CAPÍTULO 1

Una semana sin comer, una semana sin beber, una semana sin hacer otra cosa más que caminar, caminar y caminar. Y para acabar de colmarla esa maldita voz seguía resonando en su cabeza de vez en cuando.

Ya no tenía sandalias, se habían acabado estropeando por completo y ahora llevaba los pies completamente descalzos y chamuscados.

Le dolía la barriga de la misma forma que le rugía por la falta de alimento. La garganta seca y rasposa era un gran indicio de que no había bebido en días y el cansancio lo acribillaba cada vez más.

Nadie diría que estaba muerto teniendo las mismas necesidades que cualquier persona normal. Sin embargo el hecho de aguantar tanto tiempo sin agua y comida era un gran indicio de que ya no podía seguir vivo.

Por si no fuera poco notaba el cansancio. A causa de las pesadillas no había podido dormir en todo ese tiempo y eso era atroz. Tenía unas ojeras enormes bajo los ojos, tanto era así que hasta se imaginó que podría hacerle competencia a Law y acabaría ganando.

¿Por qué estaba allí? No tenía ni idea. Quizá fuera por ser pirata, o por pelear con otra gente. Nunca había matado a nadie, pero sí había dado palizas. ¿Eso sería algo tan malo como para ir al infierno? No lo sabía, pero tampoco le importaba.

El que se hacía llamar Satanás Rey de los Infiernos le había asegurado que su hermano estaba allí, en alguna parte, y él no se rendiría en su búsqueda por encontrarlo.

*****

Ese animal extraño no dejaba de seguirlo y lo ponía nervioso. Al principio había pensado en comerselo, pero enseguida se dio cuenta de que esa cosa no podía ser comestible.

Parecía un lagarto y se movía con agilidad por las rocas que flanqueaban el angosto lugar, sin embargo tenía tres colas en lugar de una y sus garras afiladas tenían pinta de ser bastante dañinas.

No le daba miedo ese extraño ser, pero le extrañaba que lo siguiera. ¿Por qué a él de tantas almas perdidas que pululaban por el inmenso lugar?

Por extraño que resulte, desde que había llegado a ese caluroso y desagradable sitio, había madurado. Seguía siendo un crío, pero ahora tenía conciencia. Sino fuera así no podría seguir ileso de los ''bandidos'' que amenazaban con atacarlo haciéndolo caer en trampas estratégicas, los demonios que trataban de derribarlo y los animales monstruosos, tan similares a los reyes marinos, que deseaban devorarlo cada vez que lo veían.

Ese animal seguía pululando cerca. No sabía si tomarlo como una amenaza, una ventaja o simplemente ignorarlo.

Escuchó unos pasos detrás suya y al girarse pudo ver una de esas sombras que también habían tratado de derribarlo unas cuantas veces. Un demonio, para ser exactos.

Se hizo a un lado para esquivar a ese ser que no detuvo su carrera. Sin embargo se desvaneció en el acto y reapareció en la espalda del muchacho.

Antes de que este pudiera reaccionar alguien se le adelantó. Ese animalillo, que antes parecía incordiarlo con su persecución, ahora se encontraba desgarrando la negra piel de esa cosa que intentaba hacerle daño.

El demonio, de baja estirpe, se desvaneció nuevamente, pero esta vez no reapareció por ningún lado.

Luffy cogió a su salvador en brazos y le acarició la barbilla sintiendo su ronroneo.

-- ¿Eres medio gato o qué? -- Sonrió gracioso.

Es un demonio animal, ese concretamente es una mezcla entre reptil, felino y ave. -- Otra vez esa maldita voz incordiando en su cabeza. -- Tienes un don para hacer amigos aun siendo seres del infierno, realmente eres la reencarnación de Roger.

-- ¡Cállate ya pesado! ¡Yo soy Monkey D. Luffy, el Rey de los piratas! ¡Roger murió hace años!

Escuchó la fuerte carcajada que resonó en su cabeza mareándolo. Cada vez que se reía así le revolvía los sentidos y lo peor era que últimamente lo hacía muy a menudo.

Decidió descansar un poco y se sentó en el suelo al estilo indio. Dormir no era una opción, eso ya le había quedado claro. Por lo que decidió intentar ver lo que pasaba con sus amigos en vida. A veces lo lograba, otras solo conseguía ganarse un enorme dolor de cabeza.

Cerró los ojos y se dejó llevar por los confines de su mente. Alcanzó el hilo y suspiró aliviado de saber que al menos en esa ocasión lo había conseguido. No era tan fácil establecer una conexión a otras dimensiones, como le había dicho Satán.

Observó atentamente la oscuridad hasta hallar el atisbo de luz que lo guió al Sunny.

«-- ¡Ya voy, ya voy!

Nami corría de un lado a otro como loca, cogiendo pañales y gritando desesperada por los llantos de los bebés. ¿Quién le iba a decir que cuidar de dos infantes le iba a resultar tan difícil?

-- ¡Sanji prepara los biberones! ¡Usopp ocupate un momento de las niñas!

-- ¡Enseguida Nami-Swan!

-- ¿Qué? ¿Y por qué yo? ¡Si me odian!

-- ¡Deja de quejarte! ¡Sólo son bebés, no saben odiar! ¡No entienden de esas cosas idiota!

La chica salió apresurada del camarote para acabar de alarmarse al ver quien controlaba el timón.

-- ¡¿Zoro, pero que diablos estás haciendo?! ¡Deja el timón ahora mismo, tú solo conseguirás que nos perdamos!

-- Que exagerada eres bruja, aparte soy el... -- Zoro se acongojó al ver la cara de su navegante. -- Cap... cap... Mejor me callo.

Decidió obedecer y tomar rumbo al mirador para hacer sus pesas diarias.

Usopp salió afuera con los dos bebés berreando en sus brazos.

-- ¡Que alguien me ayude! ¡Yo no puedo con esto! ¡No se que hacer para que dejen de llorar! -- Si no fuera porque tenía las dos manos ocupadas se tiraría de los pelos.

-- ¡Dios mio, no sabeis hacer nada bien! ¡Dáme a las niñas y lárgate a hacer algo productivo!

Le sacó a las pequeñas de los brazos y se las llevó de vuelta a dentro mientras por el camino trataba de calmarlas.

Una vez en su cuarto se sentó en la cama y suspiró frustrada mirando a los dos bebés que ya habían calmado un poco su llanto, pero seguían inquietas.

-- Os pareceis tanto a él... -- Sonrió cogiendo la manita de Sara. -- Ojalá estuvieras aquí para verlas Luffy. »

Abrió los ojos de pronto volviendo en sí y sonrió ampliamente. Al menos las cosas iban bien con sus nakamas y sus niñas.

Se incorporó de un salto más animado y agarró al animalillo posándolo en su hombro.

-- ¡Yosh! ¡Prosigamos pues!

Y volvió a caminar sin rumbo fijo en busca de algo que aun no tenía muy claro.










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