𝘼𝙫𝙚, 𝘿𝙤𝙢𝙞𝙣𝙪𝙨 𝙚𝙩 𝘿𝙚𝙪𝙨

Salve, Señor y Dios

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Fue lo ultimo que escucho Svanhvít antes de caer en cuenta de la situación en la que se encontraban ella y las demás valquirias del palacio real en la capital. En los minutos sucesivos a la aparición de hercúleas pantallas holográficas posarse sobre toda la metrópolis.

Escuchar como aquellas pantallas, que mostraban la figura de una doncella encapuchada rodeada de un halo de misterio, resonaban en toda la capital con sus anuncios de juicio hacia su reina, su madre, la hicieron sentirse insignificante.

Siempre se había mantenido al margen, por volición propio, del mando y su capacidad de tomar las decisiones por su posición de ser la mayor de las valquirias. Rechazaba la idea de mandar, de tomar decisiones de peso, negando su propia autoridad y refutando sus propias capacidades limitándose a ser la mensajera y mediadora de la voluntad de la corona valquiria, a las órdenes de su madre.

Recopilar información, servir como embajadora de los reinos medievales del Oeste para apaciguar los conflictos territoriales, fungir como figura de tutoría para las más jóvenes valquirias del Folkvangr, y finalmente intentar acercarse a sus distantes hermanas biológicas. Sin embargo, aun siendo una diosa digna de veneración por si divina imagen angelical y haber organizado la migración de almas humanas al Valhalla para su reencarnación como Psicopompo, Svanhvít Freyjadottír, siente un inconmensurable sentimiento de inseguridad y desconfianza de sí misma que le hace ver todo como un vacío oscuro en su impotencia.

Impotencia de sentirse incapaz de llenar los zapatos de sus hermanas mayores asesinadas por la Orden Dorada.

<<He-hermanas...E-Eir...Bru-Brunhilde...>> Gimoteaba la valquiria mayor imaginando las siluetas ensombrecidas de sus hermanas mayores. El largo pelo plateado de la primera valquiria, Eir, con su lanza en forma de corazón en la punta y su armadura de doncella guerrera, y el largo vestido blanco emplumado de la segunda de las valquirias, Brunhilde. Ambas con sus rostros ensombrecidos y semblantes carentes de emoción. <<Por favor alguna ayúdeme en esto...No soy como ustedes.>>

Desde la muerte de sus hermanas mayores, el puesto de mayor de las valquirias, la primera en la línea de mando solo por debajo de la reina no ha sido más que un peso para la vida de Freyjadottír. Un peso que sacudió toda su zona de confort. Nunca estuvo preparada para una responsabilidad para la que ni siquiera había sido tomada en cuenta.

Carecía del carisma, el altruismo, la disciplina y valor de tomar decisiones de Eir a la vez que carecía del valor, la determinación, la impetuosidad y sagacidad de Brunhilde. Svanhvít solo era especial en ciertos campos de los que fue relegada con el tiempo entre más dictamines fueron dando las fuerzas autoritarias de los cielos. Como resultado solo veía el mundo más gris y apagado perdiendo su color bajo una falsa imagen resplandeciente. Un mundo oscuro donde solo miraba figuras ominosas irreconocibles rodeándola y pronunciando palabras indescifrables.

<<Mamá...ella vendrá, ella es la que vendrá a solucionarlo todo como siempre lo hace, esto solo es una fachada. ¡Así tiene que ser!>>

Freyja, la divina hija de Odín, madre y reina de valquirias, matriarca de todo el País y de los hombres. Freyjadottír busco refugiarse en los recovecos de su mente buscando las memorias de su servicio a su madre como su valquiria de confianza, confianza que le daba seguridad en si misma, no obstante, solo encontró delegación a trabajos menores y sentirse reducida a una acompañante antes que una valquiria que pudiera dar consejo. No era invitada a las reuniones secretas con su consejo, los hilos de información eran limitados y confidenciales para ella.

Tal vez a raíz de esto empezó era el por qué sentía una triste envidia a la figura de sus hermanas mayores. Sentía que su madre no confiaba en ella con falsas promesas.

Se abrazo a si misma buscando confort donde no lo había ignorado aquellas ominosas sombras que la rodeaban y buscaban invadir su espacio personal. Entre ese sombrío mundo la luminosa figura de su madre se alejaba más y más. Sintió un arrebato de frustración, impotencia, desprecio contra si misma al sentir que no hacia nada para evitar como su madre se desvanecía entre las sombras al son de aquella misma voz de una mujer declarando:

Sintió como una de aquellas sombras la tomaba por los hombros haciendo que se sobresaltara de un respingo. El agarre de aquella ominosa sombra, que la miraba fijamente con unos ojos morados en sus cuencas, la empezaba a sacudir. Svanhvít intento forcejear y resistirse, gimoteando, queriendo liberarse y salir de aquel mundo oscuro. Aquella silueta la llamaba por su nombre, su voz distorsionada y inentendible.

<<Por favor...>>

Una sombra más pequeña y de ojos azules se le acerco, rodeándola y con ello el pánico corrió por sus venas hasta llegar a sus cuerdas vocales. Viendo como la imagen de su madre se desvaneció por completo de aquel plano la mayor de las valquirias bramo suplicando...

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Folkvangr, La Fortaleza roja, Acrópolis de la Capital Real

Treinta minutos luego del anuncio de Alatyr.

Svanhvít reacciono volviendo en si súbitamente tras escuchar el potente grito de la joven voz que queda de Reginleif junto a las sacudidas de la valquiria que la acompañaba. Se encontraban todas en la sala de telecomunicaciones de Fólkvangr en uno de los cuarteles de logística de las Randalinas.

—¡Oh por Freyja, por fin reaccionas! —exclama la valquiria de larga cabellera morada que caía hasta sus hombros viendo como su hermana mayor empezaba a recobrar la conciencia de si misma y su derredor — ¡Todo esta siendo un desastre para que te pongas dejarte llevar por el impacto de esa forma!

—Hermana... —musito la mayor de las valquirias consternada y aun pasando por las secuelas de su estado previo, empezó a analizar con su mirada a la hermana valquiria que le reprimia preocupada.

Pero antes de pronunciar su nombre fue sorprendida y atrapada por un repentino abrazo de Reginleif quien se aferro a ella entre sollozos que a duras penas lograba contener.

—¡No vuelvas a hacer eso, tía Svanhvít! —brama Reginleif levantando la mirada en una mueca afligida aferrándose a ella y jalándola de sus faldas— ¡Te quedaste quieta, temblando y balbuceando cosas ahí de pie mientras que todas están preocupadas y ajetreadas!

—Reginleif...yo... —espeta débilmente la valquiria mayor apretando los labios mientras rodeaba a su sobrina con sus brazos para darle confort y calmarla, entonces como podía se esforzó por dedicarle una sonrisa de seguridad para apaciguarla— Lo lamento, Reginleif, no volverá a suceder.

—¡Prométemelo! —dice dejando de temblar entre los brazos de Svanhvít.

—Yo...Lo prometo, Reginelif. —asiente confirmándole— No volverá a darse un momento así de mi parte. Solo...me deje llevar por el shock del momento...

—Y más vale que no se repita. —declaro la valquiria que se encontraba observando y estudiando a ambas— ¡Todo allá fuera es un desastre! Y aquí dentro no es diferente, todas las Randalinas están movilizándose para controlar los alborotos en las calles de la capital.

La valquiria real desvió su analítica mirada de las dos para encarar con su dotada vista una de las ventanas circulares de la sala que daban vista directa a la opositora situación del pueblo llano en las calles de la ciudad. Aun estando separados por kilómetros y a gran altura era capaz de ver a la histérica población conglomerarse en las calles cual muchedumbre. La valquiria quien vestía con un atuendo que mezclaba elementos de Sheriff y un porte victoriano gracias a su sombrero de copa. En su brazo portaba un rifle de francotirador con relieves de oro y ranuras donde estaban marcados símbolos rúnicos.

—Tuvimos que desplegar nutridos grupos de Randalinas con equipo antidisturbios para controlar a la población. —lanzo una endurecida mirada al cielo que se divisaba a través del cristal de la ventana, allí vio las titánicas pantallas de hologramas que mostraban el rostro de la jueza suprema— Después de tanto tiempo...y aun no me acostumbro a sus exagerados anuncios.

—Y no creo que lo hagamos nunca, Gunnr...—musito Svanhvít a espaldas de la oficial valquiria quien miro a su hermana por el rabillo del ojo. Aun estaba abrazando a Reginleif para transmitirle seguridad, el gesto le provoco una sonrisa a la sheriff.

—Estamos de acuerdo. Y también estamos de acuerdo que el desorden está arraigando en el palacio por todo este embrollo, no obstante...—dice esgrimiendo su rifle de francotirador con agiles movimientos hasta posarlo sobre su hombro dedicándole una sonrisa de compañerismo a su hermana mayor que hizo que esta entreabriera los labios sorprendida por el porte de su hermana valquiria.

Gunnr se agarró el ala de su sombrero y asintió haciendo una reverencia cordial a su hermana mayor, quien viéndola junto a Reginelif se llevaron una gratificante sonrisa en sus rostros que la sheriff correspondió. La más joven de las princesas se enjugo los ojos corriendo para atrapar a su otra tía en un abrazo.

—¡Gracias, tía Gunnr! —dijo la valquiria adolescente dándole un fuerte abrazo a la oficial mientras detrás suyo Svanhvít se acercaba pisando con sus tacones— Pensé que estabas en los suburbios de la capital ahora mismo, en el departamento de vigilancia.

—Tiene razón, hermana, ¿No se supone que deberías de estar intentando mantener bajo control a la muchedumbre? —agrega Svanhvít, siendo más alta que su hermana por unos cuantos palmos. La pregunta borro la sonrisa del rostro de su hermana quien aparto a Reginleif suavemente con una mano en su hombro.

—No te mentiré, esto nos tomo por sorpresa a todas en la comisaria. —dijo acariciándole la cabeza a Reginleif quien se le escuchaba atenta— Fue como la detonación de una bomba oculta, incluso a mis oficiales y fuerzas especiales están teniendo problemas para controlar al populacho. Dejé a cargo a uno de mis hombres y vine volando sobre mi rifle lo más rápido que pude para reunirme contigo, hermana. Escuche que Róta viene en camino a controlar la situación...

—¡¿Róta?! —brama Svanhvít sorprendida ante las palabras de su hermana— ¡¿La mismísima mariscala de las valquirias viene aquí?!

—Nuestra hermana teme que la situación se salga de control...—mascullo virando la cabeza hacia la ventana otra vez, tanto Svanhvít y Reginleif la siguieron con la mirada y todas recayeron en el desalentador panorama de la ciudad— Más de lo que ya está...

—Pero solo están asustados...—pronuncia Reginleif viendo a duras penas las zonas más cercanas a la Fortaleza Roja. Logro divisar a conglomerados grupos de civiles pedir ayuda a las Randalinas que los vigilaban sobrevolando los edificios y las calles. Algunos incluso se postraban de rodillas frente al palacio real— ¿Por qué venir la tía Róta, siendo esta la jefa de las fuerzas armadas del ejercito valquiriano, solo por esto?

La joven princesa se volteo a ver a sus tías, Svanhvít y Gunnr vieron sus consternados ojos azules zafiro llenos de dudas y preocupaciones, temía de lo que pudiera significar las noticias de Gunnr. La oficial se le acerco a Reginleif agarrándola de los hombros dándole una sonrisa para transmitirle confianza.

—Tranquila, Regin, nada malo va a pasar. —pronuncia la sheriff dándole unas palmadas en los hombros a la joven peliblanca— Esto que sucede solo es un...contratiempo que vamos a arreglar todas. Esto no es nada, por lo que puedes irte a tu cuarto a jugar, leer o lo que te guste hacer, ¿Sí?

—Si es así...¿Por qué la tía Róta va a traer sus fuerzas armadas? —murmuro sintiéndose insegura, con sus manos temblando. No era la respuesta que se esperaba— Si esto no fuera algo malo, si no fuera a pasar nada, ¿Por qué toman esas medidas?

Aquella pregunta de la joven princesa dejo enmudecida a la sheriff, esta viendo de reojo a Svanhvít quien se acercaba al ventanal lentamente para ver, a través de su yelmo, el anárquico panorama de gritos humanos del exterior, después de un rato la mayor de las valquirias levanto la vista para ver el obstruido firmamento. Gunnr se devolvió para encarar a Reginleif.

—Estamos actuando con cautela, Reginleif. —se explicó, sin embargo, la princesa sintió como la oficial se mantenía reticente— Solo queremos ser precavidas, yo y mis hermanas solo queremos priorizar la seguridad de todos aquí y la tuya. Por favor ve a tu cuarto que tengo que hablar con tu tía aquí presente.

—¿Cautela contra humanos Helganos que viven junto a nosotras? —inquirió quitándose las manos de Gunnr de sus hombros sorprendiéndola— ¡Eso es algo que pueden hacer tú y mi tía junto a las Randalinas, como con los forajidos renegados que has capturado!

—¡Reginleif entiende que esto va más allá de eso! —exclama la oficial de policía levantándole el tono de voz a la menor haciendo que esta se encogiera retrocediendo unos pasos, cabizbaja. Aquella reacción no paso desapercibida para la sheriff quien chaqueo los labios oteando su derredor hasta clavar sus ojos en la espalda de Svanhvít— ¡Hermana apóyame en esto!

Gunnr apretó los dientes y miro con seriedad a su hermana, esperaba su apoyo en su discusión con Reginleif para así enviarla a su habitación. La oficial deseaba que su hermana se volteara a verla, pero en medio de un silencio sepulcral entre las tres valquirias, tras más de diez segundos, se dio cuenta de que no habría respuesta.

—¿Hermana?

Svanhvít no respondió. Gunnr enarco las cejas, confundida, por como parecía que su hermana mayor la ignoraba. Esto no paso desapercibido para la joven princesa Reginleif, quien dejando su postura encogida, levando la cabeza para ver como su tía, quien se encontraba viendo la capital desde el ventanal ovalado de la sala, temblaba de pies a cabeza.

—Tía Svanhvít...—farfulló ensanchado los ojos. Levanto sus manos y rápidamente, antes de que la propia Gunnr le llamara la atención, se acercó lo más rápido que pudo a la rubia para tomarla de uno de sus brazos— ¡¿Qué es lo que te sucede ahora?!

Empezó a sacudir su brazo, temiendo que se repitiera aquel estado catatónico en que cayo tras el anuncio de Alatyr. Gunnr detrás de ambas se dio cuenta de las intenciones de Reginleif y se acercó para intentar socorrer a su hermana otra vez.

Sin embargo, ambas escucharon como la tercera hija de Freyja empezaba a balbucear:

—Está volviendo a pasar...

—¡Y justamente me prometiste que no lo volverías a hacer! —chilló Reginleif arisca sacudiendo a su tía, pero esta no reaccionaba, en su lugar continuaba balbuceando. Entonces al ver que no reaccionaba con ella lanzo una mirada a Gunnr para que la socorriera— Gunnr ayu...

De pronto se dio cuenta que al igual que Svanhvít, Gunnr, estaba viendo el obstruido firmamento de Helgafell con una mirada de estupefacción y un creciente pánico como ningún otro. Reginleif logro escucharla pronunciar unas palabras por lo bajo:

—¿Ma-madre? —tartamudeo Gunnr, con rostro pálido de la estupefacción de ver el cielo.

Reginleif quedo en silencio, un silencio sepulcral absoluto ulterior a las palabras de Gunnr. Todo el rellano de la sala de telecomunicaciones quedo en silencio, ninguna de las maquinas transmitía algún comunicado, llamada de apoyo o sonido alguno; La capital real, Helgafell, quedo en silencio solemne al dejar de escucharse ruido alguno de un momento a otro. Los gritos de humanos por toda la ciudad acallaron y todo el ambiente se volvió más pesado.

Entonces Reginleif, invadida por una traicionera curiosidad, siguió el ejemplo de sus tías empezando a alzar la mirada, con las manos ahora en el alfeizar, para ver por la venta las titánicas pantallas holográficas que obstruían los últimos deferentes rayos luz del alba antes de caer la más absoluta noche.

La más joven de las valquirias sintió como una corriente de un pavor como ningún otro recorría todo su cuerpo haciéndola perder el sentido de si misma y de su alrededor.

—Esta volviendo a pasar...tal como sucedió en aquellos juicios...—la única voz que reverbero en la habitación y a oídos de sus compañeras fue la de Svanhvít. Entre jadeos su voz fue casi ignorada por su temblorosa hermana quien dibujo una mueca airada en su rostro mientras que su horrorizada sobrina queda en estado catatónico de incredulidad— Aquellos malditos juicios que nos dejaron marcadas como las parias de la raza divina por los años venideros...

Todas las valquirias escucharon, y todos los mortales escucharon, en un silencio mediático como del cielo resonó el suave pisar de unas botas sobre el mármol de suelo. Hombres y mujeres, niños y ancianos, familias humanas y randalinas, volvieron a escuchar otra suave pisada seguida de otra a un ritmo parsimonioso que dejaba a todos enmudecidos, incapaces de articular palabra alguna.

Fue como si el tiempo mismo se hubiera detenido para toda la población en Helgafell. Incluso los habitantes de distintos reinos y ciudades de la Óblast quedaban estupefactos ante lo que se presentaba ante sus ojos en aquellas colosales pantallas.

Svanhvít continuo su monologo al unisonó que en las pantallas se veía el como una mujer de mono negro rasgado bajaba una larga escalinata inclinada cabizbaja. Las manos de la diosa estaban encadenadas con esposas de hierro con símbolos rúnicos Aegishjalmur. Su cabello dorado desarreglado y con su magnánima imagen reducida a la de una presa a punto de ser juzgada en diferentes perspectivas otorgadas por las pantallas del cielo.

—Todo por la voluntad implacable y despiadada, nuestros progenitores, quienes nos han puesto en el mismo estatus que a la humanidad...—Svanhvít se llevó los brazos hacia la cabeza, su casco antifaz, y empezó a removérselo a un lado de sus compañeras valquirias, ninguna le presto atención, ambas estaban sintiendo como sus corazones retumbaban de pesar con cada paso de su reina en aquella escalinata rodeada por filas de graderías sin fin y en todas figuras variopintas se encontraban sentados en sus tronos.

Todos estos miraban con especial desprecio, recelo, aprensión y decepción a una esposada Freyja Odindottír quien bajaba los escalones lentamente ante la prejuiciosa mirada de aquellos seres. Seres poseedores de poderes y hazañas más allá del entendimiento humano y valquirico. Ellos eran los gobernantes de la creación venidos de todos los rincones más lejanos del cosmos...

Los dioses.

>>Esa es su voluntad. La voluntad de hacernos sufrir como a la humanidad. —declaro poniendo su removido casco sobre el alfeizar con los ojos cerrados, aquellos ojos que abrió una vez para ver con un semblante de lamento y tristeza a quien la concibió reflejado en sus iris verdes.

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El sonido de un taconazo reverbero en todo el inconmensurable interior del senado de Alatyr. En aquel edificio, de una arquitectura incomparable que, hacia palidecer a cualquier edificio humano, lo único que perturbo el inquebrantable y sofocante silencio fue el impacto de los tacones de la reina valquiria quien acababa de emerger del oscuro umbral.

Freyja Odindottír fue recibida por los haces de glorificados rayos de luz dorada y vaharadas de humo áureo que iluminaron su rostro y figura haciendo que casi tuviera que cubrirse los ojos para no quedar ciega. Tras una pausa que se dio para acostumbrar su vista pudo discernir la arquitectura barroca que ornamentaba los murales, los pilares que se alzaban decenas de metros hacia arriba hasta llegar al techo abovedado del cual emanaba aquellas luces divinas de sus triforios junto a la iluminación de inmensos candelabros dorados.

Freyja permaneció estática un instante al darse cuenta de la inconmensurabilidad de aquel edificio divino que se extendía por hectáreas en una amplia planicie circular donde en su centro era ocupado por un altar. Su mirada de centro en aquel altar rodeado de velas encendidas, poniendo atención pudo divisar la erguida figura de una mujer oculta bajo un velo y el humo dotándola de aires de misticismo de un oráculo.

De pronto un fuerte estremecimiento recorrió todo el cuerpo de Freyja envarándola y oteando fugazmente toda la galería para encarar aquello que la hacía sentir observada.

Solo para darse cuenta de las incontables filas de gradas divididas en secciones separadas unas de otras por largas escalinatas que terminaban en aquel altar del centro. Filas de miles y miles de gradas posicionadas alrededor de la planicie y Freyja vio como en todas y cada una de estas se encontraba sentado en su respectivo trono una deidad. Miro a su izquierda y se encontró con un sinfín de deidades, oteo a su derecha encontrando más y vislumbro todo el senado y encontró a miles de dioses de distintos panteones.

Toda una comuna divina y sobre las agrupaciones de gradas separadas, sobre cada una, se alzaban grandes hologramas en los murales ilustrativos que retrataban hazañas históricas y sus símbolos culturales, todo con tal de separar a los panteones unos de otros y diferenciarlos.

El congojo subió por el cuerpo de la Ásynjur al verse rodeada de tantos dioses y en todas las miradas que lanzo logro entrecruzar miradas con ellos en ese incesante silencio...fueron miradas de desprecio.

Ya fueran dioses venidos de las tierras de oriente, deidades animistas, dioses europeos o las deidades mesoamericanas; todas estas lanzaron miradas silenciosas de repudio, rechazo y de impronunciables maldiciones contra ella. El corazón de Freyja martilleo bombeando la angustia por sus venas apretando los labios y mirando abajo. Era una diosa como ellos, pero, aun así, en aquella comunidad divina, se sentía como una paria.

Todo el respeto que había forjado durante milenios había sido roto en miles de pedazos. No tenía poder alguno, ni siquiera el valor, para devolverles la mirada a sus semejantes. La matriarca se queda de pie inmóvil durante unos segundos hasta que sus sentidos estallaron al escuchar una suave voz:

—Freyja Odíndottír.

Calmada y melódica, pero a la vez autoritaria voz surgió del denso humo que ocultaba la silueta de aquella doncella en el centro de parlamento. El humo dorado empezó a despejarse y la imagen de aquella mujer de sombría túnica encapuchada se presentó a ojos de la Ásynjur. Freyja trago saliva y se envaro notando como los dioses que la rodeaban en la escalinata desviaban su mirada hacia la jueza suprema.

—Pase adelante. —pronuncio la jueza y las velas que rodeaban su altar danzaron. El misticismo de su elocuente voz capturo la atención de Freyja despertando emociones en ella.

La diosa levanta una mano indicándole a Freyja con un gesto que se acercase. Sus movimientos eran serenos, y sin embargo, para Freyja esto la hizo sentir un gran peso sobre ella. Dubitativa medito unos segundos escrutando entre los dioses de su alrededor.

<<No tengo más opciones que apegarme a las normas del proceso...>> Piensa, mostrando un semblante taciturno para empezar a bajar por los peldaños de la escalinata.

Cada pisada de sus tacones resonó en la galería divina, atravesando las vaharadas de humo y siendo bañada por los rayos de luz de la estancia, Freyja, anadeo a un ritmo parsimonioso escalón por escalón en dirección al altar que le indicaba la Jueza Suprema con su mano, todavía encapuchada en su altar solo dejando ver un poco de sus sedosos mechones rubios cenizos.

Los dioses murmuraron blasfemias contra su nombre y estirpe. La diosa del amor se esforzó en no responderles, no tenía oportunidad, sus energías estaban obstruidas por los Aegishjalmurs en sus esposas, pero aun si no las tuviera, ¿Qué podía hacer?

Entonces se limitó a escuchar en silencio mientras lanzaba analíticas miradas las gradas divinas alrededor suyo; reconoció los símbolos culturales de los dioses adyacentes a ella, a su derecha, eran dioses japoneses con una puerta torii que daba al sol como símbolo holográfico, mientras que a su izquierda se encontraban deidades que vestían túnicas sacerdotales ataviados con plumas y pieles, dioses aztecas. Dos grupos divinos que a sus espaldas lanzaban miradas despectivas.

<<Los últimos en llegar habían sido los babilónicos con su rey...>> Pensó inquieta, diviso las demás cofradías de gradas, empezó a identificar a todos los dioses que podía dándose cuenta de que en efecto estaban todos los panteones reunidos. Escudriño todas las secciones de gradas hasta parar en aquellas que portaban el símbolo de Valknut, las gradas de los dioses nórdicos. <<Están aquí...>>

Estaba a unos cuatro escalones de llegar al altar que le indico la Jueza Suprema. El altar que era para ella estaba separado del de la jueza por una plataforma que elevaba a esta unos metros por encima del altar donde seria enjuiciada, Freyja escudriño en aquella mítica divinidad viendo como la misma se llevaba sus manos hacia su capucha.

—En el pasado, creía que los juicios de Vingolf efectuados contra tus guerreros y tus valquirias pondría en manifiesto ante tus ojos, en forma disciplinaria, cuál es su lugar en el mundo, reina valquiria. —pronuncio suavemente con una impasible serenidad la Jueza Suprema cuando Freyja se encontraba a unos escasos metros del altar, llegando a oídos de Freyja obligándola a mirar— Pero veo que lamentablemente tu sensates se perdió con los años, ¿O esto estoy equivocada, hija de Woden?

Freyja se detuvo a un paso del altar escrutando entre las vaharadas de humo la Jueza Suprema de los dioses se quitaba su capa, aquel velo oscuro que ocultaba su rostro ante todos los dioses quienes vieron atentos como el largo y lizo cabello rubio de la princesa imperial caía por su espalda. La reina de Helgafell encaro envarada a la princesa eslava, quien se le devolvió la mirada con la plata de su antifaz que cubría sus ojos evitando que cualquiera los viera.

Las manos sobre su vientre, erguida e impasible, en su altar por encima del de Freyja, viéndola desde arriba con aquella falta deshumanizada y frívola expresión resultado del antifaz y con incrustación de amatista. Su agraciado rostro de facciones dulces contrastaba con su endurecida expresión e inquietantes declaraciones que helaban la sangre a Freyja.

—Y míranos aquí ahora, tras los últimos juicios ya cumpliendo más de quinientos años volveré a cumplir la voluntad del emperador en la corte. —pronuncia esbozando una sonrisa en sus labios que hizo a Freyja temblar de pies a cabeza intentando mantener el choque de mirada con la diosa eslava.

—Mokosh...—murmuro Freyja entre dientes, tensándose rápidamente al escuchar las declaraciones de la jueza suprema.

Freyja se detuvo a uno metros del altar que le indico la jueza, intento moverse, pero solo pudo quedar inmóvil ante la dura mirada de Mokosh quien seguía teniendo una pequeña sonrisa en sus labios. Aquella sonrisa la invitaba a avanzar, pero sus palabras y su posición en el consejo la hacía sentir a Freyja desnuda ante la mirada de todos los dioses.

El semblante reservado y taciturno con el que contenía su malestar se desmorono rápidamente ante la presión que ejercía estar en presencia de la princesa divina. Mokosh noto esto y golpeando con la yema del dedo la mesilla de su altar fue suficiente para sobresaltar a Freyja, por más que esta buscara no mostrar atisbos de debilidad. La jueza quería que diera los últimos pasos al altar.

<<No. No puedo mostrar dejarme intimidar por ella, no ahora.>> Se dijo para sí misma en sus adentros mientras bajaba la mirada. Podía jurar sentir la despectiva mirada bajo aquel antifaz de la autoritaria diosa.

Aun bajo la penetrante mirada de todos los dioses en los estrados, y la férrea mirada de Mokosh, que atravesaban su mascara de impasibilidad, Freyja avanzo con cautela. Era una reina reducida a una convicta que estaba a punto de ser enjuiciada por la ley divina, pero, aun así, no quería mostrar atisbos de debilidad a aquella mujer.

La princesa eslava permaneció expectante, observando con satisfacción, como la reducida reina valquiria acataba su orden posándose dentro del altar.

<<Esa aura de despotismo que la caracteriza no ha menguado.>> pensó levantando levemente la mirada para encarar a Mokosh sintiéndose tensa en el cruce de miradas con ella. <<Solo ha incrementado en estos años.>>

La tensión entre ambas mujeres no pasó inadvertida para ninguno, los murmullos entre deidades menores en los estrados no se hicieron esperar, pero no tardaron en callar al ver como Mokosh empezó a mover los labios. Todos acallaron, ninguna deidad volvió a susurrar en el gran rellano. En silencio la jueza suprema escudriño en todo el parlamento con una fugaz mirada, dirigió una última a Freyja en el proceso y esta se la devolvió.

No buscaba desafiarla con la mirada, pero aun así la madre valquiria no se encogió ante ella. Mokosh volvió a llevar su atención a los dioses.

—Cumplimos hoy, con esta conferencia, quinientos años desde la última gran convocatoria. —su voz serena y a la vez autoritaria voz resonó con elocuencia— Normalmente se orquestan con la participación de embajadores de las cámaras divinas de los gobernadores, pocas son las veces en que los convocamos, a todos ustedes, amos de toda la creación.

Su voz penetraba en los oídos de dioses, ya fueran deidades menores o supremas, todos escucharon y prestaron atención, inclusive Freyja permaneció enmudecida ante Mokosh.

—No obstante, esta es una ocasión especial, una excepción entre todas nuestras reuniones. Todos ustedes... —esgrime su mano en un gracias movimiento dibujando un arco señalando a todos los dioses a su alrededor— Oh dioses supremos, han sido convocados por la gracia divina de mi padre, el emperador del universo, quien me ha dado el poder para servir nuevamente como jueza el día de hoy. —su rostro iluminado por los rayos de luz dorada que emergían de abovedado ilumina su agraciado rostro y dirige una mirada de acero a Freyja.

Todas las miradas se posan sobre la Ásynjur. Freyja traga saliva al sentir las penetrantes miradas y el cómo Mokosh volvía a esgrimir su mano hacia ella, un gesto que la presentaba al parlamento.

—Para así impartir justicia y sentenciar a la acusada aquí presente: Freyja Odíndottír del panteón nórdico, matriarca valquiria y reina regente del Valhalla. —hizo una pausa silenciosa, un silencio que acrecentó la tensión entre ambas diosas, nórdica y eslava, encarándose la una a la otra— Es acusada socavar la paz, de tramar y conspirar contra los cielos, la destrucción de propiedad intelectual y patrimonios históricos, todo junto a la desdichada humanidad, aprovechándose de su posición como diosa suprema igual que hicieron las valquirias en el pasado encabezadas por sus rebeldes hijas Eir Freyjadóttir y Brunhilde Freyjadottír.

El silencio absoluto se hizo en todo el parlamento, ningún dios hablo, ningún dios declaro y ningún dios abogo por Freyja. Todo ambiente se tornó en un opresivo silencio que hizo a la madre valquiria sentir un nudo en la garganta tras escuchar los nombres de sus fallecidas hijas. El alegato de Mokosh hace que Freyja empezara a lagrimear por sus ojos al desencadenar una oleada de adversos recuerdos llenando su mente. La reina valquiria se contuvo las lágrimas cerrando los ojos con fuerza.

—Dioses, oh grandes dioses. —continua Mokosh alzando las manos a sus semejantes— ¿Vamos a quedarnos de brazos cruzados mientras uno de nosotros conspira a nuestras espaldas para apuñalarnos? ¿Vamos a pasar por algo las malversadas intenciones de una diosa solo por sus títulos?

Un nuevo silencio marcaba una delgada línea entre los crecientes murmullos entre dioses de distintas secciones de gradas encandilados por las palabras de la princesa, otros permanecieron en silencio meditando. El silencio en el gran salón se vuelva pesado y tenso para Freyja quien logra escuchar aquellos lejanos susurros, no reparo en ver de dónde venían, se encontraba inmiscuida en sus tribulaciones mentales intentando resistir las injurias que la jueza declaraba contra ella y a medida que los segundos pasaban los murmullos y bisbiseos se tornaban en inclementes sentencias de los dioses demostrando su desaprobación.

Los oídos de Freyja son atiborrados por inclementes injurias de todos los dioses en el parlamento. Miles y miles de voces ariscas que exigían castigos severos contra la diosa que rompió todos los preceptos divinos, acusándola de diversos crímenes que no cometió. Las palabras de Mokosh habían alimentado a los indignados dioses y esta observaba en silencio como acribillaban a Freyja sin clemencia alguna con sus maldiciones y abucheos.

La princesa Mokosh en un estoico silencio miro a todos los dioses clamando su desaprobación contra Freyja. No los interrumpió, dejo que prosiguieran esperando que pudieran saciar su furia. Freyja en cambio estaba en el altar permaneciendo con los ojos cerrados y jorobada, hundiéndose en su posición con sus manos encadenadas por las esposas que la dejaban en visto ante los cielos como una criminal divina.

<<Cállense...>> Pensó Freyja, intentando ignorar y permanecer fuerte ante los improperios. <<Dejen de insultarme...soy una de ustedes...>> Ladea la cabeza con los lagrimosos ojos entreabiertos viendo sus esposas, marcadas con el símbolo rúnico de Aegishjalmur. —Por favor deténganse...

Fue una débil suplica que salió de sus labios cabizbaja, únicamente escuchada por Mokosh quien la observo en silencio sepulcral. Los abucheos continuaron, maldiciones sobre ella de parte de dioses que decían que no merecía sus títulos, su puesto, ni sus privilegios.

—¿Algo que decir, hija de Woden? —pronuncio Mokosh, siendo lo suficientemente audible para la Ásynjur que levanto la cabeza siendo recibida por la mirada de acero del antifaz de la jueza.

Freyja permaneció en silencio, sus labios entreabiertos evitando gimotear. Mokosh asintió tomando su silencio como una respuesta y se devolvió a los dioses quienes de a poco iban saciando su deseo de exteriorizar su desprecio contenido contra la reina valquiria hasta acallar ellos mismos. Pronto todos en las tribunas volvieron su atención a la princesa imperial quien alzo su mano nuevamente pidiendo su atención.

—He visto como su ira ha sido despertada por las atrevidas acciones de la reina valquiria. Oh dioses, en el nombre del emperador, os pido paciencia, os pido su infinita sabiduría, para ayudarme en mi sentencia final el día de hoy. —a partir que recitaba su elocuente discurso despertaba más sentimientos en los dioses— No somos berserkers irracionales, somos más que esclavos de nuestras emociones, somos dioses. —Mokosh escudriño el gran tribunal, sus palabras tenían a todos los dioses al borde de sus gradas prestándole atención— Y como dioses no podemos tolerar la traición de uno de nosotros, sin importar su posición en nuestra sociedad si esta intenta socavar la paz.

Mokosh alzo las manos y vaharadas de humo dorado emergieron del abovedado de ornado del techo, los rayos de luz iluminaron con su benevolencia a la jueza suprema frente Freyja.

—Declaren en este juicio contra la corona valquiria. —dicta con severidad en su voz, la suavidad y serenidad de su tono y figura es reemplazada ante los ojos de Freyja por la dureza de una autócrata— Enséñenme sus voluntades, grandes dioses.

<<¿A esto se reduce todo?>> piensa con malestar la hija de Odín. <<¿A pender de un hilo mantenido solo por la voluntad de los dioses que tanto me odian?>>

Freyja permanece cabizbaja ante los dictados de la Jueza Suprema, su severidad acallo a los dioses esperando que alguno tuviera la valentía de alzar la voz para exteriorizar sus ideas contra la gobernadora de Helgafell. Los opresivos pensamientos empezaron a asolarla. Apretó los labios esperando que los dioses dejaran de murmurar por lo bajo y sin embargo estos fueron acallando lentamente quedando en silencio.

Un largo silencio que fue irrumpido por el poderoso resonar del decisivo pisotón de un dios que se alzó entre las gradas del norte del gran salón.

—Voy a diferir en esto, princesa Mokosh.

Declaro la potente voz de una deidad con un gran estruendo que sacudió todas las gradas del norte con un temblor haciendo que varias deidades tuvieran que aferrarse a sus asientos y mesas para evitar caer al suelo. La inoportuna sorpresa tomo desprevenidos a los dioses del congreso y a Freyja quien quedo pasmada.

Las sorprendidas miradas de todos los dioses menores cercanos a las tribunas de la sección norte se dirigen a la imponente figura de aquella divinidad quien se levantó de su trono vehemencia con aires de monarca. Incluso Mokosh lanza una mirada de desdén oculta bajo su antifaz para encarar al gobernador.

—¿Qué trata de decir con esas declaraciones, Gobernador de Asgard? —inquiere la jueza— ¿Acaso está pretendiendo osar contra el mandato divino?

 Su severo tono de voz volvió a hacer reverberar los asientos cercanos a su estrado y sobre todo a oídos de Freyja quien sintiendo como su corazón late con fuerza, esperanzada al escuchar un atisbo de inconformidad en la voz de la jueza suprema. Una disconformidad que solo podía salir a luz ante la gran osadía de un dios.

—Si buscara osar contra tu mandato no me verían aquí sentado ninguno de ustedes, princesa Mokosh y estaría hablando con el martillo en lugar de palabras. —espeto el dios del norte con fuerza y determinismo captando la atención de sus semejantes a su alrededor— Me hubiera quedado en el Bilskirnir tramando entre sus muros contra usted.

—Le recomiendo cuidar sus palabras, señor del Norte. —dijo Mokosh, posando sus manos sobre su vientre— Sus palabras pueden ser vistas como indicios de oposición.

—¿Y si llegara a ser así me pondrían en el mismo lugar en el que tienen a uno de los míos? —dijo apuntando con uno de sus gruesos dedos enguantados en dirección de Freyja— ¿Me tacharían de traidor encadenándome?

—El proceso requeriría una investigación, señor. —declaro con firmeza encarando al supremo— Es diferente.

—¿Por qué es diferente siendo ambos gobernadores de nuestros países?

El silencio marco una tensa atmosfera entre las dos autoritarias deidades. Los dioses que se encontraban en medio de la confrontación empezaron a sudar perlados. Freyja ensancho los ojos y miro como Mokosh dejo de prestarle atención concentrándose en aquel insensato dios que se atrevía a declarar a favor de ella.

Freyja no espeto más y escudriño todo el rellano hasta ver de dónde venía la voz, en dirección de las gradas al norte del rellano, ahí fue entonces que los vio: Llevando todos los dioses en sus insignias de su sección de las gradas el símbolo nórdico de Valknut, y en sus murales holográficos rememoraciones de las Eddas mostrando historia de su panteón. 

El atisbo de emoción de Freyja solo fue en aumento al clavar sus ojos esmeraldas en aquel dios que se levantó de su trono. El dios nórdico de largos cabellos y abundante barba canosa, alto y de constitución musculosa, estaba ataviado con una armadura plateada, guardabrazos oscuros con bordeados azules, una capa roja a sus espaldas y un parche en su ojo izquierdo. El ojo único del Supremo Aesir brillo con un destello eléctrico celeste refulgente encarando a la jueza suprema quien no inmuto en cruzar miradas con el gobernador.

—¿Entonces esta es su voluntad, Thor Odinson? —su voz no bajo la severidad, su rostro impasible— ¿Acaso piensas eximir las opositoras intenciones de Freyja solo por su cargo?

—No. Por más importante que sea su posición en nuestra sociedad y su influencia en la misma eso no debe nublar nuestro juicio a la hora de impartir un debido castigo y penalización tanto a ella como a la corona valquiria. —apostilla el Almattki. Sus palabras viniendo de su grave y tosca voz frente a la fría y escrutadora mirada de Mokosh— Sin embargo...

El rey Thor se golpeó el pecho metálico de su armadura con la palma de su mano. El golpe resonó por todo el salón ante la sorprendida Freyja y la estoica Mokosh. El Rey de los Aesir declaro:

La osadía del rey del Yggdrasil tomo desprevenidos a la gran mayoría de los dioses del parlamento. Mokosh, en silencio, mantuvo una postura recatada viendo como tras las declaraciones del dios del trueno empezaron a sonar susurros en las diferentes gradas de los dioses en el congreso. Freyja, en su posición, miro con los ojos abiertos como platos y boquiabierta abalando a su hermano por abogar por ella, si bien la expresión de Thor era fuerte y intimidante en el fondo podía sentir su solemnidad.

<<Aun tienes el beneplácito del Almakkti...>> Se dijo a sí misma rememorando las palabras de Hermond en aquella habitación de la antigua asamblea. El recuerdo de las palabras de este, sumando a la corroboración de estas por las acciones de Thor, hizo a Freyja dibujar un semblante de expectativa y esperanza en su rostro gracias a sus hermanos mayores. <<¡Por favor ayúdame a volver con mis hijas, hermano!>>

La suplica silenciosa de Freyja no fue escuchada, pero sí pudo notar como desde la distancia era vista de soslayo por el supremo dios nórdico acompañado por un pequeño grupo de dioses nórdicos en sus gradas. Thor devolvió la mirada a Mokosh con su único ojo y tras esto se dirigió a todo el parlamento.

—Dioses, soy consciente como gobernador de mi Óblast de los actos delictivos de Freyja, tanto así que ensucian este lugar sagrado con solo nombrarlos y por eso deben de ser atendidos antes de que se agravien más. —esgrimió su acorazado brazo señalando a los presentes— Yo, Thor Odinson, hablo por todos los dioses nórdicos, Aesirs y Vanirs por igual, al decir que somos los idóneos jueces para dirigir esta consigna para dar un veredicto contra la acusada. No abogando por ella si no para responsabilizarnos de sus actos.

 —¿Responsabilizarse? ¿Acaso tratan de decir que dudan de mi habilidad y experiencia para dirigir este juicio y dictar la sentencia?

Las palabras de Mokosh captan la atención del Aesir. Thor ladea la cabeza y apostilla:

—Todo lo contrario: Estamos confiando en sus habilidades. —inclina la cabeza condescendiente— Le pido que nos del poder para sobrellevar este caso, abrir un proceso de investigación y poder impartir nuestra justicia. Los asuntos de los dioses del Norte son de los dioses del Norte, le pido que nos dé la oportunidad de llevar a cabo nuestras tradiciones en la Cámara de los Aesires y Vanires, más aun tratándose de una diosa tan importante dentro de nuestra comunidad.

Las susurrantes voces llenan las gradas de los dioses nórdicos quienes muestran en su mayoría estar de acuerdo con su rey. El corazón de Freyja late vehemente, confiando en su poder para salvaguardarla. Para la reina valquiria la voz de Thor resultaba tan esperanzadora que le era imposible no esbozar una leve sonrisa aun estando solo a unos metros de la jueza suprema.

<<Debo de permanecer en silencio, tranquila, apenas y reparan en mí.>> Piensa para si misma notando como la mayoría de las miradas iban dirigidas a Thor, este teniendo la atención del amasijo divino. <<Es como dijo Hermond...él aun cree en mi...>>

Las deidades empezaron a debatir entre las tribunas, más allá del propio panteón nórdico, varios dioses se mostraron interesados en las propuestas y alternativas que ofrecía Odinson. Freyja disimulo su emoción reincorporándose en su postura. Sin embargo, era consciente que no sería fácil convencer a la implacable jueza.

Y, inmediatamente, una punzada de histeria sobresalto a Freyja en forma de pregunta:

—Objeto contra la solicitud del panteón nórdico, Su Señoría. 

<<¡¿Qué?!>> Pensó Freyja quien lanzo una alterada mirada al recinto entre las gradas divinas. Por un instante noto como Thor ensancho su único ojo, igual que consternado que ella en busca de aquella voz.

Y esta, siendo escuchada por la inmutable Mokosh, volvió a hablar:

—Las declaraciones de Odinson, si bien contextualizan su demanda, no pueden tener más peso y voz que el ecuánime juicio de Su Señoría. —dice con desdén una voz desde las tribunas griegas.

Mokosh la vio con interés: Una diosa de largos cabellos rosados, llevaba un uniforme blanco abotonado con correas entrecruzadas, pantalones blancos y negros que acababan en botas, sobre su cuello yacía una capa negra y su mirada yacía oculta bajo el ala de su sombrero militar. La diosa se cruzó se piernas sobre su trono y levanto la vista y lanzo una mortífera mirada a la reina valquiria debilitando su postura.

Thor aprensivo la escudriño y escucho proseguir:

Con aquel airado gruñido el Dios trueno cruzo miradas con la diosa de la guerra. Atenea reacciono indiferente ante la reacción del Aesir y devolvió su interés a la jueza suprema, esperando su respuesta.

Mokosh hizo un gesto con la mano, permisiva. Atenea asintió la cabeza cortésmente y se devolvió a Thor quien entrecerró su ojo único esperando mientras que Freyja, en su altar, sintió atisbos de incomodidad ante la indiferencia fría de Atenea quien ni volteo verla.

—Odinson. —llamo Atenea— En tu demanda estas solicitando que se les de los tuyos el poder para llevar a cabo el juicio a la acusada bajo sus propias reglas. Hablas de tradición y responsabilidad, pero no es la primera vez que afiliados al panteón nórdico buscan socavar la paz. —la acusadora mirada de la diosa hace que varios nórdicos se hundan en sus asientos aun sin verlos directamente— ¿Dónde quedo esa responsabilidad durante los levantamientos de las valquirias? ¿Por qué no pediste beneplácito durante sus juicios?

Las preguntas de Atenea cortan la templanza de Thor quedando boquiabierto. Freyja en su lugar sintió un nudo en la garganta al contemplar la inclemente sagacidad con la que Atenea encaraba a su hermano mayor. La reina valquiria vio de soslayo como Thor apretaba la mandíbula antes de contestarle.

—¿Acaso me estas acusando de algo, olímpica? —inquiere Thor indignado apretando el puño en sus Járngreiprs—

—Solo digo que después de todo las valquirias que buscaron emanciparse, encabezadas por tus sobrinas, eran Ásynjurs y embajadoras de la corona valquiria con la comuna asgardiana, pero aun así no hiciste reclamos cuando fueron abatidas y llevadas a juicio. —declaro— Ni hablar de los propios einhenjers, y eso me hace preguntar: ¿Por qué no tomaste acción? ¿Qué impidió a la ley asgardiana actuar?

La enervante forma de hablar de Atenea hizo a Thor tronar los dientes mostrando un semblante afligido. Aun con todo el dios nórdico contesto:

—Aun estábamos en un duro proceso de restauración de nuestro gobierno y apaciguar todas las tierras bajo la jurisdicción de mi familia. —confeso el rey nórdico— Defendernos de los asedios de los jötuns, la reconstrucción de nuestros asentamientos, reunificar a las tribus Aesires y Vanires tras las Cruzadas del Norte y dar caza al traidor de Loki...—podía sentir como las miradas de los dioses recaían sobre él, frunció el ceño— Sufrimos incontables desidias para prestarle atención a las acciones de las valquirias y asistir a sus juicios. Llevan siendo autónomas desde los tiempos del Allfather.

Se dios tomo una pausa, pudo sentir como los semblantes de sus dioses nórdicos presentes se ensombrecían. Lanzo una mirada hacia el altar de Freyja quien cruzo miradas con él, el rostro de Thor apenado.

<<Hermano...>> Pocas eran las veces en que había visto aquel sentimiento en su hermano, un sentimiento de culpa y pena. Vio cómo se devolvía a encarar a Atenea.

—Dime Atenea...—volviendo la cabeza y su ojo único hacia ella— ¿Qué buscas lograr con esto? ¿Humillarme en frente de toda la comunidad divina?

—Dejar en visto tu negligencia a la hora de tomar decisiones, Thor Odinson. —responde Atenea, su expresión imperturbable y desinteresada— Has sido un guerrero toda tu vida, no estas hecho para gobernar ni tomar decisiones en los procesos judiciales.

La forma tan sencilla y segura con la que Atenea dijo su argumento hiela la sangre todos en el palco divino del panteón nórdico, incluida una sorprendida Freyja quien empezó a sentir como la sangre empezaba a hervirle en colera, quien apretando los puños lanzaba una mirada de odio hacia la griega. Thor compartió el mismo sentimiento que su hermana.

—¡¿Qué tiene que ver eso?! —brama dando un fuerte golpe contra el reposabrazos de su asiento. Su grito lleno de rabia y indignación estremeció a más de un dios.

—Tiene mucho que ver, de hecho. —lanza una mirada asertiva hacia Mokosh quien se mostró interesada— Su Señoría, no puede darle el beneplácito que exige, es claro que la declaración de intenciones de Thor esta guiada por su vínculo filial con su hermana en su defensa, como es bien sabido que ha sido su relación durante años en el pasado. —ladeo la cabeza de lado a lado con los ojos cerrados y se devolvió a Thor— ¿Qué nos puede garantizar que pueda dictar una penitencia apropiada contra su propia sangre?

Se escucho el crujir del mármol siendo destrozado. Thor destruyo uno de sus reposabrazos por la fuerza ejercida reclinándose en su asiento con su único ojo destellando como si fuera una tormenta en sus iris celestes. Su ojo entrecerrado y con mirada afilada.

—¿Y qué alternativa ofrece una insensible como tú? —increpa Thor, su portentosa voz sonando con la furia contenida de un berserker— ¿Maldecirla y aislarla en una isla inaccesible? ¿O mejor una tortura en el Hades que dure por toda la eternidad? De ti me espero cualquier cosa, después de todo eres tan vil como un ctonicos. 

Las tensiones se intensificaron, los dioses que rodeaban a ambas deidades supremas empezaron a sentirse asfixiados por la pesada atmosfera que los rodeaba. Freyja vio primero a la diosa griega, esta con su carencia de empatía en contraste con la indómita furia de Thor en su rostro airado. La reina valquiria sintió un escalofrío bullicioso correr por su espalda.

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https://youtu.be/FOzeWgm3Epk

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—Y yo que pensaba que el buscapleitos era yo, pero en su lugar veo que todos son igual de violentos.

Se escucho una nueva y excéntrica voz, cortando la tención emergente entre Thor y Atenea. Freyja se giró con un subido movimiento para escudriñar a sus espaldas buscando la fuente de la voz. Escruto en los podios detrás suyo hasta empezó a escucharse el gruñido de bestias salvajes venir desde el podio de los dioses aztecas.

—Me recuerda a mis peleas con mis hermanos, desde que mi madre me dio a luz en su palacio junto a ellos, siempre fuimos así en especial yo con mi hermana. —agrego el dios siendo divisado por las demás deidades supremas y Mokosh.

Los gruñidos se acentuaron junto a las palabras del dios quien de su boca expulso una vaharada de humo negro del cigarro que estaba fumando. El intoxicante humo paso por el resto de las deidades cercanas al diván en el que se sentaba y en sus laterales se recostaban grandes jaguares de pelaje totalmente oscurecidos y ojos amarillentos.

El dios se alzó con confianza, sus ojos amarillos reflejándose entre el cristal naranja de sus lentes de sol. De largos cabellos dorados y acicalado con un vistoso traje negro sobre una camisa blanca y largos pantalones negros, sobre su cuello cuelga un medallón dorado con un espejo en el medio. El dios escudriña a los demás con una sonrisa ladina en su rostro y luego lanza una asertiva mirada a Freyja, en sus manos aún tenía el cigarro encendido.

—Siempre destaco por oponerse a mí, desde las primeras eras de la sucesión oponiéndose a mi gobierno. —contaba el dios tomando presencia, su voz acallo a los jaguares negros adyacentes— Una disidente, intentando increparme en mis decisiones y incluso cuando la desterré siguió mostrando oposición...

La vanidosa sonrisa del dios supremo azteca se hizo más pronunciada, Freyja, Thor y Atenea pudieron sentir la malicia venenosa venir de aquella deidad. El siniestro Tlatoani clavo su mirada feroz en la reina valquiria.

—No terminaron mis dolores de cabeza hasta que la mate...—continuo, viendo a Freyja— Me recuerdas a ella, ¿Sabes?

Freyja frunce el ceño ante la amenaza del dios oscuro, los jaguares negros a su alrededor empiezan a gruñir amenazadores sin quitar sus ojos de ella, igual que Tezcatlipoca, parecía como si fueran a saltarle encima en cualquier momento para despellejarla viva.

—Solo imagínenlo, muchachos. —estirando los brazos hacia los lados para llamar la atención de los dioses de su panteón y cercanos a su podio— ¿Saben la cantidad de mierdas que nos ahorraríamos si hiciéramos eso? A veces hay que actuar con aplomo, si el ejemplo que se dio con sus valquirias fue tan fútil en desalentar los levantamientos, ¿Por qué no hacemos rodar su cabeza y acabamos con todo esto?

Tezcatlipoca golpeo su cigarro con el cenicero de su diván para luego acercar una de sus manos a su cuello haciendo un gesto en el que esgrimió su pulgar por su cuello. La insinuación fue muy clara y los demás dioses, anonadados, la comprendieron al instante empezando a provocar una marea de murmullos que se acentuaron en discusiones. Todo el panteón azteca presente concordó con su gobernador.

<<¡Maldito desquiciado!>> Chillo Freyja en sus adentros al ver como todo un panteón se mostraba en sintonía con su gobernante. La sangre se le helo al ver la despiadada mirada del azteca.

—Está proponiendo ejecución, Gobernador de Aztlan. —dice Mokosh, el rostro inmutable ante las insinuaciones de Tezcatlipoca— ¿Esa es su voluntad? ¿Hacer correr sangre de gobernadores?

—Solo propongo una solución inmediata sin tanto tramite. —recostándose con comodidad en su asiento empezando a acariciar a uno de sus jaguares— Es eso o dejar que solo le den un regaño y la manden a su cuarto, como seguro haría su hermanito Thor.

El desdén usado en sus palabras no pasó desapercibido para el rey de Asgard. Thor lanzo una furiosa mirada a Tezcatlipoca, ignorando a Atenea quien también presto interés en el Tlatoani. Tezcatlipoca solo sonrió por la atención que se le daba ignorando los arrebatos del Almakkti y continuo.

—Vamos, patrona, ¿Qué dice de mi propuesta?

El rostro de Freyja empezó a perlarse, si bien no hacia calor la preocupación y el nervio la hicieron sudar al voltearse para volver a ver a Mokosh. La princesa imperial yacía impasible sobre su estrado, el altar de la jueza suprema, observando en silencio ya no a Tezcatlipoca si no a Freyja. Ambas diosas cruzaron miradas y Freyja sintió vibras negativas al no ver ningún tipo de sentimiento en el semblante de Mokosh.

—Entiendo. —dio una breve mirada al dios mesoamericano— Su propuesta será tomada en cuenta, gobernador de Aztlan.

Freyja siente un tumbo en el pecho, ensanchando los ojos, al escuchar a la Jueza. Los demás dioses del congreso se sobresaltan sorprendidos igual que la Ásynjur, incluso el propio Tezcatlipoca se reclina interesado.

<<No, no puede estar hablando enserio...>> Piensa Freyja viendo como Mokosh no le dirigía la mirada. <<¡No puedes estar hablando enserio maldita desgraciada!>> Frunció el ceño en una mueca airada, deseaba gritarle en la cara y arrancarle aquel antifaz para que la viera a los ojos.

—Por favor...—murmura Freyja, inaudible para los dioses del parlamento, intentando hablarle a Mokosh— Tengo una familia con la cual volver.

—¡Su Señoría!

La estridente exclamación de Thor, acompañado de un temblor en todo su podio tras un desenfrenado pisotón, sacude la estancia con su ira indignada. Mokosh, serena y fría, se dirige a él de soslayo.

—¿Quiere debatir la propuesta, Almakkti?

—¡No puede estar enserio planteándose como una opción la pena de muerte! —responde vehemente— ¡Es la gobernadora de todo un país! Tiene nuestro estatus en nuestra sociedad, no podemos tratarla como si fuera una deidad menor. 

—La acusada lleva consigo un historial de cargos en su contra bastante extenso para pasarlos por alto solo por su posición. La destrucción de un patrimonio histórico como lo son los Registros Akáshicos no es algo que se deba pasar por alto. —movió la cabeza lentamente para verlo fijamente a los ojos. Aun con su antifaz puesto Thor podía sentir la inquisidora mirada de la diosa— Mucho menos siendo sospechosa ahora de conspirar contra el imperio junto a su estirpe como hicieron sus hijas en el pasado.

—Pero...¡Es una decisión demasiado extrema! —argumenta— Por favor, princesa Mokosh, mi panteón ya ha atravesado las desidias de innumerables tragedias, aún estamos recuperándonos, sumado a la ejecución de valquirias en el pasado la muerte de Freyja sería un duro golpe para la moral de mi gente.

—¿Entonces buscas salvarla de una ejecución, Odinson? —inquiere Atenea desde su trono— Eres más tonto de lo que pensé si crees que ella puede salir de aquí sin ninguna sanción adecuada.

—¡No la eximo de sanciones, pero asesinarla es ridículo! —recrimina Odinson— ¡¿Cómo podemos pregonar justicia imparcial sin medir las consecuencias de nuestras decisiones?! No debemos ignorar sus crímenes pero si nos reducimos a esto...¡No somos diferentes de dictadores!

Los dioses del parlamento de distintos podios reaccionaron a sus palabras, algunos protestaron contra las palabras de Thor, otros pocos se mostraron de acuerdo en silencio para no ser víctimas de las reprimendas del resto de los suyos. Freyja, en cambio, contemplo como con el pasar de los segundos los dioses de a poco se mostraron en su mayoría desacuerdo con su hermano Thor quien busco apelar a su piedad.

Boquiabierta y consternada, Freyja, contemplo a dioses supremos de distintos panteones, gobernadores de las Óblast del Sacro Imperio respondieron de distintas maneras a la declaración de Thor, como si de una votación del senado se tratase, alegaban sus despectivas posiciones y opiniones contra la reina valquiria: Amaterasu Okami, emperatriz del panteón sintoísta, permaneció en silencio haciendo un ademán de negación a diferencia de sus shogunes quienes exigían la restauración del honor nórdico haciendo justicia contra Freyja; El Rey Lugh, señor supremo de las islas británicas, dictaba que la única forma de restaurar el orden divino en el país era deponiendo a su gobernadora por alguien más capacitado; Los dioses del panteón incaico, encabezados por Viracocha, clamaban sangre y la destrucción de la corona valquiria mostrándose de acuerdo con la propuesta de Tezcatlipoca; los dioses menores de los podios de Tezcatlipoca y Atenea se sumaron al clamor al ver que no fueron reprendidos por sus gobernadores.

Otros dioses supremos se mostraron reacios y otros desinteresados en la discusión, no obstante, sus seguidores en sus respectivas gradas de sus panteones se fueron sumando a la acalorada discusión: Mayas, chinos, egipcios, persas y babilónicos alzaron las voces.

Los dioses nórdicos, quienes eran los únicos que no se habían manifestado en contra de Freyja ni presentar cargos contra la corona valquiria, se mostraron con rostros de gran preocupación. Thor Odinson, queda de piedra al darse cuenta de que su plan de librar a Freyja de las garras de la comuna divina no solo no estaba saliendo como lo esperado, sino que incluso había despertado y dejar a la vista el desprecio divino le tenían a su hermana y a toda estirpe de valquirias. El hijo de Odín lanzo una mirada de preocupación al altar donde yacía Freyja.

<<Aun tras tantos años no han cambiado nada...quinientos años desde esos malditos juicios...>> pensó Freyja cabizbaja con el rostro ensombrecido. <<Le dije que quería evitar una tragedia y solo...me lancé a las garras de esta. Oh Svanhvít, hija mía, ¿Qué estarás pensando de mi ahora? ¿Qué piensas de tu humillante madre?>>

Freyja apretó los labios, los dientes y cerró los ojos oscureciendo su vista. Los gritos, protestas y reclamos hacia ella empezaron a sonar lejos, cada vez más lejos siendo inapreciables tras varios segundos. La reina valquiria empezó a intentar pensar en que hacer, que acciones tomar, cualquier mal movimiento sería catastrófico para ella y sus hijas las valquirias. Estuvo tan inmiscuida en sus pensamientos que no escucho al resto de dioses, todas sus palabras carecían de valor para ella, encerrada en una burbuja de realidad de su mente.

Hasta que la autoritaria voz de un dios sonó en la sede del parlamento divino haciendo que todos prestaran atención a quien empezó a tomar la palabra:

—Desmantelamos su organización. 

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Como si de una contundente sentencia se tratase Freyja volvió a abrir los ojos y erguirse. Aquella voz resonó entre los dioses con excelencia monárquica milenaria, hablando con una fuerza que parecía hacer eco en todo el edificio captando la atención de demás monarcas y deidades menores. Todos lanzaron miradas expectantes al podio de los dioses egipcios, incluyendo a la propia jueza suprema, desviando su atención de una consternada Freyja.

—Discutimos por sandeces que no valen nuestro tiempo ni el valor de nuestras voluntades, ni siquiera han logrado hacer que respondiera a las acusaciones. —si divina voz resonó con ecos milenarios— El problema es más que evidente ante mi mirada: El solo hecho de haberle dado autoridad y mando de todo un país a las valquirias fue un error garrafal.

Ataviado con un traje de color azul oscuro ajustado a su tonificado cuerpo y piezas de armadura dorada desde grebas, guanteletes, hombrera y una larga capa del mismo color, su armadura ornada con símbolos egipcios del Ankh, la llave de la vida, sobre su cabeza llevaba un gran yelmo de oro que apenas dejaba ver sus ojos refulgentes de luz solar. Todos vieron como gobernador de las tierras de Egipto levitaba, cruzado de piernas, sobre el suelo rodeado por piras funerarias y murales llenos de jeroglíficos dotándole de un aura de misterio y misticismo.

El concilio divino quedo atento ante las palabras de Amón. El rey de la Enéada sondeo con la mirada los podios de los demás dioses presentes, varias de las deidades supremas se mostraron interesadas en sus palabras mientras que Freyja lo miro, sudando mientras sentía su mandíbula temblar.

—¿Traerlas? —inquirió Mokosh— ¿Puede decirnos con qué fin cree que deberíamos traer a las demás valquirias?

—Para enjuiciarlas como a su reina madre. —recalco el dios egipcio— La rebelión de las valquirias, la independización de su reino, las declaraciones de sus hijas en el pasado, este reciente atentado contra los Registros Akáshicos, ¿Es que no lo ven? ¡Esto no es más que un complot contra los cielos! —bramo con su poderosa voz— Son los mismos indicios de una gran rebelión como la que atravesó el Kemet durante la usurpación de Atón y la deposición de los faraones.

Las declaraciones acusadoras de Amón sobresaltan a los dioses del parlamento. Los dioses de la Enéada en sus respectivas gradas sienten espasmos que les llena de incomodidad y nervios entre todos ellos mientras que su rey intercambia miradas con Mokosh quien aún impasible escuchaba las llamativas acusaciones del faraón y luego miro de soslayo a Freyja. La mirada de la princesa eslava no pasó desapercibida para la reina valquiria quien frunció el ceño ante ella.

—¿Desmantelar su organización? Eso implicaría toda una reforma en la política del Valhalla y asignar a un nuevo gobernador, Amón-Ra. —respondió Mokosh.

<<¡No pueden hacer eso!>> Chilló Freyja en sus adentros sintiendo el dolor en sus muñecas por las runas Aegishjalmur en sus muñecas.

—¿Acaso importa preocuparnos por el país de los hombres? Ya ni siquiera nos obedecen. En el Kemet solo quedan para mano de obra y los faraones yacen en el Valle de los Reyes. —dice Amón-Ra— Aparte solo mírela, ni siquiera responde a las acusaciones, ¿Enserio estamos ante la lideresa de toda una nación? ¡Traigan a sus hijas a que respondan por ella!

Freyja empezó a sudar frio ante la implacable sentencia de Amón. No hubo tiempo para un silencio, ni para ella ni para ninguna otra deidad, la vehemencia del supremo egipcio calo de lleno en todos los dioses de los demás panteones en el inmenso estadio. Los dioses egipcios, correspondiendo a su faraón, exigieron la presencia de las valquirias con impetuosos alaridos cargados de furia divina. 

<<Malditos insolentes egocéntricos...>> Piensa Freyja sintiendo el dolor de sus muñecas y su cuerpo temblando, pero a la vez su corazón retumbaba con fuerza.

Los dioses persas los siguieron y con ellos el resto de las deidades orientales desde las de lejano oriente hasta las de oriente próximo y sus reyes se pusieron de acuerdo en mayoría, algunos solo se mantuvieron desinteresados; De los mesoamericanos Tezcatlipoca aprovecho para alentar aún más a los suyos junto a los mayas y Viracocha de los incas siguió su ejemplo; Atenea permaneció en silencio contemplando el panorama mientras permitía que sus dioses se unieran al gran reclamo por la presencia de las princesas valquirias lanzando blasfemias hacia estas junto a los dioses celtas. Todos ignoraron el ensombrecido rostro de la reina valquiria ante las calumnias que predicaban.

Todos los dioses con la excepción de Thor Odinson quien viendo hacia el altar donde estaba su hermana logro ver una arisca mueca en sus labios apretando la mandíbula. Freyja llegaba a un punto en que incluso apretó con tal fuerza sus manos que se enterró las uñas haciendo que cayeran gotas de su sangre en el suelo de mármol.

<<Freyja...por favor...¡No vayas a cometer ninguna locura!>> Advirtió Thor, su pecho agitándose al ver como Freyja alzaba la mirada revelando sus ojos verdes clavados sobre la jueza suprema. <<¡No es el momento de tener un arrebato, hermana!>>

Su propio silencio la hacía sentir ahogada en sus deseos de reprochar y encarar a la Jueza Suprema. Sus movimientos, su lenguaje corporal, su voz y fría sagacidad con la que encaraba a los dioses y a ella la hacían sentir perturbada, pero siempre permaneció en callada. Freyja contemplo enmudecida mordiéndose los labios como Mokosh se dirigía a sus adeptos:

—¡Los he escuchado honrados dioses todopoderosos! —exclama la princesa Mokosh. El clamor de su voz apaciguando las emociones volátiles de las deidades— Han hablado con unanimidad, sus voces llenas de sabiduría claman por la presencia de las valquirias, aquellas que han desatendido sus deberes, sus propósitos y presentada oposición contra nuestro divino orden. —dice viendo a los gobernadores de las Óblast, en especial a Thor quien tuerce los labios en una mueca desesperada— Por la gracia conferida por mi divino padre, el emperador, declaro que las fuerzas armadas de la inquisición puedan pasar por los muros de Helgafell y arrestar a todas las valquirias acusadas de cómplices de su reina herética.

La sentencia de Mokosh toma por sorpresa a Freyja y a los dioses, la reina valquiria siente como empieza a dolerle el pecho encogida en el altar en posición de sumisión apretando los puños. Los dioses menores, motivados por las palabras de la jueza aplauden en señal de alabanza.

—Se ha determinado que los derechos valquirianos serán abolidos y posteriormente reformados en la constitución de Alatyr hasta nuevo aviso una vez terminen los juicios. —anuncio con deificada voz— La orden de arresto será otorgada al Capitán Dazhbog para la captura de las valquirias. Así dicta la ley sagra...

—Esta es una maldita perfidia...

La Jueza Suprema se detuvo en su discurso a los dioses al escuchar un débil y casi insonoro murmullo. Justo en ese instante la diosa entreabrió los labios desconcertada y disconforme, los dioses se dieron cuenta que el permanente semblante de Mokosh cambio de un momento a otro, deteniendo sus alabanzas y sorprendiendo a los dioses supremos: Atenea, Amón, Tezcatlipoca y inclusive Thor pudieron jurar que bajo el antifaz de Mokosh esta había ensanchado los ojos del sobresalto.

Mokosh se detiene en su sentencia y busca con urgencia de donde pudo haber venido aquella voz. No entendía por qué, pero por un momento su compostura flaqueo por aquellas palabras. Palabras cargadas de inconmensurable resentimiento hacia ella y todo su decreto.

Y tras unos diez segundos la volvió a escuchar, virándose rápidamente a ver como la fuente estaba justo frente suyo en el altar cercano a su tribuna:

Una silenciosa pausa se formó entre ambas mujeres, Mokosh torció los labios buscando mantener la compostura mientras que seguía viendo como Freyja, aun estando, viendo hacia abajo, le dirigía la palabra tras tanto tiempo de permanecer callada. Los dioses en las gradas quedaron absortos ante la inesperada palabra de Freyja y Thor, de pie miraba con su único ojo a su hermana, la preocupación palpable en su semblante, aun estando la diosa nórdica en el punto más bajo del estadio.

—Contéstame, Mokosh. —dijo Freyja, cortando el silencio que resulto incómodo para la diosa— Estuviste esperando todo este tiempo este momento, ¿Cómo se siente?

—No se dé que me hablas, Odindottír. —respondió de forma atropellada

—Sabes muy bien de que estoy hablando. —levanto la voz para asegurarse de que fuera escuchada— Tenerme aquí bajo tus reglas, tus ortodoxas leyes que tanto pregonas como "Voluntad divina", humillarme frente a todo el parlamento de los dioses acusándome de todo solo para desmeritarme como hiciste en su momento con mis hijas suplicándote piedad...¿Es que acaso no lo recuerdas? —alzo la mirada para encarar a la princesa con sus ojos esmeraldas— ¿Cómo puedes olvidar algo que tanto disfrutaste de hacer?

Mokosh aprieta los labios al ver la mirada de la reina valquiria. Su mirada feroz digna de una diosa de la guerra encarándola sin vacilar. Las runas Aegishjalmur destellaron buscando reprimir a Freyja, pero esta solo se irguió en respuesta del dolor rúnico para tener una postura recta desafiando a la Jueza Suprema.

<<Por todos los conocimientos del Allfather...>> Pensó Thor, debatiéndose entre la preocupación y la emoción de ver a su hermana no quedándose de brazos cruzados, aquella sumisa diosa nórdica que se presentó al inicio del congreso había sido reemplazada por una decidida mujer.

—¿Entonces esta es tu defensa por tus fechorías, reina valquiria? —respondió la diosa eslava con sus manos sobre su vientre— ¿Lanzar blasfemias para ensuciar más tu imagen en este lugar sagrado? ¿Tan desesperada estas...

—¡Este lugar dejo de ser sagrado desde que tú y los tuyos lo mancillaron! —chilló Freyja, su voz empoderada por su rabia y bilis acumulada durante todo el trayecto del parlamento— ¡Este lugar, esta sede, fue hecha con la intención de predicar justicia! ¡Justicia divina para todos los reinos y resolver enemistades ancestrales! ¡Aquí fue donde se llegó a la paz entre Aesires y Vanires, fue aquí donde mi padre se sentó a escribir la constitución del Valhalla y fue aquí donde él mismo me asigno la soberanía sobre toda mi nación con los humanos! —su voz hizo eco en las paredes y en los asientos de los dioses sorprendidos— Y ahora que es...¿En qué se transformó?

—Eso no tiene nada que ver, Reina Valquiria —contesta Mokosh, el ceño fruncido en su duro semblante, viendo como la respiración Ásynjur se aceleraba— ¡Lo que se haya hecho en el pasado en este concilio no tiene nada que ver con lo que se juzga ahora y esos son tus actos contra el orden de los cielos y el orden en este congreso!

—Mira quien lo dice...La que se regodea del sufrimiento de otros... —dice Freyja, su voz sentimental llegando a oídos de los dioses quienes notaron atisbos de dolor emocional— Antes hacíamos justicia, impartíamos orden y unidad, pero ustedes...tú...solo destilan odio y desprecio contra todo aquel que vaya en su contra: Lo hiciste contra mis hijas al hacerlas pasar por el hacha de Perún y lo vuelves a hacer al humillarme frente a los dioses, aquí debajo tuyo y esposada...—agita la cabeza de lado a lado mientras su voz va perdiendo fuerza pero audible para la princesa— Desde que te has empezado a parar ahí solo te has dedicado a destruir vidas y traer dolor. 

Los dioses quedaron pasmados, unos asombrados por el valor de Freyja para alzarle la voz a la princesa mientras que otros maldijeron e insultaron por lo bajo tales blasfemias. Freyja tomo una pausa, advirtiendo como Mokosh inclinaba su postura y otros, sorprendidos, contemplaron como esta empezaba a apretar la tela de su vestido clavando las uñas.

—Toda esta voluntad divina de la que tanto hablas...tú y los demás...—soltó un largo suspiro viendo a Mokosh con un rostro apenado y triste.

El asombro acallo a los dioses en la galería. Desde las deidades menores hasta aquellos dioses que gobiernan reinos enteros, quedaron sorprendidos ante lo insondable: La indómita jueza suprema de los cielos trastabillando en su pulcra y erguida postura. Incluso los dioses supremos como Thor, Atenea, Tezcatlipoca y Amón les costaba creer lo que se presentaba ante sus ojos.

Era algo inaudito, algo que desafiaba toda lógica posible de los dioses y no solo para ellos sino que incluso todos los lugares de la Óblast en los que era transmitida la conferencia pudieron contemplar pasmados el cómo se estaba desarrollando el congreso divino. Todos los hombres, mujeres y niños en sus hogares o en las manifestaciones de las calles de las ciudades pudieron contemplar como su gobernadora encaraba la ley divina.

<<Increíble...luego de tantos años callando y escuchando en silencio has tenido el valor de proyectar lo que sientes, hermana Freyja.>> Pensó Thor con una mezcla de emociones de admiración y respeto renacido por su hermana. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios al ver a su hermana con la frente en alto encarando a Mokosh.

Pero de repente la sensación de un peligro inminente asalto al rey de los nórdicos, borrando su sonrisa. Un pavor resultado de haber visto como ante la desconcertada mirada de los dioses Mokosh alzaba una de sus manos desnudas con la palma abierta mientras una fina película de aura divina plateada recorría su cuerpo hasta llegar a su brazo.

El rey Thor entro en pánico al ver, junto a Freyja, como en la palma de la mano de la Jueza Suprema surgía una llama plateada de poder divino.

—¡¡CUIDADO, FREYJAAAAAAAA!!

La Ásynjur apenas tuvo tiempo para oír la socorrida advertencia de su hermano mayor. Freyja ensancho los ojos, el horror dibujado en su rostro, al no solo escuchar el grito de Thor si no que sobre todo ver como Mokosh le revelaba su más severa expresión de desprecio.

—¡Ya fue suficiente de este circo de insolencias!

Mokosh cerro sus palmas apretándola un fuerte puño sobre la esfera de fuego plateado, aplastándola. Las chispas plateadas salieron disparadas despidiendo vientos plateados que chocaron el cuerpo de Freyja y de pronto una opresiva fuerza empezaba a retenerla haciéndola incapaz de moverse.

La reina valquiria escruto su derredor y se dio cuenta que todo el altar en el que estaba fue rodeado por circunferencias plateadas con símbolos eslavos. Las runas Aegishjalmur refulgieron más que nunca generando andadas de rayos carmesí que empezaron a castigarla al son de los poderes divinos de Mokosh ejerciendo presión sobre su cuerpo hasta ponerla de rodillas.

—Tú...En el pasado llegue a tenerte estima, Freyja, pero solo mira la diosa tan aborrecible en la que te has transformado. —exclamo Mokosh, sus gritos haciendo que los dioses más cercanos a su altar temblaran de miedo por la ira de la jueza—¡Tú y toda tu estirpe maldita son indeseables! ¡No pasare por alto tus faltas de respeto en mi juicio! —su brazo extendido en dirección de Freyja empezando a presionar más fuerte su puño intensificando todos los dolores que estaba pasando la diosa forzada a caer de rodillas, sentía que su cuerpo era quemado fibra a fibra.

Y los gritos de la reina de Helgafell no se hicieron esperar: Agudos y dolorosos gritos salían de la boca de la hija de Odín sintiendo como los poderes divinos de Mokosh intensificaban los tormentosos rayos rojos de Aegishjalmur. La sangre de los dioses se helo, la piel se les puso de gallina a muchos, al contemplar como la Jueza Suprema empezaba a torturar a la reina valquiria con total despotismo. Los dioses supremos; Amón, Atenea y Tezcatlipoca contemplaron en total silencio el merecido castigo a la reina valquiria, mientras que Thor del panteón nórdico intentaba contener sus deseos de ir al rescate de su hermana.

—¡Que todos los dioses vean quién eres, Freyja! ¡Que todos los ciudadanos de tu país vean donde has caído! —clamo con totalitarismo en su voz— ¡Que todos recuerden tus pecaminosas acciones y una vez terminemos con esto tus hijas hablaran por ti!

—¡Deténgase, Su Señoría! —grito suplicante Thor entrando en el más absoluto pánico.

—¡¡AYUDAME, HERMANOOOOOO!! —Chilló Freyja sintiendo como por sus ojos empezaban a correr lagrimas desesperadas por el castigo de Mokosh.

Todo el nivel más bajo del estado tembló, sacudiéndose por los rayos rojos y circunferencias mágicas de Mokosh. Su semblante airado viendo con una mirada mortífera, bajo su antifaz, a la reina valquiria sucumbiendo debajo suyo. Mientras que los dioses contemplaban el tortuoso teatro: Tezcatlipoca carcajeo sobre su divan, Atenea hizo un gesto de decepción por Freyja, Amón continúo observando en silencio juzgador y Thor se dispuso a intervenir rodeando sus brazos con tempestuosos relámpagos celestinos.

Y, sin embargo, antes de que Mokosh pudiera realizar algún movimiento definitivo esta es interrumpida por una suave y sonora voz que hizo reverberar la totalidad del gran salón seguido del sonido de unas pisadas acercarse.

—Ha sido suficiente espectáculo, Reina de los hombres.

Sin saber el cómo o el por qué, aquellas palabras sacuden a los dioses y diosas de todos los reinos divinos. El aura de poder divino de Mokosh se apaga inmediatamente, quedando petrificada sobre su altar con el brazo extendido dejando de ejercer sus pesadas fuerzas contra Freyja quien empezó a tomar aire hasta reparar en la ausencia de sonido.

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https://youtu.be/EeUnBsm1Cew

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La confusión de Freyja solo se acrecienta al reparar en la ausencia de movimiento de todos los dioses, todos quedaron petrificados y con semblantes enajenados en sus rostros, incluso los poderosos dioses supremos no pudieron evitarlo: Tezcatlipoca borro su descarada sonrisa del rostro viendo como sus jaguares se ocultaban detrás de él buscando refugio; Palas Atenea, en su trono ensancho los ojos buscando con urgencia la fuente de su palpable pánico; Amón-Ra golpeo sus rodillas mientras levitaba esforzándose en mantener la compostura; Los gobernantes supremos de otros panteones reaccionando de formas similares hasta terminar viendo Freyja como los rayos de Thor desaparecieron y en el ojo único de este se manifestó la más profunda de las inquietudes.

Pero nada sobresalto más a Freyja que el percibir la perturbación en el férreo rostro de Mokosh. La princesa eslava temblaba, su brazo extendido no dejaba de agitarse, sus labios retemblaban y empezó a adoptar lentamente una posición retraída. Aquella idea de ver a la impetuosa princesa eslava reaccionar así le parecía ridícula a la reina valquiria, hasta que de los labios de esta se pronunció:

—Él-él...¡ÉL HA VENIDO! —farfullo con la voz que queda.

Mokosh acallo y alzo la cabeza rápidamente, los nervios a flor de piel. Todos los dioses de todos los reinos alzaron las miradas inquietas y alteradas en la misma dirección de Mokosh hacia el punto más alto de todos en la galería. Un escalofrío recorre la espalda de Freyja, quien empieza a virar la cabeza lentamente hacia aquel punto.

Y en aquel punto, en el oscuro umbral de accesoal gran salón conferencia, se hizo la más poderosa de las luces del cosmos.

Un gran destello dorado como ningún otro imaginable emergió del umbral y se deshizo de cualquier sombra, cientos de dioses junto a la propia Freyja tuvieron que taparse los ojos para no quedar cegados por el resplandor supremo. Y, junto a aquel resplandor, el sonido de parsimoniosas pisadas venir del fondo del túnel, cada paso inquietando más a los dioses ante su inminente llegada.

Y tras un largo segundo que se sintió casi eterno, todos vieron como sus ideas se hacían realidad al divisar la imponente y monárquica silueta de un hombre que atravesó el destello de luz revelándose ante todos los presentes y aquellos que veían la conferencia desde las pantallas exteriores. Su mera apariencia en lo alto de los escalones brillando le conferencia de auras de un emperador y una inquietante calamidad.

Su extensa cabellera dorada llegando hasta su cintura, de constitución fuerte y gran estatura, el emperador del Sacro Imperio lanzo una feroz mirada, con sus ojos dorados, a todos los dioses en un fugaz movimiento poniéndolos en alerta hasta caer sobre la figura de Mokosh quien rápidamente inclino la cabeza. Y siguiendo el ejemplo de la princesa, todos los dioses sin excepción bajaron la cabeza en señal de respeto y lealtad, incluyendo a los propios supremos. Solo Freyja permaneció contemplándolo, por más que quisiera apartar la mirada le fue imposible al sentir sus fuerzas abandonándola. 

Vientos dorados sacudieron su saco negro, haciendo tintinear todas sus insignias y ornamentos. Bajo el saco negro vestía un pulcro uniforme blanco, pantalones grises y alrededor de su cuello una corbata negra. Reavivo su marcha bajando la larga escalinata hasta el punto más bajo del estadio, cada una de las pisadas de sus botas emitieron ondas de luz doradas que recorrieron todos los podios divinos. Portento y ominoso el emperador del universo avanzo.

Pero para Freyja, cada paso que daba este, era el despertar de los más horridos recuerdos de la diosa que se esforzó por sellar en lo más profundo de su psiquis: Destrucción sin precedentes, calamitosas acciones, decretos inescrutables y las atemorizantes consecuencias de cualquier sola idea que pudiera surgir de este. Aquel que conquisto su mundo sin gracia ni honor.

—La guerra es la nueva paz...—dijo Mokosh enervante aun en su altar— La libertad es la esclavitud y la ignorancia será lo que les dará fuerzas para obedecer. Ave, Dominus et Deus.

En todos los rincones del mundo, en todos los reinos y ciudades del país, la totalidad del Valhalla acallo en la más absoluta quietud, como si el tiempo se hubiera detenido, al contemplar como aquel ser bajaba el último escalón acercándose hacia Freyja sin detenerse haciendo que la propia reina soltara un grito ahogado al ver la gran figura del emperador frente suyo.

Y para sorpresa y consternación de esta, el dios eslavo supremo la paso de largo para empezar a subir los escalones hacia el estrado de la princesa imperial. Sin saber el cómo o el por qué, Freyja palpo el hecho de que sus ojos se humedecieron hasta empezar a botar lágrimas. Lágrimas de impotencia.

Impotencia de entender lo insignificante que era al lado del Dios de dioses.

—Ave, Dominus et Deus...—murmuro Mokosh, inclinada, devota a su padre.

El Dios de dioses se quedo de pie a un lado de su hija. Mokosh sentía el sudor correr por su frente y manos por la opresiva presencia de su padre, y de pronto este le hablo.

—Déjame recordarte una cosa, hija mía: Gobernar es nuestro derecho y con ese derecho traemos orden al mundo.

Mokosh tembló, no por que su padre la observara, ni siquiera lo hacía, si no por lo distante y frívola que era su voz al dirigirle la palabra. El rey de todos los dioses se acomoda el chaleco y gira sobre sus talones para encarar a todos los dioses. Su mirada fría e inclemente que tanto hacia temblar a Dioses supremos por igual.

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