspondió el contacto sin necesidad de pensarlo, como si la vida se le escapara en el medio de aquellos labios completamente rotos, sin importarle absolutamente nada la deplorable apariencia que Newt portaba por aquel instante.

Hechos el uno para el otro, destinados en toda época, en toda era, en todas sus vidas.

—Te amo, Tommy —el susurro brotó de los labios de Newt en apenas un hilo de voz, sabiendo que esa sería la última oportunidad que tendría de expresarle sus sentimientos al menor. Correspondía, siempre lo había hecho, siempre lo había amado. Desde antes del Laberinto. Podía haber olvidado todo, podía haber olvidado a su hermana, pero el vacío de la ausencia del castaño siempre prevaleció en su vida. El sentirse completo cuando volvió a encontrarse con él, era un regalo que C.R.U.E.L. extrañamente, había pasado por alto. La mente olvidaba, el cuerpo jamás. La extraña relación que habían vuelto a forjar era la prueba de ello.

Tomó impulso una vez más y se alejó del rostro de Thomas, ese que aún yacía contrariado y sumido en un inmenso dolor, que Newt ya no era capaz de ignorar. De nuevo dejó que su mano ejerciera fuerza sobre la de Thomas, aquella que se negaba a sostener el arma ya a ese punto. Guio la boca del arma, la colocó en un punto inexacto de su cabeza. La enfermedad bramaba con furia desde su interior, amenazando con quebrar la estabilidad que el sentimiento compartido despertaba en él.

Un último deseo, si lo amaba, si realmente lo amaba, lo haría. Porque Thomas lo amaba a él, y él amaba a Thomas. Siempre había sido así, siempre sería así.

Por favor, Tommy. Por favor.

Un estallido y no hubo más tras ello. De un segundo a otro, el mundo se había detenido y el dolor finalmente había desaparecido.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top