Capítulo 3

HEY HEY HEY

Como siempre, muchas gracias por continuar eligiendo este fic todos los lunes y también muchas gracias a mi beta NatalieNightray1997 por sus consejos en cuanto a la traducción de este capítulo.

Nota: aquí encontrarán dos escenas simultáneamente entrelazadas que transcurren en dos momentos distintos. Una estará escrita con letra normal y la otra así. También cabe mencionar que los recuerdos estarán escritos «así» ¡Estén atentos!

Dicho esto, espero que disfruten de la lectura.


—¿Siquiera tenemos alguien que hable chino? —Kuroo mira a su alrededor, balanceando casualmente su pierna hacia adelante y hacia atrás a la vez que arroja los M&Ms confiscados de Lev— ¿Qué, nadie?

—Primero que nada, «tienes», no «tenemos» —lo corrige Yaku, enderezando el cuello de su sotana—. En segundo lugar, ¿no es china la chica de Bokuto? Parece china.

—¿Y no tienes como… doce? —Shirofuku pregunta tranquilamente a espaldas de Yaku, haciendo clic en el seguro de su cañón— ¿Lo ves?

—Hey, hey, chicos, tiempo fuera —normalmente, Kuroo habría hecho apuestas y se habría sentado con Bokuto en un rincón seguro a ver el espectáculo, sin embargo, Nekomata comentó casualmente que su «plan perversamente inteligente» debería haber sido concebido ayer, antes de que el Cartel apareciese detrás de los enormes hombros de Ushijima—. Dado que nadie aquí es chino, esto no funcionará. Bo —Bokuto deja de clasificar los M&Ms por color y lo mira—, ¡dame una mano!

—¿Quieres que encuentre un chino?

—Como mínimo.

—También, como mínimo ¡podrías sacar a tu puta ex de aquí y de paso decirle que apunte su arma lejos de mi cabeza!

Kuroo levanta la mirada hacia Jesús y entona solemnemente—: Señor, si existes, creo que eres un buen tipo. Por favor, permite que alguien le dispare a Yaku de una buena vez. Y también envíame un maldito chino.

Está listo para esquivar la bala que un cierto sacerdote católico lleno de rabia impía apunta a su cabeza cuando una alegre voz en la puerta de la sacristía anuncia—: Disculpen, ¿están buscando un chino? Soy un cuarto chino pero mi cantonés no está mal.

La bala falla. En la entrada hay un niño ridículamente alto y de aspecto energético.

¡Después de todo, Dios existe!

El barrio chino, o kelurahan, se llama Glodok: se trata de un conjunto de calles enredadas con toldos azules y faroles rojos silbando de vapor, mercados sin espacio en el exterior todos amontonados en la primera planta de los edificios, innumerables pequeños puestos y restaurantes en donde nunca estás seguro de qué es exactamente lo que está flotando en tu plato, dragones rojos gastados entre tablones de madera, bolsas de especias y callejones oscuros llenos de cajas invitándote a entrar.

—Disculpe —comienza Inuoka en chino.

Una anciana con una camisa de flores lo mira mientras remoja raíces de jengibre sucias en una enorme sartén de acero. Inuoka siente un nudo en el estómago, pero se niega a dar la vuelta. Se seca las palmas de las manos transpiradas en la ropa y dice, tragándose el nerviosismo bajo la mirada perspicaz de la mujer—: Estoy buscando a la novia de Wong.

Como las instrucciones que le indicaron, ella responde con voz chirriante—: ¿Todavía no la ha encontrado?

A partir de entonces, sus nervios se tranquilizan un poco; ahora, en lugar de estar estresado como la mierda, tiene un estrés de muerte—. Todavía no, solo la he visto por fotos.

Parece escéptica y asiente con sospecha antes de abrir una amplia puerta detrás del mostrador, tapada por una cortina roja sucia—. Adelante.

—Los chinos conocen a todos en esta ciudad quienes no tienen mejores cosas que hacer que ir tras sus tablillas sagradas, también saben que cada uno de sus muchachos, en todo momento, están siendo observados por al menos diez pares de ojos codiciosos —Kuroo se pasea alrededor de la mesa con pasos amplios, deteniéndose periódicamente para examinar el mapa desenrollado sobre esta, estirado por el peso del arma de Shirofuku y una botella vacía de asahi—. Comenzar la producción aquí es un suicidio, lo más probable es que las envíen fuera del país, no tienen otra opción.

—¿Y qué? —Shirofuku arquea una ceja— ¿Por qué debería importarnos? Enviaremos a tu chico maravilla y averiguaremos todo. Podemos sacar conclusiones más tarde.

—Porque esto nos da una excelente oportunidad, cariño —ronronea Kuroo, alisando el arrugado mapa con la yema de los dedos—. Todo esto podría resultar ser más fácil de lo esperado.

—Cuando dices mierdas así, normalmente resulta ser todo lo contrario.

Ignorando a Yaku, continúa—. Si intentan enviar las tablillas sagradas, estas tendrán una guardia decente. No se arriesgarán a intentar sacarlas de contrabando de la ciudad con una sola persona. Además de que todos sabemos cuánto odian los chinos… —hace algunos gestos con las manos, para que sus queridos oyentes sentados en los bancos puedan llegar a una conclusión obvia.

Sus queridos oyentes lo miran como si fuera un idiota. Todos excepto Bokuto, cuya conducta demuestra que un juego interactivo con premios es la mejor manera de animar el lugar.

Kuroo, suspirando, apoya las manos en la cadera— ¿Qué demonios? ¿Quién es el que no ha estado aquí en tres años, ustedes o yo? ¡Todos sabemos cuánto odian los chinos sacrificar a los suyos! ¿Qué carajo han estado haciendo mientras yo no estaba?

—Vivir en paz —Yaku se encoge de hombros—. Entendimos el punto: la Tríada no usará a los suyos como carne de cañón, si lo hacen, siempre serán personas de afuera. Ahí es donde muy convenientemente entramos nosotros.

—¿Pero por qué dejarían que un extraño manejara un botín de trece millones? —Bokuto se rasca la nuca—. No lo sé, chicos, no estoy seguro de que esto funcione.

—¿Y quién eres tú? —pregunta un chino de aspecto turbio con la cabeza calva reluciente por la transpiración, es incluso más alto que Lev.

Inuoka traga saliva, presiona la taza de arcilla contra sus labios, como cada vez que siente que lo están mirando y finge estar ocupado. El olor a alcohol y a hierbas ataca su nariz y su concentración.

—No te había visto aquí antes.

Dudar es una sentencia de muerte, por lo que Inuoka responde, tratando de no temblar como una hoja—. No podrías haberme visto —tan concentrado en su actuación que incluso se olvida y toma un sorbo de la taza y casi, casi no se estremece—. Acabo de llegar de Xiang’an, hace una semana más o menos. Mi nombre es Liu Ci.

—Recuerda, este es Siu Han —Kuroo aplasta una foto contra la nariz del niño, quien no tiene cualidades sobresalientes además de su inquebrantable optimismo y conocimiento de chino. Sin embargo, Kuroo cree que podría estar lleno de sorpresas—, uno de los reclutadores de menor rango en la Tríada. Si uno de sus superiores anda buscando personas para una misión suicida, hay un 80% de posibilidades de que lo envíen a él.

—¿Cuándo te convertiste en matemático? —Shirofuku pregunta, probablemente por despecho ya que, si él realmente se hubiese convertido en matemático, ella no se hubiese enterado.

—Estaba estimando —chasquea los dedos en lugar de ofenderse—. Incluso diría que podría ser un 90%.

Siu Han resulta ser delgado y pálido, especialmente en comparación con otros habitantes de Yakarta. «Busca al que tiene una mirada de muerte», dijo Kuroo. Yaku sugirió buscar el tatuaje de una carpa en su hombro derecho, lo cual es mucho más útil. La carpa está muy bien hecha. Inuoka diría que se ve profesional, aunque en realidad no sabe nada de tatuajes. Los colores y las olas lucen muy bonitos en la piel pálida. Entonces recuerda que no es momento de pensar en eso.

Sobre todo, porque el arma en las manos del tipo frente a él está a punto de volarle los sesos.

—¡Dime dónde están los hermanos Zi o te disparo en la cabeza! —Konoha le da un ultimátum.

Tu misión es encontrarlo sin revelar que estás intentando específicamente unirte a ellos. Tienes que demostrar ser fuerte e independiente. La idea es que él se acerque primero.

—¿Qué tan fuerte e independiente se supone que debo ser? —pregunta sin comprender— Quiero decir, ¿cómo hago que venga hacia mí?

Kuroo sonríe ampliamente— Bueno, primero…

—Kuroo, desgraciado, deja al niño en paz —Yaku se frota el puente de la nariz en un silencioso sufrimiento. En su rostro está plasmada la angustia de una maestra de jardín de infantes.

—¡No es un niño! Cuando yo tenía su edad…

—Todos sabemos lo que hacías a su edad —interrumpe Yaku, luego enuncia con cuidado, como si cada sílaba estuviera clavando un clavo en la cabeza de Kuroo mejorando el desastre al que él llama peinado—, y mira a dónde te llevó eso.

Él, por supuesto, se siente ofendido y Bokuto se agarra el pecho compartiendo el sentimiento. Se miran y gesticulan. Inuoka se mueve de un lado a otro, sintiendo cómo los problemas comenzaban a avecinarse, pero Kuroo clava sus garras en el codo del niño y llama su atención.

—Verás, joven padawan, deberás utilizar el truco de fiesta.

—¿Qué?

—El truco de fiesta —repite Kuroo, como si fuera evidente. Mira al chico con simpatía. Ahora tiene bien en claro lo que han estado haciendo en Yakarta durante los últimos tres años: deteriorarse.

—¿Cuál es ese truco? —pregunta Inuoka, cautelosamente curioso, ignorando el «no lo escuches» de Yaku.

Kuroo levanta victoriosamente el dedo en el aire y anuncia—: Truco de fiesta. O sea, haz que se siente en el pastel y te coma la…

¡Dime dónde están los hermanos Zi o te disparo en la cabeza! —Konoha, el ayudante de Bokuto, con un pañuelo, un barbijo quirúrgico y una expresión de pánico en sus ojos, golpea a Inuoka en la barbilla con su arma.

—Imaginen que es una escena de actuación —dice Kuroo. Konoha le ofrece una mirada hostil para nada actuada.

—Simplemente no se congelen por mucho tiempo o dejará de ser una actuación y se convertirá en un… ¿Cómo se dice…? —Bokuto chasquea los dedos intentando recordar.

¿Un problema? ¿Un gran problema? ¿Un enorme problema?

—Un fracaso —completa Kuroo.

Siu Han levanta la vista de su juego de mahjong desde su mesa distante, alguien le susurra algo. Inuoka sonríe audaz y descuidadamente—. Están en el mismo lugar en el que terminarás tú si no dejas de gritar en público.

—¡Tú…

«Entonces, como primera orden del día: presiona el arma contra la mesa con un movimiento brusco. Al mismo tiempo, arroja el vaso de baijiu en la cara de Konoha.

Después de eso todo es más fácil: agarra el arma, gira el brazo, enróscalo en su cuello, golpea su barbilla contra el respaldo de la silla y tira de él hasta la salida más cercana. Antes de salir, haz una pausa, corre la cortina con una mano y agrega casualmente: “Pido disculpas por las molestias”.

Cinco minutos después, regresa frotándote los nudillos y finge tomar de tu taza. Cuando vuelvas a levantar la mirada porque alguien te hizo sombra, veras a Siu Han a tu lado.
Y Siu Han preguntará—: ¿Puedo sentarme?»

—Ellos seleccionan para su equipo a niños ligeramente buenos. Es como la televisión: lo más importante es estar en el lugar correcto en el momento indicado —Kuroo, bajo la decepcionada mirada del Padre Celestial, sube al púlpito.

Si todo el plan llegase a salir mal, quizás podría encender una vela en su honor.

—Este plan está hecho a medias lo mires por donde lo mires —bufa Yaku, rompiendo todas las esperanzas y sueños de Kuroo en un solo movimiento.

—¿Acaso tienes mejores ideas? — Cruza los brazos sobre su pecho—. Eso es lo que…

—En realidad, sí —interrumpe Yaku.

—… Eso es lo que pensé —continúa Kuroo—. Si no tienes nada que aportar a la clase, por favor, cierra el pico.

—Pero…

—Todo lo que haces es interrumpir —para ser honesto, habría escuchado otras opciones si alguien más (alguien menos molesto y propenso a pisar los dedos de sus pies) se ofreciera. Está dispuesto a escuchar a Yaku, pero solo después de terminar de explicar su propia versión del futuro. Aunque está seguro de que al final terminarán usando su plan porque será el mejor; nunca ha tenido un mal plan en su vida y nunca lo tendrá.

—Entonces, Inuoka o quien mierda seas, después de que Siu Han decida que le gustas, te llevará con el ejecutor. No tengas miedo, ya verás que no duele nada.

El edificio resulta estar escondido en las profundidades del barrio chino. Para llegar hay que bajar a un sótano en un callejón, salir en otro, caminar por un mercado, atravesar un toldo en donde los viejos chinos duermen en enormes hamacas de tela, pasar a través de la puerta lateral de un baño público y, solo entonces, llegarás a un callejón sin salida con una sencilla puerta de madera en una esquina.

—Ve —le dice Siu Han. Sus gafas de sol espejadas hacen imposible adivinar hacia dónde está mirando. Inuoka conoce al hombre desde hace tres días y aún no ha visto sus ojos.

Asiente, endereza los hombros y jala de la manija.

Se encuentra en una oscuridad absoluta.

—No podrás ver una mierda. Luego encenderán una lámpara, verás una mesa y quizás dos sillas. Te sugerirán que te sientes. En la otra habrá un sujeto que te hará cagar del miedo, enorme y con ojos de loco —Kuroo se estremece dramáticamente—. Entonces, felicidades, se te habrá otorgado la rara y valiosa oportunidad de conocer a Zi Fan personalmente.

Zi Fan tiene ojos saltones, una enorme cicatriz desde la frente hasta la barbilla, e Inuoka honestamente no sabe qué leyes de la física permiten que ese hombre quepa en una silla. Una persona de ese tamaño debería generar su propio campo gravitacional y atraer personas más pequeñas en su órbita.

—Buenas tardes —saluda Inuoka, tragando saliva nerviosamente y con cautela se sienta en el borde de la silla vacía.

—Zi Fan es un tipo muy serio —comenta Kuroo, sentándose en la mesa y balanceando sus piernas hacia adelante y hacia atrás. Yaku se sienta a su lado mientras que todos los demás se apiñan en la primera fila de bancos. Bokuto gira una manzana en su mano y ocasionalmente le da un mordisco. Shirofuku mira por encima del hombro como Lev juega en su teléfono. Kai sigue de pie, apoyado contra una pared. Inuoka permanece sentado directamente frente a Kuroo en una silla de respaldo alto posicionada entre los bancos—. Tienes que responderle muy serio. Imagina que accidentalmente hiciste una broma sobre la altura de Yaku y ahora debes pagar el precio.

—¿Como Lev?

Lev levanta la mirada, confundido— ¡Yo nunca bromeo sobre la altura de Yaku-san! ¡Siempre hablo completamente en serio!

—Eso es aún peor —se ríe Kuroo—. Yaku, baja el arma, me agrada este chico. Entonces, cuando Zi Fan te pregunte…

—La Tríada debe ser tu prioridad ¿Puedes asegurarme que no nos arrepentiremos de haberte escogido? —pregunta Zi Fan, presionando sus enormes y poderosos codos contra la mesa. Inuoka apenas puede apartar la mirada de ellos. Traga saliva y, tratando de lucir confiado, responde:

—Debes responder…

—Ya lo verás, querrás que me quede.

Yaku lo mira como si se hubiera vuelto completamente loco— ¿En serio? ¿Así?

Inuoka está perdiendo la fe en sus propias habilidades frente a los ojos de Dios y del mundo.

Kuroo asiente—. Sí, así. Créanme, a Zi Fan le gustará.

—Bien —asiente Zi Fan luciendo satisfecho, su rostro parece suavizarse un poco— ¡Muy bien!

—…Y luego querrá dispararte…

—¿Qué? —Pregunta Inuoka, parpadeando un par de veces.

—¿Qué? —Bokuto se atraganta con su manzana.

¿Qué? —Yaku levanta la voz amenazadoramente.

—Lo lamento, no hay mucha originalidad —se lamenta Kuroo, negando con la cabeza.

El cañón de la pistola presiona contra la frente de Inuoka.

—Así que tendrás que…

—¡No, maldita sea, espera un minuto! —explota Yaku, casi cayéndose de su lugar en la mesa producto de la preocupación— ¡¿Qué quieres decir con «querrá dispararte»?! ¡Kuroo! ¡A ti tendrían que dispararte!

—¡Usar un ataque ad hominem como argumento es una falacia!

Yaku evidentemente se prepara para demostrar qué argumento tiene más peso en esa casa de Dios porque comienza a buscar su arma, pero luego, desde la habitación trasera, la cabeza de Naoi se asoma y grita—: ¡Morisuke, el obispo te necesita! Niños, ¿todo bien por aquí?

—Nos habla como si fuésemos niños de jardín de infantes —resopla Shirofuku.
Kuroo en realidad no entiende cuál es la diferencia, pero obedientemente espera hasta que Yaku se baje de la mesa y siga a Naoi. Entonces dice— Muy bien, entonces, Inuoka, mientras nadie nos interrumpe, repito: debes…

—Esto es ilógico —dice Inuoka arrastrando las palabras, pasando un brazo casualmente por encima del respaldo de su silla y mirando con audacia a Zi Fan—. Si estos son tus métodos para reclutar nuevos miembros, me voy.

—¿Me estás tomando el pelo, niño? —ruge Zi Fan.

Inuoka finge que el arma, aun apuntando a su cabeza y prometiendo una muerte rápida, no lo asusta. Entonces responde—: No tengo nada que ocultar —se encoge de hombros—, pero no quiero morir. Guarda el arma.

—Ese nivel de audacia es más tu estilo, Kuroo —Shirofuku arrastra las palabras pensativamente—. Es tu marca personal.

Kuroo se ríe alegremente, casi ahogándose por su propia genialidad— ¿Eso significa que tengo un estilo?

—Tu estilo es el de «tonto sin cerebro con mal gusto». No creo que funcione con este chico ¿Qué pasa si tu chino no se lo traga?

En el silencio de la oscura habitación, Inuoka cree que todo el barrio puede escuchar su corazón latiendo histéricamente. Mira el arma de reojo, fingiendo no inmutarse con ella, pero imaginando que en cualquier segundo una bala saldrá volando de ahí y terminará con su joven y prometedora vida ¡No quiere morir!

Una gota de transpiración se desliza por su espalda.

Zi Fan no dice nada.

—Se lo tragará —asegura Kuroo descuidadamente—, a Zi Fan le encantan los sinvergüenzas —sus gustos podrían haber cambiado en los últimos tres años, pero decide no expresar esa preocupación. Levanta un dedo y concluye—: Básicamente, haz todo lo que te digo y estarás bien, niño.

El arma baja a un ritmo terriblemente lento y tenso, como si en cualquier momento fuese a retomar su posición y disparar. Pero en lugar de eso, Zi Fan dice—: Le diré a Siu Han que puedes trabajar con nosotros.

—¡Si pasamos el obstáculo de Zi Fan, seremos todopoderosos! —Kuroo declara con optimismo y toma un trago de su vaso de plástico con gaseosa. Luego continúa— Porque la mitad de los solicitantes fracasan en esta etapa de la entrevista. Desafortunadamente, algunos de ellos no vuelven a ser encontrados nunca más.

Inuoka se pone aún más pálido, pero aguanta las náuseas. Yaku, apareciendo al límite del rango de audición de Kuroo, murmura algo sobre trastornos degenerativos. Bokuto balancea un bolígrafo entre su labio superior y su nariz.

—Volvamos al tema —bosteza Shirofuku.

—Bien, regresamos contigo, niño —Kuroo le da una palmada en la espalda—. Una vez que pasemos la primera etapa de revisión, nos quedará una etapa más, siempre y cuando no hayan cambiado las reglas. La pandilla china es un grupo de bastardos desconfiados y solo te permitirán entrar en la misión si no los traicionas. Dime, niño, ¿sabes conducir?

—¿Sabes conducir? —pregunta Siu Han, quitándose las gafas de sol. Están sentados en un pequeño y ruidoso restaurante chino, lleno de gente y vapor saliendo de la cocina— ¿Tienes licencia?

Inuoka asiente.

Inuoka niega con la cabeza.

—No —agrega, casi con miedo.

—¿No? —Kuroo pregunta indignado y luego se gira hacia Yaku— ¿Me están tomando el pelo? ¡¿Qué mierda les han estado enseñando?!

—Este producto —Siu Han mueve con cuidado algún tipo de bolsa hacia las patas de la silla de Inuoka—, debe ser entregado al señor Ro Ming hoy, antes del mediodía —Entrecierra los ojos, como si supiera todo sobre Inuoka, comenzando con el hecho de que su padre en realidad es japonés y terminando con que todo es parte del estúpido plan de Kuroo. Pero en lugar de ejecutarlo, Siu Han continúa—. Las llaves están en la bolsa. El auto es un Mitsubishi rojo estacionado en casi la esquina, a la derecha por esta calle. Estarás transportando una suma enorme, ¿puedes manejarlo?

—Por supuesto —responde con firmeza.

—¿Estás seguro de que implicará conducir? —pregunta Kai.

Kuroo asiente— Completamente seguro. A los chinos les encanta la tradición, es difícil que rompan un hábito. Suguru es medio chino… —se interrumpe con una mueca y se corrige—… era medio chino, y todavía tenía la horrible costumbre de… bueno, no importa.

La expresión de Yaku casi se suaviza, pero se vuelve crítica de nuevo cuando Kuroo se rasca la cabeza y sugiere—: ¿Qué pasa si le explicamos todo por auricular?

Yaku instantáneamente espeta—. Ni siquiera lo pienses, sería enviarlo al suicidio.

—O peor aún, no pasaría la prueba —suspira, recostándose— ¡Oh! —salta nuevamente— ¡Tenemos a Boku…

—No.

—¿Qué quieres decir con «no»? ¡Ni siquiera terminé!

—Cualquier sugerencia que contenga palabras que comiencen con «Boku» recibirá un rotundo no.

Inuoka sale con las piernas débiles.

—¡Okey! —Yaku exclama después de mucha persuasión—. Bien, ya entendí, no tenemos otra opción, ¡hagan lo que quieran!

Caminando hacia el auto, Inuoka recuerda lo más importante; recuerda que, con uno de los pedales, puede ir mucho más rápido. «Presiona esta mierda cuando tengas que moverte», había explicado Bokuto, señalando con un dedo los pedales, «y presiona esto cuando haya un maldito grupo delante de ti».

Inuoka no sospecha que siempre habrá un maldito grupo delante de él.

—Si algo sale mal —insiste firmemente Yaku—, tenemos que respaldar a Sou. Tú mismo lo dijiste, probablemente pondrán alguna clase de trampa en su camino para comprobar su ingenio, así que, ¿qué mierda haremos?

Kuroo quiere comentar algo sobre gallinas ponedoras con instintos maternos no realizados, pero le gusta que sus extremidades estén unidas a su cuerpo. En cambio, dice—: Cuando tenía veinte años y era un niño del coro, el anciano me obligó a ponerme al volante de un camión de basura cuando huíamos de esa pandilla del noroeste, ¡y todavía estoy vivo!

—Y qué lástima —Shirofuku echa la cabeza hacia atrás, demostrando que en lugar de estar en la iglesia preferiría estar en… ¿Qué suele hacer? ¿Comer? —, pero sigo pensando que, con algo de respaldo, este plan puede funcionar.

—Yo también —agrega Kai.

—Yo también —se aventura Inuoka en voz baja.

«Si algo sale mal» sucede sorprendentemente rápido. Inuoka ni siquiera tiene tiempo para pensar. Las balas golpean contra el costado del auto y él tiene que salir rodando llevando la bolsa consigo. Un hombre alto y negro está parado frente a él. Su cerebro arroja mucha información inútil: por ejemplo, los tatuajes revelan que es un pequeño grupo de nigerianos en Bekasi. Alcanza a ver a tres hombres más al otro lado de la calle y comprende: todo ha terminado.

Pero los hombres caen uno tras otro, como fichas de dominó.

Inuoka pasa unos segundos mirando el cuerpo en el suelo frente a él y luego se levanta de la acera.

—¿Estás bien? —pregunta una voz femenina incierta en su auricular inalámbrico.

Él exhala— Sí, sí, gracias, Suzumeda.

—¡Porque mis muchachos son los mejores, hey-hey-hey! —Bokuto ríe a carcajadas.

—Entonces, cuando empiecen a insinuar que pagarán bien por participar en actividades de dudosas intenciones, ¡te ofreces como voluntario! —Kuroo se acomoda y arroja su vaso vacío a la basura.

—Por supuesto —dice Inuoka—, ¡gracias por confiar en mí, Gege! Acepto.

—Ahí es donde empiezan las dificultades.

—Las dificultades empezaron cuando naciste —comenta Yaku, pero perezosamente y sin su ira habitual. Cubre un bostezo con una mano—, y para nosotros nunca se acabaron. Entones, ¿cuál es el problema con tu genial plan?

Kuroo decide ignorar los chistes sobre su nacimiento. Está empezando a aclarar afuera y definitivamente quiere dormir más que intercambiar insultos con Yaku como en un partido de ping-pong.

—Ellos… —trata de sofocar su bostezo, pero no lo logra. Todos comienzan a bostezar a la vez, hasta que la mandíbula de Bokuto se abre y suelta un bostezo tan fuerte que asusta a todo el resto—. Serán bastante reservados con su plan, lo cual nos caga. Probablemente anuncien el plan el día anterior, si tenemos suerte. Y si no somos tan afortunados, nos enteraremos diez minutos antes. Entonces, lo que necesitamos es que Inuoka haga uso de sus habilidades de espionaje ocultas y descubra exactamente qué van a hacer con nuestras tablillas sagradas… —Kuroo hace una pausa, pero Yaku está demasiado cansado como para corregirlo—… y así podremos idear nuestro contraplan.

—¿Alguna idea? —Shirofuku pregunta adormilada.

Kuroo asiente—. Sí —logra incorporarse en posición sentada por pura fuerza de voluntad—, pero primero: café.

Todos coinciden y envían a Lev al supermercado más cercano.

—Busca al soplón —dice Kuroo—. Cada pandilla tiene uno, es una ley metafísica de la vida criminal.

—¿Quién es el soplón de nuestra pandilla? ¿Tú?

—Primero que nada, no somos una pandilla, somos una sociedad católica, hay diferencia —corrige Kuroo—. En segundo lugar, no soy yo, es… —mira a su alrededor— ¡Lev!

—Hasta ahora has hablado mucho más que Lev —señala Shirofuku ¿Quizás ella se ha enamorado secretamente de él y esa es su forma de expresar sus sentimientos? ¿Debería rechazarla gentilmente?— Sería mucho más feliz escuchándolo a él antes que a ti.

Kuroo reconsidera el «gentilmente».

—No me gustas —declara.

Shirofuku se ríe.

Convencido de haber pisoteado con éxito su corazón, Kuroo continúa, satisfecho—. Entonces, el soplón. Así es como lo encontrarás…

No tiene que esforzarse mucho para encontrar a Han Ciu. Es alto, delgado y definitivamente le recuerda a Lev: se mueve mucho, habla mucho. Conoce a todo el mundo, habla con todo el mundo, no se fija en lo que dice, pero sigue estando entre los elegidos de Siu Han.

—Hazte amigo de él.

Inuoka logra eso en dos días.

—Pero, ¿cómo hago para que me diga… —duda— bueno, específicamente sobre sus planes para las estereoplacas? ¿Y si resulta que no sabe nada?

Todos se detienen a considerarlo un momento.

—¿Amenazarlo?

—¿Dispararle en las rodillas?

—¿Sobornarlo?

Diletantes, todos. Kuroo hace una pausa para parecer más digno y luego agrega con simpleza—: Emborracharlo.

El restaurante, con un agujero en la pared, y el cual la Tríada considera suyo, está en el centro del barrio chino. Los lugareños lo llaman «El Corazón» en broma. Cuando Siu Han llamó a la primera y segunda brigada allí y los invitó a beber, también invitó a Inuoka, dando a entender que rechazarlo se consideraría de mala educación y no tenía permitido decir que no.

—¿Por qué todos tus planes terminan en beber? —pregunta Yaku con molestia.

—Porque es una de las pocas cosas que conecta a todos en esta ciudad.

—Ah, ¿te refieres al deseo de matarte?

El ambiente dentro del restaurante es ruidoso y está congestionado. Las voces se superponen entre sí, mezclando varios dialectos de chino. Los criados en Yakarta, de alguna manera suenan especialmente rudos.

—Yo también crecí en Yakarta —dice Han Ciu, lanzando un chupito de huangjiu (un verdadero vino Shaoxing añejo que debería tomarse a sorbos, no a chupitos).

Inuoka, pensativo, le sirve un poco más.

—Simplemente sírvele más sin llamar su atención, llena su vaso cuando no esté mirando. Deja que beba hasta que se le suelte la lengua, luego lo llevas afuera y dices:

—Realmente necesito algo de dinero, hermano —comenta Inuoka con tristeza, exhalando humo en el cálido aire nocturno.

Las voces y el ruido aún llegan al rincón en el que están charlando, pero Han Ciu decide alejarse un poco más. Y lo hubiese logrado si no estuviese caminando como un marinero en cubierta durante un huracán.

—¿Y por qué… hic… qué pasa con… ese trabajo… que Gege está a punto de asignar? —Han Ciu agarra la mano extendida de Inuoka y se necesita de sus esfuerzos combinados además de unos buenos cinco minutos para levantarlo del suelo.

—Inventa alguna mierda —Kuroo está muy inspirado con las mentiras— ¡Dile que estás teniendo problemas con… con tu madre! Está muy enferma, está muriendo en condiciones precarias e insalubres… en, no sé, Kowloon.

—Kowloon fue demolido en los noventa, tenías como diez años.

—Bueno, algún otro lugar en Hong Kong donde se pueda morir en condiciones insalubres —pone los ojos en blanco —¿Satisfecho, Yaku? De todos modos, Inuoka, inventa algo, ¡aplica presión en su diminuto cerebro borracho!

—Para mi madre —Inuoka va con todo, porque mencionar a su madre hizo que Han Ciu llorara dos veces —. Tengo que saber qué tipo de trabajo tendré que hacer. Ella siempre quiso que yo creciera como un hombre honesto… Bueno, tú me entiendes… ¿Cuánto pagarán?

—Bueno, básicamente… —Han Ciu, nervioso y borracho, se lame los labios, sacude la cabeza y se inclina más cerca, indicándole a Inuoka que haga lo mismo—. Están diciendo —olvida lo que quería decir y sus ojos apenas están enfocados—. Estamos moviendo alguna mierda, el vweinti n-nuev… Sí, veint-i nue-ve. Salimos a la mañ- ¡hic! Van a pagar mucho porque no es… ¿cuál es la palabra? Seguro. Habrá un coche, uno de nosotros conducirá y otro disparará, también irá un superior. Yo, yo, yo… —comienza Ciu Han, casi sollozando—, Ge… ge estaba hablando con el gran jefe. Bebe dijo que tendríamos que mover el producto de esos hangares en Depok al aeropuerto… ya sabes, Ska, Suko, o lo que sea, tú me entiendes —lloriquea—. Mentir para engañar está mal, y escuchar conversaciones a escondidas es aún peor, pero confío en ti, Liu Ci, no le digas a nadie ¿me oyes?

—Y el veintinueve robaremos las tablillas sagradas! ¡Voila, somos increíbles!

* acercándose, el peligro viene ya *

Dejenme decirles que el truco de fiesta fue algo muy improvisado. En el original en ruso era un juego de palabras bastante inteligente, en inglés era un chiste sin traducción graciosa al español, así que finalmente, después de darle vueltas al asunto durante días, se me ocurrió esto. Creo que quedó bastante bien(?

El siguiente capítulo será bastante largo, ¡sigan sintonizados!

¡Besitos!

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