Capítulo 17
HEY HEY HEY
Antes que nada quiero decir que AMO el separador de este capítulo. La idea de usar específicamente esta imagen se me ocurrió mirando un grafiti mientras viajaba en colectivo jaja
¿Pueden creer que la semana que viene tenemos el gran final? Dios, el tiempo pasó rapidísimo. Voy a extrañar leer sus comentarios en cada actualización...
No obstante, prometo regresar con alguna traducción de fics igual de geniales. Lo juro por el dedo chiquito.
Como siempre, muchisisisisimas gracias a mi beta NatalieNightray1997 por todo el laburo y tiempo que le dedicó a este fic. Sin ella, no hubiese traducido más allá del capítulo 2.
En el capítulo anterior absolutamente TODOS (menos una personita) tiraron la misma teoría. Juro que voy a hacer un extra con screenshots de los mejores comentarios porque son oro.
¡Muchísimas gracias por todo el amor que le dan a esta historia!
Actualmente estoy subiendo al colectivo (tengo 7hs de viaje por delante, ugh) así que voy a actualizar antes de quedarme sin señal y cuando llegue a la oficina (porque sí, salgo de la terminal y entro a trabajar) veré los comentarios.
Hoy solo tengo para acotar que hay algunas citas de capitulos anteriores escritas en «italic y entre comillas». Igual, visto la naturaleza de dichas oraciones, creo que van a ubicar rapidísimo de qué capitulo son.
Dicho esto, pónganse cómodos, recuerden no abrir al servicio a la habitación y disfruten la lectura.
Si bien Tsukishima logró escaparse del club con relativa rapidez, toda la última semana de su vida solo fue un resumen de su falta de talento para huir sin dejar rastros.
Se levanta de la cama haciendo que el colchón se mueva como gelatina. Sí, acostarse ahí debe ser como subirse a un puto toro mecánico. Piensa que en algún universo paralelo hubiese preferido seguir acostado, pero no en ese momento, no en esa ciudad y mucho menos en ese universo en donde Kuroo le dispara o lo besa como mejor le parece.
Lo último que quiere en ese momento es interactuar con él luego de escaparse del club, sobre todo porque tiene la intención de huir de nuevo. Camina con cuidado sobre la suave alfombra en dirección a la ventana y empuja el vidrio hacia arriba para abrirla. La escalera de incendios está a tan solo un metro de distancia, aun estando en el tercer piso, por lo que no debería tener problemas para bajar. Justo está poniendo una rodilla en el alféizar de la ventana cuando abren la puerta de una patada, la cerradura rompe el marco de madera y un disparo de advertencia golpea el techo.
—¿A dónde crees que vas? —Kuroo sonríe desde el umbral.
Tsukishima intenta con urgencia terminar de pasar su cuerpo por la pequeña ventana, pero es jalado hacia adentro por el dobladillo de su camisa y arrojado al suelo. El cabello de Kuroo, que se cierne sobre él, se ve aún más ridículo contra la luz de la luminaria redonda del techo.
—Con que te gusta abandonarme, ¿eh? —Kuroo se agacha a su lado y agita su arma peligrosamente cerca del rostro de Tsukishima.
Tsukishima se apoya sobre sus codos para incorporarse, pero Kuroo presiona el arma contra sus costillas, lo que lo obliga a permanecer en su lugar. No obstante, su deseo de lucha intenta sobreponerse incluso si sus huesos se rompen. Está ahogado en una marea de sorpresa y venganza.
—Perdona, ¿qué?
Puede que no ganase el premio al mejor idiota, pero al menos llegaría a las semifinales.
¿Acaso Kuroo cree que se iba a quedar en ese club, sentado de brazos cruzados en un rincón, dándole apoyo moral mientras él se disparaba con todo el resto? ¿O quizás debería haber muerto ahí por cortesía?
—¿En serio? —Kuroo sigue sonriendo, haciendo que Tsukishima se sienta incómodo— ¿Me estás hablando en serio? Lo de la Torre Hamaima, es una —dobla su dedo medio alrededor de la empuñadura de la pistola—. Con esto, ya son dos —dobla su dedo índice y este aterriza sobre el gatillo, la boca del arma presiona contra la mejilla de Tsukishima y lentamente gira la pistola—. Sin mencionar aquella ocasión con el estante de la fábrica.
Mueve el arma hasta apoyarla en su sien. Si presiona el gatillo, los sesos de Tsukishima saldrán volando de su cabeza como confeti de fiesta.
—O aquella vez cuando me engañaste en el callejón.
Arrastra el arma por su cuello. Tsukishima posa sus ojos en la alfombra sucia, las patas del tocador y la entrada del baño, pero en su mente solo puede visualizar ese maldito callejón.
También su hombro. Tsukishima cierra en puños sus manos húmedas y temblorosas—. Eso fue lo más decepcionante de todo, ¿lo recuerdas?
Sí, lo recuerda. Así que actúa rápido: golpea el vendaje alrededor del hombro de Kuroo, rueda hacia un lado, se pone de pie y corre hacia la puerta.
—Hijo de puta —sisea Kuroo tras él y dispara.
Tsukishima se arroja detrás de la cama, raspando sus rodillas y su barbilla en el proceso.
—¡Eso me dolió! —exclama Kuroo, subiéndose a la cama.
Tsukishima se levanta de un salto y le arroja el despertador acomodado sobre la mesita de noche, desenchufándolo de la pared.
—Sí, esperaba que te doliera —responde con voz ronca.
El reloj choca contra la pared con motivos florales y se hace añicos.
—Así que has aprendido algunos movimientos —Kuroo se muerde el labio y le sonríe.
Tsukishima trata de ignorar esa sonrisa, pero sus entrañas se le anudan de los nervios. Quiere contestarle que aprendió del mejor, pero en realidad Kuroo siempre ha peleado de forma limpia, lo que significa que todo eso lo aprendió por su cuenta. O quizás es más correcto decir que la propia Yakarta le ha inculcado ese nuevo nivel de autoaprendizaje.
Se gira hacia la derecha, hacia la puerta, pero Kuroo instantáneamente salta de la cama, agarra su muñeca con fuerza y lo empuja contra la pared. Se mueve como si realmente quisiera besarlo, pero Tsukishima detiene ese hilo de pensamientos y logra esquivar el siguiente golpe. El puño de Kuroo choca contra la pared con un ruido sordo.
—Una cosa es dejar morir a alguien... —hay tanto entusiasmo en la voz de Kuroo que es como si no tuviese nada que ver con él. Le dispara en dirección a las piernas y lo persigue hasta el centro de la habitación, no sin antes cerrar la puerta de golpe. La cerradura está salida de cuajo, pero con un golpe como ese, la puerta se traba perfectamente en el marco—... y otra muy distinta es dispararle a alguien tú mismo —se acerca a él, lentamente.
¿Por qué apresurarse cuando tiene toda la noche por delante y una pistola en mano?
—Yo te salvé, Shimizu te hubiese fusilado.
Kuroo se queda quieto en su lugar y levanta las cejas.
—¿De verdad estás queriendo justificarte?
Y Tsukishima coincide: en realidad suena estúpido. Es como si estuviesen compitiendo para ver quién se preocupa más por el otro. Pero es verdad. Solo él sabe lo transpiradas que estaban sus manos, lo mucho que temblaba y lo asustado que estaba de disparar en el lugar equivocado. Es el único que sabe lo mucho que dudó en apretar el gatillo.
—No me estoy justificando —responde. Su voz tiene una mezcla de dolor y furia que hace que Kuroo estire sus labios en una sonrisa burlona: no le cree una palabra. Bueno, que se vaya a la mierda. Como si necesitara andar implorando gratitud. Es muy consciente de sus propios defectos.
Kuroo lo mira burlonamente, hasta que golpea su abdomen con el puño y Tsukishima le devuelve el golpe con un cabezazo que lo deja desorientado.
Tsukishima no tiene particulares deseos de morir, sobre todo hoy, pero sabe que Kuroo podría ponerle punto final a la novela con un solo disparo. Y sí, definitivamente tiene ganas de matarlo, se le ve en la cara. También entiende que puede que esa usual vulgaridad sea inexistente ahora mismo. Esos dos besos fueron un accidente, y como tiene una pistola en mano, está prácticamente obligado a dispararle.
—Eres como un pequeño cachorrito cobarde —Kuroo le da un codazo bajo las costillas y lo toma del pelo cuando se dobla en un intento de recuperar el aliento— ¿Acaso alguien tiene que morir para que entiendas que no estoy jugando? —susurra en su oído, empujando el arma contra su arteria carótida. Siente su pulso latir contra el cañón.
—Me entregaste a Washijou —Tsukishima no tiene nada más para acotar; solo intenta alejar la cabeza del arma, tratando de liberarse, pero Kuroo lo tiene agarrado con fuerza.
Sentirse impotente es una mierda.
—¿Qué? —pregunta Kuroo tontamente, soltando su cabello y esta vez empujándolo por la espalda.
—Le dijiste que yo también estaba en la Torre Hamaima —Tsukishima respira con dificultad, el dolor se filtra en su voz y es la peor sensación del mundo.
—¿Me hablas en serio?
—¿Quieres que te lo repita?
—Yo no te delaté, no soy tan patético como tú.
Sus piernas amenazan con doblarse. Tiene el tocador a sus espaldas, pero no se permite apoyarse, como si fuese una cuestión de principios.
—No tengo idea de quién te entregó —Kuroo pone el arma sobre el tocador—, pero cuando nos reunimos con tu antiguo equipo, Washijou ya estaba tras ellos por una supuesta traición. Resulta que ustedes eran amigos y traicionaron su amistad excusándose con buenas intenciones. Tal vez tus muchachos le echaron toda la culpa al único traidor entre sus filas.
Kuroo mueve su pierna izquierda, hace crujir sus nudillos y comenta—: Te metiste con tu jefe y ahora él te devuelve la jugada, es justo.
Pero luego añade—: No planeo matarte, pero sí te daré una paliza.
Y se mueve. En lugar de un predecible golpe con el puño, lo patea en el abdomen nuevamente. Tsukishima logra tambalearse hacia la derecha y el golpe no le llega correctamente, en cambio, derriba el tocador hacia un lado y la lámpara se apaga.
—Sé que ahora estás hirviendo de rabia —bloquea su escape, toma el brazo de Tsukishima y lo dobla con fuerza hacia el alféizar de la ventana.
Espera alguna respuesta, mientras que Tsukishima solo espera que deje de presionarse tan fuerte contra su trasero. Pisa con fuerza el pie de Kuroo con el talón, pero no le sirve de nada. Todo eso se parece cada vez más un juego previo muy perverso que a una pelea, aunque si piensa por un momento en que quizás Kuroo no lo ve tan así, solo le quedan ganas de golpearlo.
Kuroo jadea e inmediatamente comienza a reír. Tsukishima intenta golpearlo debajo de la rodilla, pero no logra nada—. Tienes... un cero en materia de fuerza.
—Y tú tienes un excedente —sisea Tsukishima, solo por su necesidad de no quedarse callado.
Los golpes van y vienen sin parar: palpables, pero no dolorosos, excepto por algunos que hacen que Tsukishima quiera gritar. Por momentos siente que su cuerpo es un enorme hematoma viviente.
Kuroo dobla sus brazos hacia atrás con un agarre particular y susurra tonterías humillantes en su oído. Tsukishima lo empuja en dirección a la pared y levanta el puño; por un segundo pareciera que está a punto de jalarlo por el cuello de la camisa y besarlo, pero eso no sucede.
En cambio, Kuroo lo derriba, y por un momento pareciera que está a punto de sentarse encima de él pero eso tampoco sucede. Entonces, muerde su antebrazo, sin ninguna razón en particular, piensa, pero toda su concentración se enfoca en no chupar su piel y lamer la herida. Kuroo solo le contesta con un cabezazo.
—¿Sabes en qué estoy pensando ahora mismo? —pregunta Kuroo, y solo Dios sabe qué podría estar pasando por su estúpida cabeza.
Planea agarrarlo de algún lugar del cuerpo y aporrearlo contra el suelo, pero esta vez recibe una exitosa patada en la rodilla y también cae junto a Tsukishima, casi aterrizando sobre su hombro lesionado.
A Tsukishima le parece extremadamente injusto el hecho de que no poder ganarle a un oponente sobre el cual claramente tiene ventaja.
Aplastándolo, Kuroo intenta apretar sus costillas. De paso, también golpea su rodilla, enreda sus brazos y junta sus frentes.
Es obvio que está luchando con la mitad de sus fuerzas, pero si Tsukishima se desconcentra por un segundo, podría ser demasiado tarde. Lo toma por las muñecas con fuerza y, como puede, logra darles vuelta, arrodillándose sobre él. Kuroo respira con dificultad, sus mejillas se ven rojas y su piel brilla con transpiración. En su rostro hay una expresión salvaje.
—¿Y bien? —Levanta una ceja y su voz es terriblemente ronca— ¿Lo sabes?
Pero Tsukishima no sabe. Está harto de todo.
—No tengo idea —responde con amargura.
Lo único que quiere ahora es darse vuelta y salir de ahí. Aunque también le gustaría estar debajo de él.
Bueno, los sueños están para cumplirse, ¿no?
Kuroo lo toma por la cintura, lo acerca más con las piernas y cambia hábilmente de posición. Tsukishima todavía tiene agarrada su muñeca con fuerza, pero ya no siente el mismo terror que sintió en la fábrica. Aun así, se concentra en no mostrarse asustado, no mostrar debilidad y...
Sigue sosteniendo su muñeca, pero Kuroo se las arregla para presionar sus manos contra el suelo usando sus brazos mientras se inclina hacia adelante y susurra casi en sus labios—: Estoy pensando en si vamos a follar hoy o no.
Las palabras resuenan como eco en su interior.
«¡Sí!» quiere suplicar. Pero en cambio, pregunta con altivez—: ¿Entonces me seguiste para eso?
—¿Qué? ¿Creíste que planeaba matarte? —Kuroo finge estar sorprendido.
Tsukishima echa la cabeza hacia atrás, su pulso se acelera bajo los labios de Kuroo, en el mismo lugar donde la boca de la pistola había presionado momentos antes. Kuroo muerde su piel y la estira con los dientes, lame su cuello, agarra su barbilla con los dientes y aplasta su boca con los labios. Lo besa con ímpetu y desespero, como si hubiese tenido que atravesar una pared para llegar a él.
Tsukishima intenta hacer una pausa en varias ocasiones, pero en todas ellas se olvida de lo que estaba por hacer cuando siente la piel de Kuroo bajo su camisa. Kuroo lame su oreja, se endereza, se estira, y se quita la camisa él mismo, sin necesitar ayuda con su hombro lesionado. El vendaje le ocupa unos segundos extra, pero una vez superado arroja la prenda hacia un lado. Los ojos de Tsukishima se abren y es incapaz de apartar la mirada: el mapa lila de moretones y rasguños en el abdomen y pecho de Kuroo le resulta atractivo. Si todavía tuviese la capacidad de respirar, eso de igual manera le hubiese quitado el aliento.
Levanta la rodilla y Kuroo se frota contra ella mientras su mano juega a ciegas con el botón de sus pantalones. Mete la mano en su bolsillo y Tsukishima logra escuchar la envoltura de un condón. Kuroo se impacienta, termina de desabrochar el botón y la bragueta con un tirón y le susurra—: Siéntate.
Los pulgares de Kuroo presionan sus pezones por debajo de su camisa. Tsukishima aprieta los labios y responde al estímulo con una inhalación temblorosa, antes de moverse en un intento de sentarse un poco. Tiene a Kuroo sentado en sus caderas, con las rodillas muy separadas, mientras sus manos siguen enredadas en su camisa.
Lo mira con una expresión codiciosa y apenas coherente, y comienzan a besarse de nuevo. Tsukishima intenta morder cada parte de Kuroo que pueda alcanzar, hasta que en un momento se excede y este sisea y clava sus dedos en su cadera hasta el punto del dolor.
Tsukishima intenta decir algo, pero en lugar de eso solo suspira en voz alta y casi suena como un sollozo.
«Me gustaría que hicieras mucho ruido.»
Y jadea. Kuroo, quitándose la ropa interior, lo mira durante unos segundos y luego se inclina para envolver su boca alrededor de su miembro. Tsukishima se arquea hacia atrás, respirando con los dientes apretados, tratando de contenerse, pero Kuroo baja cada vez más, por lo que le es imposible aguantar un gemido. Se lleva la mano a la boca, pero a mitad de camino cambia de planes y en cambio, posa ambas manos cuidadosamente sobre los hombros de Kuroo y acaricia.
—Hazlo ya —susurra silenciosamente, con los ojos cerrados. En ese momento, los dientes de Kuroo se enganchan ligeramente en su piel y ya no puede soportarlo más— ¡Mierda! ¡Solo ponla!
Kuroo se detiene un momento, retrocede y pregunta—: Dilo una vez más.
No es difícil, pero en esa situación está demasiado avergonzado y su único consuelo es que no crea que pueda sonrojarse aún más. Cierra los ojos de nuevo y siente los dedos de Kuroo, resbaladizos con lubricante, masajeando cuidadosamente su entrada.
¿Acaso Kuroo lleva lubricante encima todo el tiempo o qué?
—¿Qué dices de la cama? —sugiere Kuroo en voz baja, estirándolo suavemente. Tsukishima no entiende la pregunta de inmediato, los dedos en su interior lo enloquecen.
—No —su voz se quiebra justo en la vocal—, es una cama de agua...
Pero antes de que pueda terminar de hablar, Kuroo se cierne sobre él y la punta de su miembro presiona contra su trasero. Se relaja y abre los ojos. Realmente disfruta viéndolo: sus hombros, sus pectorales, sus fuertes brazos, su mirada hambrienta. Puede sentir como entra lentamente, anclando sus caderas entre sus rodillas. Avanza lentamente hasta recostarse encima de él.
—¿Estás bien? —susurra junto a su oreja, para luego besar descuidadamente sus clavículas.
¿Quién podría haber pensado que el hijo de puta que le golpeó la cara con la culata de una pistola resultaría ser tan cariñoso?
—¿Me consideras así de frágil?
Pero Kuroo, en lugar de responder, lo besa con tanta fuerza que Tsukishima olvida cualquier pensamiento coherente que haya rondado por su cabeza. Kuroo se pega a él con todo su cuerpo y su lengua explora su boca. Su flequillo húmedo cae sobre su rostro, haciendo que no pueda luchar contra la tentación y termine por enredar sus dedos en su áspero cabello.
Tsukishima se ve enloquecido por las distintas sensaciones; sus emociones lo desbordan y lo ahogan. Cada embestida de Kuroo lo deja cada vez más cerca de la liberación y ya no se siente tan fuerte como para retrasar su orgasmo por más tiempo, por lo que envuelve miembro con su mano.
—Déjame a mí —Kuroo aparta su mano y lo envuelve con la suya.
Tiene deseos de sonreír, de burlarse, pero cuando Kuroo lo aprieta con sus dedos grandes y ásperos, sus palabras se atascan en su garganta. Gime fuerte y sin tapujos, ni siquiera intenta contenerse.
«Me gustaría que hicieras mucho ruido.»
Y Tsukishima nunca ha sido particularmente callado en la cama.
La mano de Kuroo se mueve a lo largo de su eje un poco más lento de lo que le hubiese gustado, no muy a tiempo con sus poderosas embestidas, incluso parece a propósito. Tsukishima está inquieto, sus manos buscan algo a lo que agarrarse, pero al no encontrar ningún apoyo, gime, y gime sin tener miedo de ser escuchado.
—Ven aquí —Kuroo, aún dentro, tira de él por el codo.
Ahora está sentado tan firmemente sobre su miembro que quiere gritar por la sensación.
—No me abraces tan fuerte, me estorbas —exhala en el oído de Kuroo y le muerde la oreja con fuerza. Besa su mejilla y luego traslada sus labios a su boca. Kuroo toma la iniciativa y prácticamente ocupa su boca con su lengua. Pero Tsukishima se aleja.
—¿Qué? —pregunta Kuroo aturdido, pero luego mueve su cabeza y comienza a chupar el hombro de Tsukishima sin esperar una respuesta.
Tsukishima intenta arrodillarse y alejarse, pero Kuroo lo sostiene con un agarre de acero, como subrayando quién está a cargo. Así que lo empuja con fuerza y lo acuesta de espaldas.
Aprovechando descaradamente su debilitamiento, Tsukishima se incorpora un poco y luego se deja caer nuevamente. No hay más palabras, su cerebro se apaga y lo único que atina a hacer es a penetrarse a sí mismo con movimientos cortos y desiguales, intentando encontrar el ángulo correcto. Kuroo aprieta el agarre en su cintura y lo empuja hacia abajo, penetrándolo más profundo.
El placer se vuelve agudo y recorre cada centímetro de su ser hasta llegar a la punta de sus dedos. Tsukishima se mueve a un ritmo frenético, presionando su mano contra el pecho de Kuroo y observando su rostro con sus ojos entrecerrados. Kuroo le devuelve la mirada con atención y lo estudia por debajo de sus pestañas, pero Tsukishima recuerda su vergüenza, ahí mismo, en ese preciso momento, frente a ese hombre, inclinado, gimiendo, follándose con todas sus fuerzas, sin fuerza de voluntad para detenerse.
—Detente —exhala.
—¿Qué? —Kuroo se ve genuinamente sorprendido, y aprieta su trasero con sus fuertes manos.
—No me mires así.
—Como si pudiera —responde con voz ronca, y cubre la mano de Tsukishima con la suya, entrelazándola y deslizándola hacia arriba y hacia abajo sobre el miembro.
Terminan en diferentes momentos, primero Tsukishima, rechinando los dientes, y luego Kuroo, con un estúpido «Oh, ¿ya es hora?» y una risa bobalicona. El orgasmo casi los lleva a una inconsciencia total, Tsukishima se estira en el suelo. Junto a él, Kuroo ata el condón y lo arroja hacia un lado. Respira con dificultad, su pecho luce agitado y su frente brilla de transpiración.
El agotamiento es agobiante; Tsukishima se desmayaría allí mismo sobre el suelo si no tuviera estándares y no siguiera teniendo la persistente sospecha de que aún podría recibir un disparo.
—¿Ducha? —pregunta Kuroo.
Asiente.
Kuroo le sonríe perezosamente, casi adormilado— ¿Puedo unirme?
Tsukishima bufa—. No hemos dormido en más de un día, apenas sobrevivimos a un tiroteo hace dos horas y ya no tenemos diecisiete años. Dudo que logres durar una segunda ronda.
—En realidad, yo también quiero ducharme —Kuroo arrastra sus dedos por su brazo, y luego se empuja hacia arriba con el codo, siendo cuidadoso de no apoyar su otro brazo. Tsukishima nota que seguramente su brazo esté doliendo nuevamente, tiene suerte si su herida no se ha vuelto a abrir—. Pero puedes ir primero si te sientes tímido, yo me quedaré aquí y veré como desfilas tu lindo trasero desnudo.
Tsukishima pone los ojos en blanco y se pone de pie con esfuerzo. Pero entonces Kuroo lo agarra por el cuello y antes de que pueda entender lo que ocurre, es arrastrado hacia abajo y encuentra que está siendo besado.
No es apasionado como hace menos de diez minutos, ni siquiera es con lengua, solo es un suave, húmedo y cálido toque. Cierra los ojos y corresponde. No tiene idea de lo que está haciendo, ni por qué, mucho menos a qué los conducirá todo eso, pero corresponde.
A lo que los conduce es a esto.
Tsukishima entrecierra los ojos con sospecha mientras se vuelve a poner la camisa. Solo Dios sabe cuánto se arrepiente de hacer dejado su equipaje en la habitación del motel en el que se hospedaba con el Servicio Secreto.
—¿A dónde iremos? —pregunta de nuevo, poniéndose las gafas. No le gusta cómo Kuroo le sonríe desde la puerta del baño.
Y le gusta aún menos su respuesta—: ¿A qué te refieres? Te llevaré a conocer a mi familia, por supuesto.
—Las Hermanas Mayores —dice Kuroo— ¿Alguna vez has oído de ellas?
Y Tsukishima solo sube un poco más la radio.
Kuroo luce relajado: está reclinado en el asiento, tamborileando los dedos en el volante y, lo más impactante de todo, es que ha estado en silencio la mayor parte del viaje. Tsukishima mira su perfil, todo cubierto de magulladuras y cortes, el brazo izquierdo apresado en un cabestrillo por su disparo, y al mover los ojos hacia arriba, aprecia el chupón en el cuello que él mismo le hizo. Siente cómo sus mejillas se sonrojan e instantáneamente aparta la mirada hacia las calles embotelladas visibles desde el parabrisas delantero.
¿Cómo es que terminó atrapado en ese lío?
Apenas se dicen una palabra hasta que llegan al territorio de las Hermanas. Cuando las pesadas puertas de metal con alambre de púas se abren, Tsukishima finalmente vuelve a hablar— ¿Tu obispo está aquí?
Kuroo levanta las cejas expresivamente—. Bueno, sí, ¿por qué? ¿Tienes la repentina necesidad de confesarte?
—Usualmente te confiesas con los sacerdotes —murmura Tsukishima, observando la calle por la que han entrado ¿Qué es esto, una guarida de prostitución organizada? Seguramente no lo llamen así en voz alta, por algo se las conoce como «Hermanas Mayores».
—No seas pedante, Kei.
—No estoy siendo pedante, te estoy corrigiendo, Tetsurou.
—Pedante.
—No, Dios, ¡cállate!
—Y, por cierto, sé a quién se confiesa la gente, en realidad yo también soy un miembro del clero, ¿quieres confesarme tus pecados y pedirme perdón? —mueve las cejas de forma sugerente.
Tsukishima se gira a mirarlo y pregunta, perplejo—: ¿No hice eso anoche?
Y ese poco de vulgaridad valió la pena solo para ver el rostro de Kuroo en ese momento.
—¡Ke-iiiiiii! —prácticamente golpea el volante con su mano sana. Un poco más y empezará a tocar la bocina— ¿Sabes hacer chistes? ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¡Creí que ya no tenías remedio!
Tsukishima sonríe y lo ignora, antes de cambiar de tema nuevamente—. Van a querer dispararme cuando me vean.
—Por supuesto que querrán dispararte —Kuroo asiente con la cabeza, doblando en una esquina. La mirada de Tsukishima aterriza en la mano sobre el volante y las venas en su brazo extendido, lo que le resulta muy erótico—. Si no hubiese ocurrido lo de anoche, yo también querría dispararte.
No, quizás no sea tan erótico después de todo. Dios, ¿qué hizo para merecer esto?
—¿No podríamos evitar plantear este tema mientras estemos aquí? —ya no puede contener su irritación, su mirada prácticamente apuñala su cabeza.
Kuroo bufa— ¿Acaso eres tímido?
—Solo quiero mantener mi vida personal apartada de la mirada de gánsteres indonesios, ¿puede ser?
—¿Así que ya soy parte de tu vida personal? —Kuroo sonríe inmediatamente.
Frenan junto a una de las casas. No hay nadie en la calle, por lo que Tsukishima aprovecha, posa una mano sobre la cadera de Kuroo y le sonríe—. Eres mi ofensa personal.
Luego toma el arma y sale del auto. Las calles allí son casi todas idénticas, repletas de casas con techos color granate, prácticamente imposibles de diferenciar. Una vez que cierra la puerta del auto, Kuroo conduce unos metros más adelante, aparca correctamente y sale del vehículo.
—Escucha, necesito que cooperes conmigo —dice—. Devuélveme mi arma.
—¿Me hablas en serio? —levanta la glock hasta la altura del hombro y la sujeta por el cañón en lugar de por la empuñadura—. Ya te dije que...
Suena como una excusa, pero en su cabeza sigue habiendo una desagradable alarma de advertencia recordándole que no significa nada para este tipo, por lo que de todas maneras está en necesidad de justificarse. Incluso a pesar del sexo.
Kuroo le sonríe, pero su mirada es seria. Extiende su mano—. Sí, ya me dijiste —su voz suena dura—, pero igual dame el arma.
Y Tsukishima logra leer entre líneas las obvias implicaciones: «eres tan genial que estoy preparado para perseguirte por toda la ciudad, pero también casi me matas dos veces, así que no puedo confiar en ti mientras tengas un arma, lo siento». Recuerda su expresión en la fábrica y decide alcanzarle la pistola por la empuñadura, a pesar de que su obstinación innata y su rencor le dicen que no lo haga. Ignora sus impulsos, a pesar de que una especie de dolor infantil e irracional le pica por dentro.
¡Maldita sea!
—Ahí estás... —Bokuto, apareciendo a pie desde una esquina, se queda congelado en su lugar. Detrás de él, Tsukishima logra ver otra figura— ¡Qu... Hermano! ¡¿Qué demonios significa esto?! —señala a Tsukishima.
—Ya le avisé a Yaku que lo iba a traer —Kuroo explica—, está todo bien.
Son dos: Bokuto gesticulando enérgicamente, pasando por todas las etapas entre la conmoción y el disgusto, y otro chico, tan diferente de él como es posible. Bokuto es un coloso gigante, muy similar a un oso, mientras que su compañero es alto y delgado, elegante como una raya negra en un azulejo blanco. El rostro de Bokuto es grande, con rasgos bien definidos, mientras que su compañero tiene un rostro estrecho, con pómulos afilados y ojos atentos escudriñando a Tsukishima.
—¡¿No se supone que teníamos que matarlo?! —continúa Bokuto.
—Oh, Bo, después de todo lo que hicimos anoche, no puedo simplemente matarlo.
Y Tsukishima apenas se refrena de estrangularlo. Recuerda que mientras reaccione como de costumbre, todo parecerá una de las habituales bromas de Kuroo, nadie se dará cuenta.
—¡Hermano! —Bokuto, presiona sus manos contra su pecho, por evitar posarlas sobre su hombro— ¡Él te sedujo!
—Tenemos un romance —le asegura Kuroo. Tsukishima mira tan fijamente la valla, con tanta fuerza de voluntad que podría sacar al Titanic del Océano Atlántico.
—Akaashi Keiji —el chico que acompaña a Bokuto se presenta en voz baja.
—Tsukishima Kei —responde con la misma tranquilidad, aunque está seguro de que Akaashi ya está enterado de todo.
—¡Te está usando! —Bokuto exclama indignado.
—¡No hables así de él! ¡Es mi chico! —Kuroo exclama dramáticamente.
Los matará. A ambos. Simplemente llamará al Cartel en ese mismo momento y los entregará, dejará que vengan aquí y se ocupen de ellos.
—Te lo advierto, ¡no puedes esperar nada bueno de hombres como él!
—¿Y tú qué sabes de hombres?
—Lamento mucho... —dice Akaashi en voz baja. Tsukishima lo mira con sorpresa—... todo esto.
Pero en realidad, a Tsukishima no le sorprende.
—¿Estás al tanto... —pregunta cautelosamente, mientras que las moralizaciones de Bokuto sobre las relaciones personales va subiendo en grados de vulgaridad—... de que lo abandoné en las garras del Cartel del Amanecer y escapé?
Pregunta por si acaso. En teoría, Kuroo es el favorito de todos además de ser el bufón local, por lo tanto, todos deberían de odiarlo con pasión y de todo corazón luego de lo que le hizo.
Akaashi suspira—. Así que básicamente lo dejaste a una muerte segura.
—Exactamente.
—¡Eres un idiota!
—¿Yo? ¡¿Yo soy un idiota?! Escucha, tú...
—Mi más sentido pésame por tu desgracia —Akaashi se pellizca el puente de la nariz con dos dedos.
Parece que hay una luz al final del túnel: ahora hay una segunda persona en Yakarta que parece ser normal.
—¡¿Por qué mierda están gritando en la calle a esta hora?! —Alguien abre la puerta y cierra de un portazo. Yaku aparece con el brazo vendado y una expresión previsiblemente oscura— ¿Están locos?
—No estamos locos —responde Kuroo.
Y Bokuto, que estaba listo para pelear con él hace tres segundos, instantáneamente lo respalda—. Hermano, ¿por qué nos grita?
Jardín de infantes para niños locos de Yakarta. Alumnos: Bokuto Koutaro y Kuroo Tetsurou.
Después de eso, Yaku, ignorando al par de idiotas, mira a Tsukishima y hace una mueca—. El obispo está en camino, dio órdenes de que no le disparáramos.
—¿Qué quieres decir con que no le debemos disparar? —Bokuto se queja, y Tsukishima solo tiene deseos de regresar a sentarse en el auto y quedarse allí hasta el fin de sus días. O incluso mejor, regresar al Citadel o al Cartel para que ellos mismos lo maten. Pero entiende que hasta que no termine todo el asunto de las estereoplacas, tendrá que aguantar hacer equipo con este grupo.
Las puertas se abren de nuevo: el obispo de Java, Nekomata Yasufumi, luce exactamente como lo ha visto en fotos. Mientras baja la escalera de la entrada, los dobladillos de sus vestiduras quedan atrapados ligeramente en los escalones, luego se detiene y dice—: Tsukishima Kei.
Y Tsukishima finalmente exhala. En cualquier caso, ya no tendrá que correr por la ciudad buscando donde esconderse.
—¿Descubrieron tu tapadera?
—Tuve que irme —se encoge de hombros—. Quería solicitar su apoyo, obispo, pero eso resultó demasiado arriesgado ¿Él se ha puesto en contacto con usted?
—¿Qué mierda ocurre aquí? —Kuroo finalmente espeta— ¡Pensé que iba a ordenarnos que lo fusilemos!
—¿Fusilar? —Nekomata finge estar horrorizado— ¿A quién? ¿Al asistente de Ukai, enviado aquí específicamente por él desde los Estados Unidos?
¿... Sorpresa?
¡Segundo plot twist! Aunque este sea bastante más evidente que el primero jaja
Hice un pequeño arreglito en la traducción para que se entendiera mejor. Resulta que en idioma ruso tienen distintos niveles de familiaridad en el habla (así como en el japonés) y esto se nota mucho en las conversaciones.
Lamentablemente, eso se pierde en el inglés y el español no alcanza del todo para abarcarlo. Durante toda la historia, Kuroo y Tsukishima como que se tutean con un grado de respeto, el cual cambia a un grado de familiaridad luego de este capítulo. Como en español se tutean con familiaridad desde el principio, se me ocurrió que desde ahora empezaran a llamarse por sus nombres de pila, así la diferencia se nota más.
Ahora que lo pienso, hubiese sido rara la sexcall de Kuroo hablando formalmente jaja
No me gusta cuando me spoilean fics, por lo que intenté fingir demencia cuando todos dijeron que iban a coger jaja
Sí, puede que alguno se moleste porque no puse advertencia, pero en mi defensa solo puedo decir que saben en qué clase de fic se están metiendo y que todo está aclarado en la descripción (?
En todo caso, me resulta mejor no poner la advertencia al principio.
AHORA SÍ, ¡tirenme con sus teorías! Los voy a leer apenas baje del colectivo.
Creo que eso es todo por hoy, ¡nos leemos el miércoles!
¡Besitos!
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