CAPÍTULO 30
Revisé nuevamente la dirección que me había dado mi hermano Andrés, rectificando que era la correcta. No se me hacía raro que hubiera comprado una mansión para su estadía en el país, odiaba quedarse por mucho tiempo en hoteles.
Me acerqué al intercomunicador que estaba en la pared y presioné el botón.
—Papá, abre las puertas...necesitamos hablar —dije seriamente, sabía por mi hermano que se encontraba aquí, así que no me iría hasta que abriera las malditas puertas.
Pasaron varios minutos hasta que se abrieron, volteé a ver al Uber y asentí, confirmándole lo que habíamos hablado justo antes de que me bajara. Si yo no llegaba a salir en veinte minutos, él llamaría al numero de Alessandro y le comentaría todo, aparte también llamaría a la policía. Debía que ser muy precavida cuando se trataba de Miller.
Era un largo camino de la entrada a la casa, así que me tardé varios minutos en llegar, cuando lo hice él ya me esperaba en la puerta. Tenía un traje, lo que me hizo saber que no tenía mucho tiempo...perfecto entonces.
—Que gran sorpresa me acabas de dar, jamás imaginé que me visitarías —confesó, haciendo paso para que entrara y así lo hice—. ¿Por qué viniste?
Esperé a que estuviéramos en la sala de estar para hablar.
—¿Te atreves a preguntar? —inquirí, volteándome a verlo.
—Si lo dices por las pruebas, las tendré... —miró su reloj y sonrió—. En una hora Maia, ¿no puedes esperar un poco más?
—Te pasaste del día... ¿Cómo piensas que creeré ahora después de lo que estas haciendo con la empresa del papa de Alessandro? —su cara mostro confusión y me enojé—. No intentes confundirme porque no lo lograras.
—No sé de qué mierda estás hablando —confesó—. Según tú... ¿Qué le estoy haciendo a las empresas de tu suegro?
Lo miré fijamente, tratando de encontrar algo que me indicara que estaba mintiendo, pero no había nada, además, él no era un hombre mentiroso.
—Cancelaste contratos de millones y por si no fuera poco, ahora no das la autorización para cerrar un importante acuerdo. El padre de Alessandro estuvo buscando este acuerdo desde hace meses, no es justo que hagas algo como eso. ¡No dices tú que el trabajo es sagrado, que hay que invertir suficiente tiempo? Pues eso hizo el señor Lombardi.
Frunció su ceño a mas no poder y empezó a reírse, pero segundos después su rostro se tornó serio.
—Que hijo de puta —empezó a teclear algunas cosas en su teléfono.
—¿De qué me perdí?
—Todo lo que te dije en ese restaurante es cierto —dijo seriamente—. Hoy me iré de aquí, mis negocios necesitan mi presencia así que le devolví la empresa al maldito de Smith, quien al parecer a estado jugando sucio escondido en mi nombre.
—Tienes que hacer algo o quedaras como un maldito celoso, pensaran que eres un incompetente —sabía sus puntos débiles, así que debía darle en donde le doliera para que así hiciera algo—. Nuestro apellido quedara por el piso.
Fingí lamentarme.
—No digas una palabra mas Maia, Smith sabrá quién es Anthony Miller.
Ambos salimos de la mansión y por raro que sonara, me había gustado poder hablar con él como padre e hija. Me había hecho tanto daño en el pasado, pero no guardaba rencor, ni un poco...lo único que haría es lastimarme si guardaba ese sentimiento contra él o alguien más.
—Estaré esperando la información —dije, nos despedimos con un leve gesto de cabeza y entré en el automóvil que me esperaba.
—Maia —llamó, acercándose a la ventanilla—. La familia de Esteban pierde poder así que...es bueno que estés casada con Alessandro, es la única razón por la que no seguiré impidiendo este matrimonio...por ninguna más.
Una sonrisa ladina adornó su rostro y asentí levemente. Lo que prácticamente me quiso decir fue: Odiaría que un hijo mío estuviera casado con alguien cualquiera, así que tienen mi bendición. Te quiero.
En el camino llamé Alessandro, queriendo saber en donde estaba. Necesitábamos hablar cuanto antes, esto tenia que arreglarse. Cuando me dijo que estaba en casa de sus padres, en compañía de la familia Smith, supe que era el momento adecuado para desenmascara completamente todo.
Llamé a mi padre y le avisé en donde estaban, también le di la dirección. Así los problemas se arreglaban, personalmente.
Mi celular sonó y contesté al saber que era Kylie.
—Hola, ¿Cómo estás? —saludé, rogando que tuviera las pruebas.
—Mucho mejor ahora, lo hemos conseguido —ambas chillamos al unísono, esto sí que eran buenas noticias—. Puede que hayamos hecho alguna que otra cosa ilegal, pero era necesario. Tenemos las conversaciones de chats con Esteban y gracia a ello, nos dimos cuenta el lugar donde se vieron los tres...conseguimos las grabaciones. Además, tenemos la confesión de tu ex secretaria y los pagos que le realizó Elizabeth. No hay manera para que salgan libres de esto. Son las pruebas que necesitan...que Alessandro necesita para ver quien es su madre y sus capacidades.
Estaba sorprendida con todo lo que hizo, esta mujer era magnifica. Entendía la razón por la que era la jefe de todo el departamento contable. Alessandro solo tenía a los mejores.
—Creo que en tu otra vida fuiste detective —comenté, totalmente sorprendida—. Eres increíble, no sabes cuánto te agradezco. Muchísimas gracias por no rendirte y estar siempre para Alessandro.
—No sigas o terminaré llorando...estoy en mis días —ambas empezamos a reír, pero me detuve abruptamente al recordar algo—. Lo que si estaría necesitando son unas vacaciones y un aumento, jefa.
—Tu termina todo tu trabajo y te aseguro tendrás unas muy buenas vacaciones...Alessandro y yo las pagaremos...y el aumento es con él —dije divertida, aunque sabía que se lo daría. Necesitábamos que se sintiera a gusta—. Te dejo, casi llego a mi destino.
—Estamos hablando, besos.
Colgó y suspiré de alivio, todo se arreglaría. Entre a la app que tenia para llevar mi control, dándome de cara con que tenía un atraso...dos días, mi alma volvió al cuerpo, siempre me pasaba algo como eso.
—Llegamos —anunció.
Le pagué y me despedí, al mismo tiempo que salía del automóvil mi padre llegaba así que lo esperé para que entráramos juntos. Alessandro había dado la orden que me dejaran entrar, por lo que no tuvimos ningún problema con los guardias.
Una de las jóvenes de servicio nos guio hasta la parte trasera, se encontraban en una gran sala al aire libre, suponía. Nos señaló el lugar y se fue, un gritó del padre de Alessandro nos sorprendió.
—¡Debes de hacerlo! —exigía—. ¡Te divorciaras y te casaras con Amelia!
Un sin sabor se creo en la boca de mi estomago al escucharlo. Pude ver como mi padre se tensaba, tampoco le gustó escucharlo.
—Estoy cansado de esta situación —intenté asomarme un poco, pero era imposible...me verían entonces—. Te dije que arreglaría esto, hablaré con el padre de mi esposa y lo solucionaré.
—Ese hombre no hará nada de lo que tu digas, yo soy la única persona que puede hablar con él y llegar a un acuerdo...pero lo haré solo si nuestras familias se unen —el padre de Amelia si que jugaba muy bien sus cartas—. Casarte con mi hija, esa es la única solución.
Agarré el brazo de Anthony antes de que caminara hasta ellos.
—No —susurré. Debíamos de escuchar un poco más, aun no era el momento para que hiciéramos nuestra maravillosa e inesperada entrada—. Entraremos, pero no aun...espera un poco más.
—Es la única solución Alessandro, prometo ser una muy buena esposa —Empuñé mis manos y ahora era yo la que quería entrar y golpearla.
—No —murmuró—. Todavía no, Maia...sé paciente.
—¿Acaso todos son idiotas? —inquirió, tuve que apretar mis labios para no reírme.
—¡Alessandro! —chilló su madre indignada—. Es una falta de respeto lo que estas haciendo, yo no te eduqué así.
—Papá, tienes muchas mas empresas...no quedaras en la quiebra solo porque esta empresa quebró, así que no sigas insistiendo y ustedes —creó que ahora se dirigía a los Smith—. Cambien el blanco, hay varios empresarios jóvenes y millonarios, con los que pueden y estarían encantados de casarse con su hija.
—¡No puedes preferir a una maldita ladrona que estuvo robándote en tu propia cara!
Abrí mis ojos de par en par al escuchar a Elizabeth. Ella acababa de cavar su propia tumba y yo estaría en zona vip viendo mientras era fusilada.
—¿Qué acabas de decir? —preguntó fríamente Alessandro.
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