Capítulo X: Renacer

Está prácticamente diluviando cuando llegamos hasta la entrada de Princenton. Son poco más de las 10 pm del domingo y Mike me ha traído de vuelta a New Jersey tal como me lo prometió. Aún cuando yo ya estaba dudando de querer regresar y cuando encima ambos nos encontramos cansados por haber pasado gran parte del día haciéndonos el amor. Teniendo que separarnos apurados únicamente para alistarnos y emprender el viaje.

Rememorándolo me surge una sonrisa boba en la cara de lo increíble que me parece y en especial si me pongo a pensar en lo mucho que cambió mi vida en tan sólo un fin de semana. Pasando de un universo de dudas a la completa tranquilidad... a la seguridad de saberme encaminada en la dirección correcta. Y al final llego a la conclusión de que esto era algo que tarde o temprano tenía que suceder, que yo sabía que iba a pasar alguna vez pero me había encargado de postergarlo... Nuestra unión de cuerpos y de almas... y ha sido maravillosa.

-Siento que esta vez te voy a extrañar como nunca hasta que podamos volver a vernos- le confieso acurrucada en su hombro, aspirando su masculino y sensual aroma y sin querer apartarme ni un centímetro de él.

-Será sólo por unos pocos días nena, tengo pendiente reunirme con algunos artistas para unas colaboraciones musicales y también benéficas pero estaré de vuelta aquí por ti "más rápido de lo que te des cuenta"- me comparte haciendo clara referencia en broma al final, a causa de mi (ya antigua) confusión de sentimientos y de lo mucho que me tardé en reconocerlos, más no me importa y en respuesta confiando en sus palabras lo abrazo más fuerte, a lo que él me corresponde sin retirar el apoyo de su cabeza en la mía más que lo suficiente para poder besarme en la frente.

-Igual me harás mucha falta...– confieso entrelazando nuestras manos, que de alguna forma parecen haber sido creadas como un rompecabezas para esto –...Pero sé que tienes una misión que cumplir en el mundo-

Él me mira de tal modo con curiosidad

-¿Conseguir la meta de crear un ambiente sano en el que un cantante famoso y una estrella de cine puedan vivir su historia de amor en paz?- con ganas de seguir bromeando acota

-No cualquier cantante, el mejor de todos- siguiéndole el juego, corrijo

-Y no cualquier actriz, la más bella de todas- me dice él

-¡Ah sí! ¡Pues díselo a Elizabeth Taylor!- me decido entonces a molestarle citándole a su otra mejor amiga, dándole un empujón, y Mike entre risas aprovecha para hacerme cosquillas antes de atraerme de nuevo hacia sí.

-Te amo- me dice así retomando la seriedad –Nunca me cansaré de decírtelo-

Yo coloco la mano en su pecho, sobre el largo gabán negro que lleva puesto esta noche (que junto al resto de su ropa del mismo color le da un look de rockero irresistible), para deslizarla luego hasta su corazón, y sus acelerados latidos, tan igual a los míos, me hablan de ello por sí mismos. Sonrío.

-Tenemos toda la vida para encargarnos de cumplir tu meta amor- le hago ver y él se muestra de acuerdo volviendo a besarme.

Sus labios me atraen como un imán de los que me cuesta separarme, como nunca me había pasado con nadie y tengo que luchar contra mí misma para poder detenerme, para encontrar moderación.

-Debo irme ahora o de lo contrario no podré hacerlo. No podré sepárame de ti- reconociendo mi vulnerabilidad admito.

-No hay nada que quisiera más que retenerte conmigo- Michael reconoce también acariciando mi rostro con ternura unos instantes, más como siempre responsable luego agrega -Pero entiendo cuáles son nuestros deberes y tenemos que cumplirlos. Sin embargo, te prometo que la próxima vez que nos veamos haré que cada minuto valga la pena en recompensa por los que estemos separados–- Lo dice mientras toca la piedra del anillo que ha vuelto a mi mano y le creo. Sé que lo hará y aquello me deja de alguna forma más tranquila -Ahora, le pediré a uno de mis guardias que te acompañe- de tal modo consultando su reloj resuelve, y subsecuentemente se inclina para tomar el intercomunicador de la limosina con la intención de avisarle a su jefe de seguridad (quién va en la parte delantera) que destine a alguno de los guardaespaldas (que se encuentran escoltándonos estacionados también en autos aledaños) para que me escolte, pero yo antes de que pueda dar la orden le detengo.

-No hace falta, la entrada no está muy lejos. Con una buena carrera podré alcanzarla sin problemas- le explico para que no se preocupe puesto que no quiero molestar y tampoco llamar más la atención de lo que su auto de lujo ya lo hace, teniendo en cuenta que uno de mis lemas personales en mi paso por la universidad es procurar pasar por lo más normal posible... y aparte lo que menos deseo es que toda mi facultad se alborote debido a su presencia –De todas formas gracias- añado con todo teniendo en cuenta lo afortunada que soy, besando enseguida nuestros puños entrelazados.

-No permitiré eso y lo sabes- Michael recalca y estoy consciente de que es verdad, por lo que entiendo que en este caso soy yo la que debe controlar la situación si busco salirme con la mía, así que me doy a la tarea de callarlo demostrándole a la vez lo buena aprendiz que soy de sus técnicas de seducción, y sin que lo espere, me abalanzo sobre él y presiono mis labios contra los suyos en un beso ardiente, francés, voraz, incorporándome un poco para tener mayor accesibilidad a su cuerpo. Me tomo de las solapas de su chaqueta para apretarlo más a mí, trasmitiéndole mi deseo hasta dejarlo casi sin aliento y no conforme, resbalo también mi labios por su cara, por su cuello, robándole un suspiro. Únicamente me detengo cuando siento sus manos exploradoras bajar por mi espalda hasta mi cintura buscando tocar mi piel debajo de la ropa, listo para dar batalla.

En ese momento, juguetona me retiro y sé con éxito que aquello va a hacer que me recuerde durante los días en que estemos lejos.

-¡Adiós, me llamas!- le digo disimulando mi cara de diversión al ver de reojo la suya de desconcierto y me bajo del vehículo sin esperar nada.

-¡Brooke aguarda!- me pide sosteniendo la puerta abierta pero yo al contrario de obedecerle empiezo a correr tal como le anticipé. Sus guardaespaldas, de los que me despido con la mano, también ven la escena asombrados.

Hay un considerable tramo desde donde se encuentran la limosina y sus otros autos hasta el edificio universitario, el cual fallé al calcular debido a las ventanas empañadas, y una vez estoy de camino me percato de que mis botas de tacón en algunos tramos no soportan el suelo resbaloso por lo que fallo al haber creído que no me calaría hasta los huesos y viendo que es un caso perdido empiezo a disminuir el paso, más entonces alcanzo a oír por encima del sonido de la lluvia cayendo contra el pavimento unas fuerte pisadas sobre los charcos, que no tardan en llegar hasta donde estoy, y cuando me volteo alarmada me doy cuenta con asombro de que es Michael quien me ha seguido...

Siento instantáneamente que se me derrite el corazón.

Ha salido de su zona de confort, mejor dicho lo he sacado de ahí, de su burbuja de cristal logrando que se vuelva más humano, que haga cosas que cualquier hombre normal haría. Esta es una de ellas y en este momento dejando a un lado nuestros personajes no somos más que un chico y una chica enamorados, el uno frente al otro. Parece darse cuenta de lo mismo y mordiéndose el labio inferior de esa manera tan encantadora que tiene comienza a sonreír. Lo hace y juro que de algún modo se ilumina más el lugar o quizá lo que lo hace es mi alma, porque él es como una luz allí, como siempre me encargaré de repetirle.

Su risa contagiosa me hace reír mientras volvemos a caer el uno en los brazos del otro volviendo enseguida a besarnos sin importarnos para nada la condenada lluvia torrencial. Nos besamos con necesidad, como si no hubiera mañana, aunque sabemos que no es una despedida sino un ligero hasta pronto.

Nos cuesta separarnos pero al final lo hacemos y de algún modo camino sin volver la vista atrás hasta que llego al zaguán de la facultad. Sólo entonces miro y encuentro que Michael aún está pendiente de mí, sonriendo de esa manera tan encantadora y angelical que roba corazones, me lanza un beso volado y luego retrocede, se inclina en una venia teatral como si esperase el aplauso de su público después de alguna de sus magistrales presentaciones y deja que la lluvia caiga bien sobre su nuca y su cabello largo que lleva suelto, para luego incorporarse con energía abriendo los brazos, disfrutando del agua sobre su cuerpo. Y sé que está feliz, que se siente como un hombre nuevo y me alegro de haber contribuido a ello... a lograr ese renacer para los dos.

FIN

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