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Puro y brillante señor áureo.
Empuña la gracia dorada sobre las almas mortales
cuyas todas les pertenecen
y aquellas que pequen

Serán extinguidas en el oro inmaculado.

Aquel que purifica el mundo con su gracia,
con un amor puro que pone fin al pecado del mundo,
junto a su orden dorada.

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https://youtu.be/GK-b2NZUrKA

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No hay nada
más aterrador que eso

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En un mundo aún joven en los principios del cosmos. Según cuenta las longevas estrellas, más allá de cualquier horizonte, se narra la historia de tiempos ya olvidados y tan antiguos como las primeras luces del cielo. Se lograban oír los ensordecedores bramidos de lustres y esbeltos caballeros y guerreros de brillantes armaduras en medio de un gran valle devastado por la batalla. 

Todos alzaron sus armas con vehementes gritos de victoria bajo la ominosa sombra de un abominable árbol que cubría con un extenso velo toda la bastedad de la región continental donde había acabado de culminar un conflicto ancestral. 

El tétrico velo empezó a caer, y con él, las estrellas empezaron a llenar el firmamento de aquel campo de batalla. Cada una parecía ser un premio para valeroso guerrero que se alzaba victorioso sobre aberrantes bestias oscuras de cuencas vacías y armaduras opacas. Sin embargo. La atención de todos se dirigió hacia arriba, y ahí, por encima de sus cabezas se erguía una gran torre en espiral. Ninguno de los caballeros divinos se atrevió a dar si quiera un paso hacia adelante para aventurarse hacia aquella mega estructura. 

Pero aun así todos, bajo la sombra de aquel monstruoso árbol de proporciones imposibles, eran conscientes de lo que sucedió en la cima de aquella gigante edificación.

En la cima de la sombría fortaleza, en medio de un silencio sepulcral, yacía el moribundo cuerpo de un ser oscuro. Su piel pálida y apagada, carente de cualquier mínimo rastro de vida, estaba dando sus últimos alientos, sus ojos escarlata como la sangre que derramaban los guerreros. Bocarriba aquel aberrante ser intento ver a los ojos a aquel que se erguía victorioso sobre él, y ahí lo vio. Su melena dorada ondeaba gracias a los murmullos del viento y este atrapo su mirada, una carente de expresión o emoción alguna. 

El señor abisal, monarca de las monstruosidades más inconcebibles, quedo inmóvil con su armadura hecha pedazos junto a su espada escarlata. Movió su cabeza una ultima vez para ver, el como, su verdugo había empalado su pecho con una lanza dorada ornamentada con símbolos, tres de eran estos, cada uno con su significado. Anonadado el monarca de la oscuridad observo al monarca áureo acabar con su vida blandiendo su lanza una ultima vez.

Todo al pie de unas escaleras en la cima de la mega estructura que llegaba hasta los cielos. En el punto más alto donde terminaban aquellos escalones, cubiertos de la que era la opaca sangre del dios negro, se alzaban dos imponentes pilares. Pronto, el rey dorado, empezó a escalar cada escalón hasta la cima victorioso.

Poderosos vientos huracanados se arremolinaron y chocaron sobre el tonificado torso desnudo del monarca dorado, alzando con orgullo sus brazos engrandeciendo su figura con la luz que bañaba su cuerpo. El ulular de los vientos era tal que ahogo las celebraciones de aquellos que se encontraban debajo suyo. 

De pronto para el monarca dorado, en la plenitud de un eterno silencio, alzo la mirada con soberbia viendo el firmamento. Sabiendo que en ese momento en aquel lugar solo eran él, el mundo, y el universo esperando que haría a continuación. 

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Pero yo...
me niego a darme
por vencida.

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https://youtu.be/Nxn_eG3xKfw

Entre los dorados nubarrones amarillentos, anchas extendiéndose por kilómetros, se pueden llegar a oír el poderoso batir de titánicas alas.  Cada aleteo removía grandes extensiones de las nubes áureas, gracias a sus vientos tifonicos, revelando así entre la densa capa de nubes a una bestia alada cornamentada, de grandes colmillos dejándose ver en su hocico escamoso y sus negras escamas y plumas que recubrían su cuerpo. La bestia fue bañada por los destellantes rayos de luz solar dorados del firmamento, dando un rugido al aire la criatura revelo ser montada por un jinete. 

De larga cabellera blanca, sujetando con una mano un par de riendas la montura de su draco, y sujetando con la otra una gran lanza por su asta. Su armadura de placas sobrepuestas unas con otras, reflejando en esta el brillo del cielo en sus ornamentos dorados y de bronce, el jinete sobrevoló una inmensa pradera. Sobre su cabeza llevaba una corona. El monarca alzo su lanza y de pronto varias densas nubes de tormenta empezaron a conglomerarse como una mancha negra entre el amarillento firmamento. 

El rey de las tormentas, mirando por encima de su bestia alada, sobrevoló una inmensa capital. Aquellos que lo miraban desde abajo al ver las tormentas que genero antes que verlo con incertidumbre lo vieron con asombro y admiración. El dragón rio una vez más y a ordenes de su jinete dieron vuelo hacia su objetivo.

El espacio cambio y ahora vuelto en las abundantes praderas antes verduzcas, ahora áureas, la extensa meseta de praderas y vegetación alejada de las murallas y la vigilancia de la capital real. Y en medio de estas mirando al horizonte, se erguía impasible una mujer de cabello rubio, brillante y dorado como el propio cielo lleno de nubes doradas. 

Vistiendo con un mono de cuero negro de cuerpo completo hasta llegarle a su cuello, este mismo rodeado por una pieza de capa ornamentada de plumas de Halcón. Su cabello era corto y tras sentir a sus espaldas una poderosa corriente de aire esta se volteo revelando sus ojos de iris verdes como la hierva de antaño. Tras voltearse vio como aterrizaba una formidable bestia draconiana montada por un monarca, a su lado atravesando los senderos de tierra una formación de guerreras, mujeres armadas con lanzas, escudos, cascos ornamentados con alas de valquirias. 

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Desde la muerte de mi padre
Me he preparado para este momento
El más importante de mi vida.

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Nuevas figuras distinguidas dieron un paso hacia adelante. Cada uno acompañado de una doncella guerrera, asignada por su majestad. La mujer de cabellos rubios se quedo observando con expectación a aquellos hombres que se postraban ante ella. Reconoció el rostro de cada uno y con cada rostro un pensamiento surgía. 

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Sin importar cuantos obstáculos se presenten.
Con la fuerza de mis campeones y mis valquirias
¡Haremos temblar a los mismos dioses!

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La soberbia de la atmosfera se intensifico. De pronto a ojos de humanos y semidiosas presentes un manto esmeralda empezó a emanar del cuerpo de la reina de aquellas tierras, alzo su mano derecha y la apretó en un puño con fuerza mientras sus ojos brillaban como centellantes estrellas. El aura de poder divino de aquella diosa de férrea mirada dirigida a sus guerreros hicieron que cada uno le quedara claro la determinación infinita de aquella mujer. Atrás de ella se extendieron dos largos pares de alas debajo de su capa de plumas y ante todos sus allegados pronuncio unas palabras a la vez que ofrecía su mano a estos: