Capítulo 9

Guten tag!

¡Finalmente hemos llegado al momento de la verdad! Hoy les traigo un capítulo bastante largo.

Me siento en la obligación de advertirles que esperen hasta el lunes que viene para seguir y no sucumban a la tentación de Ao3, ¡Yaku los observa, pecadores!

Como siempre, muchísimas gracias a mi beta NatalieNightray1997 por toda su ayuda y sus consejos para este capítulo.

También una mención importante a mi diosa newyorkblues, quien me ayudó chequeando las traducciones al alemán, ¡muchas gracias!

En este capítulo encontrarán comunicaciones por radio escritas en italic y diálogos en alemán cuya traducción estará subrayada.

Creo que no tengo más recomendaciones por hoy. Agarren sus rosarios, tomen su medicación para la presión y disfruten el capítulo.

Todo sale mal.

Antes, Tsukishima pensaba que no le gustaba trabajar de forma independiente, sin supervisión. Sin embargo, ahora piensa en que hay ocasiones en las que es mejor prescindir de órdenes directas desde arriba. Y muy literalmente ya que, en este momento, tienen Kuroo Tetsurou sentado en el techo...

—Tsukishima, no tengo nada que hacer aquí.

... Y está muy aburrido.

Tsukishima saca hojas de la impresora, endereza su pila de papel, la golpea contra la mesa y sonríe rígidamente a algún un cliente pasando frente a él.

—Me temo que no puedo ayudarte —susurra cortésmente. Se pone la pila de papeles debajo del brazo, toma su taza de té y hace un esfuerzo por parecer un empleado común y corriente de una empresa de servicios de notarización—. Por favor, ¿serías tan amable de no interrumpir las transmisiones?

Todavía queda una hora y media para el final de la jornada laboral. Y para que el edificio se vacíe y las únicas personas que queden sean los guardias de seguridad y los agentes del Cartel, quedan cuatro horas más. Por lo tanto, faltan cinco horas para poner el plan en marcha.

O sea, tiene cinco horas para encontrar cuatro computadoras y conectarlas a la red para que Yamaguchi pueda extraer los códigos de acceso de cinco caracteres. Todo sin dejarse atrapar.

Mientras, Kuroo tiene cinco horas para molestarlo a través de su auricular. Y Tsukishima no sabe qué le molesta más de todo eso.

La caja fuerte que, según la información de la Iglesia, contiene las estereoplacas, requiere un «manejo cuidadoso». Cuando le preguntaron a Konoha qué significaba eso, él lo explicó haciendo señas con las manos.

—Este modelo utiliza dos códigos de acceso —meciéndose hacia adelante y hacia atrás en su silla, Konoha levanta dos dedos—. Uno es el código normal, es decir, el que usa Washijou. Para el otro, necesitaremos un milagro: veinticinco dígitos que requiere la caja fuerte después de reiniciar el sistema de seguridad. Y el sistema de seguridad solo se reinicia cuando el sistema de estabilización se vuelve loco.

Una forma de volver loco el sistema de estabilización, según Konoha, sería hacer estallar la puerta de la caja fuerte a prueba de fuego con media libra de TNT—. Lo suficiente como para preocuparme, pero no lo suficiente como para matarme, considerando que la oficina tiene como veinte metros cuadrados y yo necesito como seis o siete.

Cuando Tsukishima escucha eso, no puede evitar pensar en que Konoha está demente, pero luego recuerda su archivo y todo comienza a tener más sentido. Por supuesto, TNT, ¿qué es Yakarta sin un poco de dinamita?

De acuerdo con el plan de Konoha, necesitan conseguir los veinticinco dígitos para antes de que se infiltre en la oficina de Washijou. Y para eso, necesitan de Tsukishima.

El código de seguridad de veinticinco dígitos se encuentra en cinco computadoras distintas dentro de la sede del Cartel del Amanecer. Estos se guardan en un servidor, y las personas que trabajan con esas computadoras con acceso a ese servidor, no tienen idea sobre en qué mina de oro están parados.

Ellos no tienen idea, pero las fuerzas combinadas de la Iglesia de San Lascano, Bokuto&Co., y el Servicio Secreto de los Estados Unidos, sí. Y todo gracias a Yamaguchi.

La dificultad radica en el hecho de que es imposible para un forastero entrar en los tres pisos superiores del edificio del Cartel. Tienen su propio sistema de seguridad, incluidos sus propios guardias y cámaras. Por lo tanto, la principal prioridad es robar con éxito al sindicato más grande de Indonesia sin revelar sus identidades. Cualquier rostro visible en esas cámaras pertenecerá a un posible futuro hombre muerto. Yamaguchi, no obstante, logró desactivar las cámaras de los demás pisos sin ningún problema.

—Pero si no podemos llegar a las computadoras del Cartel —Yaku, cada vez más sombrío en proporción a la dificultad de su desafío, fuma sin molestarse en salir afuera—, entonces, ¿por qué mierda nos molestamos en hacer esto? Y dejen de hacer esas caras, no estoy para juegos.

—Yo puedo solucionarlo —y así, Yamaguchi se convierte en héroe.

Habiéndose conectado al sistema de la Torre Hamaima desde una camioneta de soporte técnico, estacionada junto a una subestación eléctrica, Yamaguchi guía pacientemente a Tsukishima hacia las computadoras necesarias.

Diseñé este programa cuando estaba en la Academia... —Yamaguchi se frota la nariz tímidamente, notando repentinamente que está divulgando información innecesaria, y agrega—: No es nada especial, solo es un programa que abre un acceso remoto y permite hacer un túnel a través de una conexión cifrada.

El problema, como Yamaguchi ya explicó con anterioridad, es que para conectar las computadoras necesitan dispositivos con una conexión a internet estable, todos a la vez. El programa es como cualquier otro programa usado por hackers: su único objetivo es resolver rápidamente problemas simples en computadoras remotas, pero sin permitir la conexión a múltiples puertos. Un único uso, una única conexión, y después de que sus sueños más locos se hagan realidad, el programa borra automáticamente cualquier rastro de su existencia en los registros de la computadora.

Pero sigue siendo posible que rastreen la manipulación —Yamaguchi se rasca la nuca—. Por lo tanto, cada nueva interceptación de datos debe realizarse desde una computadora diferente.

Tsukishima asiente. Por cada segundo que pasa, su arrepentimiento en cuanto a su participación en este plan, aumenta exponencialmente.

Escogeré las computadoras más convenientes para ti —lo tranquiliza Yamaguchi—, pero no puedo garantizar que estarán en lugares de fácil acceso.

Entonces, ¿a qué demonios se refiere con «conveniente»?

En la práctica, todo termina peor que lo prometido por Yamaguchi, pero mejor que lo esperado por Tsukishima; su pesimismo natural lo hizo examinar los confines más oscuros de las peores posibilidades, por lo que, desde su perspectiva, ahora está listo para hacer frente a cualquier cosa.

Las computadoras resultan estar en el piso setenta.

Y si eso fuese todo, no hubiese tenido diez pases con diferentes nombres en su bolsillo. Podría agradecer a toda la experiencia ganada a lo largo de su vida por haberlo llevado a su primera infiltración encubierta.

Infiltrarse en ese departamento en específico es la decisión más óptima ya que hay una verdadera avalancha de empleados extranjeros y clientes internacionales. Son visibles aquí y allá: alguien caminando detrás de sus empleadores, alguien corriendo de oficina en oficina, algunos solo se quedan por media hora, otros se quedan un rato más. Todos allí tienen en común unas insignias con la etiqueta «Pase temporal», marcada con cualquiera de una amplia gama de ocupaciones y una foto tomada en el pasillo después de entregar una tonelada de información personal en forma de documentos.

O, como en el caso de Tsukishima, una instantánea impresa en una papelería a tres distritos de distancia y pegada en el plástico justo antes de entrar. La descripción de su insignia lo identifica como «Sawada Ryoga, intérprete, Traducciones Avanzadas».

Basado solo en su propia opinión personal e ignorando lo que el auricular murmura de vez en cuando, está a punto de lograr un nuevo récord. En las casi cinco horas desde el inicio de la operación, tiene tres computadoras pirateadas y quince dígitos en su haber. Su único contratiempo fue que, en un momento, tuvo que esconderse durante veinte minutos debajo del escritorio adyacente a su objetivo porque el propietario de dicha computadora regresó de su almuerzo en un momento muy inoportuno.

—Escucha —dice Konoha en su auricular, y se siente feliz de escuchar la voz de otra persona para variar—, eres realmente increíble. Quiero decir, engañar a todos, lucir confiado y encima seguir un plan improvisado sin ninguna preparación previa es muy difícil. Lo digo en serio, amigo. Eres realmente genial. Y escucha esto —sonríe­—, nuestro sacerdote también te estuvo elogiando, pero no llegaste a escuchar... ¡Mierda, Yaku, deja de gritar!

Y la conexión se apaga. Tsukishima sonríe brevemente para sí mismo.

El próximo objetivo es mucho más fácil que quedarse sentado en silencio bajo un escritorio durante veinte minutos, pero a su vez, también es más difícil que todos los anteriores. Yamaguchi dijo que la cuarta computadora debería estar en el área de oficinas, más específicamente en la oficina de ventas de bienes raíces de élite. Exactamente la compañía en la que acaba de infiltrarse para ingresar en sus salas de conferencias VIP. Según una conversación que escuchó, las salas de conferencias solo las reserva la gerencia y eran usadas exclusivamente para reuniones con personas dispuestas a pagar al menos varios millones por un apartamento.

Se hunde en un sofá de cuero en la gran sala de espera con la actitud más imperturbable posible y saca su teléfono; Yamaguchi ya le había enviado el horario de la empresa. Irrumpir en la base de datos de una oficina promedio no es gran desafío en comparación con los servidores del Cartel, así que revisa cuidadosamente la lista de compañías programadas para hoy. Si se basa en la hora marcada en el reloj de la pared, la reunión con una empresa alemana empezó hace cuarenta minutos, pero eso no le preocupa.

Lo que le preocupa es esto:

Bueno, ¿me extrañaste? Odio imaginar todo de lo que me perdí.

Tsukishima se levanta del sofá y se dirige directamente hacia la atractiva chica del mostrador de recepción.

—Buenas tardes —dice en inglés con un ligero acento alemán—. Soy de Bunderverband der Dolmetscher und Übersetzer (Asociación Federal de Intérpretes y Traductores). —obviamente, su identificación dice algo completamente diferente, pero las personas no miran las identificaciones si haces contacto visual cuando hablas con ellas—. Se suponía que la reunión empezaría hace veinte minutos, llego muy tarde. No esperaba que hubiese un tráfico tan terrible en Yakarta. Ich bin zum ersten Mal hier. Verstehen Sie mich? (Es la primera vez que estoy aquí, ¿me comprende?)

Al mirarla a la cara, está claro que no entiende una mierda.

No tenía idea de que hablabas alemán. Tienes tantos talentos ocultos —Kuroo se divierte. Por mientras, Tsukishima trata de mantener la calma.

La chica sonríe comprensiva, sin prestar atención a la identificación. Le pide que espere un minuto y llama a alguien por teléfono.

Me pregunto, ¿con qué otras cosas me sorprenderás? —pregunta Kuroo de inmediato.

Aún no se conocen lo suficiente como para que Tsukishima tenga un problema con eso.

¿Cocina? ¿Tejido a crochet? ¿Falta de reflejo nauseoso?

Sin comentarios. Debería estar orgulloso de su cara de póquer.

O tal vez...

Pero Kuroo no llega a terminar la oración.

—Usted es del Band... Bunder... ¡Maldita sea! —un indonesio sin aliento en traje de negocios sale corriendo a recibirlo. A pesar del aire frío dentro de la oficina, se lo ve transpirado.

—Bunderverband der Dolmetscher un Übersetzer —Tsukishima completa.

—No pensé que enviarían a otra persona, ¡pero gracias a Dios! Venga, venga, tenemos un total de...

O tal vez realmente eres de Bundersverband o lo que sea —reconoce Kuroo. Tsukishima prácticamente puede verlo quitarse el flequillo de la cara con un movimiento de cabeza.

Pensar en Kuroo mientras está en una misión encubierta es exactamente lo que necesita para fallar. Pero no planea fracasar, así que se concentra en escuchar lo que le dice (echa un vistazo rápido a la identificación) Yasuf Halim. Está parloteando, tratando de ponerlo al día lo más rápido posible mientras lo lleva por un pasillo lleno de salas de conferencias. Aprovechando la distracción, discretamente se quita su identificación y la esconde en el bolsillo de sus pantalones.

—Tendrá hablar con él y completar los formularios por separado, hay algunos ejemplos sobre la mesa. Su cliente ya lo está esperando, es el Sr. Kugler —destroza tanto el nombre alemán que Tsukishima apenas puede adivinarlo—. Espero que sus encargados le hayan explicado todo. Recuerde siempre tener la máxima cortesía, las cuestiones legales las resolveremos más adelante, por ahora solo necesita ayudarlo a completar los documentos. Es aquí, quinta puerta a la izquierda —el hombre se seca la transpiración sobre su labio superior y asiente en dirección al pasillo.

Si los planes perfectos siempre se hicieran realidad, este Yasuf Halim habría seguido su propio camino. Pero en cambio, lo sigue mirando, por lo que no tiene otra opción más que abrir la puerta blanca frente a él y caminar hacia la oficina.

—Guten Tag (Buenos días) —saluda y la cerradura hace clic a sus espaldas.

El Sr. Kugler resulta ser un hombre de cejas finas, ojos grandes y barbilla pequeña. Asiente en respuesta y se pone de pie, Tsukishima le da la mano desde el otro lado de la mesa. Todos los empleados hablan en inglés, por lo que no necesita saber el idioma local, lo que significa que puede desempeñar ese papel perfectamente y luego ir a terminar lo que se supone que debe hacer. El reloj sobre la pizarra inteligente indica que son las 19:43, todavía le queda más de una hora para el final de la jornada laboral, y corre con el tiempo a favor. Salvo que ocurra algo inesperado.

—Mi nombre es Ryoga Sanada. Heute werde ich diese Dokumentation zu ausfüllen helfen, herr Kugler (Hoy le ayudaré a completar esta documentación, Sr. Kugler) —Tsukishima saca una silla y se sienta frente a Kugler.

Herr Kugler —la voz de Kuroo llega a través de los auriculares, estirando cada suave R alemana en un largo ronroneo—. Sería muy sexy si no fuese el nombre de algún tipo al azar.

Kugler toma la primera planilla, toma un bolígrafo con el logo de la empresa y lee inquisitivamente, deteniéndose en la primera pregunta. El documento está en inglés. No entiende cómo alguien puede vivir en ese siglo sin saber inglés, pero no está aquí para juzgar a nadie. Ojalá recuerde todo el vocabulario necesario, o de lo contrario lucirá como un perdedor. Y no disfruta luciendo como un perdedor.

Lee y luego traduce—. Ihr Name, Ihr Nachname (Su nombre, su apellido) Auch... (También...) —señala la fila de abajo.

Tu pronunciación de la R alemana es impresionante —se ríe Kuroo burlonamente.

Fantástico, ¿pero podría apagar su micrófono y disfrutar en silencio?

—... und Ihre Passnummer. Im Folgenden Ihre Handynummer mit der internationalen Vorwahl (... y su número de pasaporte. En el siguiente, su número de celular con el código de área internacional) —termina Tsukishima, sin cambiar su tono. Mientras escribe, el Sr. Kugler se permite mirar por la ventana.

Quiere una pausa, quiere recuperar el aliento, pero es demasiado pronto para eso. Todavía tiene dos computadoras y un número indeterminado de horas con los nervios de punta antes de poder descansar.

Ooh... —dice Kuroo con tono alegre— ¿Seguro que eres de Miami?

Ah, piensa Tsukishima sombríamente, ahora entiendo todo. Bueno, era una estupidez asumir que la Iglesia no tenía su propio Yamaguchi para averiguar todo sobre todos. Aunque por qué se había molestado en recordar información tan inútil como el lugar de nacimiento de un agente aleatorio es todo un misterio. Por supuesto, Tsukishima sabe exactamente por qué se tomó la molestia, y sinceramente, también le alegra un poco pensar en ello. Al mismo tiempo, también está molesto consigo mismo.

—Das nächste Leerzeichen ist Ihr Geburtsdatum und dann Ihr Familienstand (El siguiente espacio en blanco es para su fecha de nacimiento y luego su estado civil).

Estuve en Miami una vez —Kuroo, por alguna razón, suena nostálgico—. Chicas con pantalones extra cortos, sol abrasador, todo espléndido. Diversión, fiestas, colores vivos. Creo que Alemania te sienta mejor.

—Muss ich Kinder angeben? (¿Tengo que indicar niños?)

Tsukishima no tiene idea de qué tratan los formularios, pero hace una mueca convincente para indicar que esta no es la primera vez que se encuentra en esa situación y responde—: Nur wenn es Fragen dazu gibt (Solo si hay alguna pregunta al respecto).

Tu rostro tan serio, wow. Gráficos, reglas y otras tonterías —enumera Kuroo, ¿acaso insinúa algo? — He estado en Alemania tres veces, pero realmente no pude conocer nada: el ochenta por ciento de las veces me dispararon.

Qué sorpresa. Pasar tiempo con Kuroo y no intentar dispararle es impensable.

Aunque tuve sexo con una alemana ­—admite Kuroo casualmente­—. Es por eso que quisieron dispararme la segunda vez. No valió la pena, ¿sabes? Quiero decir, estoy acostumbrado a que intenten asesinarme por distintas razones, pero aquello solo fue de mala educación.

Tsukishima, por alguna razón, piensa en cómo debe haber sido para esa chica alemana: ¿Y si todavía recuerda esa noche con ese payaso desaliñado y suspira profundamente, mientras él cuenta su intimidad ante todos?

El Sr. Kugler lo mira, dando golpecitos con su bolígrafo sobre la mesa. Mira la hoja, lee la siguiente línea y traduce—.  Vorstrafen oder Verstöße, falls es welche gibt (Antecedentes penales o infracciones, en caso de que hubiese alguno).

El Sr. Kugler asiente y comienza a escribir, trazando cuidadosamente sus mayúsculas.

Yo estaba borracho, ella no tanto. Ella me quería, yo no tanto. Luego ella estaba debajo de mí y sigo sin lograr entender: ¿son todas las alemanas así de anodinas o simplemente tuve mala suerte? Para tener un promedio aproximado necesitaría acostarme con al menos dos más, pero como tú eres de Florida, no me sirves.

Tsukishima mira fijamente la parte posterior de la cabeza del diligente Sr. Kugler durante unos segundos, abre la boca, no dice nada, solo inhala y, para darle a sus manos algo para hacer, se frota sus cansados ojos por debajo de las gafas.

Aunque realmente me acostaría contigo.

Esperen, ¿qué?

­—Y si superas mis expectativas, seguro sería en más de una ocasión.

La conversación en la cocina flota desde la vanguardia de su cerebro. Se muerde el interior de la mejilla y luego, con una voz ligeramente diferente, dice—: Er hat eine Leerstelle gelassen. Hier müssen Sie auch Ihre aktuelle Wohnadresse gemäß Ihrem Visum angeben (Dejó un espacio en blanco. Aquí también debe indicar su dirección residencial actual de acuerdo a su visa).

A juzgar por lo lánguida que sonaba tu R hace un momento, lo consideraste —Kuroo parece estar esperando alguna reacción de su parte y, lógicamente, no obtendrá ninguna porque no puede hablar con él en voz alta ¡Lo cual también es molesto porque sabe exactamente lo que le gustaría contestar!

En realidad, no; no se le ocurre ninguna respuesta inteligente.

Me quieres —el estúpido tono bromista desaparece por completo de su voz, y Tsukishima lo extraña desesperadamente: prefiere mucho más las bromas tontas antes que ese susurro ridículamente bajo—. No tiene sentido negarlo.

Kugler le alcanza el formulario completo y saca otro de la pila. Aunque, en realidad, ni siquiera es una pila: solo son cinco hojas de papel, seis como máximo. Esta primera hoja tomó siete minutos de su tiempo, siete por seis son cuarenta y dos, no tiene tanto tiempo, y encima...

Revisé tu expediente. Miami, 27 de septiembre, de Libra —hace una pausa y luego agrega con leve indiferencia—: Problemas con el detector de mentiras al ingresar al Servicio, 1,87m de altura, gay.

Tsukishima entiende hacia dónde se dirige esta conversación. Quiere decir algo como «solo porque me gustan los hombres no significa que también me gustes tú». Y es porque no le gusta que Kuroo decide molestarlo. Ignorando el hecho de que quizás (hipotéticamente hablando), realmente no le importaría intentarlo.

Siempre he preferido las chicas a los chicos, pero como excepción... —deja escapar una risa áspera. Es como una especie de desprecio generalizado, como si estuviera dispuesto a hacerse un hueco en su apretada agenda para el pobre Tsukishima.

— Hier müssen Sie eine Versicherungspolice angeben (Aquí debe indicar una póliza de seguro) —enuncia con paciencia, señalando los lugares en blanco—. Zutreffendes auch durchstreichen (También tachar según corresponda).

¿Sueles estar arriba o abajo?

—Was ist, wenn ich nicht weiß, was ich wählen soll? (¿Y si no sé qué elegir?) —pregunta Kugler.

Tsukishima quiere reír, pero solo son sus nervios.

—Kann diesen Schritt überspringen (Puede saltarse ese paso) —dice pacientemente y toma una botella de agua.

De todos modos, no me importa —entre el sonido del agua potable, Tsukishima escucha una risa silenciosa en sus oídos—. Te inclinaría sobre ese mismo escritorio que tienes en frente ahora mismo.

Involuntariamente pasa una mano por la mesa de madera blanca, brillante y suave. Probablemente lo pasen mal, su ropa resbalaría mucho y... ¿Qué?

—Und hier? (¿Y aquí?)

¿De verdad acaba de pensar en tener sexo con Kuroo? No es que el hecho en sí sea impactante, pero es vergonzoso lo fácil que le resulta a ese tipo meter fantasías en su mente.

Kugler mira hacia arriba con sus ojos claros, Tsukishima intenta concentrarse su estúpida cara y encontrar alguna otra respuesta además de «Dios, ¡solo escribe lo que quieras!»

—Füllen Sie Ihre Versicherungsdaten aus (Indique la información de su seguro) —se arregla las gafas con una mano algo temblorosa y se limpia la palma transpirada contra la pernera del pantalón.

—Wenn es dir nicht gut geht... (Si usted no se siente bien...) —dice el Sr. Kugler, frunciendo el ceño.

¿Sabes? A las personas como tú normalmente no les gusta mostrar emociones fuertes incluso durante el sexo, solo cierran los ojos y se dejan hacer... —continúa Kuroo.

Tsukishima cierra los ojos por un segundo.

Pero no te lo permitiría— sonríe satisfecho—. Me gusta hacerlo en voz alta. Quiero verte todo sonrojado, gritando con voz ronca...

... Herr Sanada? (¿Señor Sanada?)

—... mientras te retuerces, arqueas la espalda y ruegas por más.

—Und in diesen Aufzählungszeichen müssen Sie unterstreichen. Hier, wenn Sie Stornierungen haben und was konkret (Y en estas viñetas debe subrayar. Aquí si tiene alguna cancelación y qué específicamente) —Tsukishima recorre la página mecánicamente, tratando de filtrar todo lo que dice Kuroo de su interpretación al alemán—. Und hier, wenn Sie keine haben (Y aquí si no tiene ninguna).

Te haría morder mis hombros...

Ve que solo queda un espacio en blanco para terminar la segunda página, y con los dedos temblorosos tira de la tercera hoja hacia sí mismo.

—Jesús —dice con acento alemán, pero Kuroo, a juzgar por su carcajada, entiende todo perfectamente. Su cabeza se siente horriblemente pesada, tiene un nudo en la garganta y una presión desagradable en el estómago.

Ahí es cuando se da cuenta de que a penas está respirando. Inhala profundamente.

Oh, eso sonó bien.

Pero no exhala, solo se queda allí sentado con los ojos cerrados y los pulmones expandidos.

—Tragen Sie hier die Anzahl der bisherigen Stornierungen ein (Aquí escriba el número de las cancelaciones anteriores) —exhala aire por la nariz.

Gemirías mi nombre...

Tsukishima pasa una de sus frías manos por su cuello, una ola de tensión se filtra por su columna vertebral, convirtiéndose en la piel de gallina en sus rodillas.

... mientras te follo sobre la mesa —susurra Kuroo.

Se lame los labios ya secos y se levanta. Las patas de la silla rechinan ruidosamente, Kugler levanta la vista bruscamente, ve algo en su rostro y asiente con comprensión. Probablemente vea algo realmente extraño.

Bitte entschuldige mich (Por favor, discúlpeme) —dice Tsukishima, abriendo una botella de agua mineral—. Mein Kollege wird in zehn Minuten hier sein (Mi colega estará aquí en diez minutos).

Bebe de la botella con avidez y abre la puerta con tal fuerza que esta golpea el tope y casi se cierra por sí misma. Se queda de pie en medio del pasillo, deseando desesperadamente deslizarse contra una pared hasta llegar al suelo.

Y luego... —continúa Kuroo.

Tsukishima mira las baldosas bajo sus pies (el fondo verde con la crudeza del patrón negro le resulta relajante) y entrecierra los ojos.

—... me gustaría que...

¿No te parece que ya es momento de que pares? —la voz de Konoha llega a través del auricular.

Por favor, no...

¿Oh, hola? —no hay ni una pizca de vergüenza en la voz de Kuroo— ¿Escucharon todo eso? Ahora estaré demasiado avergonzado para mirarlos a los ojos.

Algo le dice que eso es mentira.

Este es nuestro canal interno para los cuatro, idiota —regaña Konoha—. La pobre rubia se quitó los auriculares hace cinco minutos.

Bueno, no me di cuenta.

¿Acaso no siente vergüenza en absoluto?

¿Tsukishima? —pregunta Konoha volviendo a su tono de voz regular— ¿Sigues ahí?

—Mis disculpas —pone todas sus fuerzas en recuperar su voz normal—, apagué las comunicaciones.

¿En serio? —el ascenso y descenso del tono de voz de Kuroo indica su profunda incredulidad.

Sin embargo, Tsukishima insiste— ¿Me perdí de algo?

Konoha intenta responder, pero es interrumpido.

Oh, entonces repasaré todo lo que te perdiste.

—Kuroo, ni se te ocurra.

Todo comenzó cuando...

—Kuroo, le diré a Yaku.

—¡Pero Yaku ya conoce esta historia! Entonces, como decía; una vez, cuando estaba en Fráncfort del Meno, quedé atrapado en un tiroteo...

Los disparos comienzan cuando el reloj marca las 00:04.

Tsukishima tiene excelentes razones para culpar a Bokuto y su pandilla —a excepción de Konoha, quien se pasó toda la noche en el techo con Yachi— por llegar tarde.

Está comenzando —señala Sugawara. Yamaguchi, Yachi y él tienen un canal de comunicación separado, pero la Iglesia no tiene por qué saberlo.

Yyy... aquí vamos —suspira Yaku en su otro oído, prácticamente al mismo tiempo.

En realidad, según el plan de Kuroo, Tsukishima debería haber salido de allí hace unas cuantas horas. Las cinco computadoras deberían haber sido pirateadas antes de que la jornada laboral finalizara y él debería haberse ido a las 8pm junto con el mar de plancton de oficina.

—Entendido —les dice Tsukishima a ambos y presiona su oreja contra la puerta que conduce al pasillo. Es el sexagésimo noveno piso, solo oscuridad y sonido de ascensores funcionando sin parar usados por los guardias de seguridad que descienden de casi todos los pisos. Un pequeño ejército de ciudadanos respetuosos de la ley, y entre ellos, algunos miembros del Cartel obligados a verificar la situación.

Una vez que todos se vayan, Tsukishima subirá al piso setenta, atravesará un pasillo de servicio sin cámaras hasta la oficina de seguridad y entrará en alguna de las computadoras en funcionamiento. Solo espera que nadie regrese en mal momento y le dispare en la cabeza.

Cierra los ojos por un momento, cuando después de unos minutos el sonido de los ascensores se detiene y el piso queda en silencio nuevamente, empuja la puerta para abrirla.

La quinta computadora resulta no estar conectada a ningún servidor compartido. La única forma de conectarse es descifrándolo.

Yamaguchi es quien se lo informa con voz angustiada en su séptima hora de arduo trabajo.

Quédate ahí —le dice Sugawara luego de hablar con los demás—, no tenemos otra opción. Konoha no puede abrir la caja fuerte sin los últimos cinco dígitos.

Hubiera sido genial que hablasen de algo que él no supiera.

No tengas miedo —dice Kuroo en su auricular, y Tsukishima no entiende cómo le es posible determinar su nerviosismo en una línea inconexa—. Todos bajaron las escaleras, estoy cien por ciento seguro: no pueden dejar a Bo desatendido, y una vez que se den cuenta de que es él, enviarán a todos sus agentes para mantenerlo fuera del edificio.

El plan original parecía simple: Tsukishima conseguiría los códigos y se los pasaría a Konoha. Konoha, Kuroo y Yachi subirían al techo unas horas antes del cierre usando cuerdas. Al iniciar la operación —con una camioneta a prueba de balas en la entrada del edificio y el consiguiente tiroteo—, Yachi entraría al sistema de ventilación y se arrastraría hasta la entrada de la vacía oficina de secretaría de Washijou para apagar los sensores de calor y dejar que Konoha baje hasta la ventana y haga una abertura lo suficientemente grande como para entrar, de esa forma, evitarían a los guardias detrás de las puertas blindadas e insonorizadas de la secretaría, a quienes no se les permite abandonar sus puestos. Konoha haría explotar la caja fuerte, e incluso si la onda sonora atravesara las dos puertas blindadas, Yachi podría encargarse de los guardas en la secretaría. Agarrarían las placas estereoscópicas, pasarían por Kuroo, y se irían.

Pero allí está él, necesitando irrumpir en los pisos del Cartel sin ser detectado y salir vivo nuevamente.

Consigues el código —dice Sugawara con seriedad— y sales de ahí, ¿entiendes? Yachi puede encargarse del resto.

—Sí —responde Tsukishima, apenas audible. Tiene conseguir los datos, descender varios pisos, desde allí tomar el ascensor hasta la tercera planta y escabullirse mientras Bokuto se lleva todos los disparos, la atención y las ovaciones.

Suena como un plan. Otro más.

El pasillo está inundado de iluminación nocturna azulada, puede ver todo perfectamente. La idea de que probablemente los demás también puedan verlo perfectamente a él también pesa demasiado en su mente. Se traga la preocupación y rápidamente se mete por una estrecha escalera de servicio. A esa hora ya no hay nadie y el turno nocturno de la empresa de limpieza comienza dentro de dos horas.

¿Dónde estás? —la voz de Kuroo suena en su oído. Tsukishima no quiere hablar, incluso sabiendo que teóricamente no debería haber guardas en el piso al que se dirige (todos deberían estar abajo o en la entrada de la oficina de la secretaría, dos pisos más arriba).

—Subiendo —responde con voz apagada, deteniéndose frente a la puerta.

Mira bien antes de doblar en cada esquina —aconseja Kuroo—. Si hay superficies reflectantes, revísalas. Si te notan, no dudes y ataca primero.

Tsukishima es incluso peor para las peleas a puñetazos que para los tiroteos, pero no se lo dirá. Esta es la primera vez en mucho tiempo que la voz de Kuroo no tiene ni una sola nota feliz. No suena estresado, habla con calma, pero no...

O siempre puedes ofrecerles sexo.

Bien, no importa. En el momento en que piensa que Kuroo podría ser capaz de actuar como una persona normal, inmediatamente... já.

Tsukishima —Konoha se mete en la línea—, ya puse los explosivos, solo nos faltan los últimos dígitos.

Para ese momento, Yachi ya se infiltró en la secretaría y ya apagó los sensores; a juzgar por la discusión en la línea principal, no había nadie en la oficina. Después de eso, Konoha, bajando un piso con ayuda de un cable, cuidadosamente cortó una abertura en el vidrio de la ventana y se coló dentro.

Ahora todo está en manos de Tsukishima.

Apenas esperando a que Konoha cerrase la sesión, espeta, simultáneamente tratando de descubrir cuál es la puerta correcta—. También siempre puedo decirles que estás sentado en la azotea —su susurro suena ensordecedor en el silencio del pasillo en donde las lámparas zumban levemente—. Estoy seguro de que al menos uno de ellos te conoce y sueña con asesinarte.

No harías eso —dice Kuroo suavemente.

—¿Apuestas? —responde con la misma gentileza, y corta la conexión.

Literalmente, unos pocos segundos después, se arrepiente: el silencio se vuelve ensordecedor y sus nervios tensos lo obligan a esperar a que alguien salte de cada esquina. Pero Kuroo no vuelve a conectarse, y Tsukishima decide no interrumpirlo la próxima vez.

«Punto de seguridad Matahari Terbit Ltd. Entrada no autorizada», declara el letrero de bronce. La puerta es absolutamente idéntica a la mayoría de las puertas en ese edificio de oficinas.

Es una entrada de respaldo no controlada por cámaras de seguridad. No hay nadie adentro. Nadie que intente matarlo estando indefenso. No hay nada de que preocuparse.

Entras, te conectas, consigues el código, sales.

Y nunca más te ofreces para ser parte de los planes de Kuroo.

Después de varias horas de espera, Tsukishima se promete eso a sí mismo por centésima vez.

Abre la puerta, pero no hay nadie dentro. El alivio es tan intenso que cierra los ojos durante unos segundos antes de apresurarse hacia la computadora.

—Yamaguchi —dice con voz ronca, conectándose a la línea—. Estoy en posición. Conectando a la red, dame un segundo y... listo —exhala, conectando el cable al puerto. Yamaguchi tatarea con aprobación en respuesta y Tsukishima lo oye teclear a una velocidad supersónica.

En la habitación, las luces de emergencia están encendidas y los blazers están todos apilados en las sillas; evidentemente, todos corrieron escaleras abajo lo más rápido posible cuando apareció el grupo de Bokuto.

Nota todo eso mientras Yamaguchi se conecta al servidor. En su cabeza una voz dice «más rápido, vamos, más rápido», porque tiene los nervios de punta. Sigue teniendo la molesta sensación de que alguien abrirá la puerta en cualquier momento. Alguien del Cartel, armado hasta los dientes, mientras que él solo tiene un montón de cables y un enrutador portátil como armas.

Sabe que solo se calmará realmente una vez que esté afuera del edificio. Y realmente, realmente quiere que eso suceda lo más pronto posible.

Y, casi a pedido, en ese momento Yamaguchi espeta—: ¡Sí! ¡Tengo el código!

Tsukishima siente otra oleada de alivio, saca los cables de sus puertos y, agarrando la caja del enrutador, se apresura a la salida.

No puede ser más sencillo.

Probablemente sea por eso que no funciona.

Justo un momento antes de salir de la sala de seguridad, se encuentra envuelto en una oscuridad total.

—¿Qué pasó?

Tsukishima se detiene. La oscuridad repentina lo golpea con fuerza: no puede ver una mierda, moverse le es imposible y solo hay un silencio aplastante a su alrededor.

—¡Oigan! —Tsukishima susurra, agarrando con fuerza el frío picaporte metálico— ¿Qué...

Se fue la luz en todo el edificio —susurra Kuroo en su auricular—. Wow, incluso desde aquí afuera se ve como un apagón grande. Muy intenso, ¿eh?

¿Intenso? Solamente él está en posición de decirle qué tan intensas son las cosas ahí.

—¿Puedes ver la salida? Tus ojos deberían acostumbrarse pronto, solo avanza. Incluso puede ser beneficioso para nosotros...

—No es beneficioso —se mete Sugawara, y a Tsukishima no le gusta el tono de su voz.

—¿Agente Sugawara? —susurra tenso. Luego entiende y dice al mismo tiempo que Kuroo—: ¡Los ascensores!

¡Obviamente, los ascensores no funcionan sin electricidad!

Tal vez —pregunta Kuroo—, ¿funcionan con un generador de respaldo?

—Sí, funcionan —confirma Sugawara, pero sigue sin haber nada tranquilizante en su tono—, pero esto no es un corte de energía accidental, entienden lo que quiero decir, ¿verdad? Yamaguchi...

Yamaguchi irrumpe en la conversación, hablando rápida y ansiosamente—. Alguien activó el sistema de prevención de incendios desde el puesto de control de seguridad principal. Eso apaga la fuente de energía de todos los generadores, incluidos los de respaldo. Todo el edificio está sin electricidad. Lo único que funciona en este momento son las cámaras porque tienen una fuente de alimentación aparte específicamente para situaciones como esta. Han cambiado al modo de visión nocturna. El único ascensor que funciona con un generador aparte es el ascensor personal del jefe del Cartel, pero no funcionará si no es con las huellas dactilares de Washijou, Ushijima o Tendou.

—Tengo muchas huellas de Tendou en mi cuerpo —bromea Kuroo sombríamente—. Puedo intentar poner el culo sobre el detector, ¿creen que funcione?

Cállate —se conecta Yaku—, ¿solo los ascensores están bloqueados?

—Los ascensores y todas las puertas automáticas. Es decir —la voz de Yamaguchi se quiebra—¸ las puertas blindadas de la secretaría y la oficina de Washijou no se abrirán mientras todos los mecanismos de este edificio estén en modo de pánico. No puedo apagarlos, necesitaría acceso directo para eso...

—Pequeña rubia —dice Kuroo—, ¿puedes volver a subir por las rejillas de ventilación y llegar hasta el techo? Te encontrarás con Konoha allí. Como están las cosas ahora, no podrás cruzar la puerta para encontrarte con él.

Tsukishima puede escuchar a Yachi exhalar decidida—. Lo intentaré. Los techos aquí son altos, pero puedo trepar.

Escucha todo a medias, pensando en posibles opciones de escape para esa situación.

Seguir subiendo no funcionará, incluso si apagan las cámaras sigue habiendo seguridad en las puertas de la oficina de Washijou, por lo que le será imposible llegar a Konoha y Yachi.

Por otro lado, son setenta pisos. Alrededor de media hora corriendo escaleras abajo.

Tsukki.

La voz de Yamaguchi hace que todo su interior se revuelva. Él usa esa voz cuando todo se está yendo a la mierda. No quiere enterarse de nada más, y en cualquier situación solo hubiese corrido escaleras abajo, pero sigue parado allí en completa oscuridad, en una oficina en donde en cualquier momento podrían regresar guardias armados. Entonces, incluso las malas noticias son información que le ayudarán a decidir qué hacer a continuación.

Tsukki —repite Yamaguchi, muy concentrado. Su voz solo deja de temblar cuando no tienen más tiempo para entrar en pánico. Es decir, cuanto ya se fue todo a la mierda—. Hay guardias del Cartel viniendo desde el piso sesenta y siete hacia ti. Al parecer no bajaron del todo debido al apagón y ahora están subiendo por las escaleras.

Hay un momento de silencio, y luego se amontonan varias voces a la vez, obligándolo a cerrar los ojos con fuerza involuntariamente.

Escóndete —dice Yaku—. Encuentra cualquier habitación un piso más abajo, o en cualquier piso que no sea del Cartel, y escóndete.

—Probablemente fue el Cartel el que encendió el sistema de emergencia. Ahora van a empezar a bloquear puertas y a revisar habitaciones...

—¿Cuántos son?

—Seis.

—Pero tenemos a Yamaguchi, podríamos evitarlos si...

—¿Tiene tiempo de llegar a el piso sesenta y ocho? ­—pregunta Sugawara. En su otro oído está Yamaguchi— ¡Mierda!

Evidentemente, la respuesta es un no.

Sus manos están heladas. Sus ojos aún no se han adaptado, no hay ventanas en la sala de seguridad, por lo que hay una densa oscuridad en la habitación. Ni un solo foco, ni una sola pantalla retroalimentada, ni una sola luz de emergencia. Por cada segundo que pasa allí parado, los guardias no hacen más que acercarse.

Y en sus manos solo hay una caja del tamaño de un reproductor de casetes.

¿El pasillo de este lado tiene vigilancia?

—Ese... es un pasillo de servicio, así que no.

—Excelente.

—Kuroo, ¿qué estás...?

—¡Oye, gafas! —dice Kuroo tan fuerte que hace cosquillas en su oreja— ¿Qué mierda estás haciendo? ¿Por qué te congelas? No te quedes catatónico, ¿de acuerdo? Dirígete al corredor del lado este. Pecas, encuéntrale un nicho de algún tipo para que sus dos metros de altura no destaquen como la Torre Eiffel en navidad.

Tsukishima aprieta la manija de la puerta.

¿Qué?

Kuroo, te juro que...

—Eso no servirá...

—¡Tsukishima, muévete! —grita Kuroo, y él avanza como si alguien lo empujase por la espalda.

No entiende qué tipo de plan tiene, pero la voz de Yamaguchi informa con incertidumbre—: Desde allí sigue derecho, luego gira a la izquierda y encontrarás un armario de suministros.

Intenta moverse lo más rápido posible en la completa oscuridad. Tampoco hay ventanas en ese pasillo, por lo que tiene que caminar a tientas. Círculos rojos y amarillos siguen apareciendo y desapareciendo frente a sus ojos.

Konoha, ¿te encontrarás con la pequeña rubia cuando salga?

—Sí, volaré la caja fuerte en dos minutos y me iré, la esperaré arriba.

—Explícame —exige Yaku con voz amenazante—, ¿qué diablos vas a hacer?

—Bueno, ahora mismo... —dice Kuroo casualmente, y Tsukishima escucha atentamente el sonido de su voz, tratando de adivinar su idea—. Estoy atando una cuerda a una porquería en el techo, por si te interesa.

Tsukishima intenta sentir algún armario a su izquierda y no entiende completamente de qué habla Kuroo.

Pero luego lo comprende. Y no solamente él.

¿Vas a bajar desde el techo de un rascacielos de setenta y tres pisos... —Yaku pregunta con calma—... solo con una cuerda? ¿Sin refuerzos de seguridad?

Kuroo se ríe—. Cuando lo dices tú, todo suena mucho mejor de lo que realmente es.

—¡¿Eres idiota?!

¡¿Eres idiota?!

Yaku y él gritan al mismo tiempo, pero Yaku puede permitírselo, él no, por lo que se interrumpe tapándose la boca con una mano. Su corazón comienza a latir frenéticamente, y de la oscuridad comienzan a oírse voces y pasos. Abre la puerta más cercana y se esconde detrás de ella.

—No —sisea—. Jesucristo, escucha, te matarás ¡Quédate en el techo! ¡Esto es un suicidio!

Escucha, Kuroo, esto es una locura-

—¿Qué? ¿Crees que Bokuto aprobaría esto? —Konoha oculta su preocupación tras una risa—. Escucha...

—¡Kuroo! —Yaku está de acuerdo— ¡Son setenta pisos, maldita sea! ¡Romperás la acera con tu cara!

—En realidad, es posible —dice Kuroo—. Estoy inclinado sobre el borde del techo en este momento y la estoy viendo, para que lo sepas.

Tsukishima imagina esos setenta pisos hacia abajo, una cuerda y no puede creerlo. No puede entender cómo una persona puede ignorar tanto su propio instinto de conservación.

¡Ni siquiera lo pienses! —grita Yaku— ¡¿Escuchaste lo que acabo de decir?! ¡Quédate en el maldito techo, Tetsurou!

Estás loco —dice Tsukishima débilmente—. No hagas esto.

Pecas —dice Kuroo, ignorando a todos—, ¿gafas ya está en el corredor este?

—Yo... —Yamaguchi se recupera—. Tsukki está...

Tsukishima susurra furiosamente—: No voy a ir a ningún lado. Y tú tampoco, ¡ni siquiera lo pienses!

¿Quién apostó a que yo no le gustaba? —se ríe Kuroo— ¡Escuchen toda esa preocupación! Pecas, ¿en dónde están los tipos del Cartel?

—Kuroo-

—Sexagésimo noveno piso.

—¡Maldita sea, escúchame, idiota!

Dije que no —Tsukishima levanta la voz, a pesar de que los guardias apenas están a un piso por debajo de él, lo que hace que sus nervios se encrespen— ¡¿Por qué no escuchas lo que te dicen, Kuroo?!

¿Por qué tardan tanto?

—Tetsurou, te juro por Dios, ¡detente! No te atrevas, estoy seguro de que...

—Están revisando las habitaciones más cercanas a las escaleras. Lo siento, Kuroo, pero...

—Tsukishima —dice Kuroo, interrumpiendo a todos los demás, y en su voz, una vez más, no hay rastro de humor—. Pasillo este, escalera más cercana a tu posición, ahora.

No —exhala Tsukishima—, ¡maldita sea, no!

Oh, así que también sabes maldecir —otro chiste, pero su voz sigue siendo seria. También suena distraído, parece estar ocupado con algo en su extremo de la línea y sus bromas llegan como ocurrencia tardía—. Podrías enseñarme más cuando llegue a tu piso. Estos metiches arruinan el ambiente con sus gritos...

Tsukishima se congela. Prácticamente puede ver cómo una pequeña figura en lo alto de un rascacielos gigante se prepara para tirarse desde el techo solo agarrado con una cuerda.

¡Recuérdenme con cariño!

Y Tsukishima apaga el canal de voz. No está listo para presenciar una muerte hoy.

—Yamaguchi —abre una puerta, sigue sin haber ruido en el pasillo—, ¿en dónde están?

Están revisando el resto de las habitaciones en el piso sesenta y nueve, luego subirán por ambas escaleras. Ya hay una persona en cada una. Tienes como un minuto y medio.

Si se queda allí, lo encontrarán.

Podría acercarse, intentar esconderse y, si logra pasarlos y ellos siguen de largo, llegar a las escaleras. Si funciona, todavía tendrá setenta pisos por debajo, pero con más chances de sobrevivir que ahora.

Sus ojos se van acostumbrando poco a poco, aunque sigue sin haber luz. Siente como si el tiempo se alargara, como un chicle; parece que le toma como diez minutos llegar al corredor este. Los pasillos de servicio rodean el perímetro de todo el piso: senderos estrechos interconectados con puertas ocasionales. Solo podría ingresar en alguna desde un punto ciego, pero no tendría ventaja alguna aparte de meterse de cabeza en el punto de acceso del Cartel lleno de guardias armados. Todas las salidas del pasillo están monitoreadas por cámaras de vigilancia de 360 grados.

Han desaparecido de las cámaras —dice Sugawara—. Se dirigen hacia ti.

No puede permitirse ser captado por las cámaras. Todas las salidas de allí conducen a pasillos hacia el interior del edificio o a callejones sin salida. Eso no es un cuartel general, es una trampa para ratones.

Y justo al momento de pensarlo, escucha, definitivamente escucha, voces y el fuerte sonido de interferencias de un walkie-talkie. Mira de puerta en puerta y estima la distancia hasta la salida. Pasa junto a un carrito de suministros de limpieza y se agacha detrás de él.

Tsukki —Yamaguchi suspira en su auricular, pero la voz apagada de alguien de ese lado, posiblemente Shimizu, lo interrumpe.

Las voces, que hablan en una mezcla de indonesio e inglés, se vuelven más nítidas y los pasos suenan más claros. Tsukishima escucha más de cerca, tratando de respirar lo más silenciosamente posible.

—... ¿Qué? ¿Todavía siguen disparando? Han pasado como diez minutos, maldita sea.

—Ese salvaje hijo de puta de Bokuto —se ríe su compañero de conversación—. Y sé que nadie nos dirá nada, pero estoy seguro de que las placas de Ukai están en la caja fuerte del jefe ¿Por qué crees que Bokuto Koutaro está irrumpiendo en el edificio? También es por eso que Saito cortó la energía...

—Kahya, ¿qué estás mirando? —las voces van a la deriva por el pasillo. Tsukishima determina que son tres, por lo que hay tres más en la otra escalera.

—No hay nadie aquí —refunfuña una voz en indonesio, y Tsukishima, que solo hizo un breve curso de malayo una vez, apenas descifra las palabras— ¿Qué estás...?

—Estoy de acuerdo —responde alguien en inglés. Las voces se mueven lentamente en su dirección—, ¿cuántos son? ¿Tres, cuatro? Es ridículo, ¿cómo planean lograrlo?

Alguien se detiene junto a él. Justo doblando la esquina.

—¡Vamos!

—Un segundo, déjenme chequear aquí. Después de todo, se supone que...

«Si te ven», recuerda Tsukishima, «no dudes, ataca primero».

«Ataca primero».

Las palabras resuenan en su cabeza como un mantra.

Los pasos se escuchan cada vez más cerca. Agarra el enrutador con una mano, con la intención de no perder tiempo y noquear al menos a uno apenas aparezca. Quizás entonces tenga una oportunidad.

¡Al lado norte! —el walkie-talkie cobra vida de repente, una voz desconocida crepita— ¡Rápido, por aquí! ¡Creo que lo encontramos!

¡Mierda!

—¡Vamos, muévete!

El zapato que casi asoma por la esquina se desvanece. Los guardias ya no caminan, ahora corren.

Corren en dirección opuesta a su posición.

Pasan unos segundos y se da cuenta de que apenas ha estado respirando en todo ese tiempo. Inhala tan profundamente que le duelen los pulmones y exhala lentamente por la nariz.

Dios, todavía está vivo.

Toma aire y, reprimiendo el sonido de su corazón latiendo en sus oídos, intenta ponerse de pie...

—¿Por qué sigues sentado allí? ¿Esperas a que regresen? ¡Vamos! —una figura se acerca y lo agarra por el hombro.

Y corren.

Recuerden ser pacientes, Yaku los observa.

En la parte de los diálogos encontré que solo una parte de ellos estaban traducidos al alemán, el resto directamente estaba sin traducción, por lo que me tomé la libertad de traducir al alemán todos los que faltaban y de poner la traducción al español de los que no la tenían. Siento que se ve mejor ahora que todos esos diálogos tienen ambas partes y no están a medias entre los dos idiomas.

¡NECESITO saber sus teorías! ¿Qué creen que pasará de ahora en adelante?

Creo que eso es todo por hoy, ¡nos leemos el lunes que viene!

¡Besitos!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top