Capítulo IV: Hechizo de luna

Mike respeta mi decisión de retirarme a dormir temprano y no me vuelve a insistir sobre el tema de nuestro dilema, pero con todo puedo notar mientras cenamos en su semblante y su mirada, que se siente algo triste y sé en definitiva que es debido a mi causa y mi aparente e infame malestar.

No era mi intención herirlo y quiero que lo sepa. Él no lo merece, cuando todo lo que hace es ser mi punto de apoyo, así como no se merece todas las cosas sucias, absurdas y disparatadas que la gente habla de él, cuando se esfuerza día a día en su trabajo para regalar mediante su altruismo y talento, ayuda y mensajes de paz al mundo.

Cada vez que me detengo a observarle, no puedo más que estar agradecida del poder conocerlo y de que la vida juntara nuestros caminos. Su bondad y su candidez me llegan al alma y por ello sigo teniéndolo en mis oraciones tal como lo hacía de niña.

A estas alturas del camino, de forma curiosa siento también que nuestros papeles dentro del juego del destino se han invertido (porque para bien o para mal Michael y yo tenemos una historia)... Desde que lo conocí me alucinó, más yo no a él siendo muy chica en ese entonces. Por lo que tardé un poco en que como mujer pudiera notarme, y aparte, con el pasar de los años se interpusieron entre nosotros nuestra diferencia de responsabilidades, encontrándome él no lo suficientemente lista para soportar las suyas, mucho más complicadas que las mías. Algo a lo que di razón al comprenderlo con el tiempo... En resumen, Mike no me había amado cuando yo me desvivía por él. Siempre lo tuve en cuenta y aceptándolo había aprendido a convivir con ello hasta volvérseme un asunto posible de sobrellevar. Sin embargo, el tiempo también justiciero ha hecho que se volteen nuestros roles referentes a los asuntos del corazón y pasando de no valorarme, ahora él me quiere.

Yo la verdad nunca dejé de hacerlo, sólo me volví más fuerte. Lo suficiente para controlarlo o esconderlo.

Me dedico a contemplarle entonces como suelo hacer cada vez que le tengo cerca, aprovechando el privilegio que poseo sobre millones al ser su íntima amiga, mientras sentado en su silla de lo más relajado con un brazo alrededor de una de sus piernas recogida, se encuentra en uno de sus momentos callados y taciturnos, con la mirada puesta sobre una de las velas con las que ha pedido que adornen el comedor, jugando a pasar sus dedos sin quemarse por la llama. Tan onírico y perfecto como si fuese un mago o algún hermoso ser de otro mundo.

Es tal el grado de embeleso que me causa que en ratos como ese consigo olvidarme hasta de mi propia fama estando a su lado, desestimando mis propios logros... Es realmente maravilloso conocer al Rey del Pop y estoy consciente de ello.

-¿En qué piensas?- me pregunta de súbito apartando por fin su mirada profunda de la vela para ahora sí dedicármela a mí

-En que necesito que dejes de hacer eso- con sinceridad le contesto

-¿Qué cosa?- requiere saber, no creyendo que yo le hubiese dado importancia a su lapso de distracción

-Que dejes de intentar lanzarme tu hechizo- a rajatabla respondo. Al oírlo, él sólo sonríe de esa manera tan resplandeciente, incandescente pero sublime a la vez, que te contagia y te hace sonreír también, sabiéndose bien merecedor del cumplido respecto al efecto que puede causar.

-¿Por qué?- insiste así en conocer, con ganas de jugar

-Porque haces que te adore más- la ternura me gana y no puedo evitar decirle, siendo aparte verdad. Michael acepta mi contestación con una media sonrisa y entonces con un rápido movimiento de sus manos que provoca un golpe de aire al estilo de arte marcial, logra apagar la vela.

-Es una buena respuesta- opina, quizá no muy convencido por todo mi accionar y es comprensible.

-¿Y en qué pensabas tú?- me animo no obstante a consultarle, no queriendo que se pierda la magia de nuestra velada. Él demora unos segundos meditándolo antes de contestar

-En cómo me gustaría retroceder el tiempo- confiesa al final -...Pero sólo para hacer las cosas diferentes entre los dos-

Tengo que bajar la mirada ante eso, sonrojada. Sin saber que decirle.

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Una vez terminada la cena, sintiendo una rara tensión entre ambos, anuncio que me retiro al cuarto de huéspedes (donde he tenido la suerte de dormir tantas veces que ya lo considero prácticamente como mío), y Michael como buen anfitrión, de forma galante y dejando cualquier desavenencia de lado (debido a mi indecisión), se ofrece a acompañarme.

-Lo siento- aprovecho de tal modo para disculparme, no queriendo que se siga sintiendo incómodo en mi compañía -...No era mi intención arruinar la noche-

-No tienes que echarte la culpa y tampoco tratar de dar explicaciones...- él aclara -Tal vez el que la arruiné fui yo con mi imprudencia- opina un poco cabizbajo, arrimándose a la puerta al llegar con las manos en los bolsillos -Perdóname tú también a mí, ya no volveré a besarte sin tu permiso- Tan humilde como si fuese el más sencillo hombre cuando en realidad se trata del cantante más increíble del mundo, agrega, desconcertándome. Algo que me cautiva completamente de nuevo por lo que no me resisto a acariciarle la mejilla y niego con la cabeza

-Descuida, fue solo la altura- aclaro a pesar de mi cargo de conciencia

Él entonces tomando mayor seriedad, cruzándose de brazos decide encararme.

-¿No estás encinta, verdad?- no se contiene de preguntarme

Me doy cuenta así de lo mucho que ambos hemos cambiado y madurado en todo el tiempo de no vernos durante su última gira. Lo suficiente para confrontarnos de forma directa.

-Si fuese así, serías el primero en saberlo- le hago ver, alternando mi mentira inicial al final con una verdad y percibo cómo con mi respuesta se alivia, más como el caballero que es no prosigue requiriendo profundizar en el asunto y solo asiente.

-Por un momento me asusté- con todo se anima a confesarme -Creía que iba a perderte para siempre-

-Sabes que eso nunca sucederá, que siempre estaré para ti- le reitero sintiendo que vuelven a rondarme las ganas de llorar. Él lo advierte y quizá por eso enseguida decide retirarse. No queriendo hacer más pesado el asunto.

-Dejo que duermas- suspira, y yo sé que es por resignación. Le agradezco siendo esa mi primera intención de despedida por esa noche... no obstante antes de que se aleje por el pasillo me nace decirle algo más y le hago caso a mis impulsos.

-¡Mike espera!- le llamo y cuando se voltea, corro hacia él y me le abalanzo rodeándolo con los brazos.

-Gracias por existir. Por ser tan maravilloso- como su eterna amiga desde el fondo del corazón y besando su mejilla, le expreso. Él sorprendido pero a la vez encantado con mi loca acción, vuelve a sonreír tal como quiero, mientras coloca una mano sobre mi cara a manera de caricia en tanto con la otra me retiene de la cintura, con tanta delicadeza y cuidado como a sus fans cuando irrumpen en el escenario a abrazarlo. Un indicativo de que yo con mis alocadas acciones una vez más contra sus tempestades he vencido.

-Que tengas buenas noches princesa- me desea respetando siempre mi espacio y yo en respuesta sonriendo juguetona así mismo le contesto

-Que duermas bien dulce príncipe-

Luego como niña traviesa y antes de que pueda reaccionar, me escabullo rápidamente de entre sus brazos, regresando a la habitación y cerrando la puerta.

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Continuará...

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