Capítulo 27: Los puntos de quiebre

—¿Estás loca, Dévora? Esto es un lío enorme. —El chico mantiene su distancia.

—Solo me deshago de la basura, nadie debe tocar a las mujeres, sea como sea, ni con el pétalo de una flor. —Sostiene el arma en alto hacia el pecho del otro—. Carga el cuerpo y comienza a caminar antes de que llegue alguien. —Lo duda un segundo, pero se decide a llamar al chico por el apodo de cariño que le daba Dévora—. Nath.

Nathaniel, con cierto recelo, carga el cadáver y se lo echa al hombro aguantando sus piernas. Las manos del desconocido le cuelgan por el pecho y la sangre se desliza por su hombro, proveniente del agujero dañado que ocupaba su ojo.

—Esto está mal...esto está mal...Dévora...tú no harías esto —dice él sin entender las acciones de su amiga.

Zack va detrás sin bajar el arma ni responder, solo evaluando cada posible resultado.

"Matar dos personas el mismo día es un problema, además, luego de Antonio sería sospechoso que desapareciera otro alumno de la misma aula", piensa Zack.

No pronuncia más palabra hasta que llegan a los lados de la carretera y comienza a descender por la naturaleza, no deja alejarse a Nathaniel ni le quita la mirada de arriba.

A lo lejos se puede ver la caseta abandonada del señor Willey. Esta presenta aún los rastros de los daños que había causado un viejo incendio. Faltan tablas y otras se encuentran manchadas de negro, a la par que la vegetación ya ha invadido gran parte. Zack abre la puerta, o lo que queda de esta, para tomar una pala con la mano de los tacones.

—¿Cuántas veces has hecho esto? —Pregunta Nathaniel, pero su captor se niega a contestar.

Continúan bajando por el bosque y Nathaniel tiene cada vez más claro en su mente el escenario de escape: levantar el cuerpo, usarlo de escudo para la parte superior y los árboles como campo de obstáculos para la persecución. Luego lo soltaría para tener menos peso y huir, sí, está listo.

Sus pensamientos son interrumpidos por el sonido de la pala, clavándose en el suelo lleno de hojas junto a la seductora y conocida voz que sale de los labios de la mujer, Zack deja el cuerpo en manos de su compañera.

—¿Nath? —El reconocible tono de la rubia inunda los oídos del joven, baja el arma de forma rápida y mira la pala en su otra mano junto a los tacones. El bosque está oscuro, solo alumbrado por la luna.

—¿Dévora? —Se voltea a ella y deja caer el cuerpo en el suelo. Su confianza regresa muy de a poco, pero algo, cuando ve que el arma ya no está en alto hacia él.

—¡Demonios!, eres imbécil, te dije que te fueras. —Evalúa la situación tras mirar el cuerpo en el suelo, no le preocupa el hecho de haber matado a alguien, pero sí las consecuencias que trae el hacerlo de forma descuidada, mucho más con Nathaniel delante.

—¿Qué mierda está pasando? —Va donde ella y la toma por los hombros—. ¿Estás demente o qué?

—Cálmate, esto tiene una explicación, ese hombre intentó atacarnos y si le dejaba iba a hacer algo con mi cuerpo. —Empieza a improvisar la rubia.

—Eso no lo sabes, solo había que darle el dinero y ya, o cuando estaba en el suelo llamar a la policía o algo así ¿Sabes el puto lío en el que te metiste? —Su voz se expande apresurada y nerviosa, la situación le puede enormemente al chico.

—Ya está hecho, solo queda terminarlo. Ayúdame a enterrarlo, Nath, sino es muy probable que me encuentre la policía. —Frota su mano con la palma sobre la zona donde estuvieron sus dedos y la coloca al lado—. La verdad es que por eso es que dejé de verte, tengo estos cambios de personalidad y no soy capaz de hacer una vida con nadie. Es un infierno, por eso estoy sola y solo salgo de noche.

La voz de la chica va dirigida a dar lástima, deja caer los zapatos y desliza el brazo por el costado del chico para abrazarlo. Dévora se muerde el labio en su espalda por mentirle, a pesar de ser verdad, ella ni siquiera es la dueña del cuerpo, relata la historia de Annie.

—Dev...por Dios, esto no puede ser, en serio... —Su voz pierde el toque amenazante, solo un poco.

—Nath, siempre has sido mi mayor apoyo y esa persona que me hizo dudar de salir a la vida, dejando de lado cualquier limitante que me pusieran. Me alejé porque me hiciste desear vivir y crear lazos propios míos. —Le sabe amargo tener que hacerle eso a él, pero hay una prioridad, mantener a salvo la vida de su alter de los destrozos de Zack.

—Eres la única persona en la que confío y siempre te dije que te amaba, eso no ha cambiado aun cuando huiste —dice el chico sus palabras sinceras y justamente eso lo hace más doloroso.

—Para mí también. —Puede ser verdad o mentira, eso había dejado de importar, simplemente sería el medio para lograr el fin, evitar tener que matarlo—. Me gustas Nath.

Dévora coloca el rostro frente al de él y termina por besarlo sin escatimar en buscar sensaciones nuevas en ello.

¿El chico es capaz de sospechar algo de la situación? Siendo razonables, la estupidez humana no tiene límites ante las hormonas, caer en una trampa sabiendo que lo es, puede llegar a ser inevitable si quieres hacerlo.

Dévora mira a los ojos de su mejor amigo, y ahora mayor víctima, para terminar de hacer el pacto de silencio. Si el cuerpo de Annie hubiera al menos probado un hombre, sellaría la complicidad con sexo, es un mejor incentivo, pero podría causar daños mayores en la psiquis de su compañera.

—Puedes hacerlo, si quieres entrégame, lo aceptaré —dice la mujer sin dejar que se aleje.

Él hace unos segundos de silencio dudando—. ¿Por qué lo mataste? —Su conciencia necesita algo para justificar sus acciones futuras.

—Porque estaba a punto de hacernos daño, no podría aguantar eso. Luego te apunté porque perdí el norte y me asusté, pensé que nos verían si no nos movíamos. ¿De verdad crees que sería capaz de hacerte daño? —Roza sus labios suavemente con los propios, aumentando el poder del hechizo femenino.

—No, tú no me harías daño —dice él bajando la mirada a la sensación—. Debemos enterrarlo, antes de que se haga más temprano. Pero que sea la última vez, si lo haces de nuevo no lo perdonaré.

"Qué débiles son las personas enamoradas y qué fáciles de manipular", piensa Zack en la cabeza de Annie.

Esta noche Nathaniel y Dévora terminan enterrando el cadáver de los errores de Zack y manchando su amistad.


Annie da vueltas a la mañana siguiente en su cama y recoge sus cabellos negros con una coleta mientras se reincorpora, el sueño es bastante fuerte aún.

—Buenos días, Pelusa —dice bostezando.

Se va a levantar, pero el tobillo no la deja, está demasiado inflamado para permitirle apoyar el pie sin dejar el grito en el cielo.

—Dévora, ¿qué tanto caminaste? —Nadie responde en el espejo, parece que sería una mañana tranquila—. Qué extraño que no salgan.

Hace fuerza y en una pierna va brincando hasta el armario para buscar la ropa del día. Faltar a la escuela no es una opción, tiene que hablar con Carlota antes de que todo empeore. Coloca su uniforme de la mejor forma posible y arregla su cabello frente al espejo. Se prepara un desayuno simple de pan con tortilla y se dispone a marchar cuando un calambre intenso le sube por todo el cuerpo.

—No, no, no hay ser que pueda caminar con esto. —Frunce una ceja por la sensación de dolor.

La chica saca el teléfono para marcarle a Danna, al final ya sabe que vive en esta zona deplorable tras el intento de asesinato a su persona, no tiene por qué ocultarlo más.

—Dann, ¿puedes venir a buscarme? Es que me es imposible caminar con la pierna así.

—Pero Annie, no vayas hoy, no tienes que esforzarte tanto. —Se escucha del otro lado del teléfono la voz de la chica con cierta preocupación.

—Quiero ir, necesito hacer unas cosas allá.

—No hay nada que necesites hacer, tranquila —dice orgullosa la rubia.

—Lo de la chica, creo que te comenté algo —agrega en tono bajo como si alguien le escuchara.

—Ya yo me ocupé de eso, no tienes que intervenir.

—¿Qué? ¿Qué hiciste? —Se le acelera el corazón.

—Solo le ofrecí dinero, no te preocupes. —Mantiene su imagen inocente.

—¿Y te dijo algo? ¿Sobre mí? —Cada vez sube más la tensión en el cuerpo de Annie.

—Solo dijo estupideces, no te preocupes, no dejé que me dijera nada, y aunque fuese así, no le creería a nadie que dijera algo que no seas tú —comenta Danna con su habitual tono alegre.

—Está bien así, Dann, gracias, pero no te metas en problemas por mí, no quiero perjudicarte.

—Tranquila, haría mucho por ti, eres mi hermana y mejor amiga. —Se siente el ruido de tráfico de fondo—. Voy de todas maneras a tu casa y de ahí el chófer nos llevará al médico a revisarte la pierna.

—No faltes por mi culpa, estaré bien —agrega Annie antes de que su amiga cuelgue el teléfono.

Sabe que es imposible que venga a su departamento. Trata de recoger todo lo que puede antes de que llegue el auto a su casa, sin apoyar la pierna, cosa que le hace caer varias veces al suelo.

Luego de unos diez minutos llaman a la puerta y Annie se apresura a ir apoyándose de los muebles.

—Ann, soy yo —dice una voz bastante dulce tras la madera.

Annie abre la puerta. Es curioso de que a pesar de que no está en los planes asistir a clases, ambas visten el uniforme escolar.

—Debes ir a la escuela —dice Annie y le da un golpe suavemente con los dedos en la frente a su amiga.

—Tú eres más importante, además te sientes mal, ¿qué clase de amiga sería? Oye ¿Cuál es el apartamento del profesor? —Comenta Danna con cierta malicia a forma de broma.

—Es el del frente, ese. —Señala la puerta de a solo dos metros de la suya.

—Uy, la de chismes que tienes que hacerme, aprovechemos este tiempo de camino al hospital para que me cuentes todo. —Mira las uñas de Annie —. Tienes tierra —agrega seria y le toma una para revisarla—: Lávatelas mejor antes de salir. —Sonríe de nuevo.

—Debe ser de ayer, cuando me caí. —Miente.

—Claro, debe ser eso. —No borra su expresión alegre—. Te ayudo a llegar, venga.

Annie baja las escaleras apoyándose en Danna y así termina siendo el recorrido hasta llegar al carro.

Cuando están sentadas, Danna levanta una pared natural del auto que divide la parte delantera del conductor de la de los pasajeros, pero antes avisa al chófer de que ponga rumbo al hospital.

—¿Qué has podido avanzar con lo del asesino azul? —Pregunta la rubia acomodándose.

—Por ahora creo que nada importante, aunque hay algunas cosas que me preocupan, referente a Héctor, pero no creo que sea él —expresa Annie.

—Mmm, el simple hecho de que lo menciones en este tema es raro —apunta Danna.

—Sí, el problema es que parece que una vez fue acusado de causar un accidente a la familia de Vanessa.

—¿Ese? Ah...sí, ya sabía. —Junta las manos frente a sus propios labios.

—¿Por qué no me dijiste? —Annie ahora le mira a los ojos.

—No sabía que te interesaba de esa manera el profesor, pero te puedo asegurar que él no fue. —Se comienza a reír.

—¿Cómo lo sabes? —La curiosidad se la come.

—Es que sé quién fue, sin embargo, no puedo decirlo.

—¿Por qué? ¿Es muy difícil hacerlo?

—No me malinterpretes, no fui yo ni nada por el estilo, cuando eso pasó, yo tenía unos catorce años o algo así, no, tenía trece, pero sí recuerdo el hecho. —Mantiene la mirada de Annie—. Es algo que te pediré, no me preguntes, te aseguro que no fue ese profesor

La rubia, en contadas ocasiones borra la sonrisa, pero pierde el brillo de sus ojos.

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